Capítulo XI: Juntos por la victoria
En los corredores del castillo argeneano había varias presencias siempre dignas de respeto, y entre ellas estaba el estricto y calculador Hent Lagger. Por cada sitio que pasaba, todas las personas, incluyendo pupilos, maestros y guardias, daban un paso atrás para dejarle el camino despejado, y él, de postura inmutable y con los brazos tras la espalda, se limitaba a seguir su trayectoria sin mirar a nadie.
Su rostro casi siempre mostraba un semblante imposible de descifrar: serio, con las cejas tranquilas, la mandíbula relajada y los ojos carentes de brillo. Sin embargo, ahora, en vez de mostrarse como una presencia silenciosa y casi fantasmal, Hent desprendía un aura colmada de preocupación. Las cejas se le habían juntado hacia el centro de forma sutil, los ojos le iban de un lado a otro con obstinación, y aquel que le mirara con suficiente detalle se daría cuenta de un disimulado temblor en su mandíbula, además de sus manos empuñadas.
Era poco común que la mano derecha de la realeza argeneana estuviese sucumbiendo ante un terremoto emocional, y eso solo hizo que un mal augurio empezara a regarse entre la gente. ¿Habría problemas con los vellanos? ¿Aún no habían descubierto lo sucedido con el cristal de Lúmbarus? Fuera lo que fuese, para que Hent desprendiera esa energía semejante a la de una desgracia, las cosas debían estar yendo mal.
Y justo así era, porque en la mente de Hent no paraban de repetirse las indicaciones dadas por la familia real. Él era el encargado de no permitir que otra tragedia como la que había iniciado la guerra se repitiese, y sin embargo ahí estaba él, frente a una problemática de proporciones tan catastróficas que anunciaba el inicio de otra guerra, sin haber hecho mucho avance para resolverlo.
Era momento del tercer llamado telepático del día.
Exudando preocupación a borbotones, giró hacia el pasillo izquierdo en busca de una sala en donde hubiese privacidad. Estaba demasiado lejos de su habitación como para ir hasta allá a discutir con Terrance, por lo que no tuvo de otra más que desalojar un salón de entrenamientos.
Un «salgan ya» de sus labios fue suficiente para que los pupilos obedecieran, intimidados por la dureza en su voz.
Pero las especulaciones en base a su comportamiento no eran preocupación para Hent, no cuando las punzadas en su cabeza acababan de advertirle algo espantoso.
—Terrance, ¡Terrance! —gritó fuera de sí, sosteniéndose la sien para iniciar la conexión. Era difícil sostener la onda de pensamiento de alguien tan impredecible como el entrenador vellano—. ¡Terrance! ¿Estás escuchándome?
Un murmullo ahogado fue lo que obtuvo como respuesta, y al estar tan impaciente, su pie empezó a zapatear sobre la alfombra azul que se ponía en el suelo para proteger a los aprendices de las caídas. Para Hent aquella cosa era inútil y malacostumbraba a los jóvenes aspirantes a soldados, pero como la señora Main era demasiado persistente, había tenido que acceder a poner una de ellas en cada salón de entrenamiento.
Y si bien la odiaba, ahora le servía para descargar la impotencia de a pisotones histéricos.
—Maldición, Terrance, ¿ya estás ahí?
—¿Y ahora qué te pasa? —La voz del vellano salió rebosante de fastidio, y por sus jadeos constantes parecía ser que acababa de salir corriendo de algún lugar—. ¡Estaba en una junta y tuve que...!
—¡Olvídate de la junta! ¡Olvídate de todo!
—¿Te picó un hada de la rabia o qué? Necesitas pareja urgente.
—¡Los elegidos están en nuestra biblioteca! ¿Podrías enseriarte?
—¿Que qué?
—¡En la biblioteca! ¡En la biblioteca de investigación! —Hent estaba repitiendo eso, no para que al otro le quedara claro, sino para descargar su consternación e impotencia—. Acabo de sentir que fue abierta, y eso solo apunta a que ellos fueron los que...
—Eso es imposible. Para que se abra, la energía de un vellano tiene que sincronizarse con la de un argeneano. —Terrance hizo una pausa para meditar—. Y con el carácter de Norian es imposible que...
—¿Que qué? ¿Que se sincronice con Astral? Pues al parecer sí sucedió. —El argeneano largó un profundo suspiro para serenarse, pues de seguir despotricando de esa forma, terminaría llamando la atención de los que estaban en la sala contigua—. Por eso estoy llamándote, Terrance. Necesito decidir qué demonios vamos a hacer. Podríamos mandar tropas, pero...
—Les daríamos más razones para huir.
«¿Lessa, huir?» pensó Hent, masajeándose la cabeza con incredulidad. Lessa tenía el cerebro tan lavado que de verdad consideró imposible una rebelión de su parte. Pero la amenaza era real. La persona a la que menos temía se había convertido en un peligro para su propio reino.
