Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo VIII: Ese inestable que se hacía llamar guerrero

«Las emociones no expresadas nunca mueren. Están enterradas vivas y aparecerán más tarde de maneras más desagradables».

-Sigmund Freud

Pese a la temible oscuridad reinante, el camino de Lessa fue fácil de recorrer, pues la iluminación de Vellania en tiempos nocturnos era mucho más eficaz que la de Argenea: las antorchas que la acompañaban en el recorrido se encendían con tan solo percibir su aproximación, para después, cuando Lessa ya se hubiera alejado lo suficiente, apagarse y dejar que otras se encendieran en su lugar.

El fuego que desprendían era mayormente rojo, pero en muchas ocasiones se mezclaba con tonalidades verdes, azules o hasta purpúreas; como un arco iris hecho de llamas que se sincronizaba con los latidos agitados de Lessa. Porque mientras sintiese cansancio, el fuego deformaba su danza eterna para convertirse en un revoloteo desganado, pero luego, cuando Lessa hacía una pausa para recuperar energías y seguir corriendo a todo dar, el fuego recuperaba el vigor anteriormente perdido para menearse al son de una melodía casi silenciosa.

La melodía que causaban los pies de Lessa al atravesar el sendero arenoso de Vellania en busca de la salida.

Lejos había quedado el castillo de la habitación de Norian, y para su alivio, al parecer nadie se había dado cuenta de su sigiloso escape por la ventana. Ahora su meta era llegar al bosque y atravesarlo para ir a su hogar, no sin antes ir con los guardias vellanos para que le firmaran el permiso de ida.

En parte, saber que había obedecido las reglas en ese sentido la tranquilizaba, pero por otro lado, la idea de cruzar el bosque a una hora prohibida la hizo detener en seco. ¿En qué demonios estaba pensando? Claro, a los de Vellania no les interesaba si alguien, ya fuera de su reino o no, se internaba en el bosque a esas horas tan caliginosas, por eso la dejarían ir luego de poner un segundo sello en su permiso. Pero por el contrario, en Argenea había guardias nocturnos encargados de prohibir el paso durante la noche, quienes obviamente la detendrían al ver que intentaba entrar.

Ser la estrella de Hent no la iba a ayudar en una situación así, no cuando secretamente todos buscaban alguna falla en su comportamiento para hundirla. Así había sucedido con la noticia del torneo, y por eso no se podía permitir otro fallo. «Mi reputación para entrar al CEMA depende eso» pensó.

La preocupación que se extendía en su pecho en forma de latidos desesperados hizo que las antorchas ardieran en amarillo pálido y que se menearan con la lentitud que ahora Lessa usaba para caminar. ¿Cómo diablos iba a escabullirse en Argenea sin que se enteraran? Ni siquiera llevaba el uniforme de guardiana nocturna para hacerse pasar por uno de ellos. Solo tenía algunos comodines mágicos que le servirían para defenderse en todo el recorrido por el bosque.

—Maldición... —Hizo una pausa para suspirar—. Piensa, Astral, piensa.

«Eso es, Astral... ya te diste cuenta de que metiste la pata».

—Tú de nuevo. —La chica juntó las cejas mientras alzaba la vista, como si le quisiera gritar plegarias a la luna—. Déjame en paz.

«Estoy aquí para guiarte, Astral. Tomaste una decisión tú sola y mira cómo acabaste».

Lessa frunció el ceño como una niña orgullosa, algo muy parecido a cuando Norian se molestaba.

«Haz berrinche todo lo que quieras, Astral. Pero sabes que tengo razón: me necesitas».

—Basta...

«¿Debo recordarte lo que pasó la última vez que desobedeciste? ¡El día en que suplicaste de rodillas este hechizo del que ahora te quejas!»

—¡Cállate! —Agachada en el piso, se cubrió las orejas en un desesperado intento por silenciarlo, pero no se podía huir de una voz detestable que resonaba en su interior—. Tú... sólo eres un hechizo estúpido, una voz estúpida. ¡No tienes derecho a...!

