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Capítulo XXII: Entre tus brazos

«El mundo es un escenario, pero con el reparto mal seleccionado».

-El fantasma de Canterville

Caminos delimitados por plantas resplandecientes guiaban a las personas hacia el castillo de Vann, cuya vasta extensión sacaba a relucir paredes brillantes de color blanco.

Terrance ya se había bajado del carruaje porque estaba en una zona que los vehículos no podían atravesar, y aunque sus guerreros le hubiesen dicho que el protocolo era que entraran todos juntos, estaba tan azorado que les dijo que se adelantaría un poco, eso con la intención de hablar con Hent. Desde que había visto nieve en Vellania tenía un cúmulo de preocupación palpitando en la cabeza, y por muy feo que se escuchase, agradecía estar fuera del alcance de su propio reino para no tener que lidiar con comunicaciones telepáticas. No estaba de humor para ser interrogado por su pueblo, como tampoco tenía con qué responderle.

Sobre su cabeza, las nubes hacían de cortina transparente para la luna, cuya luz plateada empezaba a hacerse visible a través de halos diminutos. Era un espectáculo maravilloso que la gran mayoría se quedaba a contemplar, pero Terrance ya había vivido mucho, había visto fenómenos más impresionantes que una luna emanando luz plateada. Eso, sumado a su preocupación, fue la receta idónea para que terminase su trayecto hasta el interior del castillo.

El salón principal, destinado al evento, era de forma circular y a su alrededor había múltiples columnas, sobre las cuales reposaba el siguiente piso al que Terrance no tardó en adentrarse, pasando por las escaleras custodiadas por los soldados del CEMA. Había de ellos en todas partes, y cuando lo vieron cruzar por su zona de vigilancia, no tardaron en dar pasos hacia él.

Hace poco Hent lo había puesto como segundo al mando de esas cosas.

—¿Los elegidos? ¿Los tienen? —no tardó en preguntar.

Los guerreros negaron con la cabeza. Terrance maldijo.

—Entonces llévenme con Hent, tengo un problema.

—¿Tú tienes un problema? —Hent apareció detrás de él y le jaló la manga de la camisa, burlesco. Subía las escaleras tan rápido que Terrance tuvo que saltarse unos escalones para ir a la par—. No hemos encontrado a los elegidos, llegas tarde, ¿y tú eres el que la está pasando mal?

—Es que no entiendes. —Terrance le puso una mano al frente para detenerlo, y después de asegurarse de que no había personas cerca, le susurró—: Está nevando en Vellania.

Esperaba una reacción sorprendida de su compañero, pero él continuó con la misma cara impaciente y tensa.

—¿Sabes lo que significa, verdad? —insistió el castaño.

—Que está a punto de suceder. —Hent respondió con indiferencia.

—Exacto, y si tantos soldados del CEMA tienes por ahí, ¿dónde carajos están los elegidos? ¡Ya pasó una hora desde que...!

Hent se rio.

—Ahora te pareces tanto a esa versión mía de la que tanto te burlas...

—Cállate. —Terrance suspiró para mantener la calma. Hent tenía razón y odiaba admitirlo—. Estamos en el último día, así que es mejor que encontremos a los elegidos antes de que...

Hent lo interrumpió, pero no hablando, sino volviéndolo a asir de la camisa para caminar a otro lado. Desprendía un aura enigmática con sus pasos discontinuos, pero también pesada. Algo había en él que reflejaba un problema mucho mayor que la nieve en territorio vellano; la frialdad con la que se movía, quizá; lo lejanos que se veían sus ojos, tal vez. En todo eso estaba especulando Terrance hasta que Hent le soltó el hombro para dejarlo frente una baranda, a través de la que se podía observar todo el salón del baile.

—Ese es el problema que debería preocuparte ahora —dijo así sin más.

Terrance entendió sus palabras al detallar la multitud. Todos se divertían, ya fuera hablando, comiendo o bailando al son de la música, pero en sus rostros había algo que ninguno de los dos había previsto: máscaras. Sus identidades eran desconocidas.

—¿Sabes qué es lo peor? —añadió Hent, mirando a las personas con severidad—. Ya ordené que se quitaran las máscaras dos veces, y los elegidos aún no están.

—Mierda.

—Y a las personas ya se les hizo raro lo que les pedí porque están convencidos de que nosotros organizamos esto con esa temática.

—Claro que no.

—Sé que no, Terrance, ese es el punto. —Hent inhaló una enorme bocanada de aire—. Estoy seguro de que los elegidos están detrás de esto, y aun así estuvieran aquí, tienen ventaja. Hay... miles de personas saliendo y entrando, así que para cuando me oigan dar una orden, habrán huido.

—Así que...

—Nos tenemos que arriesgar a capturar a todos los que actúen sospechoso y se alejen demasiado. Y cuando digo todos, es todos. Los elegidos se pudieron haber cambiado hasta el color de cabello con Kalandra.

Terrance sonrió amargamente, y aunque se le hizo difícil, terminó diciendo:

—Buena esa, elegidos.

Los pasillos se habían vuelto asfixiantes para Norian, no solo porque había cuatro personas caminando muy cerca de él en ese espacio tan estrecho, sino también porque estaba nervioso. La conversación con Lessa lo había calmado un poco. Ahora, sin embargo, toda esa aparente tranquilidad se transformaba en un amasijo de desconfianza.

¿Podrían anular la amenaza de Hent y Terrance? ¿Podrían siquiera entrar al baile sin ser descubiertos? Era como si desde su decisión de ir al baile una semilla invisible se le hubiese enterrado dentro, y que por fin, tras haber sido regada por la ansiedad y la adrenalina, acabara de convertirse en una enredadera de preocupaciones.

Su propio pulso le retumbaba en los oídos y le hacía difícil concentrarse en el trayecto. Él estaba ahí, pero su mente en otra parte. No fue completamente consciente del alrededor hasta que Lessa le tomó la mano.

El contacto fue frío, pero no tardó en entibiarse. Una energía cálida se propagó desde la mano de Norian hasta su corazón, que poco a poco fue normalizando el ritmo de sus palpitaciones hasta convertirlas en un retumbe relajado. Ahí Norian suspiró profundo para llenarse de aire.

Todo estaba bien, sentirse preocupado arruinaría todo. Era hora de tomar las cosas con calma.

Aún caminando bajo las órdenes de Larry, Norian miró a Lessa en forma de agradecimiento, a lo que ella asintió fortaleciendo el agarre entre sus manos. Siempre que estuvieran juntos, el plan saldría bien.

—¿Cuánto falta? —La voz de Tara se alzó entre el silencio.

Larry no contestó, más bien les pidió que se detuvieran mientras miraba el espejo con sumo detalle.

—Nos estamos acercando —dijo Lessa, pasando los dedos por una de las paredes. Había una bifurcación en el camino de al lado—. Este es el último piso que nos queda, cuando bajemos estaremos expuestos ante todos.

La voz de Lessa se tornó algo grave y turbia al decir eso, así que Norian aumentó la fuerza con la que la sostenía como una forma de decir que estaba ahí con ella, apoyándola. Ella se relajó un poco, aunque todavía inquieta.

—¿Por qué nos detuvimos? —volvió a hablar Tara, y esta vez Larry sí respondió, abstraído en el espejo:

—Todo el personal de vigilancia está en el salón del baile. Estoy tratando de buscar una entrada por la que no nos vean.

—¿Si seguimos derecho nos van a ver? —preguntó la señora Main.

—Hay soldados del CEMA cerca, así que...

—Yo voy primero.

—¿Qué?

Larry había levantado la mirada del espejo para ver a la maestra, que no mostraba ni una pizca de duda en su semblante. Tenía las manos en la cintura y las piernas separadas, la posición de toda una guerrera.

—¿Q-qué va a hacer, señora Main?