Y Hent siempre destruía todas las amenazas.
—¿Ya vas a decir algo? —apremió Hent.
—No podemos presentarnos como una amenaza porque, si ya están sospechando, así tendrán más razón para hacerlo. —La rápida explicación de Terrance exasperó a Hent, que caminaba de un lado a otro en la sala de entrenamiento—. Tampoco podemos iniciar el protocolo de autodestrucción porque...
—No podemos matarlos nosotros ni destruir la evidencia antes de que esto termine, lo sé. ¿Vas a seguir recalcando lo obvio?
Terrance ignoró su comentario ofensivo para continuar.
—No podemos matarlos, eso lo sabemos, pero Gneis nunca dijo nada de herirlos como forma de advertencia.
Por su tono de voz Terrance parecía estar sonriendo con malicia, el típico espíritu sanguinario y de depravación asociado a los de Vellania.
—¿Insinúas que...?
—Que activemos el hechizo de defensa. —Su explicación fue rápida—. No van a morir porque están bien entrenados, pero eso no significa que vayan a salir ilesos y con ganas de seguir.
—Ese monstruo le arrancó brazos y piernas a los últimos rehenes que pusimos...
La respuesta de Terrance le puso los pelos de punta:
—Lo sé.
—Eres un sádico. —Hent suspiró, dirigiéndose hacia la puerta con premura—. Pero me gusta tu idea. Hagámoslo, ¿cuánto tiempo tomará?
—Tienen media hora para seguir jugando a los detectives.
Un «ah» medio dubitativo fue lo que escapó de los labios de Lessa al ver tal cosa, principalmente por todas las veces en las que había repetido la historia del conflicto entre Argenea y Vellania. A ver, en primer lugar, era el príncipe Vann el que había ido a cortarle la cabeza a la reina Meredith, y en segundo lugar, era ella misma la que había empezado a torturar personas tanto de su reino como de los otros. ¿Por qué, entonces, en esa pintura aparecían como una pareja inocente mientras se daban un beso?
—Esto es falso —fue lo que respondió la argeneana, tomando la pintura para ponerla sobre uno de los estantes. Sin embargo, luego de voltearse para ver de nuevo a Norian, por la expresión en su rostro pudo deducir que no estaba de acuerdo—. ¿Por qué esa cara?
—¿De verdad crees que es falso?
—Sí, porque...
—¿Porque tooooodos los libros de historia dicen eso? —Las cejas del joven se alzaron con suspicacia, al mismo tiempo en que echaba el cuerpo para atrás con una expresión desafiante en el rostro—. A ver, solo piensa... —Empezó a caminar en círculos alrededor de la mesa—. Si fuera falso, ¿por qué alguien dedicaría su tiempo a hacer algo así? ¿No crees que sería demasiado arriesgado? Nadie haría una pintura tan escandalosa como esa a menos que alguien importante lo ordenara.
La argeneana abrió los ojos con extrañeza, y su lengua actuó sola cuando la hizo decir:
—¿Insinúas que alguien de la realeza ordenó que pintaran eso?
—Alguno de ellos dos. —La respuesta de Norian, pese a ser precisa, dejó más dudas que respuestas en la cabeza de la joven—. Y por el fondo rojizo que hay en la pintura, asumo que se hizo en Vellania, lo que significa que...
—¿La reina Meredith ordenó que la hicieran?
Ante el asentimiento de Norian Lessa bufó. No quería hipótesis suyas, quería datos verídicos.
—¿En qué te basas para decir eso? —La argeneana dio una vuelta brusca para estar cara a cara con él, haciendo que su cabello azul pareciera una capa al viento—. Si la reina Meredith y el príncipe Vann hubiesen sido pareja, ¿por qué habrían de iniciar una guerra, eh? Si fuera cierto, nuestros reinos no serían enemigos.
—¿Entonces por qué existe la pintura?
—Pues... ¡Pues no sé! —Las manos de Lessa temblaban sobre todos los documentos que intentaba revisar, pero los nervios eran tan profundos que el simple hecho de leer algo atizaba su confusión. ¿Acaso había vivido una mentira?—. Los... los de Vellania nos declararon la guerra por el asesinato de su reina, e-es... estaba loca, eso...
—Es lo que dicen los libros. —Norian se le acercó para colocar las manos sobre los hombros de la chica—. Pero, ¿qué tal si no fue así?
Lessa bufó, más para mantener su orgullo que para recriminarle algo.
—¿Qué ganarían los dos reinos al repetir una historia errónea a las futuras generaciones?
—Que el odio continúe.
—¡¿Y eso para qué?!