«¿A qué, Astral? ¿A recordarte lo inútil que eres sin un hechizo guía? Por favor...» Una burlesca carcajada reverberó en las paredes de su cráneo. «Los dos sabemos que eres una mierda si no sigues las reglas. No tienes instinto, no tienes control sobre tus emociones, ni tus pensamientos. ¡Sin mí no eres más que un monstruo!»

—¡Que te calles! 

La intensidad del grito de Lessa hizo que las llamas de las antorchas aumentaran de tamaño, tornándose de un carmesí potente parecido al fuego que ardía en su interior cada vez que la obligaban a recordar.

—¡No sabes nada! ¡No me conoces! ¡Eres un maldito hechizo desgraciado!

«¡Y tú no eres más que...!»

—¡Nooooo!

«¡Una asesina, Astral!»

Lessa gritó fuerte, crispada y golpeándose la cabeza mientras negaba una y otra vez. Había sido un accidente, ella no había querido hacerlo... no... ¡No tenía la culpa!

«¡Sí la tuviste! ¡por desobediente!»

Intimidada por la nitidez de sus memorias, hizo el intento de levantarse para huir de aquel sitio, pero en cuanto puso una rodilla sobre el suelo para hacer impulso, el cuerpo se le descompensó. Perdió el equilibrio sin poder evitarlo, las palpitaciones le empezaron a quemar el pecho, y antes de siquiera poder tomar un respiro, la fuerza de gravedad actuó sobre su cuerpo inconsciente hasta derribarla sobre la tierra. Una caída semejante a la de un títere.

Desde ahí, todo fue silencio hasta que la silueta de un hombre apareció entre las flamas desfallecientes. Sus ojos azules dejaban en claro quién era.

—Perfecto. —La voz de Hent se hizo escuchar entre la negrura de la noche vellana, al mismo tiempo en que sus brazos emergían de dicha oscuridad para cargar el cuerpo de Lessa en brazos—. Ya nos podemos ir.

Detrás de él, un sinfín de soldados del CEMA lo seguían como fieles corderos, atendiendo cada una de sus indicaciones. Si él iba a la izquierda, ellos también; si iba a la derecha era lo mismo. No por nada el CEMA era la organización más pulcra y respetada de todo el reino. Sin embargo, había entre los seguidores una persona que no se sentía a gusto con lo sucedido; de por sí, nunca lo estaba.

—¿Por qué hacemos esto, señor? —recriminó con impotencia—. ¿Qué es lo que está pasando?

Los ojos azules de Hent se veían diabólicos entre las llamas celestes que les iluminaban el camino, así que una simple mirada bastó para que el joven insolente retrocediera los pocos pasos que había avanzado. No era lo mismo gritarle de espaldas que teniéndolo enfrente.

—S-señor...

—Si aprecias tu vida —empezó a decir Hent, poniéndole una mano en el hombro—, será mejor que aprendas a obedecer. Es lo único que tengo para decirte... —Acercó la boca a su oreja—. Larry.

Después de que todo quedara sumido en un silencio incómodo, Norian suspiró frustrado, alzando los brazos para luego doblar cada uno detrás de su cabeza. Los pies le dolían por el recorrido que había hecho en busca de las tres peticiones de Tara, las ojeras bajo sus ojos lo hacían ver terrible, y una mueca de desgano le terminaba de afear el semblante.

No era la mejor apariencia para ver a su entrenador, pero como ya le había dicho que iría a hablar con él, no podía simplemente quedarse dentro del cuarto, mucho menos si así Terrance volvía a insistir con entrar. No. Bajo ninguna circunstancia el entrenador podía poner un pie dentro, porque de ser así, la notoria humedad sobre algunas superficies lo impulsaría a hacer preguntas.

Por eso, luego de sacudirse un poco el cabello salió del cuarto para encontrarse con Terrance. El hombre estaba apoyado en la pared al lado de la entrada, a unos centímetros de su pupilo, y por los matices oscuros del corredor su rostro se veía como el de un detective misterioso: meditabundo y ensimismado.

