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Capítulo XIII: Flechazo de batalla

«Los cristales revelan sus estructuras ocultas solo cuando se rompen».

-Sigmund Freud

—Sabes muy bien cuál es tu misión, Terrance...

Tenuemente iluminado por la luz de los astros nocturnos, el rostro de Terrance dio lugar a una mueca frustrada. A su vez, las manos se le volvieron puños alrededor de la camisa. No estaba de humor para un regaño por parte de sus superiores.

—Comprendo la gravedad de la amenaza —repuso sin dudas, de carácter frío y ojos lejanos, como si tratara de buscar respuestas en el cielo—. Aún estamos planeando una estrategia para su aniquilación.

Tal y como Terrance se lo esperaba, lo que le siguió a su comentario fue un silencio sepulcral. Nada. Nada se oía además de su respiración acompasada y los silbidos del viento que, desde la perspectiva del entrenador vellano, daban la ilusión de repetir una y otra vez los enunciados de la entidad que tanto detestaban.

Para empeorar la situación, el tumulto de oscuridad en el que el bosque se transformaba cada noche afeaba la vista. Era evidente que el flujo de energía de algunas criaturas había cambiado. Todo estaba patas arriba gracias a los elegidos.

Muerte dentro del silencio, oscuridad nocturna, brisa sosegada de dobles intenciones. Las premisas de la diosa se repetían en la cabeza de Terrance como una horrible canción de cuna. Desde el accidente con el cristal de Lúmbarus eso era lo que oía antes de irse a dormir, pero para su desgracia, esa noche dudaba tener el privilegio de siquiera descansar.

El estrés y la impotencia jugaban con su cordura como dos niños con una pelota. No podía cerrar los ojos sin que los recuerdos de la guerra le asaltaran la mente, como tampoco se sentía capaz de seguir viendo cómo estaban cada vez más cerca de la inminente destrucción. Había que hacer algo rápido, así que mientras Hent ejecutaba aquel plan del que no había querido dar explicaciones más allá de una risa medio perversa, Terrance decidió maquinar alguna excusa para justificar una de las cuestiones que tanto habían estado preguntándole: la razón del accidente con el cristal de Lúmbarus.

En secreto, Hent había convencido a los investigadores de su reino para que le cedieran la búsqueda de la respuesta a él y a su equipo, una conveniencia total, ya que ni a Hent ni a Terrance le convenía que investigaran la razón de que el cristal hubiese mandado lejos a los competidores, no sí así se abría espacio para conspirar. Por eso ambos se habían puesto la tarea de inventar alguna excusa creativa que sirviese de explicación para el accidente, y como Hent estaba muy ocupado en sus cosas, Terrance prefería sentirse útil creando alguna buena pantomima él solo.

Luego de despedirse formalmente de la familia real, salió de la sala en dirección hacia su cuarto. Con un poco de la de paz que había ahí podría pensar claramente. Además era un método para quemar la impotencia de, aun sabiendo que los elegidos estaban a su merced en ese mismo castillo, no poder hacerles nada.

«Concéntrate en el cristal de Lúmbarus» se obligó a pensar, agitando la cabeza para deshacer el otro pensamiento. Cuando la noticia falsa estuviera lista, solo bastaría la aprobación de Hent para que apareciera en el cielo azul del día siguiente, sobre las cabezas curiosas de todo el pueblo.

Arriba, abajo.

Arriba, abajo.

Lessa se concentraba en los movimientos que hacía su estómago al respirar, pues se había frotado los brazos tantas veces que ya tenía calor. La temperatura nocturna en Vellania no era ni mínimamente similar a la de Argenea, y siendo ella una persona proveniente de tierras nevadas, cuyos poderes se volvían poco fiables en momentos de alteración, pasar la noche en un sitio así le dificultaba la tarea de pegar el ojo.

Esa era la excusa a la que trataba de aferrarse para no dormir, cuando la verdad era que eso no constituía la principal causa de su falta de sueño. Aquello era más bien por todo lo que habían presenciado en los cristales expositivos.

Lessa era una soldado defensora en época de tensión entre los reinos, mas no de guerra, así que sus misiones estaban mayormente enfocadas a la destrucción de criaturas peligrosas, y algunas pocas veces a interrumpir disputas menores entre argeneanos y vellanos. Por eso no había llegado a ver la crueldad de la guerra hasta ese momento.

Porque leerlo en un libro y ver algunas pinturas era algo, pero escuchar los gritos de los soldados muriendo, junto con una imagen casi en primer plano de sus muertes sangrientas, se había sentido como si el piso bajo sus pies atravesara un sismo. Y más allá del trauma causado por esas imágenes tan explícitas, otra cosa que la dejaba con los ojos bien abiertos era la sensación de haber sido traicionada, no solo por Hent, sino también por todo aquello relacionado con la historia de Argenea.

Para convertirse en una soldado había sido obligada a repetir, defender y amar su historia y su pueblo. Pero ahora que había visto el contenido de los cristales, se sentía perdida. La torre que constituía la base de todas sus creencias había empezado a caerse pedazo tras pedazo, dejando a una impotente Lessa aferrada a las sobras de un pasado que nunca había sido cierto.

Todas esas sensaciones, sumadas al calor imperante, hacían que el subir y bajar de su pecho fuera cada vez más raudo. No podía hacer que su cabeza dejase de girar en torno a todo lo visto, y mucho menos podía dormir con el recuerdo de aquella voz femenina distorsionada que había enunciado las oraciones inconclusas que hasta ese momento seguían perturbándola.

«La unión que ustedes negaron se repetirá más fuerte que nunca», «... de la guerra», «Mis elegidos», «Fieles destructores de su mundo».

Una pequeña parte de Lessa quería hacerle caso a Norian y dormir para hablar de eso la mañana siguiente, cuando los dos estuvieran un poco más despejados y fueran capaces de esgrimir hipótesis con lógica y no miedo. Pero a diferencia de Norian, que se encontraba dormido en una colchoneta en el suelo, al lado de su cama, Lessa no podía irse al mundo onírico tan fácilmente, no siendo apabullada por tantas conspiraciones demenciales.

¿Esa mujer había sido Gneis? Esa era la pregunta que dominaba la orquesta de pánico en su interior, y seguida de ella estaba la siguiente: ¿qué había querido decir con «la unión que ustedes negaron se repetirá»? En cuanto a esa última duda, una parte muy en el fondo de Lessa tenía una posible contestación, pero su destartalada racionalidad la consideraba imposible.

Ella y Norian no... no...

Simplemente no.

Aunque la verdad, ya no odiaba al muchacho, o al menos no tanto como en un principio.

¿Qué sentiría al verlo despertar? ¿Entusiasmo? ¿Enojo? ¿Miedo? ¿Gratitud? ¿Calidez? Basándose en todas las cosas que él la había hecho sentir desde su primer encuentro, Lessa trataba de hallarle un patrón a sus emociones tal y como lo hacía con casi todo en su vida, pero grande fue su sorpresa al descubrir que era imposible.

Norian, como el fuego, era imposible de entender o predecir, y al no saber cómo se comportaría, Lessa tampoco podía saber cómo se iba a sentir con él a la mañana siguiente. Era la primera vez que algo se le escapaba de su meticulosa planeación, las emociones.

Darse cuenta de eso la hizo abrir los ojos con pasmo.

Sus emociones, sí, sus emociones, esas que antes había considerado congeladas en cosas simples como la ira o el aburrimiento, ahora habían retornado más fuertes que nunca. Había recuperado la habilidad de sentir otra cosa más allá de la monotonía.

El pensamiento ayudó a aligerar el estrés, por lo que ahora la preocupación más grande era el calor. Sin embargo, la intranquilidad aún era demasiada como para usar sus poderes correctamente, así que como solución rodó por la cama de Norian para ponerse de rodillas frente a la ventana. La noche era mucho más hermosa vista desde ahí gracias a la altura y la falta de nubes gruesas en el firmamento, y la brisa, aunque suave y medio cálida, sí contribuía a desaparecer su sudor.

Era fresca. Ni muy caliente ni muy fría. Perfecta para normalizar su temperatura.

Pero a mitad de su sesión para refrescarse, un quejido proveniente de Norian la interrumpió, y como los sentidos de Lessa estaban afilados al extremo, se le hizo imposible bloquear el instinto de girarse para mirarlo.

Pero como desde su posición arriba de la cama era difícil distinguirlo, estuvo a punto de ignorarlo hasta que el quejido se repitió en tono más lastimero.

Auguraba llanto.

¿Llanto de Norian?

Era imposible...

Pero después el sonido se repitió, y como la curiosidad ya era mucha, la chica gateó sobre la cama para asomar la cabeza hacia el piso. Así pudo ver que su compañero pelirrojo se revolvía con incomodidad sobre la colchoneta, con las manos aferradas a las cobijas, el rosto comprimido en una mueca de molestia y los labios trémulos.