—¡No sé! ¿de acuerdo? —Ahí se separó de ella para ponerse a caminar en círculos en torno a la mesa principal—. Pero lo que sí sé es que... al parecer la situación actual entre los reinos es muy importante. —La suavidad con la que habló hizo que los ojos de Lessa se le clavaran encima—. Traté de preguntarle a mi entrenador por qué el modelo gato-ratón es tan importante, por qué no podíamos tomar lo del accidente con el cristal de Lúmbarus como un empate, pero solo me dijo que había un equilibrio que no debía romperse. Tal vez... —dijo y tomó la mano de Lessa para ponerla sobre la pintura que ella se había negado a seguir viendo— ese equilibrio dependa del odio entre nosotros, y algo como esto... lo quebraría.
Lessa entendía la profundidad de las palabras de su compañero a la perfección, pero en vez de analizar lo que había dicho, su cabeza pensaba en una única cosa: la cercanía con el pelirrojo. Aun teniéndolo detrás, para Lessa era imposible percibirlo como una amenaza. El estado de alerta constante en el que vivía acababa de ser desactivado. O mejor dicho: el propio Norian se había vuelto una presencia sutil y reconfortante a sus espaldas.
—¿Lessa, estás escuchándome?
La chica sacudió la cabeza para salir de sus pensamientos. No era momento de profundizar en cuestiones emocionales.
«Sin distracciones, sin pasiones».
—¿Lessa?
—S-sí, te oí —balbuceó nerviosa, pero al darse cuenta de eso, agitó el torso para que Norian se alejara. Como tenerlo cerca la hacía entrar en divagues lo mejor era evitar el contacto—. Si tu locura de que la reina Meredith y el príncipe Vann fueron pareja o algo así es cierta, significa que lo escondieron porque eso arruinaría el odio entre ambos reinos, ¿no?
—Eso es lo que yo creo.
—Pero entonces. —Lessa lo miró con incredulidad—. ¿Por qué inició la guerra? ¿Cómo explicas la muerte de ambos?
—¿Me ves cara de historiador?
—De loco más bien.
Norian se aguantó el contraataque y se limitó a rodar los ojos. Lessa sonrió divertida.
—A ver... solo estoy inventando cosas en base a lo que veo, ¿bien? Pero estoy seguro de que podemos encontrar más. Vamos.
Lessa estuvo a punto de unirse a la búsqueda hasta que recordó algo importante, lo que había leído antes de que Norian le mostrara la pintura, así que buscó la hoja para que la viera.
A lo mejor ponérsela justo frente al rostro había sido demasiado brusco, pero no le importaba.
—Aquí hablan de los elegidos de Gneis —murmuró, como una niña pequeña a mitad de su primera exposición—. En las demás páginas hay más parejas. —Al decir eso las fue pasando frente a él—. Todas conformadas por un vellano y un argeneano, pero la gran mayoría dice que fueron... eliminados.
—Es la letra de mi entrenador. —Norian empuñó las manos alrededor de unos papeles, desprendiendo coraje—. ¿Ahora ves por qué estaba tan preocupado? Esos dos... ¡Esos dos están conspirando contra nosotros!
—Norian, cál...
—¡No! ¿Sabes cuánta ventaja tienen ellos sobre nosotros? ¡Son casi las mayores autoridades de cada reino! ¡Llevan años vigilándonos! ¿Qué me asegura que...? —Bajó la voz para hablarle más de cerca—. ¿Qué me asegura que no están oyendo cada palabra que decimos?
—No lo sé, pero...
—¿Lo ves? Maldición. —Se frotó el rostro como si fuera una buena forma de acabar con el estrés. Luego sus labios temblaron, intentando expresarse, pero como siempre, el orgullo actuó antes que su debilidad y evitó que sus sentimientos salieran a la luz. Mientras tanto Lessa solo lo miraba con ojos atentos—. ¿Qué?
—Te... t-te tiemblan las manos.
—Mierda.
—¿Estás bien? —Lessa entrelazó sus dedos para darle conforte, pero lo único que recibió fue un gruñido—. ¿Y ahora qué tienes?
—Nada. Nada. Solo... estoy preocupado, es todo. —Se liberó de su agarre para caminar hacia la mesa del lado derecho, ocultando la verdadera y horrible razón de su estrés—. Por ahora sabemos que la reina Meredith y el príncipe Vann al parecer estuvieron juntos, ¿estamos de acuerdo? —La vio asentir de mala gana—. ¿Eso significaría que ella no fue una asesina?
—Si no hubiese estado loca por el poder, no habría conquistado los territorios de Baldir, Exiria y Fervus de la forma en que lo hizo, sacrificando a casi todos. —Conforme hablaba, Lessa leía otro de los papeles—. Se sabe que torturó y mató a varios habitantes. ¿Por qué el príncipe Vann se enamoraría de alguien así?
—¿Y si fue mentira eso también? Lo de sus asesinatos. —Norian se frotó los brazos entre sí. Había empezado a hacer frío—. Si mintieron sobre su relación, mentir sobre lo otro haría que todo encajara.