—Ya... estoy aquí —anunció Norian, a sabiendas de que había sido estúpido—. ¿Para qué me necesitabas?

Él no respondió.

—¿Terrance?

—¿Cómo te sientes? —La repentina pregunta del entrenador tomó desprevenido al muchacho—. Ya sabes, luego del accidente.

—Sí, sí. Estoy bien. —Norian se rascó la nuca, incomodado por la oscuridad que había en el pasillo. La única luz provenía de los ilucentros diminutos colocados en la parte superior de las puertas, por lo que el camino frente a los dos estaba lleno de puntitos—. ¿A qué viene la pregunta?

—Sentí mucha energía proveniente del cuarto, pensé que había pasado algo. —El hombre echó la cabeza para atrás—. ¿Peleaste con Tara de nuevo?

—Solo porque me hizo recordar a Farren, es todo. —Si bien gran parte de lo que decía era cierto, la razón principal de su enojo había sido la confrontación con Lessa, no por Tara. Pero no pensaba decir eso frente al entrenador—. No hubo ningún herido.

—Sí, lo sé, le estabas haciendo trenzas.

—Sí... —El chico volvió a rascarse la nuca con incomodidad, al mismo tiempo en que se le ocurría algo—. Y, Terrance, ¿aún no saben lo que pasó en el torneo? ¿por qué no lo vamos a repetir?

—Norian...

—¿Vas a volver a decirme que no estoy listo para esta conversación?

—No, no, no, sino que... —Apretó los labios con algo parecido a la angustia de quien no sabe qué hacer—. Es complicado, ¿sabes? Y las cosas en ambos reinos están revueltas por eso. Es la primera vez en la que no hay un ganador.

—¿Por qué no lo toman como empate y ya?

—No es tan sencillo. Tiene que haber un equilibrio. —El entrenador puso sus dos manos al frente a modo de balanza—. Un gato, y los ratones.

—¿Y por qué te quejaste cuando toqué el cristal? ¡Era nuestra oportunidad de ser el gato!

—Norian, no...

—¿No qué?

—¡No entiendes!

—¡No entiendo porque tú no quieres decirme nada! —El pelirrojo dio un paso al frente, pero Terrance ni se inmutó. Estaba acostumbrado a esos arranques—. Desde que desperté lo único que has hecho es evadir mis preguntas, Terrance. ¿Por qué tanto afán en seguir siendo los ratones cuando pudimos haber aspirado a más? ¿Por qué esa obsesión con el balance, eh? ¡Somos dos reinos separados!

—¡Dos reinos que penden de un hilo, Norian! —El entrenador lo inmovilizó rodeándole el cuello con la mano derecha—. Hay... hay cosas que simplemente no entiendes porque eres demasiado impaciente. ¿No ves que hemos perdurado siendo los ratones desde hace diez años?

—¿Y qué ganamos, Terrance? —Lo miró con intensidad— ¡Que los argeneanos nos abucheen! ¡Que nos miren por encima! ¡Que nos inventen sobrenombres! ¿Eso quieres para tu reino? ¡Eres un servidor inútil!

—¡Y tú solo un pupilo rebelde! —De un movimiento suave Terrance lo arrojó al piso, para después pararse frente a él con una postura firme e intimidante. Norian nunca lo había visto así de serio—. Un pupilo que a pesar de los años no tiene ni un mínimo conocimiento de lo que es obediencia. Otros entrenadores hubiesen aplicado métodos más duros contigo, te hubiesen humillado, te hubiesen obligado a integrarte con los demás. Pero yo no. Y lo que recibo a cambio es un montón de acusaciones basadas en la ignorancia. ¿Esa es la versión de ti que a Farren le gustaría ver?

—N-no te atrevas a meterla en esto...

—¿De qué otra forma puedo hacerte ver lo mal que estás?

—¡No estoy mal!

