Capítulo XIV: Las cenizas de un teatro
«Mejor solos que esclavizados a la opinión ajena».
-Bicolor
En los diecisiete años que tenía viviendo Lessa había experimentado varias cosas, desde la emoción, la tristeza, el miedo y hasta incertidumbre profunda que la hacía cavilar noches enteras. Sin embargo, se le hacía imposible determinar con exactitud cuál era la emoción predominante dentro de ella en ese momento.
Ahí, al tiempo en que corría como una ráfaga veloz a través de Vellania, el latir en su pecho iba a un ritmo mucho más allá de lo conmensurable, como una flecha disparada hacia un enemigo inmóvil y sin posibilidades de irse.
Se sentía entre segura, feliz y ansiosa, pero también llena de nerviosismo.
Todo era gracias al beso que le había dado a Norian. Eso era algo que incluso repitiendo en su cabeza mil veces se le hacía inverosímil, porque, ¿de verdad había tenido el valor para hacerlo? ¿Algo tan arriesgado como besar a Norian? Que la respuesta a esa pregunta fuese afirmativa la hacía sentir orgullosa. A lo mejor no era tan malo tomar riesgos.
Estaba tan feliz...
Feliz.
Tras unos segundos reflexivos en los que se detuvo, reinició la marcha para llegar a donde quería. Ni siquiera le importó que hubiese guardias vellanos protegiendo la salida y que su deber fuera presentarles un permiso para que le permitieran salir. Se escabulló por la parte densa del bosque tal y como había hecho Norian para meterla allí, solo que lento y con cuidado para no hacerse más raspones de los que ya tenía.
Las hojas bajo los pies de Lessa crujían con cada uno de sus pasos presurosos. La hora que era y la cantidad de entrenamiento que había perdido no le daban el lujo de tardarse. No quería levantar sospechas entre las personas, ni tampoco darle más razones a Hent para conspirar. Se limitaría a decirle una buena excusa con la que pudiese salir airosa de la situación.
«¿Vas a mentirle a la persona que más te ha ayudado a mejorar?» interrumpió el hechizo guía, causando que la argeneana se detuviese con expresión frustrada frente a uno de los árboles. «Dime, Astral..., ¿hasta dónde llevarás esto? Le ocultas cosas, le mientes varias veces, ¿luego qué? ¿lo matarás como hiciste con...?»
—Basta. —Lessa cerró los ojos para mantenerse firme. Envuelta en la oscuridad de tonos azulados cobraba una apariencia onírica—. S-sé... que a veces has llegado a ser útil, pero me gustaría que te mantuvieras a raya en esta situación.
«Tu determinación siempre ha sido demasiado peligrosa como para darme el lujo de dejarte libre, Astral».
Ella apartó la vista. De nuevo surgía en ella el monstruo de la inseguridad.
—No voy a hacerle daño a nadie, tampoco a Hent. No directamente. Solo vamos a exponerlo.
«Y a mentirle».
—E-es... es necesario y lo sabes. —Los labios le temblaron—. Es por el bien de Argenea.
«Tratas de convencerte de que lo que haces está bien, cuando sabes perfectamente que Hent ha sido la única persona que...»
—B-basta. Basta. Basta. —Sacudió la cabeza y siguió caminado, esta vez en forma de huida.
Ante su resistencia, el hechizo calló, con lo que la chica pudo continuar el recorrido sin tanto estrés. Lo único malo era que ahora su cuerpo exudaba un aire sombrío que pintaba la naturaleza de azul. Eso no era algo muy inusual, ya que en las zonas que estaba recorriendo, llamadas sentirales, las emociones del explorador causaban estragos en la apariencia del entorno por la influencia de espíritus atrapados allí, bien fuese a través de luces, cambios de color o sacudidas por parte de los árboles. Por eso la incertidumbre de Lessa manchaba todo con salpicaduras azules, mientras que los árboles y arbustos latían a su paso como corazones heridos.
Odiaba la capacidad del hechizo guía para destrozarle el entusiasmo, siempre lo había hecho, pero ahora la molestaba mucho más. Ella muy bien sabía que no iba a volver a matar a alguien como hace cinco años, y que en teoría, con Hent no iba a desquitarse violentamente, solo a darle su merecido por mentiroso y manipulador. Todo sin mayor escándalo, en la seguridad del anonimato.
Luego de un avance torpe en el que la temperatura descendió bastante, Lessa terminó de apartar las últimas ramas antes de poner un pie en el terreno de su hogar. Desde el cielo, con aplomo majestuoso y blancura impoluta, los copos de nieve descendían dando piruetas hasta aterrizar en el cúmulo níveo que era el suelo, atacados por la brisa gélida que pegaba contra el rostro de Lessa y hacía que su cabello huyera hacia atrás.
Todo lo que la rodeaba era un escenario propicio para la relajación, sin embargo, la energía proveniente del estadio central a lo lejos auguraba tragedia.
Había soldados corriendo de un sitio a otro, bullicio indistinto, y una ingente cantidad de personas que se apretujaban entre sí para entrar, además de algunas que señalaban el cielo con actitud curiosa, observando la noticia que formaban las nubes. Ya todos estaban enterados de la razón del accidente con el cristal de Lúmbarus.
Pero lejos de prestarle atención al mensaje aéreo, Lessa corrió como pudo hasta arrebujarse contra la multitud ansiosa, en donde se alzó de puntillas para distinguir cuál era la atracción por la que todos querían entrar al estadio. La tarea era difícil debido a la premura y poco decoro con los que las personas avanzaban. Su campo visual se movía demasiado como para tener una imagen nítida, y lo único que pudo reconocer fue a Hent en el centro, a un lado de una persona cubierta con una capa gris desde la cabeza hasta los pies.
—¿Q-qué es lo que está pasando? —preguntó Lessa al aire, después de lo que un hombre repuso:
—Va a haber una ejecución.
—¿U-una qué?
—Una ejecución. —El hombre hizo una pausa—. Aún no sé de quién, pero la familia real solicitó audiencia.
Lessa abrió los ojos con preocupación, aún tratando de abrirse paso entre la gente. No obstante, tras poco tiempo fue reconocida por Hent y no tuvo que seguir luchando. Con su habitual postura inmutable, el hombre la señaló con el dedo y de un movimiento refinado hizo que todos a su alrededor se apartaran.
Lessa, que antes había sido abrazada por una muchedumbre ansiosa, quedó sola bajo el arco de entrada del estadio, a varios metros de las personas que habían sido apartadas del camino con magia, y frente a un camino en línea recta que iba directo hacia Hent.
Todo estaba en silencio. Nadie hablaba ni se atrevía a hacer sonido alguno que delatase su presencia. Era como si de pronto la mirada de Hent les hubiese implantado a todos una orden sobreentendida con la que eran obligados a callar mientras miraban a Lessa con ojos interrogativos.
—Tráiganla —pronunció Hent, y antes de que Lessa pudiese reaccionar, dos pares de brazos le rodearon el cuerpo para obligarla a avanzar los tramos que le faltaban hacia el entrenador.
Lessa se mantenía silenciosa, sumisa, atacada por mil y un dudas de su cerebro y sin ganas de rebelarse contra la fuerza de los que la escoltaban. Si Hent estaba molesto, no quería que se pusiera peor.
Mientras la arrastraban solo se oía el choque de sus pies contra la nieve, además del sonido que hacían las sillas al ser ocupadas por las personas. Habían empezado a movilizarse en absoluta mudez para ocupar un asiento, cual títeres obedeciendo órdenes de un vil marionetista. De sus bocas no salía ni un sonido, y sus andares letárgicos les otorgaban un aspecto miserable y desamparado.
Al igual que ella, tenían miedo.
Eran personajes en una atmósfera fúnebre, imprecisa y estática, como si de repente todos se hubiesen congelado y fueran esculturas dentro de una obra artística de matices grises y trágicos. Los copos de nieve cayendo parecían lágrimas.
Al llegar a su destino, los soldados se detuvieron y liberaron los brazos de la argeneana, a quien segundos después le dieron un arco y un carcaj con flechas. Eran de un nivel superior al que solía usar.
—Gracias, muchachos. Pueden retirarse.
Los soldados del CEMA que habían arrastrado a la chica asintieron, y tras dar una media vuelta precisa, caminaron al unísono hasta llegar a la salida y cerrar las enormes puertas del estadio. El sonido del cierre fue tan profundo y ruidoso que hizo vibrar el corazón de Lessa. Se había sentido como el principio de un hecho catastrófico en el que todos serían sus verdugos.
—Bienvenidos sean todos a este evento, y disculpen lo improvisado que fue —empezó a decir Hent, de falsa sonrisa afable. Su voz había sido potenciada con un hechizo y por eso llegaba a cada rincón—. Sé que no hemos presenciado algo parecido a esto en años, pero es que no nos habíamos visto en la obligación de castigar acciones tan graves hasta este momento. —Hizo una pausa para mirar a la chica de cabello azul—. Astral Lessa, brillante, fuerte, veloz, perspicaz... ¡pero al mismo tiempo rebelde!
La multitud soltó un jadeo de angustia, y Lessa, estática en su lugar, sintió que las entrañas se le revolvían y que el corazón se le iba a salir del pecho.
De un momento a otro los ojos que antes la habían mirado con admiración, cariño y respeto se clavaron en ella cual cuchillos bañados en reproche, como si fuera una criatura deleznable cuya muerte todos ansiaban. ¿Por qué? ¿Ahora qué había hecho mal? Estaba siendo juzgada como nunca había querido.