Lessa analizó esa premisa con semblante meditabundo, muy en el fondo decepcionada por todo lo que estaba descubriendo. Argenea y Vellania habían pregonado una historia hecha a base de mentiras, y eso era lo que quedaba en las mentes de las nuevas generaciones. Porque Norian tenía razón, si todo eso era mentira, ¿para qué lo ocultaban? No tenía sentido ocultar algo falso con tanto recelo.
Aunque, si no querían que llegara a las manos de nadie más, ¿por qué no simplemente lo destruían? Todo era tan confuso que no se dio cuenta de que la temperatura estaba bajando a una velocidad inconcebible.
Podía ver vaho salirle de la boca con cada respiración agitada, y el problema fue peor cuando toda la biblioteca empezó a cimbrar.
Norian le lanzó una mirada confundida a su compañera, pensando que ella sabría cómo responder a sus preguntas acerca de qué estaba sucediendo, pero ver la misma duda en sus ojos lo hundió en la inevitable realidad: ninguno sabía lo que iba a ocurrir.
—L-Lessa...
Antes de que Norian pudiera terminar su comentario, una sacudida mucho más brusca que las anteriores hizo trepidar toda la biblioteca, derribando muebles y haciendo que algunas hojas salieran volando como si buscaran salvación de lo que estaba a punto de suceder. Lessa, por su parte, aguzó los sentidos para distinguir de dónde venía la amenaza, y al comprobar que era del suelo, tomó su arco y sacó una flecha para estar lista en el caso de un combate repentino.
«¿Sabes que si peleas contra alguien de aquí, estarías traicionando directamente a tu reino?»
—Silencio —le recriminó a la voz, separando las piernas para tener mejor equilibrio sobre la bamboleante superficie. Por los golpes que resonaban desde ahí abajo, era fácil asumir que su enemigo estaba a punto de hacer aparición.
Ver la postura firme de Lessa hizo que Norian terminara de entender lo que sucedía, así que para ser útil empezó a juntar en una pila todos los documentos que le parecieran importantes. Si lograban escapar era mejor hacerlo con las manos llenas.
Tras unos segundos de recolección desesperada, un gruñido resonó desde las profundidades de la biblioteca, Ambos chicos, con las respiraciones agitadas y el pálpito frenético, presenciaron cómo el piso se hundía para abrirle paso a una criatura enorme. Lo primero que vieron de ella fue una de sus garras, de color beige, contornos difusos y rodeada de energía brillante; después vieron la segunda, que usó para apoyarse en el piso, y finalmente, después de una espera desquiciante, su enorme cabeza salió a la luz.
O más bien: sus cabezas.
Había una en la parte superior de su cuerpo, pero tanto en el torso como en las extremidades también había muchas más, que gritaban al unísono tan fuerte como un coro salido de la dimensión demoniaca. Sus pies terminaban en dos dedos largos de apariencia filosa, lo mismo con sus manos, pero aún quedaba una particularidad más en todo su cuerpo: estaba hecho de humo, y una hoja de papel que flotaba haciendo una danza errática en su interior.
Era un wendigo, la representación de un embrujo tan poderoso que cobraba vida, pero que estaba eternamente sometido a obedecer los deseos de sus creadores. En eso estaba pensando la chica hasta que la criatura, de un segundo grito, la mandó a volar contra la pared de piedra.
El golpe fue duro, pero aun así Lessa se pudo levantar antes de ser atacada de nuevo. Con la velocidad que siempre la había caracterizado, corrió hacia él para darle una patada en el torso y destruir el papel que le daba vida.
Pero la criatura fue mucho más ágil, y de un movimiento rápido le sostuvo el cuello antes de arrojarla al piso. Lessa quiso levantarse con la intención de buscar su arma, que se había caído lejos de ella, pero el wendigo materializó su pie para darle un pisotón tan fuerte que la dejó sin movilidad.
«Es demasiado fuerte» pensó adolorida, sin saber qué hechizo ejecutar para liberarse de algo como eso. Al final no pudo lograr nada; apenas movió los labios para decir cualquier cosa cuando vio a la criatura levantar el pie para pisarla de nuevo.
Uno.
Dos.
Tres, y...
—¡Hey, grandote! —El grito de Norian alertó a la criatura—. ¡¿Por qué no vienes conmigo, eh?! ¡Atrápame!
El wendigo volvió a gritar como forma de advertencia, pero ni el vendaval que había causado fue suficiente para derribar a Norian. Él seguía frente al wendigo, firme como una estatua y con una peligrosa convicción en los ojos. Estaba seguro de que si formaba un campo de fuerza con fuego, esa cosa no podría sobrepasarlo.
Cuando le vio alargar los brazos para aprehenderlo, Norian dio una vuelta rápida sobre sus talones para activar el campo de fuerza. Este, si bien detuvo el primer golpe de la criatura, a la hora de enfrentar el segundo no fue para nada útil. El brazo fantasmal del wendigo logró sobrepasar la pared de brasas y rodear el cuello del vellano, quien para ese momento ya estaba revolviéndose en busca de un respiro decente.
