Capítulo XXI: Silenciado
De pequeño, mis problemas se resumían en asuntos banales como tener que prestar atención a las clases, huir de los niños que me intimidaban y escabullirme a la biblioteca.
Algunas de esas cosas se me hacían complicadas, sobre todo cuando no entendía las tareas, pero para mí estaba bien. La maestra siempre me decía que, mientras más creciera, más iba a entender el mundo.
Pero conforme crecí no solo me llené de más preocupaciones, sino que cada vez comprendía menos el alrededor.
Las paredes que antes se me hacían bonitas ya no me generaban la misma tranquilidad, no podía ver a algunas personas con los mismos ojos. Todo gracias a que fui dotado de un conocimiento peligroso.
La verdad.
Supe entonces que era mejor vivir en la ignorancia, y que ser un niño inocente y no entender la mayoría de cosas era algo bueno. Porque una vez sabes la verdad, no hay forma de borrarlo. No hay forma de deshacer los traumas que te dejan ciertas cosas que no quieres saber.
Cosas que tienes prohibido compartir.
No soy más que un recipiente de secretos, de verdades, porque alguien tiene que cargar ese peso y por desgracia me escogieron a mí.
Supe del asesinato en el bosque y de la imposición de un hechizo guía en la persona que más amaba.
Me silenciaron.
Supe los porqués de la guerra; por qué inició y por qué terminó.
Me silenciaron.
Supe el trato establecido entre una guardiana y dos hombres.
Me silenciaron.
Supe qué hay detrás de los llamados mejores guerreros del reino.
Me silenciaron.
Supe de los sacrificios en las fronteras y de nuestro abastecimiento actual.
Me silenciaron.
Luego quemaron parte de mi rostro, pero de nuevo no pude decir nada.
«Lacayo mágico de turno» me dicen. «Nos perteneces» me dicen. Pero ahora es mi turno de decir algo, y los haré temblar con mis palabras.
-Larry Hathaway.
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