Como un monstruo.
«Eso es lo que eres, Lessa.»
—N-no...
Mientras tanto Hent continuó su monólogo:
—El equipo de investigación estuvo entrevistando a varios servidores del castillo, y todos rumorean que Lessa Astral aquí presente —dijo y la señaló— estuvo involucrada en la infiltración de un vellano espía. Este que está aquí.
Al decir eso le quitó la prenda de encima a la persona que tenía al lado, revelando el rostro de Norian. Tenía las manos juntas tras la espalda, un inhibidor de poderes invocado por Hent alrededor del cuello y un hechizo que hacía de mordaza en la boca, rémora de su habla.
—Este... fogoso de aquí fue el mismo que trató de infiltrarse ayer. Los soldados reconocieron su energía y por eso ha sido escoltado hasta aquí por las autoridades vellanas. —Hent señaló hacia la multitud, en donde Terrance los observaba con una frialdad escalofriante. La ansiedad de las personas mutó a pánico—. No sabemos qué tramaba este vellano infiltrándose en nuestro reino, pero lo que sí sabemos es que merece ser castigado al igual que su ayudante... —Volvió a mirar a Lessa, cuyo cuerpo temblaba como hoja al viento—. A menos, claro, que hayas actuado bajo amenaza de este vellano. ¿Es así, Astral? ¿El vellano te amenazó para que lo obedecieras? De ser así obviamente no serás destituida de tu cargo ni tampoco perderás tu historial perfecto... Así que dime, Lessa. —Sonrió con impostada amabilidad—. ¿Estás con este vellano, sí o no?
—Ahm...
—¡Un poco de ayuda para que lo recuerdes! —Hent sacó de su abrigo una caperuza negra y se la puso a Norian, quien trataba inútilmente de forcejear contra el agarre del entrenador—. Esta fue la caperuza que encontraste durante tu recorrido en el bosque, ¿no es así? O... ¿Es que acaso te la dio él como símbolo de su alianza?
—¡N-no!
—¿No qué, Astral?
Lessa abrió la boca para decir algo, cualquier excusa, pero el nerviosismo la había conquistado de tal manera que solo pudo balbucear frente a la mirada despectiva de todos. No, no, no, no. Ella no estaba haciendo nada malo, ¡intentaba salvar el reino! No quería que la vieran de esa forma.
—Un testigo confesó haber sido agredido por este vellano, y creo que si lo ves pensarás mejor tu respuesta, Astral.
Larry apareció de detrás del hombre para ponérsele al lado. Tenía una quemadura en el rostro, la mirada llorosa, e incluso Lessa pudo distinguir que trataba de articular un débil «lo siento».
—Larry Hathaway declaró ante mí haber sido agredido por este vellano, Norian Archer, cuando tú y él huían en busca de una salida del castillo. —Hent miró al hechicero—. ¿Es eso cierto, Larry?
Él calló, pero una mala mirada de Hent bastó para que asintiera atemorizado.
—No te oigo, Hathaway. ¿Es verdad lo que digo?
Silencio.
—¿Sí o no, muchacho? —Le apretó el hombro con fuerza disimulada.
—Sí, señor.
—¡Ahí lo tienen! —gritó Hent, arrancándole quejidos a la multitud. Habían empezado a murmurar—. ¡Un argeneano agredido por un fogoso espía y su ayudante! Pero claro, nuestra Lessa Astral es demasiado obediente para haber hecho eso, por eso quiero darle el beneficio de la duda. La he educado demasiado bien como para que desobedezca. —La volvió a mirar—. Es una pregunta simple: ¿el vellano te amenazó o tú lo apoyas? Recuerda que él ya no puede hacerte daño, eres libre de responder con la verdad, y solo con la verdad, y así conservar tu puesto y tu historial inmaculado. ¿Qué dices? —Sonrió—. ¿Fuiste amenazada?
La cantidad de ojos que tenía encima imposibilitó a Lessa para formular una oración lógica, por lo que solo pudo estremecerse en su sitio mientras tragaba saliva y hacía esfuerzos disimulados por no derrumbarse ahí mismo. ¿Qué debía decir? Por un lado estaba la reputación que llevaba años construyendo, esa fama impecable por la que había sacrificado hasta su propia individualidad; pero por el otro estaba Norian y el pacto que habían hecho.
El chico la miraba con preocupación, mudo gracias a la mordaza mágica que le habían puesto, sometido por la fuerza de Hent y cubierto con la caperuza que hace dos días le había prestado a ella para que huyese de Vellania sin ser vista. Recordar todo eso puso a Lessa en una encrucijada agobiante.
—Hagamos algo, Astral. —Hent sonrió—. Si el vellano te amenazó... ¿qué tal si eres tú misma la que lo ejecuta? —Al decir eso alzó la cabeza de Norian con brusquedad, sacudiéndolo—. Así dejarías en claro tu lealtad al reino, porque tu único deber es honrar, proteger y defender a Argenea.
«—¿Cuál es tu deber?
—Honrar, proteger y defender a Argenea.
—Repite.
—Honrar, proteger y defender a Argenea.
—¡Más fuerte!
—¡Honrar, proteger y defender a Argenea!
—¡Solo para eso existes!»
—S-solo... solo existo para...
—Para honrar, proteger y defender a Argenea, Astral. —Hent sonrió al ver que su pupilo estaba cayendo en la manipulación de siempre. Mientras tanto, Norian forcejeaba bajo su agarre como una bestia herida—. Recuerda el juramento que me hiciste hace cinco años.
«Recuerda lo miserable que te sentías y el dolor que te ayudé a soportar...»
—Mira en lo que te has convertido gracias a mí.
«Un ser obediente, pulcro, casi perfecto...»
—... que muy bien podría entrar al CEMA si obedece esta orden.
«¡Así que ejecuta al fogoso!»
—¡Mátalo y prueba que eres fiel a tu reino! —vociferó Hent, de ojos enloquecidos y voz mucho más baja. Se había quitado el hechizo que le potenciaba la voz para que lo que decía solo fuese escuchado por los más próximos: Norian, Larry y la enervada Lessa—. ¿Qué esperas, Astral? ¡Esta gente aguarda por su guerrera perfecta! ¡Una que solo existe para obedecer! ¿O perdiste tu sentido en la vida?
—¡N-no, señor!
—¡Entonces haz lo que te digo!
—Es que...
—¡No valdrás nada si no me obedeces! ¡Nadie va a quererte, Astral! —Puso a Norian más cerca—. ¡Dispárale de una vez y todos van a amarte!
«Todos van a amarme...» repitió Lessa en sus pensamientos, y como controlada por un poder invisible, sacó una flecha del carcaj para apuntarle a Norian. Sus ojos azules estaban vacíos, carentes de ideas. Pero aunque el rostro se le mantuviera impávido, sus cejas juntas dejaban ver indecisión.
Mientras tanto, la audiencia consumida por el pánico no hacía sino observar, temerosos de que una interrupción los condenase al mismo destino que el fogoso frente a la argeneana: una muerte segura.
—Hazlo, mi querida pupilo —alentó Hent—. Vuelve al buen camino y serás útil de verdad. Una buena niña.
Ver a Lessa apuntarle hizo que Norian arreciara sus forcejeos e intentos por decir palabra, pero lejos de lograrlo, lo único que consiguió fue que el tacto gélido de Hent se tornara más doloroso. En un intento desesperado por salvarse, miró a Terrance en la multitud, para ver si presenciar su casi ejecución lo ablandaba un poco. Pero nada. El entrenador vellano tenía la misma apariencia fría de su versión juvenil en los cristales.
Como ya no le quedaba de otra, el vellano miró con súplica al aprendiz de hechicero a un lado de él, arrugando las cejas para despertarle empatía y ver si lo ayudaba a salir del aprieto.
Larry, aunque evidentemente lastimado y temeroso de su superior, asintió con la cabeza con el mayor disimulo que pudo.
Norian sonrió.
—Dispara ya, Lessa, no me hagas perder más tiempo...
—P-pero es que —balbuceó la chica, viendo de nuevo en Hent una forma de destruir las malas miradas de la multitud. La presión social siempre había sido una buena arma contra soldados como ella—. E-es que... si lo hago...
—Si lo haces te entregaré tu insignia del CEMA.
Esa premisa extinguió la chispa de duda dentro de la joven, quien inmediatamente después sostuvo el arco con más firmeza. Hent... Hent tenía razón. El hechizo también. No podía arruinar su fachada de soldado perfecta solo por unos secretos... Debía serle fiel al régimen, al fin y al cabo, eso la haría perdurar entre la gente. Porque, revelando cosas ocultas cuya veracidad podía ser puesta en tela de juicio, ¿qué ganaría? Nada en lo absoluto. Estaría perdiendo todo por lo que había luchado.
Fama de obediente.
El respeto de todos...
—¿Y entonces, Astral? ¿Eres una niña buena?
—¡Noooooo!
Cuando los espectadores menos se lo esperaban, el grito de Norian interrumpió con toda la fuerza que pudo. El chico había sido despojado de la mordaza mágica y no pensaba callarse.
Hent miró a Larry con desaprobación ante lo que había hecho, pero para su mala suerte, no podía darle una reprendida frente a tantas personas.
Lessa parpadeó incrédula la oír al muchacho, ahora con las manos trémulas.
—¿Q-qué dices?