Lo más probable era que estuviese teniendo una pesadilla relacionada a lo que habían visto, y Lessa no lo juzgaba, no cuando ella muy bien sabía que todo lo presenciado había sido más que caliginoso. Por eso una chispa de compasión se encendió a mitad de su pecho, misma que la hizo sentarse en el piso junto a él para intentar tranquilizarlo.

Al poner las manos encima de su torso se dio cuenta de lo tenso que estaba, y si bien su intención con ese contacto había sido darle una caricia consoladora, lo único que consiguió fue que endureciera los músculos. Bien. Entonces debía probar algo diferente.

—Norian... —musitó con delicadeza, casi la primera vez que pronunciaba su nombre de esa forma. Esperaba que aquello fuese útil—, tranquilo.

A medida que decía frases manidas para disminuirle la tensión, iba acercando la mano a su cabello para darle una caricia. Sabía que hacer algo como eso era peligroso, pues el joven incluso había reaccionado de forma sorpresiva ante algo tan simple como un abrazo, pero Lessa no podía dormir haciéndose la indiferente. Hent aún no conseguía extinguir su espíritu compasivo.

Por fortuna, al sentir la mano de Lessa en su cabello, Norian no reaccionó mal. Se quedó quieto mientras la rapidez de su respiración disminuía. Por eso Lessa se tomó la libertad de extender el territorio del mimo para, con el mayor disimulo posible, apartarle los mechones de la cara y apreciar su expresión por completo.

Su semblante ya no estaba estresado, pero tras un diminuto periodo de tiempo, sus labios se curvaron hacia abajo otra vez, como si una nube oscura acabase de interrumpirle la paz recién adquirida.

Por un momento Lessa pensó que era su culpa e hizo el amague de irse, pero antes de pudiera concretar la acción, Norian se le aferró a las piernas, que estaban dobladas cerca de él, usándolas como apoyo para impulsarse hacia arriba y rodear la cintura de la joven en un abrazo extrañamente efusivo.

—¿N-Norian...?

Medio dormido, de movimientos torpes y farfullando sinsentidos entre bostezos letárgicos, Norian usó el peso de su cuerpo para aprisionarla y hacerla caer contra el colchón, con lo que después se puso encima de ella mientras le hundía el rostro en el cuello y terminaba de abrazarla.

Lessa... se paralizó.

La única vez en la que habían estado en una pose parecida había sido durante el torneo, cuando él se abalanzó sobre ella en forma de ataque. Pero ahora era una situación del todo distinta: ese chico brusco, orgulloso y malhumorado no se le había ido encima para dañarla, sino para envolverla en sus brazos que de un momento a otro se habían vueltos gráciles y cuidadosos, como si Lessa fuese una muñeca de papel que podía romperse hasta con el más mínimo movimiento.

Y por eso Norian estaba siendo tan delicado...

Jamás pensó que ese adjetivo fuese compatible con su personalidad, y sin embargo ahí estaba él, abrazándola con tanta dulzura que Lessa no pudo evitar que el pecho se le calentase por lo tierno que era. La respiración del chico le caía directo en el cuello, tibia y constante, mientras que sus brazos aumentaban la intensidad del agarre, no tornándose bruscos, sino protectores.

Poco a poco el calor en el pecho de Lessa escaló como una araña y empezó a regarse por el resto de su anatomía. Los brazos. El cuello. El rostro. Sentía la cara tan caliente que estaba segura de que un tono rosáceo le había dominado las mejillas, mucho más al darse cuenta de que le faltaba el aliento por dos razones: el peso de Norian y los nervios que le causaba su cercanía.

¿Nervios? ¿Nerviosa? ¿Por qué estaba nerviosa? Era una soldado entrenada para enfrentarse a criaturas temibles en misiones hasta de modalidad diez, ¿por qué algo tan simple como un abrazo hacía flaquear sus defensas? ¿Por qué de pronto hacía más calor? Estaba tan hundida en sus pensamientos que no pudo procesar lo que pasó después.

Norian le dio beso en la mejilla.

Ahí el pálpito de Lessa se descontroló, como una alerta de emergencia dañada incapaz de dar buenas órdenes al resto de órganos en su cuerpo. Por eso los pulmones le fallaban. Por eso estaba sudando más de lo normal. Por eso la sangre se le acumuló en el rostro hasta coloreárselo de tonos rojizos semejantes al cabello de Norian. Nunca se había sentido tan imposibilitada.

Quiso abrir la boca para pedir que se detuviera, pero la lengua le había perdido la conexión con el cerebro y por eso no pudo hacer otra cosa más que quedarse tiesa, víctima de esas emociones recién descubiertas que estaban a punto de engullirla en un universo desconocido. Porque para Lessa eso era nuevo. Larry la abrazaba y le besaba las mejillas casi siempre, pero no le hacía sentir nada igual a lo que experimentaba en ese momento. Norian estaba besándole el rostro de una forma más tierna, más apasionada, más dulce, como si estuviera harto de guardar ese cariño.

Y ahí Lessa descubrió que no era que no pudiese detenerlo: era que no quería.

Le gustaba sentirse como se estaba sintiendo, pero no sabía la razón. Era como si una brasa ardiente la despojase de sus ataduras para impulsarla a transformarse en quien quisiera ser, deshacerse de toda la falsedad para no seguir interpretando el papel de soldado perfecta que nunca había sido, ser libre de verdad, sentirse viva, hacer locuras, correr riesgos y desobedecer... ¿cuándo había olvidado lo bien que se sentía todo eso?

Por eso se rebeló contra su rol falso y dejó salir a la Lessa arriesgada, esa que quería comerse al mundo en un día sin revisar las consecuencias. Esa que era feliz hasta con lo más simple. Todas esas sensaciones estallando en su interior la hicieron sonreír, y en un impulso no común en ella abrazó al somnoliento muchacho para que no se alejara.

Por primera vez en mucho tiempo las reglas le valían poco.

—Norian...

—Farren...

Pero ahí Lessa se crispó, analizando la respuesta que el chico había dicho entre murmullos. Farren. Farren no era su nombre. Los abrazos... los abrazos no eran para ella...

«Estúpida Lessa. Estúpida» se condenó por haber correspondido a sus gestos. Porque era obvio. Norian la odiaba hasta más no poder, y encima estaba medio dormido, ¿cómo de un momento a otro la iba a mimar de esa forma? Era inconcebible, así que toda la adrenalina y libertad que había sentido se transformaron en vergüenza y autodesprecio. Había sido una estupidez buscar refugio entre unos brazos que obviamente no la apreciaban. No... Norian no era su escudo, solo un aliado pasajero.

Nada más. Nada más. Nada más.

«Cada vez que te dejas llevar metes la pata, por eso me necesitas...» regañó el hechizo guía, haciendo que la tímida Lessa asintiese, avergonzada. Tenía que huir de esa posición comprometedora antes de que Norian abriese los ojos. Se revolvió como pudo debajo de él para buscar una salida, pero lo único que consiguió fue desesperarse más. ¡Tenía que salir!

—F-Fa... —Norian bostezó—. ¿Farren?

—A-ah, yo, yo...

Pero ya era demasiado tarde. El chico había abierto los ojos perezosamente para distinguirla, y sólo bastaron unos segundos para que los terminase de abrir con estupor y que se le tensara el cuerpo. Estaba pálido.

—Y-yo, yo no quise... —trató de decir Lessa, pero el muchacho, de rostro asqueado y lleno de perturbación, salió corriendo fuera de la alcoba antes de siquiera dejarla terminar.

Ahora... ella estaba sola. Sola con su vergüenza y con ganas de arrancarse la piel. ¡Por Gneis misma! ¡Había sido una completa imbécil! Por eso no podía sacar su lado espontáneo de nuevo, siempre que lo hacía terminaba equivocándose de la peor manera. Su verdadera personalidad era un desastre y volver a mostrarla era contraproducente, en cambio, la fachada construida por Hent era perfecta. Resguardarse detrás de ella era la única forma de no volver a equivocarse así.

Y no podía meter la pata. No. No podía. No podía meter la pata. No. No podía... ¡No podía volver a hacerlo! Su corazón no iba a aguantar otro golpe tan brusco contra la realidad.

El primero, su asesinato. Y el segundo, un rechazo.

Prefería esconder su lado frágil de esa realidad tan horrible. Prefería esconder su adicción a la adrenalina en un lugar donde nadie pudiese verla. Prefería asesinar todo aquello que había sido.

Y aun así, aun así, ¿por qué el corazón no paraba de latirle? De verdad se sentía al borde del desmayo...

—Farren era su antigua novia. —La voz de Tara le interrumpió el soliloquio mental, así que lo primero que Lessa hizo fue levantar la cabeza para ver su cama. Estaba despierta—. Pero Terrance me dijo que murió.

—T-Tara. —Lessa estaba tan nerviosa que no conseguía las palabras correctas para expresarse—. ¿Desde cuándo estás...?