—¿Dónde están los soldados del CEMA exactamente?

—Eso no responde a mi pregunta.

La mujer empezó a caminar hacia el frente.

—¿Están por ahí? —dijo señalando el camino que se aproximaba.

—Sí, pero...

—¡Señora Main! —Cuando Lessa trató de detenerla fue demasiado tarde.

La mujer había salido del perímetro seguro, y gritar para hacerla volver solo alertaría a los guardias que estaban fuera. Pudo comprobarlo todo al asomarse en el espejo de Larry.

En efecto, había dos soldados del CEMA custodiando la salida, y en pocos segundos la señora Main apareció en la escena. Larry agarró fuerte el espejo por la tensión. Norian, Lessa y Tara lo rodearon para presenciar lo que estaba a punto de suceder.

Quietos.

Callados.

Anónimos.

Esas eran las principales características de los soldados del CEMA. Tenían prohibido interactuar con la gente, quitarse los cascos y hasta moverse si la situación no lo ameritaba. Esa era la razón por la que todo aquel que pasara delante de ellos se les quedaba viendo raro, más que todo vellanos, pues contemplar a dos personas en la misma posición durante tanto tiempo no era usual. Muchas veces los confundían con estatuas o armaduras decorativas.

Siempre impersonales, lejanos, indiferentes.

Muy pocas cosas los hacían reaccionar, y fue en ese momento cuando una de ellas ocurrió: una señora cruzó dando tumbos por la puerta que custodiaban, así hasta finalmente estrellarse contra el suelo. Pero aún la mitad de su cuerpo estaba en el pasillo, y al parecer eso le causó tanto pánico que se levantó de un brinco para cerrar la puerta, todo en una coreografía de movimientos torpes que la hizo ver mucho más desesperada.

Los dos soldados del CEMA que estaban ahí, en cuyas venas yacía tatuada cada norma del código argeneano, voltearon a verla con inmediatez y cortesía, claro indicativo de que le estaban pidiendo información.

—Es... —La mujer jadeó. Su pecho subía y bajaba por la rapidez demencial de sus respiraciones, tenía un tacón fuera y las manos le temblaban sobre el picaporte—. Es, n-no, no sé... Ellos están ahí. ¡Me atacaron! ¡A duras penas pude escapar!

Los guardias inclinaron la cabeza. Silenciosamente exigían más detalles.

—Son un chico y una chica, e-es lo único que pude ver. —La señora sollozó en voz baja—. Creo que ella era argeneana y él un fogoso, pero no estoy segura, todo pasó tan rápido...

Los guardias se miraron y asintieron, aceptando el plan que se les acababa de ocurrir pero que no habían compartido verbalmente. De inmediato uno corrió lejos de la puerta, y el otro, además de posar una mano consoladora sobre el brazo tembloroso de la mujer, abrió la puerta que ella mantenía cerrada, para luego señalar el pasillo.

—¿Puede mostrarme dónde estaban esas personas? —preguntó el soldado, con voz tan firme como su postura.

La mujer se recostó contra el umbral de la puerta, al parecer decidida a acompañarlo, pero de un momento a otro se arrepintió y negó con la cabeza, para sí misma.

—Y-yo... Yo no puedo, tengo miedo. Eran muy fuertes —balbuceó, jugando con su cabello antes de señalar uno de los pasillos, el de la izquierda, cuya inclinación tapaba el del lado derecho—. Estaban por ahí y se escondieron en la habitación del fondo. Deténgalos, por favor.

—No se preocupe, lo tenemos cubierto.

—¡Muchas gracias!

La señora Main continuó con su rol de víctima incapacitada por el miedo hasta ver que el guardia desaparecía luego de un cruce. Una vez segura de que estaba lo suficientemente lejos, se adentró en el pasillo también, solo que tomando el camino de la derecha. Ahí, un poco echados para atrás para no ser descubiertos, Larry, Lessa, Tara y Norian aguardaban mientras veían las imágenes del espejo con fascinación.

Al darse cuenta de que la señora Main estaba frente a ellos, levantaron la vista, mudos y sorprendidos.

—Soy maestra, y teatro es una materia —fue lo único que ella dijo antes de voltearse y empezar a caminar hacia la salida—. ¿No vienen?

Norian miró a Lessa y a Larry de forma interrogativa, a lo que el hechicero se llevó una mano a la cabeza mientras reía y la guerrera soltaba todo el aire que había estado conteniendo, negando con la cabeza. Procesaron todo por unos segundos hasta asentir entre sí y encaminarse a la puerta, misma que cerraron al apenas cruzar.

Todavía les faltaba un último tramo de escaleras que bajar para ir al salón, pero ver lo que tenían enfrente los enajenó de sus prioridades por un segundo. Estaban frente a una baranda, y con asomarse hacia el otro lado fueron testigos del evento más esperado desde el empate en el torneo anual: el baile. La música alegre se abría paso con sutileza entre risas y conversaciones ininteligibles, las paredes presumían diseños florales hechos con líneas doradas, y en la parte superior, un juego de ilucentros que levitaban dando vueltas sin cesar vertía oleadas de luz cálida y reconfortante.

Debajo, las personas bailaban al ritmo de la música, con una sincronización tan precisa y movimientos tan seguros que de pronto a Lessa le dio la ilusión de que todos eran parte de un mismo cuerpo. La diferencia entre vellanos y argeneanos aún estaba clara. Unos iban por un lado, y los demás por otro, pero eso no quitaba que se viesen lindos buscando interactuar entre sí. Eran como estrellas errantes.

Porque quizá la vida fuera como el espacio, y las personas estrellas en eterna búsqueda de una constelación en la que encajar.

Pero Lessa ya no necesitaba esas cosas, le bastaba tener su brillo interno y el de los que orbitaban a su alrededor. Norian, Larry, Tara, la señora Main y hasta Zeth. Los adoraba a todos, y para ella valían mucho más que pertenecer a una organización de estrellas. Ya no necesitaba fantasear con el espacio nunca más.

—Hey.

La voz de Norian llegó a sus oídos como un susurro suave, y antes de que se volteara, el chico ya tenía su mano sobre la de ella.

—El lugar es grande, creo que deberíamos dar un recorrido para familiarizarnos en el caso de que... bueno, las cosas se compliquen. ¿Te parece?

Aunque Lessa se supiese casi toda la estructura del castillo, asintió. No le desagradaba la idea de pasear un poco.

Complacido por la respuesta, Norian se giró hacia el lado izquierdo, desde donde Tara, con ayuda de la señora Main, contemplaba con ojos maravillados todo lo que había debajo de ellos. Verla tan feliz fue un aliciente para la convicción de Norian; perder no era una opción esa noche.

Pero por el momento era mejor evitar peligros, así que miró a la señora Main mientras decía:

—¿Podría llevarla a un lugar seguro?

—¿Cómo que un lugar seguro? —se quejó la niña.

—Podrás salir, pero cuando Hent y Terrance no sean una amenaza. —Norian se acuclilló a su altura, posando las manos en las mejillas de su hermanita. La miraba con una entrega y preocupación tan genuinas que ella no pudo evitar ablandarse—. Tu hermano es un poco débil, no soportaría verte de nuevo en las manos de Terrance, así que, ¿podrías esconderte por mí?

—Está bien —medio bufó, y fue premiada con un beso en la frente por parte de su hermano—. Pero que no se te olvide que aún me tienes que comprar muchas cosas.

Norian asintió, y sin más que decir le dedicó una mirada tímida a la señora Main, que estaba de pie junto a Tara. La mujer asintió al entender el mensaje y le agarró la mano a la niña.

—Nos vamos a uno de mis salones de abajo, la puerta tiene una flor —informó, no sin antes poner su mano libre sobre el hombro del guerrero—. Éxitos.

—Gracias.