—¡Que no, Lessa! —El chico mordió a Hent cuando este quiso silenciarlo—. Con... c-con respecto a lo que hablamos ayer... Sé que no eres una mala persona, sé que no quieres lastimar a más gente. —Forcejeó de nuevo—. ¡No necesitas un estúpido mandato para poder vivir tu vida! P-porque... porque solo deberías vivir para ti, ¿entiendes? Tú misma eres tu razón de vivir y no puedes esperar órdenes todo el tiempo, ¡no puedes esperar a que este desquiciado...!
—¡Cállate ya, fogoso!
—¡... a que este desquiciado te diga qué es bueno y qué no para tu vida! ¡Porque es tu vida! —Forcejeó—. ¡Tú mandas en ella! ¡Para eso existes!
—¡Ninguna nueva persona va a querer a una desobediente inestable como tú, Astral! —La alevosía de Hent fue más que palpable. Algunos hechiceros habían invocado neblina a su alrededor para que la audiencia no pudiese saber lo que pasaba. De nuevo cubriendo la verdad—. ¡Serás repudiada! ¡Nadie quiere a las personas que son...!
—¡Mentira! —La voz de Norian era cada vez más desesperada—. ¡Eso es mentira! ¡Una nueva persona sí puede quererte! ¡No le creas, Lessa!
—¿Por qué dices eso? —cuestionó la chica, apenada y de hombros caídos.
Entonces el vellano pronunció lo que nunca le hubiese pasado por la cabeza en otras circunstancias, pero que en ese momento su lengua quería decir con tal de deshacer el dolor de la chica. Ya no había vergüenza, tampoco miedo ni odio, solo la incipiente necesidad de decirle tres palabras que la hicieran sentir bien.
—Porque te quiero.
Lessa se detuvo al instante, abriendo los ojos de par en par mientras el vigor de siempre volvía a refulgir en su expresión. Era como si acabase de ser liberada de un maleficio.
—L-lo que quise decir es que te aprecio —balbuceó Norian, nervioso y frustrado. No quería que ella malinterpretara las cosas—, c-como una amiga...
—¡Basta! —Hent lo tiró al piso con una brusquedad escalofriante. Los ojos le brillaban de color azul y por eso mismo agradeció que los hechiceros hubiesen cubierto todo—. ¡Es evidente que este fogoso ensució tu cerebro con un hechizo manipulador! ¡No estás dentro de tus cabales! ¡Soy la persona que...!
—¡La persona que más le ha hecho daño! —Larry lo pateó en la pierna herida para hacerle perder el equilibrio, y de un movimiento ágil lo agarró del cuello—. ¡No mereces el respeto que te tienen!
La voz de Larry fue firme hasta que Hent lo mandó a volar con una onda proveniente de su cuerpo, pero para desgracia del entrenador, Norian se le fue encima para golpearlo. Aún tenía puesto el collar que le prohibía el uso de sus poderes, pero eso no lo despojaba de su fuerza física. Aprovechó la posición ventajosa para desquitarse con él a puñetazos.
Una rabia voraz difícil de eludir consumía al pelirrojo, y sin embargo, luego de recibir tres golpes Hent pudo defenderse, hundiéndole el codo en el estómago con tanta fuerza que el guerrero quedó imposibilitado para seguir. Sin poder usar su magia, fue muy trabajoso ofrecer resistencia cuando Hent lo tiró al piso para levantarse con estilo de ganador.
—¡Soy más fuerte que ustedes, mocosos! —vociferó, entre colerizado y enloquecido. Los espectadores seguían sin poder ver u oír—. ¡No pueden derrotarme con sus estúpidos trucos! ¡No cuando puedo...!
Hent se vio interrumpido cuando la nuca se le erizó, alertándole de la cercanía de una posible amenaza. Por eso permaneció estático durante unos segundos, silente y analizando de manera concienzuda las posibles acciones defensivas que podría llevar a cabo para enfrentarse al peligro. Pero era muy difícil. Sentía la proximidad de un ataque, pero se le complicaba distinguir de quién era, como si su futuro agresor tuviese el mismo instinto silencioso que él.
«No es posible» pensó, al tiempo en que negaba con la cabeza y sonreía con incredulidad. Pero luego el sentimiento de desprotección fue tan incipiente que Hent se vio obligado a dar media vuelta para ver a su atacante. Comprobó, con sumo espanto, que Lessa le apuntaba con una flecha y las manos temblorosas.
Entonces aún había posibilidad de manipularla.
—Tranquila... —le empezó a decir, mientras hacía un disimulado intento por acercarse y desarmarla. Cada movimiento le dolía gracias a los golpes del vellano— Sé que no quieres hacer esto, así que, ¿qué tal si la bajas y me olvido de esta rebeldía tuya? Porque —dijo y soltó una risita, señalando al vellano que aún trataba de recomponerse en el piso— no me vas a decir que este fogoso vale más que todas tus metas cumplidas, que todo tu esfuerzo, todos los sueños que...
—L-los sueños que tú me obligaste a creer que eran míos —le interrumpió ella, llorosa pero con el agarre cada vez más firme. Aun así su rostro reflejaba dolor—, pero que solo eran una forma de manipularme.
—¿Y por qué crees eso, Astral? —Trató de suavizar su expresión—. Estás viendo las cosas mal por culpa de este fogoso, ¡se metió con tu cabeza!
—¡Tú eres el único que se ha metido con mi cabeza! ¡E-el único que se ha aprovechado de mí! Larry tiene razón, m-me hiciste daño. Por eso ya no te soporto. —La argeneana extendió la cuerda del arco para que la flecha saliese con más intensidad—. Y ese de ahí —dijo y señaló a Norian, que ya no hacía intentos de levantarse al ver que Lessa tenía todo controlado— no es un simple "fogoso", se llama Norian Archer y... —Sonrió—. Es mi amigo también.
—¿Esto qué significa, Astral?
—Que ya no me importa lo que pienses de mí. —Tiró su insignia de soldado defensora. El título «Atilla: rango dos» fue cubierto por la nieve—. ¡Por eso yo misma me retiro de la fuerza!
Acto seguido soltó una flecha, misma que se dividió en muchas más hasta convertirse en un verdadero atentado. Pero lo que más sorprendía a Hent no era eso, sino que la figura de Lessa ya no se veía ansiosa por aprobación o necesitada de guía. Por el contrario, en el medio de esa sarta de flechas brillantes se veía poderosa, con sus largos mechones azules ondeando en el viento como la capa de una súper heroína, los ojos colmados de fulgor azul y una expresión despectiva en el rostro.
Fue ahí cuando finalmente Hent aceptó que su aprendiz se había independizado y que sería inútil tratar de manipularla de nuevo. Por eso, y para recuperar fuerzas, la despojó del hechizo guía y usó esa recarga de poder para formar un escudo que lo protegiese de las flechas.
Como Hent había usado demasiada magia para el campo de fuerza, el bloqueo en el cuello de Norian desapareció también. Lo primero que el vellano hizo fue emanar llamas de fuego para que nadie pudiese atraparlo. Había soldados del CEMA acercándose.
—¡Atrápenlos! —ordenó Hent, pero Norian avivó las llamas para formar una pared entre él y los soldados. Eso los retrasaría.
—¡P-por aquí! —lo llamó Lessa, que corría a todo dar hacia la salida del estadio. Había más guardias a su alrededor y de seguro necesitaría ayuda para derribarlos, por eso el pelirrojo subió la velocidad.
Su intención era correr hacia ella, pero la adrenalina y el viento complotaron en su contra e hicieron que la capa de Farren se le desprendiese del cuerpo. Norian se apresuró a darse la vuelta para sujetarla, pero no tuvo la habilidad suficiente para mantener el agarre. Impulsada por el vendaval gélido, la tela se deslizó entre sus dedos temblorosos y se alejó dando piruetas por los aires. No pasó mucho tiempo antes de que convirtiera en un cuadro negro diminuto en las alturas.
La había...
La había perdido.
Norian gritó, sintiendo cómo lagunas de humedad se anidaban en sus ojos. Farren. Ahí iba la última conexión que le quedaba con ella, la persona más hermosa que había tenido la dicha de conocer. Como embobado y ajeno al campo de batalla, se quedó viendo el recorrido de la tela por los aires, como si su mirada ansiosa la fuese a hacer regresar. De por sí, aún tenía la mano tendida hacia el frente. Estaba atrapado en una jaula de dolor en la que lo único que podía escuchar era su pálpito frenético.
—¡Norian!
A duras penas pudo oír la voz de Lessa a lo lejos, una sinfonía rota a la que no le prestó atención. Mantuvo la postura rígida hasta que un silbido surcó el aire cerca de su oído, antecediendo la explosión que se escuchó segundos después. El volumen fue tanto que dejó un sonidito estridente y agudo en la cabeza de Norian.
Ese fue el estímulo que necesitó para salir del embobamiento. Dio un brinco al costado para alejarse de la fuente de la explosión, tomó aire y se tapó las orejas mientras apretaba la mandíbula. Frente a sus ojos húmedos, todos se veían como siluetas imprecisas corriendo de un lado a otro. Tuvo que parpadear varias veces para darse cuenta de que había un soldado con armadura tendido a un lado de él, y que a cierta distancia, Lessa lo observaba con arco en mano. Ella lo había salvado de una posible captura al dispararle al guardia.