—Desde hace un rato. —La niña se sentó en la cama para mirar mejor a su interlocutora, quien permanecía ruborizada y con vergüenza brillándole en los ojos. Incluso se había empezado a formar una capa de hielo fina a su alrededor—. ¿Estás bien?

—Bueno...

—Te pareces un poco a ella.

—¿Q-qué? —Lessa hizo una pausa para dar un respiro, casi asfixiada.

—A ella, a Farren. —La niña se rascó el cabello—. Terrance me decía que era alegre y dulce. Te pareces a ella.

El rubor de Lessa aumentó.

—¿Te puedo hacer una pregunta? —inquirió niña, a lo que Lessa afirmó con un gesto vago—. ¿Sientes algo por mi hermano?

—No, no, no, no, no. —Lessa negó con la cabeza mientras hacía ademanes presurosos con las manos. Incluso se le escapó una risita nerviosa en el proceso—. Yo... yo no siento nada por él, obviamente no, Tara —jadeó con vergüenza—. Lo que viste solo fue un accidente, él estaba dormido y...

—Tú despierta.

—A-ah, sí, pero...

—No hiciste nada para detenerlo.

—No, es que...

—Te vi sonreír. —La niña sonrió, no con malicia, sino con algo semejante a la ternura—. Fue lindo.

—Y-ya basta, ¿quieres? —suplicó, escondiéndose el rostro detrás de las manos mientas alzaba los hombros con agonía. Deseaba borrar lo que había sucedido—. Y olvida lo que pasó, por favor... no quiero hablar del tema.

—¿Quieres un jugo?

Al Lessa asentir la niña se bajó de la cama para buscar lo que le había ofrecido, y luego de encontrarlo caminó hasta ella para extendérselo. La arquera lo recibió con letargo, sin prestar atención al hecho de que Tara acababa de sentarse frente a ella.

Solo abrió el jugo y le dio una buena sorbida. Era de naranja.

—Mojé a Norian con un jugo así el día del torneo —contó la menor, semisonriente—. Desde ese día es el caballero vitamina C.

Lessa sonrió entre su nostalgia, un poco menos incómoda. A lo mejor hablar con aquella niña le sirviese para detener sus penas irracionales.

—Él es dulce —prosiguió la niña, jugando con sus pulgares—. Y sé que te aprecia de alguna forma, sólo que... le cuesta expresarlo.

—Mm.

—La muerte de Farren lo cambió mucho. —Juntó las cejas con pesar—. Y Terrance me pidió que no hablara del tema frente a él.

—¿De verdad...? ¿De verdad me parezco a esa chica?

—Por lo poco que recuerdo, sí. Ella lo hacía sonreír mucho, pero ahora solo lo hace cuando está conmigo. No se relaciona con más gente desde entonces. —Hizo una pausa—. Por eso le pido que me compre cosas, tal vez así haga un amigo. —Ahí sonrió con dulzura infantil. Tenía un brillo muy lindo en la mirada—. Pero siempre vuelve solo.

Lessa no supo qué decir.

—Creo que es porque todos aquí le tienen miedo, pero tú no. —Tara le tocó el brazo—. Tú le hiciste frente. Eres fuerte.

—A-ah, gracias...

—Quizá tú puedas ser su amiga. —La vellana la miró con ojitos lánguidos, pero luego de un rato sonrió con aire pícaro—. O algo más.

Lessa volvió a ruborizarse por la frustración, negando con la cabeza, y como no quería seguir profundizando en sentimientos amorosos inexistentes, se levantó para buscar a Norian y hablar, no sin antes pedirle a Tara que se fuese a dormir. La tarea se le hizo difícil por la resistencia y vivacidad de la menor, pero tras decirle que si dormía suficiente se iba a volver grande y poderosa como ella, la niña dejó de rechistar para irse a dormir.

—Buenas noches, Tara —le susurró, dándole un beso en la frente mientras le acariciaba la carita—. Arreglaré las cosas con tu hermano.

El asentimiento de la niña hizo que Lessa pudiera salir del cuarto en busca del susodicho guerrero.

Pero al oír el sonido de la puerta cerrándose, Tara volvió a abrir sus traviesos ojos, y tras asegurarse de que nadie pudiese escucharla, se escabulló fuera de la alcoba para seguir a la arquera. No podía perderse el chisme.

Tap. Tap. Tap. Tap.

Los pisotones histéricos de Norian eran lo único que ponía musicalidad por los pasillos, haciendo eco varias veces hasta terminar de enloquecerlo.

Luego de haber escapado despavorido de la habitación, no había tenido de otra más que correr de un lado a otro para drenar el estrés. Pero lo único que pudo lograr fue que la desesperación se volviese insufrible.

Por eso ahora permanecía en el piso, arrebujado dentro del pequeño espacio que dejaba el zigzag de las paredes, esperando que a nadie se le ocurriera salir de su cuarto. Porque de ser así lo encontrarían de mal humor, y Norian no se hacía responsable de lo que fuese capaz de hacer o decir estando en ese tipo de ánimos.

Aunque de todas formas sería muy estúpido acercársele, porque el vellano no solo zapateaba sin parar, sino que también se mordía la uña del pulgar izquierdo mientras, desprendiendo volutas de humo bailarinas, el cabello le empezaba a arder con la misma intensidad de siempre. Debido a la mezcla entre su gente y las personas conquistadas de otros reinos, esa era una característica que muy pocos vellanos conservaban, pero que Norian tenía la desgracia de poseer. Porque así todos podían saber cómo se sentía con solo mirarle el cabello, y en ese mismo instante estaba a punto de estallar por todo lo que acababa de ocurrir.

Soñar con Farren era muy común en él, sobre todo cuando se iba a dormir luego de haber visto algo que le recordarse a ella, pero eso no era lo que lo ponía mal. No. Lo que le alteraba los nervios era lo que había estado haciendo con Lessa. Sabía que lo había hecho por haberla confundido con Farren, al fin y al cabo había estado dormido y soñando con ella, pero lo que no podía concebir era haberle dado besos y abrazos a... su rival del torneo.

Estaba asqueado.

Pensar en eso solo lo hizo perder ante el impulso de taparse la boca, aterrorizado por las probabilidades de haber llegado a más. ¿Por qué Lessa no lo había detenido? Antes habían tenido contacto, como el abrazo de la biblioteca, pero era ella la que lo empezaba. Él nunca había estado dispuesto a iniciar un contacto tan cercano como ese, y ahora que lo había hecho, a pesar de que hubiese sido una equivocación, sintió que traicionaba la memoria de Farren y a sí mismo.

¿Por qué? Porque eso, junto con la hipótesis que había formulado cuando estaban en la biblioteca, sumado a lo que había oído decir a la supuesta Gneis en los cristales expositivos, terminaba de empeorar la situación. Solo había que analizar bien las cosas para darse cuenta: la reina Meredith y el príncipe Vann habían estado juntos, "enamorados"; pero su familia los había mandado a asesinar para ocultar todo, y al final un ser cuya veracidad aún le parecía dudosa había aparecido para entonar la peor sentencia:

«La unión que ustedes negaron se repetirá más fuerte que nunca».

Maldición.

No.

No.

Eso no iba a pasar. No iba a enamorarse de Lessa, era imposible. Porque, es decir, solo eran rivales que se habían unido bajo un objetivo común, ¿qué clase de relación podía salir de ahí? Ninguna, porque a pesar de la ligera empatía que había empezado a sentir por ella, estaba dispuesto a todo para que la profecía de la "diosa" no llegara a cumplirse. Él no iba a enamorarse de lo que había jurado destruir.

—Norian...

«La odias, recuérdalo» repitió en su cabeza, sacudiéndola a los lados para despejarse. Su mayor deseo era recordar al día en que acaban de conocerse para acumularle más odio, pero en vez de eso, las únicas memorias de ella que su cerebro evocó fueron las de su abrazo en la biblioteca, la lucha con el wendigo, y la de esa misma tarde, cuando lo había llevado con el muchacho de nombre Larry para que les hicieran una cura.

—¿N-Norian?

Había suplicado por él...

«Pero aun así debo odiarla» volvió a reflexionar, restándole importancia a que aquella orden no fuera compatible con sus bonitas memorias. Sí. Bonitas memorias. ¡Maldición! ¿Por qué la odiaba cada vez menos? Estúpidos argeneanos manipula corazones. Estúpida bruja que lo había alentado a dar el primer paso en su alianza. Estúpida Lessa dulce. Estúpida Lessa brusca. Estúpido Terrance. ¡Estúpidos todos!

—¡Norian!

—¡¿Qué?!

Al darse cuenta de que su tono de voz podía haber despertado gente, el pelirrojo se tapó la boca, encogido de hombros y viendo cómo una tímida Lessa se le acercaba con pasitos cortos. Tenía los ojos clavados en el piso mientras jugueteaba con sus dedos, como si no supiera cómo interactuar con él luego de lo sucedido. Y Norian no la culpaba, él se sentía igual de incómodo.