Los pulmones le quemaban por la escasez de aire, y como Lessa aún estaba en el piso, la criatura lo tuvo fácil a la hora de estrellar al muchacho por todas las paredes. Los gritos del pelirrojo hicieron eco en la destartalada y diminuta biblioteca, pero ni eso ni la sangre que le brotaba de las heridas pudo detener al wendigo. Un ser vacío dominado por la ambición de otros nunca sentiría pesar.
Un jadeo quejumbroso escapó de los labios de Norian al ser arrojado en el suelo, quedando a merced de su rival, pero cuando este quiso atacarlo de nuevo, Lessa apareció de espaldas a él para apuntarle. Desgraciadamente el alivio no duró mucho. El ataque de Lessa fue frustrado por las volutas de energía ennegrecida y las brisas huracanadas que brotaban del wendigo.
Norian hizo el esfuerzo de contratacar, pero al querer darle una patada, el monstruo se deshizo como si fuera un cuerpo intangible y el ataque terminó dando en el estómago de Lessa. El vellano le cayó encima y ambos se fueron al piso en una coreografía de movimientos estrepitosos.
Ni bien pasados dos segundos él se volvió a levantar para seguir la pelea.
—¡¿Qué crees que haces?! —recriminó la argeneana, que antes de dejarlo atacar, formó hielo bajo sus pies para que se cayera—. ¡N-no puedes correr hacia él así como si...!
A mitad de su reclamo el monstruo se materializó frente a ella, y después de agarrarle los brazos los jaló hacia atrás con la intención de romperlos.
—¡¿Y qué quieres, entonces?! —respondió Norian, saltando sobre un estante para pisar la cabeza del monstruo. Por fortuna el ataque fue perfecto y logró que soltara a Lessa—. ¿Que me quede esperando como tú? ¡Hay que actuar!
—¡Necesitamos un plan!
—¡Lo estoy haciendo mejor que t...!
Al verlo cerca, el wendigo lo estrelló contra la pared, no una, sino tres veces, y el desoriento causado por los golpes dejó a Norian imposibilitado para hacer otra cosa que no fuera bambolearse a punto de aterrizar en el piso. Quería acabar con el monstruo para demostrarle a Lessa que sus métodos eran mejores, pero el enemigo fue más rápido, lo agarró por la pierna, y finalmente lo mandó a volar contra un estante.
—¡Norian! —jadeó Lessa, un llamado que por desgracia atrajo la atención del monstruo. Pero eso era algo que ella ya había previsto.
Viendo que un nuevo ataque se aproximaba, la chica se mantuvo estática hasta que el wendigo estuvo lo suficientemente cerca para recibir daño. Ya así, rodó debajo de él para tomar su arco y flecha, y con eso solo bastaron unos segundos para que le disparase un aluvión de saetas heladas.
Su rival gritó adolorido, permitiendo la aparición de una sonrisita confiada en los labios de la chica, que no tardó mucho en dirigirse hacia la pared para tomar impulso y saltar sobre la bestia.
—¡No es cuestión de ser impulsivo y atacar sin razón! —le dijo a Norian mientras pateaba la cabeza más grande del wendigo, la superior—. ¡Es cosa de estrategia!
Ella se preparó para darle un golpe fulminante, pero una de las cabezas, con su gran boca, le mordió el brazo con el que estaba a punto de realizar el movimiento.
Un grito femenino junto al sonido de un cuerpo estrellándose le hicieron saber a Norian que el plan de la argeneana había fallado.
—¿Qué decías? —jadeó en son de burla, y al no recibir respuesta, supuso que le había dado la razón. Así el Norian orgulloso fue más fuerte que el adolorido, por lo que se levantó de inmediato para enseñarle a esa argeneana cómo se luchaba contra un monstruo.
Sin pensarlo mucho formó dos hileras de fuego alrededor de su enemigo a modo de jaula, al mismo tiempo en que se ponía en posición para darle un cabezazo. Su ataque fue tan fuerte que lo obligó a retroceder, pero cuando menos se lo esperaba la bestia se deshizo, por lo que, al seguir corriendo con la cabeza enfrente, terminó dándose contra la pared.
—¡Idiota! ¡Estás quemando todo! —Por los gritos entrecortados de Lessa el vellano asumió que estaba a mitad de otro intento de ataque—. ¡Deja de ser tan terco y haz lo que te digo!
—¡Tú deja de ser tan terca!
—¡Tu estrategia no funciona!
—¡La tuya tampoco!
Después de esa pugna que terminó en un gruñido sincronizado, los dos guerreros, uno por la izquierda y otro por la derecha, volvieron a intentar destruir al monstruo. Pero como siempre todo fue en vano: con sus grandes garras el wendigo asió a cada uno por las piernas, los giró a toda velocidad y como remate los estrelló uno contra el otro.
