Capítulo XX: La dama de eterna sonrisa
«Los sobrevivientes cargan con los sentimientos de los caídos».
-Akame ga kill!
El letargo se cernía en torno a Lessa como un yugo inquebrantable.
La noche anterior había podido hacer varias cosas sin agotar muchas fuerzas, pero desde que había puesto la cabeza contra la almohada le era imposible abrir los ojos. Y aunque para ella el cansancio aún palpitase fuerte en su interior, la verdad era que las horas habían pasado cual segundos y por eso la luz del sol empezaba a iluminar el vasto almacén.
Pero aun así el frío de Argenea era un rival formidable. En cada amanecer, el sol se levantaba entre un cielo azul gélido, y su tibieza difícilmente sobrepasaba las nubes que día tras día hacían del reino un territorio nevado.
Lessa se estremeció en su lugar, por primera vez en mucho tiempo angustiada por el frío. La delgadez del único cobertor sobre ella no ayudaba en lo absoluto, y debajo de él, su vestido blanco de pijama tampoco era muy útil. Ahí mismo condenó haber perdido su bolso con ropa, porque de tenerlo, bastaría con buscar un abrigo o algo parecido para seguir disfrutando de esa grandiosa oportunidad.
Desde que el caos con Hent y Terrance había comenzado, el estrés y el desespero no le habían permitido dormir correctamente. Por eso no quería perder una oportunidad como la que tenía en ese momento, sobre todo encontrándose en una situación lejana al peligro. No debían huir y tampoco preocuparse por la llegada de los guardias. Ese era por mucho el mejor momento para reponer las fuerzas perdidas.
Aunque medio despabilada por el hilo interminable de sus pensamientos, Lessa se aferró con brío a los cobertores y hundió la cabeza en su almohada. Quería dormir de nuevo, a una profundidad que la hiciese ajena a la repentina calidez del alrededor, pero evocar todo lo que había sucedido antes de dormir se interpuso en su cometido.
La caída desde la torre de vigilancia, la ayuda repentina de Alice, su conversación con Norian.
«Norian».
El nombre le atravesó la cabeza como un rayo, y sin siquiera poder resistirse, los ojos se le abrieron de golpe. Entonces la inmensidad del almacén invadió su campo de visión. Haces de tonalidades rojizas surcaban el cuarto de forma diagonal, proyectándose desde la ventana hasta el piso. Era como si alguien hubiera hecho pinceladas sutiles en el aire para darle ese toque tan característico de los amaneceres en Argenea.
La chica solo contempló la vista unos segundos antes de voltear el cuerpo hacia el otro lado. Ahí se encontró con Norian. Su melena rojiza en desorden dificultaba la visualización de sus rasgos, pero por su respiración agitada y movimientos constantes, Lessa supuso que tenía frío. Y no era para menos, hasta ella misma estaba temblando.
Antes de actuar, un leve arrebol hizo de las suyas en las mejillas de Lessa. Apenas recordaba que después de su última conversación habían dormido juntos.
Como no quería nublarse, decidió agitar la cabeza a los lados para distraerse y cubrir mejor al chico. Le puso todos los cobertores que había en el colchón, pero eran tan delgados que no sirvieron de mucho. Debajo de ellos, el pelirrojo siguió hecho bolita y temblando, así que Lessa se le acercó con sigilo.
La cercanía de sus cuerpos generó una burbuja cálida bajo los cobertores, misma que Lessa usó para calmar el tirite constante del vellano. Lo que estaba haciendo le recordaba a la última vez que había consolado a Norian, esa noche en la que lo había escuchado llorar luego de ver los cristales expositivos.
Aquello había sido hace poco más de un día y Lessa ya sentía como si hubiese sido hace meses, tal vez porque habían cambiado mucho desde entonces.
Norian era dulce y cariñoso con las personas, también más pacífico; ella, por su parte, se sentía libre sin las órdenes de Hent y le importaba poco la opinión de los demás.
Sin darse cuenta había empezado a acariciar el cabello del chico, que ahora dormía plácidamente y boca arriba, con el pecho subiendo y bajando por la constancia de sus respiraciones. Era tan tierno...
Sonrió.
Pasó un buen rato antes de que Norian diera los primeros indicios de que iba a despertar. Un jadeo cansado abandonó su boca, luego se frotó los ojos cual niño pequeño, y por último, atrapó la mano de Lessa justo cuando iba a darle otra caricia.
—Buenos días —se apresuró a decir ella, con la somnolencia embargando sus palabras—. ¿Cómo dor...?
Sentir a Norian besarle la mano la hizo detener. Prefirió concentrarse en el roce de sus labios y cómo avanzaba plantando besos comedidos por su brazo hasta llegar al hombro. Finalizado el recorrido, el muchacho se le hundió en el cuello y le rodeó la cintura con los brazos. Lessa hizo lo propio, tomándose la libertad de poner la espalda contra el colchón para jalar a Norian consigo y ponerlo sobre ella.
Él se removió, mas no dio indicios de querer separarse. Se acomodó lo mejor posible para no aplastarla.
—Retomando lo que decía —empezó Lessa sonriente, mientras le acariciaba el cabello—. ¿Cómo dormiste?
—Bien, bien, gracias. —Su tono fue divertido. Se levantó como pudo para juntar sus narices y detallarle el rostro—. Pero tú te ves cansada..., sigue durmiendo.
Lessa soltó un gruñido caprichoso antes de apretarlo contra su pecho.
—Quédate.
—No es como que me quiera mover...
La arquera ensanchó la sonrisa, pero la llegada de un pensamiento torvo deshizo el gesto.
—¿Cómo te sientes? —dijo tanteándole la cara—. ¿Todo bien?
—Mejor, mejor. Tranquila. —Le sostuvo el rostro para que dejara de removerse con inquietud, y aprovechó eso para recorrer la línea debajo de sus ojos con los dedos—. Descansa.
—Aún tenemos que ver cómo vamos a entrar, buscar ropa y...
—Descansa. —Le besó la frente.
—Pero...
—Descansa.
—¿Y si...?
Un beso en cada mejilla fue suficiente para callarla, pero aun así ella intentó hablar de nuevo. Entonces Norian le puso un dedo en los labios para detenerla y sintió cómo se curveaban hacia arriba. Él imitó el gesto.
—Vas a descansar un poco más y luego haremos un plan, ¿está bien? —Se apartó de ella para ponerle más sábanas encima—. Yo iré a ver a...
Un grito interrumpió el diálogo, pero no cualquier grito, sino uno de verdadero dolor. Luego oyeron otro, lo suficientemente alarmante como para disipar el cansancio. Se espabilaron tan rápido que en pocos segundos ya estaban corriendo hacia la puerta para ver qué pasaba, pero para sorpresa suya, un temblor agresivo asoló todo el almacén y los hizo estrellarse contra el suelo.
El impacto fue duro, sobre todo cuando intentaron levantarse y una segunda sacudida les quitó el equilibrio. A duras penas lograron acortar una distancia mínima entre la puerta y ellos antes de caer.
Se oyó otro grito, pero diferente al primero. Fue mucho más infantil.
—¡T-Tara! —llamó Norian, arrastrándose como podía hacia el origen del grito—. ¡Tara! ¡Tara! ¡¿Estás bien?!
Norian cayó al suelo, pero antes de que se pudiera quejar, los temblores cesaron de pronto.
Sin meditar acerca de lo que había sucedido o siquiera buscar una razón lógica, el joven se puso en marcha hacia su hermanita para confirmar que estuviera bien. El alma solo le volvió al cuerpo cuando la vio en perfectas condiciones, temblando sobre su colchón y envuelta en las cobijas blancas. No tardó mucho en abrazarla con fuerza.
—¿Estás bien? —Norian le sostuvo el rostro—. ¿Te pasó algo? ¿Qué...?
El chico quedó a mitad de la pregunta al ver que la capa gris sobre los ojos de su hermana se desvanecía. ¿Qué estaba pasando?
—L-la magia, el bloqueo de aura —jadeó Lessa, mirando a todos lados con paranoia—, se está yendo...
—¿Q-qué?
De inmediato fueron sacudidos por otro terremoto, pero era imposible que un fenómeno así sacudiera el castillo de Vann. La magia de un vasto ejército de hechiceros protegía toda la estructura de los temblores, por lo que no era un terremoto a lo que se enfrentaban. Las vibraciones parecían nacer por impactos contra la parte frontal de la sala de conjuros.
«¿Un ataque externo?»
No, no podía ser...
—T-tenemos que salir de aquí. —El enunciado de Norian la devolvió a la realidad—. No sé lo que pasa, pero...
—¡No queda tiempo! —La puerta del almacén se abrió de golpe, y permitió la entrada a una Alice adolorida que al poner un pie dentro se desplomó en el suelo. El cuerpo entero le temblaba y su palidez se había acentuado hasta un punto enfermizo. Larry, con el arco de Lessa en la mano, apareció tras ella para ayudarla a levantar, pero la mujer lo ignoró para mirar a los guerreros—. D-de... Deben irse...
—M-maestra Alice, no se sobreesfuerce. —Larry buscó levantarla de nuevo, pero fue rechazado por Alice y una sonrisa ensangrentada. Un hilo rojo le descendía desde la nariz hasta la boca—. Hágame caso, por favor, puede recuperarse, no hay que...
La sala de conjuros volvió a estremecerse. Los choques en la parte de afuera les hicieron saber que los anaqueles habían sido derribados.
—¿Q-qué es lo que pasa? —Lessa corrió hacia Alice para ponerla en pie. Norian la siguió junto a su hermanita.
—Nos encontraron... —jadeó la mujer, aún luchando contra las atenciones de su aprendiz. Mientras él quería llevarla a recostar, ella estaba consciente de que su recuperación era imposible en ese punto—. M-mi magia no es suficiente para tantos hechizos... —Tosió sangre. El cabello naranja le tapó los rasgos—. Los bloqueos de aura se están desvaneciendo y el hechizo en la puerta también... por eso están tratando de entrar desde fuera. C-cada vez me hago más...
—¡M-maestra Alice!
La mujer se estremeció entre los brazos del aprendiz, que con ayuda de Lessa y Norian le quitó el cabello del rostro para despejarla. Aun así ella no dejó de temblar, con un río de sangre por la nariz y los ojos más opacos que nunca. El malestar había minimizado su actitud flamante.
—M-maestra Alice, ¡maestra Alice!
—Ya... —empezó ella, que a pesar del dolor sonrió con gracia— ya te dije que me dijeras solo Alice.
—¿Hay algo que podamos hacer? —interrumpió Lessa, sosteniéndole las manos para mantenerlas en calor. Afuera aún se oían los envites que trepidaban todo el salón.
Alice se enderezó con debilidad para responder.
—Tienen que irse.
—¿I-irnos?
—No, nos vamos a ir. —Larry trató de ponerle el brazo encima de su hombro para levantarla completa, pero la mujer volvió a resistirse. Su terquedad era un enemigo imposible de vencer en momentos así—. Alice, por favor, te llevaré a tu cuarto, v-vas a aplicar la técnica de control corporal, t-te daré parte de mi flujo mágico y tú...
—Oye. —Alice le acarició el cabello con dulzura—. Siempre te preocupas demasiado.
—Y tú nunca te preocupas lo suficiente, por favor, Alice. Vamos a...
—Es inútil. —Se limpió la sangre con la mano, para segundos después quedarse viendo el color que tenía—. E-es hora de que se vayan. Si sigo manteniendo la puerta oculta, los bloqueos de aura se acabarán y no podrán huir. A-a... abriré un portal lo más lejos que pueda y saldrán por ahí, encontrarán ayuda. Larry tiene los cristales expositivos, así que no se preocupen...
—¿Usted qué va a hacer? —Norian se oyó ansioso.
—Hacerle frente a Hent, obviamente. —Pese a estar agonizando, sonrió en son de burla—. Ustedes no tienen ni que preocuparse, yo voy a...
—Venir con nosotros. —La voz de Larry fue autoritaria—. Te meterás al portal y estarás segura. Punto.
—No tengo bloqueo de aura, genio. Sabrán dónde estamos.
—Te pondré uno.
—No estás en edad para...
—¡No voy a dejar que te quedes! —El muchacho se aferró a ella como un niño, ajeno a la destrucción inminente de la sala de conjuros. Los golpeteos aumentaban de intensidad al mismo ritmo de sus palpitaciones—. No voy a dejar que te quedes, a-además, estás hablando como tus maestras de hechicería, poniéndome reglas. Déjame intentarlo, te juro que puedo ponerte un bloqueo de aura que...
—Larry...
—¡Por favor!
—Algunas reglas son para protegernos. —Alice le secó las lágrimas con dulzura maternal. Su tono era grácil—. Además, no voy a morir, ¿de acuerdo? Toma esto para que lo recuerdes. —Con la mano trémula hizo aparecer una llama carmesí de la que brotó un pergamino enrollado. Alice lo puso entre los dedos de su único aprendiz—. Ábrelo cuando me extrañes. Es un regalo solo para ti. ¿Qué dices? —Le revolvió el pelo con brusquedad, ignorando las embestidas que le daban a la pared—. ¿Aceptas el trato?
—¿Segura de que va a estar bien?
—Tan segura como que no me gusta que me hables de usted. —Lo golpeó con poca fuerza, tan débil que Lessa y Norian la sostuvieron para que no diese contra el piso. La sujeción de los guerreros era firme y determinada, pero no contaban con que Alice los alejaría de un manotazo para ponerse en pie ella sola.
En el proceso se tambaleó, parecida a un castillo a punto de caer demolido, pero cuando los jóvenes quisieron ayudarla, ella los rechazó con un ademán entre egocéntrico y tembloroso. La sonrisa de siempre se mostraba férrea en sus labios. Alice Kalandra era una fortaleza difícil de derribar.
—Ya, ya, no exageren —tosió, escupiendo sangre. Pero tan rápido como la expulsó, se limpió los restos con su manga—. No podré hacer un portal si ni siquiera me levanto sola. Q-quietos.
