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7. Chloe y sus buenas ideas

—He besado a Alex —solté de golpe, en voz baja como si quisiera decírcelo y a la misma vez no.

—¡¿Qué?!

Todas las miradas recayeron en nosotras y quise volverme pequeñita en la silla. No tardaron en volver a lo suyo. Había escogido la mesa más alejada del comedor para quitarnos de la vista de los chismosos y de los que les gustaba llamar la atención burlándose de los demás, y de paso junto a la ventana para poder coger un respiro de vez en cuando.

Chloe carraspeó avergonzada.

—He besado a mi mejor amigo —repetí para ella.

—Que te he escuchado desde la primera vez. —Con los codos sobre la mesa se pasó las manos por la cara para finalmente cubrir su boca, como si estuviera procesando todavía mis palabras. Ya... yo tampoco me lo creía. Elevó ambas cejas—. Joder Andy, ¿por qué no me habías dicho nada?

Me relamí los labios y exhalé suavemente.

—No lo sé, Chloe, mi cabeza estuvo dándole vueltas y vueltas al asunto, sin llegar a nada en concreto. Tampoco sé a dónde se supone que quería llegar. ¿Cómo pretendías que te explicara algo que yo todavía no soy capaz de entender? Actuamos sin pensar.

—¿Actuamos? —indagó curiosa, con una mirada que de pronto me parecía decir algo más.

Suspiré una sonrisa a medias.

—Sí, gracias al cielo Alex me siguió la corriente, de lo contario no solo hubiera pasado una gran vergüenza, sino que ahora mismo estuviera en problemas.

—Ya veo.

—¿Sabes? Creo que ya sé qué es lo que estaba buscando, la respuesta de por qué soy tan estúpida —Chasqueé la lengua contra el cielo de la boca—, es que, ¿te lo puedes creer?

—Pues sí.

Dejé la vergüenza a un lado y, de pronto, el enfado hablaba por mí.

—¡Todo eso pasó por miedo a enfrentarme a mi madre y a Leo y ahora mira en el lío que he acabado! Y para colmo he involucrado a Alex.

—¿Qué lío?

—Ahora mi madre cree que Alex es mi novio.

—Hostia, que no es para menos con semejante espectáculo —me interrumpió, señalando lo obvio con un gesto.

—Me amenazó con que tengo que presentárselo a mi padre, y tú sabes tan bien como yo que eso no va a funcionar.

—No lo sabes, esta vez puede ser diferente.

—No, conozco a mi padre, Chloe, no soporta que le echen a perder un negocio —le recordé con voz tensa, a lo que ella no terció, mas le fue imposible ocultar la mueca de desagrado.

—Odio que tengas que hablar así.

Me encogí de hombros, no tenía otra respuesta. Esa era la realidad, la única razón por la que mi padre había acepatado mi relación con Leo era porque representaba una buena conexión.

—Pero lo que más me preocupa es que Alex ni siquiera me ha vuelto a hablar desde ese día.

Enarcó una ceja.

—¿En serio vas a hacer drama por eso? Te envió un mensaje de texto explicándote que estaría unos días fuera porque irían a visitar a su abuela.

Bufé sin tomármelo en serio.

—Sí claro, la misma abuela que odia a su madre y casi hace que sus padres se separaran, seguro que tenía muchísimas ganas de verla y hablar con ella a mediados de curso —dije sin poder ocultar el veneno que me exprimía las entrañas cada vez que recordaba que muchos de los problemas de esa familia eran por cuenta de esa vieja metiche.

Volviendo al tema, era obvio que solo me había hecho un cuento que justificara el hecho de que no quisiera hablar conmigo.

—Sigue siendo su abuela, Andy. No le des mucho cráneo a eso.

Me crucé de brazos indignada por no recibir el apoyo que esperaba de su parte.