—Te paralizaste en Argenea aun cuando alegabas estar listo. Todavía huyes de las espadas. ¿Un inestable así se puede llamar guerrero?

—C-cállate...

—Así como hay cosas que no te gusta escuchar, hay cosas de las que a mí no me gusta hablar —dijo y se dio la vuelta, casi con arrogancia—. Lo siento, pero es la única forma que tengo de decirte que tus preguntas acerca del torneo no pueden ser respondidas. Es tema confidencial con la junta. —Ahí volvió a darse la vuelta para ver a su pupilo, encontrándoselo sentado en el suelo y con la cabeza gacha.

Otros maestros del departamento de defensa lo hubiesen dejado ahí a su suerte, pero Terrance, a pesar de haberle hablado de mala manera, no quería que su última conversación de la noche terminara en enemistad. 

Se hincó en el piso para extenderle la mano.

—Hey, hey... ¿estás bien?

Norian se cubrió la cara como un niño penoso, y ese simple gesto, junto al gemido ahogado que le escapó de la boca, fue indicativo suficiente para saber que estaba llorando.

—N-Norian...

—¡No me toques!

Antes de que el entrenador pudiera hacer algo, Norian salió corriendo hacia el pasillo, sin importar que sus pasos fueran torpes y que las lágrimas que tanto luchaba por contener estuvieran nublándole la vista. No. Todo eso carecía de relevancia si Terrance lo estaba persiguiendo a todo dar. No podía permitir que lo viera en un estado tan lamentable.

—¡Norian, regresa!

—¡D-déjame!

Para fortuna del muchacho, al parecer el entrenador ya no estaba tan en forma para correr ese tipo de distancias, así que en unos segundos sus propios pasos fueron los únicos encargados de hacer eco en la enormidad de los pasillos. De resto todo estaba silencioso, pues Norian se esforzaba en gimotear bajito para que nadie dentro de las habitaciones se despertara. Lo último que quería era que alguien más viera al intocable aprendiz de Terrance de esa forma.

Como un niño llorón.

Colerizado por su propia debilidad, las manos se le hicieron puños alrededor de la ropa, conteniendo un ataque, así que al salir del castillo lo primero que hizo fue dirigir una esfera de fuego a uno de los árboles. Le impacientaba ver todo el bosque quemarse por la intensidad de su fuego.

Pero indiferente a sus fantasías, antes de impactar contra el árbol la esfera de fuego se deshizo en el aire.

—¡Mierda! —gritó a todo dar. Ni siquiera el enojo podía contrarrestar los efectos de la tristeza sobre sus poderes, por eso no había funcionado—. ¡Maldita sea! ¡Me cago en todo! ¡M-me...! ¡Me...!

«¿Esa es la versión de ti que a Farren le gustaría ver?»

Recordar el enunciado de Terrance lo molestó más, pero sus ojos, tras haber adquirido una coloración rojiza durante unos segundos, no pudieron mantenerse así por más tiempo y se tornaron cafés nuevamente. La tristeza era demasiada como para enterrarla bajo un mar de enojo, y para empeorar las cosas, su campo visual había perdido tanta nitidez que frente a sus narices solo podía distinguir las siluetas borrosas de los árboles.

«Es... estoy llorando de nuevo» se lamentó, llevándose la mano derecha al rostro en un desesperado intento por deshacer la humedad. Pero era imposible. Permitirse derramar una lágrima era dejar que las demás salieran, y ahora que le habían dominado el rostro, no tenía forma de hacerlas parar.

«—Llorar es algo lindo —le había dicho Farren—, cuando lo hago, me siento mejor después.

—¿Ah, sí?

—Sí, deberías intentarlo.

—Tal vez algún día...»

Una sonrisa nostálgica se formó en los labios del chico al recordar esa conversación, una memoria que quizá su mente le había enviado con el fin de darle consuelo. Farren era una de las personas más dulces con las que había podido interactuar, y su relación fue tan estrecha que había terminado siendo el primer y único noviazgo de Norian.