Alice separó las piernas para tener mejor equilibrio, y una vez estabilizada, cerró los ojos y su expresión dio lugar a un aire meditabundo. Estelas de un naranja brillante empezaron a rodearla, como si fueran los tentáculos de una bestia a su servicio, y mientras se movían a su alrededor formando espirales, su cabello comenzó a levitar junto con sus ropajes negros y elegantes que tantas veces la habían hecho víctima de burlas y querellas.
Alice abrió los ojos, dejando ver la coloración nívea que los dominaba. Era un blanco mucho más puro y atrayente, rodeado de un aura carmín que hacía caminos curvos en torno a sus brazos hasta enredársele entre los dedos, los cuales, con gestos rápidos de extrema precisión, dibujaron un círculo imaginario que poco a poco se materializó o frente a ella, mucho más grande.
A causa del sobreesfuerzo, más sangre brotó de su nariz y las venas se le hicieron más evidentes. El equilibrio, por su parte, también le falló, pero ni siquiera cuando estuvo a punto de caer Alice dio indicios de rendirse. Más bien, cada punzada, cada latir doloroso y cada respiración ardiente quemándole los pulmones la impulsaba a seguir. Por años había usado el dolor como incentivo y esta vez no sería diferente.
«Vence al dolor, y luego te sentirás mejor. Vence al dolor, y luego te sentirás mejor...».
Podía sentir todos los sistemas de su cuerpo alterarse, también cómo el resto de sus hechizos se debilitaba, casi como una cuenta regresiva para el caos. La puerta de la sala de conjuros iba aparecer por completo, podía sentirlo en la forma en que golpeaban desde fuera con avidez, siempre más rápido, más fuerte, ansiosos por el momento en el que el hechizo se deshiciera para derribar la entrada y anular las posibilidades de ser bloqueados. Por eso solo quedaba una oportunidad.
Norian y Lessa observaron con perplejidad cómo pese al dolor Alice formaba un círculo detrás de ellos. Tenía bordes anaranjados, hechos de líneas brillantes que giraban y giraban en torno a sí mismas, y que también iban expandiéndose para que el círculo fuera más grande. Del otro lado había un pasillo extenso aún sumergido en oscuridad.
—Vá... —Alice se ahogó con su sangre. Cuando Larry amagó con ayudarla, ella lo detuvo con un ademán. El suelo se estremecía bajo sus pies—. ¡Váyanse ya! ¡Rápido!
Norian se levantó con Tara para cumplir la orden, pero Lessa se quedó estática. Su cabello y vestido ondeaban por la brisa proveniente del portal giratorio.
—Lessa...
Ella estaba mirando a Larry, que tampoco movía ni un pie.
—¡Váyanse ya! —ordenó la hechicera.
—¡Dime que no romperás tu promesa! —insistió Larry.
Ella sonrió entre el salvajismo de sus mechones.
—T-te preocupas demasiado, niño...
—Y usted muy poco —repuso y sonrió débilmente—, maestra Alice.
—Vete ya antes de que te dé un golpe. —Se rio, apoyada contra una pared. Parecía una niña cansada—. Y no te olvides de usar mi regalo.
Larry asintió, y a su pesar, dio la vuelta para irse, no sin antes decirle adiós moviendo la mano de un lado a otro. Lessa hizo lo mismo, y en respuesta la mujer les dedicó una última sonrisa carmesí. Era el monumento viviente de la belleza en desgracia.
Tanto Lessa como Larry volvieron a detenerse a mitad de camino, pero Norian, con la mayor delicadeza que pudo, los agarró de la mano para terminar de meterlos en el portal. Al poco tiempo estuvieron seguros del otro lado, y desde la perspectiva de la hechicera, sus figuras fueron desdibujándose entre un resplandor blanco hasta deshacerse.
Las luces naranjas desaparecieron, el círculo mágico igual. Segura de que nadie la veía, Alice cayó al piso sin fuerzas, ahogada en sangre pero aun así riéndose. Casi de inmediato, no pudo soportar mantener tantos hechizos y el que protegía la puerta cedió, así que las personas que esperaban afuera irrumpieron en la sala de conjuros.
El estallido fue brutal, pero por ser el último, hizo que la sonrisa de Alice se ensanchara. Por fin las cosas dejarían de temblar...
Tenía la vista borrosa y el corazón encogido, objeto de dolores inexplicables, pero una capa de orgullo y fortaleza lo recubría a modo de armadura. Imágenes del crecimiento de su aprendiz le invadieron la mente y le arrancaron lágrimas. Aun así, ella nunca borró la sonrisa, ni siquiera al ver que una silueta difusa aparecía sobre ella.
No necesitaba buena visión para reconocer esos ojos fríos.
Sonrió más.
—Kalandra... —La voz de Hent fue suave, pero cargada de ese tonito malicioso de siempre. Su rostro no exhibía otra emoción que no fuera una cauta curiosidad; ni muy fría, ni muy intensa, como la de un niño que examina el juguete que acaba de romper—. Ya decía yo que Larry debía tener a un mentor peculiar para ser como es, pero no pensé que fueras tú.
—¿Mi Larry? Sí, lo sé, es asombroso. —Tosió—. ¿Lo ha sorprendido en los concursos?
—Realmente nunca me ha gustado ir a esos eventos.
—Ah... una pena —jadeó burlona, esforzándose por no titubear frente a él. Usaba un tono formal para molestarlo—. Y... ¿no me va a decir por qué tuvo el amable gesto de destruir mi sala de conjuros?
—Tu sala de conjuros no tiene autorización para cerrar sus puertas de esa forma, Kalandra.
—Pero verá—dijo y chasqueó la lengua—, usted tampoco tiene autorización para derribarla, Lagger. Un motivo especial tiene.
—¿No puedo visitar a mi casi estudiante? —El hombre se acuclilló a su altura para tocarle el cabello con delicadeza fingida. A su alrededor se oían pisadas—. Cuando me dijeron lo de tu cabello creí que era mentira, pero hete aquí, Kalandra, con tu cabello pintado, tan diferente a la primera vez que te vi...
—No me toques.
—¿No te hubiera gustado ser mi subordinada? —Hent desobedeció la orden y deslizó la mano hasta el cuello de la hechicera—. Tenías potencial, pero esa estúpida maestra te llevó lejos de mí y el futuro que tendrías a mi lado, el futuro que...
—El futuro, Hent, que le arrebataste a todos los que torturaste.
Su voz fue un cuchillo ardiente.
Pero Hent estaba protegido contra todo eso. Su orgullo fungía de armadura.
—Torturar no, Kalandra, entrenar.
Ella le escupió sangre en la cara.
—Eres un maldito enfermo —declaró—. Cada día tenías un estudiante menos y ni te importaba. ¡A nadie le importaba! No podía soportar obedecer a las personas que te permitían tratarlos como basura.
—¿Y a dónde te llevó tu desobediencia, Alice?
—¡No quiero mi nombre en tu boca!
—¡De eso estaba hablando! —Su voz fue entusiasta—. Ese carácter, esa ferocidad, ¡esa es la actitud de un guerrero! Pero lloraste cuando te intenté llevar conmigo, ¿puedo preguntar por qué?
—Porque olías a muerte, maldito monstruo.
Él calló, estoico.
—Olías tan podrido que me asustaste, y al darse cuenta de mi percepción, las hechiceras me seleccionaron. No cualquiera puede detectar esas cosas, ¿sabes? —Sonrió, viendo cómo Hent se secaba la sangre del rostro—. Pero dejémonos de formalidades y vayamos al punto: ¿qué mierda quieres?
Hent sonrió, al parecer sorprendido por su vulgaridad.
—Creo que sabes por qué estoy aquí.
—No sé, la verdad.
—¿Dónde están Archer y Astral?
Ella sonrió, mostrando sus dientes rojos por la sangre. Hent hizo una mueca desinteresada.
—¿No vas a responder?
—No puedo decir algo que no sé.
Hent le agarró el cuello, apretando con lentitud para decirle que, si no hablaba, no dudaría en cortarle el aire. Pero ni un ápice de miedo se dejó ver en el rostro de la hechicera, cuya sonrisa arrogante terminó de alterar a Hent.
Él le apretó el cuello más fuerte, pero ella no hizo nada además de toser sangre.
—Sé que estuvieron aquí, y creo que no te conviene que me lo escondas. Anda. —Con el dedo pulgar e índice le apretó las venas—. Estoy de buen humor hoy.
—Te dije que no me tocaras.
—Y yo te pregunté dónde estaban los elegidos.
—¿Elegidos?
—Archer y Astral.
—Ah... bueno, ahora que recuerdo, sí sé dónde están. —Sonrió con malicia, inclinando la cabeza un lado. Hent levantó las cejas, a la expectativa.
Consciente de sus intenciones, Alice negó con la cabeza y le indicó que se acercara. Él se acuclilló un poco más cerca, obediente, pero la mujer volvió a negar. No quedó complacida hasta que Hent le acercó la oreja a la boca, y ahí se dignó a responder.
—Me los comí.
—¡Ya basta! —Hent le dio una cachetada que le dejó la mejilla roja. Pero él no se enfocó en eso, solo le echó un mínimo vistazo antes de girarse hacia sus tropas. Un tumulto de soldados del CEMA lo observaba en compañía del inmutable Terrance—. ¡Analicen todo el lugar! Busquen una pista, cualquier cosa que nos pueda decir el paradero de los elegidos.
—¿Por qué...? —Alice habló ahogada entre gorgoteos de sangre. Estaba tratando de cambiar su posición—. ¿Por qué los llamas elegidos?
—Eso no te incumbe. —Hent la agarró bruscamente para sentarla contra la pared e invocó una daga que le puso contra el cuello. Alice bamboleaba la cabeza con desinterés, así que el entrenador tuvo que darle otra cachetada, esta vez más suave, para hacerla volver en sí. Fue en vano—. Escúchame bien, si no me dices dónde están, te voy a...
—Déjala. —Terrance dio pasos precisos hacia donde estaban y se agachó frente a la mujer, con los ojos clavados en su compañero—. Déjame solo con ella y te aseguro que me responderá.
—Que me los comí, ya te lo dije...
Hent la golpeó contra la pared.
—Sé que les pusiste un bloqueo de aura y por eso no los detectamos, pero adivina qué. —Sonrió—. Solo necesito matarte para que tu hechizo se anule, y los encontraremos. Así que es mejor que hables antes de que tenga que tomar medidas drásticas... —Deshizo la sonrisa para mirarla con frialdad—. No quiero tener que informar que te despedazaron en un bosque. Mucho trabajo.
Alice rio. Una carcajada sin control llena de locura. Sus ojos refulgían con euforia incomprensible.
—¿Te parece gracioso que te vayamos a matar?
—Viví como me dio la gana, Hent... —Escupió sangre—. Y moriré como me dé la gana.
Una ráfaga potente brotó del cuerpo de la hechicera y mandó a los dos entrenadores, junto con su equipo de soldados, a volar contra la pared. El impacto fue doloroso, sobre todo por los anaqueles y las armaduras de los guerreros. Pero ver la luz blanca proveniente de Alice fue todo lo que Hent necesitó para levantarse de golpe.
La mujer seguía sentada, pero estelas fulgurantes daban vueltas a su alrededor como fieles protectoras. La energía que emanaba era tan vehemente que ni con todas sus fuerzas Hent pudo avanzar hacia ella. Su caminar era lento y dificultoso, y con cada paso hacia adelante la brisa huracanada en torno a la mujer lo impulsaba hacia atrás con mayor fiereza.
—¡Maldita seas! —gritó Hent, entrecerrando los ojos. Alice estada de pie y desprendía luces cegadoras—. ¡Soldados del CEMA! ¡No dejen que termine el hechizo!
Los aludidos se levantaron, junto con Terrance, que también reconocía el hechizo y estaba al tanto de su peligrosidad. Pero nada podía hacerse contra ese conjuro una vez empezado, así que solo pudieron ser espectadores impotentes de lo que estaba a punto de suceder.
—¡No...! —jadeó Hent, luchando por avanzar. Trató de lanzarle una daga, pero la fuerza del viento la clavó en la pared contraria—. ¡No te atrevas! ¡Kalandra!
Con los ojos blancos, Alice sonrió antes de decir:
—Magatama...
Todos salieron despedidos hacia atrás. Alice se alzó entre una sucesión infinita volutas blancas, perdió el escaso color que tenía en las mejillas y sus ojos se vaciaron por completo. Las venas terminaron de marcársele en la piel, y al final, prácticamente hecha un saco vacío, regresó al suelo zigzagueando en el aire como una hoja de árbol, liviana y pura.
Ahora solo había silencio... Paz, pero Hent no pudo aguantar la rabia, y además de maldecir a Alice, corrió hacia ella con espada en mano.
Terrance se impulsó hacia adelante para detenerlo, pero fue imposible. Víctima de su cólera, el entrenador argeneano enterró su espada en el estómago de la mujer con toda la fuerza que pudo. Ella dio una arcada, pero eso no fue lo que hizo que Hent volviese a hundirle el filo, sino el hecho de que aquella sonrisa tan fastidiosa seguía en sus labios.
—¡Maldita! ¡Maldita! ¡Maldita infeliz! —se descargó, clavándole la espada una tercera vez.
El cabello de Alice se tornó blanco, y aun con el alma yéndosele en cada respiro, enredó la mano alrededor de la de Hent antes de decir sus últimas palabras, siempre con su eterna sonrisa.
Fueron solo tres palabras... un susurro débil y quebradizo pronunciado con la muerte encima.
Fue tan suave que Terrance ni lo escuchó, es más, había apartado la vista con desinterés. Sin embargo, el gruñido de su compañero lo hizo enfocar los ojos en la escena nuevamente. Ahora el argeneano desmenuzaba el cuerpo de Alice con su espada. Los cortes eran erráticos, muy alejados de la precisión y firmeza característica de Hent a la hora de luchar, y eso, junto a sus gritos furiosos y el aura azul reinante, le hizo saber a Terrance que lo que sea que Alice hubiese dicho lo había alterado más de lo normal.