«Gracias» quiso formular Norian, pero no tenía la fuerza anímica ni mental para hacerlo. Cayó de rodillas en la nieve, con la cabeza abajo. Lo siguiente que vio fue un par de botas azules apareciendo en su campo visual. Era Lessa, que había llegado a socorrerlo.
Por medio de una capa de exigua lucidez, el pelirrojo la vio tirar su armamento al piso para agacharse y hacerlo pasar el brazo sobre su hombro.
—Tenemos que irnos, por favor, camina...
Ver lo mucho que se esforzaba por él lo hizo sentir inútil. Como pudo, enjugó el llanto para que ella no lo viese y acopió en sus piernas toda la energía que le quedaba. Al poco tiempo los dos estaban corriendo. Se distanciaron; sus brazos rozaron el del otro al deshacer el agarre, pero la unión siguió viva en sus manos entrelazadas.
En aquel estadio en el que alguna vez habían competido, ahora huían de una amenaza en común.
Norian echó un último vistazo hacia atrás para ver la capa de Farren, pero ya no era visible. Lo que el pelirrojo sí pudo avizorar fue una horda de soldados dirigiéndose a ellos. Como iban enfundados en las mismas armaduras de los guerreros que había visto con los agricultores supuso que eran del CEMA.
Iban sincronizados, como si sus mentes fueran parte de una red que les conectaba los movimientos. Fue cuestión de tiempo para que formaran un círculo alrededor de Lessa y Norian.
Los jóvenes se miraron, y sin mediar palabra, entendieron que solo había una solución viable. Juntaron espaldas y quedaron frente a frente con el corro de soldados que hacía de barrera. Vaharadas de viento glacial y copos de nieve en descenso conspiraban en su contra para hacer del campo de batalla un escenario más difícil de manejar, pero no les importó. Se mantuvieron firmes hasta ver que los soldados volvían el círculo más estrecho, acercándose con aplomo y disposición de lucha.
Lessa tomó impulso para dar una patada, pero antes de que pudiera refinar el ataque, el ímpetu de una explosión, seguida de una humareda rosa y amarilla, cimbró todo el estadio. El humo bicolor formó volutas bailarinas que se adueñaron del aire, cubriendo el campo visual de todos los presentes.
Una risa chillona se hizo escuchar.
—¡¿Quién quiere un poco de la mejor muralista de Argenea?! —Más estallidos resonaron, seguidos de carcajadas histéricas y enloquecidas—. ¡Vengan por mí, hijos de puta!
«Zeth» pensó Larry, que renqueaba por la nieve en busca de Lessa y Norian. En efecto, la rubia estaba ahí. Se había salido de las gradas de un salto y ahora gritaba como loca mientras tiraba bolsitas de colores en un arrebato descontrol enardecido.
—¡Oh! ¡Hola, Larry! —La rubia volteó a verlo e hizo un ademán vistoso en forma de saludo—. ¡¿Cómo estáááás?! ¡Lessa estaba rodeada de cemosos y la salvé!
El hechicero sonrió, mas el gesto no le duró mucho al analizar lo que le había dicho la rubia. «Cemosos» era el término que usaba para referirse a los soldados del CEMA, y si era cierto lo que decía, Lessa estaba en peligro. Él más que nadie sabía que la irritación en la piel y la falta de aire causados por las bombas de Zeth no eran nada contra seres como ellos.
Amagó con buscarla, pero el cuerpo le vibró al sentirse observado y por eso volteó a mirar sobre su hombro. Desde lejos, Hent lo veía con inconformidad y los ojos brillando en una coloración azul eléctrico. Sus labios construyeron un mensaje que pese a la distancia Larry pudo entender a la perfección: «estás muerto».
No le importó. Deshizo el contacto visual y penetró en las ráfagas amarillas y rosas en busca de Lessa. El aire viciado fue inmisericorde al lastimarle garganta y causarle escozor en los ojos, pero él siguió avanzando. Si había sobrevivido a todo eso en un espacio cerrado, podía hacerlo al aire libre. Se lo repitió varias veces hasta que el aura de Lessa entró dentro de su alcance de percepción mágica.
Estaba cerca, al igual que Norian y Zeth. Además, como Larry esperaba, los soldados del CEMA eran los únicos que no cedían a los daños del gas. Era hora de irse.
—¡Que ni se te ocurra, Hathaway!
Haciendo oídos sordos a la advertencia de Hent, Larry enlazó su energía con la de Norian, Zeth y Lessa; juntó la poca energía que le quedaba y por último chasqueó los dedos, indiferente al dolor abominable. Luego de pronunciar un hechizo de transporte se esfumó del estadio en compañía de sus amigos.
Dejaron atrás las cenizas de un teatro.
De estar a punto de iniciar un combate, Lessa había pasado a ser rodeada por una nubecilla de humo púrpura tan densa que no podía ver más allá de ese color. Trató de valerse de sus otros sentidos para entender lo que pasaba, pero se le hizo imposible.
Luego de oír un eco distorsionado muy parecido a la voz de Larry fue que Lessa entendió que se trataba de un hechizo de transporte. Nunca había tenido la oportunidad de usar uno porque se suponía que solo eran para transportar guerreros a puntos de emergencia, como relevos; y ella nunca había formado parte de un equipo de soldados. Lessa era novata en aquella experiencia con levitación y alteraciones en los sentidos.
Su cuerpo siguió girando sin patrón hasta que poco a poco la velocidad empezó a disminuir, y cuando por fin se detuvo, la chica cerró los ojos al percibir que empezaba a descender a un ritmo mucho más acelerado que el anterior. Sí. Estaba cayendo tan rápido que no había maniobra que pudiese ayudarla a detener el aterrizaje, y aunque existiera, sería imposible ejecutarla debido a la escasez de precisión que le producía la experiencia, además de la falta de asideros o cualquier objeto físico visible.
Se preparó para el impacto con la mayor fortaleza que pudo y los latidos fuera de control, así que su sorpresa fue grande cuando terminó aterrizando sobre una superficie cálida y mullida.
A primera instancia se sintió confusa, como una extranjera que busca adaptarse a las nuevas costumbres de su entorno. Luego de parpadear varias veces vio que el humo lila estaba desapareciendo y que ante sus ojos se dibujaba un nuevo alrededor: su cuarto.
Sí, estaba en su cuarto.
O mejor dicho: estaban.
A un lado de Lessa aterrizó Norian, que debido a la intensidad del impacto quedó con el cabello revuelto y los ojos idos, aunque también medio llorosos y clavados en el techo sobre su cabeza. Lessa frunció el ceño con pesar al verlo en ese estado, así que trató de acariciarle el hombro, pero él se apartó con gesto de incomodidad.
Del otro lado de la habitación, sentados en la cama sobrante estaban Larry y Zeth. Ella sonreía con un entusiasmo estremecedor, el tipo de cara que ponía cuando se le acababa de ocurrir alguna travesura; mientras tanto sus ojos permanecían tan abiertos como les era posible, desprendiendo un fulgor que oscilaba entre la curiosidad y el desenfreno. De seguro ansiaba repetir la experiencia.
A su lado, Larry era una representación opuesta de todo eso. Estaba tumbado en la cama con respiración jadeante, cansancio notorio y un brillo titilante en la mirada como representación del caos mágico en su sistema. Ejecutar un hechizo como ese estando herido había sido una maniobra arriesgada, pero de no haberlo hecho, los cuatro habrían sido capturados por los espantosos soldados del CEMA. Por eso, a pesar del dolor, no se arrepentía de nada.
—Sé... —jadeó, usando las palmas de sus manos para levantar el torso— que fue muy repentino, pero era la única forma de salir libres.
—¡Fue una locura! —Zeth se levantó de un brinco para protagonizar el centro de la alcoba. Los ojos le seguían brillando con euforia enfermiza—. ¿Vieron cuando lancé mis hermosas bombas? Lo sé, lo sé, no tienen ni que responder para que yo sepa que quedaron, ¡sorprendidos! —Alzó los brazos con júbilo—. ¡Ni yo misma creía que iban a funcionar! Pero henos aquí, salvados por Zeth. No, mejor. ¡La grandiosa Zeth! ¡Aaaahhh! —Dio un salto—. ¿Cuándo volvemos a molestar a Hent?
En respuesta Norian gruñó, malhumorado. Lessa se acostó en la cama a procesar todo lo sucedido y Larry los observó con intranquilidad.
—Esto no es cuestión de risa, Zeth —regañó el hechicero—. Nos rebelamos contra las autoridades y por eso lo más seguro es que nos estén buscando ahora mismo.
—Mierda. —Que Lessa tomara la palabra para decir eso tan de pronto llamó la atención de los presentes. La chica se había tapado la cara con angustia—. Hent... Hent y sus guardias van a encontrarnos, Norian.
—¡No me digas! —Otro chillido de Zeth interrumpió, esta vez maliciosa, mientras señalaba al vellano—. ¡Este fue el chico que te trajo esa noche al castillo! ¡Es él! ¡Es él!
—¡Zeth! —regañó Larry.
—¿Cuántos años tienes? ¿Eres el del torneo anual, no? —La rubia se inclinó frente al pelirrojo muy pesar de su apariencia para nada conversadora. Incluso en ese momento tenía más mala pinta que nunca—. ¿Por qué tan callado? ¿Eres un nuevo amigo de Lessa? ¿Cuántos años dijiste que tenías? Ah, verdad, nunca me dijiste... ¿Cuántos años tienes? ¿Cómo se siente manipular el fuego? ¿Tienes novia?