—¿Qué quieres? —espetó malhumorado, pero sin la fuerza suficiente para seguir viéndola. Prefería esconder su semblante avergonzado dentro de la oscuridad del pasillo—. ¿A qué vinis...?

—Vine a arreglar las cosas. —Por el aumento de volumen Norian supuso que se le había acercado—. Lo que pasó allá, Norian, si no quieres que le diga a nadie, no voy a...

—Perfecto. No viste nada. Nadie vio nada. ¿Te puedes ir?

—¿Por qué tienes que ponerte así?

—¿Así cómo? —Él la miró, bufando.

—¡Así! —Lo señaló con tono despectivo, nada bueno en una discusión contra Norian—. ¿Sabías que tu hermana se preocupa por ti y lo solo que estás? Hasta sentí pena de que no tuvieses amigos, por eso vine aquí para tratar de acercarme. ¡Pero luego tú vienes y me reprochas cuando solo intento ser buena contigo!

Al escuchar eso el vellano hizo el amague de gritar, pero Lessa tenía razón, ella únicamente trataba de acercarse para arreglar las cosas y él, como era costumbre suya, la atacaba con gritos para ver si eso podía hacerla huir. Pero ella no era igual a las otras personas con las que interactuaba. Ella tenía ese valor férreo para enfrentársele y hacerlo sentir mal consigo mismo.

Por eso se resignó a gruñir, apretujándose más contra la esquina mientras apartaba la cabeza por dos razones: número uno, su orgullo implacable; y número dos, la vergüenza de mirar a la argeneana a los ojos luego del accidente en el cuarto. Aunque unido a eso también estaba su avidez por distanciarse un poco de ella. Haría lo que fuese por impedir la profecía de Gneis.

Por lo general, cuando Norian adoptaba ese tipo de posturas, todos en Vellania sabían que no acercársele no era bueno, y era valiéndose de eso que el chico vivía su día a día libre de conversaciones con extraños. Libre de amigos. Libre de enemigos. Ni amado ni odiado entre la multitud.

Pero a diferencia de todos ellos, lo que Lessa hizo fue sentarse a un lado de él y apretar la cabeza contra su hombro varias veces, como una niña buscando atención.

«Eres imposible...» pensó Norian, que al darse cuenta de que la argeneana no se rendiría, empuñó las manos, endureciendo los músculos también. Luego dejó ir un gruñido grave como forma de advertencia, pero la chica, en vez de sentirse intimidada, aumentó el ritmo con el que chocaba la cabeza contra el hombro de Norian.

«La ignoraré» se obligó a pensar, pero los cabezazos en el hombro eran tan constantes que no se podía concentrar en otra cosa que no fuera eso. «Bam. Bam. Bam» era el sonido que hacían al chocar, con cadencia desquiciante y fuerza que arreciaba a la par del fastidio dentro de Norian. ¿Acaso no pensaba detenerse? ¿Por qué no le tenía miedo como los otros? Estaba tan abrumado por la situación que incluso quiso arremeter contra ella para alejarla, pero las manos se le detuvieron en el acto, desobedientes a sus peticiones. Era incapaz de hacerle daño.

—No voy a irme hasta que hablemos, si es lo que te preguntas.

—Bah —gruñó Norian, empuñando las manos alrededor de su pantalón—. ¿Qué ganas con eso?

—Arreglar las cosas.

Él juntó las cejas, cansado e impotente. Había empezado a sentir pesadez en el pecho.

—Me preguntaste la razón de mi comportamiento —empezó a decir, mirando el extenso pasillo y los cuadrados de luz que, provenientes de la ventana, aterrizaban en el piso como una pintura brillante—. Pero yo tengo la misma duda, Lessa. —La miró—. ¿Por qué eres así?

—¿A... así?

—Sí, así. —Volvió a su postura original—. Siempre estás sonriendo, siendo buena conmigo, ayudando. Y haces que me sienta mal, porque... porque... —Ahí hundió el rostro entre sus rodillas, avergonzado por lo que iba a decir. Pero explotó sin poder evitarlo—. Porque me gusta descargar mi odio con todo el mundo, ¿bien? Porque muchos son mezquinos, malos, crueles. Pero tú no eres así, y por eso haces que me sienta mal. Me cuestionas de una manera que me deja sin palabras, y yo... yo, maldición, no sé cómo lidiar contigo, ¿de acuerdo? —Hizo una pausa para gruñir—. Me pones nervioso cuando te acercas así a preguntarme cosas, porque, ¿qué se supone que te diga? Pasé tanto tiempo...

Ahí Norian calló, negándose a continuar su penoso monólogo sentimentalista. Ni siquiera se reconocía a sí mismo como autor de tales confesiones, y sin embargo era él, el mismo Norian Archer brusco de siempre, pero que esta vez se sinceraba en compañía de quien menos hubiese pensado.

Una argeneana.

«Pasé tanto tiempo huyendo de las preguntas personales, que ya no sé ni qué siento» terminó de decir en su cabeza, apretándosela entre las rodillas como si de esa forma pudiera librarse del malestar. Pero era imposible, porque su vergüenza ahora no solo se debía al accidente en el cuarto, sino también a las cosas que acababa de decir.

Estaba regresando el Norian de hace cinco años... el que se sentía pequeño, desprotegido ante el mundo y con miedo de todo aquel que se le acercara. Ese Norian que con cada paso se sentía al borde del abismo, a punto de hundirse en una caída de infinitos metros de profundidad. Sí. Podía sentirlo. La estabilidad que a duras lo había mantenido firme durante unos años estaba terminando de romperse, y cada pedazo caído dejaba a Norian con menos espacio para estar de pie.

«¡No quiero caer! ¡Por favor!» gritó en sus pensamientos, pero uno a uno los trozos de su firmeza se quebraron hasta que el piso bajo sus pies no fue más que una superficie con grietas, suspendida en la nada misma.

Y cayó al vacío.

Pero Lessa lo tomó de la mano.

—Estoy aquí —le susurró, sacándolo del abismo para abrazarlo con fuerza, ante lo que Norian no tuvo voluntad para negarse.

Se sentía tan débil...

Se dejó se dejó envolver con el sosiego propio de un niño adormilado, sintiendo cómo las manos anteriormente gélidas de la argeneana le recorrían el torso. Norian sabía que de seguro a la mañana siguiente se iba a arrepentir por haberse comportado de una forma tan patética, pero en ese momento estaba cansado. Luego de soltar un gruñido impotente y arrugar el rostro, recostó la cabeza en el hombro de la chica.

Quedaron en silencio.

A su alrededor, la brisa cálida de la noche y el resplandor de la luna blanquecina se fusionaban hasta formar un espectáculo de sensaciones, colmado de brillo, calor reconfortante y los suaves meneos de algunos árboles cercanos. A su vez, y manteniendo su habitual arrogancia, las estrellas competían por ver quién era la más resplandeciente a través de su palpitar ansioso como el latido de un corazón inquieto, acompañadas de las coloraciones purpúreas y negras en degrade del panorama nocturno.

Esos eran los colores protagonistas de las alturas, pero más abajo podía verse el bosque que servía de barrera para ambos reinos, transformado en no más que un tumulto ennegrecido que a simple vista se asemejaba a una enorme bestia durmiente, siempre ahí, lejana, respirando, eternamente estática y llena de secretos. La vibrante presencia de todas las criaturas que allí habitaban era lo que le hacía parecer tan vivo.

Tan mágico.

Pero inconsciente de su entorno, Norian se mantenía cabizbajo, temeroso de lo que pudiese sentir al alzar la vista. Porque la única persona que había llegado a consolarlo con tanta entrega había sido Farren, y estando entre brazos que no eran los suyos, de nuevo se sentía como un traidor depravado.

«A ella le hubiese gustado que la superaras...» recordó el consejo de Terrance, que le rebanó el cerebro cual rayo en plena tempestad. No podía abandonar la memoria de un ser amado así como así.

—¿Te sientes mejor? —habló Lessa de pronto.

—Creo que sí. —Apartó la vista, haciendo una mueca nerviosa—. Gracias, por el abrazo y eso.

Ella asintió, acomodándose a un lado de él para mirar la extensión del pasillo. Pese a la oscuridad del fondo, era fácil distinguir lo largo que era.

Aprovechando que la chica se había quedado en esa posición, Norian se levantó del piso para irse de puntitas hasta su cuarto. No quería que nadie del reino se despertara de pronto y los viera, como tampoco quería seguir ahí con Lessa luego de todo lo vivido. El mejor plan era irse de una vez y olvidarse de esa noche.

—Norian...

El pelirrojo maldijo, volteando a ver a la chica.

—¿Qué pasa? —refutó con tono extrañamente suave.

—No soy perfecta como tú crees.

El pelirrojo detuvo su andar, extrañado. Pero antes de poder responderle la chica habló otra vez:

—Realmente soy un desastre, tampoco tengo muchos amigos. He hecho cosas malas y...

—¿Tú? ¿cosas malas?