Curioso, el vellano se le acercó para saber qué pasaba. Sus pasos fueron tranquilos y exactamente iguales, como siempre. Lo que no pudo controlar fue su interés mórbido por la masacre. Quería ver el cuerpo con su propio ojo, quería grabarse cada detalle, sobre todo cuando un charco rojo comenzó a extenderse bajo los pies del entrenador argeneano.
Cuando llegó, él lo detuvo, sosteniéndole el hombro con la mirada gacha y sombría. Su agarre era violento.
—¿Qué te ocurre? —se le ocurrió decir a Terrance, moviendo la cabeza para ver el cadáver. La sangre se escurría de la mujer por un sinfín de agujeros, entre los cuales destacaba el que había en su frente; era enorme—. ¿Qué fue lo que te dijo?
—Soldados. —Hent siguió con la vista baja—. Hagan creer que la encontraron en el bosque, que fue atacada por... no sé, algo, un sentiforme.
—No hay sentiformes dentro del campo de fuerza, señor.
—¡Entonces por lo que sea! ¡Pero hagan algo! —La temperatura bajó de golpe con su grito—. Terrance, tú sígueme.
—¿Ahora te toca a ti el papel de impulsivo? —se rio.
—¿Podrías callarte y obedecer?
—¿No vas a responder mi pregunta?
—La desgraciada no dijo nada importante —masculló resentido, volteando a ver el cuerpo—. Lo que sí importa es que lo que dijo nunca se cumplirá.
Terrance prefirió no decir nada, al fin y al cabo no le conveniente que hiciera más frío del que ya había. Hent Lagger era una tormenta nevada cuando lo hacían enojar.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó para romper el hielo.
—Alice dio su vida a cambio de que un hechizo suyo perdurase, y estoy seguro de que es el bloqueo de aura de los elegidos. —Se detuvo un momento—. Significa que solo podremos atraparlos en el baile.
—Asistirán miles de personas, Hent.
—Ya sé. —Lo miró con disgusto—. Y no podemos cancelar el baile porque sería...
—Demasiado sospechoso.
—¿Podrías callarte?
—Te estoy ayudando.
Hent gruñó, pero igual la temperatura se empezó a normalizar. Terrance suspiró de alivio.
—Como sabemos cuál es su plan, vamos a poner vigilancia en cada entrada. También dentro. Así no va a haber rostro que los guardias no vean.
—Detección a la antigua... ¿Crees que funcione?
—Es el último recurso que nos queda, vigilancia masiva. —Hent se mordió una uña. Era la primera vez que se veía tan alterado—. Pero tampoco podemos ser tan obvios, con los terremotos el pueblo ya ha tenido suficiente. No hay que darles más razón de sospechas.
—No te precipites. —Terrance le dio una palmada en el hombro en un intento por mostrar compañerismo—. Esta noche acabará, y empezaremos una nueva vida. —Le extendió la mano—. Por la nueva era, Lagger.
Hent suspiró, apretándole la mano de mala gana.
—Por la nueva era, Cassan.
El color azul de las paredes del pasillo en el que estaban tenía un tono oscuro, solo un poco disminuido por la luz de la ventana frente a ellos.
Aun así, por lo menos para Larry, sus alrededores eran deprimentes. Como no había nadie además de ellos, se permitió apoyarse contra la pared al sentir que las piernas le flaqueaban. Primero creyó que eso sería suficiente para calmarse, pero apenas se recostó, el peso de la tristeza lo hizo venirse abajo.
Dio contra el piso como un peso muerto, llorando a mares mientras negaba con la cabeza. No quería perder a Alice antes de tiempo, ella había sido una hermana mayor para él desde su ingreso al departamento de hechicería, y el riesgo de estar sin ella lo hacía sentir perdido. Perdido entre un mar de lágrimas que le nublaba la visión.
—Hey, hey. —Una figura borrosa que reconoció como Norian le puso una mano en el hombro—. Tranquilo, estamos aquí.
—L-lo siento.
—Está bien. —Lessa se sentó a su lado y lo abrazó. Él relajó los músculos para dejarse envolver, sintiendo caricias en la espalda y el temblor de la chica—. Yo también estoy preocupada.
Larry la abrazó devuelta, buscando en su cuerpo ese pilar que necesitaba para recomponerse. Un incendio doloroso se le extendía desde el corazón hasta el resto del cuerpo, pero las caricias de Lessa junto a las palabras de Norian ayudaban a apaciguarlo. Era la primera vez que, por lo menos frente a ella, dejaba ver esa faceta tan emocional suya.
Pero estaba bien.
Necesitaba de su ayuda a veces.
Larry suspiró, y un poco más calmado, alzó la cabeza para ver a la joven que lo consolaba. También había lágrimas en sus ojos, así que para devolverle el favor le secó las mejillas con el pulgar. También le pasó un mechón detrás de la oreja.
En el proceso detalló el pasillo con más profundidad y los ojos se le abrieron de golpe. Reconocía ese sitio a la perfección, había pasado tantas veces por ahí que era imposible no reconocerlo.
No tardó en separarse de Lessa de un brinco.
—¿Q-qué pasa?
—Mira. —Larry le movió la cabeza para que viera las pinturas de flores en la pared—. Estamos...
—Cerca de la habitación de la señora Main —completó, levantándose. Volteó a ver al resto con una sonrisa—. Por eso Alice dijo que habría ayuda, nos mandó aquí a propósito.
—¿Quién es la señora Main? —preguntó Norian.
—Nuestra maestra —dijeron los argeneanos al unísono, sonrientes.
Norian alzó las cejas en señal de buen humor.
—Debemos ir, vamos, vamos. —Lessa le agarró la mano a él y a Larry después de secarse las últimas lágrimas—. Aún tenemos los bloqueos de aura, pero no podemos dejar que alguien nos vea.
Los cuatro se pusieron en marcha.
Lessa y Larry iban a la delantera, mientras que Norian iba detrás junto a Tara, atento a sus pasos y también a lo que había alrededor. No quería ni imaginarse que algún guardia apareciese para alertar de su presencia, o peor, capturarlos. Estaba tan paranoico que no podía dar un paso sin contorsionar el cuello hacia todas direcciones.
Una vez avanzaron por el pasillo, dieron de lleno contra una división en la que Lessa y Larry se encaminaron por el lado izquierdo sin dudar. Aunque nerviosos, no podían darse el lujo de rendirse en un momento como ese, mucho menos cuando estaban tan cerca del cuarto de la señora Main.
Unos metros más bastaron para llegar a su destino, y luego de que Norian se asegurase de que no había nadie cerca, Lessa dio un paso al frente para tocar. Trató de ser paciente, pero los segundos pasaron sin que nadie respondiera. Norian la miró expectante, recostado contra la pared para mantener a raya la inquietud, mientras que Larry alzó los hombros y juntó las cejas en un gesto un poco indescifrable.
Lessa volvió a tocar, incapaz de retener los pensamientos alarmistas dentro de sí. Hent muy bien sabía que su relación con la señora Main era estrecha, y si Alice no lograba retenerlos por mucho tiempo, era seguro que empezarían buscando por personas conocidas.
¿Qué tal si los soldados de Hent habían llegado antes? ¿Le habrían hecho algo a la señora Main? Aunque... en parte era casi imposible, solo habían pasado unos cuantos minutos desde su huida, y para ese momento Hent aún no había entrado a la sala de conjuros. Bueno, eso considerando que ya estuviesen dentro. De ser así a duras penas estaría enviando soldados a revisar.
«Estás paranoica, Lessa» se obligó a pensar, negando con la cabeza. Sin embargo, justo cuando iba a volver a tocar, un grito dentro de la habitación la sobresaltó, seguido de un estruendo.
—¿Está todo bien? —insistió Norian, frotándose los brazos mientras analizaba todo—. Lessa...
—C-creo que algo le pasó a la señora Main. —Empezó a jalar el picaporte, desesperada—. Acabo de escuchar un golpe y...
Un segundo estruendo resonó desde el cuarto, acompañado de un chillido, que por ser más fuerte que el anterior fue escuchado por todos. Larry se tensó.
—Mierda...
—Hent pudo haber mandado guardias aquí, a hacerle daño. —Lessa empezó a patear la puerta—. ¡Ayúdenme a abrir esto!
Larry y Norian acataron la orden, pero por muy fuerte que patearon, la puerta no dio señales de abrirse. Pese a ser de madera resistía sin dificultad alguna las patadas de dos guerreros y un hechicero. Eso hizo que Norian supusiera que estaba mágicamente reforzada. De ser así, solo podría romperse con un ataque de arma mágica.
Sin pensar dos veces, Norian sacó su vara del bolsillo y la encendió. Las lenguas de fuego ardientes iluminaron con fervor el pasillo de colores invernales.
Larry y Lessa palidecieron.
—Apártense —comandó el vellano, sacudiendo el hacha un poco para calentar la muñeca—. ¡Voy a...!
—¡Por Gneis! ¡¿Qué están haciendo?!
Una voz femenina escandalizada lo detuvo, y al girar a ver el origen del grito, vio cómo una mujer regordeta y de cabello azul aparecía en el corredor. Sus ojos compartían el mismo terror de su semblante, pero al distinguirlos a todos, soltó las bolsas que llevaba para acercárseles corriendo.
Norian tomó posición defensiva, pero ver a Lessa y Larry ir hacia ella lo hizo bajar la guardia.
—¡Señora Main!
—Por Gneis, muchachos. —La recién llegada les sostuvo el rostro con preocupación, justo antes de abrir los ojos al máximo al ver a Lessa—. ¿Tú dónde estabas? ¿Sabes lo mucho que he preguntado por ti? ¡Y nadie sabe! Primero te esfumas, luego Hent hace una audiencia en la que no me deja entrar y ahora estás aquí... Gracias a Gneis. —Le besó la frente más de una vez, pero tras analizarla de pies a cabeza volvió a alarmarse—. ¡Tu vestido! ¿Qué demonios te pasó?
—Es... complicado, señora Main. —Larry le sostuvo la mano para calmarla—. Necesitamos su ayuda porque...
—¡Por amor a Gneis! ¿Iban a usar eso contra mi puerta? —La maestra apuntó su dedo incriminatorio hacia el hacha de Norian, quien al quedar bajo ese par de ojos tan autoritario, se encogió en sí mismo—. Niño, no sé quién seas, pero a mi puerta no te acercas con armas. ¡Anda, apaga eso!
—A-ah, bien, bien. —Norian desactivó el fuego y guardó la vara en su bolsillo. Detrás de él, Tara se rio por verlo tan intimidado—. Lo siento.
—Y que no vuelva a pasar, niño.
—Fue mi idea —se apresuró a explicar la exsoldado, consciente de la tortura que implicaba ser el centro de atención de una mirada tan potente como la de la señora Main enojada. Porque podía ser buena y dulce con los niños, pero tampoco iba lejos a la hora de ponerles disciplina—. Escuchamos gritos y golpes ahí adentro, así que pensamos que estaba en peligro.
—¿Peligro yo? Qué va. —Ena bufó, haciendo un ademán para restarle importancia al asunto—. Vamos a hablar adentro, que ahí está...
—Puede haber soldados de Hent, en serio.
—¿Cómo que soldados de Hent? —La tutora se posicionó frente a la puerta para que su aura fuese escaneada—. Cálmense un momento, hablaremos adentro y...
Se escuchó un golpe en el interior.
—¿Oye? ¡De eso hablamos! —Lessa le inmovilizó las manos. La puerta empezó a abrirse—. Puede estar en peligro, déjenos revisar primero.
—¡Pero sí ahí solo está...!
—¡Un riesgo enorme!
—¡Déjenme hablar!
—¡Déjenos ayudar!
—Ehm, muchachos... —Norian interrumpió.
—¿Qué? —inquirió Lessa.
El vellano señaló el interior del cuarto.
Lessa le regresó una mirada llena de duda, pero él solo volvió a apuntar el cuarto para luego apartarse, dándole el espacio que necesitaba para ver. Larry quedó a la expectativa, con el arco de Lessa todavía en las manos y a un lado de su antigua tutora, en cuyo rostro yacía impresa una inusitada diversión.
Curiosa, Lessa soltó a la señora Main lentamente y se asomó, no sin antes pedirle su arco a arco Larry para estar lista en el caso de tener que defenderse del enemigo. Estaba tan empecinada en eso que el arco casi se le cayó de las manos al ver lo que había en la habitación. Pero no por miedo, sino por asombro y una pizca de disgusto.
¿Acaso era posible?
Frente a ella, cierta rubia se mantenía sentada en uno de los sillones más grandes, con los pies inquietos dando pisotones de vez en cuando, y las manos ocupadas pasando las páginas de un libro conforme leía a toda velocidad. Leves chillidos de emoción, semejantes a gritos ahogados, huían de su boca aparentemente cada vez que llegaba a un momento emocionante. Estaba tan ensimismada en su mundo de lectura que apenas se dio cuenta de la aparición de Lessa.
—Zeth —llamó ella, cruzada de brazos. La rubia alzó la vista del libro y le dedicó una sonrisa exageradamente grande, que se deshizo al ver la expresión de la arquera.
—¿Por qué me miras así?
—¿Que por qué te miro así? —Lessa se inclinó hacia el frente—. ¡Huiste de la sala de conjuros! ¿Sabes el riesgo al que te expusiste? Gracias a Gneis que estás bien, pero nos preocupaste, y mucho. Y luego... luego... vienes y nos asustas cuando venimos para acá.
—¿Asustarlos?
—Por Gneis, Zeth. —Larry apareció en la escena con el rostro impregnado en alivio—. ¿Cómo llegaste aquí? Creímos que estaban... atacando a la señora Main.