Los dos rodaron como barriles encima del contrario hasta que un choque contra un estante los hizo detener, llenos de heridas, sangrando a borbotones y con la respiración descontrolada compuesta por puros jadeos a medias. Aunque la posición fuera comprometedora, moverse fue tarea imposible.
Aprovechando la debilidad de sus contrincantes, el wendigo alzó las garras para formar una bola de energía gigantesca. Parecía querer lanzársela a los guerreros, pero en el momento menos esperado, todo el cuerpo se le entumeció, así que lo único que pudo hacer fue dirigir la esfera mágica hacia el techo y crear un hoyo.
Lessa, con la escasa fuerza que le quedaba, soltó una adolorida risita.
—¿De...? —Norian se atragantó con su propia sangre al hablar, por lo que escupió antes de volver a intentarlo—. ¿D-de qué te estás riendo?
—F-flechas que inmovilizan monstruos, el efecto es tardío en seres así —explicó entre jadeos, tirándose a un lado del vellano para descansar—. Q-quedan unos minutos antes de que vuelva a moverse...
—Fabuloso —jadeó él devuelta, sin forma de contener el subir y bajar descontrolado de su pecho, ni mucho menos el dolor de sus heridas—. ¿Y-y qué? ¿Esperamos a...? —Tosió—. ¿A que nos mate?
—No. —Lessa hizo una pausa para respirar, al mismo tiempo en que se volteaba para verlo. Aun así él no quiso voltear el rostro—. Hay que volver a intentarlo.
—Lo dices como si hubiéramos logrado mucho.
—Lo sé, pero...
—¿Y qué? Vamos a morir aquí, Lessa.
La chica se encogió de hombros, aún jadeante, pero de todas formas sin darle descanso a su cerebro. Trataba de rebobinar todas las estrategias de lucha que habían usado contra el wendigo y la razón de que, aun siendo ellos guerreros fuertes, ninguna hubiese salido como deseaban. ¿La velocidad? ¿El ángulo de los golpes, a lo mejor? No... nada de eso podía ser, porque los wendigos eran demasiado ágiles como para ser superados en aptitud física. Mejorar sus habilidades no lograría nada.
Pero...
—N-Norian.
—¿Ahora qué quieres?
Lessa se enderezó como pudo para posarse completamente sobre el pecho del pelirrojo y llamar su atención de la mejor manera. Luego, habiéndolo sometido a aquella incómoda cercanía, con sus ojitos brillando y los labios temblorosos hizo el mayor esfuerzo para hablar con firmeza.
—Trabajemos juntos por la victoria.
—¿Qué? —Norian enarcó una ceja—. Luchamos juntos contra la misma cosa y míranos. —Tosió—. ¡N-nos hizo mierda!
—No me refiero a ese juntos, sino a... —Apretó sus manos entre sí para simular una unión—. Más juntos. Como uno solo.
—Estoy empezando a perturbarme.
Lessa le dio un manotazo.
—No logramos nada porque luchamos por separado, a eso me refería. —Ahí ella le sostuvo el rostro para obligarlo a mantener contacto visual—. Cuando hay una amenaza en el reino, los soldados de nuestra unidad especial luchan juntos bajo las órdenes del líder. Se mueven sincronizados, igual de veloces, igual de fuertes, como uno solo cuerpo en acción. —Entrelazó sus manos—. Quiero que hagamos eso, y para que no te molestes... —empezó, apartando la vista con el orgullo deshecho— dejaré que tú des las órdenes.
Norian sonrió. La idea empezaba a gustarle.
—¿Me dejas al mando? ¿En serio?
Lessa asintió, frustrada por la sonrisa victoriosa en los labios del chico.
—¿Entonces harás lo que yo te diga?
—Sí, sí. Ya. Pero tiene que ser rápido.
—Bueno...
Tras aquel divague, los ojos cafés de Norian recorrieron las ruinas de lo que antes había sido una bonita biblioteca. Vio las llamas en el suelo, el piso resquebrajado, las grietas en las paredes, el hueco en la parte superior, el gran cuerpo del wendigo inmovilizado, y por último la postura impaciente de Lessa.
Verla esperando órdenes lo emocionaba, claro que sí, pero más allá de eso, por alguna extraña razón no se sentía bien del todo. Es decir, claro, tenía el permiso de liderar la lucha, ¿pero qué iban a hacer exactamente? Sus ataques solo consistían en movimientos naturales que nunca planeaba, y por lo que había podido comprobar, hacer ese tipo de cosas con la bestia que tenían enfrente era inútil. Necesitaban algo diferente, organizado y preciso.
Y fue pensando en eso que abrió la boca para hablar.
—Está bien, seré el líder. —Apartó la vista—. Pero necesitaré eso... eso que tú llamas, estem, eso, una... ya sabes.
—¿Estrategia? —Lessa sonrió.
—Sí. —Norian apartó la vista orgullosamente, sobre todo para ocultar la vergüenza de estarle pidiendo ayuda a una argeneana. Incluso había empezado a rascarse la nuca por la incomodidad—. Ya sabes, esas cosas que te gusta hacer. Los planes y eso.
