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Capítulo XVII: Fugitivos de sí mismos

Actualidad

Ante el abrazo repentino de Lessa, la primera reacción de Norian fue sobresaltarse. De verdad no había pensado que la arquera le regalaría un gesto tan efusivo luego de la conversación. Pero lo había hecho, y el pelirrojo no supo hacer sino quedarse tieso en su sitio.

Aunque ya hubiese pasado por momentos así antes, ahora la nula separación de sus cuerpos lo ponía nervioso y dubitativo. Porque en parte sí, la sensación era agradable: una avalancha de sosiego se cernía a su alrededor cada vez que Lessa lo apretaba más fuerte. Pero gracias a su cabeza atolondrada, el vellano era incapaz de corresponder. Al hacerlo sentía que estaba aceptando a Lessa, los sentimientos que tenía hacia ella y las posibilidades de volverse más que amigos.

¿Era lo que quería?

Frente a la pregunta cuestionada por sí mismo, su corazón, ese órgano que por tanto tiempo había trabajado de forma dificultosa y cansina, inició una ráfaga de latidos intensos que puso a Norian mucho más agitado que en un principio. La respuesta a la pregunta era afirmativa, sí quería estar con ella y su propio corazón latía en pos de lograr ese cometido. Pero las inseguridades, junto con los malos recuerdos, lograban que la agitación en su pálpito no fuera de alegría, sino de pavor.

¿Qué tal si...?

—Te quiero, Norian —oyó decir a Lessa de pronto.

Entonces los brazos del joven, como movidos por una voluntad que no era la suya, la rodearon con toda su extensión para deshacer hasta la más pequeña distancia que los separase. Ya era definitivo: Lessa le gustaba, quería quererla y dejarse querer por ella. ¿Estaba mal? No, no estaba mal. No buscaba un reemplazo de Farren ni una forma de tapar sus heridas, solo estaba dándole vuelta a la página para escribir un nuevo capítulo.

Era momento de darse una segunda oportunidad.

«Hoy aquí, Lessa, te entrego mi corazón y mi confianza» pensó con férrea solemnidad, aferrándose a la joven mientras un atisbo de sonrisa se dejaba ver entre sus labios. «Porque te lo ganaste, y porque sé que dentro de ti hay honestidad y cariño. Nunca lastimarías a nadie».

El pálpito de su corazón se sentía como el aleteo de un ave que acaba de ser puesta en libertad. Emocionado por la nueva sensación, levantó los pies de Lessa del piso para describir círculos con ella.

La joven jadeó de asombro, pero eso solo lo fue un aliciente más para agrandar la emoción del vellano. Estaba feliz. Contarle a Lessa sobre lo ocurrido lo había liberado de un preso brutal, y ahora se sentía mucho más relajado que antes. Era fácil darse cuenta de eso por la sonrisa entre tímida y cansada que tenía en los labios.

Una sonrisa que para los ojos de Lessa era preciosa. No recordaba haberlo visto sonreír de esa manera, y el simple hecho de tenerlo así enfrente, iluminado por el tenue resplandor del astro nocturno, con los mechones rebeldes atravesándosele en el rostro y una mirada que servía de espejo para las estrellas, la llenó de un sentimiento agridulce de victoria. Porque sí... en parte le encantaba estar con él y recibir ese gesto tan lindo, pero por el otro lado, saber que le había mentido con algo tan importante seguía causando agruras en su interior.

¿Y si...?

—¿Pasa algo? —le interrumpió él, aparentemente lleno de vergüenza. Acababa de borrar su sonrisa y alejarse de la argeneana en un visible intento por disimular el abrazo—. Lo siento.

—A-ah, no, no. —La chica agitó la cabeza a los lados para despejar la mente, agarrando la mano de Norian para hacerle saber que le agradaba su cercanía. Él se dejó—. Fue lindo lo que hiciste. No pasa nada.

—Te veías preocupada.

Lessa quiso apartar la vista para huir de los ojos atentos del chico, pero como hacer eso sería demasiado sospechoso, le devolvió la mirada con intensidad. Necesitaba distraerlo para que no siguiera preguntando.

—Lessa...

—Solo pienso en el baile, es todo. —La chica juntó sus frentes, algo nerviosa por lo que estaba a punto de decir. Detrás de ella, la infinidad del cielo nocturno la hacía ver majestuosa—. Sé que vamos solo por la misión, pero me preguntaba si...

—¿Si...?

La chica se soltó del agarre para quedar frente a la baranda, de espaldas al chico. Desde ahí su petición salió mezclada con los cantos fantasmales del viento.

—Me preguntaba si podías ser mi, bueno, mi compañero en el baile. Todos invitan a alguien y... no sé, hasta podríamos bailar algo. Solo si tú quieres...

Norian soltó una divertida risita que acabó con la firmeza de la exsoldado.

—¿Me estás invitando a salir?

—Ah, no, no, no. —Lessa se apresuró a hacer ademanes nerviosos para huir de la incómoda situación—. ¿Sabes qué? Olvídalo, es algo estúpido que no debí decir.

—¿En serio?

—Sí, en serio, lo siento. Es que...

—Porque me encantaría hacerlo.

Lessa paró de hablar al oírlo, y su cuerpo antes paralizado entre raudales de inseguridad se movió por cuenta propia para voltear a ver al joven. Estaba apoyado en la pared, de brazos cruzados, postura relajada y las facciones un poco cubiertas por el meneo constante de su cabello. Pero aun así se le notaba interés genuino en la propuesta. La insinuación de sonrisa en sus labios lo hacía evidente.

Lessa sonrió, un poco más tranquila.

—¿Eso... es un sí? —dijo con lentitud, a lo que él apartó la vista. Era como si tratara de hacerse el misterioso, pero la curva creciente en sus labios le quitaba todo matiz profundo y tétrico. Más bien parecía un niño—. Hey, hey, no me ignores, chico fuego. ¿Sí o no?

Él terminó de apartar la vista mientras metía las manos en sus bolsillos. Luego, en un gesto que se esforzó por que se viera natural, alzó los hombros con ambivalencia.

—¿Eso qué significa? —Lessa acopió seguridad para acercársele y darle picazos en el estómago. Él sonrió—. Heeeey, tierra llamando al chico fuego. Tierra llamando a...

—Sí.

Los ojos de Lessa brillaron.

—Sí quiero bailar algo contigo —terminó de decir el pelirrojo, al tiempo en que se acomodaba en la pared para quedar frente a Lessa. La miraba con ternura—. Pero solo una canción. Ya he perdido mucha dignidad desde que te conocí.

—¿Tenías dignidad siquiera?

—Ay, no te hagas.

—Te quiero, Norian.

De inmediato él apartó la vista, aprovechando los matices oscuros de la noche para tapar el arrebol en su rostro. Aún le era difícil acostumbrarse a que alguien además de Tara le dijese ese tipo cosas.

—Estás rojo...

—No empieces.

—Es tan lindo...

—Que ya.

—¡Te ves tan...!

Norian le inmovilizó el rostro de golpe, y tras una mirada potente, le plantó un beso en la mejilla. El roce fue lento, longevo y delicado, como si con esa única acción quisiera transmitirle lo mucho que la apreciaba.

Las manos de Lessa se cerraron como primera reacción, preludio de la sonrisa enternecida que se formó en sus labios.

—Norian...

Todavía silencioso, el vellano le puso un dedo en la boca para callarla y después decir:

—Le dices a Tara de esto y no la cuentas.

—Ah, ya veo. —Ella sonrió más—. Era demasiado bueno para ser verdad.

—¿Qué cosa?

—Tu lado dulce.

Él juntó las cejas, pensativo, dándole la espalda para empezar a meterse en la habitación. Aunque el viento no parara de soltar silbidos fantasmales y pequeñas explosiones resonaran desde el interior de la cabina, su respuesta fue audible.

—Ese lado lo muestro con gente especial.

Entonces Lessa se hizo un juramento: lo amaría con todas sus fuerzas para compensar el dolor que le había causado, estaría con él en las buenas y en las malas y lo apoyaría en todo lo que pudiese. «Sí, lo haré» dijo en su cabeza, apretando su bolsillo con convicción, justo donde estaba la moneda de Zeth. Se la regalaría a Norian como símbolo de su alianza.

Pensando en eso sonrió, justo cuando sus pies pisaban el suelo del cuarto. Allí dentro, Larry hacía aspavientos enrevesados para invocar estelas de energía que, tras haber serpenteado en el aire durante algunos segundos, explotaban como lluvias de luceros. Delante de él, una eufórica Tara se mantenía absorta en el espectáculo de fulgor, con la espalda hacia adelante, los brazos sobre las rodillas inquietas y la cabeza apoyada en las manos. El brillo en sus ojos reflejaba fascinación.

—Hiciste un buen trabajo —habló Norian, apoyado en la pared en un intento por, de nuevo, fingir indiferencia.

—¿Qué hay de ti? —respondió el hechicero, con un notable retintín de picardía en la voz. El guerrero apartó la vista.

Hubo silencio.

—Todo está bien ahora. —Lessa tomó la palabra para deshacer la tensión, caminando hacia Larry. Detrás de ellos se oyó una caja de jugo siendo abierta—. Gracias por entretenerla mientras tanto y... —Se le acercó para que sus palabras quedaran entre ellos—. ¿En serio crees que puedas hacer la poción esta noche?

Larry lo pensó un poco antes de responder.

—Diría que sí... La preparación no es muy difícil y ya tengo todo lo que necesito. —Le puso una mano en el hombro—. Todo estará listo para el baile.

—¿Sabes a qué hora es?

—Siete. —Larry empezó a meter unas cosas en su bolso. Había sacado frascos de diferentes colores para la función de Tara—. Pero les recomiendo llegar a la sala principal desde fuera. Habrá más vigilancia por las entradas que dan a los pisos residenciales, siempre es así.

—¿Va a ir mucha gente?

Cuando Lessa dijo eso, Norian se les empezó a acercar.

—Eso creo —repuso el hechicero—. Por lo que oí de Alice, ya muchos vellanos confirmaron su asistencia, al igual que nuestra gente. Será perfecto para lo que van a hacer.

—¿Qué hay de Hent y Terrance? —habló Norian, pero más para Lessa que para Larry—. Estoy seguro de que deben estar planeando algo para mañana. Luego de lo de hoy...

—Harán un ataque mucho más fuerte, también lo presiento —completó Lessa.

—Hoy Hent visitó territorio vellano, Larry y yo lo vimos de camino —siguió el pelirrojo.

Los ojos de Lessa se abrieron, ebrios de asombro, mirando a los muchachos.

—¿No los descubrió?

—Pensamos que no. —Hizo una pausa, viendo a Larry en busca de aprobación. Un asentimiento fue su respuesta—. Iba solo, y de camino acá Larry dijo que parecía querer ir bajo perfil. No llevaba escoltas ni nada. —Miró a Lessa—. Eso me hizo pensar que tu hipótesis es cierta. Terrance y Hent son los únicos detrás de nosotros.

Larry escuchaba la conversación en silencio, en el fondo deseando poder ayudarles con todo lo que sabía. Pero era imposible. De abrir la boca para revelar todo, los sellos en su piel lo volarían en pedazos, así que lo único que pudo hacer fue mirar a sus compañeros con una mezcla entre el orgullo y el pavor. Orgullo porque eran inteligentes y tenían gran parte del misterio resuelto; y pavor porque aún desconocían el poder frente al que se estaban rebelando.

El poder que lo había silenciado hace cinco años.

—Bueno... creo que ya me voy —dijo, sonriendo mientras se colocaba el bolso en uno de sus hombros—. Buenas noches.

—A-ah, espera, Larry... —Lessa le sostuvo la mano antes de que pudiera irse. Su semblante destilaba preocupación, como si un recuerdo importante acabara de aterrizar en su cabeza. Después miró a Norian—. Hay... Hay algo que no les he dicho.

La mano de Larry se envolvió alrededor de la de Lessa al escuchar el veredicto. Pero la argeneana, en vez de contestar con una oración, guio a ambos jóvenes hasta el armario que había en el fondo.

Ella se posicionó frente al mueble como una guerrera que acepta ser la primera en arremeter contra un enemigo, firme, para después de un suspiro profundo abrir las dos puertas del armario y enseñar su interior.

Norian se echó un poco para atrás. Por su parte, Larry se inclinó hacia el frente para examinar lo que veía.

Hundido en la inconsciencia, un guardia yacía en el suelo del armario mientras el sonido de su respiración constante hacía eco en la pequeñez del sitio, como un oso dormido en su cueva. Por sus facciones era fácil deducir que tenía más años que todos.

—Un vigilante del componente Herma —dijo Larry al aguzar la vista—. Lo dormiste con un comodín onírico.

—Sí. Apareció cuando llegué aquí. —La chica se agachó también, seguida de Norian—. No podemos dejarlo aquí por más tiempo... no sé si vengan a buscarlo.

—A ver. Se revisa la torre de vigilancia cada diez días, la última vez fue hace dos, así que... hoy no tocaba —explicó Larry—. Si subió aquí de seguro fue porque te siguió y no porque lo hubiesen mandado, así que dudo que sus compañeros lo busquen aquí. Pero sí tienes razón, no se puede quedar. —Miró a la argeneana—. Tendré que llevármelo, pero...

—¿Pero...?

—No sé qué explicación dar.

El comentario del aprendiz fue duro como una sentencia, tanto que Lessa se encogió en sí misma por la pesadez. El vigilante no podía quedarse ahí con el riesgo de que el efecto del comodín mágico se anulara, o peor, con las posibilidades de que un equipo de búsqueda diese con él y que en consecuencia ella y Norian fuesen capturados. Había que hacer que se le olvidara lo que había vivido tras su ingreso a la torre, pero Larry estaba cansado, se le notaba en el rostro, así que pedirle que ejecutara un hechizo de tal magnitud sería contraproducente.

«Piensa, Astral, piensa».

—Hace  un rato dijiste que eras aprendiz de hechicero nivel doce, ¿no? —Norian tomó la palabra.

—Sí... —contestó Larry, dudoso.

—Y acabo de ver que tus ilusiones son muy buenas —siguió el vellano.

—¿Y...?

—Haz que despierte en cualquier lugar de Argenea, pero rodeado de ilusiones. Creerá que lo de Lessa también lo fue. —Norian se rascó la nuca, algo tímido. No estaba acostumbrado a abrir la boca para construir un plan él solo.

—No puedo crear tantas ilusiones así...

Durante los instantes posteriores a esa respuesta, un brillo de derrota se dejó ver en los ojos del guerrero. Sin embargo, poco después el fulgor del entusiasmo reavivó su semblante.

—No tienes por qué hacerlo. —Norian miró al aprendiz con firmeza—. De camino me dijiste que el flujo mágico de hada podía tener efectos alucinógenos, quizá si lo expones un poco...

—Podría hacerlo alucinar, tienes un buen punto. —Larry se llevó una mano a la barbilla, ahogado en reflexiones—. Pero el vigilante podría ponerse violento de pronto.

—O quizá no.

—Es arriesgado...

—Claro que no.

—¿Por qué?

—"Porque voy contigo".

Larry quedó sin palabras. Nunca creyó que el muchacho fuese a usar esa estrategia en su contra. Cuando trató de negarse, Norian lo terminó de atacar con una mirada intensa.

Pero el hechicero no quería. No podía permitirlo. Si se llevaba a Norian, Lessa iba a estar el doble de preocupada, y no había nada que odiase más que hacerla sentir mal. Por eso no aceptaría que Norian fuera con él.

Ya estaba a punto de soltar un rotundo «no», en cuanto el consejo de Norian durante la caminata del bosque le atravesó la cabeza. «Deberías pensar un poco más en ti mismo».

Rayos. Era cierto.

Estaba volviéndolo a hacer.

Frustrado, agitó la cabeza para deshacer el pensamiento, pero la voz del pelirrojo seguía en su mente como la grabación de un cristal dañado. En bucle. No había forma de huir de algo innegable.

«De nuevo pongo el bienestar de otros por encima del mío...».

Lo que quiero decir es que, no sé, deberías expresar un poco más las cosas que te molestan. Y pensar un poco más en ti, solo digo.

Norian tenía razón.

—Bien —aceptó, extendiéndole la mano al pelirrojo, quien la tomó con gusto—. Acepto que vayas conmigo, pero no hagas locuras.

—Yo no hago locuras.

—¿Tus gritos en El Nangi qué fueron?

—¡No tenías que mencionar eso!

Lessa, ubicada entre los dos muchachos, soltó una risa de bajo volumen mientras los miraba con diversión. Era lindo saber que Norian era mejor interactuando con otros, pero de igual forma eso no fue suficiente para distraerla del plan que estaban a punto de hacer.

Le puso una mano en el hombro a cada uno, nerviosa.

—¿Están seguros de esto? —musitó, no quería que Tara escuchase—. Si detectan su energía, Hent y Terrance...

—No nos descubrirán, lo dejaremos lo más lejos posible, pero dentro del bloqueo mágico de la torre de control. —Larry sonrió—. A tu amor vellano no le va a pasar nada.

Lessa le dio un manotazo suave como castigo, y por su parte, Norian, más atrás, lo miró con una potencia paralizante. «Estás muerto» le había querido decir.

Larry rio.

—Ya, ya, solo estaba jugando.

—Ajá. —Lessa rodó los ojos, incomodada—. ¿No quieren que vaya por si acaso? Ya saben, si las cosas se complican...

—Podremos manejarlo. —Norian le sostuvo las mejillas con ternura, a lo que Lessa correspondió—. ¿Podrías cuidar a Tara aquí, por favor?

—Está bien... —Su tono aún despedía intranquilidad.

—No te preocupes. —Norian le puso un mechón detrás de la oreja—. Larry estará bien conmigo. Le partí la cara a Hent en el estadio esta mañana. Soy increíble.

Lessa rio, juntando sus frentes a la vez que entrelazaba las manos con las del guerrero.

—Le temes a las alturas, pero bueno, confiaré en tu palabra —dijo. Norian rodó los ojos—. Cuídense mucho, por favor.

—Ustedes igual —respondió Norian, haciendo alusión a la arquera y Tara, que yacía en la cama jugando con un peluche. Luego habló mirando a la argeneana—. Por cierto, te traje un regalo.

—¿Regalo?

—Ay, el amor...

—Larry, cállate.

El argeneano soltó una risa intencionada cubierta de picardía, así que Norian, entendiendo que era imposible tener un momento tranquilo con él de espía, asió a Lessa de la mano para llevarla al balcón. En el recorrido hizo una pausa para agarrar su propio bolso, y en el proceso se ganó otra mirada pícara, pero de su hermana, que había levantado la cabeza para verlos.

Norian le sacó la lengua y entornó los ojos para decirle que volviera a lo suyo, pero ella solo sonrió mientras hacía un corazón con las manos.

Derrotado, el chico prefirió enfocarse en el camino hacia el balcón y no en los dos pares de ojos insinuantes que los miraban desde dentro. Lo único bueno fue que al llegar a su destino pudo correr la cortina que hacía de puerta para tener privacidad.

Justo como antes.

—¿Para qué me trajiste a...?

—Toma. —Norian se puso de cuclillas para revisar el contenido de su bolso. Al poco tiempo ya había sacado un arco de ahí. Apartó la vista, extendiéndoselo—. P-para ti.

—Norian, este es...

—Es tu antiguo arco, el que se te rompió cuando luchábamos contra el wendigo. B-bueno. —Hizo una pausa mientras se rascaba la nuca, nervioso. Aún tenía la vista enfocada en cualquier punto que no fuera el rostro de la chica—. No es técnicamente tu arco. Agarré uno de Vellania y le puse algunas partes del tuyo que seguían siendo funcionales. Los emisores de energía y reconocimiento, por ejemplo. —Señaló las piezas cerca de la unión del hilo elástico y el metal del arco—. Creo... Creo que así puedes ejecutar los mismos ataques de antes. Ah, y también lo pinté de morado. Ya sabes, mm...

—¿Porque es la mezcla entre azul y rojo?

—¿Te gusta o no?

—¿Estás evadiendo mi pregunta?

—¿Por qué siempre tienes que complicar todo?

—¿Sí o no?

—Bueno, bueno, sí. —Dicho esto el vellano volteó a verla. Los mechones pelirrojos se le meneaban con el viento con tanto ahínco que tenía que entrecerrar los ojos—. Ahora tú responde mi pregunta. ¿Te gusta?

—Es... sorprendentemente ligero.

—Genialidad vellana en cuanto a armamento. De nada.

—Quiero probarlo.

—¿Qué?

—No te vayas a mover.

—¿Lo dices jodiendo, no?

La guerrera, carente de duda, no tardó en ponerse en posición de disparo. Después, con la mano izquierda en el asidero del arco, usó la otra libre para iniciar un serpenteo luminoso en el aire. Al principio solo desprendía chispas azules, pero en poco tiempo esas mismas partículas centelleantes se unieron para bocetar la figura de una flecha.

Norian se sorprendió al reconocer la técnica.

—¿Eso es...?

—Invocación físico-espiritual de clase armamentista —dijo, más concentrada en lo que estaba haciendo que en el diálogo mismo. Los ojos le brillaban por la luz de la flecha en formación—. Solo un poco más...

El vellano la observó, curtido en admiración. La brecha entre un soldado de alto rango y un guerrero de reserva era enorme. Ni él con el apoyo de Terrance había logrado aprobar la invocación básica de objetos...

Cuando la flecha estuvo lista, Lessa la agarró fuerte por la parte inferior y la puso contra la cuerda para tensarla.

Frente a Norian, la joven cobraba un encanto épico difícil de explicar. Si bien estaba envuelta en un vestido blanco impoluto que ondeaba por el viento y la hacía ver delicada, la voluntad férrea con la que mantenía su posición de disparo contrastaba con todo eso. De piernas abiertas para mejor equilibrio, torso enhiesto, brazos firmes y mirada certera, Lessa parecía la más pura representación de la sensualidad y el poderío juntos.

«¿Acabo de pensar en sensualidad?»

Norian maldijo por lo bajo, agitando la cabeza para salir del trance.

—Lessa, no vayas a...

¡Zaz!

El disparo que interrumpió su pedido lo obligó a agacharse lo más rápido posible para evitar daños, y se cubrió la cabeza como primer instinto. El corazón le resonaba en el pecho como un tambor, las manos se le estremecían de miedo y sus respiraciones habían perdido el ritmo de siempre.

Norian estaba hecho un envase de pavor, pero en cambio Lessa solo se reía como desquiciada.

—¡Es...! ¡Estás loca! ¡Completamente loca! —espetó el vellano, esforzándose por no distraerse con su carcajeo fuera de control—. Hey, hey, no te burles, señorita argeneana. ¡Pudiste haberme matado!

Ella siguió riéndose y Norian frunció el ceño, no por enojo, sino más bien por la confusión de ver el rostro de la argeneana salpicado por luces coloridas provenientes de la parte superior. Entonces el guerrero subió la vista, y no pudo contener un jadeo de asombro al presenciar un pequeño estallido de luces en el cielo. Los colores se turnaban como modelos de pasarela para colmar las alturas de su respectiva tonalidad vigorosa.

—¿Q-qué es eso?

—Cambié la dirección de la flecha cuando te agachaste. ¿De verdad creíste que te iba a dar?

—Pues... ¡Pues claro que sí! ¿Qué otra cosa iba a pensar? —Le dio un empujoncito en el hombro—. Estás loca, argeneana, de verdad loca. Me voy a vengar cuando pueda.

—No exageres...

—¡Acabas de delatar nuestra ubicación!

—Es una flecha de tipo bengala de visualización selectiva.

—No hablo idioma psicópata.

Lessa le dio un puñetazo amistoso en el hombro.

—En la guerra, muchos argeneanos quedaban en territorio enemigo, y para pedir ayuda entre ellos, desarrollaron flechas así —dijo y se apoyó en la baranda—. Antes de lanzarlas puedes seleccionar el rango en el que serán visibles. En el caso de la guerra ayudaban a minimizar las posibilidades de ser vistas por vellanos. En este caso, limité la visualización hasta este balcón para que nadie más abajo de él pueda ver el brillo. Estamos seguros.

—Eres asombrosa. —El repentino halago del guerrero sobresaltó a Lessa—. Quiero decir... ya sabes, no me sorprende que tengas un título tan alto aquí en Argenea.

—Sí... —Aquello lo pronunció con ojos idos y voz entristecida—. Muchos me admiraban, o envidiaban, ya ni sé... Era la "protegida de Hent", después de todo. —Soltó una risa amarga, frotándose las manos con incomodidad—. Nadie creería que al final iba a querer matarme.

La tristeza con la que habló del hombre hizo que Norian se encogiera de hombros, justo antes de reunir valor para tomarle la mano.

—Me hubiese gustado ser como tú —dijo de pronto.

Lessa tardó un tiempo en procesarlo.

—¿C-como yo?

—Ya sabes, responsable, valiente, fuerte. Yo no era más que un cobarde que no quería aceptar su miedo, y...

—Y yo una autómata, Norian. —Lessa avivó el agarre, aún enfocada en el horizonte. Frente a ambos el campo de fuerza exhibía coloraciones rosáceas—. Fuiste tú el que rompió las normas para hacer una alianza, fuiste tú el que puso el bienestar de ambos reinos por encima del suyo. Tienes una pasión... imparable. Y eso me encanta de ti, ¿sabes? —Lo miró con una sonrisa—. Porque antes yo también era una cobarde que tampoco quería aceptar su miedo.

Él rio, apoyando la cabeza en el hombro de la chica. Ella hizo lo mismo.

—Supongo que los dos pasamos mucho tiempo huyendo —soltó el vellano.

—Como fugitivos...

—De nosotros mismos.

Se sonrieron.

—Me gusta cómo suena eso. —Norian volteó el cuello para detallarla mejor—. Pero este fugitivo tiene que irse ya. Se hace tarde.

Lessa aumentó la fuerza del agarre al oírlo, y como segunda reacción, metió la otra mano en su bolsillo para sacar la moneda de Zeth. El objeto resplandeció por la luz de la luna, brillo que ante los ojos de Norian fue peculiar e interesante.

—¿Qué es eso?

—Se llama moneda, es un objeto humano... Las usaban para pagar. —Con las dos manos Lessa enredó el objeto entre los dedos del pelirrojo—. Una amiga me dijo que valían poco pero... para mí es especial. Por eso quiero que la conserves. —Le cerró la mano en torno a la moneda—. Así siempre estaré contigo y no me olvidarás.

Él sonrió, un gesto tan lindo que Lessa cedió ante el impulso de sostenerle la cara entre las manos para juntar sus frentes. Alrededor hacía frío, pero la mezcla de sus respiraciones le regalaba calidez suficiente para enajenarse del entorno.

«Tienes que decírselo». La voz de las pasiones volvió a hacer eco en la mente de Lessa, en esta ocasión más fuerte. «Díselo, díselo» repetía, pero declarársele en un momento así no era factible. El silencio abrazaba, las palabras sobraban. No quería interrumpir la paz con su propia voz.

Pero había otra forma de demostrarle lo que sentía.

Hipnotizada por sus pasiones, Lessa rodeó el cuello del chico con los brazos, y tras asegurarse de que estaban lo suficientemente cerca, le deslizó las manos por los hombros a modo de mimo y volvió a posarlas en sus mejillas ahora rojas.

Se veía adorable así, pero Lessa también sabía que iba a ponerse nerviosa si osaba mirarlo a los ojos. Por eso se limitó a mirarle los labios, entre abiertos y finos, para después dar pasitos adelante y unirse en un be...

—N-no. —Norian se puso tenso de pronto, y sin previo aviso empujó a la chica lejos de sí. Acababa de cubrirse los labios—. No, no... No estoy listo para eso. N-no puedo.

—N-Norian, no quise...

—¡N-no! —Él se echó para atrás al ver que ella quería acercársele—. No puedo hacerlo, lo siento. Y-yo...

—Norian...

—M-me tengo que ir.

—¡Norian! —Ella lo sostuvo del brazo, mirándolo con vergüenza—. H-hablemos, por favor, no quería incomo...

Pero el chico, casi como si el roce con Lessa le quemara, se zafó de su agarre antes de dejarla terminar. Después la miró con pánico, aún tapándose la boca con mano libre, y luego de negar con la cabeza salió corriendo del balcón.

Lessa le dio la espalda, sin el valor de perseguirlo. Tan solo se tapó la boca con las manos, cerró los ojos y se resignó a pensar. «¿Qué acabo de hacer?»

Silencio.

Desde que Larry y Norian habían salido de la cabina de vigilancia, ninguno amagaba con hablar. Solo eran ellos dos contra el viento y las altas temperaturas argeneanas, protegidos por sus chaquetas y el manto nocturno que se extendía varios metros hacia el infinito. De resto, además de la durmiente compañía del guardia que cargaban, no había otra cosa en la que fijarse.

Bueno. había una cosa en la que Larry no podía dejar de pensar.

«—¡V-vámonos!

—Espera, espera... ¿qué?

—V-vamos, vamos a llevar al guardia. S-sí. —Jadeante, evidentemente nervioso y con las manos trémulas, Norian levantó al guardia sobre su hombro—. Vámonos ya».

Esa conversación se le repetía en la cabeza como un bucle interminable, sobre todo por el desconcierto que le causaba. Era muy raro que Norian Archer perdiese la compostura de esa forma, y aunado a eso estaba el terror con el que había mirado a Lessa antes de salir huyendo mientras cargaba al soldado. Todo había transcurrido a tanta velocidad que Larry tuvo que darle las indicaciones a Lessa lo más rápido que pudo antes de irse a perseguir a Norian.

Le había dicho que como dejarían al guardia en las escaleras, el trayecto no sería de más de cuarenta minutos tomando en cuenta cualquier contra tiempo que pudiese surgir. Por lo tanto, transcurrida esa cantidad de tiempo, ella debía deshacer el efecto del comodín mágico para que el guardia despertase, obviamente después de ser expuesto al flujo de hada.

Después de la explicación Larry avanzó a todo dar para perseguir a Norian, a quien encontró batallando contra una asfixia producto del sobreesfuerzo en las alturas. Por eso habían tenido que detenerse, y ahora, varios minutos después del inicio de la odisea, el guerrero se negaba a despegar los ojos del piso o a pronunciar palabra.

¿Sentía vergüenza, quizá? ¿Enojo?

No.

Era miedo.

El aura de pavor que se cernía en torno al pelirrojo era una capa opresora color morado, incorpórea y bailarina, que brotaba impetuosa de él como prueba de los sentimientos que lo embargaban. La pesadez que desprendía terminó de corroborar la hipótesis del aspirante a hechicero: Norian estaba asustado.

Entonces, como desde el comienzo del recorrido habían compartido la carga del guardia —uno por las piernas y otro por los brazos—, Larry sacudió al hombre para llamar la atención del chico, quien además de reforzar el agarre en torno a las muñecas del cuerpo, levantó la vista con desdén para mirar al argeneano.

Larry se detuvo.

—¿Qué tienes? —Su voz fue suave, se mimetizaba con el entorno hasta el punto de parecer un gemido fantasmal de la brisa. Pero para Norian no fue reconfortante—. Hey, hey...

—Es El Nangi, es todo. La altura... —Se quedó pensativo, otra vez con la vista fija en sus pies—. La altura y el frío me ponen así.

—Tienes miedo...

—Ajá.

—Pero estás así desde que saliste del balcón con Lessa.

Él calló, y con una simple mirada hizo el intento de ordenarle que siguieran el camino. Pero Larry estaba lejos de obedecerle, así que el vellano bufó y siguió avanzando, aferrado a las muñecas del guardia con la fe de poder jalar a Larry consigo.

El hechicero no lo siguió, y en consecuencia, el azorado Norian tuvo que detenerse para no maltratar el cuerpo. Aunque igual ya le estaba clavando las uñas en las muñecas.

—Pasó algo con Lessa —supuso el argeneano.

—Larry, se hace tarde.

—Pasó algo con Lessa y por eso huiste de la habitación.

—Hay que seguir avanzando...

—¡Pasó algo con Lessa y por eso estás tan callado!

—¡Agh! —El cabello de Norian se encendió. Pero al voltear a ver a su compañero, suspiró para calmarse.

Sus posturas contrastaban mucho: el vellano inquieto como el fuego y el argeneano tranquilo como un río en calma.

—Sí, sí pasó algo con Lessa, ¿bien? —El guerrero enrojeció mientras apartaba la vista—. Pero no sé si quiero hablar del tema.

—¿Ni con ella?

—Estoy asustado, Larry.

Ahí empezaron a caminar, esta vez con Norian adelante tratando de regular su respiración.

—¿Por qué estás asustado?

Norian suspiró hondo antes de responder. No quería estar al borde de la asfixia de nuevo, como tampoco quería seguir guardándose lo que había vivido. Confiaba en Larry. Además, necesitaba soltarlo o de lo contrario estallaría envuelto por estrés.

Esperó un poco antes de responder a la pregunta.

—Lessa trató de besarme.

El hechicero alzó las cejas con sorpresa. No se esperaba eso.

—¿Y tú qué hiciste? —inquirió.

—S-salí corriendo.

—¿No querías besarla?

—No... bueno, sí. —Norian agitó la cabeza a los lados para acomodar sus ideas—. E-es que no puedo con eso, ¿entiendes? Yo... Yo sé que te dije que me gustaba, y creo que es cierto. No lo sé. Pero ella está...

—¿Está...?

—Está yendo demasiado rápido y eso me asusta. —Confesar eso se sintió bien para Norian. Infló el pecho—. No me siento listo para lo que ella quiere, y eso me hace sentir mal. Porque, ¿debería estar listo, no? Ya pasó mucho tiempo desde que...

De pronto, Norian calló, y al suponer que era un tema difícil, Larry no quiso preguntar. Dejó que siguiera desahogándose.

—No estoy listo para empezar algo con ella —concluyó el vellano.

—No deberías presionarte —fue el consejo de Larry—. Es normal que no te sientas listo, y eso no está mal. Lo importante es que tú la quieres y ella te quiere a ti. Es cuestión de tiempo.

—Ella me quiere... —repitió Norian, embobado.

Larry se rio. Era gracioso ver a un guerrero hablar en ese tono tan anhelante y perdido.

—Sí, ella te quiere. —El hechicero extendió la pierna más adelante de lo normal para pisarle un pie, a lo que él gruñó—. Pero deberías hablar con ella. La forma en que huiste...

—No fue bonita, lo sé. —El guerrero bajó la cabeza, aferrándose fuerte a las muñecas del vigilante—. Pero no sé si tenga el valor de verle la cara luego de eso. ¿Qué tal si está molesta?

—Solo podrás saberlo si le hablas.

—No lo sé...

—Cántale una canción.

Norian soltó una risa amarga.

—Cantar no es lo mío...

—Ya sé. —El argeneano sonrió—. Decláratele en el baile. Hay un lugar llamado balcón de Sterea en donde las estrellas se ven hermosas. Nada mal para un momento así.

—No podemos andar corriendo por ahí durante el baile, no antes de cumplir la misión. Luego de deshacernos de Terrance y Hent quizá podamos... P-pero igual no estoy seguro.

—Hagamos algo para la buena suerte.

Norian volteó a verlo de soslayo con extrañeza, pero el hechicero solo sonreía con aire angelical. Inocente. Eso era lo más aterrador.

—¿Qué pretendes?

—¿Lessa sí te gusta, no?

Norian tardó un poco en responder.

—Ya te dije que sí me gustaba...

—Entonces grítalo.

—¿Qué?

Larry le sonrió de forma retadora, apuntando con los ojos hacia el borde del puente. Las nubes se arremolinaban con fiereza entre coloraciones grises y vientos huracanados, como un cuerpo en eterna transformación que nunca paraba de moverse. Muchos religiosos creían que las nubes, especialmente las grises, eran el principal símbolo de Gneis.

—Grítale a las nubes que te gusta Lessa.

—Estás demente...

—Vamos, nadie va a escucharte. —Sonrió más—. Solo yo y nuestro compañero durmiente.

—No voy a gritar tal cosa.

—Yo sí quiero gritar algo.

—Larry, ¿qué...?

El argeneano se hizo el indiferente ante los balbuceos de Norian. Puso el cuerpo en el piso, le sonrió en forma de reto, y sin previo aviso se precipitó hacia el borde del puente para juntar las manos frente a su boca y gritar:

—¡Los vellanos no tienen huevoooooooos!

Norian se sobresaltó.

—¡Serás imbécil!

—¡Y específicamente Norian Archer es el que menos tieneeeee!

—¡Cállate!

—¡Los vellanos no tienen hue...!

—¡Claro que tenemos! —Norian lo empujó por la nuca a modo de amenaza, pero no molesto, sino divertido—. ¡Tengo más huevos que todos los argeneanos juntos, maldito!

—¡Entonces grita lo que te pedí!

—E-ehm...

—¡¿Lessa te gusta?!

—M-me gusta...

—¡No te oigo!

—¡M-me...! —Cerró los ojos y tomó aire—. ¡Me gusta!

—¡¿Quién te gusta?!

—¡Lessa Astral! —gritó a las nubes—. ¡Lessa Astral me gusta!

—¡¿Cuánto te gusta?!

—¡Muchísimo! —La euforia del chico se le filtraba en la voz—. ¡Me vuelve completamente loco! ¡Me gusta Lessa Astral! ¡me encanta!

Norian siguió confesándose frente a la naturaleza hasta que oyó las risas desvergonzadas de Larry. Sí. El hechicero estaba riéndose de él, pudo comprobarlo al voltearse y ver cómo se sostenía el estómago. Lo hubiese golpeado de no ser porque ya no lo odiaba.

—Ya, no te burles. Tú fuiste el de la idea.

—No me burlo de ti. Lo que pasa es que fue divertido, es todo.

El vellano hizo una mueca ofendida, solo para bromear, a lo que el hechicero rodó los ojos mientras guardaba las manos en sus bolsillos. Estaba sonriendo.

—¿Eso te hizo sentir mejor? —quiso saber el argeneano.

—Un poco...

—Dicen que si confiesas tu amor a las nubes, Gneis te escuchará para darte suerte. —Habiéndose agachado para sostener el cuerpo, Larry volteó a verlo sobre su hombro—. De nada.

—Sí, sí... —Norian tomó al hombre por los tobillos para ponerse a caminar. Aún faltaba un poco de El Nangi para ingresar a las escaleras—. Pero eso no significa que me le vaya a declarar. Todo... Todo a su tiempo.

—Cuando estés listo.

—Sí...

El decaimiento repentino de Norian hizo que Larry girara la cabeza para verlo.

—¿Qué pasa?

El vellano apartó la vista, pero después de unos segundos, el escudriño de Larry fue tan intenso que se le hizo imposible ignorarlo. A regañadientes le regresó la mirada con ojos imbuidos de derrota.

—L-lo que pasa es que... —Hizo una pausa—. No quiero que piense que la odio. Ya sabes, porque rechacé su beso. Y no es que no quiera un beso de ella. Es simplemente que no estoy listo, pero si no estoy listo, ¿qué pasa si ella se aburre de esperar, eh? ¿qué tal si deja de...?

Larry rio.

—¡No te burles!

—¡No me burlo! —El argeneano volteó a verlo en completa seriedad—. Es que te estás complicando demasiado. Solo háblale normalmente cuando regreses y listo. Lessa no te odia.

—¿Por qué tan seguro?

—La conozco.

—¿Qué me dice que no se va a cansar de esperarme?

—Creo que te ha aguantado demasiado como para cansarse tan de pronto.

Norian, que estaba detrás de él pero a una distancia prudencial, extendió la pierna para pisarle un talón. Larry trastabilló.

—Ya, sé que tienes un buen punto. Pero igual. —El pelirrojo calló unos instantes, tiempo en el que observó el meneo ininterrumpido de las nubes sobre el lienzo gris tormenta—. Por ahora solo quiero concentrarme en llevar a este tipo a las escaleras y sobrevivir a la noche de mañana. Después quizá...

—¿Quizá...?

—Quizá le diga a Lessa lo que siento. —En vista de que Larry lo observaba con orgullo, Norian apartó la cabeza, aprovechándose de sus mechones alborotados para taparse las facciones enrojecidas—. Pero solo después del baile.

—¿En serio? —Un ápice de sorpresa se dejó oír en la voz del argeneano.

Por su parte Norian suspiró, en el fondo deseando que la respuesta fuera afirmativa. Porque a decir verdad no tenía certeza de que después del baile se fuese a sentir lo suficientemente valiente como para declararse. Era algo nuevo para él. Ni siquiera con Farren se había declarado, ella había dado todos los primeros pasos de la relación solita. Pero ahora dudaba que Lessa fuera hacerlo luego de haberlo visto huir de esa forma.

—Norian...

—Lo intentaré. —Volteó a mirarlo con los mechones inquietos—. Me le voy a declarar después del baile, cuando todo haya acabado.

—Así me gusta.

Los dos muchachos asintieron para el otro, Larry tranquilo y Norian devorado por la incertidumbre. Aun así, su velocidad continuó inmutable. Ni el frío endemoniado de las alturas ni el salvajismo del vendaval podría contra ellos. Aunque claro está que Norian, al ser un vellano poco acostumbrado a ese tipo de entornos, iba a un ritmo más lento y dificultoso. Sus dientes incluso castañeaban y las manos se le estremecían de vez en cuando sobre el agarre en los tobillos del guardia, pero podía con eso. El grosor de su suéter oscuro ayudaba a mitigar la inclemencia del frío.

Larry, por su parte, no podía sentirse mejor. Era normal para un argeneano pasar por ese tipo de temperaturas. En ese periodo de tiempo, las noches en Argenea eran más frías de lo común, y si bien estar a tanta altura lo hacía mucho más insoportable, Larry podía ignorar el malestar con simple concentración. Alice le había dicho que si mantenía el cerebro concentrado en cosas banales, pese a estar atravesando un dolor profundo, su cuerpo no sufriría tanto. Entre los hechiceros aquel método era conocido como «técnica de control corporal», y era muy útil en ese tipo de circunstancias. No obstante, en más de una ocasión Larry sufría malestares que eran casi imposibles de contrarrestar con esa técnica.

Los causados por el sobreesfuerzo mágico.

«Rayos».

Pensar en eso hizo que el corazón, antes domado por el sosiego de sus propias ideas, le empezase a latir con un ímpetu furioso. Nervios. Estaba siendo dominado por los nervios. No podía permitirlo. Tal fue el estado de agitación que sus pulmones no dudaron al unirse a la discordia corporal que lo atenazaba.

En vez de respirar al compás del viento, Larry empezó a jadear con desesperación.

Le faltaba aire, y lo poco que lograba respirar parecía estarle quemando los pulmones. Aturdido, justo cuando ingresaban a la parte de las escaleras, Larry soltó el cuerpo, que hizo un ruido sordo al impactarse contra el piso. Pero eso ya no estaba en la lista de prioridades para él, no cuando el campo visual se le había nublado hasta limitar su visión a un rectángulo lleno de figuras borrosas. Eso, junto a los fantasmales llamados de Norian y el retumbar de su pulso, fue lo único que pudo percibir antes de que su estómago diese un vuelco mortal.

«No de nuevo. Aquí no, aquí no...».

Pero las náuseas jamás atendían sus súplicas, y esa vez no fue la excepción. El líquido en el estómago ascendiendo como una serpiente a través de su garganta fue todo lo que necesitó para adentrarse nuevamente en El Nangi, apoyarse cerca del borde y, tras hacer un último intento fallido de retener la regurgitación, estallar en vómito.

«Mierda...».

Los sellos en su piel, como de costumbre, ardían, solo que de forma más suave. Aun así cada punzada sobre su piel le arrancaba quejidos débiles, ya que su cuerpo no podía emitir sino sonidos de volumen mínimo. El cansancio junto con el malestar en el estómago empeoraba todo.

—Por Gneis. —Norian se acuclilló en el suelo junto a él, poniéndole una mano en el hombro—. ¿Estás bien? ¿qué fue eso? ¿Me oyes?

Larry tosió, limpiándose la boca antes de responder.

—S-sí, sí... Me pasa a veces. Tranquilo. —Después amagó con levantarse, pero el vellano lo detuvo—. ¿Qué pasa?

—Te ves medio muerto, no seguiremos hasta que estés mejor.

—Pero...

—Aún nos queda tiempo, descansa. —Norian se sentó a su lado—. Además, no quiero cargar contigo si te desmayas.

Larry rodó los ojos justo antes de darle un golpe con poca fuerza, de mejor ánimo.

—Supongo que podemos esperar un rato entonces...

—Igual no lo iba a poner en discusión.

Su orden fue firme, pero al analizarle la cara, Larry le distinguió algo diferente: preocupación genuina. Sí, Norian Archer estaba preocupándose por él, y eso solo lo hizo abrir los ojos con sorpresa. Aquel vellano serio y malhumorado de antes había sido sepultado para siempre.

«¿Qué hice mal? ¿qué hice mal?»

Esa era la pregunta que Lessa, trenzando el cabello de Tara bajo el consuelo de la luna, se repetía una y otra vez. De vez en cuando balbuceaba números para saber cuánto tiempo había transcurrido desde la ida de los muchachos, pero de igual forma lo que dominaba su mente era el recuerdo de Norian huyendo y el beso fallido que había intentado darle.

¿Por qué se había ido de esa forma? ¿Se habría molestado? Al pensar en eso deshizo la trenza de la niña, negando con la cabeza. No era posible que Norian se hubiese molestado, de ser así sus ojos habrían refulgido con la chispa iracunda que lo caracterizaba antes. Y esa vez, por el contrario, la única emoción que Lessa pudo sentir en él fue miedo.

—Hey, Lessa.

«¿Miedo?» repitió en su mente, ajustando la trenza de Tara. En parte era plausible pensar que debido al miedo Norian había huido, pero... ¿qué tal si además de miedo también había sentido asco? Ser atacada por tal idea la hizo soltar la trenza de pronto, solo para continuarla instantes después a la misma velocidad de su monólogo interno.

—Lessa...

Sí, Norian también podía haber sentido asco de ella, pues él muy bien le había dicho que la veía como una buena amiga. Entonces había posibilidades de que la quisiese solo en la zona de amigos y que por ende un gesto amoroso, como lo era un beso, no fuese de su agrado. Pero, y si era así, ¿por qué había aceptado su propuesta del baile? ¿Se lo tomaba como una cita entre amigos?

«¡No!» gritó en su mente, por enésima vez deshaciendo el peinado de Tara. Iba a empezarlo de cero.

Norian tenía que saber que sus intenciones iban dirigidas a algo más allá que ser amigos, necesitaba saber sus sentimientos. Por eso, muy en el fondo, Lessa quería declarársele, pero luego el montón de preocupaciones acerca del baile, junto con la incomodidad que representaba hablar con él luego de su beso no correspondido, la encerraban en una celda de dudas.

—Lessa, Lessa, Lessa...

Pero a lo mejor era estúpido enfocarse en ese tipo de cosas cuando evidentemente había asuntos más importantes a los que prestarle atención, como sobrevivir la noche del día siguiente. Ya luego de eso serían libres de hacer lo que quisieran.

Sí, exacto, ¡hacer lo que quisieran! Iba a confesársele a Norian luego del baile. No había forma de que...

—¡Lessa!

La intensidad de aquella voz, aunada a un jalón brusco en el cabello, la hizo salir despedida de su caótico mundo de reflexiones. Desorientada, parpadeó un par de veces mientras agitaba la cabeza para ubicarse, y ya un poco menos abatida por el peso de sus pensamientos, recorrió el balcón con los ojos para reconocer quién había gritado. No había sido la voz de Tara.

—¿Quién anda a...?

—¡Gloria a Gneis que por fin reaccionas! —Oír la voz una segunda vez hizo a Lessa consciente de quién era la dueña, y pudo comprobarlo al ver a Zeth en el umbral de la entrada, apoyada en la pared en posición inmutable y con una bolsa en cada mano—. De verdad, si no me respondías, iba a terminar tirándote del balcón.

—¿Es amiga tuya? —quiso saber Tara, dando pasos lejos de la exsoldado al ver que le había terminado la trenza. No quería correr el riesgo de que se la volviese a deshacer.

—Sí, algo así. —Lessa puso los brazos en jarras entretanto miraba a la rubia—. Zeth, ella es Tara, hermana de Norian. —Miró a la niña—. Tara, ella es Zeth, la loca con la que comparto habitación.

—En primer lugar, prefiero que me llamen la próxima mejor muralista de Argenea, gracias. —La rubia dio un paso en frente. La malicia en sus ojos resplandecía como las estrellas—. Y en segundo lugar... ¡Aaawww! ¡Estás pasando tiempo con tu cuñada!

—¡Zeth, cállate!

—¿Cómo te trata, eh? —La rubia miró a la pequeña vellana—. Sé que a veces es un poco gritona, pero se le pasa. También suele hablar dormida y...

—Ya basta —interrumpió Lessa, en parte indignada—. ¿Qué haces aquí? ¿Por dónde subiste? ¿Qué...?

—Tranquila, no me fugué ni nada, ¿bien? —Alzó las manos en señal de inocencia. Las bolsas que llevaba se sacudieron—. Le pedí permiso a la señora Main para venir, y aproveché para traer esto.

Pronunciado su aviso, la rubia le extendió las bolsas a la exsoldado con una seriedad que muy pocas veces se veía en su rostro. Estaba siendo sincera. No había trucos.

—En una hay comida, ya saben, la necesitarán. —La seriedad de Zeth de pronto fue reemplazada por malicia—. Y en la otra hay una pequeña sorpresa. Mi contribución al grupo.

—Ah, ya veo. —La guerrera se puso delante de Tara a modo de protección, amagando con sacar su arco. Lo tenía aferrado en la espalda—. ¿Qué travesura planeas?

—¡Ninguna!

—¿Es peligrosa? —inquirió Tara, pero no con miedo, sino entre risas.

—Mantente lejos de ella por si acaso.

—Sí, sí, quéjate ahora, pero cuando veas lo que hay en la otra bolsa, me lo agradecerás —se excusó la rubia, caminando hasta la baranda para sentarse en el borde. La maniobra hizo que Lessa se sobresaltara—. Revisa, revisa. Tengo que ver tu cara.

—Tengo miedo de que sea como la última vez, Zeth.

—¡No hay nada muerto! ¡Lo prometo!

—Bien, lo abriré. —Lessa asintió—. Pero Tara, necesito que te apartes un momento.

—¡No es nada malo! Ugh. —Zeth hizo un ademán dramático para fingir que estaba ofendida. En la oscuridad de su silueta a contra luz sus ojos destacaban como dos diamantes grises—. ¿Sabes qué? Lo voy a abrir yo para que vean que no es nada malo.

—Por si acaso. —Lessa dio un paso atrás, agarrando el arco con una mano y a Tara con la otra—. Te estoy vigilando, Zeth.

Indiferente a las acusaciones, la rubia aterrizó de un salto en el piso, tomó la bolsa de nuevo y se sentó en posición de loto a abrirla. Sus dedos deshacían  el nudo con una lentitud agobiante, como si lo hiciera a propósito para causar suspenso innecesario.

Cuando por fin abrió el bolso, la primera reacción de Lessa fue agachar la mirada.

«Que no sea algo muerto, que no sea algo muerto, que no sea algo...».

—¡Es hermoso!

El grito entusiasmado de Tara, seguido de sus pasos acercándose a Zeth, hizo que Lessa tomara el valor de ver el contenido de la bolsa. En efecto, era algo inesperadamente hermoso.

Un vestido reposaba en las manos de Zeth. La parte superior era blanca, secundada por piedras brillantes color plateado le daban un toque mucho más llamativo. Ya debajo, una a una varias capas de tela caían como una cascada para mostrar un degradado perfecto de azules, desde el más claro hasta el más oscuro, tonalidades que al final resplandecían por la capa transparente de encaje que había sobre ellas, cosida desde la parte de la cintura.

—E-es... es hermoso. —Las palabras salieron solas de la boca de Lessa, fascinada—. ¿P-para quién es?

—¿Para quién más? —Se lo extendió—. ¡Para ti!

—¿P-para mí?

—No, para Gneis. —El sarcasmo de su respuesta fue hilarante para ella misma—. Obviamente para ti. Tienes que verte hermosa mañana, como tienes un enamorado...

—Me cae bien —dijo Tara.

Lessa no tenía palabras para describir qué tan rojas debían estar sus mejillas, pero aun así pudo fruncir el ceño, preocupada.

—Están precipitándose. Él y yo no somos nada, ¿bien? Las cosas están un poco complicadas, y además, nadie puede vernos en ese baile. Vamos a una misión y...

—Shhhh, yo tengo una forma de que estén en el baile como si nada. —Zeth se agachó para sacar algo que debido a la negrura Lessa no pudo distinguir de inmediato, pero por puro reflejo dio un paso atrás arrastrando a Tara.

Esa mini demente también conocida como Zeth Kye tenía la mala costumbre de hacerle bromas a cualquiera, sin importar las circunstancias. Un día incluso le había tirado un balde de agua a Hent mientras iba de camino a una reunión importante, indiferente al severo castigo que le impondrían. Esa rubia de carácter vehemente e incontrolable como una tormenta era la representación del peligro y la locura juntos.

Por eso, pese a haber visto a Zeth sacar algo del bolso, no fue hasta que la rubia se lo puso sobre la cara que Lessa pudo distinguir el objeto y acercársele con seguridad. Era una máscara azul aparentemente inofensiva.

—Voilà! —se oyó a la rubia. Lessa ignoró el uso de la palabra desconocida—. Así nadie sabrá quién eres. También tengo un traje y una máscara para él. —Sacó una máscara roja.

—Fantástico, llamaremos la atención por ser los únicos con máscaras.

—No, mi querida exsoldado. —Zeth hizo un bailecito alrededor de la bolsa—. ¿Sabes por qué me ausenté tanto hoy?

—No sé, ¿haciéndole bromas a la señora Main?

—¡No!

Lessa enarcó una ceja.

—Bueno, sí. —La rubia se encogió de hombros—. Me castigó, ¿pero sabes qué? Como soy una mente maestra que piensa en todo...

—Zeth, ve al grano.

—Bueno, como castigo me puso a trabajar con las personas que están diseñando los atuendos de los que irán al baile. ¡Casi la mitad de Argenea está ordenando nueva ropa! ¿Puedes creerlo?

—¿Desde cuándo sabes coser?

—Tengo experiencia en casi todos los departamentos.

—Porque te han expulsado de casi todos.

—Shh, ese no es el punto. —Sonrió—. Uno de mis trabajos fue entregar la ropa a los clientes. Entonces...

—Ay, no.

—¡Metí una máscara en cada caja! De esas que la señora Main me obliga a hacer en el taller de manualidades. —Se abanicó con galantería—. También puse una carta, claro, que indicase que la temática es baile de máscaras.

—¿Nadie se dio cuenta?

—Los pocos que no ordenaron ropa ahora están buscando máscaras. —Hizo una mueca ególatra para molestar—. Y la noticia ya se está esparciendo por Vellania. De nada.

—Pero, pero...

—¡Shhh! ¿No ves que hay cosas más importantes de las que preocuparse? —Tara dio un brinco enorme hacia Lessa, para luego ponerle el vestido sobre el cuerpo—. ¡Por Gneis! Tienes que probártelo.

—A-ah...

—Y mañana en la noche vamos a arreglarte. —Zeth sacó un cepillo y algunos frascos del bolso—. Vi que te cortaste el cabello, pero... necesitas algo más. No es por presumir, pero soy una increíble estilista.

—El pelón que tuve hace dos años no opina lo mismo.

—¡Ahí estaba practicando! Vamos, ¡tienes que verte increíble!

—Estoy con ella —concordó Tara.

—Esta es una misión importante, no una cita...

—Puede ser ambas. —Zeth sonrió—. Te vamos a arreglar mañana y punto. Vas a ver, quedarás tan bonita que harás que se le pare de solo verte.

—¡Z-Zeth, hay una niña aquí!

Pero la rubia fue ajena al sonrojo potente en la exsoldado o los ojos incómodos de Tara, solo se desternilló de la risa.

—Bueno, pero vas a colaborar. —Zeth le apuntó con el cepillo—. Si no, le diré a Larry que me dé una poción para que no te muevas.

Larry...

¡No podía ser! ¡Larry!

—Cuando pasen aproximándose cuarenta minutos, deshaz el hechizo.

Se le había olvidado por completo. ¡Incluso había dejado de contar los segundos con sus manos! ¿Cuánto tiempo habría transcurrido? ¿Más? ¿Menos? Ya era muy difícil determinarlo. Tenía que resolverlo.

—Zeth. —Lessa la miró con intensidad estremecedora—. Cuando subiste, ¿te encontraste con los muchachos? Norian y Larry, estaban bajando a un guardia. ¿Los viste? ¿Por dónde iban?

Un atisbo de duda se dejó ver en el rostro de la adolescente, pero lo disimuló con facilidad.

—Eh... sí, sí. Creo que iban bajando...

«Deben estar esperando por mí» pensó Lessa, justo antes de sacarse el comodín mágico del bolsillo y pronunciar la palabra para deshacer su efecto.

Redi.

Varios minutos habían transcurrido desde el inicio de su dolor, y gracias al ritmo acompasado de sus palpitaciones y sus esfuerzos por no concentrarse en las náuseas, Larry no había vuelto a vomitar. Pero de igual forma seguía sentado con la cabeza apoyada en el borde del puente, distraído con los remolinos de nubes que se formaban debido al viento. Se movían con tal sincronización que bien era posible compararlas con un cuerpo entero, unido para un solo fin. Bailar en el aire.

«Todo tiene alma, eres un órgano funcional dentro de un ser vivo llamado tierra» le había dicho Alice en el inicio de su tutoría, luego de ver a Larry pisar unas flores sin tacto alguno. «Por eso debes cuidarla. Si la matas, ella te matará a ti. No seas tonto».

Desde entonces Larry intentaba ser uno con la naturaleza, admirarla y darle respeto de la misma forma en que lo hacía con las personas. Por eso ver el meneo curvo de las nubes grisáceas lo hizo sentir como si la naturaleza le estuviese dando ánimos. De ser así no podía rendirse tan fácilmente.

Cuando el aspirante a hechicero empezó a levantarse, Norian, que había permanecido a su lado para vigilar que no se ahogara y sobarle el hombro de vez en cuando, imitó sus movimientos para estar frente a él y mirarlo a los ojos, interrogativo.

—¿Ya mejor? —no tardó en decir.

—Sí... ya mejor. —Larry aspiró hondo—. Terminemos de llevar el cuerpo.

—¿Te pasa esto muy seguido?

La pregunta de Norian esparció silencio sepulcral entre los dos muchachos, un velo impenetrable que los asfixió poco a poco entre un amasijo de incomodidades mudas. Ahora nada se oía además de los gruñidos de una tormenta cercana, semejante a un monstruo al acecho, que parecía seguirlos a modo de fiel acompañante.

En vista de que no iba a recibir respuesta, Norian se metió las manos en los bolsillos, tenso, para después mirar a Larry en forma de disculpa. Quería decirle que si responder no era de su agrado no lo hiciera, que estaba bien, y lo hubiese hecho de no ser porque de pronto el semblante del hechicero pasó de ser tranquilo a alarmado. Estaba viendo algo detrás de él.

—¿Qué es lo que...?

A mitad de la pregunta, el vellano se dio la vuelta, y se encontró no con la inmensa vista aérea que ofrecía El Nangi, sino con un puñetazo potente que lo hizo retroceder con brusquedad. Luego, afectado por el desequilibrio, los pies se le enredaron entre sí y no pudo detener un segundo golpe, esta vez en el estómago, que lo impactó contra el borde del puente. El dolor hacía vibrar las zonas afectadas de su cuerpo. En sus orejas, además, resonaba un pitido incesante, producto de la caída, pero que no le impidió percibir los llamados de Larry.

—¡Norian! ¡Norian!

Frente a los ojos del guerrero, una figura de bordes difuminados se acercó para recogerlo, pero antes de que eso pasara, otra persona apareció y le dio una patada que lo hizo caer al piso; luego otra, otra, y otra. La víctima gritó, con una voz ahogada y quejumbrosa que el vellano pudo reconocer como la de Larry, justo cuando un ruido sordo le hizo saber que ya había caído.

Entonces Norian ató los cabos.

«El guardia. El guardia despertó».

En eso pensaba cuando el vigilante le dio con la rodilla en el rostro. Norian cayó al piso entre quejidos ahogados y latidos demenciales. Pero como la voluntad era más fuerte que el dolor, se apresuró a rodar hacia el lado derecho para esquivar el próximo ataque de su oponente. Y así lo hizo. La patada del vigilante dio en el lugar equivocado y Norian aprovechó eso para patearle las piernas.

Su rival, si bien no cayó al suelo, sí se tambaleó por un corto periodo que Norian usó para ponerse en pie. La mandíbula y el costado derecho le palpitaban de dolor por los ataques anteriores, podía notársele en su respiración dificultosa y la forma en que se inclinaba hacia un solo lado. Aun así, Norian corrió hacia el guardia con la intención de capturarlo.

Pero el vigilante era demasiado veloz. Con un movimiento simple se apartó del camino del guerrero y casi lo hizo caer. Casi, porque Norian frenó el avance antes de perder el equilibrio, y sin darle tiempo de reacción a su oponente, giró el torso hacia su dirección para darle un golpe.

Esta vez el guardia no lo pudo esquivar, y el impacto fue tan potente que lo impulsó hacia adelante. Norian sonrió. Ahora solo tenía que subírsele encima para inmovilizarlo.

Convencido, tomó aire antes de arremeter contra el hombre una segunda vez en un intento por derribarlo en el suelo. Pudo subirse. Todo iba bien hasta que su oponente giró hacia la derecha para desgastar el agarre y hacerlo caer.

La columna de Norian chocando contra la dura superficie hizo un ruido seco, y su quejido agudo por el dolor no tardó en aparecer. Había sido un aterrizaje brutal, y frente a él, aquel hombre de gran altura, camisa blanca y ojos atentos seguía observándolo con impaciencia. Era como si esperara que el pelirrojo se diese por vencido, pero al final Norian agarró impulso para patearle el estómago.

Iba a lograrlo. Iba a lograrlo. Iba a lograrlo.

Pero no. No pudo.

El hombre le retuvo la pierna antes de recibir el ataque, lo mismo con la otra, y así dejó al pelirrojo inmovilizado en una incómoda posición. Consciente de su ventaja, el hombre empezó a jalarlo hacia sí para retenerlo con un hechizo, pero no contaba con que el cuerpo del muchacho ardería en llamas. La temperatura fue tal que el guardia tuvo que apartar la mano con la rapidez de una espada en pleno combate.

Esos poderes...

—Eres un fogoso —musitó el guardia, apenas detallando el cabello rojizo de su oponente. Norian, por su parte, se levantó para seguir la contienda—, un fogoso invadiendo territorio argeneano.

—Y tú eres un imbécil —le siguió Norian, al tiempo en que metía la mano en su bolsillo derecho. No tardó mucho en sacar una vara del tamaño de su mano—, un imbécil metiéndose con quien no debe.

Norian se felicitó mentalmente por haber pasado por la armería, y con un movimiento rápido hizo que la vara igualase la extensión de su antebrazo. Aun así, el hombre compuso una expresión burlona.

—¿Y qué pretendes hacerme con eso?

El vellano no respondió, tan solo apretó fuerte la vara entre sus manos mientras los ojos se le iluminaban. Conforme el brillo se hacía más potente, pequeñas chispas rojo fuego giraban en torno de la vara, así hasta que de la parte superior se desprendieron dos lenguas flamantes, intensas y majestuosas, que bañaron el cuerpo de Norian en una luz cálida y mortal.

Un hacha de fuego era lo que tenía entre las manos, y no podía esperar para usarla contra ese tipo.

Pero él tampoco se quedó atrás, y con un ademán veloz hizo que en su mano empezara a dibujarse el contorno de un objeto brillante, azul y alargado. Su figura borrosa estaba compuesta de chispas de azul en distintas tonalidades, que juntas, dando vueltas y vueltas, construyeron una espada poseedora de un fulgor vigoroso.

Una...

Una espada argeneana.

«Mierda».

Norian se paralizó.

Quería moverse, quería arremeter contra el hombre, quería salir corriendo. Demasiados deseos para un cuerpo consumido por el pavor.

Pero no podía seguir perdiendo contra sus miedos.

«Un, dos, tres, cuatro. Estoy bien, estoy a salvo. Un, dos, tres, cuatro. Estoy bien, estoy a salvo...».

Movió un pie.

—¿Qué pasa? ¿Te asustaste? —El hombre se le acercó, espada en mano—. Los capturaré a los dos antes de que sigan causando problemas.

—Un, dos, tres, cuatro. —Movió otro pie—. Estoy bien, estoy a salvo...

—¿Qué estás murmurando?

—Un, dos, tres, cuatro. Estoy bien, estoy a salvo. —Miró a su oponente—. U-un, dos, tres, cuatro. Estoy bien, estoy a salvo...

—¿Es todo lo que vas a hacer?

—¡Un, dos, tres, cuatro! ¡Estoy bien! ¡Estoy a salvo!

«Tú puedes. Piensa en Tara».

—¡Eres el intruso más idiota con el que me he topado!

—¡Soy el puto caballero vitamina C, imbécil!

Justo cuando la espada iba hacia él, Norian la bloqueó con su hacha, endureciendo las llamas para que detuvieran el avance del filo contrario. Se sintió orgulloso.

Pero la emoción no duró mucho, pues el hombre le hundió la rodilla en el estómago segundos después. Norian hubiese sido víctima de otro ataque de no ser porque Larry desprendió un rayo que, tras impactar contra el hombre, lo mandó a volar una buena distancia lejos de ambos.

«Un hechicero» pensó el guardia al detallar el ataque de Larry, secándose la sangre de la nariz. No tenía oportunidad contra ataques mágicos como esos.

Por su parte, Norian, después se ser liberado de la presión, guardó su arma para agacharse a recoger a Larry, que seguía en el piso. El impacto de su cabeza contra la superficie había menguado sus capacidades, y todo empeoraba tomando en cuenta que había tenido un momento de debilidad extrema antes del inicio de la lucha.

—¿Estás bien? —quiso saber Norian, pero Larry no lo atendió. Prefirió señalar lo que había detrás de él.

Alarmado, el pelirrojo se volteó para ver cómo una bolsa de polvo rojizo surcaba el aire hasta aterrizar justo donde estaban. Tras romperse, el contenido se esparció en forma de humareda granate como si fuese un velo ondeando con la brisa.

Durante todo el proceso, el vigilante los observó desde las escaleras, y luego de dedicarles una sonrisa de victoria, empezó a huir. Norian quiso seguirlo, pero ningún músculo acató sus órdenes. Se sentía pesado...

—L-Larry, no me... —El guerrero cayó de rodillas al piso—. No me puedo mover, ¿qué es...?

—P-polvo Kelense. —El argeneano hizo el intento de cubrirse con la camisa, pero era inútil. Ese tipo de polvo penetraba cualquier barrera excepto las paredes.

—¿P-polvo qué...?

El pelirrojo sintió que Larry le respondía, una voz difusa y distorsionada que difícilmente pudo entender. Lejos de captar el significado de sus palabras, terminó de perder fuerzas y cayó en el piso de golpe, ahogado por el retumbe enfermizo de su pulso.

No podía... No podía moverse...

Después de un último pestañeo todo fue oscuridad.


El castillo de Vann siempre había sido una atracción arquitectónica tanto para argeneanos como vellanos, pues no solo era gigantesco, sino que también contaba con pasadizos y habitaciones secretas en los que sería muy fácil perderse.

La gran sala principal, junto a los pisos residenciales, los salones de entrenamiento y los dedicados a la educación, no eran más que la punta del iceberg, un sitio en donde los argeneanos podían desenvolverse siendo ajenos a la enorme cantidad de secretos bajo sus pies.

A mayor profundidad estaban los pasadizos más largos e importantes, que también eran bastante oscuros. Por eso Hent y Terrance debían valerse de su magia para formar halos de luz que los ayudasen a caminar sin tropiezos. Desde hace varios minutos avanzaban oprimidos por un manto de mudez que ninguno de los dos se atrevía a quitar. Se limitaban a seguir caminando derecho por la oquedad del pasillo; inmutables, acompasados, exentos de miedo. Cualquiera que los viese consideraría que eran dos almas en pena en busca de descanso.

Porque además de constantes, también eran cautos y silenciosos. Todos sus movimientos eran realizados con la lentitud propia de quien es castigado por una carga gigantesca, y en sus rostros reinaba tal inexpresividad que era difícil saber qué estaban sintiendo, a menos, claro, que se les mirase a los ojos. Así era fácil deducir que las emociones de Hent oscilaban entre la preocupación y el desespero, mientras que las de Terrance eran un amasijo de seriedad impenetrable.

La misma seriedad que usó para tomar palabra.

—¿Y ahora qué?

Hent hizo un mohín.

—Te dije que debíamos ir a hacer algo, me solicitan en la sala de investigación. —Aunque quiso ser igual de frío que su compañero, la voz de Hent salió remojada en fastidio—. Mientras tanto, no sé, podrías darme ideas para encontrar a los elegidos y hacer que se enfrenten.

Hace un rato, acogidos en la privacidad de la sala de reuniones argeneana, ambos entrenadores se habían compartido la información obtenida de su respectiva investigación. Lessa Astral era la asesina de Farren, novia de Norian. Eso había hecho que el muchacho acumulara un odio enfermizo por todos los argeneanos hasta, aparentemente, ese momento. Pero de palabras del propio Terrance, solo hacía falta enterrar una espina en una cicatriz para que volviese a doler, así asegurarían que los elegidos pelearan a muerte. Solo faltaba algo importante.

Encontrarlos.

Durante los primeros minutos posteriores al accidente del estadio, no habían podido movilizar tropas debido al estado de Hent. Pero luego de que este saliera de la enfermería camino a Vellania, se había encargado de esparcir guerreros del CEMA por los dos reinos, todos con la misma orden: capturar a Lessa Astral y Norian Archer. Lo único malo era que, como los soldados del CEMA debían ir bajo perfil para no alarmar a nadie, se habían tardado demasiado en llegar a Vellania y por eso perdieron cualquier oportunidad de conseguir un rastro.

En Argenea pasaba algo parecido: los soldados del CEMA eran incapaces de dar con ellos, y el disimulo que debían mantener no hacía sino imponer limitaciones.

Aun así, el CEMA era el único recurso que les quedaba para encontrarlos, pues el resto de escuadrones no era tan obediente y fiel a las órdenes de Hent. Ellos replicarían, se preguntarían por qué de pronto ordenaban la captura de dos personas y bajo qué cargos, y debido a los registros era demasiado difícil convencerlos de una mentira bien elaborada.

Si la infracción no estaba documentada, no existía, y a ninguno de los entrenadores le convenía reportar que Lessa y Norian habían allanado una biblioteca que se supone debería estar en secreto, como tampoco era lógico alegar que su unión debía ser evitada. No. Ni en el código de reglas argeneanas o vellanas había un artículo que prohibiera la relación entre personas de diferentes reinos, así que no había cargos reales en su contra a excepción del ingreso no autorizado del guerrero Archer, que si bien estaba documentado, no era suficiente para ordenar su captura formal.

A las personas que hacían eso se les interrogaba para luego obligarlas a cumplir alguna tarea en el reino, después de lo cual podían irse. Aunque claro que eso dependía del tiempo que hubieran pasado ilegalmente en el territorio, así como también de sus intenciones. Pero el tiempo de Norian Archer en Argenea había sido mínimo, y ahora ni siquiera sabían dónde estaba.

Todo sería más fácil si tuvieran el apoyo de la familia real...

Luego del accidente del estadio, Hent no tenía el valor de pedirles ayuda de nuevo, no con las posibilidades de fracaso. Aquella ejecución improvisada la había planeado él solo, y como no había forma de realizarla con tanta prisa y encima sin muchas pruebas de los cargos que se le atribuían a Norian, había acudido a la familia real. Los cabecillas de la realeza, en un decreto que solo le llegó a los civiles del este y algunos hechiceros de poca autoridad, solicitaron audiencia para el plan de Hent y dieron base al escenario perfecto para la pelea de los elegidos.

Así podría hacerlos pelear sin que nadie lo evitara, porque en ese estadio la única autoridad sería él. Nadie iba atreverse a contradecirlo por muy locas que se escucharan sus palabras. Pero desgraciadamente las cosas no habían salido de acuerdo a sus planes, y ahora, con un reciente fracaso en las manos, Hent no se atrevía a ver a la familia real argeneana de nuevo si no era para decirles que la misión había sido completada exitosamente.

Entonces tenía que conformarse con que los soldados del CEMA recorriesen los dos reinos con disimulo, ocultos de cualquier otra autoridad que pudiera cuestionarse por qué estaban ahí. Era la única forma de no levantar más sospechas de las que había sobre ellos.

El propio pueblo empezaba a mirarlos con desconfianza.

Debían terminar con los elegidos antes de que fuera demasiado tarde. Los reinos no podían ser destruidos antes de la segunda parte del plan.

—¿Me pediste ideas solo para ignorarme? —La voz monótona de Terrance hizo que Hent pegara un respingo, regresando a la realidad. Se había enajenado por sus reflexiones—. Porque creo que no me estás escuchando.

—Lo siento. —Hent suspiró para calmarse. Apenas se daba cuenta de que faltaba poco para llegar a la sala de investigación—. Estaba distraído, ¿qué decías?

—Me dijiste que habías sentido el aura de Archer y de Hathaway cuando entraste al bosque, ¿no?

—Ajá...

—¿Alguna idea de a dónde iban?

—Al poco tiempo el aura desapareció, no sé. —Se llevó una mano a la sien, frustrado por recordar ese momento—. Pero para mí es muy probable que estén en Vellania.

—O que estén huyendo lejos. ¿Tienes soldados del CEMA buscando en el bosque?

—Sí, también a muchos haciendo inspecciones de aura en diferentes partes. —Hent agitó la cabeza con desespero—. No han podido dar con ellos en todo el tiempo que estuvimos en las bóvedas. Es como si hubiesen desaparecido.

—Podría ser el alcance de la magia de inspección, o una zona que bloquee la percepción del aura. —Terrance lo miró—. ¿Has pensado en eso?

—Claro que sí, pero el problema es que hay demasiados sitios que bloquean la percepción del aura. Pudieron haber ido a los límites del campo de fuerza, a las zonas sentirales, o incluso a los cráteres en las fronteras vellanas —suspiró, resignado—. Desplegué varias tropas hacia allá, pero no creas que el camino es corto. Y las zonas sentirales son demasiadas.

—De todas formas no pueden huir por completo, el campo de fuerza los limita.

—Sí, pero igual les da mucho territorio en el que esconderse.

—¿Hay algún lugar dentro de este castillo en el que se puedan esconder?

—¿Por qué serían tan tontos como para permanecer aquí sabiendo que estamos tras ellos?

—Hay que minimizar las posibilidades.

—Es imposible que hayan burlado al vigilante invisible, pero bueno, podrían estar en...

—¡Señor Lagger! —Una voz femenina proveniente del lado izquierdo del pasillo los sobresaltó, y al voltear a ver, sus ojos dieron con una muchacha de pie frente a una puerta que acababa de abrirse—. Qué bueno que llega, señor Lagger, lo estábamos esperando. Hay noticias. Pase, pase. Y aprovechando que está aquí, usted también, señor Cassan.

El cabello castaño oscuro y liso de la chica, junto a sus ojos cafés brillantes y el uniforme lila que llevaba, hizo que a Hent se le hiciera fácil reconocerla como Claudia Gálgator, la integrante más joven y nueva del Grupo de Investigación de Anomalías Naturales y Mágicas, el GIANM, fundado para servirle a ambos reinos.

En vista de su premura, Hent asintió con la cabeza, poniéndole una mano en el hombro con toda la elegancia que pudo demostrar. La chica, notablemente fascinada, le dedicó una sonrisa de admiración entretanto se volteaba para guiarlo al interior del sitio. La relación entre el GIANM y el departamento de defensa era muy estrecha, al fin y al cabo, las anomalías que se encontraran marcarían la pauta para los soldados a la hora de proteger el reino.

Terrance siguió a Hent hacia el interior. Dentro de la sala, las paredes estaban cubiertas con tonos purpúreos, responsables de la atmósfera lúgubre mayormente iluminada por el ilucentro en la parte superior. Era potente, amarillo y cálido; y apuntaba hacia el centro del cuarto. Allí, con un total de cinco sillas alrededor, una mesa del mismo color de las paredes servía de superficie de apoyo para un mapa tridimensional de Argenea y Vellania. Por su tono transparente y brilloso Terrance dedujo que era una ilusión, pero aun así le pareció formidable y sorprendente.

Arriba, además del ilucentro también había una proyección del sistema solar en movimiento constante, bajo cuyas luces figuraban los cuatro miembros restantes del grupo de investigación: dos hombres, una mujer y un muchacho que aguardaban sentados en sus respectivos asientos.

Claudia se sentó también. Hent quedó solo al lado de Terrance.

—¿Para qué me llamaban? —La voz del entrenador argeneano fue firme.

—Hemos registrado algo que concierne a los dos reinos. —Uno de los hombres se puso en pie para señalar el mapa. Después de unos ademanes rápidos, este se expandió hasta mostrar la imagen de la tierra bajo el reino argeneano—. Se percibió actividad sísmica proveniente de esta zona. Es mínima, pero los habitantes de Argenea ya han logrado percibir uno que otro temblor.

—También nos tomamos la libertad de expandir el análisis hacia las proximidades vellanas —explicó la mujer—, y se observa la misma actividad sísmica. Pero no parece ser de origen natural.

Terrance y Hent se encogieron en sí mismos.

—Mandamos a dos personas de nuestro equipo a revisar las zonas, y por el análisis podemos deducir que las sacudidas son de origen mágico. —El hombre que hablaba se detuvo un momento, señalando los lugares de ambos reinos en los que se habían sentido los temblores con mayor fuerza—. Esto solo puede significar que otro ejército busca atacarnos desde fuera.

—Cabe la posibilidad de que el ejército humano por fin domine la magia, o que tenga seres mágicos de su lado. —El otro tomó la palabra—. Sea lo que sea, hay que estar preparados. Tomando en cuenta que podría ser un ataque, predecimos un incremento en la potencia de los terremotos de aquí a la noche siguiente.

—Ya veo... —Hent se llevó la mano al mentón, echándole una mirada furtiva a Terrance. Los dos sabían muy bien lo que significaba—. Le avisaré a mis tropas para que estén atentos, gracias.

—¿Va a publicar un aviso?

—Le informaré al pueblo que todo está en orden, que estén tranquilos, mientras asigno soldados de Avalandra al Comité Máximo de Hechicería de Argenea para iniciar una investigación más profunda.

—Esta noche iremos a recolectar más información —dijo el líder—. Le será útil a los soldados, de ambos reinos.

—Gracias... Sigan así.

Los cinco integrantes del GIANM asintieron con la cabeza, justo antes de que Hent se volteara para despedirse con un ademán y salir de la sala. Terrance hizo lo propio, solo que con menos devoción, pues estaba más enfocado en lo que acababa de oír que en despedirse con cortesía de un grupo de desconocidos.

Cuando por fin estuvieron fuera de la sala, la puerta se cerró, y fue cuestión de tiempo para que se hiciera completamente invisible. Sus contornos se borraron, su superficie también. No quedó ni un indicio que indicara que allí había una puerta. Era un método muy útil para evitar las visitas no deseadas.

Pero lejos de contemplar aquella demostración de avance mágico, Terrance se recostó en la pared cruzado de brazos mientras miraba a su compañero. Los dos estaban igual de preocupados.

—Es Gneis —dijeron al unísono, gruñendo.

El tiempo iba en su contra.

—Está sucediendo... Cada segundo que los elegidos pasan juntos, volviéndose más unidos, es un segundo menos para nosotros. —Hent empezó a caminar de un lado a otro. Gesticulaba exageradamente—. Si seguimos dejando que se fortalezcan, será demasiado tarde...

—¿Y entonces por qué en vez de hablar no hacemos algo?

—Estoy tratando de pensar, pero tú tampoco colaboras.

—Tú eres el que está ahí sin hacer nada.

—¡Sin hacer nada! —estalló Hent— ¡Estoy tratando de pensar en dónde están los elegidos!

—Nunca respondiste a mi pregunta.

—¿Cuál mal...? —Hent se sostuvo el rostro mientras suspiraba. Su sonrisa iracunda denotaba el mal humor—. ¿Cuál pregunta, Terrance?

El entrenador vellano sonrió antes de contestarle.

—¿Dónde podrían esconderse los elegidos aquí?

—En...

—¡Señor Lagger! —Una voz nueva se hizo escuchar en el pasillo.

«¡¿Ahora qué?!» pensó el entrenador, harto de las interrupciones.

Por un momento creyó que alguien del GIANM, pero al iluminar la negrura imperante frente a él con su halo de luz, se dio cuenta de que era un hombre perteneciente al cuerpo de vigilancia, que tras acercarse lo suficiente se detuvo un momento para normalizar su respiración.

Era alto, de cabello castaño corto y piel ligeramente más oscura que la suya, con unos ojos potentes llenos de necesidad. Parecía ansioso por comunicarle algo.

— Aquí soldado Alter, componente Herma de rango uno. Lamento llegar tan de repente, señor Lagger, pero es importante. —Se detuvo para respirar—. Lo que pasa es que... —Miró a Terrance con desconfianza.

—Puedes hablar frente a él, tranquilo.

—Bien. Soy el vigilante de turno de la ruta que va hacia El Nangi. Presencié la subida de una intrusa, la seguí y me adormeció. Cuando desperté, había dos intrusos más; uno de ellos un vellano. Traté de capturarlos pero había un hechicero, por eso vine hacia acá. Los adormecí con polvo Kelense antes de irme.

—Con que un fogoso...

—Y un hechicero y una chica.

—Exacto, entraron sin autorización porque su ingreso no me fue notificado antes. —Miró a Hent—. ¿Qué acciones va a tomar, señor? El cuerpo de vigilancia está listo para...

—Gracias por tu aviso, Alter, pero desde aquí podemos encargarnos. —Hent le dio una palmada en el hombro—. Descansa el resto de la noche.

El vigilante abrió la boca para replicar, pero como no era bien visto cuestionar la orden de algún superior, se limitó a asentir con la cabeza, sumiso, para después adentrarse nuevamente en la negrura de la que había brotado. Sus pasos sincrónicos alejándose cada vez más eran indicativo de su pronta desaparición.

Cuando por fin estuvieron en silencio, Terrance miró a Hent con una sonrisa medio burlona, aún con mirada inexpresiva.

—¿No te oí decir que era imposible que burlaran a tu vigilante, Hent?

—Cállate.

—Argeneanos, siempre confiados...

—Ya basta. —El hombre apartó la vista con orgullo—. Por ahora, en vez de restregarnos nuestros errores entre sí, hay que...

—¿Nuestros? Es error fue solo tuyo.

Hent retuvo las ganas de gritarle tras una sonrisa temblorosa.

—Bien, lo que sea —suspiró—. Por ahora sabemos que Archer, Astral y Hathaway están arriba, así que hay que subir con refuerzos. Que tengan a ese muchacho de su lado es peligroso.

—Los sellos no le permiten hablar.

—Sí, pero estás olvidando que tiene demasiadas habilidades. —Hent le dio un toquecito en la cabeza—. Un aprendiz de hechicería a su nivel no debería ser capaz de crear a un wendigo tan duradero, y hace dos años lo hizo. Está por encima del promedio y ahora que se rebeló es peligroso.

—La magia de ese muchacho tiene un límite, quizá tú no lo notes, pero yo sí. Está cada vez más débil. —Terrance se mantuvo impertérrito—. Su flujo mágico está flaqueando demasiado, lo sentí en el estadio mientras tú gritabas como loco. Quizá aún le quede fuerza para defenderse, pero tarde o temprano va a caer. Es cuestión de tiempo.

—Mejor temprano que tarde, tiempo es lo que menos tenemos.

—Entonces...

—Hay que hacerle una pequeña visita a los elegidos. —Hent sonrió, sosteniéndose la sien mientras los ojos le brillaban en azul—. Solicito a diez soldados del CEMA en El Nangi ahora mismo. Tenemos una misión de captura.

Todo era tan borroso...

Poco podía observarse de lo que quedaba de la reunión antes llena de júbilo y elegancia, pues ante sus ojos no era más que un rectángulo repleto de figuras difuminadas sobre un fondo rojizo. Las lenguas de fuego se desplazaban por toda la extensión del cuarto como bailarinas inquietas, siempre con su característica espontaneidad y dinamismo que las hacía imposibles de predecir.

Y entonces ahí estaba él, amo y señor del cataclismo imperante en las cercanías, envuelto en chispas de fuego y con los ojos ardiendo en un rojo endemoniado. Su cabello se había convertido en la viva representación de lo que había dentro de él: un corazón en llamas, anegado en la ira de una traición y despedazándose a cada segundo.

—Norian.

Aquel sentimiento, como si del veneno de algún animal se tratase, se esparció desde lo más profundo de su pecho hasta estremecer las manos y piernas. Era momento de cobrar venganza de una vez por todas. Estaba harto de sufrir, harto de ser traicionado, harto de dejar que lo pisotearan. Por eso, cuando por fin obtuvo la fuerza para encender su hacha, se preparó para embestir a quien nunca debió haber considerado compañía.

—Norian, Norian, Norian...

Pero el rival también era veloz, y el arma en su mano fue útil a la hora de bloquear el ataque del pelirrojo. Luego siguieron intercambiándose ataques masivos con potencia inmisericorde. Sus movimientos raudos entre las lenguas de fuego parecían la coreografía de un baile mortal, realizado en el escenario distópico contra el que alguna vez se habían rebelado, pero del que ahora solo eran dos actores más.

Dos actores que se atravesaron el pecho al mismo tiempo.

—¡Norian!

De súbito, una sacudida hizo que Norian abriera los ojos con ímpetu frenético, casi a la misma velocidad de su respiración convertida en un zumbido constante. Se hiperventilaba. Con las manos trémulas se palpó el pecho para sentirse latidos, y además de caer en cuenta de que su pulso había iniciado una aceleración peligrosa, también pudo comprobar que, a diferencia de en su sueño, no tenía ninguna herida. Estaba ileso. El único dolor que tenía era el de los golpes que le había dado el guardia antes de...

Antes de escapar.

«¡Maldición!»

Era cierto, apenas lo recordaba. Las memorias de lo que había pasado antes de desmayarse aparecieron en su mente como terribles verdugos, encargándose de torturarlo por su ineptitud. ¡Lo había dejado huir! Y lo peor era que la noción del tiempo se le había desvanecido. No era consciente de cuánto había transcurrido desde el desmayo ni tampoco de su alrededor, pues si bien la vista le había recuperado cierta claridad, lo cierto era que la neblina, engañosa y densa, impedía ver más allá de sus manos y una figura masculina frente a él.

—Hey, hey, ¿todo en orden? —Larry, luego de haberse alejado unos instantes para darle espacio y que respirara, se le volvió a acercar con paso presuroso—. Norian, di algo...

—L-Larry. —La preocupación en el tono de Norian fue igual de intensa que el frío—. Se fue, el guardia se fue, tenemos que...

—Nos tenemos que ir, lo sé. —El muchacho lo levantó para ponerse a caminar. Frente a ellos, la extensión del puente era poco distinguible debido a la niebla—. No sé cuánto tiempo pasó, pero es probable que aún no estén de camino, no los siento por ningún lado.

—Bien. —Norian se soltó del agarre del chico para avanzar por su cuenta—. ¡Acelera el paso!

—¡No te sobre esfuerces tanto aquí arriba!

—¡Tenemos que avisarles antes de que sea tarde!

Larry no tuvo argumentos para responder, y como se estaba cansando por la velocidad que mantenía, tuvo que guardar silencio. Por su parte Norian continuó el avance cada vez más rápido, impulsado por la preocupación de estar a punto de ser descubierto. Había altas posibilidades de que el guardia le hubiese dicho al entrenador de Argenea dónde estaban, por eso, si aún les quedaba tiempo de sobra, debían usarlo para salir de la torre de control antes de que los interceptaran.

Su figura perseverante, asediada por neblina blancuzca, cobraba un aspecto fantasmagórico. Cualquiera que lo viese de lejos pensaría que era un fantasma huyendo de un tormento invisible, pero no, solo era el terco Norian Archer que se negaba a bajar la velocidad mientras se abría paso por la coloración nívea y gélida.

Pero la altura no estaba de su lado, y para cuando el guerrero estuvo a mitad del puente, sus pulmones dejaron de recibir aire como era debido. Entonces cayó de rodillas al suelo, asfixiado pero aun así haciendo vanos esfuerzos por levantarse. La falta de oxígeno le oprimía el pecho y le hacía arder los pulmones.

«¡Levántate, Norian! ¡levántate!» se ordenó, pero sus músculos entumecidos por la baja temperatura no respondían. Entre las pocas cosas que pudo hacer estuvo apoyar un pie en el piso para quedar en una posición más útil a la hora de levantarse, pero después del primer impulso sintió un golpe en el pecho que volvió a paralizarlo.

—M-mierda...

—Te dije que no corrieras tanto. —Larry apareció a sus espaldas para servirle de apoyo y avanzar—. Ven, ya falta poco.

Despojado de su orgullo, Norian se dejó llevar por el muchacho los tramos de puente que le faltaban.

A su alrededor, cánticos ininteligibles eran transportados por el viento en forma de melodía tétrica, como un grito dividiéndose en muchas más partes para calar hondo en los oídos de Larry y Norian.

El vellano estaba a punto de volverse loco en cuanto la puerta de la cabina fue develada ante sus narices. Estaba a pocos metros, por eso podía verse a través del manto impoluto que se había apoderado de las cercanías.

Norian no tardó mucho en soltarse de Larry y caminar por su cuenta. Ver su destino a tan poca distancia lo había hecho sentir mucho mejor.

Una vez cerca, el pelirrojo abrió la puerta con azoramiento. Iba cabizbajo.

—Hay que irnos —avisó, adentrándose en el cuarto con Larry a sus espaldas—. El guardia se nos escapó y estamos seguros de que pronto vendrán soldados a capturarnos. Hay que...

—E-ehm, Norian.

—¿Qué pasa?

En vista de que Larry no le contestaba, Norian alzó la cabeza, y al presenciar lo que tenía enfrente no pudo resistir el instinto de dar un paso atrás. No podía ser. Por un momento quiso convencerse de que lo que veía era una vil farsa de su cabeza desorientada, pero no. La escena era real, desgraciadamente real.

En el fondo del cuarto, la amiga rubia de Lessa era retenida por dos soldados del CEMA, mientras que en el otro lado Tara estaba aprehendida entre los brazos de un hombre que le presionaba un filo contra el cuello. Un hombre de cabello marrón, ropaje refinado y poseedor de una mirada que alguna vez había sido amorosa y paciente, pero que ahora solo dejaba ver dos océanos insondables repletos de inexpresividad y ambición. Más abajo, la cicatriz en su mejilla parecía un recuerdo indeleble de sus acciones en el pasado, la sangre que había derramado y las mentiras que había repartido.

Mentiras que esa misma noche quedarían sepultadas para siempre.

—Mi querido aprendiz me enorgullece... Has hecho muchas cosas de las que nunca te creí capaz, Norian —habló Terrance, tranquilo, como si tener a una niña capturada entre sus brazos fuese lo más normal del mundo—: te metiste en territorio argeneano, derrotaste a un monstruo e incluso te aliaste con una argeneana.

Tras decir eso el castaño volteó a ver a Lessa, que le apuntaba con valentía para dispararle una flecha en cuanto tuviese oportunidad. Estaba de pie a unos cuantos metros del hombre, por eso Norian no había podido verla al entrar, y ahora que la detallaba no pudo evitar dirigirle una mirada llena de preocupación.

La joven argeneana, molesta y asustada a partes iguales, se limitó a juntar las cejas mientras articulaba un silencioso «lo siento».

Pero Norian negó con la cabeza. No era su culpa, no quería que se sintiera mal, y se lo hubiese dicho de no ser porque Terrance continuó hablando.

—Tu único error, mi querido aprendiz, fue quedarte cerca de nosotros. —Enarcó una ceja en son de burla—. Así que cualquier cosa que estuvieras planeando...

—Se acaba aquí y ahora, elegidos.

La voz de Hent completó el enunciado, y cuando Norian y Larry se dieron la vuelta comprobaron con terror que el hombre se encontraba detrás de ellos, en el umbral de la puerta. Detrás de él, un tumulto de soldados del CEMA aguardaba por sus órdenes, quietos como estatuas.

Estaban acorralados.

«Mierda. Mierda. Mierda» pensó Norian, sin saber cómo reaccionar. En la salida estaba Hent junto a una cantidad formidable de guerreros, y a unos metros de distancia estaba Terrance, amenazando a su hermana con un cuchillo. Lessa no podía dispararle con el riesgo de que usara a la niña como escudo, además, en cualquier momento uno de los soldados que retenían a Zeth podría atacarla. Había que proceder con cautela.

Ese era el deber ser, pero Norian estaba irascible, demasiado como para dejarse llevar por el lado de la lógica. Entonces, desobedeciendo la mirada intensa de Larry, que le pedía que se mantuviese tranquilo, dejó que la ira se apoderase de su cuerpo y rostro. Los ojos empezaron a resplandecerle con la potencia de dos soles, y su cabello inició un serpenteo salvaje propio de una antorcha que acaba de ser encendida.

Pocas veces las llamas en su cabeza llegaban a ese nivel, pero esta era una ocasión particular. Vaharadas de furia surcaron las venas del pelirrojo mientras se acercaba con pasos lentos y pesados hacia donde estaba Terrance.

El entrenador permaneció inmutable.

—¿Tratas de intimidarme, Archer?

—Suéltala.

Su voz fue fría, profunda, amenazante con cada sílaba pronunciada.

Aun así Terrance lo miró inexpresivo.

—¿Más o menos por qué debería soltarla?

—¡Porque si no te voy a arrancar la maldita cara! ¡Por eso!

—Quiero verte intentar.

Cuando Larry gritó para que se detuviera, fue demasiado tarde. El pelirrojo se había abalanzado sobre el entrenador en un desesperado intento por cumplir sus amenazas. Pero sin siquiera inmutarse, el hombre lo recibió con un rodillazo en el estómago. Lessa soltó un jadeo de la angustia, lo mismo hizo Tara, pero Norian ni siquiera se permitió soltar un quejido bajo. No dejaría que Terrance se regocijara con su sufrimiento.

Sin darse tiempo de descansar, volvió a irse contra el hombre, pero no contaba con que este lo esquivaría sin mayor esfuerzo. Entonces Norian quedó con el puño en el aire, sin sitio en el que aterrizar, y cuando menos se lo esperaba Terrance le dio un cabezazo.

—¡Déjalo! —Lessa le disparó para frenar sus ataques, pero el hombre se apartó de la trayectoria de la flecha antes de ser impactado.

Después le sonrió, divertido.

—Eres un monstruo —habló Lessa, viendo cómo Norian se tambaleaba a los lados. No tardó mucho en caer al piso—. Ustedes dos... —dijo mirando a Hent—. ¡Ustedes dos son unos monstruos! ¡Unos mentirosos! ¡Egoístas! Y ustedes. —Miró a los soldados del CEMA—. ¡Ustedes no tienen derecho a ser llamados los mejores guerreros de Argenea! ¡Lo único que hacen es obedecer sin cuestionar nada! ¡Obedecer a este tirano! —Señaló a Hent.

El entrenador Lagger, que desde su ingreso a la habitación había mantenido una sosegada sonrisa en los labios, se llevó una mano al pecho en un falso ademán de indignación.

—Astral, querida Astral. Precisamente ellos son los mejores guerreros de Argenea porque obedecen y saben lo que es bueno para el reino. —Intensificó la profundidad de su mirada—. Ellos saben que nosotros somos los que quieren mantener el orden, y que ustedes atentan contra nuestra misión.

—¿Y qué es lo que quieren de nosotros, eh? —Desde el piso Norian se hizo escuchar—. ¿Por qué nosotros? ¿Por qué se enfrascan tanto? ¡¿Qué hicimos para...?!

—Te dije que había cosas de las que no me gustaba hablar, Norian —interrumpió Terrance.

—¡Entonces déjanos tranquilos!

El muchacho se dirigió a Terrance como una ráfaga furiosa, buscando herirlo en cualquier parte del cuerpo, pero el hombre arremetió antes de que él pudiera lograrlo. No obstante, Norian había vaticinado esa reacción, y por instinto dobló las rodillas para deslizarse por el suelo y evitar el golpe.

Sorprendido, Terrance hizo otro movimiento para atacar al pelirrojo, pero un impacto gélido en su hombro se lo impidió. Y no era cualquier impacto. Una flecha le había atravesado esa zona y ahora el brazo empezaba a paralizársele.

Desde su lugar, Lessa le dedicó una sonrisa.

«Es como si estuvieran conectados».

—¡Norian, en tu bolsillo! —se oyó a Larry gritar.

El pelirrojo entendió a qué se refería. Sacó su arma, la apretó fuerte y después procedió a encenderla con la intención de hacer un corte lateral en el pecho de su enemigo. Eso bastaría para liberar a Tara. Sin embargo, y muy a pesar de los escasos segundos que Norian tomó para prepararse, Terrance se volteó a una velocidad pasmosa y lo pateó en el costado. El resultado fue una imagen de Norian volando hacia el armario de la pared izquierda.

—¡Norian! —gritaron Lessa y Tara al mismo tiempo.

—No puedes superar a tu maestro tan rápido. —La voz de Terrance estaba cargada de una naturalidad demasiado irritante—. Por favor, terminemos esto de una vez antes de que pase algo verdaderamente trágico. —Le hizo un pequeño corte a Tara.

—¡Quítale las manos de encima! —vociferó Norian, que antes de oír las advertencias de Larry, volvió a correr hacia el entrenador vellano sin pensarlo dos veces.

El resultado fue casi el mismo de antes: él saliendo disparado hacia algún lugar de la cabina. La diferencia fue que Larry pudo hacerlo levitar durante unos segundos para que la caída no fuese aparatosa.

—Tienes un gran potencial, ¿verdad, Hathaway? —le dijo Hent, poniéndole una posesiva mano en el hombro. El muchacho tembló ante su cercanía—. Pero tú más que nadie sabe que esto es necesario... y que ellos dos están condenados desde que nacieron —susurró con alevosía.

—Al igual que nosotros, Hent, al igual que nosotros. —La voz de Larry fue sorprendentemente firme. No se dejaría intimidar por ese hombre de nuevo—. ¿O se te olvida que nuestras vidas también están en juego esta noche?

—No se me puede olvidar eso que no sucederá.

—¿Por qué tan seguro?

—¿Y tú por qué tan rebelde? ¿Te quieres morir?

«Si es por ellos, sí» quiso decir Larry, pero prefirió guardárselo. «Es mejor morir por lo que amo que vivir por lo que desprecio».

Durante la pequeña charla no había sucedido mucho, tan solo otro intento fallido de ataque por parte de Norian; y uno nuevo de Lessa, esta vez de combate cuerpo a cuerpo. Los dos habían sido derribados y ahora luchaban por levantarse en lugares antagónicos de la habitación. A pesar del cansancio aún tenían sus armas listas para otro ataque.

Mientras tanto Zeth, aprehendida por dos soldados, no podía ser sino la futura espectadora de una masacre. La desesperación hacinada en sus ojos fue como un golpe al corazón de Larry.

—A ver, a ver. ¿Por qué no nos calmamos un poco? —habló Hent, avanzando unos cuantos metros hacia donde estaba Terrance. Los soldados a su mando empezaron a seguirlo, pero él los detuvo con un ademán—. No vinimos a hacerle daño a nadie, solo queremos hablar. Lo que pasa es que ustedes son demasiado violentos.

—¡A la primera que le hagan algo más a Tara, los mato!

—Nosotros no somos los malos aquí. —Terrance miró a Norian con un falso aire de inocencia que lo hizo rabiar—. Yo no quiero lastimar a tu hermana, lo digo en serio. Pero tú estás obligándome.

—Infelices... —murmuró Lessa. Norian solo gruñó.

—No nos vean con esa cara, hablamos en serio. —Hent levantó los brazos en señal de inocencia—. No vamos a dañar a nadie.

—¿Por qué será que no te creo? —bramó Norian.

—Esa boquita no ayudará a tu hermana. —Terrance la apretó más fuerte—. Solo si obedeces nuestra orden te la daremos.

—¿Y cuál es esa orden?

Tanto Terrance como Hent se hicieron a un lado para despejar el camino hacia el otro extremo de la habitación, desde donde Lessa miraba a Norian con ojos atentos y preocupados. Estaba magullada, sangraba por el lado derecho de la frente y su vestido se había roto en la parte de abajo, pero eso no quitaba que estuviera dispuesta a irse contra los entrenadores.

Y si ella no se rendía, Norian tampoco. Estaban juntos en eso.

—Entonces, ¿cuál es esa estúpida orden que quieren que siga?

—Queremos, Norian...

—Que mates a Astral.

Los ojos del guerrero se normalizaron. Su hacha se apagó de golpe.

—¿Que quieren que...?

—Que la mates, de la forma que tú quieras, pero que la mates.

El pelirrojo ni siquiera supo cómo responder. Prefirió negar con la cabeza para expresar su reluctancia.

—¿Por qué te niegas? —inquirió Hent, malicioso. Norian sonrió con amargura al ver la naturalidad con la que le hablaba.

—Porque ustedes están locos, punto —pudo decir, al tiempo en que asía su arma con mayor firmeza—. Prefiero matarlos a ustedes antes que...

—Piénsalo mejor, Norian. —Terrance dio un paso al frente, aún con Tara entre sus brazos. La niña se quejó por la posición brusca—. Así por fin podrías vengar a Farren.

Norian frunció el ceño, confundido. Lessa, del otro lado de la habitación, empezó a ser consumida por el pánico. ¿Farren? ¿Ellos habían dicho Farren? Y lo más importante: ¿cómo habían unido cabos? Tal fue su nerviosismo que, cuando Norian le quiso sostener la mirada, ella apartó la cabeza en forma de huida, temerosa de que a través de sus ojos él pudiera descubrir el secreto.

—No sé cómo sabes eso —oyó decir a Norian, junto al crepitar característico que hacían las llamas en su serpenteo constante—. Pero sea lo que sea lo que quieras lograr, no funcionará. Lessa no tiene nada que ver con...

—¿Seguro?

—Lessa no lastimaría a nadie, ¡a diferencia de ustedes dos!

Dicho eso corrió hacia Hent para hacerle un corte con el hacha, pero el entrenador se inclinó hacia la derecha con un movimiento para nada dificultoso. Huía con tanta gracia que daba la ilusión de ser uno con el ambiente, o un simple papel al que no le costaba romper las barreras del aire para esquivar a Norian. Así estaban, el vellano moviéndose con agilidad en un enorme esfuerzo por darle a su oponente, y él, de semblante tranquilo y serio, desplazándose como una ráfaga veloz casi imposible de tocar.

—Creo que no conoces a Lessa lo suficiente. —Hent atrapó la muñeca de Norian justo en pleno ataque, así que el guerrero trató de arremeter con la rodilla. No obstante, de igual forma fue inmovilizado frente a la mirada altiva del entrenador—. No sabes quién es ni lo que ha hecho.

—Lessa es una buena persona, Lessa...

—Parece que dudas mucho, pero tú amiguita aquí presente sabe de lo que estoy hablando. ¿O no, Astral? —Miró a Lessa con malicia—. ¿Le dices tú o le digo yo?

—No lo escuches, Norian. —Lessa, que hasta ese momento había permanecido paralizada, dio unos pasos al frente mientras miraba al vellano—. Solo quieren ponernos contra el otro.

—¿De verdad confías en una argeneana, Norian? —Terrance le habló con decepción, sin mirarlo—. Creí que podrías reconocerla.

—¡¿Reconocerla de dónde?! ¡Están locos!

—¡Reconocerla de hace cin...!

—¡Cállate!

Antes de poder pestañear, el cuerpo de Hent salió volando contra el armario, tan fuerte que rompió las tablas de madera con las que estaba hecho. Todo había sido tan veloz que Norian no había podido distinguir la causa del impacto, pero cuando posó los ojos sobre quien tenía en frente, dio con la respuesta. Lessa. Lessa estaba frente a él en el lugar que antes había ocupado el entrenador argeneano, envuelta en un aura azul luminosa, con los ojos cubiertos de la misma tonalidad y una capa de hielo denso alrededor. Su apariencia hacía fácil deducir que estaba fúrica, sobre todo cuando sus mechones de cabello empezaron a levitar entre el aura azul que desprendía.

Ella había pateado a Hent, y el hombre, lejos de verse molesto, parecía complacido. La forma en que sonrió antes de secarse la sangre del rostro lo hizo evidente.

—Con que vuelves a tu faceta violenta, Astral... De eso estaba hablando.

La chica no emitió palabra. En respuesta, se precipitó contra el hombre a toda velocidad para golpearlo de nuevo. Y lo logró. Con un movimiento que Norian ni siquiera pudo distinguir bien mandó a volar a Hent hacia la pared del fondo. Pero su rival ya estaba preparado, así que ancló los pies al suelo para mantener el equilibrio y detuvo su retroceso brusco. Después procedió a golpear a Lessa, pero la chica, transformada en un destello veloz y furioso, siguió arremetiendo contra él hasta no dejarle más opción que continuar a la defensiva.

En los ojos de su vieja aprendiz Hent podía ver la llama intensa de una rabia incontrolable, ya no quedaba ni un rastro de su sumisión y obediencia. Ahora él peleaba contra alguien rebelde, salvaje, que aprovechaba sus mejores técnicas para arrinconarlo en una esquina y seguir con los golpes a una velocidad inconcebible. Sus extremidades se dirigían a él con tanta fuerza y rapidez que muy bien podría compararlas con meteoritos buscando aterrizaje en un planeta, ávidos por causar un impacto colosal y destruir todo. Era eso lo que había dentro de Lessa. No iba desistir en sus ataques.

No iba a perder a Norian. No iba a perder a Norian. No iba a perder a Norian.

Colérica, dirigió su puño al rostro de Hent a modo de distracción, y teniéndolo indefenso le clavó el codo en el cuello. Su adversario jadeó, pero el dolor provocado no fue suficiente para hacerlo rendir. Al fin y al cabo, sentía un secreto regocijo por poder pelear sin restricciones contra su mejor alumna, una flor que él mismo había cuidado para que le salieran espinas filosas, y que ahora, ocho años después del inicio de su tutoría, había florecido para tratar de vencerlo.

«Esto va en serio» pensó Hent, y harto de retenerse usó su velocidad para patearla. Su pie se hundió en el cuerpo de la chica con la potencia suficiente para hacerla escupir sangre e impulsarla hacia atrás. Pero para su sorpresa del argeneano, ella no cayó, ni siquiera recorrió la totalidad del trayecto hasta la pared. Había cesado el avance aferrando los pies al piso, y habiéndose estabilizado bien, extendió la mano hacia adelante para invocar un aluvión de chispas azules.

Mientras tanto, los choques y jadeos que se oían en el otro lado del cuarto hicieron a Hent consciente de que Terrance estaba luchando con Norian, pero eso no le importaba. Ni siquiera tuvo el interés necesario para voltearse a verlos, no cuando lo que robaba toda su atención era la forma en que su antigua subordinada construía un objeto cilíndrico y largo a partir de las chispas azules que la rodeaban. Al terminar su tarea ya tenía una lanza entre las manos.

La chica corrió hacia Hent para un nuevo ataque, pero el hombre también invocó un arma, su espada, y con ella bloqueó la lanza que estaba a punto de atravesarle el pecho. El impacto de los dos objetos fue tan potente que sus cuerpos vibraron, pero ni así estuvieron dispuestos a rendirse. Quedaron cara a cara mientras hacían esfuerzos por abrirse paso a través del arma del otro.

Lessa embistió hacia adelante, pero Hent resistió, y pese al cansancio, soltó una risita.

—¿Te gusta mucho jugar a esto, no?

—No sé de qué hablas. —Volvió a embestir, pero no le quedaba casi fuerza. Solo podía aguantar en su sitio.

—Ya sabes, el juego de roles.

El agarre de Lessa flaqueó, sus pies se deslizaron hacia atrás.

—Basta...

—¿Te molesta que te diga la verdad, pequeña...?

—¡Basta!

—¡... asesina!

Los ojos de Lessa perdieron la coloración azul que los dominaba, sus mechones descendieron a donde debían estar, y por mucho que se esforzó, su agarre terminó cediendo. Hent la pudo aventar contra el piso con un impacto que resonó por toda la cabina. Al caer, además de sentir dolor insufrible en la espalda y la cabeza, la argeneana también fue víctima de un mareo incapacitante. Se sentía atrapada en una burbuja giratoria.

Detrás de ella, la fila de soldados del CEMA agurdada en la entrada de la cabina.

Con la vista borrosa, Lessa no pudo hacer nada frente al acercamiento constante de Hent, mucho menos cuando lo vio alzar su espada en el aire, de seguro para atacarla. No iba a ser un corte mortal, estaba apuntando solo a sus piernas, pero eso no significaba que dejaría de ser una experiencia horrible.

Entonces Lessa cerró los ojos.

Oyó el silbido de la espada al cortar el aire.

Esperó.

Esperó.

Esperó...

Pero ningún corte llegó.

En cambio, lo que inundó sus oídos fue el impacto de la espada de Hent con otra cosa. Por eso abrió los ojos con sorpresa.

—¡La tocas y te mato! —Norian había bloqueado la espada de Hent con su hacha, y tras tomar impulso alzó los brazos para desarmar a su enemigo.