Esa última pregunta fue el detonante del mal genio del chico, que como no pudo soportar el interrogatorio, caminó como una bestia enfurecida hacia el baño. Aquello y las quemaduras que habían quedado en la alfombra denotaron su mal humor.
—Ay... ¿ustedes creen que se haya molestado? —inquirió Zeth, apartando la vista.
—¿Tú qué crees? —rezongó Larry.
—De todas formas, ¿importa mucho que haya ido a ocultarse un rato?
—Claro que importa. —Lessa se enderezó en su asiento para mirarlos, con una mezcla de vergüenza y ansiedad en su interior. No sabía si lo que iba a hacer era lo correcto, pero de todas formas no podía aguantarlo más—. Él y yo... él y yo estamos...
—¡De novios!
—¡Z-Zeth! —Lessa enrojeció al reprender a la rubia, que lejos de arrepentirse, empezó a hacer bailes burlescos a su alrededor—. No estoy hablando de eso. —Miró a Larry—. Ayer cuando fuimos a tu sala por una cura fue porque nos atacó una bestia, y creemos que Hent y el entrenador de Vellania están detrás de eso.
Larry tembló.
—¿A-atacados por qué bestia?
—Un wendigo.
Al Lessa decir eso, Larry empuñó las manos, nervioso, para luego cuestionarse internamente si esa había sido la razón de su malestar hace un día.
—Lo pudimos matar, pero estamos en riesgo por Hent y Terrance —completó la arquera.
—Un momento, un momento. —Zeth sonrió, apoyando la barbilla sobre su puño—. No solo le acabas de disparar a Hent, sino que... ¿estás planeando algo en su contra?
—B-bueno...
—¡No puede ser! ¡Y pensar que creí que serías una lame botas toda la vida! —Zeth la sacudió a los lados—. ¡Hasta que por fin haces algo cool!
—¡Baja la voz!
—¿Y ese tal Norian quién es, eh? —La rubia sonrió con su habitual malicia—. ¡Cuenta, cuenta!
Lessa miró a Larry con desdén, como si quisiera ganar compasión de su parte, a lo que él rio. La guerrera se había quejado de la actitud de Tara cuando en su propio cuarto dormía con una presencia mil veces peor. La impredecible Zeth Kye.
Ella había empezado a mirarla con los ojos bien abiertos, como una forma de meterle presión, pero la verdad era que Lessa ya se sentía impulsada a decirles lo que estaba haciendo. ¿Las razones? Número uno: era muy difícil inventar una mentira que justificara el comportamiento malicioso de Hent hacia ella, la que se suponía era su pupilo favorito; y número dos: al ella y Norian ser fugitivos, se les haría imposible movilizarse sin ser capturados. Por eso necesitaban ayuda.
—Norian y yo hemos estado recolectando información desde que nos conocimos en el torneo anual —explicó con rapidez—. Cuando despertamos luego del accidente oímos a los entrenadores hablar de que éramos elegidos para algo, y que ocurrían cosas horribles para ambos reinos. Por eso hicimos una unión. —Juntó las manos—. Hemos estado trabajando juntos desde entonces.
Zeth hizo un corazoncito con las manos, mientras que Larry se frotaba las manos con incomodidad.
—Descubrimos tantas cosas que ni siquiera sé por dónde empezar, es... es como si...
—Como si hubiesen construido un mundo falso a base de mentiras —completó Larry, restregándose las manos y el pecho cada vez con más ahínco. Los sellos le ardían como si quisieran recordarle su eterno silencio—. Es lo que supuse ibas a decir, nada más.
La argeneana de cabello azul juntó las cejas al verlo. Continuó el relato con voz más sombría,
—En primer lugar, dicen que somos, no sé, una suerte de pareja a la que llamaron "elegidos de Gneis". Sé que lo de Gneis suena loco, pero incluso... incluso creo que pudimos escucharla...
Larry se estremeció en su asiento, conteniendo las náuseas.
—Se supone que no hay registro de Gneis más allá de los dibujos que hicieron de ella, además de los veredictos de los soldados. —Zeth interrumpió con rostro serio, que no tardó mucho en ser dominado por un aire de fascinación—. ¡¿Dices que descubriste un secreto que podría cambiar la mentalidad de to...?!
—B-baja la voz. —Larry miró a los lados con paranoia—. Las paredes tienen oídos.
—Bueno, bueno. —La menor se puso a susurrar—. ¿Lo que dices es cierto? ¿Conseguiste un secreto así de grande?
—Varios, y creo que es nuestro deber revelárselos a todo el mundo.
El enunciado de Lessa hizo que Larry parara de estremecerse. ¿Había escuchado bien? ¿La obediente Lessa de verdad estaba diciendo eso con tanta disposición? Era increíble que un desconocido la hubiese cambiado tanto.
Ajena a su asombro, ella concluyó diciendo:
—Estoy segura de que Hent y Terrance serán expulsados de sus reinos cuando la verdad salga a la luz.
—¿Y qué tanto descubrieron? —inquirió Zeth.
—Si quieres saberlo, asiste al baile de la luna plateada. Planeamos proyectar frente a la audiencia todo lo que descubrimos, porque la información está contenida en... —dijo y se sacó dos piedras brillantes del bolsillo— estos cristales expositivos, y-y si no es mucha molestia, Larry. —La chica lo miró con ojos dulces—. ¿Podrías modificarlos para que proyecten todo en grande? Y que así todos lo vean.
—¡Aaaahhh! ¿Puedo ayudarlo? —Zeth sonrió con suficiencia—. Tengo una graaan experiencia en el departamento de hechicería.
—Si con gran experiencia te refieres al aprendizaje de un día antes de que te expulsaran, pues sí. —Larry sonrió para esconder la incomodidad de su cuerpo. Sabía que aceptar el pedido de Lessa lo iba a condicionar a malestares mucho peores, pero esos ojos... A esos ojos no podía negarles nada. Además, ya estaba harto de callar. Hacer una alianza con ella era una forma de liberarse de los secretos sin decir nada—. Lo haré.
En respuesta la chica se abalanzó sobre él para abrazarlo, un gesto al que Larry correspondió al instante. Se sintió el argeneano más feliz del mundo. «Cuánto te quiero...» pensó para sí.
—Hey —le dijo él en voz baja, un susurro meloso. Lessa lo miró—. ¿Cómo te sientes luego de...?
—¿H-Hent fue el que lo hizo? —Lessa le interrumpió agarrándole el rostro, con la vista fija en su quemadura.
—No quiero hablar de eso, Lessa.
—Pero...
En silencio, Larry se alzó la manga del brazo derecho para mostrarle la nueva marca negra que tenía en la piel. Aquel era un sello de menor tamaño que los otros, los cuales obviamente no le mostraría, pero de igual forma estaba seguro de que Lessa iba a entender qué le había tratado de decir al mostrarle ese. Su quinto sello.
Lessa se llevó las manos a la boca, tratando de decir algo, pero él la calló.
—Estoy bien. Tú vas a liberarme. —Sonrió con pesar, al tiempo en que le plantaba un beso en la frente—. Ahora, con respecto a lo que te decía...
—Me siento extraña. —Su voz fue débil, e incluso bajó la cabeza como si quisiera esconder sus ojos de todo el mundo. La ventana de sus sentimientos—. N-no sé si fui muy impulsiva al decirle esas cosas a Hent... y ahora tengo miedo.
—Sabes que él ya no puede hacerte daño.
—Igual me siento culpable.
—Piensa en lo que él te dijo —se le ocurrió decir, señalando con disimulo la puerta del baño. Lessa enrojeció entre el agarre del chico—. No miente.
—¿T-te refieres a...?
—A que te quiere mucho.
Lessa se separó de él para mirarlo a los ojos. Estaba roja y con la mirada húmeda, pero aun así preparó su fuerza para preguntar:
—¿Estás bien con eso?
Larry sonrió.
—Te dije que estaba bien. —Le secó las lágrimas con el pulgar. No eran muchas—. Dramática.
—¡L-Larry!
—Ya, ya, muy bonito y todo pero, ¿no creen que Hent y sus cemosos estén buscándonos en este momento? A Lessa y el tal Norian, específicamente. —Zeth puso los brazos en jarras, enarcando una ceja con temible astucia—. Yo... podría distraerlos un rato.
—Esa mirada tuya me da miedo, Zeth —habló Larry.
—¡Vaaaamooooos! Déjame distraerlos. —Jugó con una bolsa amarilla que acababa de sacarse del bolsillo—. ¡Tengo más!
—Si quieres ser útil. anda a ver si los pasillos están despejados. Lessa y Norian irán a un lugar seguro.
—¿No puedo hacer algo más cool?
—¿Algo qué?
—¡Más genial!
—Si no haces caso te sacaré de la misión y te borraré los recuerdos de hoy.
—¡Aahhh! —Zeth zapateó— ¡Aburridooooo!
—¿Lo vas a hacer o no?
—Bien, bien. —Zeth pisó fuerte a modo de saludo, corriendo fuera del cuarto—. ¡Estoy bajo sus órdenes, general friendzoneado!
—¡Deja de usar expresiones humanas!
—¡Jaja, re simp!
—¡Ahg! —Larry negó con la cabeza, medio sonriente. Al estar completamente solos, volteó a ver a Lessa y le quitó los cristales de las manos—. Tengo que irme ya a trabajar con los cristales, pero mientras tanto, vayan a la torre de vigilancia. El potenciador en la visión allí emana demasiada energía como para que puedan rastrearlos, así que lo mejor es que permanezcan ahí un tiempo.
