Capítulo XVI.
Llegó a casa tirando la mochila a algún rincón y sintió de inmediato que esta chocó con una botella vacía del licor, frunció el ceño y su mirada se posó en su hermano que yacía tirado en un rincón dormitando. Suspiró.
Se encerró en su habitación y quedó mirando las notas pegadas en sus murallas, se acercó a estas y las quitó con furia, rompiéndolas en miles de pedazos que esparció por el suelo. O eso imaginó que hacía, sacó la nota de ese día y la desdobló para acomodarla en la muralla con un poco de cinta.
"No más."
Eso era todo lo que decía y le molestaba pensar a que se refería con aquello. Ya no más ¿qué?
No más vida.
No más sufrimiento.
No más falsedades.
No más mentiras.
No más alcohol.
No más amigos.
No más felicidad.
No más lágrimas.
No más risas.
No más realidades.
No más ilusiones.
Simplemente, no más tú.
Se acomodó en posición fetal abrazando sus piernas, amenazaba con llorar y con gritar, pero nada quería salir del rostro inexpresivo. Recordó cuando su madre vivía, su tono de voz, su casual sonrisa, sus ojos cristalinos, la calidez de sus abrazos. Se vio a si mismo abrazado a Joao viendo una película de terror hace unos años, se halló entre una pequeña masa de gente en la escuela riendo de alguna broma que le habían hecho al profesor de literatura, sintió tan real y latente en sus recuerdos al que fue a los siete años y jugaba con sus vecinos italianos... Cada vez peor. Sentía un vacío en su pecho al recordarse como una persona feliz, divertida y despreocupada.
Escondió el rostro entre sus manos e imaginó una voz -su propia voz- cantando una canción de cuna algo quebrada, y sintió esa necesidad de hacer lo que hace un buen tiempo no hacía.
Cortarse.
Cortar su sufrimiento en sus antebrazos. Cortar sus lágrimas con una cuchilla, cortar sus gritos con una herida... Cortar su vida con su propia sangre.
No más Antonio, no más.
No más sangre.
No más llantos.
No más cuchillas.
No más nada.
— Por favor, por favor... No quiero sufrir más.
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