—Es verdad. —La argeneana bajó la cabeza, y desde el punto de vista del chico, se veía muy rara sin una sonrisa—. He hecho cosas muy malas y por eso... por eso sigo tanto las reglas. Porque no quiero volver a equivocarme. Le tengo miedo a ese fracaso. —Se hizo bolita contra la pared, temblorosa—. T-tengo miedo de fallar y volver a sentirme miserable. No quiero herir a nadie otra vez, no como lo hice hace tiempo. —Lo miró. Tenía los ojos fúnebres y al parecer llenos de lágrimas—. Y si yo te hago sentir culpable, tú a mí también. Por eso me disculpo tanto contigo.

—Pero, Lessa, no me debes na...

—¡No lo entiendes! —lo cortó, al mismo tiempo en que se levantaba para encararlo. La luz detrás de su silueta le otorgaba un matiz fantasioso—. No sabes... no sabes cómo se siente que te digan basura, ¡que no sirves para nada! ¡que tú única misión es luchar...! Y que no puedas hacerlo bien. Que no sirves para lo único que existes. —Se volteó para quedar frente a la ventana, escondiendo el llanto de la mirada curiosa de Norian—. Quería irme de ese sitio y ser libre de cualquier forma... ser impulsiva, s-ser salvaje para demostrar que esas reglas no me representaban. P-pero la verdad solo quería que alguien me comprendiera, ¿sabes? —Soltó una amarga risita—. Entonces cometí un error por el que hoy en día sigo sufriendo, y me prometí no volver a ser esa persona que lastima a otros.

Ahí se volteó para verlo.

—Y ahora tú dices que hasta así te lastimo.

—Lessa...

—Simplemente no sé qué hacer. —Se cubrió el rostro, y muy en su interior, la rabia contra sí misma por haberse permitido llorar ardía con potencia flamante—. Quiero estar bien con todo el mundo. Quiero que me aprecien. Quiero que... quiero que me perdonen porque si no, Norian, porque si no —dijo y se sorbió la nariz—, no sé para qué estoy viviendo...

Después de su confesión Norian no dijo ni una palabra, y al pensar que se había equivocado por decir esas cosas, Lessa se hincó en el pasillo a llorar, por primera vez en cinco años deshaciéndose en lágrimas tal y como había prometido no volver a hacer. Porque era inestable. Porque era una inútil. Una basura reemplazable que debía seguir normas para no volverse a equivocar y ser perfecta. Pero ella era todo menos eso, y sin darse cuenta, no solo había asesinado a una chica vellana hace cinco años, sino también a sí misma.

Su espíritu, sus sueños, sus vivencias. Todo eso había sido sepultado bajo una sonrisa falsa que ahora, con las lágrimas que tanto quería ocultar, se borraba poco a poco hasta abrirle paso a su verdadero ser: un fantasma vacío, desesperado, que como estaba hambriento de autoestima, se esforzaba en cumplir las expectativas de todos para emborracharse con sus halagos vacíos.

A todos les mendigaba el amor que ella misma no podía darse, porque una soldado tan simplona y emocional... ¿qué importancia tenía en batalla? Era inútil, y nadie quería a los inútiles. Por eso se había construido un papel falso que interpretaba felizmente... hasta que Norian llegó y la hizo sentir culpable otra vez.

¿Nunca podría ser suficiente para las personas? ¿Tendría que crear un nuevo papel? Estaba harta de la actuación, pero no quería volver a lastimar a alguien. Quizá por eso prefería lastimarse a sí misma.

Había sido un completo error confesar esas cosas...

—S-solo ignórame, ¿quieres? —dijo mientras se secaba las lágrimas, soltando una risita nerviosa para aliviar la tensión—. Sé que fue estúpido y que mis problemas no te importan, a-así que, si no te molesta, quiero que olvides esto. —Sonrió temblorosamente—. Quiero que sigamos con el plan sin...

Él la abrazó.

—¿N-Norian?

—No sé consolar personas, así que esto es lo máximo que puedo hacer —farfulló contra el cuello de la chica, apretándola entre sus brazos mientras le acariciaba la espalda en círculos. ¿Lo estaba haciendo bien? Él no tenía ni la menor idea, pero si la dejaba sola, iba a sentirse culpable. Ese se abrazo era una forma de saldar su deuda.

O al menos de eso trataba de convencerse.

Por su parte, Lessa lo único que podía sentir era el incremento de sus ganas de llorar. La barrera en sus ojos se había disipado por completo, dejando el camino libre para que las lágrimas le inundaran las mejillas. Saber que Norian la abrazaba lo hacía todo más real, la hacía consciente de que sí estaba llorando frente a él y que le había confesado sus miedos.

Sintiéndose patética, gimoteó, en busca de detener el llanto, pero sus emociones la traicionaron de nuevo y se sintió más débil que nunca. Las piernas le temblaron a tal nivel que tuvo que aferrarse al camisón de Norian para no caerse. En respuesta, él la apretó más fuerte, tomándose la libertad de recorrer su espalda y cabeza con caricias.

—N-Norian.

—Estoy aquí.

Lessa lloró más fuerte, y así estuvo hasta tener la fuerza de voluntad para frenar semejante manifestación de flaqueza. Era estúpido. No podía andar de blandengue cuando sobre sus hombros reposaban responsabilidades tan grandes. Aunque se le hizo difícil, empezó a separarse del cuerpo cálido del guerrero.

—¿Te sientes mejor? —dijo él de pronto, y cuando se le separó del cuello, Lessa vio que su rostro estaba serio, casi preocupado. No había ni un ápice de burla o desprecio—. ¿Lessa?

—Sí, estoy bien. —Apartó la vista mientras se secaba las lágrimas—. Gracias...

Pero Norian no se conformó con esa respuesta, y al tener la oportunidad, tomó el rostro de la chica entre sus dedos para hacerla mirarlo a los ojos. La humedad en la mirada de la chica hacía que los ojos se le vieran más brillantes que de costumbre. Asimismo, sus mejillas estaban rojas por el llanto, y algunos de sus mechones de cabello húmedos y pegados contra sus facciones.

No supo por qué, pero se le hizo horrible verla así.

Bajo el escudriño del vellano, Lessa se encogió en sí misma, incómoda, y para cuando quiso deshacer el contacto visual, Norian había subido su pulgar para secarle las lágrimas y apartarle el cabello de la cara. Lessa se encogió aun más en su sitio, sin poder evitar que el corazón se le acelerase de los nervios. ¿Por qué la miraba tanto?

—Norian.

—Lo siento. —El chico alzó las manos de golpe, al parecer incómodo. Poco después de apartar la vista, tensó la boca—. Es... no sé. Olvídalo. Olvidemos que esto pasó, ¿podemos?

Lessa asintió.

Norian repitió el gesto, y por muy raro que sonase, su cuerpo ya no tenía esa aura enojona alrededor. Se veía simple, cansado y medio perdido. Náufrago en el mar de sensaciones en el que Lessa también acababa de perderse.

—Gracias —se le ocurrió decir—. "Por el abrazo y eso".

Norian soltó una risa, pero lo lindo que se vio no fue lo que hizo que Lessa alzara la cabeza de golpe. Esa reacción suya fue causada al ver que, a unos metros de distancia, cierta niña de ojos cafés y cabello rojo los observaba mientras hacía corazones con las manos.

La argeneana negó con la cabeza y agrandó los ojos como forma de regaño para decirle que regresara a la habitación en silencio. Al principio la niña hizo un bailecito burlón, aún contemplando la escena, pero después de que la argeneana pusiera cara suplicante, se fue al cuarto con el sigilo de un espía.

—¿Qué miras ahí?

—Nada. —Lessa dio un paso atrás para poner distancia entre sus cuerpos anteriormente juntos. De inmediato su corazón inició una oleada de latidos intensos, como si quisiera un poco más de sus atenciones. Se estremeció—. Vamos... ¿vamos a dormir ya?

—Sí. —Norian se dio la vuelta para caminar al cuarto, pero sin romper el contacto visual—. Así que, ehm... Buenas noches, Lessa.

—Buenas noches... —alcanzó a susurrar ella, para después seguirlo con pasos torpes. Al parecer no iban a hablarse de nuevo en lo que quedaba de noche, pero eso no impidió que una sonrisa medio embobada se dibujase en los labios de la arquera.

Contrario a todo pronóstico, no había recibido su primer flechazo en un campo de batalla, sino ahí: en la tenue oscuridad de un pasillo, en los brazos de un vellano, y directo al corazón.

El cuerpo de Lessa se mantenía estático y silencioso entre las chispas de candela, observando a lo lejos al causante de aquel caos.

—Creo que la vas a necesitar —oyó la voz de un hombre, quien antes de desaparecer entre una nube de humo, le dio la espada que ahora aguardaba entre sus manos por un poco de acción.