—¿Me estás pidiendo ayuda? —La sonrisita de Lessa creció.
—Puede ser.
—Dilo.
—¿Qué?
—"Lessa, ayúdame, por favor".
—¿Qué...? ¡No!
—Entonces no hay trato.
—¡P-pero...!
—¡Quiero oírte!
—¡Acabaremos muertos por tu culpa!
—¡Eso no fue lo que pedí!
—¡Lessa...!
—¿Sí? —Y volvió a sonreír.
Norian bufó, enrojecido.
—A-ayúdame, por favor...
—Aw. —Lessa le sostuvo las mejillas, siendo melosa adrede para molestarlo—. ¿Viste que no era tan difícil?
—Bah, ¿lo vas a hacer o no?
—El wendigo tiene una hoja flotando en el centro de su estómago. —Pese al cansancio, la joven se puso en pie con destreza—. Si la rompemos podemos matarlo, pero para eso hay que acercársele.
Un aburrido «ajá» fue la respuesta de Norian.
—Cuando lo atacamos siempre nos logra derribar, es más rápido que nosotros. —Lessa hablaba más para sí misma que para el chico—. Pero atacarlo de frente no es la única forma de vencerlo.
—¿A qué quieres llegar?
—Lo que digo, Norian —dijo con los ojos brillantes. Detrás de ella había fuego, escombros y humo. Además de eso, su cara estaba llena de raspaduras y manchas de sangre, pero su postura seguía enhiesta y con el temple de una estatua—, es que acabo de construir un plan perfecto, y tú darás las órdenes.
Los wendigos eran seres difíciles de combatir, principalmente por lo voluble que eran sus cuerpos y la rapidez con la que aprendían el patrón de ataque de los enemigos. Pero lo mejor siempre sería su falta de voluntad: no podían querer algo por sí mismos, no tenían convicción propia. Solo eran esclavos de los deseos de otros, y en consecuencia, lo que su amo quisiese también se volvía un anhelo para ellos.
Lo que más quería el wendigo de la biblioteca era dejar fuera de combate al vellano y a la argeneana. Cuando la parálisis terminó, lo primero que hizo además de gruñir fue recorrer las ruinas de la estancia con los ojos para conocer la ubicación de sus enemigos. La tarea era sencilla porque esos dos no tenían a dónde huir, no cuando él mismo les estaba cubriendo la única salida, por eso no le sorprendió ver a la chica de cabello azul en el fondo del cuarto, de pie, con las manos tras la espalda y al parecer lista para embestirlo con su patético nivel de fuerza.
A pesar de la desventaja, se veía completamente segura de sí misma, como si lo que estuviera escondiendo tras la espalda fuera la llave de la victoria. Al wendigo le parecía tonto, por eso en vez de enfocarse en ella se puso a buscar al vellano con la mirada. Era imposible que se hubiese ido, mucho más dejando a su compañera sola y aparentemente indefensa, así que tampoco fue muy difícil encontrarlo.
El pelirrojo se había escondido debajo de una de las mesas, el wendigo podía ver sus zapatos sucios sobresalir de entre los escombros que había colocado para cubrirse. ¿Acaso ese era un penoso intento de ataque sorpresa? Porque de ser así, iba a terminar con eso de una vez, no habían planeado nada muy elaborado como para representar un reto significativo.
Alimentado por la maldad de sus creadores, el wendigo reunió fuerzas para atacar primero a la chica que tenía enfrente.
Al ver que se acercaba, ella aumentó su sonrisa para apuntarle con su arco y flecha. El hecho de que el monstruo estuviera dirigiéndose directo hacia ella parecía impulsar sus ilusiones de victoria.
Por eso, en uno, dos, tres, soltó la flecha y...
¡Bam!
De un manotazo la bestia la derribó en el suelo, por lo que el ataque terminó formando un hueco en la pared mientras las flechas y el arco caían a metros de distancia. En el piso, la antes victoriosa sonrisa de Lessa se convirtió en una mueca desesperada, de seguro al ver que no tenía posibilidades de huir de la fuerza descomunal de la criatura.
Como era de esperarse, los golpes no tardaron mucho en aparecer.
Un pisotón fue lo primero que le arrancó gritos de Lessa, todo mientras trataba de liberarse del opresivo pie del monstruo. Pero fue en vano. Sus movimientos se asemejaban a los de un insecto agonizante a pocos pasos de la muerte, y la desesperanza en sus ojos a punto de cerrarse fue tan satisfactoria para el wendigo que la alzó del cuello para ver mejor.
Estaba tan débil que parecía una muñeca...
Convencido de ese pensamiento, empezó a estrellarla contra uno de los estantes, siempre al mismo ritmo y esperando unos segundos para que su víctima gritara un poco. Al parecer estaba tratando de pedirle ayuda a su compañero, pero como el monstruo sabía perfectamente su ubicación, si él decidía salir a salvarla, su heroísmo acabaría en masacre.