—Como te decía, ahora mi madre cree que somos novios, y sospecho que también piensa que estábamos en algo desde mucho antes y por eso me ha dicho que, o lo llevo a casa para que papá y ella puedan conversar con él y sacarle hasta las canas, o restringirá mis horarios para que no pueda verlo de nuevo.

—Eso es lo que te tiene así.

—¿Eh?

—No te hagas la tonta Andy, sabes que lo que te tiene así de nerviosa ahora es que no sabes cómo pedirle a Alex que te ayude a continuar con la mentira que has montado, porque también sabes que a él no le gusta involucrarse en ese tipo de cosas, menos cuando exiaten tan pocas posibilidades de que salga bien. Tienes miedo de que la situación se te salga de las manos y tus padres terminen por descubrir todo el teatro y que Isabella haga hasta lo imposible porque vuelvas con Leo, que es el yerno perfecto. —Pinchó la ensalada con el tenedor plástico y se llevó el bocado a los labios como si aquella conclusión hubiera estado frente a nosotras todo el tiempo—. ¿Así o más explicado?

Y siguió masticando tranquilamente, ajena al caos mental por que estaba atravesando en aquel momento de mi vida.

Me recliné sobre la silla, eché la cabeza hacia atrás y me quedé mirando el techo.

Chloe tenía la razón en todo lo que había dicho.

¿Cómo demonios le iba a pedir a mi mejor amigo que se hiciera pasar por mi novio para que me ayudara a continuar con aquello sabiendo lo poco que le gustaba meterse en líos tan personales y, además, lo mal que le caía mi madre?

¿Es que acaso yo no podía hacer como todas las demás chicas que le daban celos a su ex y no pasaba nada más?

Todo era culpa de Isabella, ella quería hacerme la vida imposible sin importar cuánto tiempo desperdiciara.

A veces me preguntaba si realmente ella había deseado tener una hija o solo había sido producto de un error y por eso me odiaba tanto. Intenté no dejarme envenenar por mi cabeza.

Si antes mi vida amorosa estaba en peligro de derrumbe, ahora no tenía ni la más mínima oportunidad de tomarme mi tiempo para arreglar eso. Tonta de mí que hasta una estúpida lista había hecho, o bueno, empezado.

—Oye, ¿qué piensas hacer para tu cumpleaños? —El cambio tan drástico de tema me dejó un poco fuera de lugar—, es mañana y aún no tienes nada pensado.

—Bueno sí que...

El sonido de mi móvil me interrumpió, y el nombre del contacto me hizo tensarme.

Me coloqué el pelo detrás de las orejas, queriendo verme menos desastrosa, como si pudiera verme. Tragué.

—Dime mamá —pronuncié con cuidado, haciendo mi mayor esfuerzo por no sonar borde—, ¿qué ha pasado?

—Nada importante, Andrea, solo te avisaba que ya no me encontrarás en el instituto porque vine a casa hace unas horas para preparar las maletas, tu padre me ha llamado pidiéndome que tome el siguiente vuelo y vaya a su encuentro. —No estaba contando conmigo, solo me informaba de su decisión. Siempre era igual. Yo en su vida era como la puerta de casa, cada vez que necesitaba hacer algo, se topaba con que tenía que quitar el cerrojo para poder salir. Y nadie a su edad le gustaba estar dando explicaciones—. Así que cuando llegues a casa estarás sola hasta que comience el turno Matilde.

—Pero... —quise objetar, sin embargo, me interrumpió.

—Que no se te ocurra hacer ninguna locura por lo menos hasta el domingo que yo esté ahí, y escúchame muy bien, Andrea —advirtió con todo duro, sin contemplación—, que yo no me entere que metes a ese chico en casa mientras estás sola.

—Mamá... —intenté volver a decirle algo.

—¿Me has entendido?

Dejé caer los hombros, rindiéndome.

—Sí, madre, lo he entendido todo.

—Perfecto.

No esperó más respuesta, porque ella era así, su palabra era ley, así que simplemente cortó la llamada.