—L-Larry. —Ella lo detuvo cuando quiso irse—. Gracias.
El aspirante a hechicero sonrió.
—No hay de qué —dijo de vuelta, dándole un último abrazo para por fin levantarse—. Ve hacia la torre de vigilancia de la forma más discreta posible, ¿está bien?
Ella asintió, tras lo cual quedó sola en el sitio mirando la puerta del baño. Iba a ser difícil hablarle a Norian si estaba de mal humor.
«Eres un idiota» pensó Norian para sí mismo, desdeñando la imagen suya reflejada en el cristal frente a él. Tenía el cabello revuelto, la expresión cansada y un desdén marcado en los ojos difícil de ignorar.
Acababa de vivir muchas cosas, y se arrepentía de varias de ellas. En primer lugar, le avergonzaban todas las confesiones cursis que le había hecho a Lessa en el estadio. Eran sentimientos genuinos, pero... hubiese preferido mantenerlos a buen recaudo en su corazón. Ahora sentía gran parte del alma desnuda, como si la entrada a su universo emocional estuviese abierta y que en el interior sus sentimientos fueran exhibidos como en un museo.
Consumido por la frustración, le dio una patada a la pared izquierda mientras refunfuñaba. No sabía cómo interactuar con Lessa luego de lo que acababan de vivir; estaba estresado, de mal humor, y a su vez arrepentido por haber dejado ir la capa de Farren.
Sí...
«Maldición» pensó, porque justo cuando trataba de enfocarse en otras cosas para olvidar el asunto, llegaba ese recuerdo otra vez y perpetraba su bloqueo como un cuchillo filoso. Había sido un imbécil por haber dejado ir la caperuza, se repudiaba y por eso no podía soportar verse en el espejo. Trataba de consolarse aferrándose a la idea de que, de no haber ignorado lo de la caperuza, estaría bajo el yugo de Hent, o en el peor de los casos, muerto.
Aun así la culpa no se iba.
Y mientras tanto la mente atentaba en su contra con cada recuerdo de Farren. Cada uno de ellos lo hizo derramar lágrimas patéticas. Quiso frenarlas, pero ya era demasiado arde. Sus ojos estaban tan humedecidos que tuvo que mojarse el rostro con una vasija de agua para disimular.
Las gotas sobrantes que amenazaron con mojar el suelo, antes de aterrizar, fueron absorbidas por un portal mágico que se cerró segundos después de haber agarrado todos los excesos, dejando a un sorprendido Norian con la cara húmeda y el corazón dubitativo. El sistema de filtración argeneano era mucho más interesante que el de su reino, eso era seguro.
Aquel descubrimiento sirvió un poco para distraerlo de sus sentidos atolondrados, y tras sacudir la cabeza con vigor, se hizo una armadura de valentía para salir. Momentos antes había escuchado decir al amigo de Lessa que debían irse hacia otro sitio, cuyo nombre no recordaba bien, con urgencia. Ese era su mayor impulso para salir del cuarto, pero como el miedo seguía siendo marionetista de sus acciones, se congeló en su lugar mientras apretaba los puños.
Estaba a pocos centímetros del picaporte, incapaz de tocarlo.
Al otro lado de la puerta, Lessa se mantenía impregnada de nerviosismo, debatiéndose entre girar el picaporte o esperar un poco para que Norian saliera por cuenta propia. Pero ya se estaba tardando mucho. Cada segundo que transcurría con él metido ahí era una tortura que la remojaba en incertidumbre. ¿Se había molestado con ella o solo había sido causa de Zeth? ¿Por qué estaba tan de mal humor? De verdad quería abrir esa puerta y tener un diálogo juntos al igual que lo habían hecho hace unas horas, en la noche, pero el miedo junto a la inseguridad hacía mella en su interior y la obligaba a permanecer ahí, inmutable ante sus propias preocupaciones e incapaz de resolver las cosas.
Siempre había sido así...
No resolvía nada, solo cubría las cosas para fingir que habían desaparecido. Sin darse cuenta había pasado la vida huyendo.
«Cuánto te odio» pensó, con los ojos fijos en la Lessa que se reflejaba en el cristal que había en la pared. Esa de ahí era la representación de su verdadero ser. Demacrada, impotente, cansada y con ojeras. Esa era Lessa. No la soldado brillante que algunos miraban con admiración y otros con envidia. No. Esa solo era la fachada bajo la que había descuidado su verdadero ser, y ahora que se veía nuevamente en el espejo, no podía evitar sentir pena por todo lo que se había hecho a sí misma.
Sus dedos se alzaron casi por instinto para tocar el reflejo, como si quisieran guiarle los ojos en un análisis meditabundo de todos los rasgos que poseía. Sus facciones finas, un poco maltratadas con rasguños; sus hombros blancos visibles debido a la camisa sin mangas, parte de su uniforme; sus ojos azules, redondos y cansados, poseedores de un brillo desfalleciente; y por último estaba su larga cabellera del mismo color del cielo despejado, esa que siempre se recogía a la hora de hacer entrenamientos duros.
Entonces Lessa se miró con una determinación flamante, similar a la de esas veces en las que emboscaba a una criatura, y en unos segundos ya estaba abriendo su gabinete para sacar un par de tijeras. En el proceso tiró al piso un frasco sin abrir lleno de una sustancia pastosa, de tipo medicinal, por lo que pudo ver. Pero en ese momento, Lessa estaba tan concentraba en lo que iba a hacer que no le puso mayor cuidado al asunto.
Lo único que hizo fue asir las tijeras con fuerza y suspirar profundo antes de cortarse un mechón de cabello.
Un grupo de hebras se desperdigó en el piso en forma de montoncito azul, causando un pequeño desastre que de seguro la argeneana iba a tener que limpiar después. Pero ya no había vuelta atrás. Reunió el resto de su valentía para cortarse más mechones.
Uno a uno los trozos de cabello aterrizaron en el piso, al mismo tiempo propiciando la aparición de una nueva Lessa en el reflejo. Era una versión diferente. Había en sus ojos una chispa de convicción intensa que la hacía sentir bien a pesar de lo disparejo que estuviera quedándole el peinado. Por eso, y solo por eso, sonrió, por primera vez en mucho tiempo tratando de ver su belleza interna.
Norian tenía la cabeza apoyada en la puerta, desde hace un buen rato haciendo esfuerzos por girar la manija y salir de ese sitio que muy bien podía considerar hacinamiento de su propia desesperación. Quería salir, pero le avergonzaba interactuar con Lessa. Quería salir, pero no quería establecer contacto visual. Quería salir, pero no quería aceptar que estaba nervioso.
Nervioso...
Norian agitó la cabeza, impotente, y como odiaba esa sensación de estarse ahogando en sentimientos inaceptables, respiró profundo para poner la mano en el picaporte. Ahora solo tenía que girarlo. Sí. No estaba nervioso en lo absoluto, ¿por qué iba a estar nervioso de hablar con Lessa? No tenía sentido. Lessa era una persona igual que cualquier otra y por eso no había razón para sentir incomodidad. Tampoco había razón para que sus manos sudaran y que el pulso empezara a retumbarle en el pecho con vehemencia. Todo era cuestión de casualidades.
O eso fue a lo que se aferró.
Además, como había oído decir a Larry, era hora de irse a un lugar seguro, y no estaba dispuesto a huir sin buscar a su hermana. Ponerla segura era ahora prioridad ineludible.
Más calmado, Norian abrió la puerta con el mayor sigilo que pudo, y al hacerlo, se encontró con Lessa frente al espejo que había en la pared, usando unas tijeras en un penoso intento de emparejarse el cabello que al aparecer se acababa de cortar. Había un sinfín de mechones azules en el piso.
Y aunque no se lo hubiese imaginado, verla así le arrancó una risa burlona.
Lessa enrojeció al saberse foco de la mirada del vellano, y por impulso se encogió de hombros para cubrirse las facciones.
—¿Quedó muy mal? —musitó.
—No...
—¿En serio?
—... no quedó mal, quedó horrendo.
Lessa tembló en su sitio, tan avergonzada que se llevó las manos al rostro para terminar de ocultarse. Estaba casi a punto de dar la vuelta en cuanto sintió la mano cálida de Norian entrelazarse con la suya para quitarle la tijera. Antes de que ella pudiese objetar en contra, el muchacho ya estaba posicionándosele detrás para, con una mano, moverle la cabeza en un ángulo más cómodo, y con la otra empezar a emparejarle los mechones de cabello usando la tijera que le había quitado.
Lessa se estremeció, difícilmente controlando la aparición de una sonrisa.
—No pensé que supieras cortar cabello...
—Soy el estilista de Tara, ¿qué esperabas? —dijo, más concentrado en emparejar los mechones que en hablar con un buen volumen. Estaba ensimismado—. Además... —Hizo una pausa—. Yo también tengo cabello.
—Ay, perdón. —Un matiz juguetón trascendió en la sonrisita tímida de Lessa—. Es que vas tan andrajoso por la vida que no imaginé que te arreglaras...
—Habló la que se hizo un desastre en el cabello.
—Habló el supuesto estilista que no se peina.
Los dos rieron por lo bajo.
Pasaron unos segundos antes de que retomaran la conversación, pero al menos el ambiente ya no era incómodo, sino apacible.