—Yo... creo que me voy con ustedes. —Larry se unió al pequeño grupo formado por Tara y la señora Main. Aunque sus pies se movieran con agilidad, él seguía con la vista perdida en su espejo—. Vigilaré todo desde ahí, y si pasa algo, les aviso. —Ahí levantó la vista, a lo que Lessa y Norian asintieron. Un velo de ansiedad descendió sobre los tres—. Sé que pueden.

—Cuídense —siguió la señora Main.

—Y no te olvides de mis regalos.

—No lo haré. —Norian rodó los ojos, viendo cómo la niña empezaba alejarse. La hubiese dejado ir tranquilamente de no ser porque recordó algo—. ¡Hey, enana!

Ella se detuvo mientras volteaba a verlo sobre su hombro.

—¿Qué pasa?

—El caballero vitamina C te adora.

Tara sonrió justo antes de articular un «yo también» y finalmente irse con los demás. No tardaron en mezclarse entre la multitud enérgica, y para cuando los guerreros empezaron a caminar en sentido contrario, sus compañeros ya eran imposibles de distinguir. Eso hizo que los nervios de Norian regresaran, pues separarse del resto del equipo hacía todo mucho más real.

La etapa cumbre los acechaba, y para Norian se sentía como un terremoto en el pecho, que aunque diminuto, resonaba en el resto de su anatomía creando ecos y distorsiones. Lo único bueno era que la música y la luz cálida que se derramaba sobre él lo hacían sentir un poco menos nervioso, lo suficiente para hacer que se enfocara en otros aspectos como las escaleras a las que acababan de llegar.

Lessa le explicó que el castillo de Vann era simetría pura, y que por eso la señora Main y los demás ya debían haber conseguido otras escaleras por el camino que habían tomado. Norian agradeció que hablase, ya que lo distraía, pero a su vez lo hizo consciente de que ella también estaba nerviosa.

Su reacción fue agarrarle la mano de nuevo, y con la otra libre se palmeó el bolsillo para comprobar que tuviera los cristales. Larry se los había dado mientras Tara y Zeth arreglaban a Lessa, y desde entonces tenía el hábito obsesivo de revisarlos constantemente. En su otro bolsillo tenía una cosa especial y su hacha desactivada.

Hacha...

Eso lo hizo pensar en algo.

—No trajiste tu arco —dijo, alzando la voz para ser oído entre la música. Acababan de bajar las escaleras y por eso se habían adentrado en la verdadera algarabía.

Entre todo el bullicio, Lessa se detuvo un momento para mirarlo a los ojos y responder.

—No tengo donde guardarlo, no cambia de tamaño como tu hacha. Además... —Ahí retomó el rumbo—. Siempre puedo invocarlo si quiero.

—Ah, invocación de armas, cierto. —Norian se rascó la nuca, a la vez que fortalecía la sujeción con Lessa debido a la densidad de la multitud—. Nunca pude aprobar eso, ya sabes, cosas de los de reserva.

—Deja de lamentarte, eres increíble. —Lessa le dio un codazo—. Y mira que te lo dice una exsoldado del componente Atilla.

—Tú deja de presumir tu experiencia.

—No presumo...

—Sí lo haces. —Norian le tomó ambas manos. Su mirada desafiante en compañía de la máscara roja a su alrededor lo hacía ver un poco siniestro—. Pero hay algo de lo que no puedes presumir.

—¿Tenerle miedo a las alturas?

Norian volteó los ojos frente a su burlona sonrisita.

—Me refiero a bailar.

Una canción nueva acababa de comenzar, de ritmo lento y sonidos suaves. Norian rio con inquietud, pues se había aprovechado de eso para lanzar su indirecta, pero ahora que ya lo había hecho, se sentía algo nervioso. ¿Qué procedía? ¿Extenderle la mano y bailar? ¿Esperar a que ella reaccionase?

Ambos rieron, tímidos. Y entre su nube de indecisión, los cantantes empezaron a entonar la melodía.

Entre ses bras -Cécile Corbel & Pomme

Él solo la ama a ella, y ella solo lo ama a él

Como un carrusel entre sus brazos...

Las palabras se entretejían con los sonidos suaves de fondo creando una atmósfera apacible. De pronto sus penas empezaron a diluirse entre notas musicales y el clamor de los artistas que entonaban. A su alrededor, ávidos bailarines con giros constantes chocaban contra ellos y los hacían retroceder, alejándolos del otro.

«No» pensó Norian. No iba a permitir que el miedo lo dominase otra vez. Ya no era el niño inseguro de antes, y ver cómo los empujaban lejos del otro fue el impulso que necesitó para demostrarlo. Caminó de a grandes zancadas hacia Lessa, y una vez ahí, con el cuerpo un poco tembloroso y las mejillas coloreadas, le extendió la mano a modo de invitación.

Un aire de vals, un secreto entre ella y él

Un paso de baile que nunca termina...

—¿Quieres... mm, bailar ya?

Lessa rio al verlo tan nervioso, y mientras se decidía, una pareja de bailarines la empujó hacia adelante, acercándola a él. Se suponía que iban a dejar el baile al final de la velada, pero basándose en que ya estaban ahí y que Norian la miraba con ojitos tiernos, no pudo evitar asentir con la cabeza antes de extenderle la mano. Luego se acercó a su torso, y ese fue el permiso que el pelirrojo necesitó para ponerle la otra mano en la cintura. Por su parte, ella posó la mano libre en el hombro del muchacho mientras terminaba de pegarse a él.

Cuando la distancia se deshizo, sus cuerpos empezaron a menearse al compás de la melodía.

¿Qué es lo se debe hacer?

Si el mundo va al revés

El tiempo que pasa no vuelve...

Al principio eran movimientos sutiles, muy lejanos del nivel que mostraba el resto de las personas. Pero para ellos estaba bien. Querían ir lento para encajar con el ritmo del otro, para conectarse, entenderse. Poco a poco sus pies iban sincronizándose.

¿Qué es lo que se debe hacer?

Si el mundo va mal

Esta noche duermo entre tus brazos

La danza tranquila mutó a una más vigorosa, en donde los dos comenzaron a envolverse en giros cuidadosos bajo el cobijo de la música. Eran dos en uno. Aunque se equivocaran a veces, la alegría de estar tan cerca y el regocijo en sus ojos los motivaba a continuar.

Es una canción de amor

Una melodía que cantamos con media palabra

Día tras noche, noche tras día

Una fragancia que permanece en la piel

La mano de Norian hizo un camino de caricias desde la cintura de Lessa hasta su hombro, pasando por su espalda descubierta. Después siguió el trayecto por su brazo, que ella movió para amoldar la mano a la mejilla del joven. Desde ahí los movimientos se hicieron más atrevidos. Norian le liberó el hombro, y agarrándole una sola mano, la hizo girar sobre su propio eje. Su vestido se levantó e hizo que los que los rodeaban se apartasen un poco, deslumbrados por ver a dos jóvenes divertirse tanto en aquellas épocas.

Divertirse, porque las sonrisas no se les borraban ni por un segundo.

Terminadas las vueltas, Norian retrajo su brazo para atraer a la chica y volverla a pegar contra él. Siguieron bailando entonces, pero con Norian como guía, ya que habían llegado a un punto en el que a Lessa le costaba imitar los pasos. Aun así él buscaba adaptarse a ella, conectando sus latidos, sincronizando sus pies, amoldando las manos a sus curvas y mirándola fijamente en un desesperado intento por gritar que la amaba.

Él solo la ama y ella solo lo ama a él

Sus ojos se pierden en el infinito

Las personas los miraban, pero para ellos no era importante. El entorno había desaparecido y su único foco de atención era la mirada del otro, ese reflejo de emociones inquebrantables que transmitía todo lo que a sus bocas les costaba decir. Pero sus acciones lo demostraban; la forma en que cedían a los movimientos del otro, la paciencia con la que él la guiaba, la calidez con la que ella lo recibía.