Los ojos comenzaron a picarme al igual que la nariz, anticipando las lágrimas, cosa que me pasaba cada vez que estaba al borde del colapso o en alguna situación en la que nadie prestaba atención a lo que yo tenía que decir. Como ahora, que sentía que me ahogaba. Me ardía la garganta por lo que tragué saliva, llevándome también el ligero dolor en el pecho.

—¿Qué ha pasado?

—Mi madre se irá de viaje y no regresará hasta el domingo.

Chloe arrugó el entrecejo, enfadada de pronto.

—¿Sabes qué? —Estaba segura de que me había querido preguntar si mi madre se habría olvidado de mi cumpleaños, pero decidió no recalcar lo obvio, y en lugar de eso, palmeó la mesa con una gran sonrisa—. Hoy es viernes, podemos saltarnos la última hora e ir de compras, ¿qué te parece?

—No es buena idea, Chloe.

—¿Ah no? ¿Acaso piensas que tu fiesta de cumpleaños se va a organizar sola? Claro que no mi amor.

Negué con la cabeza, no estaba de humor para fiestas y mucho menos una donde yo sería el centro de atención, tal vez en otro momento sí me hubiera gustado la idea, pero en ese no.

—No quiere que haga ninguna locura y mucho menos que meta a Alex en casa.

Ignoró mi explicación.

—Arriba —insistió, extendiendo su mano hacia mí para que yo también me pusiera de pie, y lo hice casi a regañadientes, no muy segura, incluso después de agarrar mi mochila—. Ni pienses que voy a dejar que mañana pases sola tu cumpleaños, no todos los días es ocho de noviembre para que una belleza como mi mejor amiga cumpla sus dieciocho años. —Enganchó su brazo al mío mientras seguía hablando, la voz le sonaba un poco cantarina—. ¿Que tu madre te dijo que no quiere que hagas ninguna locura en su ausencia? Ya me tienes a mí para vigilar que cometas más de una entonces, lo prometo. ¿Que Alex no puede entrar a tu casa mientras estés sola? Pues qué suerte, eh, porque lo que van a sobrar serán personas para llenar cada espacio de tu casa.

Prácticamente me estaba dejando arrastrar por ella y sus ideas, más por la confianza que le tenía que porque me emocionara la idea.

Cuando salimos al pasillo me soltó para ir a hablar con un grupo de chicos, que si no me equivocaba, eran los del equipo de baloncesto. Me pareció raro porque ella jamás me había mencionado nada que me dejara sacar conclusiones de un posible roce. Ella era más de pelearse mentalmente con las escritoras porque los protagonistas no tomaban la decisión que ella creía correcta o de enamorarse de puros personajes literarios, pero para nada era de hablar con los chicos guapos y más codiciados del instituto.

No llegué a escuchar nada porque en realidad no me apetecía estar de metiche y, aunque me esforzara por disimularlo, seguía con la mente un poco en las nubes.

Se despidió de los chicos, lanzándoles un beso al aire con la mano antes de regalarles una sonrisa coqueta.

—¿Dónde aprendiste a moverte así?

—Bebé, toda la teoría se la debo a los libros, deberías probarlos más seguido, la seguridad que te dan en los momentos importantes es adictiva.

Reí, dejándome llevar por la forma de hablar que había adoptado.

—¿Quién eres y qué hiciste con mi amiga?

Se encogió de hombros.

—Al menos estás recuperando el buen humor.

Me oculté detrás del pelo.

—Gracias.

—Mejor me las das mañana cuando todos ellos lleguen con los barriles llenos de cerveza y botellas de alcohol hasta para desinfectar la alfombra.

—¿En serio Chloe, eso fuiste a hablar?

—Ja, ¿qué pensabas, que iba a coquetearle a alguno de ellos?

—Por ejemplo —señalé lo obvio, asintiendo.

—Noup, les pedí que se encargaran de abastecer la fiesta.