—Gracias —soltó Lessa, mirándolo en el espejo.
—Ya, ya, quédate quieta. —El vellano le movió la cabeza hacia el frente—. Estoy a punto de terminar.
—Eres muy dulce.
—Ya basta...
—Gracias por lo que dijiste allá en el torneo. Ya sabes. —Lessa tamborileó los dedos sobre su regazo—. Lo de que somos amigos.
—Mm —fue lo único que pudo responder Norian, incómodo de tocar el tema. Por eso decidió cambiar el rumbo del diálogo—. Terminé.
Ante tal declaración, la chica pegó la vuelta hacia atrás para ver la parte trasera de su cabello, que a diferencia de hace unos minutos, había sido emparejada con una habilidad y rapidez admirable. Ahora terminaba un poco más abajo de la altura de sus hombros. Pero ese no era el único cambio notable en su estilo, ya que el vellano también había unido dos de sus mechones delanteros en la parte posterior de su cabeza para despejarle el rostro.
—Listo. —El pelirrojo sonrió con sutileza—. Hasta podría decir que quedaste, no sé, lin... Decente. Que quedaste decente.
Lessa sonrió.
—¿Eso es un cumplido de tu parte?
—No sé.
—No esperaba esto de alguien que no sabe hacer trenzas.
—Ay, cállate.
Norian se cruzó de brazos, pero su escudo de actitud gruñona se vio en peligro por el abrazo de Lessa. Era el cuarto abrazo que se daban desde que se habían conocido, y aunque el vellano tratase de forzar señales de disgusto, la verdad era que disfrutaba ese tipo de gestos. Por eso no pudo evitar frustrarse al verse reflejado en el cristal que tenían enfrente.
Los dos, a centímetros de distancia, abrazados.
Abrazados.
«No» se obligó a pensar, separando a la chica de su cuerpo. Aún se negaba a permitir que la profecía de Gneis se cumpliera, y eso fue algo que la argeneana pudo ver en sus ojos. Negación e incomodidad.
Ella apartó la vista, también incómoda, por lo que al final terminó alejándose con vergüenza. Era hora de matar las risas para reemplazarlas con la seriedad que ameritaba la situación.
—Larry... Larry dijo que debíamos irnos a la torre de vigilancia. —Lessa sacó un bolso de su armario—. Dice que ahí es seguro.
—Sí, oí, pero no puedo ir aún. —El joven se metió las manos a los bolsillos, impotente—. Necesito ver a Tara. Necesito saber que está bien. La traeré hasta aquí con todos los permisos necesarios.
—P-pero...
—No puedo dejar a mi hermana sabiendo que Terrance tiene mucho poder en nuestro reino. —Hizo una pausa al considerar que había sido demasiado soez—. Si le pone un dedo encima, juro que lo voy a...
—No es la manera. —Lessa le sostuvo el brazo al ver que se tensaba—. Cerca de la torre de vigilancia hay un hechizo de llamada para emergencias. Llamaremos a Larry, le diré que la vaya a buscar y que la lleve con alguien en quien confío mucho.
Norian soltó una risa condescendiente.
—¿Alguien en quien tú confías? —Negó con la cabeza—. Supuestamente también confiabas en Hent y ahora nos damos cuenta de lo que es realmente. Ni siquiera sé si confiar en esa chica loca que lanzó las bombas de colores, ¿y me estás pidiendo que ponga la vida de mi hermana en manos de otro argeneano?
—¿Qué hay de malo con ser de Argenea?
Norian se detuvo. Ofenderla no había sido su intención.
—Bueno...
—¿Bueno qué, Norian?
—Es que...
—¿Sigues teniendo el mismo prejuicio contra Argenea? —La chica frunció el ceño, pero después abrió mucho los ojos ante la fealdad de lo que se le acababa de venir a la cabeza—. ¿Sigues teniendo el mismo prejuicio contra mí?
Norian calló, mordiéndose los labios.
—Responde. ¿Sigues teniendo el mismo prejuicio de siempre? ¿Soy... soy así como me describiste cuando nos vimos en tu cuarto? —Lessa empujó un poco su hombro para hacerlo reaccionar—. ¿Fría y sin sentimientos, Norian? ¿Sigo teniendo esa imagen para ti?
Él apartó la vista.
—¡Responde!
—¡N-no sé! ¡No sé! —El chico se cubrió la cabeza como signo de desesperación—. ¡T-te dije que me ponías nervioso cuando me preguntabas ese tipo de cosas!
—¡Porque nunca me quieres decir nada de ti! —Lessa bajó su tono de voz al darse cuenta de que había sido demasiado alto, al tiempo en que recorría la habitación con una mirada desapacible—. De verdad te aprecio, Norian, y quiero pensar que estoy empezando a conocerte. —Bajó la cabeza—. Pero si sigo siendo una f-fría y sin corazón para ti, ¿significa que todo lo que me dijiste en el estadio fue únicamente para salvarte el pellejo?
Norian apartó la vista y empuñó las manos. El estrés anidado en su sistema era como la propagación de un virus mortal, y encima de él los ojos de la joven se sentían como dos puñaladas profundas. Tampoco podía moverse, porque bajo ninguna circunstancia quería dar señales de su nerviosismo.
De nuevo se había inhibido por la presencia de un argeneano.
—¿N-no vas a responder? —repitió la chica, y la punzada de decepción imperante en su pregunta fue otra golpe para el vellano—. ¿En serio todo lo que dijiste fue por salvarte?
Norian cerró los ojos para analizar las posibilidades con calma: por un lado estaba el creciente cariño que empezaba a sentir por la chica, pero por el otro estaba la amenazante profecía de Gneis de un presunto enamoramiento, junto a la renuencia a dejar ir el recuerdo de Farren. Exactamente. Farren. La amaba y por eso honraría su memoria. Además, no iba a permitir que el corazón se le rebelase contra la lógica de su cerebro.
No podía darle cabida a una argeneana.
—Respóndeme, Norian, ¿fue mentira eso que...?
—Sí —dijo con firmeza, saliendo de la parálisis para mirar a la chica a los ojos—. Sí fue mentira, Lessa. ¿Qué vas a hacerme, eh? Creo que deberías enfocarte más en cómo vamos a cumplir nuestra misión en vez de...
Ella le interrumpió con una cachetada, y estaba tan molesta que sus poderes terminaron causando la aparición de algunos fragmentos de hielo en la mejilla del muchacho, quien por puro orgullo se obligó a retener un quejido para no demostrar que el golpe había sido harto doloroso. Sin embargo, si en ese instante se permitía ser sincero, completamente sincero, los ojos húmedos de Lessa le dolían más que cualquier golpe que hubiese experimentado en su vida.
Haberla lastimado esta vez se sentía mucho peor que cuando estaban en la biblioteca.
¿Por qué?
¿Sería porque la apreciaba mucho más?
«No, no, no, no. No puedo».
—Puedes irte a buscar a Tara sin analizar los riesgos. No me importa. Te espero en la torre de vigilancia, la que está en el punto más alto del castillo de Vann. —Lessa empezó a empacar cosas en el bolso que había sacado minutos antes, con una expresión mucho más fría que la de la vez en la que estaban en la biblioteca. Incluso le había dado la espalda—. Vete, ¿qué esperas? Supongo que un fogoso como tú es tan impulsivo que no va a considerar los pros y contras de ir, así que, ¿qué tanto esperas para irte, fogoso? ¿O de pronto te acobardaste?
Norian se mordió la lengua antes de soltar un insulto, para luego salir del cuarto con la frustración característica de quien sabe que se equivocó de la peor forma. Porque buscar a Tara y sobrevivir antes habían sido sus únicos problemas, pero ahora tenía otro más.
La maldita culpa.
La sala de conjuros de Alice no era de las más avanzadas, tampoco la más grande y cómoda. Pero para Larry era suficiente para ofrecer un buen servicio y ejecutar nuevos encantamientos. Por eso, con los cristales en sus bolsillos, y aún con el miedo de ser interceptado y castigado por los soldados del CEMA al mando de Hent, el muchacho igual sostenía la esperanza de encontrar la forma de que la proyección de los cristales aumentara.
Si esos dos cristales de verdad contenían una buena parte de los secretos que le habían obligado a mantener, al ser revelados en el baile de la luna plateada, él también sería libre de algunos de sus sellos. Eso significaría menos malestares insufribles, además de la posible destitución de Hent, con lo que el muchacho quedaría prácticamente libre de sus abusos.
Por los momentos, lo consolaba saber que había podido curarse la quemadura del rostro con una de las pócimas curativas que siempre guardaba en su bolsillo.
Estaba tan ensimismado en sus cavilaciones que apenas se dio cuenta de que acababa de llegar a la sala de conjuros. La puerta lucía igual que siempre, con la única diferencia de que del otro lado se escuchaba un chillido agónico proveniente de una mujer. Alice.
—¡Por Gneis! —gritó alarmado, al mismo tiempo en que entraba al sitio con el frenesí de un huracán. No podía ver a su mentora—. ¡M-maestra Alice! ¡Maestra Alice! ¡¿Dónde está?!
—¡Muchacho! —La mujer, de cabello anaranjado potente, raíces negras y ropa un poco excéntrica para ser una tutora convencional, apareció frente al chico envuelta en una nube de humo naranja. Luego lo sacudió con una euforia un poco escalofriante, como siempre esbozando esa sonrisa por la que todos la catalogaban loca—. ¡Hasta que por fin llegas! ¿Viste el revuelo de hoy en el estadio? Invitaron a todos menos a funcionarios de segundo y tercer orden, ¿puedes creerlo? Dime, ¿tú fuiste? ¿A quién demonios ejecutaron? ¿O fue otro simulacro?