El mundo construido por Hent y Terrance era un escenario controlado, pero ellos dos por primera vez interpretaban a quienes querían ser.

Dos presas. Dos héroes. Dos enamorados.

Y si el día en ellos disminuye

No hay miedo, porque prometieron

Que el día siempre le sigue a la noche...

En un impulso, Norian apretó sus labios contra el cuello de la arquera y dejó un sinfín de besos longevos y melosos por todo el camino hasta su hombro. Ella pasó los brazos por debajo de los de él para rodearle la espalda, con lo que pudo hundírsele en el cuello también para facilitarle los mimos. El pelirrojo se abstrajo tanto en eso que Lessa decidió tomar las riendas del baile, regresando a los bamboleos sutiles mientras partículas diminutas de fuego abandonaban el cabello de Norian. Pero en su cabeza no había un incendio como cuando se molestaba, sino flamas que desprendían volutas en forma de corazón.

¿Qué es lo que se debe hacer?

Si el mundo va al revés

El tiempo que pasa no vuelve

¿Qué es lo que se debe hacer?

Si el mundo va mal...

Lessa lo abrazó más fuerte.

... esta noche duermo entre tus brazos.

Norian respondió alzando la vista, y cuando Lessa menos se lo esperaba, el chico le rodeó los muslos con una mano, le puso la otra en la cintura y la levantó, para luego describir giros con ella en el aire. La joven soltó un jadeo de asombro, pero aun así no tardó en enrollar las piernas alrededor del torso del vellano para corresponder, devolviéndole los besos con la misma pasión y dulzura que él le había dedicado.

Es una canción de amor

Una melodía que cantamos con media palabra

Día tras noche, noche tras día

Una fragancia que permanece en la piel

Lessa posó una pierna en el suelo y dejó la otra al costado del chico, que fue acariciada por él al tiempo en que volvía a enterrar la cabeza en su cuello. Ella sonrió e hizo lo mismo. Parecían un espiral, una fusión. La melodía hipnótica y sus propios latidos los transportaban a otro universo en el que ellos eran los únicos habitantes.

Es una canción de amor

Una melodía que cantamos con media palabra

Día tras noche, noche tras día

Una fragancia que permanece en la piel...

Ni el ritmo que anunciaba el final de la canción los detuvo. Siguieron con los mimos hasta que en los últimos segundos de música una necesidad ardiente se sembró dentro de ambos. Ni siquiera tuvieron que hablar para saber que querían lo mismo, el deseo chispeante en sus ojos fue suficiente comunicación.

Y buscaron saciarlo.

Sin pensar dos veces se precipitaron contra los labios del otro, pero las máscaras se interpusieron en su camino e impidieron el tan ansiado contacto. Al sentirse estúpidos dejaron ir unas cuantas risas nerviosas, también un poco frustrados, justo cuando la última nota de la canción abandonaba los instrumentos de los músicos.

—Sé... —Norian le acarició la mejilla, sonriendo de lado. Se sentía relajado en exceso—. Sé que dijimos que esto iba a quedar para después, pero...

—Fue perfecto. —Ella apoyó la cabeza en su hombro, y Norian no pudo retener el crecimiento de una sonrisa al sentir sus suspiros tan de cerca.

—Bueno, ehm... —Carraspeó, tímido—. ¿Cuántas...? ¿Cuántas personas crees que haya en el balcón de Sterea?

Un brillo ansioso se apoderó de la mirada de la exsoldado. Ya se podía imaginar el rumbo de la conversación.

—Es un lugar muy bonito, siempre se llena en eventos así.

—Significa que es seguro...

Lessa abrió la boca para decir algo, pero la cerró. Norian acababa de besarle la mano.

—Entonces, como es seguro... —empezó el guerrero, para después relamerse los labios— no sé si quieres ir para allá antes de empezar el plan...

Los ojos de la argeneana brillaron.

—"¿Me estás invitando a salir?"

—"¿Eso es un sí?"

—Idiota.

—Idiota tú.

Sonrieron.

Norian dejó ir un suspiro contra el hombro de Lessa, cariñoso. Ella jugueteó con su cabello y las nubecillas de humo en forma de corazón, al menos hasta que el guerrero le sostuvo las manos para dedicarle una mirada firme.

—Esto va en serio —dijo, pegando su frente a la de ella. Era un poco incómodo debido a las máscaras, pero ninguno se quejó—. Quiero decirte algunas cosas antes de empezar el plan, y... quiero que sea allí. ¿Podemos?

—Bien, bien. —Lessa le dejó un beso en la frente. Norian le puso las manos en la cintura—. Pero luego empezamos el plan.

—Luego empezamos el plan —repitió, a la vez que la soltaba para rascarse la nuca—. Ahora, estem... ¿te puedes adelantar al balcón? Necesito unos minutos.

Lessa lo miró enternecida, y a sabiendas del porqué de sus palabras, terminó yéndose. El pelirrojo la siguió con la mirada hasta ver cómo se perdía entre los vestidos suntuosos de otras mujeres, justo después de haber cruzado a la izquierda en el pasillo superior.

Ya seguro de que nadie lo veía, Norian agrandó su sonrisa alelada y se llevó una mano al pecho. Tenía el corazón alborotado y sobre su cabeza aún había flamas suaves.

En otras circunstancias le avergonzaría estar en ese estado tan bobo en un lugar así de público, pero esa noche estaba feliz, por lo que no había ni una pizca de arrepentimiento en su semblante. ¿Qué importaba que algunos se le quedasen viendo? ¿Qué importaba que creyeran que era un idiota por sonreírle a la nada? Estaba enamorado, un sentimiento que llevaba demasiado sin sentir como para esconderlo.

Por eso le había dicho a Lessa que fuera a ese balcón de una vez por todas. Quería decláresele de una forma más romántica, quería transmitirle explícitamente lo que le hacía sentir. Y no podía seguir esperando a después del plan. Su confesión era una bomba cuya cuenta regresiva se acercaba a cero.

«Apresúrate» se dijo, agitando la cabeza para subir las escaleras que Lessa había usado, no sin antes ir a la mesa de dulces en busca de dos ponquesitos. Una vez con los bocadillos en las manos, subió los escalones mientras se comía uno de ellos y seleccionaba las palabras que usaría para declarársele. Estaba tan perdido en eso que a duras penas se dio cuenta de que no sabía a dónde ir.

¿Dónde rayos quedaba el balcón de Sterea?

No le había preguntado a Lessa ni a Larry, y al verse en esa situación embarazosa no le quedó más que recurrir a sus recuerdos. Lessa se había ido a la izquierda, ignorando el próximo tramo de escalones, así que lo más seguro era que el balcón estuviese en el lado izquierdo de ese mismo piso.

En su trayecto volvió a palmearse el bolsillo para comprobar la presencia de los cristales. Estaban ahí. Todo iba a salir bien. Se repitió eso varias veces mientras nadaba en el mar de personas en busca del famoso balcón. Ya había pasado algo de tiempo desde el inicio de su odisea, y se hubiese detenido a preguntarle a alguien de no ser porque solo bastaron unos pasos más para que diese con su destino.

A poca distancia había una abertura en la pared que le daba acceso a la luz de la luna. Los haces se derramaban de forma diagonal sobre las personas alrededor, bañándolos en matices plateados y fantasmagóricos. Simples siluetas difusas en movimiento.

Norian se paró justo en la entrada, y después de tomar aire y hacer acopio de su valentía, dio pasos firmes hacia la plataforma aferrándose fuerte al ponquesito restante. Entrar de nuevo a un balcón luego de haberse caído de uno lo alteraba, pero ver que había muchas personas aparte de él lo hacía sentir un poco más aliviado, sobre todo por la atrayente gama de colores sobre ellos.