—¿A cambio de qué?

—De llenar la casa con todo aquel que estuviera dispuesto a divertirse —sonrió malévolamente mientras se frotaba las palmas de las manos, y no precisamente por el frío que hacía.

Me golpeé la frente con la palma de la mano, sabiendo que lo peor todavía no había llegado.

Las próximas horas las pasamos de un lugar a otro para poder conseguir lo necesario, cinta, globos, vasos para las bebidas, material para hacer los chupitos de gelatina y alguna que otra bobería para picar, Chloe se encargaría de hacer el pastel con su madre, como regalo de cumpleaños.

Estábamos exhaustas de tanto buscar y por suerte, a pesar de que estábamos casi a finales de otoño, la frialdad se sentía, de lo contrario hubiéramos llegado bañadas en sudor. Quise detenerme en alguna cafetería para recuperar fuerzas, pero ella insistió en que era mejor llegar al estudio de su hermana y quedarnos un rato allí para hacer algo diferente. Fue imposible decirle que no, se veía tan emocionada que, llegadas a un punto, toda su alegría se me había contagiado.

El estudio estaba en el mismo centro de la ciudad, tenía muy buena pinta, tanto por dentro como por fuera las paredes estaban revestidas por tablones de madera, dándole un aspecto rústico pero cálido y agradable a la vez. El cartel que anunciaba Pintando el alma nos dio la bienvenida.

Nada más poner un pie dentro, Carla nos recibió con un abrazo.

La mayor de las hermanas era más alta, con una belleza que a mi parecer ocultaba una naturaleza salvaje, con curvas bien pronunciadas, y piel un poco más oscura, como resultado de padres diferentes, tenía la nariz perfilada y los pómulos ligeramente marcados, el cabello era castaño y muy ondulado, como resortes, y recogido en una coleta alta le llegaba hasta la mitad de la espalda, sus cejas eran espesas y pero estaban perfectamente depiladas, en conjunto con unas pestañas largas que protegían a sus ojos cafés, del mismo color del labial que estaba utilizando.

Había poca diferencia de una hermana a la otra, Chloe tenía los ojos del mismo color, pero era de piel blanca y cabello castaño oscuro, con ondulaciones más marcadas a partir de la línea del hombro. Sus curvas se mantenían ocultas bajo la ropa ancha y apenas usaba maquillaje.

—¿Qué hacen ustedes por aquí a esta hora?

—Nos hemos saltado el último turno —confesó como si nada.

—No me lo puedo creer, ¡esas son mis chicas! —Ni un solo regaño, más bien, admiración, que demostró en un cariñoso y corto abrazo—. Mira, que ya era hora de que rompieras un poco las reglas, hermanita.

Chloe intentó ocultar su sonrisa y la pillé.

—En eso estamos trabajando —dijo no tan convencida—. Mañana es el cumpleaños de Andy y hemos salido en busca de lo necesario para montar la fiesta en su casa, aprovechando de que su madre no va a estar, y que, además, le dijo que no podía hacer ninguna locura mientras estuviera sola.

Al volver a mencionar a mi madre una idea muy loca me cruzó la mente.

—Así que la hará con la casa llena de gente.

—¡Exacto!

—¿De dónde has salido, hermanita? ¡Me encanta tu manera de pensar! —celebró. Luego se aclaró la garganta, adoptando un tono más profesional—. Es decir, ¿en qué puedo ayudarlas, señoritas?

—En nada, solo estamos de paso, pero si nos das un poco de agua, te lo agradecería, la verdad.

Carla chasqueó la lengua.

—Esta es tu casa también así que vayan allá dentro y tomen lo que quieran.

Chloe aplaudió cantando victoria y se fue casi dando saltitos.

—Oye, Carla.

—¿Qué pasó, ya te decidiste? —La miré con el entrecejo arrugado, confundida, y ella, a raíz de mi cara, me explicó—. No creas que no he visto cómo miras cada diseño.

