20. Tomando decisiones desesperadas
Alex
Fue un error.
Esa sentencia se repetía una y otra vez en mi cabeza, atormentándome hasta el punto de la desesperación, como si quisiera que mi corazón se la grabara de una vez por todas. Pero no lo lograba porque lo que había sido para ella solo un teatro, no significaba lo mismo para mí, ni remotamente.
No importaba qué, para mí ella siempre sería mi más grande acierto.
Mientras tanto, mi órgano cavitario real, seguía latiendo, sujeto a la ilusión de que algún día lograría acelerar el suyo. Y a pesar de todo el dolor que me provocaba su indiferencia no podía evitar aferrarme a ella, a su inocencia.
¿Que yo estaba enamorado de alguien? Evité resoplar una risa satírica. Claro que lo estaba, era demasiado obvio, y ese alguien era ella. Todas las flechas apuntaban en su dirección.
Estaba enamorado de Andrea hasta la mismísima médula.
Pero ella estaba tan concentrada en hacer feliz a los demás, aunque intentara convencerme de lo contrario, que en el transcurso olvidaba su propia felicidad. Eso, por más triste que fuera, era lo que la volvía tan especial, irremplazable; era la razón que no me permitía darme por vencido y alejarme de ella. Si era verdad que, de alguna forma, existía la magia, sin duda alguna Andrea era el significado.
Tenerla a ella en mi vida era igual a tener el tesoro que todo el mundo deseaba. Pero cuando se trataba de Andrea, me volvía un egoísta. Solo quería tenerla entre mis brazos, cuidarla del mundo para que nadie me la arrebatara. Y admirarla en silencio hasta quedarme inevitablemente prendado de su esplendor.
Andrea era la tormenta que me bañaba de dudas, que llegaba y todo aquello que tocaba lo dejaba patas arriba, hecho un desastre de sentimientos, de miradas, de pensamientos revueltos. Pero también era la luz que me hacía olvidar mis miedos, era la magia que le devolvía los colores a mis días, era mi tesoro más preciado.
A fin de cuentas, era el desastre de ojos verdes más bonito que había visto jamás.
Y no lo dejaría escapar.
Cuando realmente quieres algo, luchas por ello hasta el cansancio, aprendes a sortear cada bache y engañar a cada obstáculo.
Yo lo haría como mejor sabía hacerlo a pesar de que no fuera lo que alguien en su sano juicio me recomendara. Actuaría como el Alex al que le importaba una mierda el mundo.
Solía pensar que tenía un corazón de papel: simple, en blanco, fácil de estrujar. Pero ahora que Andrea ha dejado su marca, no puedo sino doblarlo y guardármelo en el bolsillo. Hipotéticamente, claro.
Supe quién sería mi muñeco de prueba nada más escucharla tramar una supuesta venganza contra Andrea. Al parecer Leo también se había cansado de su insufrible personalidad y ella creía que la culpable de eso era Andrea. Así que cuando todo el mundo pensaba que simplemente estaba coquetenado, solo estaba preparando el terreno para dar un golpe capaz de alejar a todo el bando de arpías.
No iba a permitir que nadie le hiciera daño a la única razón que me hacía seguir siendo yo. Tal vez no le sacara una sonrisa ni mucho menos, pero lo importante era sacarla de su paso, hacerla enfadarse hasta rabiar o, en el peor de los casos, ganarme su decepción.
Pero mataría dos pájaros de un tiro. Cuidarla y comprobar que me equivocaba, que sí sentía algo por mí, lo más mínimo, aunque sea, que mantuviera mi esperanza a flote.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro