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Capítulo XV: Esclava de la censura

«Si el pasado no se asesina, vuelve por su dueño, y habíamos sido elegidos para lidiar con el pasado de otros».

-La elegida del dragón de fuego

Congelado.

Así se sentía Norian luego de haber salido de la habitación. Llevaba varios minutos tratando de moverse, y entre sus escasos logros solo figuraba el haber podido recostarse contra la puerta. Toda su anatomía había iniciado una revolución en su contra, enfrentándosele a la lógica del cerebro con una agresividad indomable.

Pero el sentimiento que lo dominaba iba más allá de la impotencia o la ira. Más bien era una mezcla de desprecio y culpa que, revolviéndose varias veces, hacía de su cabeza un lugar inútil para formular pensamientos. Toda su mente se había convertido en creadora de punzadas de culpa y reproductor de recuerdos mucho peores, y aunque tratase de negarlo, la única razón por la que se sentía de esa forma era lo que le había dicho a Lessa.

El Norian sensato le gritaba desde adentro, como si entre regaños y palabrería nerviosa quisiera castigarlo por lo que acababa de hacer. Pero aquello era rápidamente sofocado por el Norian de la superficie, creando una lucha interiorizada en la que su cuerpo no era más que una escultura a mitad de un corredor desconocido.

Muy en el fondo se negaba a mover un músculo hacia adelante si no retrocedía para disculparse con Lessa, pero a su vez, era reacio a deshacerse del orgullo. Sin él, ¿qué le quedaba? Estaría desprotegido como hace cinco años, y el verdadero Norian era demasiado débil como franquear esos obstáculos del día a día sin desplomarse en el suelo. Porque a veces la cobardía era la única forma de sobrevivir.

Y al mismo tiempo, era enemiga de la posibilidad.

Sin posibilidad no había riesgos.

Y sin riesgos no había forma de volver a perderlo todo.

Bajo ese esquema simple pero funcional Norian había estructurado su patrón de comportamiento, mismo que le había funcionado para superar las dificultades que le aparecían en el camino. Pero luego, como el ataque imprevisto de un adversario, la aparición de Lessa le había movido el piso y de un momento a otro la estructura tras la que se había ocultado tanto tiempo empezaba a desmoronarse.

Además, la imagen de Lessa sobreponiéndose ante la de Farren en su cerebro lo crispaba.

Porque, ¿cómo iba a abandonar a esa persona que tanto había querido? Se sentía culpable de su muerte, y ese pasado retorcido se le aferraba al corazón para impedirle dar paso hacia adelante. Atrapado en el pasado y temeroso del futuro, terminaba justo como estaba en ese preciso instante: congelado en el presente.

«Cuánto te odio, corazón».

Él era el culpable de todo, era como una bomba que todos llevaban por dentro al nacer y que sin darse cuenta los condenaba a la perdición. Un estafador silencioso, que en el caso de Norian, le estaba robando una buena dosis de tranquilidad. Sentía que iba a morirse ahí mismo. Sentía... se sentía vigilado.

Y fue ahí que la vio.

A lo lejos, una joven lo miraba con atención: aquella rubia de ojos grises, estatura mediana y sonrisa medio perversa que había lanzado las bombas de colores en el estadio central. Estaba justo frente a él, pero separada por un vidrio de coloración azulada capaz de darle un aspecto fantasmagórico e incluso más maquiavélico del que ya tenía.

La rubia, a notable consciencia del miedo que causaba en el pelirrojo, alzó dos de sus dedos en forma de «V» para construir un gesto raro que el chico solo había llegado a contemplar en libros de cultura humana. Pero eso no fue la causa de su estupor. La simple presencia de esa joven atraía incertidumbre.

Para fortuna del chico, Zeth no se quedó mucho: en un abrir y cerrar de ojos ya estaba dándose la vuelta para irse. Mantener contacto visual con ella había sido una experiencia harto tenebrosa.

—Sí..., a veces se hace la escalofriante.

Norian dio un respingo difícil de esconder al oír esa voz, con las palpitaciones yendo a un ritmo demencial. Pero voltearse fue suficiente para descubrir que quien le hablaba no era otro sino el amigo de Lessa, el de la sala de conjuros, que lo miraba con una sonrisa chistosa. Eso le hizo bajar la guardia.

—¿Te asustó Zeth? —rio el aprendiz de hechicero.

—No, no... —repuso Norian, pálido. Le urgía cambiar el tema—. ¿Ya resolviste lo de los cristales?

—Estoy en eso. —Pronunciada esta frase, Larry dio una palmadita al bolso que tenía en la espalda. Era de buen tamaño, pero daba la ilusión de estar casi vacío—. Los hechizos convencionales no funcionan con una proyección, por eso tengo que elaborar una pócima. Estoy recolectando ingredientes. —Sonrió—. Calculo que estará listo en la noche. Y tú... —dijo y lo recorrió con la mirada— ¿qué haces aquí afuera solo?

—T-tomando aire y ya. —Trató de ser intimidante y frío para alejarlo, pero el tartamudeo había arruinado todo.

—Entiendo... —Larry frunció el ceño con extrañeza, pero como estaba ocupado decidió no seguir con el tema y enfocarse en su objetivo principal dentro de ese sitio: informarle a Lessa de las novedades—. ¿Ella sigue dentro? —preguntó veloz.

—¿Hablas de...?

—Sí, sí. De Lessa. —Larry dio un saltito impaciente—. ¿Está ahí, no?

—S-sí...

El simple hecho de recordarla hizo estragos en el pelirrojo, y eso fue un detalle que los inquisitivos ojos del aprendiz de hechicero no pudieron ignorar. Sin embargo, su sonrisa nunca se borró.

—Voy a entrar —prefirió decir, dando a entender que necesitaba el camino libre para cumplir su cometido, un camino que Norian estaba obstruyéndole.

«Demonios» fue el primer pensamiento del vellano, que intimidado por las posibilidades de cruzar miradas con Lessa, puso todo su esfuerzo en apartarse de la entrada lo más rápido posible. No quería estar ahí cuando Larry abriese la puerta. No quería estar ahí si iba a sentirse peor. No quería estar ahí si eso significaba sentir una vibración en el pecho.

Una vibración que solo había sentido una vez en la vida.

«Maldición, maldición, maldición...»

Le importaba poco no saber a dónde se dirigía. Sus pies solo avanzaron por instinto hacia un lugar alejado de la habitación de Lessa. Luego se encargaría de buscar la manera de salir del castillo y llegar a Vellania sin ser capturado, pero en ese momento, justo en ese momento en el que el corazón le latía en la garganta, su única prioridad era seguir escapando.

Los pasillos eran solitarios y silenciosos, cosa que si bien antes le hubiese agradado, ahora solo lo condenaba a hundirse en sus caóticas reflexiones. ¿Por qué Lessa tenía que ponerse sensible? ¿Por qué él, Norian Archer, se tenía que poner sensible? ¿Por qué esa chica Zeth era tan... tan ugh?

La noción del tiempo se le deshizo entre el palpitar ansioso del corazón, rápido, con constancia; e incluso se imaginó que, de ser atrapado por Hent y Terrance, la tortura que le aplicarían sería mucho menos dolorosa que lo que estaba sintiendo. Frustración. Impotencia. Pánico. Las emociones se mezclaban en su interior como si fueran ingredientes de una poción venenosa que lo mataba con cada respiro.

Sentir era otra forma de autodestruirse.

Frustrado, giró en una esquina con toda la velocidad que pudo, esperando encontrar una salida y poder adentrarse en el bosque. Por el contrario, solo se vio frente a una encrucijada. A la derecha había un pasillo que terminaba en una puerta que fácilmente medía dos veces su altura, y que en definitiva no iba a intentar abrir; mientras tanto a la izquierda había otro pasillo que se hacía cada vez más angosto, pero que al menos tenía ventanas por las que se alcanzaba a ver una plaza concurrida, bastante pequeña debido a la altura del castillo.

Perfecto, no estaba en la planta baja. Primero necesitaba encontrar escaleras...

Más preocupaciones a su lista.

—¡Hey!

Pero escuchar ese llamado fue lo que lo terminó de alterar.

Debía huir.

Los pies no tardaron en seguir las órdenes de su cerebro, caminando con agresividad entre las baldosas plateadas y las paredes azules, que divididas en columnas, dejaban un espacio en el medio por el que se veía la parte exterior de Argenea. Nevado. Así se lucía todo, pero ni la vista hechizante ni la sensación gélida en su anatomía iban a detenerlo. No hasta que...

—¡Norian Archer, que vengas en este mismo instante!

La ira con la que fue pronunciada esa orden congeló el andar presuroso de Norian. Sus pies se negaron a seguir, y la mirada iracunda sobre él lo hizo todo peor. No tenía miedo, eso estaba claro, pero sí se sentía incómodo por la situación.

—¿Qué pasa? —quiso saber el vellano, al tiempo en que se daba la vuelta para ver a su interlocutor a los ojos. Ya se había dado cuenta de que era Larry, pero aun así consideraba necesario voltearse.

Y fue un error.

Apenas lo hizo, el aprendiz de hechicero le asestó un puñetazo en la cara, tan fuerte que el guerrero tuvo que llevarse las manos al rostro y moverse dando pasos torpes hacia atrás. Pero de todas formas, la molestia de haber recibido un golpe de su parte así como así fue más intensa que el dolor.

—¡¿Qué...?! ¡¿Qué mierda contigo?!

—¡Lo mismo te pregunto yo a ti! —Larry lo empujó hacia atrás, pero al darse cuenta de que estaba descontrolándose, decidió respirar profundo y dejarlo tranquilo. No resolvería nada con golpes. Empezó a hablar en voz baja—. ¿Qué rayos te ocurre, eh?

—¿A mí? —Una sonrisa mordaz y peligrosa decoró los labios del vellano, cuyos puños se apretaron con fuerza en busca de venganza—. Tú fuiste el que llegó gritándome sin razón. Ah, pero yo soy el culpable, ¿no? Argeneano tenía que ser.

—Te grité porque te lo mereces. —Se cruzó de brazos, viendo cómo el pelirrojo se frotaba la mejilla con molestia—. Y, bueno, siento lo del golpe... pero también te lo mereces.

—Este es el momento en el que me dices por qué, antes de que te lo devuelva.

—Hiciste llorar a Lessa.

Norian abrió la boca para retrucar, pero no hubo argumento válido que sirviera como excusa. Sí. Había hecho llorar a Lessa, la había lastimado de forma horrible y se sentía culpable por eso. Se limitó a apartar la cabeza con incomodidad y derrota brillándole en la mirada, a sabiendas de que los ojos de Larry continuaban a la espera de una explicación.

—¿Y bien? ¿Qué vas a decir en tu defensa? ¿Por qué le mentiste en el cuarto?

—¿En el cuarto?

—Vamos, no te hagas el tonto. —Le dio un empujoncito. Su semblante estaba bañado en impaciencia y decepción—. Le dijiste que todo lo que le habías dicho en el estadio era mentira, y tú y yo sabemos que no es cierto, Norian.

El vellano empezó a agitarse. La perspicacia de ese aprendiz se le antojaba insufrible.

—¿Por qué le mentiste así? —insistió Larry.

—Déjame. —Norian se dio la vuelta para irse. El muchacho lo siguió.

—¿Tienes idea de lo que la hiciste sentir?

—¡Basta!

—¡Lo que le dijiste en el estadio era cierto, Norian! ¿Por qué se lo negaste?

—¡No es tu problema!

Posterior a eso Larry no continuó su insistencia, y fue una mudez meliflua la que reemplazó la intensidad del altercado. Por eso Norian sonrió para sí mismo al considerarse dueño de la victoria, aumentando la velocidad de su huida. Sin embargo, no contaba con que Larry volvería a hacer un segundo ataque mucho peor que el golpe que le había dado.

Un ataque que no fue físico, pero que aun así le hizo imposible moverse. Un ataque de no más de tres palabras que pudo acelerarle el corazón y mandar un intenso tono de carmesí a sus mejillas.

—Ella te gusta.

Desde su lugar, Larry sonrió al ver que Norian se había congelado, con las extremidades trémulas y los labios incapaces de construir una contestación válida. Acababa de derrotar la coraza del vellano y por eso esperaba tener un diálogo pacífico con él.

—Ella te gusta —repitió el ataque. Los pasos que daba hacia el pelirrojo hacían eco en el corredor de piso plateado—. ¿Qué? ¿Creíste que no iba a darme cuenta? —Soltó una risita—. La miras diferente después de ese día en el que te trajo a la sala de conjuros, como con dulzura. Puedes molestarte si quieres, pero los dos sabemos que es cierto.

La respuesta de Norian salió en voz baja y tímida:

—¿V-vas a pedirme que me aleje de ella?

—No tengo problema con que salgas con Lessa. —Larry no lo notó, pero la cara de Norian empezó a arder luego de esa frase—. Lo que me molesta es que la lastimes. ¿Qué demonios te pasaba por la cabeza cuando le dijiste eso en el cuarto?

—No... no lo sé, ¿bien? —musitó. Acababa de darle la espalda—. Creo que no estaba pensando.

Larry se posicionó frente a él, y por primera vez en la vida Norian se sintió mal por su estatura. Porque era alto, pero el aprendiz de hechicero lo rebasaba por mucho. El guerrero se sintió enano.

—Entonces, ¿vas a disculparte con ella? —inquirió Larry, de postura y facciones relajadas, pese a estar balanceándose de adelante hacia atrás de forma ansiosa.

Ante la pregunta, el pelirrojo lanzó una mirada letárgica hacia el camino que acababa de recorrer. Estaba seguro de que, de intentarlo, fácilmente podría llegar a la habitación de Lessa de nuevo, pero eso significaba enfrentarse a una realidad demasiado turbia, y lo que era peor, dejar a su hermana mucho más tiempo sola y a merced de la maldad de los entrenadores. No podía arriesgarla así.

—Tengo que hacer algo primero —farfulló, pero cuando hizo el intento de irse, Larry lo agarró del cuello de la camisa para frenarlo—. ¿Y ahora qué?

—¿A dónde vas?

—¿Por qué debería decirte?

—Porque voy contigo.

Norian soltó una risa amarga, de hartazgo.

—¿Qué te hace pensar que dejaré que vayas conmigo?

—Llevas alrededor de diez minutos tratando de buscar la salida, y aun así sigues dentro del piso residencial. —Abrió los brazos para abarcar todo el entorno—. Y déjame darte una pista: no estás ni remotamente cerca de las escaleras. —Sonrió ufano al ver la derrota en la mirada del pelirrojo—. E incluso si llegaras a encontrarlas, como los pisos inferiores están llenos de gente, no tardarían mucho en saber que eres el de la ejecución y alertar a Hent. —Hizo una pausa, y tras prepararse psicológicamente, contempló la resignación anidada en Norian antes de decir la última frase—: Me necesitas.

El pelirrojo gruñó. Sus mechones ardientes hacían notable el mal genio.

—¿Y bien? ¿Vas a seguir caminando sin rumbo y arriesgándote a ser capturado?

—Ya, ya, ya. Tú ganas. —El vellano cerró los ojos. No quería ver la sonrisa del aprendiz—. Llévame a Vellania sin que nadie me vea... —Apretó los labios antes de decir—: Por favor.

Su voz había salido suave como la de un niño, y se avergonzó tanto que sintió que iba a morirse envuelto por la agonía. ¿De verdad le había dicho «por favor» una segunda vez? Era algo tan patético que supuso que Larry iba a reírse en son de burla, y estaba preparado para eso, o al menos así fue hasta que sintió una palmada amistosa en el hombro.

—¿Por qué te congelas de pronto? —dijo Larry, exento de matices burlones, así que Norian abrió un ojo— Tranquilo, no voy a golpearte. —Alzó las manos en señal de inocencia.

—Ah... lo siento —se le ocurrió decir. Ese tipo de formalidades eran cada vez más comunes en su jerga—. ¿Ya nos vamos?

Un asentimiento vigoroso por parte del argeneano fue su permiso para ponerse a caminar.

Para algunos guerreros, descansar las heridas antes de embarcarse en otra misión era de suma importancia. Para Hent, por el contrario, la simple idea de reposar lo hacía sentir débil y patético. Porque él había sido entrenado con dureza por su ya extinto clan, y en ese entonces, un argeneano de la familia que se detuviera a mitad del campo de batalla para descansar era la mayor deshonra existente. «Los Lagger, sin importar las heridas, siguen de pie y luchan» recordó lo que le decían a todos sus compañeros antes de cada batalla. «No importa el dolor, no importa el cansancio. Seguir adelante es prioridad».

Era debido a eso que no se había dejado tratar la herida en la pierna completamente, esa que le había causado Terrance; y a su vez era la misma razón tras su resistencia a descansar en la enfermería. Los especialistas le habían dicho que era necesario darse un reposo antes de seguir su jornada habitual, pero Hent Lagger podía con eso, no por nada era el mejor entrenador de toda Argenea. Entonces lo único que él les respondió fue un gruñido autoritario después del que no tardaron mucho en darlo de alta.

Pero antes de que eso sucediera, Terrance y Hent se habían firmado permisos para inspeccionar los documentos de los habitantes en el reino contrario, así que mientras Terrance era guiado por los soldados del CEMA hacia la bóveda de documentos argeneana, Hent iba camino a un carruaje que lo llevaría directo a la tierra de los vellanos. Mientras más obvio hicieran para el pueblo que Argenea y Vellania estaban cooperando, menos alterados estarían los habitantes. Por eso los soldados del CEMA movilizados para la búsqueda de los elegidos eran pocos, solo los necesarios. No quería llamar la atención.

Lo que la gente no sabía, sin embargo, era que la verdadera misión de los entrenadores distaba mucho de lo que aparentaban hacer.

Debían apurarse para encontrar el nexo que unía a Lessa con Norian. Aun así, Hent le había dicho a Terrance que no debía ir directamente al registro de Lessa. Iba a ser demasiado sospechoso para los demás servidores que buscase ese en específico.

—Empieza a leer en orden alfabético, apellidos —le había ordenado.

—Supongo que tú harás lo mismo.

—Exactamente. —Suspiró mientras recordaba algo—. Por cierto. Lessa tiene un registro oculto entre las páginas. Basta con saber eso para que te aparezca.

Los ojos del entrenador vellano refulgieron con interés.

—Curioso —se limitó a decir—. ¿Nada más que aclarar?

—Nada más.

Esa había sido su última conversación antes de separarse, y ahora que estaba en completa soledad, todo el estrés acumulado restallaba dentro de la cabeza de Hent. En primer lugar estaba el pequeño alzamiento de su lacayo mágico, Larry. Estaba ansioso por darle una buena reprendida debido a su desobediencia.

Ya en segundo lugar, de acuerdo a las palabras de un mensajero, los vellanos acababan de rebelarse contra el invisible yugo argeneano, pues como no había ni un ganador ni tampoco un perdedor, no era legal quitarles comida ni cualquier otro recurso. Eso era un problema enorme, porque Hent no tenía ni la menor idea de cómo iba a seguir abasteciendo su territorio sin que la verdad saliese a la luz. No podía permitir que el pueblo descubriese que los agricultores que caminaban entre ellos eran ilusiones creadas por petición suya.

Ni siquiera había analizado las posibilidades de que eso sucediera, porque, es decir, ¿de verdad los vellanos tenían la voluntad de rebelarse en su contra? Había creído que no. Erróneamente se convenció de que estarían tan intimidados, que la idea de reclamar no les iba a parecer ni un poco factible. Pero las cosas no habían sucedido así, y en consecuencia los soldados del CEMA habían regresado con las manos vacías, sin mencionar que Terrance había tenido que mandar tropas a calmar la sublevación vellana.

Y lo que era peor, algunos civiles habían oído la disputa...

De palabras de Terrance, aún nadie se atrevía a formular una pregunta respecto al encuentro disruptivo entre las tropas argeneanas y los agricultores, pero no faltaba mucho para eso. Entonces además de buscar el lazo destructivo de los elegidos, también debían inventarse una excusa que calmara a los agricultores vellanos.

Fabuloso...

—¡Hent!

Cuando ya se iba subir al carruaje que lo llevaría a Vellania, una voz femenina demandante lo hizo detener en seco. Al reconocerla no pudo retener el impulso de voltear los ojos. Cómo odiaba hablar con ella.

—¡Hent, ven acá!

—¿Qué quieres, Ena?

—¿Cómo que qué quiero? —La señora Main se le puso enfrente para impedir que subiera al carruaje. Era más alta—. ¿Qué fue todo ese revuelo en el estadio? Ninguno de los asistentes quiere mencionar lo que pasó.

«Obvio, les pusimos sellos».

—Son cosas confidenciales con la familia real, Ena... —optó por decir.

—¿Qué demonios te pasa últimamente? Tus aprendices dicen que estás raro, y ahora de pronto organizas un evento sin invitar a otras autoridades.

—Ya te dije. —Hent rodó los ojos, harto de la intensidad de aquella mujer—. Cosas confidenciales con la...

—Ya, ya, familia real, lo sé. —Se cruzó de brazos, aún bloqueando la entrada—. Y ya que mencionamos a tus aprendices, ¿tienes idea de dónde está Lessa?

—Me pregunto lo mismo. —Hent aprovechó la incertidumbre de la señora Main para apartarla un poco. Pudo subir un pie al interior del carruaje—. Pero ahora tengo que ir a una misión en Vellania, y entenderás que eso es más importante que lidiar con una de tus aprendices rebeldes.

—Te dije que dejaras ese tema atrás, Hent.

—Lo sé. —Subió una ceja con arrogancia, al mismo tiempo en que se sentaba dentro del carruaje—. Pero la última vez que la vi, renunció a su cargo.

—¿Q-qué?

—Así como lo oyes. —Sonrió al ver su cara de asombro. Los ojos se le habían abierto a más no poder—. Por eso será mejor que en serio te ocupes de educar bien a tus pupilos en vez de meterte en mi vida, ¿no crees?

Ena le lanzó un improperio, pero ya era demasiado tarde. El carruaje del entrenador acababa de iniciar su recorrido.

La cercanía de Terrance se había vuelto tan aciaga que cualquier servidor del castillo no encomendado a acompañarlo se apartaba de su trayectoria con inmediatez, casi como si el entrenador vellano se hubiese convertido en la mismísima muerte que, caminando lento por los corredores, buscara su próxima víctima. Cualquiera que lo viese a los ojos se cohibía cual infante frente a un monstruo inventado por su cabeza.

Pero la diferencia entre los monstruos que inventaban los niños y Terrance, era que él sí era real, y que para desgracia de todos, se ocultaba tras la figura de un entrenador regio y responsable, pero que la verdad estaba dispuesto a quitarle la vida a quien fuera con tal de cumplir su palabra.

El pensamiento lo hizo sonreír.

—Por aquí, señor —oyó decir a uno de los guardias, el que daba órdenes a los silenciosos soldados del CEMA—. La bóveda está al final del pasillo. Nuestros hechiceros se la abrirán.

—Gracias, ¿pueden retirarse?

—Me temo que no, señor. La vigilancia es parte del protocolo.

Terrance asintió, entendiendo el porqué de la advertencia del entrenador argeneano. Con autoridades respirándole en la nuca iba a ser muy difícil ir directo a los archivos de Lessa Astral y luego irse. Por eso su deber era fingir que de verdad estaba leyendo los documentos frente a todos esos guardias. El telón del teatro acababa de subir.

Cuando llegó al final del pasillo, se encontró con una puerta casi del mismo tamaño de la pared, cuyo candado, gigantesco, azul y en forma de rombo, fue abierto por la magia de los hechiceros encargados de protegerla. Por sus posturas rígidas aparentaban estar ahí todo el tiempo.

Tras deshacerse el candado, la puerta se abrió soltando un chirrido potente, que se amplificó debido al eco dentro de la bóveda. Terrance dedujo que era un sitio enorme, y lo pudo comprobar luego de poner el primer pie dentro. El techo se alzaba varios kilómetros sobre él, blanco, con un ilucentro que hacía resplandecer todo y algunos símbolos azules de estilo ornamental. Alrededor, las paredes que lo sostenían eran del mismo tono.

—¿Por dónde va a comenzar, señor? —quiso saber el guardia, a lo que el vellano alzó la vista. Frente a él había una sucesión gigante de archivadores hechos con madera.

—Letra A. Apellidos.

Las manos de Lessa se movían con soltura entre su gavetero colmado de prendas, mismas que luego inspeccionaba bien para meterlas en el bolso sobre la cama.

Luego de devorar algunas de sus provisiones de emergencia ocultas en su lado del armario, había decidido empacar la ropa que fuese a necesitar en la estadía en la torre de control, además de instrumentos de higiene y algunos comodines mágicos.

Por eso ahora recorría la habitación como una ráfaga azul, presurosa, concentrada y con el ceño fruncido. Por decisión personal había empezado una campaña interna para olvidar a Norian y las palabras que le había oído decir, sobre todo luego de que Larry la hubiese visto llorar por eso. No quería preocupar a nadie con sus problemas, por eso había tratado de explicarle la situación con naturalidad, pero él la conocía demasiado bien como para no darse cuenta de que estaba dolida.

Desde entonces había enfocado el cerebro en empacar para distraerse, como cuando se le da un nuevo juguete a un niño para mantenerlo tranquilo. Pero lejos de encontrar la calma, solo terminó haciendo que el recuerdo de Norian palpitara con más intensidad dentro de su cabeza, impregnado de ira, como un monstruo que deshace una puerta a golpes para derribarla y entrar.

El monstruo era el recuerdo, y la puerta el vago intento de la argeneana por mantenerse tranquila.

Sus pasos cada vez más presurosos escarchaban el piso a causa de la furia, y ya hace media hora había rebasado el límite de capacidad del bolso, así que todo lo que estaba tirando aterrizaba en una pila de cosas que luego, gracias al escaso equilibrio, se esparcía por la cama. 

«Soy un desastre» pensó con fastidio, clavándole una mirada despectiva a sus propias manos y considerándolas inútiles. Estaban llenas de pequeñas marcas gracias a los entrenamientos de Hent; cómo blandir una espada, cómo escalar, cómo abrirse paso por el bosque, cómo sostener el arco correctamente, cómo enfrentarse contra un enemigo más grande que ella. Esa había sido su rutina de todos los días hasta el torneo anual, una rutina con la que Hent le había prometido su encaminamiento a la perfección.

—¡Mal! —Hent le golpeó el rostro al ver que el arco se le caía de las manos, y como no lo consideraba castigo suficiente, le haló la barbilla con brusquedad para verla a los ojos. Ella no estaba llorando, pero sí tenía la mirada humedecida—. ¿Cuántas veces tengo que decirte que equilibres tu peso?

—Y-ya, ya lo sé, se...

—¡Sin tartamudear! —La golpeó de nuevo.

Esa vez, un quejido estuvo a punto de salir de los labios de Lessa, pero sabía que de dejar que eso pasara, el castigo iba a ser peor. Entonces se tapó la boca con una mano y asintió.

—Esto es cariño duro, Astral. —El entrenador se hizo con la palabra de nuevo, tomándose la libertad de secarle los ojos—. Te aprecio, te conozco, y por eso mismo sé que tienes mucho potencial oculto. Solo me encargo de que lo saques.

—Lo sé, señor.

—Buena niña, Astral. —Le acarició la cabeza—. Buena niña.

Una lágrima recorriendo su mejilla la sacó del recuerdo, así que agitó la cabeza para despabilarse mientras se secaba el rostro con la mano. Odiaba recordar a Hent y el cómo la había manipulado para conseguir a un soldado más que no le reprochase nada. Porque antes creía que él la consideraba su igual, alguien con la habilidad suficiente para seguir su mismo camino. Pero ahora se daba cuenta de que nunca había sido así. Aquel hombre, destacado por esclavizar a todos sus pupilos con cadenas invisibles, nunca la había considerado otra cosa más que un animal domesticable, que alimentaba con galletas disfrazadas de frases lindas pero que en realidad eran veneno.

Ahora podía verlo con claridad: así era con todos, un manipulador innato que, sabiendo el principal punto débil del pupilo, lo usaba a su favor para transformarlo en un títere de sus propios intereses. Así que a pesar de que las medallas en su chaqueta indicasen profesionalismo, sabiduría y muchos agradecimientos por todos sus logros, bajo sus pies seguía estando la sangre de aquellos que había hecho sufrir. Pero era invisible para todos, o más bien, les habían enseñado a no verlo.

Porque poco después de haber nacido, los argeneanos aprendían a taparse los ojos y los oídos. Esclavos de la censura, solo tenían dos posibilidades: callar o ser silenciados.

El pensamiento le inyectó una momentánea dosis de coraje, pero al final la tristeza terminó siendo más fuerte. Por eso tenía la cara húmeda, y aunque intentase cesar el llanto, no podía. No podía. Era una completa inútil. Pese a los entrenamientos de Hent y todas las competencias ganadas, no era capaz ni de vencer el llanto.  La verdad, Lessa solo era una idiota funcional, una máquina repitiendo órdenes que nunca se había atrevido a hacer algo por sí misma, y que ahora, cuando por fin buscaba libertad, se veía frente a un prado de flores sin tener idea de cómo correr.

No sabía cómo tomar decisiones, no sabía cómo enfrentarse a las numerosas posibilidades de la vida. Vivir era atravesar pasillos repletos de puertas cerradas en los que solo se podía abrir una a la vez, pero como Hent antes le marcaba el camino, no tenía que pensar por sí misma, no tenía que escoger, solo seguirlo como un fiel cordero alelado. Luego, de un momento a otro, se había liberado de todo eso, y entonces ahí estaba, rodeada de mil posibilidades, pero sin saber cuál elegir.

Y detrás de ella, la Lessa insegura y temerosa la envolvía como un parásito.

Esa Lessa que aún detestaba. La Lessa que nadie, ni ella misma, podía querer.

«Te odio» pensó mirando su reflejo, protagonizado por esa faceta frágil y llorosa suya que tanto se esforzaba en desaparecer. Las lágrimas nunca le habían servido sino para hacerla sentir peor. ¿Para qué existía el llanto? Solo le daba a todo el mundo una apariencia patética, débil y desprotegida, como si el cuerpo quisiera despertar lástima ajena. ¿Serviría para eso? ¿Llamar lástima? Porque en su caso solo la hacía sentir inútil.

«No recaigas. No recaigas».

Iba a secarse el rostro por tercera vez hasta que el ruido de la puerta abriéndose la alertó. Por instinto sus ojos húmedos se clavaron en la entrada, mientras el cuerpo empezaba a preparársele en el caso de tener que huir despavorida. Hent sabía la ubicación exacta de su cuarto y no dudaba de su capacidad para mandar soldados directamente hacia ella. Sin embargo, poco después una cabellera rubia se hizo visible detrás la puerta, luego un par de ojos grises y de último una sonrisa entusiasta, así que Lessa pudo respirar tranquila al descubrir que era Zeth la que estaba entrando.

La menor sonrió al verla, pero Lessa se giró para esconder la cara. No quería ser vista de esa forma.

—¿C-cómo están las cosas allá afuera? —se le ocurrió decir, esperando que eso fuera suficiente para desviar la atención de Zeth—. Yo... ya estoy empacando para irme a la torre de vigilancia.

La rubia no emitió palabra. A los oídos de Lessa solo llegó un ruido sordo, como de alguien hundiéndose en una superficie mullida.

—¿Zeth?

La ausencia de ruido fue una tortura tan efectiva que Lessa acabó volteándose para ver a la rubia, quien, como había supuesto, se había acostado en la cama como un cojín más. No obstante, tras unos segundos se deslizó como una serpentina hasta llegar al piso, y ya en su posición final, apoyó la cabeza contra la cama, miró a Lessa y sorpresivamente, no siguió sonriendo.

—¿Q-qué pasa? —La pregunta escapó sola de los labios de Lessa, pero la menor, cuyos labios permanecían sin pronunciar palabra, solo sacó un objeto metálico, aplanado y circular de su bolsillo para lanzarlo y atraparlo repetidas veces. Parecía en trance—. Hey, hey, ¿me oyes?

Ella siguió jugando con el objeto desconocido.

—Zeth, no estoy de humor para bromas.

—¿Te gusta?

Lessa parpadeó, extrañada.

—¿Que si me gusta qué cosa?

—Esto. —Lanzó el objeto plateado con más fuerza para hacer énfasis en él. Lo atrapó con la misma facilidad de siempre—. La conseguí en los límites del campo de fuerza protector. Los humanos usaban cosas así para pagar, y según los libros, se llaman monedas y no valían mucho. Moneda, ¿no te encanta el nombre?

—Por Gneis, Zeth. —Lessa suspiró para calmarse—. A la señora Main no le gusta que vayas a los límites, y tampoco que colecciones objetos humanos. —Se volteó otra vez—. ¿P-podrías dejarme sola un rato?

—¿Por qué haces eso?

Lessa frunció el ceño, fastidiada.

—¿Hacer qué, Zeth?

—Cubrirte. —La menor pronunció cada sílaba con extremo cuidado. Por los vellos crispados en su nuca, Lessa asumió que la estaba viendo fijamente. Esos ojos grises suyos la hacían sentir al descubierto—. ¿Por qué te cubres, Lessa Astral?

—N-no me hables así.

—No respondiste mi pregunta.

—¡Ni siquiera sé a qué te refieres! —estalló, pero después se encogió en sí misma—. No sé qué quieres que te responda...

—Cuando entré, te volteaste.

—¿Y-y? —jadeó impaciente.

Zeth se revolvió en su sitio.

—Que te estás cubriendo de mí, y de todos.

La afirmación fue como un balde de agua fría en los hombros de la joven de cabello azul, quien enfocó la vista en sus pies para distraerse. Aun así, Zeth continuó:

—Te quedas callada porque sabes que es cierto: te ocultas de todos. De Larry, de mí, de la señora Main. Muestras tu cara sonriendo y luego escondes tus lágrimas. ¿Por qué?

Lessa no supo qué decir. Su intento de abrir la boca fue en vano.

—Yo te voy a decir por qué. —La rubia se levantó para posarse detrás de Lessa, después de lo cual la agarró de los hombros para sentarla frente al espejo. Ella apartó la vista del frente, no quería presenciar esa imagen—. Escondes este lado tuyo porque tú misma lo desprecias.

—E-es que no quiero...

—¿No quieres qué?

El tono de la rubia fue apremiante. La exsoldado, víctima del peso de su insatisfecha mirada, se encogió más en el asiento. La respuesta que formuló después salió llena de incomodidad:

—No quiero verme así.

—¿Así cómo, Astral?

—¡Te dije que no me hablaras así! —Esta vez Lessa se levantó, volteándose para encarar a la rubia. Su cabello ondeaba entre resplandores azules desfallecientes—. Solo quiero terminar de recoger para irme a un lugar seguro. Acabar con todo esto. Y luego tú llegas y...

—Ese no es el problema.

—¿Podrías simplemen...?

—¡¿Simplemente qué?! ¿Dejarte sola aquí para que ahogues en tu miseria? ¿Eso quieres?

Lessa calló.

—Estás huyendo de nuevo, como siempre lo haces. —La señaló con el dedo, y como si fuera la punta de una espada, Lessa retrocedió de un salto—. ¿Crees que no me doy cuenta? Soy tu compañera desde hace tres años, y siempre, siempre has hecho lo mismo. —Levantó un dedo conforme enumeraba—. Nunca me cuentas tus problemas, los haces a un lado o los cubres detrás de otros diferentes. Siempre, siempre, ¡siempre!

Lessa quiso interrumpir, pero Zeth se le adelantó:

—Cuando te conocí mejor, aún no podía creer que alguien como tú, tan sosa y repetitiva, fuese la mejor soldado de Argenea. Alguien que cazaba monstruos allá. —Señaló la ventana—. Pero que huía de los que tenía por dentro. —Señaló su corazón. Acto seguido, una risita lánguida rebotó fuera de sus labios—. Sé que no estás acostumbrada a que te regañe, nadie además de Hent, pero... —Se detuvo—. No deberías ser tan dura con tus sentimientos.

El mutismo que mantuvieron hizo estragos en Lessa. ¿Qué se suponía que iba a responder a eso? Era la pura verdad, una verdad que por mucho tiempo había enterrado en el fondo de su ser. Sí, se guardaba todas las cosas. Sí, no quería molestar a nadie con sus problemas. Tenía miedo de ahuyentarlos a todos con sus complejos e inseguridades.

Lessa se cubrió la cara. Solo ahí fue consciente del escozor en sus lagrimales y lo mucho que le quemaban los latidos. Cada vez que su corazón palpitaba, las cadenas que ella misma había puesto a su alrededor lo comprimían hacia dentro. Manufacturar sus emociones la había deformado.

A ella, y a su corazón.

Cansada, Lessa asintió frente a Zeth antes de tomar asiento en la silla que había detrás. Quedó frente al espejo, de cara contra su figura destruida. El simple hecho de ver el dolor yacente en sus ojos hizo que las ganas de llorar arreciaran.

Zeth se posó a un lado de ella cual pilar de apoyo, y tras ponerle una mano en la espalda, susurró:

—Déjalo salir.

Lessa flaqueó. Los hombros empezaron a temblarle, su respiración se tornó ruidosa, el ardor en los ojos llegó cada vez con más fuerza. Y su corazón, ese que ahora le galopaba raudo en el pecho, se estremeció debajo de esas cadenas emocionales que había construido. Tembló tan fuerte que, avasallada por la sensación de que el cuerpo se le iba a derruir y que sus piezas saldrían volando hacia todas direcciones, se abrazó. Pero esta vez, el abrazo fue diferente. Fue acompañado por una lluvia impetuosa de tristeza que, gota a gota, manchó sus mejillas sonrosadas y la hizo ver lo mucho que necesitaba desahogarse de nuevo.

Lloró, tratando de liberar la armadura de su corazón.

Lloró, atemperando el dolor en su pecho.

Lloró.

Y ya.

Solo lloró.

Una a una las cadenas en su interior estallaban y desaparecían tras un manto de emociones confusas. Se sentía nublada, cansada, perdida. El yugo invisible salió volando lejos y sus labios confesaron todo lo que le hacía sentir mal. Le dijo a Zeth que tenía miedo, que odiaba no tener idea de qué hacer; le contó lo que había empezado a sentir por Norian y cómo él la había lastimado hace poco. A esas les siguieron muchas más anécdotas, pero para ese punto, el llanto había cubierto sus palabras y por eso no se le entendió nada además de balbuceos ahogados.

Así pasaron los minutos, con ella expresándose de a oraciones inconexas, a un lado de Zeth, que en ningún momento hizo amague de irse. La menor se mantuvo firme hasta que Lessa tuvo la energía para enderezarse.

Ahora se sentía bien. Respiraba sin que le costara tanto, podía inflar los pulmones y llenarse de todo el aire que al parecer le había hecho falta. Percibía el cuerpo tan ligero como una pluma.

—Gracias —fue lo que dijo, restregándose los ojos—, p-por quedarte aquí y... escuchar.

La menor repuso tiempo después:

—¿Cómo te sientes?

—Extraña. —Se frotó los brazos, absorta en su reflejo—. P-pero... un poco mejor.

Lessa vio la sonrisa de Zeth en el cristal.

—Tienes razón, siempre huyo de las cosas —dijo y se miró las manos—. Pero es porque tengo miedo, nunca sé si podré...

—¿Si podrás...?

—No lo sé. —Unió las cejas—. Soy un pequeño desastre, a veces no puedo...

—Lessa, eres una estratega de rango Atilla. Bueno. —Se detuvo, repasando sus palabras—. Eras. Pero eso no quita que seas increíble. ¡Mira aquí! —Señaló un diploma en la pared—. ¡El año pasado ganaste el premio de cazadora número uno! ¿Y dices que soy un desastre? Sendo adefesio soy yo si tú eres un desastre.

La carcajada tímida de Lessa amenizó el ambiente.

—No te presiones tanto, eres increíble. Todos creemos lo mismo. —Zeth le frotó el cabello. Lessa hizo un mohín al sentirse infantilizada—. Y en cuanto a ese Norian, ¿tengo permiso para hacerle bromas? Lo haré pagar.

La guerrera se frotó las manos. Lo que antes había sido una vorágine de mal genio ahora no era más que un rescoldo extinto. Negó con la cabeza antes de responder:

—Hablaré con él cuando lo vea. Reserva tus locuras para Hent.

—¿Entonces soy miembro oficial de su grupo de criminales?

—No somos criminales, Zeth.

—¿Pero sí soy parte de su grupo?

—Supongo que sí...

Lessa pensó que Zeth lanzaría uno de sus habituales vítores bulliciosos, pero su celebración fue distinta. Le rodeó el cuello con los brazos y la apretó fuerte.

Aunque un poco extrañada, Lessa correspondió. La humedad en sus ojos estaba secándose.

—Bueno, ya que soy integrante oficial de tu grupo de cri...

—Zeth.

—... fugitivos elegantes —corrigió a último minuto, adoptando postura estoica—. Voy a ir a ver si no hay cemosos, para que vayas a la torre de vigilancia. Y recuerda...

Zeth estaba cerca de la salida cuando dijo eso, así que Lessa, que en ese momento tenía la vista clavada en sus manos, tuvo que redirigir los ojos para ver a la chica. Su sonrisa había muerto y sus ojos grises resplandecían por una seriedad abrumante.

—Llorar es tan importante como reír.

Dicho eso, se fue. El cuerpo de Lessa vibró tras el portazo. Su atención, no obstante, cayó derramada sobre el brillo peculiar que había en la peinadora. Era la moneda.

Lessa sintió el impulso de salir y avisarle a Zeth lo que había dejado, pero lo contuvo al darse cuenta de la realidad. Esa rubia, por muy desastrosa que fuera, no tenía mala memoria. Le había dejado la moneda adrede.

Lessa la sujetó con algo de morbo. Era bien sabido que poseer objetos humanos o siquiera compartir información sobre ellos por otra vía que no fueran los libros era un desacato a la ley, y como esas cosas nunca le habían llamado la atención, no era mucho lo que ella sabía del tema. Por eso se fascinó al sentir el tallado, ya desgastado por el tiempo, hacer un relieve en el metal. Era tan bonito...

Repasó la superficie varias veces antes de observarla bien. Desde dentro, una distorsión gris de sí misma le regresaba la mirada. Lessa paseó los ojos del objeto al espejo hasta que finalmente se decantó por enfocarlos en el último. De nuevo quedó cara a cara con sus defectos: las ojeras, el cabello pegado a su piel húmeda, la extenuación refugiada en su semblante.

Y aun así, sonrió.

Porque esa era ella.

Fuerte.

Valiente.

Nerviosa también.

A veces un desastre.

Pero ella al fin y al cabo.

La imperfecta Lessa Astral.

Sonrió, iluminando sus ojos con un brillo que solo la confianza en proceso de construcción podía otorgar. El monstruo de la inseguridad había empezado a perecer detrás de ella.

Norian y Larry se habían escabullido por el bosque desde hace un buen tiempo, así que el escenario que en un principio había estado repleto de árboles nevados y una temperatura —por lo menos desde el punto de vista de Norian— agobiante, ahora no era más que una zona boscosa común y corriente, de iluminación débil pero estable, vegetación verdosa y un aura de sosiego contrastante con el interior del vellano.

El estrés abundaba en el chico, y ni siquiera ver la postura relajada de su compañero lo hacía sentir mejor. Solo lo empeoraba. ¿Cómo podía verse tan desestresado? Desde el comienzo del recorrido no había hecho ni una mueca. Se limitaba a caminar con una sincronía incesante, para de vez en cuando detenerse a recolectar plantas de distintos tamaños y formas.

Aquel aprendiz de hechicero no había ni amagado con iniciar una conversación, y si bien la ausencia de ruido a veces era agradable para Norian, estar así desde su ingreso al bosque empezaba a hacer estragos en su interior, tantos que de verdad agradecía no estar atravesando una zona sentiral, porque de lo contrario la naturaleza alrededor estaría latiendo a patrones erráticos y nerviosos.

Le urgía acabar con el silencio.

—E-ehm —empezó a decir, con lo que inmediatamente Larry lo miró—. ¿Cómo conoces tanto el bosque?

—A veces mi maestra y yo recolectamos ingredientes. —Su voz era inmutable—. Ahora estoy recolectando lo que necesito para la poción, para aprovechar el viaje.

—Ahm... —Norian se metió las manos a los bolsillos mientras dirigía una mirada indiferente alrededor—. ¿No te encuentras criaturas?

—Las más peligrosas no salen de día, se ocultan. —Larry se detuvo para inspeccionar un líquido dorado que había sobre uno de los árboles. Después de un análisis profundo, guardó un poco en un frasco que había sacado de su mochila, usando un instrumento aplanado—. Durante estas horas solo están las más tranquilas. Como las hadas. —Señaló el líquido que acababa de recolectar—. Esto es flujo mágico de hada.

—¿De hada?

—Para finalizar su ciclo de vida, las hadas se fusionan con algún elemento de la naturaleza, y su magia queda en la superficie durante unas horas. —Miró el camino que se aproximaba—. Ahí se concentra todo su poder. Unas simples gotas pueden potenciar el efecto de cualquiera poción. Pero hay que manipularlo con cuidado, porque tiene efectos alucinógenos.

—Genial...

—De seguro suena interesante. —Un brillo lánguido se apoderó de los ojos del aprendiz—. Pero la hechicería lleva mucho trabajo...

—Me hubiese gustado ser hechicero. —Norian hizo un mohín—. Ya sabes, tener todos esos conocimientos en mis manos en vez de limitarme a los pocos hechizos que sé ejecutar y los que se me permiten en los comodines mágicos.

—Pero los comodines ayudan mucho a los soldados.

—No soy soldado. —Apartó la vista con algo parecido a la vergüenza.

—¿Ah, no?

—Soy... guerrero en entrenamiento. De reserva. —Se encogió de hombros—. No se me permite, ya sabes, ir a misiones. Solo participé en el torneo anual por influencia de mi entrenador.

—Oh —fue lo único que Larry pudo responder, buscando una forma creativa de animar las cosas—. De todas formas lo hiciste bien.

—Gracias. —Era raro. Esa palabra le había salido con una naturalidad no propia de él.

Pero eso no fue lo más inusual, sino sus ganas de tocar un tema que antes había considerado turbio.

Lessa.

En ese momento atravesaban una pequeña extensión llena de flores azules, iguales a su cabello, iguales a sus ojos. Por eso su nombre le había saltado en la cabeza, invocando también una sensación cálida en el pecho. Quería aferrarse a la idea de que aquello solo era causa de una confusión, pero no. Cada segundo que pasaba pensando en ella se sentía más cálido y a gusto, sin mencionar culpable.

«Rayos».

Necesitaba una opinión.

Apretó los labios antes de hablar.

—¿Sabes? Creo... mm —gruñó frustrado—, creo que tenías razón allá.

—¿En qué?

Norian se detuvo, y como era costumbre en él, apartó la vista con incomodidad.

—No te vayas a reír.

—No me voy a reír.

—Hablo en serio...

—Yo también.

—Mm.

—Dilo ya.

—Creo que Lessa sí me gusta.

Larry estuvo a punto de responder, pero el contrario le atropelló las palabras:

—Si haces algún ruido chillón, te mato.

Larry rio.

—¿Por qué tienes que ponerte así, eh? —continuó el aspirante a hechicero, continuando la marcha. Norian lo siguió cabizbajo y con el cuerpo casi tan tenso como cuando se enfrentaba a un chequeo médico—. Lo que dijiste no tiene nada de malo. Es...

—Es que tú no lo entiendes —interrumpió el vellano—. Odio, odio a los de Argenea. Son tan, ¡ugh!

—¿Me odias a mí?

—A veces, sí, pero ese no es el punto. —Sus mechones pelirrojos empezaron a arder, y mientras tanto, sin darse cuenta estaba acelerando el ritmo de la caminata. Larry tuvo que apresurarse para ir a la par de él—. El punto es que antes odiaba a Lessa y ya no, ¿entiendes? No entiendo por qué ya no me cae mal.

—La quieres.

—Ese es el problema. No quiero hacerlo.

—¿Qué tiene de malo?

—¿Cómo que qué tiene de malo? Pues... pues...

—Exacto, ¿qué tiene de malo?

—Un argeneano me hizo algo horrible una vez —confesó iracundo. Larry se sintió intimidado—. Desde entonces los detesto.

—Pero, un momento. —Larry no solo hizo una pausa en el diálogo, sino que también detuvo su andar para recoger una planta color púrpura. Se había puesto guantes—. ¿Lessa se parece a ese argeneano que te lastimó?

—No, pero...

—¿Y entonces? —Larry le dedicó una mirada chistosa, como si quisiera presumirle que tenía razón. Norian respondió volteando los ojos—. Si Lessa no se parece a ese argeneano que te lastimó, no hay razón para odiarla.

—Lo sé... —La respuesta de Norian salió en un murmullo casi ininteligible, como el de un niño regañado—. Pero siento como si estuviera traicionando mis creencias.

«Como si estuviera traicionando a Farren» se guardó para sí, pero a su vez se cuestionó por qué seguía arrastrando el mismo asunto desde hace tanto tiempo. ¿Sería tan malo dejarla ir...? Ella no podía molestarse, es más, tal vez quisiera verlo libre. Aunque igual Norian seguía deseando darle su merecido al asesino. Eso compensaría a Farren, hacer justicia.

Y mientras tanto él podía darse una segunda oportunidad...

Tal vez.

—Deberías ser sincero con ella, esa es mi recomendación. —Larry recorrió el piso con la mirada en busca de ingredientes, pero al no conseguir nada, se volvió a enfocar en Norian—. Podrían iniciar algo juntos.

Las entrañas del vellano se revolvieron.

—Vas muy rápido —repuso con incomodidad, sobre todo por el semblante del hechicero—. ¿A ti no...? Mmm, ¿a ti no te gusta?

—Un poco. —Sonrió con nostalgia—. Pero sé que el sentimiento no es mutuo, por eso prefiero... apartarme.

—Maldición, ustedes dos son igualitos.

—¿Qué?

—Que son idénticos. —La voz del pelirrojo tenía una buena carga de fastidio—. Siempre ponen el bienestar de otros por encima del suyo. No piensan en sí mismos. Es como si vivieran en un sacrificio constante y eso me molesta. —Empuñó las manos—. A veces no está mal ser un poco egoísta. No puedes ir por la vida siendo tan amable.

—Y tampoco tan grosero, Norian.

—Lo sé... —Sabía que la respuesta del chico había sido un regaño, por eso Norian suavizó el tono—. Lo que quiero decir es que, no sé, deberías expresar un poco más las cosas que te molestan. Y pensar un poco más en ti, solo digo.

Larry estuvo a punto de objetar en contra, pero antes de poder hacerlo, una memoria pasada le atravesó la mente como si fuera un cuchillo.

—¿A dónde quieres que vayamos? —preguntó Lessa, con los ojos fijos en el interminable panorama níveo que tenían enfrente.

—A donde tú quieras —respondió él sin dudar. No quería molestarla y al final quedar solo en esa salida de amigos, que para su ilusionado ser funcionaba como una cita—. ¿A dónde quieres ir tú primero?

—No lo sé, por eso te preguntaba...

—Haremos lo que tú quieras. ¿Te aburriste de la plaza?

—Si a ti te gusta podemos quedarnos...

—Quiero quedarme si tú te quieres quedar.

Aquella fue una de las pocas salidas que habían tenido juntos, esos momentos en los que el corazón acaramelado de Larry actuaba por impulso y trataba de complacer cada uno de los caprichos de Lessa. Pero ahora que lo recordaba, ella nunca se había visto cómoda con él en ese tipo de situaciones, solo sonreía de forma amable como siempre, pero no con sinceridad. A lo mejor arrinconarla con tanta obediencia enfermiza había terminado aburriéndola.

Norian tenía razón, los dos eran iguales. Nunca se complacían a sí mismos.

—Gracias —optó por decirle, colocándole una mano en el hombro. El vellano se sobresaltó en señal de alerta—. Trataré de seguir tu consejo.

Norian sonrió con orgullo, acababa de inflar el pecho y alzar la barbilla. Quería tener una apariencia prestigiosa y admirable, pero para su desgracia, se concentró tanto en eso que no se dio cuenta de que había una rama de árbol en su camino que le dio en la cara y acabó con su espectáculo ególatra.

Larry se rio, y para su sorpresa, Norian también lo hizo, solo que más bien fue una risa frustrada.

—¿Falta poco, no? —dijo el guerrero para cambiar el tema, a lo que Larry se detuvo y apartó la última rama del camino, revelando la inmensidad de las tierras vellanas justo frente a ellos.

—Ya llegamos.

La temperatura era tibia, agradable, tal y como a Norian le gustaba. Las construcciones tenían un estilo simple y estaban en el fondo, mientras que la parte de enfrente era protagonizada por senderos curvilíneos decorados con rocas en los que se podía encontrar una tienda a cada paso. Casi todo estaba sumergido en coloraciones cálidas, y el cielo rojizo sobre sus cabezas terminaba de acentuar los matices fogosos hasta darle un aspecto mucho más acogedor.

El castillo principal en donde vivía se alzaba a varios kilómetros de donde estaban, pero aun así sus paredes ovaladas seguían siendo visibles. Era de poca altura en comparación con el castillo de Vann, pero era mucho más ancho y había menos caminos confusos. Además, según Norian, la decoración era más detallista y de estilo hogareño.

Más... respirable.

—Gracias. Espérame aquí. —Norian suspiró—. Buscaré a mi hermana y regreso.

—¡Espera! —Larry lo detuvo sosteniéndolo del cuello de la camisa. Norian lo miró, impaciente por que le dijera su razón de haberlo detenido, pero el aprendiz de hechicero, en vez de formular una oración, sacó de su bolso una capa de color blanco—. Toma. Cúbrete con esto.

Una capa argeneana.

El pavor hizo acto de presencia desde sus más profundos escondrijos mentales, acompañado de acometidas vehementes de su corazón. Iba a un ritmo fuerte, pero que no trascendía sobre la parálisis que lo dominaba. Todo aquello fue preludio de la arritmia en sus pulmones y la distorsión visual que nubló su vista. Quiso gritar, pero el miedo fungió de mordaza. Quiso dar un paso atrás, pero la parálisis lo tenía bien sujeto.

A la distancia, en forma de eco ondulante, la voz de Larry preguntando si estaba bien llegó a sus oídos. El pelirrojo fue incapaz de responder. Poco después sintió las manos del hechicero posársele en el rostro para unir sus ojos. Aunque los sentidos del guerrero estuviesen abotargados, lo escuchó decirle que respirara bien, que contase hasta cinco varias veces y que mantuviese la cabeza en blanco.

Aunque se le hizo difícil, Norian obedeció, apretando el brazo de Larry con la misma necesidad de un bebé que teme caerse de los brazos de quien lo carga. Le urgía tener algo con que anclarse a la realidad, al presente. Necesitaba saber que estaba ahí con Larry y no frente al asesino de Farren.

«Un, dos, tres, cuatro. Estoy bien. Estoy a salvo».

Sí, todo estaba bien...

«Respira, Norian, respira».

Pronto, el caudal impetuoso dentro de él se volvió agua quieta. Sus pulmones absorbieron la bocanada de aire necesaria para regresarle la nitidez al campo visual, sus piernas volvieron a ser fuertes y se anclaron al piso como columnas, y finalmente la canción que resonaba en su pecho en forma de tortura recuperó su cadencia habitual. Todo estaba bien. Se repitió eso varias veces antes de abrir los ojos y encontrarse con Larry.

Él lo miraba como halcón, pendiente de cada movimiento. Hacía ademanes con las manos cada vez que Norian tanteaba los alrededores, como si quisiera estar preparado para sostenerlo en el caso de que recayese. Pero él estaba recompuesto, se lo hizo saber al darle una palmada en el hombro para que se relajara.

—Estoy bien —murmuró.

—Eso... eso fue...

—Me alteré un poco, es todo. —Calló unos instantes—. Aunque igual, gracias. Y...

—¿Y...?

 —Lo siento.

—¿Por qué?

—Por... —La respuesta se le atoró en la garganta, pero no por mucho tiempo. La diligencia con la que Larry se había ofrecido como apoyo le robó las palabras de la boca—. Por haber sido grosero contigo antes. Por eso.

—Está bien. —El tono del hechicero pasó de divertido a preocupado en cuestión de segundos. Norian lo escrutó para saber la causa de su malestar—. Pero creo que deberías ir a buscar a tu hermana rápido. Tengo un mal presentimiento.

—¿P-por qué?

—El aura de Hent está entrando al bosque.

Norian abrió los ojos como aros. ¿Hent los estaba siguiendo? ¿Por eso estaba acercándose? Un nueva crisis floreció dentro de él, muy diferente a su miedo por la reminiscencia de hace cinco años. Esta vez temía por su hermana.

—Voy ya —anunció, extendiendo la mano a Larry—. Dame la capa.

Él obedeció.

Una vez la tuvo en sus manos, Norian cerró los ojos para ignorar el color y se la puso. Las manos le temblaron y su pálpito amenazó con volverle a fallar, pero trató de que no se filtrara. En ese momento, la avidez de encontrar a su hermanita hizo de escudo para todo.

«—¡Tú puedes, caballero vitamina C!»

«Tu caballero va en camino» pensó antes de adentrarse en Vellania.

Para fortuna de Lessa, gracias al apoyo de Zeth, fue bastante sencillo escabullirse por los dos últimos pisos residenciales, subir las escaleras hasta el tope y por último atravesar El Nangi. Aquel era un puente que conectaba las torres con mayor altura del castillo, y aunque no cualquiera pudiera soportar la temperatura ahí, era un escenario hermoso que valía la pena visitar al menos una vez en la vida.

La temperatura era tan baja en Argenea que en las alturas se arremolinaba neblina a través de la que era casi imposible distinguir algo, y esas dos torres del castillo eran tan altas que se alzaban sobre esa barrera blancuzca hasta dar la ilusión de ser dos estructuras flotantes en medio de las nubes. Todo aquel que caminase por El Nangi se sentiría protagonista de una película fantasiosa, en donde el color verde de las colinas lejanas se fundía con el azul desfalleciente del cielo, mismo que con cada segundo mutaba a un degrade de coloraciones cálidas que advertía de la proximidad de la noche.

Más arriba, el sol era un débil punto cuya luz luchaba por abrirse paso entre la barrera de nubes esponjosas, y mientras tanto, la iluminación rosácea del cielo colmaba a Lessa del encanto propio de una doncella inmortalizada en una pintura. El cabello se le sacudía por la intensidad del viento embravecido, que aunque fuese en su contra, no la haría desistir de su misión de llegar al otro extremo del puente.

En sus espaldas llevaba el bolso con provisiones, en el corazón una buena dosis de incertidumbre. Aunque cansada, avanzó con el placer de presenciar cómo la cabina de vigilancia se iba volviendo más próxima y grande. Esa imagen fue tan motivadora que sin darse cuenta empezó a correr, y al cabo de unos instantes de palpitaciones agitadas y jadeos, llegó a la cabina.

Lo primero que hizo fue recostarse contra la puerta para normalizar su respiración. Una cosa era correr en tierras normales y otra muy diferente era hacerlo en las alturas. La falta de oxígeno en esos niveles la cansaba más rápido de lo normal, y hacía que el pálpito de su corazón se sintiera como una golpiza dentro del pecho.

Ya más recompuesta, lanzó vaho por la boca con un último respiro profundo y se dio la vuelta para entrar en la cabina. Era un pequeño cuarto de paredes lúgubres cubiertas de gris, entre las que figuraban cuatro camas individuales; tres contra la pared de enfrente y la última contra la pared al lado de la puerta, a pocos metros de la joven. En esa misma pared también estaba el famoso hechizo de llamadas, que consistía en un portal con el poder de conectarse al flujo de energía de cualquier argeneano. Luego de que su nombre apareciera en la parte de arriba, bastaba con introducir la mano en el portal para iniciar la conversación. Del otro lado, la persona invocada sentía como si una mano invisible le sostuviera la cabeza, y era a través de ese vínculo intangible que las dos personas podían comunicarse.

Era un poco invasivo y arcaico, así que solo había hechizos de llamada en puntos estratégicos para evitar que los no pertenecientes a la fuerza los utilizaran. Además, gracias al desarrollo de la comunicación telepática, los hechizos de llamada tampoco eran muy solicitados.

En cambio, el hechizo que sí hacía importante a la torre era el de vigilancia, ubicado en las tres ventanas de la habitación. Pese a la neblina, a través de sus cristales sí podía contemplarse perfectamente la parte baja de Argenea, y no solo eso, sino que al dar un toque en un punto específico, la visión de dicho lugar se maximizaba hasta dar la ilusión de haberse acercado. Pero no. Todo era producto del esfuerzo de varios hechiceros argeneanos a lo largo de la historia, por lo que ahora contaban con un sistema de visión mucho más efectivo que un telescopio o un par de binoculares.

Gracias a eso la torre de vigilancia había llegado a usarse en repetidas ocasiones para advertir del acercamiento de criaturas o revueltas, pero como también existían otros métodos de protección, como la barrera mágica, aún en desarrollo, colocada a algunos kilómetros del castillo, el uso de la torre de vigilancia había empezado a mermar. Por eso los soldados ya no pernoctaban ahí como antes. Eso era otro punto a favor para considerarlo un buen escondite.

Era poco probable que alguien subiera, y como tanto el hechizo de vigilancia como el de llamada desprendían cantidades ingentes de energía, ningún hechicero iba a ser capaz de detectarlos. A Lessa solo le quedaba esperar por Norian...

Pensar en él la sobresaltó, instándola a ver el cielo. Faltaban pocas horas para que el sol le cediera su lugar a la luna y él aún no se presentaba. ¿Había sido demasiado brusca con él y por eso Norian se negaba a regresar? Bueno, él se lo había buscado por hablarle tan mal, era su culpa, pero eso no quitaba que Lessa se sintiese responsable por haberlo arrinconado con tantas preguntas.

A lo mejor su respuesta solo había sido una reacción nerviosa de su parte... Él se lo había dicho...

—¡T-te dije que me ponías nervioso cuando me preguntabas cosas así!

En su desesperación por oírlo hablar había insistido, quizá demasiado, y en consecuencia había recibido una contestación horrible de un Norian brusco. Una contestación que la hizo fruncir el ceño.

¿Por qué Norian no podía dejar su prejuicio a un lado? ¿Cuál era la razón detrás de su odio irracional y generalizado contra los de Argenea? Lessa se había hartado de los rodeos, de ser tratada mal cuando lo único que hacía era esforzarse con él. Por eso iba a preguntarle sin tapujo por qué la metía en un saco de argeneanos que según él eran todos horribles.

Sí, eso haría.

—Identifíquese.

Pero la voz de un guardia detrás lo arruinó todo.

A Tara siempre le había gustado asomarse por la ventana de su habitación para admirar la vista, pero esta vez no podía sentir la misma fascinación de siempre, no cuando su hermano mayor llevaba tanto tiempo sin aparecer. Ella le había obedecido yendo hacia el comedor para esperarlo y desayunar juntos, entonces, ¿por qué no había ido?

Después de esperar varias horas y resignarse a comer el desayuno frío, corrió hacia el cuarto para ver si se había quedado dormido otra vez, lo que era poco probable, pero que aun así funcionaba como pensamiento para no preocuparse de más. Sin embargo, para su infortunio, al llegar a la habitación se encontró con la soledad haciéndole compañía al silencio, nada más, así que salió de ahí cuanto antes en busca de Terrance. A lo mejor él sabría algo.

Pero tampoco estaba en ninguna parte...

Lo buscó en los salones de entrenamiento, en las canchas de combate exterior, le preguntó a sus pupilos e incluso llegó a tocarle la puerta varias veces para ver si estaba ahí. Pero todo había sido en vano. Nadie sabía dónde estaba, o al menos así fue hasta que se guindó de las piernas de unos soldados en forma de súplica por información. Así pudo saber que Terrance se había ido a territorio argeneano.

Y mientras tanto nadie sabía de Norian... Había preguntado por él, pero ninguno tenía una respuesta clara. De por sí, la gran mayoría daba un paso atrás al saber que Tara era pariente del muchacho, el «intocable aprendiz de Terrance», como le llamaban algunos. Todo eso hizo que la impotencia la rodease como un depredador flemático, así que con la cabeza baja a modo de derrota, caminó arrastrando los pies hasta su habitación.

En todo el trayecto albergó la esperanza de que Norian estuviese ahí, pero tal y como la primera vez, solo se dio de cara contra la soledad y el silencio.

Un terrible silencio.

Desde entonces se había enfocado en el paisaje para distraerse, pero haber recordado todo lo anterior se sintió como beber una dosis de desánimo. ¿Dónde podría estar el escurridizo Norian Archer? ¿Habría ido a hacer cosas de su misión con Lessa? Pero no... en ese caso no le habría mentido con lo del desayuno, le hubiese dicho la verdad y a lo mejor hubiera negociado un poco con ella para pedirle silencio. Porque él nunca le mentiría con algo así...

Estaba tan triste que como último método de distracción hizo acopio de su fuerza para encender una llama en la yema de su dedo índice, que luego puso contra el viento para ver el meneo constante de la flama. Había aprendido a hacer eso hace dos días, pero como Norian estaba tan ocupado no quería interrumpirlo con algo así de estúpido. Cuando lo viera con menos estrés, le mostraría su gran hazaña.

Quería ser más poderosa para formar parte del grupo de soldados. Ya en su próximo cumpleaños podría iniciar su formación como guerrera. Esperaba tener el apoyo de Norian...

Como tal, él no pertenecía al grupo de soldados defensores, solo podía ser usado como guerrero de reserva en el caso de que Vellania se enfrentase a una situación de alta criticidad. Y todo se debía a que gran parte de los entrenadores catalogaban a Norian como un «huracán llameante, inestable emocionalmente y carente de buen desenvolvimiento con sus compañeros», así que era de esperarse que a pesar de su fuerza y habilidad no hubiese sido aceptado aún en ningún escuadrón. Solo Terrance había logrado hacerlo mejorar, y él mismo confesaba lo difícil que era enfrentarse a alguien como Norian.

Pero lo bueno era que... estaba cambiando, poco a poco, pero estaba cambiando. Desde el accidente con el cristal de Lúmbarus estaba un poco más sensible y abierto a las oportunidades, tanto así que había tenido la iniciativa de formar una alianza con su rival del torneo. Que él tuviese el valor de acercarse a un argeneano había sido inimaginable para ella antes, pero ahora era una realidad. Norian estaba perdiéndole el miedo a los de Argenea.

Argenea...

El sitio en donde se realizaría el baile de compensación para el pueblo.

Tara había leído la noticia varias veces ya, y aún no se podía creer que una estructura tan grande como el castillo de Vann fuese a estar abierta al público en un día. Había leído de ella en algunos libros, así que su ansiedad por inmiscuirse en esas paredes blancas con azul crecía a niveles incontrolables. ¿Cuáles serían las actividades a realizar? ¿Habría comida rica? ¿A cuántos podría deslumbrar con sus vestidos? Esperaba que Norian le diese permiso de ir, o mejor, ¡lo convencería de ir con Lessa! Así mientras ambos estuvieran distraídos con el otro, ella podría convertirse en una exploradora escurridiza.

Eso la hizo sonreír.

La luna de plata era un evento de importancia irrefutable en ambos reinos, pues además de bendecir los cultivos y aumentar el flujo de energía mágica de todos, también poseía propiedades ligadas a la pasión y la prosperidad. Bueno, eso último lo había escuchado de alguien, como una simple leyenda, pero de igual forma Tara estaba segura de que esa noche podía ser una ocasión romántica para su hermano.

Las lunas de plata eran tan impredecibles...

—¿Por qué tan sonriente? ¿Piensas en una travesura?

La niña dio un respingo tras oír esa voz, volteándose por instinto. Al ver que Norian estaba detrás de ella, se le abalanzó contra el pecho para recibir un abrazo, al mismo tiempo en que le envolvía el torso con sus piernas para no dejarlo ir. Por Gneis misma, lo había extrañado muchísimo.

—M-me... me asfixias...

—¡¿Dónde estabas?! —se quejó, aferrándosele a la camisa—. E-estuve muy preocupada, ¿sabes? ¡La próxima vez que hagas algo así, me tomaré cuatro jugos en el desayuno!

—La que va a tener náuseas el resto del día serás tú, no yo.

—Tonto caballero vitamina C. —La infante le dio un coscorrón—. No vuelvas a hacer eso... Avísame.

—Lo sé, lo sé. Pero no fue mi culpa. —El muchacho le dio unos toquecitos en las piernas para que lo soltase, así que la chica posó los pies en la cama que había detrás—. Es una larga historia, ¿de acuerdo? Me secuestraron.

—¿Q-qué?

—Terrance lo hizo. No quiero que confíes en él.

Mientras hablaba, el vellano sacó un bolso de su gaveta para ponerse a empacar lo más rápido posible. Pero como Tara quería respuestas, lo persiguió con pasos ansiosos.

—¿C-cómo que Terrance? No entiendo...

—En pocas palabras, Lessa y yo hemos estado conspirando contra los entrenadores porque son terribles personas. Por eso quieren acabar con Lessa y conmigo, así que me secuestraron en secreto. —Hizo una bola con camisas y las apretujó en su bolso—. Recoge tus cosas también. Nos vamos a Argenea, a un sitio que es seguro.

—Pero, ¿por qué Terrance te lastimaría? A él...

—No le importo tanto como demostraba. Todo es mentira y ahora quiere matarnos.

—¿Por eso estás herido?

—E-en gran parte... sí, estoy herido por ellos. —La miró con autoridad—. Ahora rápido, rápido, empaca tus cosas que nos vamos a Argenea ahora mismo.

—¿Le van a ganar a Terrance?

Norian hizo una pausa para tomar aire, preocupado.

—No tenemos certeza de eso... pero intentaremos derrotarlos en el baile de mañana.

Los ojos de la niña se iluminaron.

—O-o sea, ¿vamos a ir?

—Mm...

—¡Por favor! ¡Déjame ir! Recuerda que aún me debes mis regalos por obediencia.

—Lo pienso luego, ahora empaca. —Se hincó en el piso para meter el brazo dentro de su cama. Había un par de zapatos ahí en el fondo—. El entrenador de Argenea viene en camino. Hay que salir de aquí rápido.

—¿É-él también es malo?

—Sí, ellos dos quieren... quieren matarnos, ¿entendido? Así que no debes confiar en ninguno de los dos. —El vellano se agachó frente a ella al notar la angustia en su semblante, tomándose la libertad de revolverle el cabello. Odiaba verla con tanta preocupación encima—. No te preocupes... el caballero vitamina C va a estar bien.

—¿Me lo prometes?

—Te lo prometo. —Le plantó un beso en la frente—. Ahora sí, empaca, que nos tenemos que ir.

La niña asintió, y verla empacar con premura fue suficiente para que Norian se voltease a seguir con lo suyo. No había forma de detener su ritmo acelerado hasta que Tara le jaló el pantalón.

—¿Qué pasa? —quiso saber el guerrero, y en respuesta, la menor señaló un arco y un carcaj de flechas vacío que estaban en el suelo.

—Cuando trajiste a Lessa también trajiste eso, está roto. —Recogió el arco—. Deberías llevárselo.

—Ah, sí... —El tono café en la mirada del pelirrojo se volvió más opaco. Recordar a Lessa y la disculpa que tenía que darle lo colmaba de nervios. Además, ¿cómo iba a llevarle el arco roto? Era inconcebible—. Pero no voy a llevárselo así.

—¿Entonces...?

—Lo repararé, será rápido. —Norian avanzó como una ráfaga carmesí hacia el perchero para agarrar la caperuza de Larry, misma que usó otra vez para cubrirse las facciones tras un anonimato impenetrable—. Y aprovecharé para buscar mi hacha en la armería. Calculo que al entrenador de Argenea aún le falta un poco por recorrer.

—Te quiero.

Norian detuvo su ida al escucharla, sin poder evitar que una sonrisa dulce levantase las comisuras de sus labios. Acto seguido, volteó a verla sobre su hombro.

—Yo te amo —dijo y se fue.

***

La convicción en los ojos de Lessa fue rápidamente disipada al oír esa voz masculina, ni un poco similar a la de Norian o la de Larry, abrirse paso por el silencio que antes había gobernado la pequeña habitación. Se había oído detrás de ella con un dejo de alarma e incertidumbre, pero eso no quitaba que Lessa sintiese miedo por la amenaza latente a la que estaba enfrentándose.

—Solo personal autorizado puede subir aquí. —El guardia volvió a hablar, esta vez menos confundido y con más valentía—. Identifíquese.

—Ehm... —La chica jugueteó nerviosamente con sus dedos. No podía contestar a su pregunta con la verdad si así se arriesgaba a ser aprehendida, como tampoco podía voltearse y revelar su rostro—. Soy, soy yo, tu nueva compañera. Me asignaron contigo hace unos minutos.

—No fui notificado.

—Pregúntale a tu superior, en serio, acabo de...

—Señorita, basta de bromas. —El guardia le puso una mano en el hombro para halarla—. Acompáñeme a la oficina. No está permitido que cualquiera entre aquí.

—Lo siento por lo que voy a hacer...

—Ahórrese las disculpas, señorita. —El hombre la jaló con vehemencia—. Tendrá que explicarle al jefe del cuerpo de vigilancia por qué está aquí si no quiere...

Un jadeo adolorido escapó de los labios del guardia cuando Lessa, habiéndose volteado a una velocidad sobrenatural, le encajó la rodilla a mitad del estómago con la fuerza justa para que tuviera que arquearse hacia el frente. Ya teniéndolo agachado, Lessa aprovechó para hundirle el codo en la espalda y tirarlo al suelo, en donde ella se sentó sobre él para reducirle la movilidad al máximo.

—¡T-tu...! ¡Tu superior se enterará de esto!

—¡Shh!

—¡Suéltame!

El guardia se movía con tanta intensidad que en cualquier momento se escaparía. La idea de formar una jaula de hielo alrededor fue lo primero que llegó a la mente de la arquera, pero también sabía que el hielo formado por los argeneanos, incluso los más viejos y poderosos, solo duraba poco tiempo. No era una opción viable.

Tendría que usar un comodín mágico.

Algunos hechizos eran demasiado difíciles de ejecutar, y como los guerreros se enfocaban mayormente en el desarrollo de sus aptitudes físicas, solo les eran enseñados algunos. El resto, por lo general los más usados, tenían variaciones mucho más sencillas que ayudaban a las personas sin mucho conocimiento en la magia a ejecutarlos. Esos eran los comodines mágicos, pequeñas tarjetas con la forma simplificada de un hechizo ya listo para activarse, que solo necesitaba la pronunciación de una palabra específica para ponerse en acción.

Lessa sacó una tarjeta azul de su bolsillo con la palabra «onírico», la puso en la cabeza del hombre y se preparó para activar el hechizo.

Veni —dijo, y el hombre fue vencido por el sueño.

La noche había caído.

Por quinta vez los ojos de Lessa se enfocaron en una de las ventanas para revisar a detalle toda Argenea, eso con el desesperado objetivo de ver a Norian aproximarse. Pero nada. Por mucho que expandiese la vista y cambiase el lugar de enfoque, no conseguía ver sino los típicos escenarios de su reino: plazas, caminos de piedra, terrenos de entrenamiento y caseríos. Pero en ninguno de esos sitios había rastro de Norian.

Lessa estaba enojada con él, sí, pero eso no significaba que le hubiese dejado de importar. No quería imaginárselo herido por el ataque de una criatura, o peor, capturado por Hent.

En el armario, el guardia que la había sorprendido continuaba atrapado en el mundo de los sueños, ocasionalmente soltando ronquidos casi imperceptibles. Lessa esperaba que su prolongada ausencia no alertase al resto de su equipo, porque de ser así, empezarían a buscarlo y en algún momento darían con la torre de vigilancia. Y ella ahí sola, sin arma alguna o suficientes comodines mágicos, dudaba poder enfrentarse a un equipo de más de cuatro personas.

«¿Dónde estás, chico fuego?»

Estresada, y también harta de la poca iluminación dentro de la cabina, los pies se le dirigieron casi por cuenta propia al balcón que había en la pared a su lado. El sonido de sus pies desnudos deslizándose contra la superficie fría era rítmico y apacible, una canción que, acompañada de los rugidos del vendaval gélido, llegó a su fin cuando la chica apoyó los brazos en la baranda que la protegía de caer miles de metros contra el piso nevado de Argenea.

La baja temperatura nocturna, junto con la poco usual altitud, no molestaba a Lessa en lo absoluto. Sentir el frío en sus pies descalzos era como experimentar una descarga de adrenalina, que avanzaba desde la parte inferior de su cuerpo hasta acelerarle los latidos del corazón con la incertidumbre de quien presencia el comienzo de una aventura. Así se sentía desde su llegada a la torre de control, un poco preocupada, un poco cansada, pero siempre ansiosa por descubrir lo que le deparaba el futuro.

Y ahí, ataviada en un vestido blanco que le llegaba un poco más debajo de las rodillas, bajo a las vastas formaciones estelares que palpitaban sobre sus ojos, por primera vez se sintió feliz de desconocer su futuro. Antes, con cada segundo de su vida planificado, la emoción de los retos y la sorpresa habían parecido extinguirse, pero ahora que era libre...

«Sí, libre».

Ahora que era libre encontraba placer en el mero hecho de inhalar profundo y ser invadida por el aire helado de las alturas, de sentir cómo la brisa le abofeteaba el cabello azul y el vestido blanco que la hacía ver como princesa, de contemplar la secuencia de luces que organizaban las estrellas cada noche y poder decir, a todo pulmón, que nunca se había sentido tan viva hasta ese momento.

Viva, y parte de las estrellas.

Zeth tenía razón. Llorar era igual de importante que reír, y en ese instante estaba haciendo las dos cosas. Estaba conmovida por la belleza natural que se alzaba, no solo sobre ella, sino también a todo su alrededor. Montañas que debido a la negrura parecían cuerpos gigantes amontonados a lo lejos figuraban entre los límites del campo de fuerza, y todo lo que estuviese delante era tapado por el espesor blancuzco de la neblina.

Un manto blanco alrededor de la torre de vigilancia, eso era, y por esos segundos Lessa la comparó con el brillo metálico de la moneda de Zeth.

Pensar en eso la instó a sacarse la moneda del bolsillo, para luego observar su reflejo deforme en la superficie. Era una imagen tan extraña que Lesa la alejó de sí para ver en qué ángulo podía obtener un reflejo más decente, pero al hacerlo no solo captó su propia imagen, sino también la de una persona que aguardaba detrás de ella.

—Norian...

El chico estaba apoyado contra la pared en posición tranquila, pero a pesar de eso daba la impresión de estar tenso. La forma en que había apartado la mirada luego de que Lessa se voltease lo dejaba en claro, sobre todo porque después se encogió en sí mismo.

—Hola —fue lo que dijo. Su volumen era escaso.

—Hola...

—¡Lessa!

Un grito alegre, seguido de un agarre firme alrededor de la cintura de la arquera, fue suficiente para matar la tensión imperante. Tara acababa de hacer aparición envuelta en el mismo suéter con el que Lessa la había visto la primera vez.

—Holaaaa, ¿me extrañaste, verdad? ¡Traje jugos!

Lessa rio, acuclillándose a su altura mientras agradecía mentalmente que hubiese aparecido.

—Sí... te extrañé. Estaba muy preocupada también. —Sonrió un poco nerviosa, sin poder evitar ver al pelirrojo de soslayo—. ¿Por qué tardaron tanto?

—Ah, es que Norian casi se muere cuando íbamos subiendo. No le gustan las alturas.

—¡Mentira! —se defendió el pelirrojo.

—¡Debiste verlo, Lessa! —siguió la niña—. Se abrazó tan fuerte a la baranda que tuvimos que llevarlo a la fuerza.

—Dejó su orgullo del otro lado de El Nangi. —Larry apareció en la escena con una sonrisa en los labios y las manos en los bolsillos. Norian gruñó ante su comentario—. Casi se mea ahí mismo.

—¡Sí, incluso se...!

—¡Ya fue suficiente! —espetó Norian, haciendo esfuerzos por ocultarse las facciones tras su abundante cabello rojo—. Sí, me asusté un poco...

—¿Un poco? —refutó su hermana.

—Bueno, mucho, ¿y qué? —Apartó la vista—. Logré llegar aquí y estoy entero.

—Punto para el falso —habló Lessa, con la clara intención de enfocarse en la pelea que habían tenido. Incluso había apartado la vista con desgano al sentir que el resto la miraba.

De nuevo la atmósfera estaba tensa.

—Sí, bueno. —Larry dio un paso al frente, y al ver que Norian hacía el amague de irse, lo arrastró consigo—. Ya recolecté los ingredientes para la poción, solo me falta prepararla esta noche. Les traeré los cristales listos mañana en la mañana, junto con algo de comida.

—Gracias. —Fue Lessa la que habló, sonriente. Evitaba mirar a Norian—. Espero que Alice no vaya a molestarse.

—Está demasiado concentrada en su hechizo como para darse cuenta de cuánto tiempo llevo fuera. —Larry hizo un ademán para restarle importancia al asunto, balanceándose hacia el frente—. Entonces... creo que yo ya me voy. Y mientras tanto, ustedes dos —dijo y empujó a Norian para hacerlo chocar contra Lessa— creo que tienen que hablar.

Los dos apartaron la vista, a centímetros del otro.

—Tara debe dormir y le da miedo pasar la noche en lugares desconocidos —se excusó Norian—. Tengo que acompañarla.

—No tengo miedo —desmintió la niña.

—Shh.

—Bueno, puedo quedarme un rato y hacerle compañía. —Larry se acuclilló, sonriente, al tiempo en que formaba chispas violetas con las manos. Era como si pudiese concentrar el fulgor de las estrellas con movimientos simples—. Tara, ¿qué dices? ¿quieres que un aprendiz de hechicero nivel doce te dé una función?

Un jadeo maravillado escapó de la chica al ver tal ofrecimiento, y sin siquiera mirar a Norian para pedirle permiso, asintió con entusiasmo y corrió al lado del hechicero. Él la cargó mientras se ponía en pie, y justo cuando iba a irse, hizo una pausa para decir:

—Ya tienen tiempo a solas.

«Rayos» pensó Norian, tan molesto e incomodado que no se percató de que seguía a centímetros de Lessa. Ella no podía separarse porque él la había enjaulado con sus brazos, obligándola a permanecer contra la baranda. Era una posición tan comprometedora que el chico hizo todo lo posible por separarse.

Pero no pudo.

Al intentarlo, un poder invisible lo volvió a empujar contra la argeneana, solo que mucho más fuerte, seguido de un quejido firme de Larry desde el interior del cuarto:

—¡No los oigo hablar!

—¡Tú no espíes! —espetó Norian.

Luego un manto de mutismo abrazador se apoderó de la atmósfera, haciendo que los dos muchachos se encogieran de hombros al ser aplastados por sus propias preocupaciones. Lessa, no tener la menor idea de cómo reaccionar en un momento así; y Norian, no saber qué palabras usar para su disculpa.

Pero para su infortunio, la necesidad de disculparse y el peso de la culpa no eran las únicas emociones que lo envolvían, ya que a eso se aunaban los nervios de tenerla tan cerca, el vértigo causado por la altura, y la vergüenza de que Tara lo escuchase siendo cursi. Aunque de seguro Larry la tenía bien distraída con sus trucos...

«Larry, si sigues oyendo, voy a matarte» pensó para sí, justo antes de inhalar profundo para hacer acopio de su valentía y separar los labios. Iba a hacerlo.

Tres.

Dos.

Uno.

—Lessa, yo...

—Norian...

Los dos se detuvieron al instante, apenados por haberse interrumpido así. De nuevo todo era tenso, y como el vellano no daba indicios de querer separarse, Lessa se volteó para quedar frente a la baranda. Había decidido ponerse orgullosa.

—Lessa...

—¿Qué?

Lessa sabía que estaba siendo demasiado brusca, pero no le importaba. Estaba harta de ser buena con él y solo recibir gritos de su parte. Una probada de su propia medicina le daría su merecido. Por eso, al oír cómo el muchacho se daba la vuelta para irse, no pudo evitar sentir que era dueña de la victoria.

Tras unos minutos de silencio, Lessa entendió que había quedado en completa soledad, así que suspiró para calmarse y deshacer todo el nerviosismo que se había estado guardando. ¿Quería hablar con Norian? Sí, la mayor parte de ella quería, pero no estaba segura de poder hacerlo correctamente. Además, ¿cuáles eran las posibilidades de que él estuviese de acuerdo con hablar para resolver el conflicto? Nulas.

O al menos eso pensaba antes de sentir unos brazos rodeándola y una cabeza hundirse en su cuello.

—N-Norian...

—Lo siento —murmuró contra su piel, bajito. El único oyente que deseaba era ella—. Lo siento tanto... s-sé... sé... mmm —gruñó frustrado. Era demasiado difícil encontrar las palabras perfectas—. Sé que fui un imbécil, ¿de acuerdo? Sé que de seguro me odias y no te culpo, ¿sabes qué? Te doy permiso para que me des otra cachetada. Sé que quieres.

Lessa se hubiese reído de no estar tan nerviosa. Norian la abrazaba, y no solo eso, sino que también tenía la cabeza apoyada contra su hombro. Al hablar le hacía cosquillas.

—Lo que te dije en el cuarto fue mentira —siguió el chico, justo antes de soltar un jadeo resignado y apretarla más fuerte—. No te considero un ser frío y sin sentimientos. Solo estaba asustado. —Ahí Lessa sintió un leve ardor en el hombro: la cabeza de Norian había empezado a desprender llamas suaves—. T-te quiero mucho, ¿bien? t-te... te considero una buena amiga. Y todo lo que te dije en el cuarto esta mañana solo fue mi orgullo saliendo, es todo. —Norian sintió que iba a deshacerse en una nube de nervios en cualquier momento—. P-por favor di algo. Me siento incómodo.

Lessa se había congelado en su sitio. Trataba de emitir palabra, pero lo único que le salía de la boca era vaho debido a sus jadeos. El pecho le ardía de ternura. Estaba tan embobada que sus instintos actuaron por ella y la hicieron girarse para hundirse en el pecho del vellano, quien para sorpresa suya la abrazó devuelta.

—Norian —logró decir ella, enternecida—, e-eso fue muy lindo...

—Bah —gruñó incomodado.

—¿De verdad sientes todo eso?

—Me estás poniendo nervioso.

Lessa levantó la cabeza para distinguirlo entre la oscuridad.

—Estás rojo...

—Ya.

—Te ves adorable.

—N-no soy adorable...

—¡Eso fue mucho más tierno! —chilló de forma aguda.

—¿Eso significa que estoy perdonado?

Lesa lo pensó un poco.

—Te perdono solo si admites que eres adorable.

—Ahg —bufó, tratan de esconder una sonrisa complacida—. Ahora te odio, señorita argeneana.

—Yo más, chico fuego. —Lessa sonrió, relajando los músculos para que él pudiese envolverla mejor. El contacto era reconfortante—. Yo más.

Los dos rieron por lo bajo, divertidos.

—Pero la verdad es que —empezó a decir Lessa, hundiéndose más en la calidez del pecho del chico— yo también te aprecio mucho, Norian. Gracias.

—Lo sé... —El guerrero soltó un suspiro mientras apartaba la vista. Tenía miedo de verla a los ojos—. Y eso me asusta.

Lessa empuñó las manos a su alrededor al sentir que se tensaba.

—¿Por qué te asusta?

—Por la profecía de Gneis.

Ella no supo qué decir.

—Sé que estamos evadiendo el tema desde que vimos el contenido de los cristales, pero los dos sabemos muy bien lo que significa. —Norian se separó de ella tan rápido como pudo, para luego apoyarse en la baranda. Su silueta quedaba sumergida en matices morados—. Y eso es lo que me asusta —terminó diciendo.

A primera instancia Lessa calló también, limitándose a avanzar con pasos cortos hacia donde estaba el chico. Así los dos quedaron frente al horizonte, pero más allá de un fondo de tonos entre negros y púrpuras en degrade cubierto de estrellas, lo que ambos veían era una excusa para no mantener contacto visual.

Estaban huyendo, de sí mismos y del otro.

Pero Lessa ya no podía aguantarlo.

—¿Yo te asusto? —dijo al fin.

El vellano tardó un poco en responder.

—No eres tú lo que me asusta. —Hizo una pausa para abrir los brazos y abarcar todo—. Es esto, lo que significa la profecía de Gneis... no estoy listo. —Agachó la cabeza para cubrirse el rostro en su totalidad—. No estoy listo para volver a intentarlo con alguien. Eso es.

Las mejillas de Lessa se tornaron carmesí, pero de todas formas sacó valor para terminar de acercársele y poner la mano sobre la suya. El contacto fue cálido, satisfactorio, pero Norian se separó luego de unos segundos. Estaba tenso.

—No estoy listo... No estoy listo para que me vuelva a pasar algo así...

Los labios de Lessa se abrieron de golpe, y aunque quiso evitarlo, su lengua curiosa y escurridiza actuó por voluntad propia.

—¿Algo como lo de... la chica que nombraste anoche?

Él tembló, pero aun así hizo acopio de su fuerza para asentir.

Lessa puso la mano sobre la suya otra vez.

—¿T-te molesta si te pregunto qué le pasó?

El temblor del guerrero fue mucho más potente al oír esa pregunta. ¿Hablar de Farren? No estaba seguro de poder hacerlo.

Aunque...

«A ella le hubiese gustado que la superaras» recordó el consejo de Terrance, sin poder evitar que se le formase un nudo en el estómago. No iba a negar que ir arrastrando el recuerdo de una muerta lo lastimaba, pero no sabía si hablar del tema abiertamente con otra persona iba a ayudarlo, o si en vez de eso, le hundiría la espina del dolor más profundo. Además, ¿Farren de verdad querría ser olvidada así nada más? Se sentía un completo traidor al pensar así, pero luego a su cabeza venía otra pregunta: ¿querría Farren verlo tan atascado en su muerte?

«No» pensó para sí, «ella hubiese querido que siguiera adelante». Con esa última idea miró a la argeneana que tenía al lado, y contemplar su silueta tranquila apoyada en la baranda lo hizo sonreír con languidez. Lessa era una buena persona, confiaba en ella. Se había ganado su respeto.

Mientras tanto Lessa contemplaba el cielo para distraerse de la conversación con Norian. El silbido constante del viento era lo único que interrumpía la mudez sepulcral, pero el frío que transportaba hacía que su corazón retumbase más rápido, como si estuviera cargado con una dosis de nervios y que respirarlo fuese fatal para su organismo. Estaba siendo comprimida por las bondades naturales que antes la habían hecho sentir bien.

Quería irse. Pedirle hablar de su antigua novia había sido una locura. Pegó la vuelta tan rápido como pudo para meterse en el cuarto, pero justo cuando iba a poner un pie dentro, una mano alrededor de su muñeca la detuvo.

—Sí quiero contarte.

Desde su ingreso a la bóveda de documentos argeneana, las horas habían transcurrido llenas de monotonía y aburrimiento para Terrance, sobre todo porque aún le faltaba una buena cantidad de registros en los que fingir interés. Sí, fingir, porque obviamente no iba a leerlos todos de principio a fin. Se limitaba a leer el nombre de la persona en la parte de arriba y hojear durante unos cinco segundos antes de agarrar el siguiente.

Y aun así, podía jurar que ya era de noche.

Sin embargo, los vigilantes continuaban la labor de monitorearle cada uno de los movimientos. Pero para Terrance los soldados del CEMA no eran lo preocupante, Hent ya le había dicho que estaban a su disposición incluso para cosas fuera del reglamento. Lo que realmente lo obligaba a actuar con cuidado era el guardia al mando de los guerreros del CEMA, así como también los dos hechiceros que le hacían compañía. Por ellos tenía que disimular.

Ya iba a volverse loco leyendo tanto. En serio, ¿por qué los de Argenea tenían tanta obsesión por el orden? Entre lo poco que había alcanzado a leer figuraban detalles irrelevantes que muchas veces se preguntó por qué habían sido documentados, tanto así, que de verdad no le sorprendería si encontraba la primera palabra dicha por un guerrero junto con su fecha y hora, como si eso fuera algo transcendental en la historia.

«Argeneanos, obsesivos como siempre».

Estaba tan estresado que el siguiente registro que agarró se le resbaló de los dedos antes de caer al piso luego de una danza errática en el aire. Resopló.

—Se le cayó esto, señor —dijo el guardia principal, al mismo tiempo en que se agachaba para extendérselo. Pero Terrance hizo un ademán desinteresado—. ¿No lo va a leer?

—No.

—Buen punto. La soldado Lessa Astral es impecable.

Los ojos de Terrance se abrieron al máximo.

—¿Astral? ¿Ese es el registro de Lessa Astral?

—Afirmativo, señor.

—Tráelo ya.

Desorden.

Esa era la palabra con la que Hent podía describir la habitación en donde los vellanos tenían sus documentos. Lo estantes estaban dispuestos en columnas con números discordantes. La primera tenía seis, la segunda cuatro, la tercera dos y la cuarta alrededor de siete. Sí, siete, un número impar. Cuánto odiaba los números impares.

Lo único bueno del sitio era que tenía asientos cómodos y una decoración exquisita. El piso estaba pintado con cuadros blancos y negros; las sillas, los estantes y los escritorios estaban fabricados con madera de buena calidad, oscura y resistente; mientras que el techo era una cúpula de cristal por la que podían verse las estrellas sobre el manto nocturno de la noche.

Por mucho que le costase aceptarlo, en cuanto a decoración los vellanos llevaban la delantera. Pero igual ese no era un detalle relevante en su búsqueda. Solo debía centrar la atención en encontrar el registro de Archer.

Su jueguito de superhéroes junto con Lessa estaba a punto de acabar.

Ese pensamiento se reforzó en la mente del hombre al sostener otro registro entre sus dedos. Uno en donde figuraba el nombre «Norian Archer» justo en la parte de arriba.

Era hora de la verdad.

Lessa no se lo podía creer, pero cuando vio la seriedad en el rostro del chico, entendió que hablaba en serio. Iba a contarle sobre Farren, un tema que de seguro le movía las fibras sensibles, y eso solo la hizo retroceder sintiendo desequilibrio en la balanza entre ellos.

Él iba a sincerarse de su pasado y sus sentimientos, entonces ella también debía hacer lo mismo. En su corazón se había esparcido la necesidad de confesarle que... que había empezado a sentir cosas por él, que lo quería como algo más que un amigo, y que no importaba que él no estuviera listo para eso o que de plano no quisiera intentarlo, pero que ella estaría para ser al menos su amiga. Que agradecía su consuelo de la noche anterior y las palabras bonitas que le había dicho en el estadio, quitando la parte de la pelea. Todo eso hacía de su corazón una mariposa de aleteo ansioso.

Una mariposa que quería salir y volar.

«Díselo, ¡díselo!» ordenó la voz de sus pasiones. «Tienes que decírselo...» insistió. Ella negó con la cabeza. Sí quería hacerlo, pero no iba a interrumpirlo cuando se había armado de valor para sincerarse así.

Tan solo iba a escucharlo y luego se lo confesaría todo... Corazón a cambio de corazón. Confianza a cambio de confianza.

¿Qué era lo peor que podía pasar?

—Lessa...

—Lo siento, me distraje —habló con rapidez, frotándose los brazos entre sí—. ¿Ibas a hablar de...?

—De Farren, sí. —Norian se apoyó en la pared junto a ella, pero en vez de mirarla, prefirió enfocar la vista en el horizonte. Había galaxias infinitas reflejándosele en los ojos, y sus mechones rojizos cobraban un encanto espectral bajo la iluminación tenue de la luna.

Viendo que se tomaba su tiempo, Lessa le agarró la mano, y para su sorpresa, recibió una sonrisa de dos segundos. Luego el muchacho volvió a sumergir su semblante en seriedad absoluta.

—Farren era mi novia —empezó a relatar, justo después de haber inhalado suficiente aire. Estar agitado a tanta altura no era bueno—. Me hacía muy feliz, Lessa, no sabes cuánto... —El pelirrojo se deslizó por la pared hasta dar con el suelo, así que Lessa hizo lo propio, manteniendo el agarre entre sus manos—. Se había vuelto mi compañera indispensable en casi todo lo que hacía.

—¿Y...? ¿Y q-qué pasó después? —Lessa sabía la respuesta, había muerto, pero necesitaba disimular por si acaso se molestaba.