Sonreí entonces, como un niño que desea el dulce que no se puede comer. Ella me devolvió la sonrisa, cómplice.

Le volví a echar una ojeada a la pared llena de hojas con diferentes dibujos.

—Pues sí va a ser que me puedas ayudar en algo... Quiero hacerme un tatuaje.

—¡¿Qué?!

Chloe venía entrando con un vaso de agua en la mano, poco faltó para que su grito rompiera el vidrio. Ya era el segundo del día, y daba la impresión de haber estado practicando porque cada vez su voz sonaba más aguda.

Su hermana sonrió y fue hasta el sillón, sin hacernos mucho caso, para comenzar a buscar las cosas, supuse que por la decisión que sintió en mis palabras.

—Lo que escuchas, Chloe. —Le quité el vaso y di un largo trago para aliviar mi garganta y los crecientes nervios que parecían no tener intenciones de mantenerse ocultos.

—Pues yo también me haré uno —claudicó, ganándose una risa por parte de su hermana.

—Ven acá, Andrea —me llamó Carla, indicándome el sillón reclinable que estaba junto a su silla giratoria—, recuéstate aquí.

Y eso hice, me dejé caer hacia atrás y dejé las manos sobre mi estómago.

—¿Ya sabes lo que quieres hacerte?

Asentí y miré a Chloe que tenía el entrecejo arrugado, asegurándole que podía estar tranquila. Me erguí un momento para quedar a la altura de la mayor, y susurré en su oído la idea que tenía.

Chloe elevó una ceja, visiblemente ofendida por no ser la primera en enterarse.

—Muy bien, dame un segundo, estoy segura de que hace unos días hice un diseño exactamente igual al que me pides, pero debo buscarlo y llevarlo a imprimir. —Agarró la tableta y el lápiz táctil y se puso de pie para llevar a cabo su explicación.

Chloe entrecerró los ojos en mi dirección, arrugó la nariz e hizo una mueca de indignación, y sin decir una palabra dio media vuelta y se fue por donde mismo había venido con el agua.

Negué con la cabeza, divertida por su actitud.

Un par de minutos después apareció Carla con lo que parecía una hoja de papel.

—¿Qué es eso?

—El transfer —elevé una ceja dejándole claro lo poco que entendía de aquello—. A este papel también le llamamos calca, se adhiere a la piel, sirviéndome como base para tatuar exactamente el diseño que quieres sin cometer ningún error.

—Oh, vale.

Me aclaré la garganta e intenté no mirar lo que hacía, eso me ponía más nerviosa.

Sentí que tomó asiento a mi lado.

—¿Dónde te lo quieres hacer?

—En el brazo izquierdo, debajo del músculo del hombro —señalé.

—Ese es el final de la región deltoidea —me explicó con términos más profesionales y yo lo agradecí con una sonrisa—. Primero vamos a rasurar la zona para eliminar la mayor cantidad de vello posible, que no es que tengas mucho pero bueno, de esa forma podré trabajar mejor y con mayor limpieza.

Asentí, muy atenta a cada palabra y cada acción.

Y así lo hizo, utilizando la cuchilla con sumo cuidado para evitar hacerme un corte, posteriormente dejó la cuchilla a un lado para tomar un pedazo de algodón para mojarlo con desinfectante y limpiar bien la zona antes de poner el papel para marcar bien el diseño. Y finalmente, antes comenzar a trabajar me aplicó una fina capa de algo muy parecido a un ungüento.

Mi cuerpo entero se tensó cuando la vi sacar las agujas de su estuche.

—Tranquila, no le prestes demasiada atención o te comenzará a doler antes de que te haya tocado siquiera.

—¡Ah, porque me va a doler! —me alarmé, dejando de sentirme tan valiente. Ella siguió tranquilamente poniéndose los guantes desechables.

—Era broma chica, tú verás que ni te lo vas a sentir. Solo cierra los ojos y déjame hacer mi magia.