—¿Y por qué me atacarían? —quiso saber Ena, medio indignada. Le dio una de sus bolsas a Norian y empezó a empujarlos dentro de la habitación—. Ya, ya, entren de una vez, que hace frío. Y me van a contar qué está pasando.
—Yo solo estaba leyendo —se excusó Zeth, alzando el libro con orgullo. Después, con un acento raro y excesivamente enfocado en la «s», dijo—: Me apasiona la lectura.
—¡Eso es una novela erótica!
—¡Mentira!
—¡Zeth! —La señora Main le arrebató el libro.
—¡No se haga la santa, que lo saqué de su biblioteca!
Ella le dio un golpe con el libro.
Después cerró los ojos y suspiró para mantener la compostura.
—Olvidemos esto, ¿bien? —Con la mayor calma que pudo, devolvió el libro a uno de los estantes y se sentó al lado de Zeth señalando a Norian—. Tú, niño, cierra la puerta, por favor. Y ustedes dos —dijo y apuntó a Lessa y Larry, que aguardaban en una de las esquinas—. ¿Me pueden explicar por qué tan preocupados por mí de pronto? Desaparecen y luego llegan haciendo un escándalo.
Habiendo cerrado la puerta, Norian volteó a ver a la argeneana, que a su vez miró a Larry. Estuvieron intercambiándose miradas hasta que una vocecita infantil interrumpió.
—¡Nos están persiguiendo! —explicó Tara, dando un paso al frente—. Los entrenadores de Argenea y Vellania están detrás de mi hermano —dijo y señaló a Norian— y Lessa. No me han querido decir mucho, pero hasta donde sé, los entrenadores causaron la guerra y...
La señora Main le pidió que se detuviera a través de un ademán. Larry, Lessa y Norian se tensaron, mientras que Zeth se apoyó en el espaldar del mueble con las manos tras la cabeza, como la satisfecha espectadora de una masacre.
—¿Que Hent y el entrenador de Vellania iniciaron la guerra? —Miró a Lessa—. ¿Es cierto? ¿Por eso renunciaste a tu cargo?
—¿Hent le dijo?
Ella asintió pesadamente.
Lessa avanzó un paso, buscando en los ojos de Norian y Larry una especie de permiso. Los dos asintieron.
—Señora Main, ¿recuerda lo que pasó en el torneo anual?
Ella asintió, previa a unir las cejas como quien no le halla sentido a lo que escucha.
—Bien, ese día... conocí a Norian, Norian Archer. Guerrero vellano escogido para el torneo. —Lessa lo señaló mientras él daba un paso al frente, sacudiendo la mano en forma de saludo antes de guardarla en su bolsillo de nuevo—. Por primera vez en once años Argenea no ganó, sino que hubo un empate. Fue algo que alteró especialmente a los entrenadores, y cuando estábamos en la enfermería, Norian y yo los escuchamos hablar de que se acercaban desgracias.
—¿Desgracias?
—Catástrofes para ambos reinos —siguió Norian, medio tímido—. Esa noche me infiltré en Argenea para hablar con Lessa.
—Y fue por eso que al día siguiente le pedí un permiso para ir a Vellania —refutó la exsoldado, con las manos juntas hacia el frente. Su posición era como la de un guardia que hace un reporte oral de su jornada, una costumbre muy arraigada en ella—. Fui a ver a Norian e hicimos una alianza. Sé que suena loco, pero tiene que creernos. —La miró de forma suplicante—. Descubrimos un pasadizo secreto en la biblioteca principal del castillo, y ahí encontramos... Encontramos esto. —Señaló los cristales expositivos, que Larry acababa de extraer del bolsillo de su pantalón—. Contienen secretos de ambos entrenadores y la familia real de cada reino. Ellos empezaron la guerra a propósito, señora Main, y como nosotros sabemos eso, quieren matarnos... Además de que... es difícil de explicar, pero...
—¡Gneis existe! —interrumpió Zeth.
—¡No lo digas así!
—¿Qué? ¿No fue lo que me dijeron en el cuarto?
—Gneis existe y somos sus elegidos —explicó Norian, sintiéndose incómodo por la incredulidad reflejada en el rostro de la mujer—. Y parece que ella nos... asignó, por así decirlo, la tarea de destruir el mundo de mentiras que Hent y Terrance construyeron. Lessa tiene razón. Suena loco, pero... es cierto.
—¿Supo de la caída del balcón en la cabina de vigilancia? —Larry se unió al diálogo, y tras recibir un asentimiento de la señora Main, continuó—: Nosotros nos estábamos escondiendo ahí, pero ellos llegaron, tuvimos que contratacar y por la batalla derribamos el balcón. Mi maestra nos salvó y nos refugiamos con ella un tiempo. —Una capa de tristeza cubrió el semblante del chico—. Pero después...
—Hent y Terrance llegaron con sus guardias, así que ella nos transportó hasta acá. Por favor. —Lessa acentuó su carita suplicante—. Queremos asistir al baile para proyectar los cristales y revelar el verdadero rostro de Hent y Terrance, pero necesitamos que nos esconda. Tenemos bloqueos de aura, pero si nos ven...
—Los atraparán —completó Ena.
—Exacto.
La mujer orientó su cuerpo hasta la ventana, absorta en la luz mañanera y la caída constante de los copos de nieve. A un lado, el crepitar de las llamas de una chimenea calentaba gran parte del cuarto, creando una línea muy delgada entre la frialdad y la calidez. Ahí dentro estarían seguros, protegidos, mientras que en el exterior no tardarían en ser capturados por los corazones fríos y desalmados de los entrenadores.
Lessa quiso añadir algo a su discurso, pero justo cuando iba a hacerlo, Ena Main se apoyó en el borde de la ventana. Su habitación estaba en un piso alto, así que la vista debía ser hermosa, pero los jóvenes expectantes no podían ver más que la espalda de la señora Main y los destellos de luz a su alrededor, todos provenientes de la ventana cuyas cortinas ondeaban con ferocidad debido al viento.
Ese soplido invernal, que ahora se les hacía parecido al acercamiento de una sentencia, los abrazó y se aferró a ellos como las garras de un monstruo, uno que quería arrastrarlos hasta la parte de afuera para hacerlos perecer entre aquel frío extrañamente intenso.
Pero a mitad de su agonía, la señora Main cerró la ventana, para luego taparla con las cortinas y voltearse a ver a los jóvenes. A Lessa en específico.
—Cuando oí que habías renunciado a tu cargo me preocupé muchísimo. Estabas desaparecida, Hent no me quería decir nada y... bueno, yo tenía muchas ocupaciones como para buscarte. —Suspiró—. Jamás creí que estuvieras armando una revolución en secreto... y mucho menos que fuera para alzarte contra él. Ya sabes, como tú...
—Lo admiraba mucho. —Lessa se frotó el brazo con pesar y la vista clavada en el piso.
—Eras exactamente igual a él en tantos aspectos...
Lessa se encogió en sí misma.
—Y hoy te ves tan diferente...
La señora Main se le acercó, y al haber disminuido suficiente distancia, le agarró la barbilla para verle los ojos. La mirada de la exsoldado decía la verdad. Esos dos océanos azules, antes congelados y reacios a permitir la entrada de cualquiera, mostraban un brillo de honesta preocupación y estrés, como si por fin la capa de hielo que tenían encima se hubiese deshecho para dejarles flotar libremente en la superficie. Una superficie que no era más que un par de ojos azules hermosos, enmarcados en un rostro fino y suplicante.
—S-señora Main...
—Es la primera vez en mucho tiempo que veo algo en tus ojos.
Ella sonrió. Oleadas de timidez la engullían.
—¿Qué ve?
—Que estás siendo sincera. —La señora Main le haló las mejillas con una fuerza que hizo a Lessa chillar entre risas. Después alzó la vista para ver a Larry y a Norian—. Así que los voy a ayudar, muchachos. Pero no sin que me expliquen bien lo que pasa. Tú incluida. —Señaló a Zeth—. ¿Dicen que Hent y Terrance iniciaron la guerra?
Asintieron, todos menos Larry.
—¿Por qué?
—Si quiere, se lo podemos mostrar.
—Y aprovechamos para probar los cristales —concordó Norian.
La señora Main asintió, y ante aquel gesto, Larry se apresuró a irse. No era de su agrado mantenerse cerca de los secretos si no era una situación que lo ameritara. Estaba a punto de abrir la boca para excusar su premura hasta que, de súbito, una oleada calorífica empezó a esparcírsele por todo el cuerpo.
Su respiración se descontroló, las piernas le fallaron, y todo eso junto lo hizo estrellarse contra el suelo, cerca del mueble. Al alrededor, las voces de sus compañeros no eran más que gemidos distorsionados, y todos los intentos que hacían de ponerlo en pie resultaban inútiles. No quería que lo tocaran, no cuando una llamarada voraz se abría paso por sus venas quemándolo todo.
Podía reconocer esa aura... Podía sentirla...
Los ojos empezaron a brillarle en naranja, y justo cuando creyó que ya había tenido suficiente, algo en su bolsillo trasero empezó a arder. Fue tan doloroso que tuvo que lanzarlo lejos todo lo rápido que pudo, y para su sorpresa, tan pronto lo hizo, su cuerpo se normalizó. Podía respirar bien, el corazón le latía correctamente, el calor en sus venas parecía haberse... ¿desvanecido? No, aún estaba ahí, podía sentir pequeños rastros recorrerlo en el fondo, pero como por fin podía ver con calma, se sintió más curioso por saber qué era lo que había tirado lejos.
Era el pergamino que le había regalado Alice.
Alice...
«No».
No podía ser.
Ignorando la preocupación de los demás, Larry se levantó como un tornado y revisó con ahínco los ojos de Lessa, Tara, Norian y hasta de Zeth. Con cada chequeo, los dedos le temblaban con mayor ímpetu, y cuando hubo terminado su análisis, se lanzó con furia hacia el papel que segundos antes había lanzado lejos de sí.
«—Ábrelo cuando me extrañes».
La expresión se le fue desmoronando conforme le daba sentido a las palabras en el papel, y sin poder soportarlo, empezó a sollozar. Sentía que iba a ahogarse entre todas esas miradas curiosas y preocupadas, en la armadura de dolor que le encogía los órganos. Estaba tan abrumado que no dudó en huir directo a la sala contigua y cerrar la puerta tras de sí.
Norian puso un pie delante del otro con la intención de seguirlo, pero Lessa se le adelantó y lo detuvo.
—Hablaré con él, mientras tanto muéstrale los cristales a la señora Main —pidió, mirándolo desde la puerta por la que Larry se había ido, justo antes de lanzarle los cristales y poner su arco en el mueble. Él asintió, y complacida por la respuesta, la exsoldado volteó a ver a su antigua tutora—. Usted quédese tranquila, yo iré a verlo. Norian le mostrará los cristales para que entienda. Y tú, Zeth. —La señaló—. Más te vale ser discreta.
Dicho eso se adentró en el otro cuarto, así que Norian, que acababa de perder su último enlace con la mujer que tenía enfrente, no pudo evitar hacerse chiquito. La señora lo miraba con tanto detalle que su única forma de escapar fue recoger el papel que Larry había tirado.
La caligrafía era apresurada, pero igual alcanzaba a leerse bien.
«Esta es tu herencia, mi estudiante favorito. Transferiré un hechizo a tu interior y será todo tuyo.
Representación remota de la realidad.
Ejecútalo en una superficie reflectante y podrás verlo. Espero que les ayude.
Ah, y hazme el favor de llevarlo al Comité Máximo de Hechicería de Argenea por mí, ¿sí? Aplaudiré tus logros en compañía de Gneis. Te quiero.
-Atte: tu maestra favorita».
Norian bajó la cabeza, debilitado de pronto. Estaba triste, pero en serio no quería dar cabida a las suposiciones de su cabeza, no cuando la señora Main y Tara parecían ansiosas por codificar su reacción. No quería que se entristecieran por una noticia aún no confirmada...
Esforzándose por guardar toda la discreción posible, puso el papel en su bolsillo y se agachó para proyectar los cristales.
Lessa había entrado a una biblioteca. Las paredes blancas estaban cubiertas de estantes que exhibían libros de todos los colores, y más abajo, en el piso, figuraba una alfombra que cubría toda la superficie con un diseño de espirales azules.
Los ojos de Lessa escrutaron la habitación hasta dar con los sofás individuales ubicados en una de las esquinas más lejanas a ella. Larry se había tirado en uno de ellos y mantenía una postura extraña, con las rodillas en el piso y el resto del torso apoyado en el asiento. Tenía el rostro hundido en el cojín, pero de igual forma su llanto era audible para Lessa.
—Larry...
Él no respondió, ni mucho menos hizo algún ademán. Siguió llorando sin consuelo hasta que la arquera corrió hacia él para envolverlo en sus brazos. Nadie dijo nada, pero la pesadez que sentían era más que palpable.
Apenas la sintió tocarlo, Larry se dejó llevar y se tiró en sus brazos, hundiéndosele en el cuello mientras se le aferraba a la cintura. Ella lo sostenía fuerte, podía sentirlo, pero los nervios y el dolor lo hacían pensar que, de no sostenerla, terminaría cayendo en un agujero profundo e interminable.
Percibir la necesidad en su agarre instó a Lessa a abrazarlo más fuerte, aún sin pronunciar palabra. Antes era costumbre entre los dos consolarse en completo silencio, sin forzar al otro a decir algo. Eventualmente las palabras iban a fluir y la paz reemplazaría el dolor.
Ahí estaban de nuevo los dos, refugiados en la seguridad de su habitación secreta, con el piso lleno de gasas ensangrentadas y un silencio fantasmal rodeándolos. Larry no necesitaba palabras para saber que Lessa estaba enojada, al igual que ella tampoco requería de un diálogo explícito para saber que la preocupación burbujeaba dentro del muchacho.
Ella se limitó a curarle las heridas como hacía siempre, sin importar que él le hubiese dicho que ya era muy bueno haciéndolo solo. La terquedad era una de sus cualidades natas.