—Un... Un argeneano la mató. —Norian tornó brusco el agarre entre sus manos. Un aura de pesadez había dominado el ambiente—. Sé que es estúpido, puedes llamarme idiota si quieres, pero por eso es que odio a los argeneanos. —Hizo una pausa para verla. Tenía los ojos algo arrepentidos—. Pero no a ti, ¿bien? Sé que no tienes la culpa... Bueno, también sé que no todos son culpables... pero aun así —gruñó— ha sido difícil de sobrellevar.

—¿C-cómo...? ¿cómo murió?

—Fue en el bosque —explicó mientras hundía la cabeza entre sus rodillas—, hace cinco años.

Hasta ese momento la argeneana había estado tranquila, pero tras esa última declaración, su antigua curiosidad fue reemplazada por estupor. ¿Había dicho bosque, y hace cinco años? No podía ser... Necesitaba comprobar...

—¿B-bosque?

—Sí...

—¿Hace cinco años?

—Sí... —El guerrero le dedicó una mirada triste y vacía, pero tras unos segundos, en su mirar refulgió una chispa de interés—. ¿Por qué preguntas? ¿S-sabes algo del caso? ¿Sabes quién es el culpable?

—Yo no sé bien, ehm. —Lessa se levantó como autómata, asediada por miles de teorías acerca del asesinato de Farren. En el bosque. Hace cinco años. ¿De verdad era posible? El mundo no podía ser tan pequeño... pero aun así no quería terminar de oír el relato y descubrir la verdad. Necesitaba una excusa—. Mira el cielo, ya es muy tarde... sí, ¿no tienes frío? ¿Por qué no entramos?

—No, no, no. —Él le sostuvo la mano, exento de brusquedad. Era un roce dulce—. Quédate, por favor. Deja que termine.

Lessa tragó saliva.

La vida de Lessa Astral había pasado por varias etapas. Nacida en el año novecientos sesenta después del primer ascenso, fue abandonada por sus padres debido a los conflictos que pese al "final" de la guerra persistían en ambos reinos. Fue encontrada bajo los escombros, con cinco años de edad, durante las exploraciones argeneanas de la época.

Había sido encontrada con otro niño un año mayor que ella. Ninguna de las autoridades sabía cómo habían logrado sobrevivir tanto tiempo, solo pudieron asumir que habían sido cuidados por un tercero, presumiblemente de la famosa banda «Los lobos del este». De resto, la investigación no pasó a mayores, pues como los niños tenían sus identificaciones en la espalda y parecían no recordar a quien los había cuidado, no hubo necesidad de seguir escrudiñando.

Lessa Astral entró formalmente al programa de supervivencia infantil a los seis años, y quedó bajo la tutela de la señora Main.

Bla, bla, bla...

Nada de eso era importante para Terrance. Necesitaba algo que la conectase con Norian, así que empezó a pasar las páginas mientras leía los títulos. «Inclusión en el departamento de defensa», «primera competencia», «primer trofeo», «quinta medalla seguida en el torneo de arquería».

Maldición, esa chica iba a tener casi tantas condecoraciones como él. ¿Dónde estaba el nexo que la unía con Norian, una persona completamente opuesta? Preguntándose eso fue que recordó.

«Lessa tiene un registro oculto entre las páginas, basta que lo sepas para que te aparezca...».

Sí. Eso tenía que ser.

Dominado por la adrenalina, empezó a pasar las páginas de nuevo, solo que con mayor lentitud y cautela. Las técnicas de ocultación podían ser fácilmente eludidas si se tenía conocimiento acerca de lo que estaba oculto, y en el caso de Terrance, sabía que era un registro. Un detalle importante en la vida de Lessa que por alguna razón había sido escondido.

«¿Qué me escondes, Lessa? ¿Qué me escondes?»

Ya iba a reiniciar el hojeo en cuanto sus ojos se toparon con una página diferente, una que había sido escrita por otra persona y con tinta de otro color. En la parte superior de esa página recién descubierta figuraba un título muy interesante.

«Accidente del 972».

Fecha de hace cinco años...

Según los registros, Norian Archer, junto a su hermana, había sido víctima del reclutamiento forzoso iniciado en el novecientos sesenta. En esa época, en Vellania se persiguió a todos los que estuvieran en edad de combatir para alistarlos en las filas, y en el caso de que tuvieran hijos, se les arrebataban y sus recuerdos eran borrados para incluirlos en la servidumbre del castillo.

Para cuando lo reclutaron, Norian tenía seis años. Era callado y tímido, y eso dificultaba la relación con el resto de niños con los que había sido obligado a convivir. También era temeroso de casi todo a su alrededor. No servía en ningún departamento.

Era tan inútil que las autoridades tomaron la decisión de abandonarlo a su suerte, pero el entrenador Terrance Cassan abogó por él y se comprometió a entrenarlo.

«Qué conmovedor» se mofó Hent, pasando la página mientras rodaba los ojos, «ahora, ¿dónde está el nexo?»

Aunque la decoración fuera linda y el ambiente cálido, Hent estaba ansioso por salir. La cordura se le había deshecho entre ese montón de estantes, papeles y biografías. Si pasaba una página más en el registro de Norian y no encontraba nada, en serio iba a pegar un grito.

Y sí, se cumplió: al pasar a la siguiente parte, un leve chillido se le construyó en la garganta, pero no era de ira, sino de todo lo contrario.

«Accidente del 972».

Las piezas empezaban a encajar...

—Norian, yo...

—Por favor. —Él la abrazó para detenerla, y para fortuna suya y desgracia de la chica, funcionó perfecto. Se había quedado quieta—. Por favor, deja que termine... Quizá te haga recordar aunque sea un pequeño detalle.

—Es que te aseguro que no sé, nada, en serio...

—Entonces solo déjame seguir, por favor —murmuró decaído—. Necesito hablar de esto con alguien.

Un mal presentimiento había empezado a revolverse al interior de Lessa, pero de igual forma, incluso teniendo que combatir la ansiedad, asintió ante el pedido de Norian. Era una decisión de la que luego iba a arrepentirse.

—Todo sucedió demasiado rápido...

«Lessa Astral, renuente a seguir las normas, se rebeló contra la autoridad de su entrenador y escapó al bosque con espada en mano. De palabras del entrenador Hent Lagger, ella aún no era capaz de manejarla correctamente, pero que aun así tomó la iniciativa de usarla para destrozar árboles a su paso.

El resultado fue catastrófico, y por petición de Lagger será ocultado entre estas mismas páginas.

La espada de Astral se salió de control y acabó matando a una vellana que hasta día de hoy es de identidad desconocida...»

Los ojos de Terrance se abrieron de par en par.

—... a-algunas cosas no las puedo recordar bien, Lessa, pero sé que estábamos juntos ella y yo cuando él apareció...

—¿Él?

—El argeneano que la mató.

Lessa suspiró con algo de alivio.

—¿E-era un chico?

—N-no lo sé, puede ser. —La voz de Norian era irascible—. Estaba cubierto con una capa azul, así que no puedo saberlo. Llegó y la mató con una espada.

—¿U-una espada de...?

—De congelamiento.

Lessa empezó a hiperventilarse.

«Norian Archer llegó desorientado, sangrando por la cabeza y hablando desvaríos a la sala de entrenamiento. Acababa de regresar de una exploración al bosque no autorizada, y entre lo poco que se le entendió, se supo que su novia Farren Beller, en ese entonces bajo la tutela de la vidente Katrina Mosler, había sido asesinada por un guerrero del reino contrario.

Los hechos fueron comprobados por las autoridades, pero la investigación no pudo abrirse debido al mal estado emocional del único testigo. Por petición de Terrance el caso se archivó, así que lo único que se supo del asesino fue que usó una espada de congelamiento y que tenía una marca de corazón en la muñeca...»

El corazón de Hent se aceleró.

—Ese maldito, Lessa —continuó Norian, pero con una voz mucho más grave y malhumorada. Sus mechones pelirrojos ardían tanto que parecían competir contra el frío para ver cuál era más intenso, y mientras tanto, una avalancha de desesperación arrasaba con la poca estabilidad de Lessa—. Ese maldito la congeló con su espada y la hizo estallar... ¡Si lo hubieras visto! ¡Fue como si no le importase! —Golpeó la pared con todas sus fuerzas—. Como si la vida de otra persona fuera algo sin importancia, así lo hizo. Por eso, si lo encuentro, quiero hacerlo pagar.

La arquera estaba llorando.

«Lessa Astral fue la asesina».

«La novia de Norian Archer fue la víctima.»

—Si lo encuentro, te juro que lo mato —concluyó Norian, empuñando las manos tan fuerte que se clavó las uñas en las palmas. No obstante, pasados unos segundos, relajó el cuerpo, suspiró y se pasó una mano por el rostro para secarse la humedad—. Aunque de todas formas... creo que es inútil. Lo único que recuerdo del asesino era la marca de corazón azul que tenía aquí. —Señaló su muñeca—. De resto no tengo ningún indicio...

Lessa esbozó una sonrisa  inestable al mover la pulsera que nunca se quitaba, debajo de la cual se podía ver claramente la marca en forma de corazón azul que Norian describía. No había vuelta atrás, no había forma de huir de la situación. Porque casi como si la desgracia la persiguiera, su innegable pasado había ido a buscarla y ahora que lo tenía frente a frente debía lidiar con las consecuencias.

Tenía que decírselo... no quería que su amistad siguiera con un secreto como ese.

Tres.

«Inhala, exhala. Inhala. Exhala».

Dos.

Cerró los ojos. Abrió la boca. Se encogió en sí misma.

Uno.

—Norian, verás...

—Sé que no te pareces ni un poco a la persona que hizo eso —interrumpió él, y con un gesto dulce le secó las lágrimas—. Perdón si te asusté. No estoy molesto contigo, sé que no tienes la culpa.

Lessa rio nerviosamente.

—¿Ibas a decirme algo? —inquirió el pelirrojo.

Ella abrió la boca para decirle la verdad, preparada para aceptar las consecuencias de sus malas acciones. Pero la lengua se le intimidó a último minuto y lo único que pudo hacer fue balbucear como una niña. No podía hacerlo. Si le confesaba que ella era la culpable, Norian la dejaría para siempre, y ella no estaba dispuesta a perderlo. Lo quería a su lado incluso si eso significaba ser egoísta.

Y ese fue su mayor error.

—¿Q-qué pasa? —Norian la miró con curiosidad, tembloroso—. ¿Recordaste algo que me pueda ser útil?

La arquera infló el pecho todo lo que pudo, preparada para hablar. Ya había decidido cuál sería su próximo papel. Una esclava de la censura.

—Lessa...

—No sé nada del caso —mintió, abrazándolo fuerte.

***

N/A:

HOLAAAAA, ¿cómo están? ¡Ya llegamos a una etapa fuerte del libro! Según yo, al menos. ¿Qué les pareció el cap?

Hasta ahora este ha sido el más largo, con casi dieciocho mil palabras. La verdad, me encanta así, pero si se les hizo muy pesado, puedo dividirlo en dos partes como lo hice con el primer cap del libro. ¿Qué dicen? ¿Les gusta así o sería mejor que lo cambiara? Los leo 👀

Por otra parte... ¿cuál fue su escena favorita?

Hoy no hay dibujo, sorry. Quizá haga uno de Lessa en digital, porque me doy cuenta de que tengo a Norian, a Zeth y a Larry en digital y no a ella, pobrecita. Soooo, es probable que lo tenga para la próxima semana. ¡Pero eso no es todo!

¡Hoy el libro llegó a las cien vistas!

AAAAAHH

WUUUU

Sé que no es mucho, y que de paso al menos diecisiete vistas son mías, pues cuando publico un cap (como lo hago desde la laptop) se le suma una vista automáticamente, peeeeeero eso no quita que esté feliz.

Tú, lector que vota y comenta, ¡gracias!

Tú, lector fantasma, ¡gracias también!

Gracias a todos ✨

Aprovecho este espacio para decir que la próxima actualización será doble, porque se viene algo cool. Estén preparados. Y antes de que se me olvide, quiero dejarles una canción que calza con Norian:

https://youtu.be/goqqohUitmw

Por cierto, ¿alguien notó la referencia anime en el cap? *-*

Ah, ah, también tengo que decir otra cosa: ¿les dio curiosidad saber quiénes eran Los lobos del este? Bueno, eran una banda que se aprovechaba del abandono de niños y los secuestraban para, ya sea venderlos para cosas turbias, o entrenarlos para que participasen en peleas ilegales contra niños de Vellania en su misma situación. Suponen que uno de su banda fue quien crio a Lessa y a Larry cuando estaban solitos, pero nunca se supo quién era porque esos criminales borraban la memoria de los niños cuando veían que era muy difícil llevárselos a su sede.

Ese fue el caso de Lessa y Larry: quien los cuidaba se vio comprometido por la cercanía de las autoridades y los abandonó, borrándole los recuerdos. Poco después Lessa y Larry fueron encontrados y llevados al castillo.

Y aunque no recordaran a la persona que los cuidó, en el cuerpo de Lessa quedaron rastros de su entrenamiento. Porque sí, la estaban entrenando para lo de las peleas. Por eso se comportaba tan salvaje en el castillo. Larry, en cambio, se enfermaba mucho en ese entonces y por eso no quisieron usarlo para los combates. Los lobos del este tenían otras cosas planeadas para él.

El componente Avalandra (los policías internos de Argenea) se supone que ya dio caza a todos los integrantes de esa red, pero como es el componente más corrupto, aún quedan algunos de ellos haciendo de las suyas. Sad :(

Mientras más te alejas del castillo, hacia el este, más corrupción y crimen hay. De ahí viene el nombre "los lobos del este".

Argenea está lejos de ser la perfección que aparenta.

Pero bueno, ¿qué más datos sobre los reinos les gustaría saber? Pregunten con confianza.

P.D: no puse las imágenes que siempre pongo antes y después de la nota porque alcancé el límite de wattpad. Je, je.

P.D2: la frase en el inicio del cap es de otro libro mío, pero que tengo despublicado. ¿Les gustaría leerlo? O.0

Baaaai.

-Gatotortuga

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