El cielo presumía una coloración mucho más clara de lo habitual. No era negro, tampoco azul oscuro, sino un tono intermedio salpicado de estrellas donde el astro nocturno se alzaba con su habitual grandeza, esta vez emanando una luz mucho más deslumbrante, y rodeada de nubes que le hacían de manto en su eterno recorrido con el viento.

Más al frente, la naturaleza respondía a los estímulos de la luz con el brillo de sus hojas, y transformaba el bosque en un desfile de luces blancas y celestes que se alternaban entre sí. Palpitaban, exactamente como el pulso de un ser vivo, y con cada movimiento, partículas brillantes huían de la vegetación para iniciar un ascenso letárgico hacia la luna, dejando a su paso estelas de escarcha curvilíneas.

Norian sonrió, fascinado por el paisaje, pero como tenía otras cosas que hacer, enfocó la vista en todas las personas del balcón. Casi todos estaban pegados entre sí, pero por fortuna pudo detectar con eficacia a alguien que estaba solo. Una chica. Tenía los brazos apoyados en la baranda y su cabello respondía con encanto a las caricias del viento.

Norian no podía detallar bien sus colores debido a la luz plateada que caía sobre ella, pero estaba seguro de que era la argeneana que estaba buscando.

Tomó aire una última vez y se dirigió a ella con todo el encanto que pudo, pero también sigiloso. No quería que lo descubriera tan fácilmente. Por eso empleó el mayor disimulo posible a la hora de posarse a su lado y contemplar lo mismo que la joven, el paisaje.

Luego abrió la boca, y de una vez la cerró, sin saber cómo comenzar. ¿Con un chiste, tal vez? ¿Una anécdota?

«Sé tú mismo» repitió en su mente, pero no era tan sencillo. En ese momento estaba hecho un saco de incoherencias verbales, que por mucho que hilara entre sí no conseguían sentido alguno. Y obviamente iniciar un diálogo serio con balbuceos penosos estaba lejos de sus intenciones.

Pero... ¿por qué estaba tan nervioso?

La que tenía al lado era Lessa, la joven que si bien había conocido hace solo algunos días, se había ganado gran parte de su corazón. Porque no habían sido algunos días cualesquiera, sino fracciones de tiempo repletas situaciones que los hicieron sacar lo peor de sí mismos. Todo quedó descubierto; desde inseguridades, miedos y hasta traumas del pasado. Habían desnudado sus almas frente al otro muchas veces como para que ahora a Norian le diese miedo declarársele con formalidad.

Era hora.

«Sé tú mismo».

—¿Sabes? —empezó, jugando con sus dedos mientras veía el horizonte—. Cuando te conocí, te me hacías demasiado fastidiosa. Eras, no sé, ese arquetipo de argeneano que odié toda mi vida.

Norian cerró los ojos para evitar las distracciones y se palpó los latidos. Estaban normalizándose.

Sonrió.

—Pero cuando fuiste a hablar conmigo esa noche, después de ver los cristales expositivos, me sentí diferente. Es decir. —Se rio con nervios—. Sí me molestaba, pero también me sorprendía que de verdad te estuvieses preocupando por mí. Digamos que me hiciste sentir especial. —Se sonrojó—. Desde ahí dejé de odiarte, y aunque lo intenté, no pude detener lo que estaba sintiendo por ti. Traté de negarlo y me gané una cachetada. —Volvió a reírse, apoyándose en la barandilla con una curva alegre en los labios. Acababa de abrir los ojos y miraba con expectación las montañas en la lejanía, como un niño ilusionado.

Se sentía tan bien que sus palabras fluyeron como la brisa.

—Sé que todo lo que hemos vivido ha sido fuerte, pero a pesar de todos esos desastres, no me arrepiento de haberte conocido. Me hace feliz esto que tenemos, y... —Flaqueó de súbito, así que cerró los ojos de nuevo para estabilizarse—. Siento todas las veces en las que te hice sentir mal, como también te perdono cuando me hiciste sentir mal a mí. Por eso hoy, con...

Los labios empezaron a temblarle a mitad de esa última oración, pero no iba a rendirse. Se dio una bofetada mental como castigo y se obligó, contra todo tartamudeo, a terminar lo que había empezado, esta vez con una voz más débil y tímida.

—P-por eso hoy, con esta luna como testigo, quiero decirte que te quiero sin importar qué. Así que, ¿me aceptarías como tu...?

—¿Con quién se supone que estás hablando?

Norian fue interrumpido por una voz femenina al lado de él, pero que no era la de Lessa. Al abrir los ojos se dio de cara contra una desconocida de cabello plateado hacia atrás y ojos del mismo color, que usaba para mirarlo con una mezcla de confusión y desprecio.

Mierda. Mierda. Mierda. La luz lo había hecho asumir que era Lessa.

Como primer instinto Norian, se echó para atrás y los colores se le subieron a la cara. Eso no lo hizo quitarse de encima la mirada de la joven.

—Lo siento, persona equivocada —jadeó inquieto. Había sido un completo idiota—. Ahm, ¿no...? ¿no has visto a una chica de cabello azul y vestido parecido al tuyo pasar por aquí? Debió haber llegado hace varios minutos, pero...

—No. —La voz de la chica fue severa. Exudaba prejuicios y aires de superioridad—. Realmente acaban de ceder el paso a las personas, porque hace un rato estaba cerrado. Nadie podía entrar aquí.

—¿Qué?

—Como escuchaste.

Norian empuñó las manos con ira debido a su tono, pero al rato ese sentimiento dio paso a uno más fuerte: preocupación. ¿Cómo era eso de que antes las personas no tenían permitido el paso al balcón? ¿Significaba que había estado vacío? Y si eso era cierto, cuando Lessa había ido para allá...

«No».

Salió disparado hacia el interior del castillo y ojeó a la multitud, deseando encontrar a Lessa. Pero nada. Se alzó de puntillas para ver mejor, y de nuevo no rindió frutos. Tan solo se llenó de una impotencia que lo hizo tirar el ponquesito al suelo.

—¡Lessaaaa! —gritó desesperado, sin saber cómo mantenerse a raya. Esa ida al balcón de Sterea no había estado en los planes, él le había pedido ir aun sabiendo que debían mantenerse juntos hasta la fase final. Era su culpa—. ¡Lessaaaa! ¡Lessaaa!

—¡Norian!

Esa respuesta lo hubiese aliviado de no ser porque no era de la chica que buscaba, sino de Larry. El hechicero avanzaba entre las personas con velocidad atlética. Solo lo detuvo cuando llegó con Norian, quien al apenas verlo lo agarró por los hombros.

—Dime que sabes dónde está Lessa.

—E-ese... —jadeó Larry— Ese es el problema. P-perdí la conexión con el espejo de pronto y ella desapareció. Creo que...

¡Queridos invitados!

Una voz se alzó entre la música y el bullicio de todos los presentes. Al enfocar la vista hacia el origen, Larry y Norian dieron con Hent, del otro lado del mismo piso en el que ellos estaban, sobre una tarima, usando un hechizo amplificador para ser escuchado por todos. Detrás de él figuraba un pasillo cubierto de oscuridad al que todos los soldados del CEMA en servicio se dirigirían.

—Me complace ver que se divierten, pero debo interrumpir con un pequeño aviso. —El hombre clavó los ojos en Norian. Aun estando en extremos antagónicos del mismo piso, sentían las emociones del otro—. Hemos encontrado a una chica delirante. Está bien, pero nos pidió que llamáramos a un amigo suyo. Nos reservamos los nombres por mantener la privacidad porque estoy seguro de que el aludido sabe de quién hablo. Debería venir antes de que algo malo le pase a su amiga. —Aquello en definitiva fue una amenaza, pero el hombre no cambió su semblante ni un poco. Siguió con su cara alegre antes de finalizar el discurso diciendo—: Ahora, ¡sigan celebrando, invitados! Esta noche es suya.