—N-No... —balbuceaba la chica, con la boca escurriendo sangre y los ojos idos—. N-Nori... N-Nor...
Sus llamados eran tan debiluchos que la bestia no pudo soportarlo, así que abrió la boca más grande para arrancarle alguna extremidad de una mordida. Eso sería suficiente para sacarla del camino.
Faltaba tan poco...
Pero justo en ese instante, algo interrumpió su paz.
—¡Lessa, ataca!
Esa había sido la voz del vellano, pero no venía de debajo de la mesa. El monstruo estaba tan distraído tratando de encontrarlo que no pudo defenderse cuando la chica entre sus garras, que había reemplazado su semblante débil por uno molesto, bajó tanto su temperatura que el simple hecho de estar cerca de ella se volvió doloroso. La bestia amagó con huir para atacarla desde lejos, pero el hielo que ella formaba era tan veloz que ya había conquistado todo el piso. Resbalarse fue inevitable.
—¡Te toca! —gritó ella, y cuando el wendigo menos se lo esperaba, un descalzo Norian descendió del agujero que había en el techo para montársele encima.
Había sido tan veloz que no le dio tiempo al enemigo de reaccionar, e inmediatamente después empezó a presionarle el cuello con los brazos para aprehenderlo.
—¡Rápido, Lessa!
La argeneana extendió las manos hacia interior del monstruo e hizo añicos el papel que le daba vida. La bestia, ahora inutilizada, estalló soltando gritos histéricos en un espectáculo de luces rojizas, como si, en el caso de poder hablar, estuviera dedicándole maldiciones y demás insultos a los dos guerreros que acababan de derrotarlo.
¡Habían ganado! ¡Habían ganado!
La tierra tembló, las paredes terminaron de agrietarse, y al final lo que quedó del techo no fue más que una superficie de piedra llena de golpes. Pero eso no importaba, tampoco el mal estado de los papeles, la victoria era suya.
Los últimos rastros del wendigo eran las trizas del papel que Lessa había roto.
Ella y Norian se tiraron en el suelo uno al lado del otro para descansar. Su resuello era tan sonoro que parecía bramido de animal salvaje, el pálpito en sus pechos se había tornado doloroso, y los trajes raídos con los que se tapaban sus amoratados cuerpos estaban salpicados por gotas carmesí.
A su alrededor, el cuarto caótico parecía un paisaje de guerra, de esos que se dibujaban en los libros de historia para que las nuevas generaciones pudieran presenciar los horrores del verdadero combate contra el enemigo. Pero Norian acababa de vivir ese terror en carne propia, y lo que parecía más inverosímil: había ganado con la ayuda de... su rival del torneo.
Pero no, no era su rival. Era su aliada.
—G-ganamos... —jadeó adolorido, pero aun así medio riéndose—. Lo hicimos.
En respuesta la chica se volteó con dificultad, y como sus intentos de levantarse fueron fallidos se resignó a apoyar la cabeza sobre el pecho de Norian. En otras circunstancias él le habría gruñido para que su espacio personal no fuera invadido de esa forma, pero como sabía que los dos estaban igual de cansados, se mostró dócil.
Al ver que temblaba le puso una mano en la cintura para mantenerla estable, pero ella no dejó de moverse.
—Hey, hey... ¿estás bien?
Ella entrelazó su mano con la de él. Norian pudo sentir el roce de dos pequeñas rocas sobre sus palmas.
—S-son cristales... e-ex... —Lessa tosió a mitad de su explicación—. Cristales expositivos, e-estaban dentro de la bestia.
—¿C-crees que tengan algo importante?
Ella asintió.
—Debemos ver... lo que contienen. —Volvió a toser, aterrizando la cabeza en el hombro Norian—. P-pero primero hay que salir de aquí.
—Y curarnos.
Norian sintió que los labios de Lessa se curvaban en forma de sonrisa, y al querer preguntarle el porqué de su repentino cambio de humor, ella dijo:
—Sé quién puede curarnos.
Jaaaaaaaaai, aquí el dibujo prometidoooooo, aaaaaaah.
AAAAAH, MENKANTA 😁😁
Puse a los protagonistas al lado de sus versiones pequeñas pa' representar lo mucho que han cambiado. Se intercambiaron personalidades, prácticamente. Norian era todo tímido y nervioso, y ahora es frío y hostil. Por su parte, Lessa es el caso contrario. De ser brusca y rebelde pasó a ser más apocada.
También hay otro detallito interesante. Norian, que endureció el carácter, lleva ropa más oscura en su versión actual, mientras que en la versión pequeña lleva ropa de colores más claros y suaves, en reflejo de su personalidad más... bueno, suave. Lo mismo pasa con Lessa: su versión infantil lleva el vestido oscuro, mientras que su versión actual tiene la camisa de un color claro.
Espero que les haya gustado 🤗✨
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