Con cada frote contra la gasa, Larry se removía en su asiento, adolorido. Pero estaba consciente de que, de no dejarse curar, las consecuencias serían peores. Por eso aguantó la incomodidad, sosteniendo su camisa hacia arriba para que Lessa pudiese limpiarle los cortes que algunos bravucones le habían hecho con una navaja.
No era muy popular entre los niños... Se burlaban de él por pasar tanto tiempo en el aula de lectura. Incluso intercambiaba sus horas de jugar por ir a leer, contrario a Lessa, que amaba ir a jugar a la pelota.
Para ella era más sencillo, pues su carácter fuerte la hacía respetable entre los demás. Nunca nadie se atrevería a meterse con ella después de verla dándole una paliza a uno de los niños más fuertes de la guardería. Desde entonces la conocían como el torbellino de Argenea, y como descubrieron que Larry era importante para ella, se metían con él para molestar.
Y claro, también porque Larry no les agradaba.
—Lo siento —murmuró el muchacho—. Sé que me dijiste que me defendiera, pero ellos son muchos y...
—No estoy molesta contigo. —Lessa le sostuvo el rostro entre las manos—. Estoy molesta con ellos. ¡Les dije que...!
—C-cálmate. —Larry le sostuvo la mano—. ¿Por qué no le decimos a la señora Main?
—Dijeron que te harían cosas peores si le decíamos.
—Buen punto... —El pequeño Larry suspiró pesadamente, enfocado en el meneo de sus pies—. Hace tiempo que no duermo bien.
—¿Y si te disfrazo para colarte en el aula de niñas? ¡Podrías dormir conmigo!
Larry rio.
—Es la segunda vez que lo dices, y ambos sabemos que no va a funcionar.
—¿Y si me meto yo en el aula de niños? —se ofreció, poniéndose la mano bajo la barbilla. Larry negó con la cabeza, sonriente— Ay, ¿por qué no?
—Tampoco funcionaría. Además... —Calló.
—¿Qué?
El chico le regresó una mirada imbuida de intranquilidad.
—Cumplo nueve este mes.
—¿Y?
—Lo dijeron en las clases: a los nueve años nos transfieren a algún departamento. S-significa que cuando sea el día... vendrán por mí. De por sí... hoy escuché a la señora Main hablando con la jefa del departamento de hechicería, me estaba recomendando. —Juntó las cejas con pesar—. No quiero irme, Lessa. No quiero estar solo.
Una lágrima desobediente surcó el rostro de la joven, pero la secó de inmediato.
—No vas a estar solo —declaró, dándole una palmada amistosa—. Cuando cumpla nueve, haré que me metan en el departamento de hechicería, contigo.
—¿C-cómo?
—Ya verás, si me eligen en cualquier otro, seré insoportable. ¡Me portaré tan mal como pueda! —Lo miró con una sonrisa ufana, apretando el puño—. Haré tantas travesuras que me cambiarán de departamento y estaré contigo. Soy demasiado increíble de todas formas.
—No te arriesgues así. Los que no son útiles son desechados, y si se cansan de ti, no durarán en...
—Eres demasiado paranoico. —Lessa le dio un coscorrón cariñoso, sonriente—. Siempre estaremos juntos, no importa qué.
Él sonrió entre su tristeza.
—¿Crees que podamos?
—Es una promesa, tontito. —Le extendió la mano—. ¿Juntos por siempre?
—Bien —dijo aceptando el apretón—, juntos por siempre.
—Ahora deja de asustarte, porque te voy a proteger de todo. Hasta el final.
—¿Sabes? —Un leve carmesí apareció en las mejillas del chico—. Eres mi mejor amiga.
Ella ladeó la cabeza y sonrió.
—Y tú mi mejor amigo.
Lessa lloró al recordar esos momentos, sintiéndose culpable. Si no hubiera confiado tan ciegamente en Hent jamás se habría distanciado de Larry, nunca habría roto su relación. Pero no había sido así, y luego del accidente se distanciaron, así hasta que sus caminos se volvieron a cruzar hace dos años, pero no de la misma forma. Lessa había cambiado para mal y dejado a un lado su promesa.
Pero aún no era demasiado tarde para protegerlo.
—Lo siento —habló la exsoldado, a la vez que lo abrazaba más fuerte. Había empezado a llorar—. Siento haberme distanciado de ti por un tiempo... Siento todas las veces que no te hice caso cuando me dijiste que Hent me hacía daño. Siento casi nunca haber ido a tus competencias. Siento haber roto nuestra promesa, Larry. —Le acarició la espalda—. Pero ahora... Ahora estoy aquí para ti, y te juro que voy a protegerte. De todo. No tienes que temer nunca más.
Él lloró más fuerte.
—Estoy aquí. —Ella empezó a mecerlo de atrás hacia adelante, como una madre que busca calmar a su bebé inquieto—. Estoy aquí, aquí, y de ahora en adelante siempre estaré aquí...
—G-gracias. —Larry despegó la cabeza del hombro de la chica. Tenía toda la cara llorosa, así que Lessa se tomó la libertad de secársela con el pulgar—. Como en los viejos tiempos, eh.
—Como en los viejos tiempos...
Larry se sorbió la nariz, decaído. Un brillo lánguido reinaba en sus ojos, y en lo que respecta al resto de su semblante, estaba sumido en una palidez enfermiza. Era como si algo en su interior lo estuviera matando, una noticia que no quería compartir, pero que al mismo tiempo se sentía en la obligación de comunicar. La mirada de Lessa fue tan dedicada y paciente que no pudo soportar más tiempo sin decírselo.
—Alice murió.
La chica dio un respingo, abriendo los ojos con sorpresa. Se veía tan agitada y confundida que Larry tuvo que explicar más a fondo.
—E-ejecutó magatama... —sollozó contra su cuello—. E-es, es un hechizo en el que das todos tus años de vida para que se mantenga algún conjuro, y c-como aún tenemos los bloqueos de aura, Lessa, como aún tenemos los bloqueos de aura, estoy seguro de que...
—No. —Ella le alzó la cabeza—. ¿Qué te hace pensar que está muerta? ¿Y si seguimos con los bloqueos porque está viva?
Él negó con la cabeza, sonriendo con nostalgia. Ríos salados le mojaban las mejillas.
—S-sé que está m-muerta, porque... —Tembló—. Porque en la sala sentí parte de su energía dentro de mí, e-ella... E-ella de seguro sabía que Hent nos iba a encontrar y puso un sello en mi alma, me heredó un hechizo suyo. Y ya lo puedo sentir en mi interior. —Las lágrimas lo detuvieron por un instante—. Significa que murió, Lessa, está muerta... ¡Está muerta! L-la mataron...
Lessa lloró en silencio antes de abrazarlo más fuerte. Una tormenta fúrica había empezado a recorrerle el cuerpo, una que no podía apaciguar ni con toda la concentración posible. Las cosas se habían vuelto personales, se sentía impotente, derrotada. Hent y Terrance jugaban con la vida de otros como si fueran simples objetos.
—E-ella siempre decía que... —Larry se sorbió la nariz, sonriendo entre las lágrimas. Tenía los ojos perdidos—. E-ella siempre decía que su muerte iba a ser épica, decía que iban a recordarla como un personaje ilustre en la historia. «Alice Kalandra, la mejor hechicera del año». Ella soñaba con eso, con ser una heroína. —Se rio con amargura—. Creo que al final lo t-terminó siendo, pero de una forma trágica.
El llanto de Lessa, aún silencioso, cobró más fuerza.
—Tienes que lograrlo —suplicó Larry, con las manos vueltas puños—. Tienes que ganarle a Hent y a Terrance, no puedes dejar que el sacrificio sea en vano. Por favor.
—Lo lograremos, es una promesa —repuso contra su oído.
—Y tienes que decírselo..
—¿Ah?
Larry apretó la muñeca de la joven, justo en donde estaba la pulsera que le cubría la marca en forma de corazón.
Ella se sorprendió, pero al asumir que Larry había unido cabos con lo que Hent y Terrance habían dicho en la cabina de vigilancia, se calmó un poco.
—¿Me prometes que lo vas a hacer?
—L-lo que pasa es que...
—¿Todo bien aquí? —Norian abrió la puerta de pronto e introdujo la mitad del cuerpo en la habitación, pero al ver que Larry tenía los ojos húmedos, consideró que lo mejor sería irse.
Eso hizo él, retroceder sobre sus pasos, pero la señora Main se adentró en la biblioteca con tal frenesí que lo terminó empujando hacia adelante. Luego se apresuró a abrazar a Lessa y Larry.
—Vi todo —dijo así sin más, secándole las lágrimas como la madre que siempre había sido para ellos—. Y no lo duden, claro que tienen mi apoyo. Pueden quedarse aquí.
Los dos agradecieron entre hipidos.
—Vengan acá. —Ena los abrazó y enfocó la vista hacia el lado izquierdo, en donde Norian caminaba disimuladamente hacia la salida—. Tú también. —Con un chasquido lo atrajo hacia sí para envolverlo con los demás.
—¡Abrazooo! —Zeth apareció por el umbral de la puerta y se les lanzó encima.
Norian chilló de la agonía, tratando de escapar del encuentro empalagoso. Pero cuando menos se lo esperaba, su hermanita también se unió. Se le tiró encima y le sacó el aire, así que el vellano se tuvo que resignar a su nueva situación: abrazado a esas personas que acababa de conocer.
Pero a pesar de todo...
Eran sus amigos.
«Amigos».
Norian sonrió, y sin querer resistirse más, se unió al abrazo de buena gana. La burbuja de calidez que habían creado era reconfortante.
—Bueno, bueno, ya. —La señora Main los soltó—. Voy a hacer comida, mientras tanto les traeré chocolate caliente y sábanas, ¿está bien?
Los jóvenes asintieron, contemplando el caos invernal a través de una de las ventanas. Agradecían profundamente no estar del otro lado.
El bullicio de las personas y el desorden eran cosas que Hent Lagger odiaba en demasía, mucho más en una situación de estrés. Por eso ahora, que caminaba por los pasillos acompañado de Terrance y un séquito de soldados, sin haber dormido bien y con la mente a rebosar de estrategias, no podía evitar que el ceño se le frunciera a causa de la algarabía cada vez más fuerte del pueblo.
Tanto la servidumbre como habitantes alejados del castillo lo rodeaban, exigiendo respuestas entre una mezcolanza de voces indistintas. A duras penas podía entender algunas preguntas relacionadas a los terremotos recientes. Pero como no le era factible confesar lo que realmente sucedía, se limitaba a alzar la mano para pedir calma mientras continuaba el camino, solemne y ajeno al disturbio que se hacía cada vez más grande.
No fue hasta que entraron a la sala de reuniones que pudo respirar tranquilo. Se recostó contra la puerta instantes después de haberla cerrado, apretó los párpados y tomó un poco de tiempo para respirar y estabilizarse. Poco a poco las voces en la parte de afuera se enmudecieron por el hechizo silenciador de la sala de reuniones, dándole paso a un reconfortante silencio en el que Hent por fin pudo abrir los ojos y mirar a Terrance.
—¿Ya acabó tu crisis nerviosa? —La intención del vellano fue burlarse, mas su tono no lo puso en evidencia.
—Nos estamos quedando sin tiempo. —Hent caminó hasta la mesa, en donde reposaban montañas de papeles—. Estas son las quejas que los habitantes han estado enviando, quieren que el departamento de defensa actúe... No se van a detener hasta conseguir una respuesta.
—Cálmalos con el baile. —Terrance apareció a su lado, deslizando el dedo hacia una de la pilas. La prendió en llamas—. ¿Esta es una estructura anti-sismos, no? Hay que usar la catástrofe a nuestro favor. Como pondrás soldados en todas partes para vigilar a los elegidos, incluso en el bosque, podemos decir que son para una operación relacionada con los terremotos, que se ejecutará durante el baile. Ellos estarán seguros mientras nosotros resolvemos el problema.
—Que realmente es deshacernos de los elegidos...
—Exacto. —Miró a su compañero. En sus ojos se reflejaba el fuego que consumía los papeles, representación de su espíritu voraz—. Pero ellos no tienen por qué saberlo.
Hent sonrió.
—Me gusta.
El sonido de las puertas siendo arrastradas y el coro de voces molestas del exterior los sobrecogieron de repente. Hent no tardó en voltearse, y vio así que cuatro personas se metían a la sala de reuniones sin atender los reclamos de los guardias.
—¡No pueden estar aquí!
—¡Retírense, por favor!
Pero no eran cuatro personas cualesquiera, eran los integrantes del GIANM. Se habían abierto paso por la muchedumbre ansiosa y los guardias aguerridos solo para hablar con Hent. Destilaban convicción, pero al mismo tiempo derrota, como si fueran animales enojados por la pérdida de uno de los suyos.
Hent pudo comprobar sus sospechas al contarlos. El líder no estaba.
Interesado, hizo un ademán a los guardias de la puerta para que dejaran en paz a los investigadores, y les pidió también que se fueran y cerraran la puerta para evitar el ruido. Sentía un retorcido interés por descubrir la razón de la ira en los ojos de Ava, la segunda al mando, que se le acercó con fiereza atronadora.
Ni ella ni ningún otro integrante del GIANM estaba usando el informe de siempre, sino uno completamente blanco. Atuendo de luto.
Hent tomó asiento como un espectador impaciente justo antes de que Ava pusiera un papel sobre la mesa. Terrance había apagado el fuego hace un rato.
—Un informe detallado de la situación —explicó la mujer, estoica—. Para que alerte a ambos reinos de que esto es más peligroso de lo que parece. Necesitamos un plan de emergencia en el caso de que empeore, que es lo más seguro.
—Entiendo el compromiso del GIANM. —Hent respondió con sutil cordialidad—. Pero mi compañero y yo tenemos todo controlado, no hay necesidad de...