Los ojos de la chica ya no brillaban con fulgor dubitativo, y su rostro tampoco reflejaba el desespero de quien es atormentado por un aluvión de dudas. No. Por el contrario, estaba dispuesta a hacer lo que tuviese que hacer para darle protección a lo que realmente amaba. Por eso desenvainó la espada y emprendió la búsqueda del causante del incendio.

—¡Lessa!

Antes de poder descubrir cuál sería el desenlace de su sueño, un peso brutal que le cayó sobre el estómago la hizo abrir los ojos con brusquedad, al mismo tiempo en que expulsaba aire por la boca con un sonido similar al de un quejido ahogado.

Todo había sucedido tan de repente que los ojos le ardieron por la intensidad de la luz mañanera vellana. Como primer impulso, además de toser por la falta de aire, se cubrió el rostro para protegerse la vista, luchando por deshacer ese peso repentino que ahora le brincoteaba sobre el abdomen como si fuera patio de juegos.

—Despierta —oyó la voz de Tara, y en unos segundos más la niña ya le había descubierto el rostro a la guerrera. Lessa parpadeó dos veces para distinguir que era ella la que se le había tirado encima—. Quería esperar un poco más, pero... ¡Es que me emocioné! —Brincó para aterrizar a un lado de Lessa y liberarle el abdomen. Había en sus ojos un brillo de curiosidad para nada reconfortante—. No podía esperar para este momento, dime, dime, ¿qué hiciste anoche con mi hermano? ¿ustedes se...?

—Por Gneis... —suspiró la guerrera, sobándose la sien mientras normalizaba la respiración. Era incapaz de comprender cómo un ser tan pequeño podía contar con tanta energía—. ¿No tienes sueño ni nada? —Bostezó—. ¿Qué hora es?

—No sé. Muy temprano. —Dio otro salto para agarrar una caja de jugo. Luego miró a Lessa con ojitos suplicantes—. ¿Ya aceptaste que Norian sí te gusta?

—¡Por Gneis!

Tras decir eso en voz tan alta, se cubrió la boca, deseando que Norian no se hubiese despertado.

Al parecer todo seguía en orden.

Habiendo suspirado como forma de alivio, la guerrera le dedicó una mirada fulminante a la menor.

—Tu hermano y yo solo somos aliados. Nos unimos para algo importante y no... —Un anhelo reprimido dominó los ojos Lessa mientras miraba al durmiente Norian—. No seremos nada más.

—Pero quieres. —Pese a que hubiese sido una afirmación, Lessa lo tomó como pregunta.

—No.

—¿No qué?

—No lo sé, ¿de acuerdo? —La argeneana juntó las cejas con pesar, sin percatarse del tono rojizo en sus mejillas—. Norian no me cae tan mal ahora, es todo. Es un poco lindo.

—¡Aaaaaawwww!

—¡No me refería a ese lindo! —Lessa la empujó—. Quería decir lindo de agradable, de amable. Eso. Ya. Basta. ¡No me mires con esa cara!

La niña se pavoneó, de carita maliciosa, al tiempo en que picaba los cachetes rojizos de la arquera con picardía y emoción. Lessa hacía su mayor esfuerzo por ser paciente e ignorarla, pero como la menor había sido bendecida con una perseverancia inquebrantable, unos cuantos segundos de insistencia suya bastaron para que la argeneana se llevase las manos al rostro y escondiera la vergüenza.

—Si te sirve de incentivo, Norian solo me abraza a mí. —La voz de Tara se puso seria, por lo que la mayor destapó el rostro para mirarla—. Nunca lo había visto abrazar a otra persona luego de lo de Farren...

«Esa chica de nuevo» pensó Lessa.

—Tampoco lo había oído expresarse tanto. —Tara sonrió—. Está empezando a confiar en ti.

—Mm —fue lo único que Lessa pudo decir, cambiando su sonrojo por incomodidad. El pálpito en el pecho se le había convertido en una canción de ritmo presuroso.

En otras circunstancias, la ventisca de emociones en las que se estaba perdiendo sería fácil de domar, pero esta era la primera vez en la que no solo sus emociones se descontrolaban, sino también sus pensamientos; como si ambos, corazón y cerebro, hubiesen hecho las paces para atormentarle la existencia. Pero no estaba lista para salir de su papel, como tampoco se sentía apta para aceptar las nuevas cosas que estaba sintiendo.

Un momento... ¿nuevas cosas?

No, ella no estaba sintiendo nada. Por nadie.

¿O sí?

Aquella pregunta formulada por sí misma la instó a buscar una respuesta, pero como estaba bajo los curiosos ojitos de Tara, no pudo hacer sino frustrarse.

Lessa podía ser buena pensando rápido en batallas duras contra enemigos gigantescos, pero en ese caso estaba enfrentándose a un rival desconocido, alguien que atacaba sin patrón y que con cada daño recibido la hacía sentir incómoda dentro de sí misma.

—Bueno, solo quería decirte eso —dijo Tara de pronto, a lo que la guerrera atinó a decir un débil «gracias» seguido de una pequeña petición: dejarla un rato a solas con el muchacho.

Tara estuvo a punto de reprochar hasta que vio la prisa en los ojos de la arquera, como si de verdad tener un momento en privado con Norian fuese de lo más importante y estuviese ansiosa por hablar con él. Supuso que era algo lógico basándose en que ambos estaban juntos para una misión, así que por primera vez, Tara Archer obedeció sin rechistar y se fue de la alcoba, no sin antes agarrar otra caja de jugo y sonreírle a la guerrera.

Lessa dejó que pasaran unos segundos antes de ponerse en pie, y como ahora la suspicacia era una de sus mejores habilidades si de esa niña se trataba, luego de pensárselo dos veces caminó hasta la puerta para asomarse y comprobar que Tara sí se hubiese ido. En efecto, la menor había seguido la orden al pie de la letra, ya que el corredor, bañado en una luz mañanera que le otorgaba matices oníricos, estaba completamente vacío y silencioso.

Ahora lo que le faltaba era despertar a Norian.

A una pequeña parte de Lessa le daba pesar interrumpirle el sueño, así que por un segundo consideró la idea de dejar que se despertara por voluntad propia. Pero lo que realmente pasaba era que estaba nerviosa por volver a hablar con él luego de lo que habían vivido la noche anterior, algo que, si bien habían acordado olvidar, Lessa seguía repitiendo en su mente una y otra vez por obligación de su cerebro embobado.

Norian abrazándola... se había sentido lindo, tanto, que el simple recuerdo de su roce la endulzó.

Pero como darle vueltas al asunto terminaría de distraerla, hizo acopio de su valentía para después, un poco más despejada, dignarse a despertar al guerrero vellano. Lo primero que hizo fue darle algunos piquetes, pero la única reacción del chico fue moverse a los lados en un desesperado intento por ahuyentarla. Por eso Lessa tuvo que optar por otra cosa.

«Lo siento» pensó, segundos antes de ponerle las manos frías justo en la espalda. En respuesta Norian lanzó un quejido de dolor ronco y malhumorado mientras el cabello se le encendía, pero estaba tan somnoliento que en vez de atacar a Lessa lo que hizo fue darle un manotazo al aire. El sentido de la vista le era casi nulo por el letargo en sus pestañeos.

—Buenos días.

—Agh —medio jadeó, sin poder evitar que la espalda se le contrajera por la incomodidad del frío. A su alrededor el cuarto estaba sumergido en tonalidades rojizas—. Espero que hayas tenido una buena razón para despertarme.

—No te hubiese atacado si no fuera algo importante.

—Lo vuelves a hacer y te mato.

Lessa sonrió, medio burlona.

—¿Un ataque básico bastó para derrotar a Norian Archer?

—Bah —gruñó él devuelta, sobre todo al ver la sonrisa victoriosa de la joven—. Ganaste esta vez, pero voy a vengarme. —Hizo una pausa para, bostezando, analizar la habitación—. ¿Y Tara?

—Le pedí que saliera, para, ya sabes —dijo Lessa jugueteando con los dedos— discutir lo que vimos en los cristales ayer. Por eso te desperté.

—Ah... eso —refutó vagamente, aún medio adormilado. Los mechones rojizos que se le atravesaban entre las facciones hicieron que Lessa lo considerase tierno, como un leoncito—. Bueno, no lo sé... vimos muchas cosas. Aún no puedo creer todas las mentiras.

—Yo tampoco. —Lessa apartó la mirada, jugando con el lazo alrededor del cuello de su camisa—. Ambas familias reales están muertas, y quedamos nosotros en el medio. Los elegidos...

—De Gneis —atinó a decir Norian. Su postura dejaba ver un profundo abatimiento—. Estoy casi seguro de que la que habló es ella. Lo que no entiendo es por qué lo esconden.

—¿Sería posible que...?

—¿Qué?

—¿... que Hent y Terrance sean los únicos conscientes de lo que pasó? Es decir, sí, muchos soldados llegaron a describir a Gneis, pero ninguno, o por lo menos en los registros que he visto, llegó a contar esa otra parte, lo de la profecía. —Lessa abría y cerraba las manos al hablar, mientras las palabras le huían de la boca con elocuencia—. Y eso me hace pensar que Hent y Terrance son los únicos que saben eso. Piensa. —Miró al chico—. Nadie más se vio tan preocupado como los entrenadores cuando tocamos el cristal al mismo tiempo. Entonces...