Sus risas. Sus locuras. Sus consejos. Ante los ojos del muchacho todas esas características habían hecho de Farren un recipiente de vigor y dulzura, uno que siempre conseguía alegrarlo en días tristes. Tanta era su alegría que incluso Norian llegó a preguntarse si todo estaba en su imaginación, ya que para ese entonces la mayoría de personas en el castillo no eran más que reflejos de estrés.

El riesgo de recibir ataques de Argenea era demasiado como para tener tiempo de sonreír, y sin embargo Farren siempre lo hacía.

Para Norian ella había sido como la luz dentro del pozo oscuro en el que había sido obligado a vivir, un descanso de todo el estrés por los conflictos argeneo-vellanos, y sobre todo, una oyente perfecta para cuando quería sincerarse con sus miedos y preocupaciones.

Ella era la única, además de Tara, que había logrado sacar el lado alegre y dulce del ese entones tímido Norian; alguien que lo había hecho sentir que el día a día era más que responsabilidades.

O al menos así fue hasta que todo se arruinó, aún podía recordarlo...

«—¡Noriaaaaaan! —La voz de Farren, estridente e intensa como lo era siempre, se abrió paso entre los árboles hasta llegar a los oídos del pelirrojo—. ¡Ven! ¡Ven! ¡Apura!

—Y-ya voy —jadeó él, cansado por el recorrido. Se había tropezado en numerosas ocasiones gracias a los desniveles del terreno—. ¿Por dónde estás?

—¡Aquí! ¡Aquí!

—Baah —refunfuñó—, ¿y dónde es eso?

—¡Aquí! —Antes de poder reaccionar, un pequeño peso aterrizó sobre su espalda, a la vez que las piernas y brazos de Farren se le enrollaban alrededor del torso—. Este guerrero es mío. Ahora estás a mi servicio.

—¿De verdad?

El miedo en la expresión de Farren hizo que una sonrisa maliciosa se dibujara en los labios del pelirrojo, cuyos ojos se iluminaron con diversión ante lo que se le acababa de ocurrir. Farren lo sabía, se había preparado para eso, así que se aferró con todas sus fuerzas al torso del chico justo antes de que él empezara a girar como una peonza fuera de control.

—¡Bastaaaa!

—¡Te apuesto a que no pudiste predecir esto!

—¡Claro que lo hice!

—¿Y esto? —Norian dobló el torso para sostener a Farren entre sus brazos. A primera instancia ella puso resistencia, pero unas cosquillas bastaron para apresarla, y después empezar a sacudirla a los lados en un arrebato de euforia. Oírla reír era su mayor impulso para continuar—. Dime, dime, ¿la gran aprendiz logró predecir esto?

—Ahh —suspiró ella luego de haber tomado aire, hundiéndose en el cuello de Norian mientras él, por mero instinto, imitaba la acción—. Espiar a Katrina no es fácil, ¿sabes? Por eso me cuesta aprender de ella.

—Igual de seguro terminas siendo la mejor vidente de Vellania —susurró Norian, jugando con su cabello achocolatado lleno de ondas—, estás mejorando mucho...

—Tú tampoco vas mal en los entrenamientos. —Farren levantó el rostro para mirarlo, y al estar tan cerca se tomó la libertad de enredar los dedos entre los mechones del chico—. ¿Ya te integraste en algún grupo?

—Estoy considerándolo, pero ellos no me agradan.

—¿Y quién sí te agrada?

—T-tú —balbuceó medio sonriente, acopiando valentía para disminuir la distancia entre sus rostros. Estaban tan cerca que podían mezclar sus alientos.

—¿Soy la única que te agrada? —La sonrisa de Farren era insinuante.

—Sí...

—Entonces, cuando seamos grandes, ¿quieres formar un equipo? Ya sabes. —Dio un entusiasmado saltito—. Cuando logre abrir el libro que le quité a Katrina, seré tan buena vidente que podré ayudarte a combatir a los argeneanos.

Norian rio.

—¿Me dirás cómo moverme para salvarme o para herirme? Porque aún no se me olvida la patada que me diste hace un mes.