—¡Perdí a mi hermano ayer! —Una voz masculina resonó en la sala, colérica. Era de Lucas, ahora el único integrante adulto del GIANM aparte de Ava. Se había acercado para mirar a Hent—. Murió durante la excursión de hicimos, una excursión a favor de los reinos, ¡de la paz! Para que personas como usted pudieran hacer algo al respecto, así que por favor, lo menos que puede hacer es tomarnos en serio si no quiere que algo malo le pase.
—¿Me estás amenazando, Lucas?
—¿Usted qué cree?
—Creo que no tengo que mencionar que interferir en los deseos de un superior va contra la ley, ¿o sí? —Hent dibujó un círculo con su dedo sobre el informe que le acaban de dar, sin siquiera mirar al hombre—. Y tú, Ava, como nueva líder del GIANM deberías mantener a raya a tus subordinados.
—Son mis compañeros, no subordinados.
—¿Qué sentido tiene liderar con empatía?
—Creo que la respuesta va más allá de su comprensión, señor Lagger.
—Con todo respeto, Ava, no creo que esté en posición de desafiarme, ninguno de su equipo. —La miró con una extrema frialdad. Ella seguía inclinada sobre la mesa—. Entonces, para evitar una mancha en su expediente, ¿qué tal si olvidamos esto y se van? Porque el GIANM sigue en período de prueba...
Ava contrajo los músculos, al parecer reteniendo la ira en su interior. El trabajo se le hizo difícil hasta que Lucas se le acercó para acariciarle el hombro y bajar por todo su brazo para despegarla de la mesa.
—Vámonos —le susurró—, no lo vale.
Ava asintió con pesar para luego darse la vuelta, no sin antes mirar con disgusto a los dos entrenadores. Después chasqueó los dedos para que el resto de integrantes la siguiese. Sin embargo, justo cuando iban a cruzar la puerta, una última provocación de Hent los detuvo.
—Por cierto, Lucas. Mi sentido pésame por lo de tu hermano.
El aludido volvió las manos puños.
—Gracias —repuso entre dientes.
—Pero les tiene que quedar claro que Hugo murió en el cumplimiento de su deber. —Hent hizo una pausa tétrica en la que los investigadores voltearon a verlo—. Por eso será mejor que se cuiden si no quieren pasar por lo mismo.
Lucas dio un paso al frente.
—¿Nos está amenazando, señor Lagger?
—¿Tú qué crees?
Lucas amagó con acercarse, pero la mano de Ava alrededor de su brazo lo detuvo. Ella tenía razón, no era necesario. La miró en señal de disculpa y de inmediato siguió el camino con ella hacia la salida. Los ojos de Hent los siguieron hasta que atravesaron la puerta.
—¿Por qué los provocaste? —habló Terrance.
—Son investigadores, y no me conviene que metan sus narices en nuestro asunto. Por lo que leí en su informe, ya saben que hay una zona sentiral no documentada en las fronteras. —Hent le pasó la hoja a su compañero—. Aunque no creo que descubran las implicaciones de Gneis en esto, siempre es mejor cuidarnos las espaldas. Quémalo.
—¿Las demás quejas también?
—Las demás quejas también.
El vellano obedeció mientras su compañero iba hacia la ventana. En sus ojos se reflejaron las piruetas de los copos de nieve, pero también otra cosa: miedo. La primera vez que Hent Lagger dudaba de sí mismo.
La señora Main les dio de desayunar, y como ninguno había comido como debía ser desde hace un buen tiempo, se devoraron todo de a bocados atroces, sobre todo Zeth, que se ganó un golpe en la frente de la señora Main por hablar con la boca llena. Poco después recibieron mantas para protegerse del frío, acompañadas de una merienda: galletas y chocolate caliente.
Al recibir una bebida que no era su típico jugo en caja, Tara hizo una mueca, pero luego de dar los primeros sorbos terminó enamorada del sabor. Se bebió tres vasos de un golpe, y se hubiese tomado otro de no ser porque Norian le puso carácter a último minuto.
—Demasiada azúcar en un día.
—¡Por favoooor!
—No.
—¡Me debes regalos!
—Cuando vomites en el baile no me vas a venir llorando.
—¿Entonces sí puedo ir?
—Depende de cómo te portes.
Tara cruzó los brazos con suficiencia, como quien tiene un último truco bajo la manga. Pero luego de unos segundos de miradas potentes, no pudo doblegar a su hermano. Como último recurso miró a Lessa, pero ella alzó los hombros para huir de la situación. Entonces, derrotada, Tara se fue a sentar en uno de los muebles y terminó quedándose dormida.
Norian se acostó a un lado de ella y se durmió también. Pese a sus palabras de cuando despertaron, a Lessa le constaba que no había pasado buena noche, de por sí ella tampoco, así que sintió un sutil alivio al verlo de verdad relajado. También se le hacía tierno ver su cuerpo convertido en un pequeño bulto bajo una cobija.
—Entonces, ¿tú también eres de esas que se fascinan por los vellanos?
La voz de la señora Main la sobresaltó, y al voltearse se dio cuenta de que la estaba mirando desde la mesa cercana a la cocina, oculta tras el vapor de su taza de chocolate. Las mejillas de la menor enrojecieron al sentirse expuesta.
—¿Desde cuándo está ahí?
—Suficiente tiempo para sorprenderme.
—¿P-por qué? —Se encogió de hombros, y como estaba sentada en el piso, se vio más pequeña de lo normal.
—Mm, quizá porque lo estás mirando mucho.
—Solo lo estoy cuidando...
La mujer sonrió con picardía, y Lessa agradeció profundamente que Zeth estuviera con Larry en la biblioteca. No quería más ojos insinuantes.
—No me mire así, señora Main. —Lessa se levantó para sentarse junto a la maestra. La sábana a su alrededor, que arrastraba con cada paso, la hacía ver como una niña jugando a la princesa—. Norian y yo somos compañeros, y como compañera estoy...
—Comiéndotelo con la mirada.
—¡S-señora Main!
—Lessa Astral, siempre tan reservada. —La señora dio un sorbo a su taza de chocolate—. No tienes que esconderlo, en mi época los jóvenes hacíamos mucho más que mirar.
Lessa hubiese replicado por la insinuación de no ser por el decaimiento en la señora Main. La sonrisa se había borrado, y la chispa jovial en sus ojos acababa de emitir el último destello.
Lessa le tomó la mano y la mujer prosiguió:
—Luego llegó el hundimiento... con la guerra, el hambre, el terror. No había lugar en donde no hubiera muerte...
Lessa, al no saber qué decir, le acarició la mano a modo de consuelo. Ena le sonrió con los ojos cristalizados.
—Pero no me mires con esa carita, que no la pasé tan mal como otros. —Intentó sonreír sin resultado—. Mis padres, ellos... se alistaron en las filas de defensa a cambio de que las autoridades me diesen protección. Viví unos años decentes hasta que murieron y, ya sabes. —Se sorbió la nariz—. Dejé de importarle a los del castillo.
—¿Q-qué hizo después?
—Ofrecer mis servicios como niñera. —Aquello lo dijo con el ánimo repuesto, lanzando una mirada soñadora hacia el infinito—. Tenías que tener algún trabajo para que el castillo te protegiera, así que algunos huérfanos eran reclutados para estar en la servidumbre. Yo aproveché la oportunidad para cuidar a los más pequeños y enseñarles educación básica. —Recostó la cabeza sobre su puño—. Así empezó la iniciativa de las escuelas... Pero ahora me siento sucia por eso.
—¿Por qué?
—Desde hace casi un siglo le repito a los niños que la guerra empezó porque intentamos defendernos de Vellania, porque mataron a nuestro príncipe. —Una rabia repentina se había apoderado de su voz—. Cuando realmente esas ratas inmundas de Hent y el otro entrenador inventaron eso para manipularnos a su antojo. Les debería dar vergüenza. —Cerró los ojos, negando con la cabeza—. Por eso dije que iba a ayudarlos, para acabar con esto de una vez por todas.
—Gracias. —Lessa le acarició el brazo para calmarla. Así logro que deshiciera sus puños—. Se lo prometí a Larry y ahora también a usted. Haremos justicia, el mundo será como antes de la guerra.
La señora Main sonrió entre las lágrimas, con la picardía recuperada. Señaló con la boca a Norian y dijo:
—¿Entonces vas a hacer algo con ese chico además de mirarlo?
—No es momento para esas cosas...
—Solo estoy jugando. —Le besó la frente. Sus mimos siempre iban cargados de consuelo—. Estoy muy, muy orgullosa de ti.
Lessa sonrió, sin poder evitar que unas pocas lágrimas le humedecieran las mejillas. Se sentía conmocionada, pero al mismo tiempo repleta de temor. Su plan de exponer la verdad dependía de variables que podían no ser como ella había previsto, y si una de ellas fallaba, por más mínima que fuera, todo se vendría abajo. Desde la huida de la sala de conjuros, un cúmulo de preocupación había estado agrandándose dentro de ella, hasta ese momento, que lloraba entre los brazos de su tutora para desahogarse un poco.
—Tengo miedo, señora Main...
—Lo sé.
—E-estoy muy, muy preocupada.
La mujer hizo un ruidito de afirmación para indicar que le había entendido.
—Realmente... Realmente no quiero que nadie más salga herido por lo que estamos haciendo...
—¿Alguien más?
—La maestra de Larry murió protegiéndonos, después de enviarnos para acá. —La voz de Lessa se quebró—. Y-y sé que fue su decisión hacerlo, pero igual me siento responsable. Siento que por nosotros, ella...
—Oye, oye, está bien. —Le secó las lágrimas—. Inhala...
—E-exhala.
—Inhala...
—Exhala.
—¿Un poco mejor?
Lessa meneó la palma de su mano.
—Bien, te traeré algo de tomar. Él te hará algo de compañía mientras tanto.
—¿"Él"?
La señora Main señaló un punto al lado de la chica. Al voltearse, Lessa se encontró con Norian de pie a pocos centímetros de ella. Tenía los brazos cruzados y la cabeza inclinada, una pose que, si bien era un poco intimidante, perdía el encanto gracias al revoltijo pelirrojo en su cabeza y el sueño en sus ojos entrecerrados.
Lessa se puso de pie y le sostuvo la mirada por poco más de dos segundos antes de que el chico abriera los brazos, como dándole la bienvenida. Ella se apretó contra él y fue inmediatamente envuelta en su calor.
Norian tomó asiento en una silla, y solo bastaron gestos para que la argeneana se sentase en sus piernas, reposando la barbilla en su hombro. Él imitó el gesto antes de empezar a acariciarle la cabeza a un ritmo constante y paciente.
Ena Main sonrió del otro lado de la mesa, enternecida. Y como no quería interrumpir mucho la escena, en silencio llamó la atención del muchacho y gesticuló un «cuídala» en voz baja, pero moviendo los labios lo suficiente como para que él pudiera entender.
Norian asintió, sonriente, antes de besar el cuello de Lessa y seguirla acariciando. Ella reaccionó alzando la cabeza para juntar sus frentes.
—Relájate un poco... —Norian le revolvió el cabello, también pasándole un pulgar por debajo de los ojos—. Sé que necesitas descansar.
Lessa lo miró con ternura.
—Además, te ves un poco espantosa con ojeras.
—¡Norian!
—¿Qué?
Lessa rodó los ojos.
—Estoy jugando, estoy jugando. —El vellano le apretó la cabeza para que volviese a reposar el mentón en su hombro—. Lo que iba a decir es que odio verte tan cansada.
La guerrera sonrió.
—Te quiero mucho, Norian.
—Y yo a ti, Lessa. —La abrazó más fuerte, cerrando los ojos—. Y yo a ti.
Lessa se removió un poco en su sitio, por lo que Norian tuvo que abrir los ojos para ver lo que estaba haciendo. La joven se había empezado a mover para que sus piernas quedaran colgando a cada lado del guerrero, quien por instinto le posó una mano en la cadera y otra más arriba, en su mejilla sonrosada.
Por su parte, ella aterrizó las manos en los hombros de Norian y empezó una caricia suave, de arriba a abajo. Lo hizo varias veces hasta que se atrevió a subir de lleno, sostenerle el rostro y acercarlo más al suyo. Entretanto, Norian puso un poco de presión en su espalda para pegar más sus torsos, así hasta que la distancia fue inexistente.
Sus latidos ya no eran frenéticos, sino absolutamente sosegados. Dos melodías conectadas a través de una cercanía cada vez más prometedora.
Con caricias y besos castos se mimaron entre sí, cuidadosos, como si el otro fuera una piedra preciosa capaz de romperse por un toque demasiado brusco. Así se exploraron con cautela hasta que, en un momento específico, entre besos, sus narices chocaron y los hicieron perderse en los ojos del otro.
Quizás era buen momento...
Norian alargó el cuello hacia la derecha, el sitio por el que había visto irse a la señora Main. Ella estaba en lo profundo de la cocina, de espaldas a ellos y concentrada en batir la bebida que le había prometido a Lessa, tarareando una canción.
Estaban seguros.
Norian asintió con la cabeza para transmitir su mensaje, y al entenderlo, Lessa pegó más su rostro al de él, encogiéndose en sus brazos. El guerrero sintió una llama de ternura encenderse a mitad de su pecho por tenerla tan cerca: ese cuerpecito que, aunque lo igualase en altura, era más angosto y delicado. Sentía que de apretarla mucho podría quebrarla como una figurita de cristal.
«Cuánto te quiero, cuánto te quiero, Lessa...».
Ella se removió para adaptarse al abrazo, así que Norian, asustado de que ella fuese a sentir otra cosa además de sus latidos, le detuvo las caderas y la miró, trémulo de labios. Estaba tan nervioso que Lessa tomó la iniciativa ella sola, inclinando un poco el rostro antes de sostenerle las mejillas y precipitarse contra sus...
—¡Sí!
Un grito de Zeth los sobresaltó, y se separaron de un brinco sin siquiera comprobar si estaba por ahí.