Luego simplemente se bajó de la tarima para adentrarse en el pasillo oscuro detrás de él, no sin antes mirar a Norian a modo de provocación, sonriente.

«Desgraciado...».

El cabello de Norian ardió. Así Larry supo que era momento de intervenir.

—C-calma.

—Lo sé, lo sé. —El pelirrojo se llevó las manos a la cabeza, mientras su cabello se apagaba. Larry tenía razón, pero eso no quitaba que se sintiese desesperado—. Tengo que ir a buscarla.

—Todos los soldados del CEMA están yendo para allá.

Norian asintió, pues lo sabía, y solo dificultaba más las cosas. El plan se había descarrilado y ahora se enfrentaban a variantes que no habían tomado en cuenta. Y no podía dejar de repetirse que era su culpa, que gracias a él Lessa había sido secuestrada y que de seguro la iban a usar como objeto de tortura mientras más se tardase. Porque los entrenadores los querían a ambos ahí, eso ya era obvio.

—Norian...

—Voy a ir —aceptó, sacándose los cristales del bolsillo—. Pero necesito que tú los proyectes, no puedo arriesgarme a que me revisen y los vean.

—P-pero...

—Por favor. —Norian le puso las manos sobre los hombros—. E-esto no estaba planeado, pero si aprovechas y los proyectas ahora que no hay vigilancia, aseguraremos una victoria. Estamos juntos en esto.

Larry quiso negar, pero los ojos de Norian lo hicieron sentir culpable y asqueado; culpable porque el guerrero tenía razón, eran un equipo que trabajaba junto; y asqueado porque aun en la recta final seguía temiéndole a las amenazas de Hent y Terrance. ¿De verdad iba a morir siendo un cobarde? ¿Un simple esclavo?

La respuesta era no.

Estaba harto de vivir en la oscuridad.

—Lo haré —le dijo a Norian, dándole una palmada en el hombro. Él asintió como respuesta antes de encaminarse al lugar por el que se había ido Hent.

Pronto fue absorbido por la multitud y Larry quedó solo, a merced de los cristales que lo liberarían de su silencio y de la existencia misma. No callaría nunca más.

Por tercera vez Lessa trató de zafarse de las ataduras, y como en los intentos anteriores, todo fue en vano. Estaba tan bien amarrada en la silla que lo único que podía hacer era zangolotear, pues el bloqueo de magia alrededor de su cuello le impedía usar poderes. Solo estaba ahí sentada como una muñeca, frente a una mesita y una silla sin ocupante.

Antes de llegar ahí se había dirigido al balcón de Sterea, que para su sorpresa había estado vacío, y cuando se dio cuenta de que era una trampa, era demasiado tarde. Sintió un golpe en la cabeza, todo se puso negro, y al segundo siguiente estaba despertando en la posición en la que estaba ahora: imposibilitada, sin antifaz y con mucho, mucho dolor en el cuello.

En la parte superior, un ilucentro enorme hacía de luz. Sin embargo, la única zona iluminada era una mísera circunferencia alrededor de la chica, más allá de la que no podía verse nada excepto una cortina de oscuridad. El ambiente era lúgubre, no solo por eso, sino también por la ausencia de ruido. Todo era tan silencioso que los jadeos de Lessa se oían más fuertes de lo que realmente eran, haciéndola sentir, de un momento a otro, que ella misma se delataba frente a quien se pudiese esconder entre la negrura colindante.

¿De verdad estaba sola?

Segundos después obtuvo una respuesta a la pregunta, aunque no fue para nada alentadora. Un ruido conocido había empezado a reverberar en las paredes del salón, uno que esparcía miedo y respeto a partes iguales por toda Argenea.

Un paso, un golpe. Un paso, un golpe.

Era el andar cojo de Hent Lagger, herido en una batalla hace años y que aun así se negaba a ser tratado. Las heridas mágicas dañaban la capacidad de recuperación de las zonas afectadas, así que solo un remedio mágico podía devolverle su buen andar. Pero Hent era demasiado orgulloso como para aceptar eso, así que hasta ese entonces caminaba e incluso luchaba con la herida.

Fue de esa forma que brotó de la oscuridad para revelarse ante Lessa.

La joven frunció el ceño, como si eso formara un escudo a su alrededor que impidiese el avance del hombre. Hent, por el contrario, le brindó una sonrisa impregnada en astucia y dio un paso hacia adelante, disfrutando la creciente inquietud reflejada en los ojos de su antigua aprendiz. Era satisfactorio, pero como no había tiempo que perder, se apresuró a adentrarse en la luz. Arrastraba un carrito consigo.

Lessa se sobresaltó en su lugar, extrañada por el objeto. Era un carrito de esos que usaban los camareros para transportar comida, sobre el cual reposaba un juego de té color azul.

Bajo el escudriño suspicaz de la joven, Hent procedió a sentarse en la silla libre y poner dos tazas en la mesa, que luego llenó con chocolate caliente de la tetera en el carrito. Al final, en un despliegue de elegancia puso una pierna sobre la otra, se echó para atrás con aire altivo y bebió un sorbo de la bebida.

Suspiró.

—Mucho que no nos vemos, ¿no?

Lessa no respondió nada. Apartó la vista con el ceño fruncido.

—¿Por qué te pones así?

De nuevo, nada.

Hent bufó en señal de molestia, para luego alargar el brazo hacia el carrito y tomar dos terrones de azúcar, que añadió al chocolate que le había servido a Lessa.

—Listo, así es como te gusta, ¿no? Con dos terrones. Personalmente nunca me ha gustado el azúcar. —El hombre dio un sorbo—. Pero por mi mejor soldado hago lo que sea.

Hent se enderezó en su asiento, inclinando la cabeza a un lado al tiempo que alzaba las cejas con interés. Lessa era su foco de atención, y ver cómo seguía renuente a hablarle lo hizo sonreír.

—Si no vas a responderme, al menos bebe algo. —Hent le acercó la taza de chocolate—. Ah, cierto, estás atada. Mala mía.

Lessa gruñó, y al voltear a verlo sus facciones se contorsionaron en una máscara de fastidio aun más potente.

—¿Por qué me miras así? —Hent dio un último sorbo a su bebida antes de posar el vaso en la mesa. Luego se levantó para caminar en círculos—. Antes éramos tan unidos... Me seguías a todas partes, decías que querías ser como yo, ¿y de pronto me miras tan feo?

Lessa siguió aferrada a su voto de silencio, comparando los constantes giros de Hent con los de una serpiente que se enreda en el cuello de una persona. Y era que así se sentía. Cada vuelta alrededor la asfixiaba y la hacía sentir más pequeña de lo normal, y lo que era peor: la distancia entre los dos disminuía cada vez más. Antes de ser consciente, ya tenía a Hent con las manos apoyadas en el espaldar de su asiento y la cabeza sobre la suya, respirando demasiado cerca.

La arquera se encogió de hombros, asustada cual presa a punto de ser engullida. El aire que Hent exhalaba era veneno, y sus palabras mordidas dolorosas.

—Gneis dijo que un guerrero de azul y uno de rojo alterarían nuestras normas, y admito que me sorprende que seas tú —murmuró—. ¿Cómo una guerrera tan perfecta se echa a perder así?

—Los guerreros perfectos no existen.

—Hasta que por fin dices algo. —Hent abrió los ojos con sorpresa fingida, volviendo a caminar alrededor de la mesa—. Dime, ¿cómo estás?

—No vas a salirte con la tuya.

—Traté de hacerlo por las buenas. —El hombre hizo un estruendo apoyando las manos en la mesa y miró a la menor—. Vamos al grano entonces: ¿dónde tienes los cristales? Porque no creíste que no nos íbamos a dar cuenta, ¿o sí?

Lessa rio.

—Estás acabado, Hent.