—¡No se suelta a tu novia cuando la ayudas a escapar por la ventana!

—¡Shhh! —Norian le cubrió la boca—. ¿Crees que quiero que Terrance se entere de nuestras escapadas? No es muy estricto, pero si sabe que he dejado a Tara sola mientras duerme...

—Te va a nalguear hasta que se te caiga el poco culo que tienes, lo sé.

—¡F-Farren!

—¡Solo estoy jugando! —La castaña rio al ver el carmesí en las mejillas del chico—. ¡Te ves tan tieeeeerno así!

—C-cállate.

—Provoca hasta darte un beso.

 Una sonrisa ladeada apareció en el rostro anteriormente avergonzado del pelirrojo, que al ver esa misma expresión en Farren se tomó la libertad de acariciarle la mejilla. A ella siempre le había gustado ese tipo de mimos por la calidez reconfortante en las manos del joven.

—¿Entonces...? —Norian se terminó de acercar—. ¿Entonces vamos a hacerlo?

Farren reemplazó su sonrisa confiada por una nerviosa.

—¿Tú quieres?

Norian apartó la vista. Sus latidos frenéticos iban a hacer que el pecho le estallara, y para su mala suerte eso era algo que Farren podía sentir.

—¿No has besado antes? —rio.

—Ay, ya, habló la experta. ¿Por qué no me besas tú?

Norian pensó que Farren solo se reiría, pero por el contrario, la joven deshizo su sonrisa para mirarlo con una seriedad impropia de su carácter jocoso. Era diferente, ya que si antes había estado relajada, ahora era una profunda convicción la que colmaba sus ojos de un encanto magistral.

«Ella en serio va a besarme» pensó el nervioso Norian, considerando grosero dejar que ella sola fuese la que se acercara. Por eso, tras respirar profundo para que la tensión en sus brazos desapareciera, acercó sus labios a los de la chica hasta sentir...

Que ella se tensaba y jadeaba de terror.

—¿F-Farren, qué...?

Ahí mismo, una fuerza enorme golpeó el cuerpo de la castaña hasta arrancarle un grito agónico, mismo que perforó los oídos de Norian mientras se preguntaba qué estaba sucediendo. La temperatura había descendido de golpe e incluso era capaz de ver vaho saliéndole de la boca con cada una de sus respiraciones. «¿Por qué...? ¿Por qué se siente tan frío?»

Fue luego de unos segundos que se dio cuenta.

Entre sus brazos, el cuerpo antes cálido de Farren empezaba a convertirse en una estatua de hielo. La capa de frialdad se extendió tan rápido que Norian no pudo hacer otra cosa que no fuera oír los gritos desesperados de Farren, suplicando ayuda para salir de esa situación tan espantosa.

«¿Qué...?»

Desesperado y al borde de las lágrimas, Norian puso toda su fuerza para encender llamas en las palmas de sus manos y descongelarla, pero era demasiado tarde. El hielo había consumido hasta su último mechón castaño. Ahora, aquella chica de ojos mieles que tanto amor le había regalado al pelirrojo no era más que una estatua congelada en una posición eternamente dolorosa.

—¡...! ¡Fa...! F-Fa... F-Fa... —Norian había quedado sin voz, no podía hablar. Las lágrimas y el temblor en su cuerpo se habían transformado en sus gobernantes.

Y todo fue peor cuando la estatua estalló en pedazos.

Farren... Farren... Farren había...

«¡No!» gritó en sus pensamientos, mirándose las manos. Esas manos que hace unos pocos segundos estaban acariciando el rostro de su novia. Su preciosa Farren, su vidente favorita, que acababa de morir frente a él.

«¡No, no, no!»

Conocer la vil realidad le arrancó un grito tan fuerte que de seguro se escuchó hasta el castillo, pero a él no le importaba, no cuando el corazón le quemaba el pecho hasta hacerlo fantasear con arrancárselo de un golpe.

Boom. Boom. Boom.