Como lo esperaba, la espada de Hent salió volando, pero lo que sí lo tomó por sorpresa fue que segundos después se detuvo en el aire para regresar a la mano de su portador. La maniobra fue tan acelerada que pelirrojo no tuvo forma de defenderse cuando Hent corrió hacia él, así que quedó arrinconado contra la pared que tenía detrás, con el enemigo en frente y su espada peligrosamente cerca del cuello. Norian la bloqueaba con el mango de su hacha, cuyo filo yacía enterrado en la pared, pues la carencia de espacio para tomar impulso le imposibilitó la tarea de acometer. Solo le era posible frenar el avance de la espada.

Espada argeneana.

—Te ves nervioso, Archer...

—No me hables.

—Mata a Lessa.

—¡Cállate ya!

—¡Lessa es la responsable de...!

—¡Hey, imbécil!

Norian pegó un respingo al oír el llamado de Larry. La fuerza con la que Hent lo apretaba contra la pared había empezado a disminuir, y cuando le detalló el cuerpo supo por qué: Larry, desde el fondo de la habitación, había desprendido un halo eléctrico en forma de pinza hasta Hent, que usó para alejarlo de Norian y posteriormente hacerlo chocar contra los soldados del CEMA de la entrada y los que retenían a Zeth. El hechicero había estado recolectando fuerza para ejecutar el ataque desde el inicio de la pelea, y ahora que por fin podía contribuir dio rienda suelta a su ira estrellando a Hent contra todas las paredes.

Zeth, por su parte, aprovechó que estaba libre para sacar a Tara de los brazos de Terrance, pero el hombre de un pisotón potente la paralizó. Luego hizo lo mismo con Larry, Norian, y de último con Lessa, que acababa de levantarse. El disgusto del entrenador vellano se filtraba a través de su ceño fruncido.

—Basta de putos juegos, Hent, hay que ir al grano —sentenció, mientras con un dedo hacía levitar a las personas que había paralizado. Un aura carmín los rodeaba.

Hent, que había aterrizado en el piso luego del ataque, escupió sangre para mirar a su compañero con fastidio.

El castaño lo ignoró, pues la niña entre sus brazos había empezado a llorar. Desde su captura no había emitido nada que delatase miedo o tristeza, pero ahora su expresión se había contraído en una mueca de pánico absoluto mientras ríos salados le surcaban las mejillas rojas como la sangre. Tenía miedo, Terrance podía sentir su aura a la perfección, y se aprovechó de eso para mirar a Norian con una sonrisa.

El muchacho lloraba en silencio.

—Mira, pobrecita. —Terrance alzó el rostro de la niña para que su hermano pudiera presenciarla bien—. Si algo le pasa, tú serás el único responsable. No me obligues a hacerle daño.

—P-por favor, no le hagas nada.

—¿Vas a escucharnos de una vez?

Norian asintió a regañadientes.

—Te decimos que Lessa merece morir porque ella ya te lastimó antes. ¿No la reconoces?

—N-Norian, solo quieren separarnos, nada de lo que dicen es...

—Ella fue la que te quitó a tu amada Farren.

Lessa se paralizó en su sitio. Por Gneis misma, se lo habían contado. No había forma de regresar el tiempo. El cuerpo le temblaba tanto por la ansiedad que no pudo retener el impulso de mirar a Norian a los ojos, deseando darle excusas con las que defenderse.

Pero al parecer no era necesario.

Norian se estaba riendo.

«No se lo cree».

—¿Crees que soy imbécil? —se rio— No te creo ni una mierda. Pruébame lo que dices.

—¿Recuerdas la marca de corazón que había en la muñeca del asesino?

Lessa se petrificó. Aún tenía la marca oculta bajo una pulsera.

—Sí, la recuerdo, pero...

—¿Quieres que te la muestre?

Lessa empezó a hiperventilarse, mucho más cuando la magia de Terrance la acercó a Norian y la hizo extenderle el brazo, justo el que tenía la marca de corazón oculta. Los ojos del guerrero aún brillaban con incredulidad, pero Lessa estaba segura de que, al ver lo que escondía iba, a molestarse.

—¡Quiero matar al que lo hizo!

Tragó saliva.

Luego la pulsera empezó a removerse.

Tres.

Dos.

«Maldición».

Un...

—T-Terrance. —La vocecita llorosa Tara interrumpió, y para fortuna de Lessa, gracias a que el entrenador vellano había decidido agacharse, la pulsera regresó a su lugar—. T-Terrance, ¿por qué haces esto?

—Porque es necesario para mantener el orden —dijo y le secó las lágrimas—. ¿Vas a colaborar? Será algo rápido.

—¿M-me vas a hacer daño?

—Eso depende de Norian.

—Hermano. —La niña miró al pelirrojo en forma de súplica, como si le pidiera, con esa mirada llorosa y desamparada que tenía, que obedeciese los pedidos del entrenador para por fin ser libre. Fue algo tan desgarrador que las lágrimas de Norian se intensificaron. No obstante, de un momento a otro la expresión de Tara antes triste se vistió con una seriedad sobrecogedora—. No te preocupes, tengo todo controlado.

Sin más que decir, la vellana aprovechó la cercanía con Terrance para encender una mecha ardiente en su dedo y luego introducírselo en el ojo a una profundidad peligrosa. El hombre gritó de la agonía, atacado por el infierno que Tara acababa de desatar en su ojo y la forma en que seguía enterrándole el dedo ardiente. Porque ella no mostraba intenciones de parar, ni el olor a carne chamuscada, los gritos o las gotas de sangre que le caían en la cara eran suficientes para detenerla.

Pero una patada sí bastó.

Desesperado, Terrance le dio una patada para alejarla de sí y detener la tortura en su ojo. Gracias a todo el dolor, su magia quedó desvanecida. Larry, Lessa, Zeth y Norian fueron liberados de la parálisis y aterrizaron en el piso en un impacto aparatoso y potente. La mayoría se quedó en su sitio a reponer fuerzas, pero el vellano resistió todos sus moretones y raspaduras para correr hacia Tara y envolverla en sus brazos.

—N-Norian...

—¿Estás bien? ¿Te duele? ¿Te lastimó? —dijo desesperado, revisándole casi cada centímetro del cuerpo. Las manos le temblaban—. Dime, dime, ¿no te hizo más nada? ¿puedes caminar?

Ella rio.

—Estoy bien, estoy bien...

—¿Cuándo aprendiste a hacer eso, eh?

—H-hace algunos días, no te había dicho porque...

—Maldición, ¡tu hermano está orgulloso! ¿oíste? —gritó con fuerza— ¡Orgullosísimo!

—M-mal... ¡Malditos mocosos!

El grito demencial de Terrance cortó el momento emotivo. Detrás de ellos, el hombre desprendía una cantidad de poder exuberante que cimbró la superficie en la que estaban de pie. Y no era para menos, pues todo su alrededor era dominado por lenguas de fuego monstruosas que hacían de su silueta una figura de contornos distorsionados, en cuyo rostro figuraba la cuenca izquierda, rostizada por el fuego de Tara y expulsando una masa sanguinolenta de lo que anteriormente había sido su ojo.

El líquido ardiente se deslizaba como un río de putrefacción a través de su mejilla, pero eso no fue rémora para la aparición de una curva desquiciada en sus labios. Sí. Estaba sonriendo, y el tamaño de aquel gesto maníaco fue en aumento hasta dar la impresión de que se le desencajaría la mandíbula.

Entonces empezó a reírse.

Parecía regocijado, un enfermo placer que solo él comprendía. Luego, con la locura presidiendo su ahora único ojo, hizo una maniobra veloz con las dos manos para invocar una estela de brillo granate en cada una. Al segundo siguiente ya tenía sus dos espadas.

—Terrance —empezó a decir Hent— esto no es parte del...

—¡Que se joda el plan!

El hombre, presa de su propio cólera, ignoró la advertencia de su compañero para correr hacia Norian y dirigirle una de sus espadas hacia corazón. Iba a matarlo. Lo haría sufrir hasta que rogara una muerte veloz. Dejó de importarle la amenaza de Gneis o cualquier otra cosa, solo quería vengarse de...

—¡Ya contrólate! —Hent bloqueó el ataque invocando una barrera mágica, pero aun así una pequeña parte del filo hirviendo se enterró en el hombro de Norian—. ¡No podemos matarlos y lo sabes!

—¡contrólate! —Terrance arremetió contra él, pero Hent pudo bloquearlo de nuevo—. ¡Apártate de una puta vez!

—¡¿Ya se te olvidó el plan?!

—¡Una mierda!

Los dos hombres se siguieron atacando sin intención de detenerse. Hent, rodeado de estelas azules y chispas plateadas, era muy bueno bloqueando los ataques de su oponente a pesar de tener un arma menos en comparación con él. Pero Terrance no se quedaba atrás. Iba respaldado con llamas ardientes, bailarinas y constantes, que lo seguían a cada movimiento como una armadura viviente. Además, su fuerza le permitía atacar con tanta potencia que Hent debía esquivarlo para no salir disparado.

Pero aún había una característica propia de los dos: el odio en sus miradas.

Porque pese a trabajar juntos, siempre serían huracanes corriendo en direcciones opuestas que al juntarse creaban verdaderos cataclismos. Bombas que detonaban con la presencia del otro.

Su pelea era un espectáculo de chispas y choques de espadas que deslumbraba los ojos de Lessa. Pero como quedárseles viendo sería contraproducente, salió de su asombro para levantarse y buscar una salida. Desde su sitio pudo ver que Norian estaba más atrás, con Tara en brazos, mientras que Zeth y Larry estaban a su derecha. Este último jadeaba por el cansancio, pues usar sus poderes en un estado que de por sí ya era débil había hecho todo peor. Lessa no escatimó en dirigirse hacia él y revisarlo.

—Hay que irnos ya —comandó el hechicero al ver a la chica, quien lo que hizo fue levantarlo con ayuda de Zeth—. Hay que salir de aquí antes de que...

—¡Nadie va a salir de aquí —Hent, aún ensañado con Terrance, pisó fuerte para hacer que el suelo vibrase. Los muchachos cayeron cerca del balcón bajo la mirada atenta de Hent—. ¡Soldados del CEMA! ¡Protocolo de captura!

Como estatuas llamadas a la vida, los aludidos salieron de su estado de quietud absoluta para dirigirse hacia los rebeldes de a pasos sincrónicos perfectamente unísonos. Un, dos. Un, dos. El resonar de sus armaduras al impactarse contra el suelo era una melodía constante, terrorífica y rápida. En poco tiempo apabullaron a los rebeldes en el balcón como ratas asustadizas.

En el fondo, Hent y Terrance seguían su batalla de odio eterno, ajenos a las circunstancias, pero fue cuestión de tiempo para que los soldados del CEMA taparan toda la vista. Estaban justo en el umbral de la puerta, enhiestos, mostrando con orgullo la armadura que hacía imposible distinguir quién era quién.

Con un ademán imperceptible, uno de ellos liberó un látigo brillante para capturarlos. Pero Lessa, que estaba en la trayectoria del látigo, se apartó con la velocidad suficiente para que el ataque impactara en la baranda y no en ella.

Había que pensar en un plan. No les quedaba mucho tiempo.

Quizás, quizás si...

—¡Cuidado! —gritó Norian, precipitándose contra Larry para impedir que fuera atrapado por otro látigo.

Los ataques eran tan veloces que el guerrero se vio obligado a soltar a Tara, ponerla detrás de él y encender su hacha. Solo así pudo cortar el tercer látigo que fue disparado hacia ellos.

El sonido del hacha cortando el látigo luminoso fue como el crepitar de una fogata, solo que mucho más potente.

La victoria no duró mucho, ya que antes de poder enderezarse de nuevo, otro látigo se dirigió a él. Sus reflejos no dieron la talla y quedó casi a punto de ser capturado. En el último momento, Lessa se puso frente a él y recibió el ataque. El látigo se enredó en su torso como una red, y cuando ella quiso soltarse, los soldados empezaron a jalarla hacia atrás. Ya tenían a una.

Pero Norian no lo permitiría. Asió el hacha con más fuerza y realizó un corte limpio en el látigo para liberar a la argeneana, que cayó contra el piso duro del balcón. El movimiento había sido tan brusco que Norian no pudo frenar el arma cuando acabó el corte, así que la terminó hundiendo en el piso, a un lado de Lessa. Le había cortado unas hebras de cabello.

Aunque cansada y adolorida, la exsoldado rodó como barril hacia el lado derecho para alejarse de la ardiente temperatura, justo en el mismo instante en que Norian cortaba otro látigo que se aproximaba hacia ellos. El impacto de su hacha contra el piso hizo vibrar a todos los presentes.

Pero no había tiempo de quejarse. Lessa se puso en pie y apuntó a los soldados del CEMA para obligarlos a echarse hacia atrás.

Desgraciadamente, el primer tiro fue esquivado con simpleza, casi sin esfuerzo, y cuando hizo un segundo ataque, los soldados golpearon la flecha y la hicieron impactar contra el piso.

Por tercera vez, el balcón trepidó.

—Dime que tienes un plan —jadeó Norian cuando cortaba otro látigo, mirando a Lessa. La exsoldado solo pudo negar con un gesto derrotista mientras volvía a apuntarle al enemigo.

El cansancio empezaba a ganarles la batalla...

Lessa extendió los brazos hacia el frente para invocar de nuevo la lanza que había usado en la batalla contra Hent, y con una simple mirada Norian entendió que le estaba pidiendo algo. «Cúbreme» era lo que quería decirle, y en vista de eso el chico no tardó mucho en arremeter contra los látigos que se dirigían a la joven.

Para su infortunio, lo siguiente no fue un látigo, sino una pierna, que se hundió tan fuerte en su estómago que lo hizo impactar contra la baranda. En su interior se construyó un grito de agonía potente que terminó saliendo ahogado por el dolor.

Entre jadeos, el vellano se precipitó contra el guerrero del CEMA que le había dado la patada, y al estar a una buena distancia lo pateó hacia atrás. Eso fue útil para hacer que otros retrocedieran, pero como quedaban muchos otros, el joven fue aprehendido en el acto. Uno de ellos le había agarrado la pierna.

«No, no, no».

Ya gran parte de su torso había sido arrastrada hacia el enemigo para cuando Lessa se alzó en el aire para salvarlo, dirigiendo la lanza al guerrero que lo tenía sujeto. Le atravesó el brazo de un golpe grácil y preciso. 

El arma al final se hundió en el piso e hizo estremecer el balcón. Pero ningún grito salió de la boca del soldado herido del CEMA. Más bien, el único alarido audible fue el de Larry.

Lessa y Norian lo miraron con extrañeza.

—¿Qué pa...?

Antes de poder terminar su pregunta, miraron el piso y se dieron cuenta de lo que sucedía: la superficie estaba colmada de grietas.

Después de un sonoro crack, la superficie cedió y todos cayeron al vacío.

HOLAAAA AGAIN. ¿Les gustó el cap? ¿Cuál fue su escena favorita? ¿Qué piensan del GIANM? ¿Se les hizo largo el cap? De ser así, sorry por eso... 

Pero que no cunda el pánico, que la próxima semana hay actualización doble de nuevo y se viene otro flashback, pero re corto (I promise 😌).

Hasta ahora, ¿qué es lo que más les ha gustado del libro? ¿Qué es lo que más les ha sorprendido? ¿A qué personaje odian más y de cuál desconfían? Los leo 👀

Procedo a abrir la sección musical del libro para poner unas canciones de Lessa que olvidé poner antes:

https://youtu.be/BdVgwt0bDPo


https://youtu.be/mKwZcjQPNKc

¿Y por qué no? De Norian también. Ya le toca.

https://youtu.be/goqqohUitmw

https://youtu.be/TLSOlZ0YH4k

En la ultima, lo siento como si algunas partes se la dedicara a Farren y otras Lessa.

Ahora voy a abrir una sección de preguntas: ¿Qué les gustaría saber del libro? ¿Les interesa el pasado de Hent y Terrance? Porque me gustaría contar de dónde vienen. Capaz lo haga y lo incluya en un apartado de escenas extra JIJIJI.

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