—Puede que tengas razón. —Con las manos en la barbilla, los ojos del muchacho emitieron el destello propio de quien descubre algo fascinante—. Todo el mundo parece seguir el curso natural de las cosas, excepto Hent y Terrance. Si es así, ahora ellos y... nosotros —dijo y abrió los brazos como si quisiera abarcar toda la alcoba, cuyas paredes empezaban a iluminarse por el ascenso del sol— somos los únicos que saben los secretos, pero aun así no sé qué hacer con eso.

—¿Qué tal divulgarlo?

—¿Para?

—¿No crees que los demás servidores, al enterarse de todo, expulsarían a Hent y a Terrance por haber ocultado tantas cosas?

Norian medio sonrió, aparentemente entusiasmado. Había una chispa de vivacidad brillando en sus ojos.

—Con que divulgar, eh. —La miró con una sonrisa entre sus mechones desordenados—. Aunque me cueste admitirlo, eres increíble planeando. Continúa.

Una cálida sonrisa decoró los labios de Lessa.

—Bueno, ya sabes, podríamos... —Jugueteó con sus dedos unos segundos—. Podríamos escoger un momento y lugar en donde haya mucha gente y proyectar el contenido de los cristales. Incluso podría pedirle a Larry que me ayude a ampliar el tamaño de la proyección, y así todos la verían. —Los ojos de Lessa centelleaban con cada frase, como si de verdad se sintiera a gusto con esa planeación. Y Norian lo sabía, sabía que ella disfrutaba hacer esas cosas, por eso decidió callar unos segundos para no interrumpirle el monólogo—. Luego de algo así, si es verdad que nadie más sabe, el pueblo se alzará contra ellos. Lo más probable es que los expulsen y... que todo quede en paz.

—Estaríamos resolviendo la amenaza con Terrance y Hent, sí, pero la profecía de Gneis sigue en pie. —Norian fijó la vista en la pared frente a él—. Las desgracias, las catástrofes, el caos. De todo eso estaban hablando ellos dos luego del accidente con el cristal de Lúmbarus. —Miró a su compañera—. ¿Crees que expulsando a los entrenadores se resuelva?

—No, no sé, pero... —La argeneana apretó los labios—. No podemos prepararnos para una catástrofe que ni siquiera conocemos. A Gneis no se le escucha bien. —Se sintió rara al pronunciar ese nombre con tanta naturalidad—. Solo sabemos que esa supuesta catástrofe nos involucra.

—Dijo «fieles destructores de su mundo...»

Luego de ese comentario, nadie habló. Los jóvenes se limitaron a hundirse en sus propias lagunas de pensamiento hasta que la ausencia de ruido se volvió más insoportable que seguir con el diálogo. El silencio siempre iba a ser una de las mejores torturas contra la mente estresada.

—No creo que nosotros... que nosotros vayamos a ser la causa de esa catástrofe. —Lessa tomó la palabra, más para convencerse a sí misma que para otra cosa.

—Gneis lo dijo —refutó su compañero—, y de palabras de nuestros entrenadores: somos los elegidos.

—¿Qué tal si se refiere a una destrucción metafórica? O sea. —Hizo una pausa—. Revelando la verdad, ¿no estaríamos siendo los destructores de la mentira que obligaron a creer a todos? La mentira con la que estructuraron nuestro mundo. En teoría, estaríamos destruyendo ese mundo. El falso.

Norian se relamió los labios, pensativo, y por su postura medio perdida Lessa asumió que estaba analizando las cosas con lentitud. Su camisón blanco junto a sus mechones pelirrojos se le sacudían por el viento proveniente de la ventana.

—Sí... tienes razón. —Pasados unos segundos, Norian volteó a verla con semblante neutro. No estaba ni molesto ni feliz, un balance que combinaba a la perfección con el resto del cuarto: silencioso, estático, desvanecido; como un pedazo de la realidad detenido en el tiempo—. Vamos a destruir su mundo falso y cambiarlo por uno verdadero, ¿estás conmigo?

Lessa sonrió, y sin pensarlo dos veces estrechó la mano de su compañero por segunda vez desde que se habían conocido. La primera vez había sido con frustración y de mala gana, pero esa segunda se sentía diferente, como si por fin dejaran la inmadurez a un lado para saludarse como dos verdaderos amigos.

Amigos...

—Entonces, ¿cuándo revelaremos la información?

—Pues...

—¡Estamos hartos de sus abusos!

Una voz femenina enojada se hizo hueco en la conversación de Norian y Lessa cual rayo implacable, y seguida de ella se oyeron muchas más voces irascibles junto a algunos estruendos parecidos a los que hace una persona al estrellarse contra el piso. Todo eso junto era un indicativo de lucha, razón por la que Norian y Lessa no tardaron en asomarse por la ventana para ser testigos de lo que sucedía.

En la parte de exterior, ubicados casi a los pies del castillo y bajo las cabezas curiosas de los guerreros, había un pequeño grupo de vellanos con uniformes de agricultor, injuriando y señalando de forma despectiva al grupo de soldados de Argenea que tenían enfrente. Para Norian solo eran eso, guerreros argeneanos, pero para Lessa era fácil reconocer de quiénes se trataban.

—Soldados del CEMA.

—¿CEMA?

—Son soldados de nuestra unidad especial, pero... —Lessa cerró las manos contra el borde de la ventana, acentuando su expresión dubitativa—. No sé qué hacen aquí.

—¡No permitiremos más abusos de su parte! —oyeron decir a un vellano, que como muestra de valentía se puso frente a los guerreros del CEMA. Después señaló el cielo—. ¿Ven eso? ¡Significa que ya no pueden conseguir nada de nosotros y el trato se acabó! ¡No ganaron! ¡Por eso váyanse de nuestra tierra!

Luego de eso el resto le dio apoyo y siguieron despotricando contra los soldados, a quienes parecía importarle poco el disturbio. A pesar de los señalamientos y amenazas, ellos no proferían ni una oración, tampoco realizaban movimientos defensivos ni mucho menos caminaban para irse. No. Los soldados del CEMA permanecían en su lugar como máquinas, con postura firme y los rostros siempre cubiertos con sus característicos cascos azules, el mismo color de la armadura con la que se protegían todo el cuerpo.

Sin embargo, aquel detalle quedó en segundo lugar para Norian y Lessa luego de ver que los vellanos volvían a señalar el cielo, como si allí estuviese la justificación de su actitud. Curiosos, ambos guerreros alzaron la vista y se dieron cuenta de que las nubes se habían desfigurado para adquirir la forma de letras, que leídas juntas formaban un mensaje en el cielo rojizo.

«Desde hace tres noches el equipo investigador argeneano se ha esforzado en descubrir la razón del accidente con el cristal de Lúmbarus, mismo que provocó un resultado poco favorable en el torneo anual. El accidente en cuestión se debe a una fluctuación de energía casi imperceptible para los hechiceros supervisores, pero que aun así terminó dañando el flujo común del cristal de Lúmbarus. Debido a esto hubo una sobrecarga, y los flujos de energía de los guerreros terminaron de alterar la piedra.

Tanto las autoridades de Vellania como las de Argenea encuentran la situación embarazosa. Como disculpa para el pueblo, se organizará un baile en la noche de la luna plateada, en el castillo de Vann. Todo aquel que quiera asistir, independientemente de su origen, será bienvenido.

Mientras tanto, las autoridades competentes analizarán las posibilidades de repetir el torneo lo más pronto posible. Cualquier otra novedad será avisada por esta misma vía.

Esta noticia desaparecerá en veinticuatro horas».

—¡No hicimos trampa, como todos creían! —gritó una vellana, aún enfrentando a los guerreros del CEMA— Así que no, ¡los vellanos ya no seremos más sus presas y por eso no pueden seguir apoderándose de nuestros recursos! ¡Largo de aquí!

—¡No callaremos más sus abusos! —Un hombre se unió a la querella—. Si quieren comida, ¡búsquenla en otra parte! ¡Estamos hartos!

Tras decir eso los agricultores se dieron la vuelta para irse, muchos aún exudando enojo. Sus flujos energéticos estaban tan fuera de control que eran perfectamente perceptibles para Lessa y Norian, pero por el contrario, los guerreros del CEMA no emanaban ni un ápice de energía, como si no tuviesen la capacidad de sentir. Poco después se giraron en dirección contraria para volver a su sitio de origen con las manos vacías.

Pero para los muchachos eso no era lo más importante, tampoco el hecho de que otros vellanos también se hubiesen asomado por sus ventanas para ver lo que ocurría. Lo que los había bañado en incertidumbre era la noticia que acababan de leer en el cielo, así como también lo que habían oído decir a los vellanos.