Ustedes están acabados. —La señaló—. Tú y tu maldito amigo, novio o lo que sea que sea Archer están en desventaja. Por eso, con todo el cariño que aún siento por ti, porque eres mi antigua alumna, ¿dónde están los cristales?

La muchacha apartó la vista con indiferencia, sin saber que la paciencia de Hent se acabaría rápido.  Al apenas voltearse, recibió un golpe en la mejilla que sacudió todo el asiento al que estaba amarrada, seguido de un segundo impacto, que esta vez sí terminó de desestabilizar la silla y la hizo estrellarse contra el suelo.

Verla postrada en el piso, sin la mínima posibilidad de levantarse, fue un verdadero regocijo para Hent. Estaba harto de esperar y de que las cosas no salieran como las había planeado; y también humillado. Quería recuperar su orgullo, y si para eso tenía que desquitarse infantilmente con los elegidos, lo haría sin dudar.

Buscando retener la ira, Hent se agachó con dificultad para apartarle a Lessa el cabello del rostro y ver su expresión. Esperaba encontrársela triste o al menos incómoda, pero por el contrario, su cara, pese a estar roja por los golpes, no exhibía ni un solo sentimiento. La impasibilidad se había adueñado del semblante de la arquera, y cuando sus ojos fríos se posaron en los de Hent, el hombre no pudo evitar ser abrazado por oleadas de frustración.

—¿No recuerdas? —habló la chica, inmutable—. Tus guerreros tienen un nivel de resistencia al dolor como nadie más. Puedes hacerme lo que quieras, pero ya no voy a llorar por tu culpa.

—¿Ah, no?

La voz de Terrance interrumpió el diálogo, al mismo tiempo en que otras esferas de luz se encendían. Fue así que el hombre quedó al descubierto. Llevaba a Norian aprehendido, amordazado, también con un bloqueo mágico y un séquito de soldados del CEMA alrededor.

Pero aunque las circunstancias fueran inoportunas, tanto Lessa como Norian sintieron alivio de ver al otro en un estado no tan horrible.

—Deja de preocuparte por ella. —La voz del entrenador vellano volvió a resonar—. Archer tenía los cristales, hay residuos frescos en su bolsillo, así que de seguro se los dio a alguien antes de irse. El escuadrón de rastreo no tardará en encontrarlo.

—Ya veo. —De mejor ánimo, Hent empezó a desatar a Lessa. Al terminar la levantó consigo—. ¿Empezamos ya?

—Empezamos ya.

Los jóvenes respiraron agitadamente ante la mención de esas palabras. Buscaron resistirse, pero los entrenadores no desistieron hasta arrastrarlos al centro de la habitación. Muy en el fondo estaban impacientes por conseguir resultados, pero debían hacer las cosas con calma. Por eso se tomaron su debido tiempo para quitarles las ataduras. Lo único que dejaron fue el bloqueo mágico.

Lessa y Norian quedaron frente a frente, cada uno retenido por su respectivo entrenador. Más lejos, una fila de soldados del CEMA cubría los bordes de la alcoba, que pese a estar más iluminada, seguía viéndose fúnebre. Era como si el simple hecho de entrar ahí los hubiese condenado a muerte.

—¿Qué es lo que quieren? —dijo Norian, con un ligero temblor que hizo empeño en disimular. Terrance y Hent rieron—. ¡Respondan!

—Solo vinimos a hablar.

—¿Como cuando casi nos matan en la cabina de vigilancia?

—Ustedes fueron los que se pusieron violentos.

—Merecen un aplauso por haber sobrevivido —intervino Hent, fortaleciendo su agarre sobre Lessa. Sabía que de todas formas no iba a poder escaparse, pero que se moviera tanto lo estresaba—. Además, lo que dice mi compañero es verdad, venimos a hablar un poco.

—Y confesar ciertas cosas.

Hent sonrió al sentir cómo Lessa se tensaba.

—¿No que no te podía hacer llorar? —le susurró, malicioso. Ella bajó la cabeza.

—No hagas esto, por favor...

—¿Qué le estás diciendo? —bramó Norian, encaminado a zafarse. Pero Terrance anuló cualquier esperanza de huida—. Apenas nos liberemos, te vamos a partir la cara, así que será mejor que la dejes en paz.

—Bla, bla, bla. —Hent señaló a su compañero—. Terrance, apresura esto, por favor.

—Norian. —El castaño empezó a formar brillos frente a él—. ¿Recuerdas lo que te dijimos en el balcón?

—¿Qué? ¿que son estúpidos?

—Lo de Farren. —Terrance lo obligó a mirar al frente, y al hacerlo Norian se dio de cara con algo que le hizo temblar las rodillas. Frente a él había una proyección de su primera novia, esa chica que le había endulzado los días más amargos, su confidente, su apoyo en momentos más oscuros—. ¿Recuerdas esa sonrisa, no?

Varias lágrimas se interpusieron en su campo visual mientras apartaba el rostro hacia otro lado. Pero Terrance le agarró la barbilla para enfocarle los ojos en la proyección. Entre sus brazos, pero haciendo un enorme esfuerzo por liberarse, Norian lo maldijo entre lágrimas y suplicó que deshiciese la proyección, pero eso solo hizo que el hombre la volviera más nítida y brillante.

—P-por favor, ya basta...

—¿Recuerdas cómo murió, Norian?

—¡Que ya basta!

De pronto la chica en el holograma fue cubierta de hielo y explotó en varios pedacitos. El grito de Norian hizo eco en toda la sala, todo mientras la proyección se deshacía entre brillos para revelar lo que había detrás: Lessa. Estaba llorando también, pero en silencio, y aunque quiso quedarse donde estaba, Hent la empujó bruscamente para hacerla caminar con él hacia adelante.

Mientras tanto Terrance siguió hablándole a su pupilo, y como ya estaba muy débil, prefirió soltarlo. El pelirrojo se fue contra el piso y tuvo que meter las manos para minimizar el golpe.

—Recuerdo que dijiste que querías matar al responsable...

—A-aún quiero —masculló, retrayendo los dedos para empuñar las manos. Su voz acababa de cobrar un tinte siniestro.

—En la cabina de vigilancia te dijimos quién fue.

—Recuerda lo que te dije. —Lessa interrumpió, llorosa—. Ellos solo quieren hacernos pelear, ¡están mintiendo!

—¿Entonces por qué estás nerviosa? —repuso Hent—. En la cabina también estabas así.

—¡P-porque no me gusta que me inculpen de algo que...!

—L-Lessa. —Norian la llamó con la voz débil, pero aun así sus ojos lucieron un aire exigente y enfadado. La arquera se paralizó ante su mirada.

—Esa noche en la cabina no te pudimos dar la prueba, pero esta vez sí. —Terrance señaló a Lessa, y mientras Hent le quitaba la pulsera, él agarró al pelirrojo para que no apartase la vista—. Ella es la responsable, mira.

Lessa luchó contra Hent para evitar ser evidenciada, pero actuaba demasiado débil. Que el accesorio saliera volando lejos fue inevitable, y sin importar que Lessa gritara en objeción, Hent acabó extendiéndole el brazo izquierdo hacia Norian.

La marca de corazón quedó expuesta, y con eso las lágrimas de Norian se hicieron más abundantes. Las manos le temblaron y de su boca huyeron frases inconclusas. Buscó arrastrarse para atrás, esconderse de lo que veía, pero Terrance lo agarró de las axilas como si fuera un niño para apuntarle los ojos justo hacia donde estaba Lessa, que entre lágrimas buscaba excusarse.

—P-puedo explicarlo, en serio, lo que pasa es que...