La maniobra fue tan nerviosa y apresurada que Lessa se enredó con el cobertor que llevaba encima, así que Norian tuvo que agarrarla para que no cayera. La silla se tambaleó por la vehemencia del movimiento. Y para colmo, cuando apenas acababan de recomponerse, se dieron cuenta de que su aspecto era demasiado sospechoso.
Tenían las mejillas rojas, la ropa desordenada y el cabello convertido en un caos. Trataron de arreglarse, pero el griterío de Zeth desde la biblioteca los volvió a asustar, sobre todo porque iba acompañado de los pasos de la señora Main. Lo único que hicieron fue sentarse como niños inocentes antes de que Zeth apareciera dando gritos, seguida de un nervioso Larry que, además de apretar un espejo contra su torso, trataba de callarla sin mucho éxito.
Acto seguido, la señora Main salió de la cocina, portando una bandeja con cinco vasos de chocolate caliente. Miraba con extrañeza a los recién llegados a la habitación.
Lessa aprovechó eso para subirse las mangas del vestido y recoger la sábana, que se había quedado en el suelo, mientras Norian volvía a abotonarse el suéter que llevaba sobre su camisa roja. Disimularlo fue fácil gracias al escándalo de Zeth.
Cuando estuvieron decentes, Norian hundió el rostro en la mesa para reírse.
Lessa buscó aguantar la risa, pero no pudo. Terminó riéndose contra una de sus manos, y con la otra libre le dio un golpecito a Norian para que se pusiera serio. Él no obedeció. Lo que hizo fue capturarle la mano para besársela y después entrelazar sus dedos.
Lessa apoyó la mitad del rostro en la mesa, mirándolo. «Idiota» gesticuló en silencio.
«Idiota tú» gesticuló él, esbozando una sonrisa de oreja a oreja. Aún no paraba de reírse, y ella tampoco.
—¡A ver! ¡A ver! ¡Ya basta! —El grito de la señora Main silenció a la rubia, que no solo había estado gritando, sino también moviéndose como un mono inquieto—. ¿Me pueden explicar qué pasa aquí?
—E-es que...
—¡Soy increíble, señora Main! Eso pasa. —Zeth interrumpió a Larry, zapateando con fervor. Era como si algo ajeno a su voluntad se le apoderara del cuerpo cada vez que estaba feliz. Sus ojos incluso resplandecían—. Voy a ser la próxima mejor hechicera de toda Argenea, ¡que digo de Argenea! ¡De todo el mundo! Ya verá, ya verá. Pero tranquila, no me voy a olvidar de usted.
—Zeth...
—¡Departamento de hechicería, allá voy!
—¿Podrías hacer silencio? —pidió Norian, señalando el bultito que reposaba en el sofá, cubierto por una cobija.
Zeth se cruzó de brazos caprichosamente.
—¿Nadie va a explicar lo que pasa? —insistió la maestra.
—Lo que pasa es que... —Larry hizo una pausa, como para seleccionar con cuidado las palabras a utilizar. Apretaba con recelo el espejo entre sus brazos—. Alice me dejó un regalo antes de m-morir, un hechizo dentro de mí para que pudiera ejecutarlo fácilmente. Ella misma lo creó.
La señora Main le puso una mano en el hombro al verlo tan abatido, como si quisiera decirle que si sentía cerca del derrumbe, podía aferrarse a ella. El joven le agradeció con una sonrisa.
—Bueno, ella me dejó un hechizo y en las últimas horas he estado practicándolo con Zeth, con un espejo que encontramos en la biblioteca. Al final nosotros...
—¡Lo logramos! —interrumpió Zeth, brincando de nuevo—. Este de aquí —dijo y señaló a Larry— pensó que mis consejos y porras no iban a funcionar, ¡pero lo hicieron! Soy increíble.
—Sí, sí, Zeth, pero ese no es el punto. —Larry le dio un empujoncito—. Lo importante aquí es que...
—¡Tenemos cámaras!
—¿Cama qué? —interrumpió Norian.
—Como un dispositivo de vigilancia humano, pero mágico. —Zeth se inclinó sobre la mesa, y pese a ser chiquita de tamaño, dio mucho miedo—. Larry, muéstrales, muéstrales.
—Estoy empezando a creer que los libros de cultura humana sí enloquecen a la gente.
—¡Que les muestres!
—¡Shh! —siseó Norian. Zeth le respondió con un mohín.
Mientras tanto Larry prosiguió:
—El hechizo permite ver cosas a la distancia, y... al parecer Alice antes de, ya saben, l-lo que pasó, marcó todas las zonas importantes del castillo. Miren. —Se pasó la mano por el rostro y volteó el espejo para que todos lo vieran. La zona reflectante mostraba una escena, pero no de ellos, sino del salón principal en donde sería el baile. Después Larry pasó el dedo sobre la superficie y la imagen cambió. Mostraba un pasillo, el mismo que habían usado para ir hacia allá. Luego lo hizo otra vez, y la última imagen reflejada fue la de la puerta de la habitación en la que estaban refugiándose—. Es... increíble. A-aún no tiene sonido, pero podemos ver todas las zonas que Alice marcó. ¡Podemos estar un paso adelante del enemigo!
Los presentes guardaron silencio, pero aun así se notaba su sorpresa. La señora Main se había llevado la mano a la boca, y mientras tanto Norian y Lessa se miraban sin saber qué decir. Por su parte, Zeth empezó una ronda de aplausos de bajo volumen, murmurando un «yeeei» bajito y medio tierno.
Lessa se levantó para acercarse al espejo, y al mover un dedo sobre la superficie, no pudo retener un jadeo de sorpresa. La imagen había cambiado y ahora reflejaba otro pasillo.
—Esto significa que podemos saber qué pasillos son seguros, podremos ir al baile sin toparnos con los entrenadores...
Detrás de ellos Norian sonrió, tan feliz que, cuando Zeth lo miró pidiendo permiso, respondió con un gesto de «haz lo que quieras». Así ella pudo armar su griterío salvaje otra vez mientras saltaba de la emoción, todo bajo la mirada de la señora Main, que se reía por sus movimientos y por la forma en que Lessa abrazaba a Larry, casi a punto de ahogarlo.
—Lo vas a matar. —Norian le dio una palmada a Lessa para que lo soltase. Ahí él también lo abrazó, y el aprendiz rodó los ojos—. Gracias, Hathaway.
—Ahora vas a matarme tú...
—¡Yo también quiero matar a Larry!
—¡No, Zeth! ¡Tú no!
—¿Yo puedo?
Esa había sido la voz de Tara. Se acababa de levantar y tenía los mechones alborotados, los ojos lánguidos también.
Larry no se negó a su pedido. Se apartó un poco de la gente para acuclillarse a su altura y ser abrazado por ella. Al terminar chocaron puños.
—¿Por qué están celebrando? —inquirió Tara. Tomó asiento a un lado de Lessa.
—Tenemos algo que nos ayudará a ir al baile. —Norian le acarició la cabeza, riéndose un poco al oírla bostezar—. Creo que deberías seguir durmiendo.
Ella hizo un ruidito de negación.
—¿Por qué no?
—Mira. —La niña se puso de pie sobre la silla para señalar una ventana, a través de la que era visible el horizonte helado de Argenea con algunas salpicaduras rojizas—. El baile empezará pronto.
Norian miró el atardecer un poco sorprendido. Había perdido la noción del tiempo desde que Hent y Terrance le pisaban los talones, y al llegar con la tutora de Lessa, el sueño había sido tal que se quedó dormido por un periodo indeterminado. Apenas se daba cuenta de las horas que habían pasado desde su despertar en la mañana.
—Es a las siete, y son las... —Larry formó una nube de humo frente a él—. Cinco, aún quedan dos horas.
—Tampoco podemos ir cuando apenas empiece, hay que esperar a que se llene y... mierda. —Lessa empuñó las manos.
—¿Qué pasa?
—No tenemos ropa.
—¡Ja! —La risa forzada de Zeth reverberó en todo el sitio, y cuando tuvo todas las miradas encima, ella se dio la vuelta para ponerse a rebuscar en un armario.
—¿Qué estás haciendo?
—¿No les dije que iba a recuperar la ropa? —La rubia se volteó, sacudiendo la bolsa que acababa de sacar del armario. Lo cerró de una patada brusca y se abanicó con aire megalómano—. Las ovaciones para más tarde. Ya sé que soy increíble.
—Imposible. —Norian le arrebató la bolsa de las manos. Cuando sacó la primera prenda, no pudo detener el impulso de revisar más a fondo. Lessa y Larry lo miraban con escepticismo—. ¿Hent y Terrance no se lo llevaron o algo así?
—Nah, ni vieron los bolsos. —Zeth hizo un ademán para restarle importancia al asunto—. Regresé a la cabina de vigilancia y boom, ahí estaban. Agarré lo más importante y me vine para acá.
—Luego de asustarme en el salón de clases —recriminó la maestra.
—Detallitos, detallitos.
—Gracias —dijo Lessa, sonriente.
—Ningún «gracias», mi querida exsoldado. —La sonrisa maliciosa de Zeth deshizo la de Lessa—. Tara y yo aún tenemos que arreglarte. —La señaló enérgicamente—. ¡Así que prepara ese culo, porque estarás sentada frente a un espejo las próximas dos horas!
—¡Lenguaje! —regañó la señora Main.
—Bueno, trasero.
Norian se rio.
—¡Eso también va para ti! —Zeth señaló al vellano—. Más te vale que te dejes arreglar para tu novia y que seas lindo con ella, porque si no, te voy a cortar otra cosa además del pelo.
—N-nosotros no somos...
—Ya, ya, no se alboroten. —La señora Main se puso en el medio del círculo—. Como dijo Lessa, van a ir al baile cuando esté lleno, al menos una hora después. Aún tienen tiempo de descansar. Además —dijo inclinándose hacia la joven de cabello azul, que había reposado la mejilla en la mesa—, la señorita aquí presente no ha dormido desde que llegó.
—No tengo sueño. —Lessa se apresuró a enderezarse—. Y quiero vigilar con Larry, si podemos detectar a los entrenadores tendremos ventaja.
—Norian vigilará conmigo para que descanses —dijo Larry—. Y si te preocupa Zeth, haré que no te moleste.
—Lo dices como si fuera una revoltosa —se quejó la rubia.
—Anda. —Norian le revolvió el cabello—. No quiero tener que luchar contra Hent y Terrance yo solo cuando te quedes dormida.
—No me voy a quedar dormida.
—Ajá.
Lessa rodó los ojos, pero como las miradas de sus compañeros eran casi tan potentes como el sueño, no pudo negarse. Aceptó sumergida en letargo.
La señora Main le dio una palmadita, como solía hacer cuando Lessa estaba más pequeña, y la guio a una de las habitaciones. La mujer tenía la intención de seguirla hasta dentro, pero con un ademán Lessa le dijo que no era necesario. Se metió ella sola.
Justo cuando iba a voltearse para cerrar la puerta, unos brazos le envolvieron la cintura.
Lessa jadeó de asombro antes de sentir cómo unos labios se apretaban contra su mejilla. Ahí sonrió.
—Otra vez el chico fuego está más cariñoso de lo normal.
La arquera creyó que él le seguiría la broma o que al menos se reiría, pero no fue así.
—Es que, bueno, no quiero arriesgarme a, ya sabes, no... —Se rio nerviosamente. Aquello no pudo haber sido más adorable para la guerrera—. No quiero arriesgarme a morir esta noche sin demostrar lo mucho que te quiero.
Lessa abrió los ojos como aros, eso no se lo esperaba. Le dio pavor el simple hecho de que el pelirrojo considerara la muerte como algo probable.
Pero la verdad era que muy errado no estaba, y eso solo alimentó la inquietud de Lessa. Le frotó los brazos como consuelo.
—No vamos a morir, ¿está bien? S-sobreviviremos, ya verás, y bailaremos. —Coló los dedos entre los de él y cerró los ojos. Su tono se volvió desiderativo—. Tendremos más citas sin preocuparnos de que nos maten, como las parejas normales, y...
—Tengo mucho miedo, Lessa.
Ella se mordió los labios. Podía sentir el pálpito frenético de sus latidos pegarle contra la espalda, casi tan raudo como el suyo propio. No supo hacer sino girarse para enterrar la cara en su pecho y abrazarlo tan fuerte como pudo.
Luego de recular algunos pasos por la fuerza con la que la argeneana se le había ido encima, él hizo lo mismo. La pared detrás escondía aquel momento íntimo de las miradas ajenas.
—Yo también tengo mucho miedo. —Lessa tomó la palabra, un tanto insegura—. P-pero... ¿Qué tal si hacemos una promesa?
—¿Promesa?
—Para protegernos. —La argeneana levantó la cabeza para mirarlo y acopiar valor—. Sígueme: yo, Lessa Astral.
Un poco enervado, él le siguió:
—Yo, Norian Archer.
Juntaron sus frentes.
—Prometo que...
—Voy a...
—P-protegerte.
Sonrieron con timidez.
—Durante el baile.
—Y el resto...
—De mi vida —finalizaron al unísono.
El abrazo se hizo más fuerte, más unido, más cariñoso. Los segundos, sucediéndose uno por uno, fueron testigos de su silencio plagado de amor. Ese silencio ya no incomodaba como antes.
Norian se aclaró la garganta.
—Me gusta eso que dijiste de tener más citas.
Lessa sintió calor en el pecho.
—Te quiero llevar a un lugar bonito en Vellania cuando todo esto acabe. A muchos, muchos lugares. —Le dio un beso en la mejilla—. Pero por ahora quiero que descanses, nos espera una noche larga. —Otro beso le siguió—. Descansa, mi señorita argeneana. Te quiero.
Lessa lo sujetó para darle un beso en la frente antes de que se fuera.
—Yo también te quiero, mi chico fuego.
«En el baile estarán seguros, no tienen nada que temer. ¡El jefe del departamento de defensa vellano y todo su ejército se unirán a mis soldados para garantizar su seguridad! Déjennos las preocupaciones a nosotros y disfruten, porque mañana el problema estará resuelto».