—¿Argenea le pide recursos a Vellania? —farfulló Norian medio confuso, arrugando las cejas. Nunca había oído de algo semejante—. ¿Sabías algo de esto?

—No. —Lessa hizo una pausa para recordar todo lo que habían leído en la biblioteca, y cuando a su memoria llegó algo importante, se sentó para recomponerse. Estaba nerviosa—. Pero creo que entiendo qué es lo que pasa.

Norian la miró con intensidad, una súplica por información.

—Cuando estábamos en la biblioteca secreta leí algo del sistema gato-ratón. Era el tratado en el que aprobaron su uso, lo reconocí, pero tenía unas páginas extra que no había visto en los libros de historia. —Su postura era estática y los ojos se le mantenían fijos en un punto de la pared en donde no había nada interesante, como si así pudiese nadar más profundo en los océanos de su memoria—. Nada más llegué a leer un poco de una de esas páginas extra... pero decía que el reino al que le quedara el título de ratón iba tener que seguir las órdenes del ganador. Al principio no le presté atención, pero... —Miró al dubitativo Norian—. Ahora sí siento que tiene sentido.

—Entonces, ustedes, que ganan todos los años...

—Les pedimos recursos a ustedes.

—Por eso la comida no abunda —reflexionó Norian, mientras chispas de ira le iluminaban los ojos. Pero al ver a Lessa se tranquilizó—. Argenea ha estado llevándose nuestros recursos durante años, ¡frente a nuestras narices! Y ya entiendo por qué. —El pelirrojo se cruzó de brazos—. En Argenea hace demasiado frío como para cultivar.

—Se supone que los hechiceros adaptaron terrenos específicamente para los cultivos.

—¿Los has visto?

—No, pero...

—Entonces es mentira, Lessa. Todo es mentira. —El vellano gruñó con impotencia—. Maldición, me siento en un rompecabezas. No terminamos de procesar algo cuando ya tenemos otro misterio que analizar. A ver. —Suspiró para calmarse—. ¿Por qué Vellania aceptaría firmar un tratado así, cuando desde hace tiempo el ejército de Argenea se había vuelto mucho más fuerte? Era como ponerse una soga al cuello...

—Pero al mismo tiempo era necesario. —Lessa se puso en pie—. Si Gneis existió, significa que su negociación sí fue cierta: el campo de fuerza a cambio de la paz entre los reinos. Por eso había que terminar la guerra costara lo que costara, pero ni Argenea ni Vellania iban a conformarse sin un ganador. —Miró al chico—. Así que siguió habiendo pequeños conflictos como saqueos y ejecuciones hasta hace once años.

—Cuando crearon el torneo anual...

—Exactamente. —Asintió—. Así que ahora sabemos que no solo fue una forma de evitar los conflictos, sino también de seguir la órdenes de Gneis y abastecer las necesidades de ambos reinos.

—¿Ambos? ¡Argenea siempre ganaba!

—Vellania era el reino más afectado por los conflictos. Siempre fue más atacado luego de que las fuerzas de Argenea se volviesen más poderosas. Al firmar estarían asegurando la paz para los habitantes.

—Buen punto. —Norian entrecerró los ojos—. Así cada reino aseguraba obtener lo que le faltaba, y...

—Seguían las órdenes de Gneis.

—Bien, perfecto. Ahora. —El pelirrojo chasqueó la lengua—. ¿Viste lo del baile en el castillo de Vann?

—Sí...

—Si hicieron eso es porque las cosas se pusieron más tensas de lo normal, pero podemos sacarle provecho al asunto. —Medio sonrió—. Es el momento perfecto para revelarles a todos la verdad acerca de Terrance y Hent.

Los ojos de Lessa se iluminaron mientras se llevaba una mano a la boca.

—Tienes razón...

—Lo sé. —Sonrió con suficiencia, zapateando en el suelo—. Los dos iremos a proyectar el contenido de los cristales, pero para eso debes hablar con tu amigo.

—Larry, lo sé. —Ella asintió con la valentía de siempre, enhiesta y lista para todo—. También debemos llevar armas, porque asumo que Hent y Terrance tratarán de detenernos.

—Sí, entonces... ¿todo listo, no?

—Sí... todo listo —aseveró Lessa, alargando el brazo para tomar los cristales expositivos. Estaban en la mesa de enfrente—. Me los voy a llevar para decirle a Larry hoy mismo. La luna plateada es en una noche.

—A-antes de que te vayas, Lessa...

La chica se detuvo en seco al oírlo tartamudear, y al mirarlo se dio cuenta de que se estaba rascando el rostro, incomodado. Su postura denotaba lucha interna.

Aun así continuó:

—Quería decirte que... bueno, gracias por soportarme. La verdad eres... 

«Muy agradable».

—Muy útil —prefirió decir.

 Lessa sonrió  enternecida antes de agradecerle y murmurar un adiós. Pero al intentar irse por la puerta, los pies se le anclaron al piso.

¿Por qué no podía moverse? ¿Sería porque de seguro esa iba a ser una de sus últimas conversaciones con él antes de separarse? El cerebro le enviaba órdenes a su cuerpo para que se fuera de ahí y olvidara el asunto, pero las ansias irracionales de su corazón eran mucho más fuertes. El retumbar en su pecho hacía que el sentido común pasase a segundo plano.

«Tal vez me esté encariñando contigo» reflexionó frustrada, y al no poder controlarse, se dio la vuelta para ver a Norian. Luego, dominada por sus instintos, aprovechó que estaba de espaldas para acercársele corriendo y abrazarlo. Estaba segura de que no tendría otra oportunidad como esa.

—Lessa, ¿qué...?

—Adiós —murmuró, justo antes de darle un beso en la mejilla y huir por la puerta como una pequeña ráfaga nerviosa.

Todo fue tan rápido que Norian no pudo ni reaccionar. Se quedó tieso en su sitio hasta que una buena bofetada mental lo hizo volver en sí. El ataque de Lessa había sido demasiado veloz como para bloquearlo, y en consecuencia tenía un beso en el rostro que no había consentido.

Se llevó una mano a la mejilla, intentando ocultarla del resto del mundo para siempre. No quería que alguna marca de labial fuese vista por nadie, así que corrió a buscar un espejo y un pañuelo para limpiarse la muestra de cariño de la argeneana.

Luego de encontrar lo que quería se talló hasta quedar limpio, pero aun así miró con enojó su propio reflejo. Estaba sonrojado. Odiaba sonrojarse. Solo Farren podía ponerlo así.

«¿Qué me está pasando...?»

Estaba a punto de romper el espejo hasta que el sonido de la puerta abriéndose lo hizo reaccionar, y como estaba avergonzado, se tumbó en la cama para esconder el rostro.

—¿Lessa ya se fue? —escuchó la voz de Tara, así que el chico medio alzó la vista para verla y asentir—. ¿Qué tienes?

—N-nada.

La niña sonrió.

—N-no me mires con esa cara. Estoy bien. —Escondió más el rostro contra el colchón—. ¿Ya desayunaste?

—No. Te estaba esperando en la cocina, pero luego oí unos gritos y...

—Sí, sí, hubo un conflicto con gente de Argenea, pero ya no están.

—¿Eso tiene que ver con tu misión con Lessa?

—Es... una larga historia. —Hizo una pausa—. Ve a la cocina y mantente cerca de los guardias. En un rato te sigo. —La niña estuvo a punto de interrumpir, pero él se le adelantó—: Sí, te compraré algo por obedecer a Lessa.

—¡Gracias!

La niña se volteó para irse, pero Norian la llamó una última vez. Había levantado el rostro de la cama para verla.

—¿Qué pasa?

—Te quiero mucho, es todo.

Tara sonrió.

—Yo también.

—Ya, ya. No más sentimentalismo. Anda a comer que ya te alcanzo.

La niña empezó a correr hacia la puerta.

—¡Y recuerda: no jugos en el desayuno!

—¡Ajá!

Después de un portazo, Norian tuvo la certeza de que estaba solo, así que se levantó de la cama para cambiarse la ropa y cumplir con su palabra.

Con pantalones color marrón, una camiseta roja y calzado negro, se dio unos últimos toques echándose el cabello hacia atrás, se dirigió a la puerta y la abrió usando la combinación mágica.

Ahí fue cuando una bolsa le cubrió la cabeza. Antes de poder defenderse, Norian había sido noqueado.

OOOH, ¿Cómo están? ¿les gustó el cap? ¿Quién creen que noqueó a Norian? ¿Qué piensan del sueño que tuvo Lessa?

En la multimedia puse una canción que, según yo, combina con las confesiones que se hicieron los protagonistas, con la forma en que se quebraron. Espero que les guste. Agradezco a todos los que hayan llegado a este punto del libro.

Ahora, cuestionario moment: ¿A quién prefieren? ¿A Norian o a Lessa? Los leo 👀

Hotampoco hay dibujito, pero pronto, pronto, uno de Larry. Promesa(?

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