—Lo hizo con esta espada. —Hent tendió una mano hacia la derecha, y una de las espadas que colgaban en la pared de ese lado fue atraída hasta sus dedos. Su brillo tan familiar hizo a Norian palidecer, y se hubiese desplomado en el piso de no ser porque Terrance lo sostenía—. Traté de detenerla, pero ella salió furiosa hacia el bosque. Era una mini sanguinaria desde pequeña.

—¡Fue un accidente! —clamó Lessa.

—¿Entonces aceptas que fuiste tú?

La voz de Norian salió colmada de severidad, y cuando se enfocó en la chica, toda la tristeza pareció desaparecer de su cuerpo. Terrance ya no lo sentía débil, tampoco temeroso, sino a rebosar de esa energía feroz que lo había hecho ganarse tan mala fama en su reino.

El intocable aprendiz de Terrance.

Lessa palideció al ser foco de tan siniestra mirada, intentando echarse para atrás, pero de un empujón Hent la hizo chocar contra Norian. La alta temperatura en torno al vellano la sofocó, pero lo que más parecía afectarle era su rostro enojado y la forma en que se enderezaba para sacar a relucir toda su altura. Eran del mismo tamaño, y aun así Hent fue testigo de cómo Lessa se encogía de hombros.

Aprovechando la tensión, los entrenadores les quitaron los bloqueos de magia.

—P-por favor, déjame explicarte lo que pasó.

—¿Por qué no me lo dijiste?

—N-Norian, yo...

—¡Me mentiste!

Oleadas de fuego rodearon al joven a modo de armadura, que de inmediato dirigió todo ese poder calorífico hacia la argeneana. Ella lo esquivó con torpeza, así que no pudo evitar ser atacada por un segundo impacto que la mandó contra la pared. Gritó, adolorida por el aterrizaje, pero ver a Norian acercársele con su hacha la hizo ponerse en pie antes de recibir otro golpe.

—¡Necesito que me escuches!

—¡Tú no me escuchaste a mí! —Norian buscó herirla de nuevo, por lo que Lessa se agachó para que el hacha se hundiese en la pared—. ¡Jugaste conmigo! ¡Me mentiste cuando...!

—¡Pensaba decírtelo después!

—¡¿Ah, sí?! —Corrió hacia ella envuelto en llamas y se le pudo ir encima—. ¿Cuándo me lo ibas a decir, eh? ¡¿Cuando me doliera más?!

—¡Nunca quise lastimarte!

—¡Todos ustedes son iguales!

—¡Cállate!

Lessa desprendió un aura azul que alejó al muchacho hasta la pared. El dolor era evidente en el semblante de la argeneana, sobre todo la indecisión, como si se debatiera entre defenderse o luchar. Por eso, para hacer todo más fácil, Hent se le acercó con cautela para extenderle su espada.

—Creo que la vas a necesitar.

Lessa vaciló unos segundos antes de recibirla. Las manos le temblaban sin cesar, algo que Hent atribuyó al miedo de blandir una espada por primera vez en cinco años. Aun así, al cruzar miradas con Norian, recuperó la firmeza y sostuvo fuerte el mango del arma, en posición defensiva.

Hent rio para sí mismo. ¿De verdad planeaba solo defenderse? Qué estúpidos podían ser los guerreros al enamorarse...

Del otro lado de la habitación, Norian aún estaba recomponiéndose. Sus jadeos eran todo lo que se escuchaba, o al menos así fue hasta que Terrance se le acercó para hablarle.

—Ella... —dijo y señaló a la argeneana— ella fue la que te hizo esto. ¿No quieres vengarte?

Norian miró a Lessa con ojos fúricos antes de responder.

—Sí quiero.

Y de inmediato volvió a arremeter contra ella, con la diferencia de que esta vez la chica pudo bloquear el hacha con su espada. Una nube de polvo brillante los rodeó, dándoles una imagen épica que no duró mucho. Cuando apenas chocaron, Norian le dio una patada que la hizo retroceder, pero ella fue más veloz, y sin darle tiempo a reaccionar lo rodeó con una jaula de hielo.

—¡Hablemos de esto, por favor!

—¡No quiero volver a escucharte!

Las llamas del pelirrojo abrasaron el hielo. Ya libre, brotó de una nube de humo que le dio una apariencia entre mística y aterradora. Mística porque salió caminando lento, rodeado de un entorno difuso; aterrador porque sus ojos ahora eran rojo sangre y el fuego en su cabeza había terminado de enloquecer.

Que su ropa se hubiera rasgado un poco parecía no importarle. Solo le prestó atención a Lessa y el cómo buscaba entablar una conversación.

El vellano construyó una sonrisa mordaz antes de volverse a dirigir a la guerrera.

—N-no quiero lastimarte, en serio —jadeó ella, bloqueándolo con la espada. Pero por mucho que se resistiera, él no daba indicios de rendirse, ni cuando fue mandado de nuevo contra la pared—. ¡No me obligues a hacerte daño!

Él sonrió, pero el gesto se le borró cuando, en otro intento de atacar, Lessa lo arrinconó con una embestida de siete cortes seguidos. Terrance se sintió un poco decepcionado al creer que su pupilo perdería tan fácilmente, pero lo que no se esperaba era que Norian, tras el último corte de la chica, fuera capaz de patearle el estómago. Y así pasó; el impacto de Lessa contra la pared hizo cimbrar toda la sala, y para cuando la guerrera se puso en pie, Norian ya iba directo a darle otro golpe.

Pero ella se tiró al suelo, y a modo de defensa le pateó el torso cuando estuvo cerca. Norian fue impulsado hacia atrás debido a la fuerza del ataque, pero a último minuto formó un látigo de fuego alrededor de la pierna de la chica para arrastrarla consigo. Impactaron entonces uno al lado del otro, en la misma esquina del cuarto, y mientras Lessa trataba de asimilarlo Norian aprovechó eso para agarrarle el cuello.

Pero los instintos de alguien entrenado por Hent eran de lo mejor, y sentir ese contacto movió las piernas de Lessa para darle una patada. Como él le estaba pisando la falda, parte de la tela se rasgó. Ese fue solo el comienzo de la sucesión de golpes que se dedicaron después.

Iban a la par; cuando uno atacaba ya el otro estaba planeando vengarse. Lenguas de fuego y picos de hielo ambientaban el campo de batalla y hacían de obstáculos para los guerreros, que entre saltos, giros y deslices esquivaban todo con tal de acercarse al contrario.

Caían, se levantaban. Volvían a caer. La pelea parecía haber ido más allá del conflicto expuesto, como si cada quien luchara únicamente por hacerse con la razón y recuperar su orgullo. Marionetas de discordia.

En una de las maniobras, los guerreros se aproximaron hacia el otro a una velocidad mayor a la de las otras veces, y como buscaron herirse al mismo tiempo, sus armas chocaron entre sí. Todo el cuarto vibró por la intensidad del encuentro, a la vez que Norian y Lessa salían disparados a lugares contrarios, como en el incidente con cristal de Lúmbarus.

Hent sonrió viendo cómo se ponían en pie. Había en sus ojos un destello salvaje que le decía que el final estaba cerca, que el siguiente ataque iba a ser un verdadero ultimátum. Con eso en mente, retrocedió unos pasos para no interferir. Poco después los elegidos se precipitaron contra el otro.

¡Boom!

Una nube de humo morado salió de ellos tras el golpe y cubrió cada rincón como una cortina. Hent se apresuró a pedirles a sus soldados que deshicieran la bruma, pero su orden se vio cortada cuando de pronto los elegidos brotaron del humo con sus armas en mano.

¿Lo repentino?

No iban a atacar al otro, sino a los entrenadores.

HOLAAAA, ya esta actualización es la última. ¿Emocionados por estar cerca del final? ¿Cómo creen que será el desenlace? ¿Cuál fue su escena favorita en este cap?

En la multimedia dejé la canción que Norian y Lessa bailan. ¿Les gustó? :3

Sin más que decir, los dejo pasar al siguiente cap...

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