Terrance sonrió de lado al recordar lo que Hent le había dicho a la muchedumbre agolpada contra la puerta de la sala de reuniones, portando su típica cara solemne y haciendo ademanes de exagerada grandeza. Al principio Terrance creyó que aquello no serviría, pero sorprendentemente las personas se fueron calmando conforme las palabras de Hent llegaban a sus oídos.
En Vellania no era de la misma forma, porque si bien Terrance tenía autoridad por ser el jefe del departamento de defensa, no era la mano derecha de la familia real públicamente por el simple hecho de que ellos se suponía estaban muertos. Por eso debía mantener sus reuniones como algo inconfesable, cubierto bajo la excusa de que se ocupaba de asuntos concernientes a la defensa del reino.
Terrance suspiró, terminado de acomodarse los botones de la camisa. No debía perderse dentro de marañas mentales en momentos así. La noche había caído y con ella llegaba la hora de ir a Argenea. Desde su ventana podía observar los carruajes que partían en dirección al reino contrario. Eran tantos que parecían una caravana, pero como Terrance los veía desde una gran altura, también se asemejaban a puntos rojos minúsculos. Hormiguitas.
El hombre sonrió de lado nuevamente, de pronto invadido por una sensación agridulce. Todo lo que estaba viendo se parecía a los preparativos del torneo anual. Podía recordarlo a la perfección: él arreglándose en su cuarto frente a la ventana, varios carruajes partiendo a Argenea, una emoción latente en su pecho. Todo concordaba, con la única diferencia de que esta vez Tara no estaba gritándole que Norian quería hacerle un peinado feo.
Esperaba poder borrarle la memoria a esa niña luego de acabar con los elegidos, no necesitaban más insurrecciones en la nueva era. No de ese estilo.
En las alturas, las nubes construían figuras abstractas, deformándose sobre un lienzo oscuro mientras hacían de barrera para que a la luz de la luna se le dificultase llegar a la superficie. Meros destellos débiles eran la iluminación natural de esa noche, y a pesar de que también contasen con antorchas y luces generadas con magia, Terrance no pudo evitar sentir que esa sería la noche más oscura de todas.
—Ehm, ¿señor? —Una voz masculina se hizo escuchar del otro lado de la puerta, seguida de un toquecito—. Su carruaje está listo. Ya se puede ir.
Terrance estuvo a punto de responder hasta que vio una figura inusual bajar por la ventana. Había sido un punto pequeñísimo, pero lo raro fue que a ese le siguieron muchos más, preámbulo de una lluvia blanca que poco a poco fue cubriendo todo el espacio visible de Terrance.
Alargó el brazo para sostener uno de ellos. Eran lo que temía.
Copos de nieve.
Copos de nieve en Vellania.
Alzó la vista y se encontró con una sucesión de estrellas en el cielo que nunca había visto. Cada punto luminoso parecía formar los rasgos de una cara femenina, que al ser el centro de atención del castaño, sonrió burlona.
¿Se estaba volviendo loco?
No. Solo se estaban quedando sin tiempo.
«Maldita seas, Gneis».
—Eh... ¿señor?
—Nos retrasaremos un poco, tengo que buscar algo. —Terrance salió del cuarto con una prisa inusual en él—. Y solicita a más soldados, los voy a necesitar.
—¿Está bien, señor?
El castaño asintió, negando el hecho de que estaba asustado. Odiaba admitir que se sentía como un ratón frente a dos gatos hambrientos.
Y esos gatos eran los elegidos.
Lessa nunca se había sentido tan nerviosa en toda su vida. Desde que Zeth y Tara la habían despertado para empezar a arreglarla, todo había transcurrido demasiado rápido, y sin darse cuenta ya estaba sentada frente a un espejo, con el vestido puesto, Tara terminándoselo de atar en la espalda y Zeth arreglándole el cabello. Las dos hablaban, pero Lessa no podía escuchar nada excepto sus propios latidos.
Se frotaba los brazos entre sí, o a veces que Zeth no veía, apretaba fuerte la tela del vestido. Esa noche iban a enfrentarse a los entrenadores. Esa noche, lo que habían comenzado hace unos días iba a terminar, ya fuera para bien, o para mal. Tener cara a cara al destino era una experiencia aterradora.
Una única oportunidad de triunfo.
Estaba tan ida que a duras penas se dio cuenta del momento en el que Tara salió del cuarto, y por lo que pudo oír, al parecer iba a arreglar a Norian. Eso fortaleció las oleadas de nervios en el corazón de Lessa, porque una cosa era planear algo y repetirse a sí misma que todo saldría bien, pero era algo completamente distinto estar a punto de hacerlo. Enfrentarse a aquello que hace unas horas aún le parecía lejano...
El final.
Un fantasma que cobraba vida.
Pero a los fantasmas no se les podía demostrar miedo, de lo contrario tomarían ventaja.
Lessa suspiró para calmarse y cerró los ojos, concentrándose en todas las experiencias que había acumulado hasta ese momento; el empate en el torneo anual, las dos infiltraciones de Norian, la entrada a la biblioteca, la lucha contra el wendigo, la casi ejecución en el estadio central... Eran tantas cosas que de verdad se asombraba de que todo hubiese empezado hace unos días, pero aquello también la impulsaba a seguir adelante. Ninguna de esas batallas podía ser en vano.
La muerte de Alice no podía ser en vano.
Volvió a suspirar antes de abrir los ojos. Como estaba más tranquila, le era posible entender lo que Zeth le estaba diciendo. Al parecer Norian y Tara habían llegado a un acuerdo con lo del baile: ella podría ir, pero acompañada de la señora Main, a quien obedecería al pie de la letra. Lessa escuchó el relato en silencio, y sin siquiera pedirlo Zeth volvió a hablar. Dijo que había conseguido ropa para ella, Larry y Tara, además de máscaras, pero todo mucho más sencillo que lo que había hecho para Lessa y Norian.
La arquera se alarmó un poco por la procedencia desconocida de las nuevas adquisiciones de la rubia, pero como no quería escucharla alabándose a sí misma o dando explicaciones sospechosas, decidió callar. Se dedicó a ver el avance de su peinado en el espejo hasta que Zeth le dio una palmadita enérgica.
—Et voilà! —exclamó con las manos extendidas, mirándola con orgullo—. Estás lista para el baile y partirle la cara a Hent. Este vestido tiene muchos usos.
—¿Puedo romperlo si me cuesta pelear?
—Si quieres que te mate, pues sí.
Lessa rio, para luego darse la vuelta y abrazar a la rubia. Su cuerpo era delgado y medio frágil, pero al comenzar el contacto, ella se endureció, sobresaltada. Parecía estar alerta ante todo. Tuvieron que pasar unos segundos para que se relajase y le correspondiera el gesto.
—Gracias —murmuró Lessa—, por todo lo que hiciste por el grupo, aunque no te lo pidiera.
Zeth esbozó una sonrisita de lado.
—A pesar de las maldades que me hiciste, me alegro de haberte conocido —continuó la chica—, ¿y sabes qué? Si yo fuera jefa de un departamento, no dudaría en reclutarte.
La menor rio ahogadamente.
—¿La sensación de Argenea, Lessa Astral, acaba de adularme?
—Eres increíble.
—Oh. —Zeth sonrió, pero sin cinismo o burla. Fue una sonrisa sincera que a la exsoldado se le hizo adorable. La rubia se separó de golpe—. Ahora me siento mal por haber usado fijador permanente.
—¡¿Qué?!
—Es broma, es broma. —Zeth seguía sonriendo con tranquilidad—. Gracias.
Lessa asintió, aún asustada.
—Bueno, bueno, creo que tienes a alguien esperándote afuera, ¿no? —La menor hizo una reverencia mientras señalaba la salida—. Así que quita la cara de culo y ve por él.
Lessa rodó los ojos antes de levantarse de la silla y caminar a la puerta. El vestido no era lo suficientemente largo como para arrastrarse en el suelo, y sin importar que tuviese muchas capas de tela, era bastante ligero. Era como si Zeth lo hubiese diseñado para el combate.
—¡Espera! —La rubia la detuvo antes de que abriese la puerta—. No te olvides de lo más importante. —Le dio la máscara.
Lessa le agradeció con un asentimiento, y ya sintiéndose lista, salió del cuarto. Como tenía la mirada gacha lo primero que vio fue la alfombra verde sobre el suelo, pero con cada paso fue haciéndose con el valor suficiente para alzar la cabeza.
En un inicio se topó con Larry, ataviado en unos pantalones negros y una camisa de vestir lila que apenas se estaba abotonando. Lessa sonrió al verlo. Sintiéndose observado, él alzó la cabeza y le devolvió la sonrisa.
Lessa no pudo seguir mirando al hechicero porque Zeth la empujó para que siguiese caminando, y fue ahí cuando pudo ver a Norian. Estaba de pie en la sala principal, un poco lejos, pero aún perfectamente visible. Llevaba pantalones color marrón, con una camisa blanca acompañada de un chaleco rojo de botones. La vestimenta desprendía un toque elegante mezclado con el típico aire rebelde y despreocupado de Norian. No obstante, verlo tratando de escapar de las manos de su hermanita lo hizo ver más gracioso que elegante.
Ella estaba sobre el mueble, con un vestido rosa y esforzándose por arreglar el cabello del pelirrojo. Pero él no se dejaba, se movía a todas direcciones en forma de huida. Como el espacio era pequeño, se había convertido en partícipe de un combate penoso contra su hermana menor.
No era del agrado de Norian que le tocasen el cabello si era para acomodarlo. Le gustaba como lo tenía. En eso pensaba cuando una risa femenina llegó a sus oídos.
Ahí se quedó quieto, respirando nerviosamente mientras volteaba a ver la procedencia del sonido.
Era ella...
Lessa estaba ahí, con un vestido largo de varias capas que le daba el encanto propio de una princesa. La cintura se le marcaba más que con el uniforme de soldado, y siguiendo con la ruta hacia arriba, Norian se topó con su escote en forma de corazón y su rostro sonriente, cubierto por su habitual flequillo recto. El resto del cabello estaba recogido en una trenza que le recorría toda la cabeza, dejando únicamente dos mechones colgando a cada lado de su rostro de mejillas rojas, tan bonitas...
Se veía delicada, preciosa, pero al mismo tiempo, su forma de caminar representaba a la perfección lo aguerrida que era. Estaba dando pasos firmes hacia él, y con cada movimiento Norian ensanchaba su sonrisa, tan ido que Tara pudo echarle el cabello para atrás sin que se diera cuenta.
—Hola, chico fuego.
—Hola... —Norian balbuceó cosas ininteligibles después de eso, así que Tara le dio un empujoncito para ayudarlo. Entonces reaccionó, consciente de que las palabras no serían útiles en un momento así, por lo que se limitó a extenderle la mano para acercarla un poco.
Se sentía ligera como una pluma.
Ambos se sentían ligeros.
—Sé que... mi vestido puede llamar mucho la atención, pero...
—Estás preciosa.
Ella sonrió más.
—Gracias. El chico fuego tampoco se ve mal.
—¿Ouch?
—Mentira. —Lessa le acarició el rostro, susurrante. Estaban tan cerca que no era necesario hablar fuerte—. Te ves muy apuesto, Norian.
Él la sostuvo un poco para rozar sus narices. Ninguno se había puesto la máscara todavía.
—Muy bonito todo, tórtolos, pero nos tenemos que ir. —Larry empujó a Lessa hacia adelante, y por consiguiente también a Norian—. Se manosean después.
Los guerreros voltearon los ojos, pero era cierto: mientras más rápido comenzaran, más rápido terminarían. Se pusieron las máscaras y, agarrados de las manos, salieron por la puerta con Larry detrás, que sostenía fuerte el espejo con el hechizo. Iba a analizar todas las rutas para ir por donde fuera seguro.
Tara les siguió el paso, junto a una presurosa Ena que luchaba por encajarse los zapatos mientras la perseguía. Zeth los despidió desde el umbral de la puerta, alegando que los alcanzaría después. Así el resto del grupo emprendió la odisea hacia su destino.
El baile del gato y los ratones.
HOLAAAAA. El cap llegó atrasado, perdón 🥺 Estuve ocupada y fue difícil terminar de corregirlo, ¡pero ya está aquí! ¿Qué les pareció?
¿Muy largo? (Sorry)
¿Qué les parece el GIANM? ¿Prestaron atención a eso de las zonas sentirales? El que me diga con qué evento está relacionado se gana un pase a Argenea y Vellania *-*
¿Tienen escena favorita?
¿Les cayó bien Alice?
¿Les emociona la llegada del baile?
La próxima actualización será triple, porque ya son las últimas partes del libro. Dos capítulos y el epílogo. Aún no puedo creer que ya lo voy a terminar de publicar 🥺🥺
¡Pero bueno! Es hora del dibujo. Ya sé que me falta uno de Lessa, de Vann y de Meredith (y hasta terminar el supuesto cómic se Norian y el dibujo de Tara). Peeeeero quise hacer uno de Alice para conmemorarla.
Ahh, menkanta :3 Creo que es uno de los más decentes hasta ahora. ¿Les gusta?
Como hablamos de Alice, aquí les dejo una cancioncita que le queda perfecta.
https://youtu.be/C3RritVCgvA
I believe in Aurora supremacy.
Ahora, en honor a las escenitas románticas de este cap, una canción que representa bien los sentimientos de Norian hacia Lessa:
Oh, my love de The Score.
https://youtu.be/7O7kS4ytL5g
Por Gneis, si hasta dice "déjame ser tu fuego". Es perfecta 🥺✨
Creo que ya no tengo nada que decir, así que... Baaaaai.
Ah, no, ya va XD
¡Pronto habrá gráficos ilustrados! Y no estas cosas feas que tengo.
Actualización: ya cambié los gráficos B)
Actualización del 2023: Ya volví a cambiar los gráficos :D
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