Los minutos fueron pasando casi sin darme cuenta, si bien la intromisión de la aguja no era dolorosa me causaba un poco de molestia, como la picada insistente de un bicho pero para contradecir todo eso era algo... adictivo, por así decir, un dolorcito delicioso, por turbio que se escuchara eso.

—Yyy... ya está —anunció una vez que se quitó la mascarilla—. Es un dibujo poco usual para alguien tan joven y femenina, pero te queda de maravilla, ¿sabes su significado?

Cabeceé de manera afirmativa. Estaba encantada con el resultado.

Me relamí los labios antes de hablar.

—Gracias —sonreí satisfecha, todavía sintiendo los nervios—. ¿Cuánto te debo por esto?

Hizo un ademán de restarle importancia.

—Nada, es un regalo de cumpleaños de mí para ti.

No insistí más, en cambio le agradecí con un pequeño abrazo que aceptó de buena gana.

—¡Chloeeeeee!

Al momento salió la mencionada, como si hubiera estado esperando durante todo ese tiempo a ser solicitada.

—Aquí estoy, aquí estoy, ya sé que me extrañaron, pero no tienen que formar semejante alboroto.

Seguía haciéndose la ofendida, no me cabía la menor duda porque estaba utilizando el plural para referirse a su hermana y a mí cuando había sido la otra quien la había llamado.

—Entonces —se cruzó de brazos—, ¿ya puedo verlo?

Estiré la mano, dejando a la vista la corona de espinas que me rodeaba el brazo. Decidí hacerme aquello para mostrarle a mi madre lo que había hecho con sus indicaciones, una clara respuesta a cada una de sus inexistentes muestras de afecto. Era estúpida e infantil mi manera de llamar la atención, lo sabía.

Decidí seguir al pie de la letra el nombre del estudio, y aquello simbolizaba la atadura y el sometimiento a un estilo de vida que provocaba sufrimiento. Justo como me sentía. Sometida a la voluntad de los demás. Sufriendo por su falta de atención.

Sus ojos se agrandaron, o bien porque se quedaron maravillados ante el dibujo, o porque conocía lo que había querido gritar con aquello.

—Me encanta Andy, te da un aspecto de chica dura y rebelde. —Levantó los pulgares en señal de aprobación.

—¿Qué te harás tú?

—Una curita —dijo resuelta.

—¿Eh?

Su hermana la miró como si la entendiera sin necesidad de escuchar la explicación.

—Pues sí, para que cuando estés herida sepas que puedes acudir a mí sin importar la magnitud del problema —me recordó, llena de orgullo—. Las curitas lo resuelven todo.

Lo que dijo me llegó al alma, se me hizo un nudo en la garganta y se apretó, tuve que tragar y ni siquiera así logró aliviarse. Mis ojos picaban, ya no por el enfado, sino porque llevaba un buen rato reteniendo las lágrimas. Parpadeé varias veces, luchando porque ninguna escapara.

De pronto me emocioné, tanto así que me puse de pie y casi salté sobre ella para abrazarla.

—Te quiero. —Dio un par de palmaditas en mi espalda como respuesta y para mí fue suficiente. Chloe no era de mostrar afecto en público, ni Alex tampoco, vaya par con el que me vine a juntar.

—Me estás dejando sin aire.

Ah, era eso.

Me separé un poco avergonzada y llevé las manos tras mi espalda, balanceándome sobre mis pies para disipar un poco la pena.

Desvié la mirada solo para no recibir todo el peso de la suya.

—Sí, sí... yo también a ti pero no te pongas sentimental o también tendré que tatuarme un pañuelo.

Aquí las que tuvieron ganas de darle una bofetada a la madre de Andrea🤬

Now chisme, chisme, chisme:

¿Tienen tatuajes?

¿Piercing?

¿Cuándo cumplen años?

Si has llegado hasta el final, ¡déjame tu estrellita!

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