—B-bueno, la situación fue un poco...
—Olvídalo, olvídalo, sé que de seguro te abruman eso temas. Y por cierto. —Con un chasquido de dedos, la hechicera apareció detrás del chico, otra vez envuelta en tonalidades rojizas—. ¿No te he dicho que puedes llamarme solo Alice?
—S-sí, pero...
—¡No seas tan formal conmigo, niño! —Le dio una palmada en el hombro—. Llámame Alice, sabes que no soy, no sé, como el cara larga de Hent o algo así. ¿Él estaba detrás de todo ese asunto de la ejecución, cierto?
Larry simplemente rio con inquietud, y su principal razón fue que no quería recordar el asunto. Pero aunado a eso también estaba lo difícil que era seguirle el paso a Alice en una conversación. El «eres demasiado excéntrica» era una de las descripciones que más le daban a la hora de rechazar su participación en cosas más influyentes que la tutoría.
—En fin, ¿p-por qué estabas gritando? —quiso saber Larry, algo tímido.
—¿Recuerdas la fusión de hechizos en la que estaba trabajando? —Su voz se enserió.
—¿La...? ¿C-cómo la llamaste?
—Representación remota de la realidad.
—Ajá, eso.
—Sé que no es un buen nombre, ¿de acuerdo? —La mujer suspiró con esperanza, de mirada tierna y brillante. Era lindo verla así—. Pero cuando le presente ese hechizo al Comité Máximo de Hechicería Argeneano, tal vez... —dijo y pasó una mano anhelante sobre el libro que tenía enfrente— acepten mi petición de tener más pupilos. ¿Qué te parecería tener más compañeros aquí? Incluso podríamos tener una mejor sala de conjuros.
—Somos una de las salas más activas a pesar del tamaño, Alice. —Larry se plantó a su lado—. Y me gusta ser tu estudiante favorito.
—Oh, vamos, sé que siempre serás el mejor. —Le revolvió el cabello—. Pero, no sé, me gustaría implementar nuevas formas de enseñanza mágica como lo hice contigo, sin esas... estúpidas represalias que le dan a algunos. —Alice se encogió en sí misma—. Esas estúpidas represalias con las que intentan limitar el poder de creación.
—Y sé que lo harás. —Larry le regaló una sonrisa, haciendo que los labios camines de la mujer se curvaran de la misma forma—. Mientras tanto, dime, ¿lograste algún avance en la creación de ese hechizo?
—¡Contempla!
Con aquel grito la mujer formó una nube de humo verde, en cuyo interior era visible la figura de una manzana.
—Esa manzana que ves ahí realmente está detrás de uno de los estantes. —Sonrió emocionada—. Pero conseguí una forma de proyectar una imagen suya mucho más lejos que la última vez, casi como... ¡Casi como un cristal expositivo! Solo que proyecta un momento real, ¿no te parece increíble? —Enarcó las cejas como gesto orgulloso—. Mientras el resto trata de mejorar la comunicación telepática, yo ya estoy buscando una forma de no solo oír la voz de alguien que está lejos, ¡sino también de verlo! ¡Revolución! —La mujer desapareció entre un estallido de chispas para volver a materializarse frente al chico, ahora masticando una manzana—. ¿Qué te parece?
—¿Esa... es la misma manzana que habías puesto detrás del estante?
—Está limpia, ¿bien? —Le dio otro mordisco—. Ahora... veo que tienes esa cara hambrienta de conocimiento desde que llegaste. —Sonrió de lado—. ¿Quieres aprender cómo hice lo del hechizo?
—D-de hecho, preferiría que me enseñaras otra cosa.
—Dispara.
—¿Se puede aplicar un hechizo de agrandamiento en la proyección de un cristal expositivo?
—Creo —dijo y se dio la vuelta— que lo leí en alguna parte. ¿Para qué lo necesitas? ¿Algún trabajo?
—No, es porque... tengo curiosidad. ¿No crees que son proyecciones demasiado pequeñas?
—Eso varía de acuerdo al tipo de cristal expositivo, pero —dijo y dio un último mordisco a la manzana, buscando entre los libros del estante— de que se puede hacer, se puede hacer.
—Entonces... ¿manos a la obra?
—Manos a la obra.
—Ya te dije que necesitas...
—¿Calmarme? —Una risa sardónica abandonó los labios de Hent al oír eso, mientras hacía todo lo posible por levantarse de la cama de enfermería en la que había sido acostado. Estaba en el centro de salud—. Mierda, mierda, mierda, ¡mierda!
—¿Podrías calmarte de una buena vez?
—¡¿Cómo puedes...?! —Hent bajó la voz—. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo sabiendo que los elegidos acaban de huir, y que encima dejaron en claro lo avanzada que va su relación? Sobre todo si estamos estancados en este sitio sin poder llamar a los soldados del CEMA. En cualquier momento las consecuencias del primer camino nos llegarán, Terrance, y estaremos todos muertos cuando eso pase. Entonces, dime, ¿por qué debería calmarme?
—Y luego dices que los fogosos somos los impulsivos. —Terrance rodó los ojos, sentándose en un mueble con una elegancia irritante para Hent. Hacía todo eso con extrema lentitud solo para molestar, y lo que era peor: los colores claros y las luces a su alrededor hacían que Hent terminara de estresarse—. En fin, mientras tú chillabas a mí se me ocurrió un plan para saber cuál es el lazo que los puede llevar a la autodestrucción.
Hent había estado a punto de replicar hasta que se dio cuenta de que hacer tal cosa era contraproducente. Porque aunque fuese difícil de sobrellevar, los dos eran un equipo.
—A ver, ¿qué tienes? —refunfuñó, moviéndose con incomodidad sobre la cama. Pese al dolor, se había negado a que le tratasen las heridas por completo—. No tenemos todo el día.
—Puedo sentir un alboroto de energía proveniente de este reino —habló, aún sentado con la mirada fija en un punto incierto. Era como si mirase más allá de las cuatro paredes que lo envolvían, y que, a diferencia de Hent, estuviese recorriendo mentalmente la estructura del castillo—. Tu gente está molesta con la mía... hay tanta tensión que es como si el hundimiento se fuera a repetir.
Los vellos de Hent se crisparon.
—¿Podrías ir al punto de una vez? —espetó luego, a lo que Terrance le dedicó una mirada impasible. Sus ojos tenían la misma determinación asesina que durante su primer encuentro.
—Por esa misma tensión latente que hay, por petición mía, para demostrar diplomacia y calmar a la gente, firmarás un tratado con el que me puedas dar acceso al registro de todos y cada uno de los argeneanos que existen.
—¿Qué?
—Diremos que es por cosa de prevención, para mantener vigilados a aquellos con tendencias violentas y evitar altercados. —Hizo una pausa, llenando sus pulmones de aire con profundidad—. Yo haré lo mismo para que tengas acceso al registro vellano. Luego cada uno irá a la respectiva biblioteca en donde están los documentos, a buscar los de los elegidos.
—Creo... que tienes un punto.
—Exactamente —atinó a decir el entrenador castaño, asintiendo—. Gneis aseguró que cualquiera de los dos caminos podía cumplirse, así que basándonos en eso...
—Sabemos que en sus vidas tiene que haber un detalle que los conecte, que los haga luchar.
—Y si no, Hent —dijo el vellano. Una disposición mortífera brilló en sus ojos—, de que hago que se maten, lo hago.
«Y si no se matan, yo mismo me desharé de ellos. Si nos jodemos, será bajo mis términos» guardó para sí.
Jaaaaaaai, ¿qué les precio el cap? ¿encontraron algo curioso que quieran comentar? Yyyy, ahora que por fin apareció Alice, díganme, ¿les cae bien? ¿mal? (Curiosidad modo on, jijiji)
En la multimedia puse una canción que encaja perfecto con la primera escena. De por sí, la escribí pensando en ella y la usé para el nombre del cap. Lo de cenizas de un teatro es metafórico, por la constante comparación entre la vida de Lessa y un teatro. Ahora está "quemado".
Aquí dejo otras que quedan bien, sobre todo la primera:
https://youtu.be/IGN3u8TBO4w
https://youtu.be/UAceyFaJ2kM
Actualización 2023:
MIREN ESTO, POR GNEIS. Esta canción le queda perfecta a Lessa.
Es una de mis favs del álbum, por cierto :3
https://youtu.be/bA-qOGIrPTk
-Fin de la actualización. Los dejo con la Gatotortuga del pasado-
Por cierto, por cierto, ¿quién les parece mas intimidante (si es que los encuentran intimidantes XD), Hent o Terrance? ¿tienen a algún favorito?
Ahora... para finalizar: HICE EL DIBUJO DE LARRY. ¡WUUUUUU!
Curiosidad: Larry siempre usa suéteres manga larga para ocultar los sellos en su piel.
Pobre niño, aún no se ha librado de las cadenas de Hent. Aquí pongo una canción que a mi parecer le queda.
https://youtu.be/X6ScG6Y44Zk
"Mantén tus labios sellados..."
¿Cuáles creen que son los secretos que Larry debe callar? Es uno por cada sello.
Sin más que decir, me despido. Muak.
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