Un latido. Dos latidos. Tres latidos. Cada palpitar dolía como una puñalada, y su errática respiración no hacía más que minimizar sus probabilidades de asimilar lo sucedido. Farren acababa de ser congelada...

Congelada. 

¿Significaba que...?

Un jadeo ahogado cerca de donde estaba lo hizo alzar la cabeza, encontrándose con una persona escondida bajo una capa azul que impedía distinguirle los rasgos. Lo único que podía vérsele eran sus ojos azules, y más abajo, en sus manos, una espada color plata con símbolos blancos.

Era una espada argeneana, de esas capaces de congelar y luego hacer estallar el enemigo con las ondas que desprendían.

Esa persona...

¡Esa persona era la culpable!

De un momento a otro Norian no sintió nada más: ni tristeza, ni miedo, ni angustia. Era una nueva emoción venenosa la que empezaba a recorrerle las venas como un virus letal, una sensación... de estarse quemando por dentro hasta más no poder, como si todo el fuego de Vellania se hubiese apoderado de su corazón para hacerlo desear una sola cosa: venganza.

—¡¿Pero qué hiciste?! —le recriminó al culpable, sin la delicadeza y timidez que antes había caracterizado a su voz. Porque ahora ya no había dulzura, tampoco tranquilidad y cariño; ese Norian había muerto para abrirle paso a uno más salvaje y tosco que nunca.

Uno que deseaba ver muerta a la persona que tenía enfrente.

A punto de estallar, y con el juicio nublado por sus deseos de venganza, corrió lo más rápido que pudo hacia el asesino de su novia, pero no contaba con que él también correría para salvar su pellejo.

A pesar de ser de Argenea era torpe.

—¡¿Por qué lo hiciste?! —vociferó Norian, que sin darse cuenta estaba dejando un sendero de llamas por todo el camino—. ¡Respóndeme, maldito!

Norian no tardó mucho en alcanzar a su presa, y ya así lo primero que hizo fue sostenerle la mano para jalarle el cuerpo hacia atrás y descubrirle el rostro. Pero no estaba preparado para la onda que el asesino liberaría de su cuerpo. Aquello lo obligó a retroceder los pasos que había avanzado.

Lo último que vio de él antes de que desapareciera entre los árboles fue el corazón azul que tenía dibujado en la muñeca. Después se desmayó».

Habían pasado cinco años desde entonces, y por muy estúpido que sonara, no podía superarlo. Se repetía a sí mismo y a los demás que podía dormir sin tener pesadillas o malos recuerdos del suceso, cuando la cruda verdad era que pese a los años, la muerte de Farren seguía siendo una tribulación.

«A ella le hubiese gustado que la superaras» recordó el consuelo de Terrance, pero ni eso ni mil caricias iban a regresar al antiguo Norian. Ese había muerto junto con Farren, y así, el chico callado y tímido que antes todos veían esconderse detrás de Terrance se convirtió en el aislado, intimidante y poco conversador Norian Archer al que casi cualquier vellano temía.

«¿Esa es la versión de ti que a Farren le gustaría ver?» volvió a recordar el regaño de Terrance, pero esta vez su reacción, a diferencia de las anteriores, solo fue tumbarse en el piso a seguir deshaciéndose en lágrimas. Ya no se sentía fuerte, no cuando ni siquiera podía superar el pasado o tener la valentía de enfrentarse a Terrance.

Todo era tan difícil... y él no era más que un idiota con reputación de impulsivo y temible. Sus planes, estúpidos y basados en la rabia, no podían compararse con las estrategias de los demás guerreros al mando de su entrenador. Ellos eran sencillamente asombrosos, por eso desde el primer momento Norian se sintió intimidado al tenerlos cerca.

Después, tras la muerte de Farren, solo les acumuló rabia, y se siguió protegiendo en el «no me caen bien» para no volverse a acercar. Se lo había repetido tantas veces que incluso se lo llegó a creer, cuando la verdadera razón de su lejanía era el miedo a interactuar con alguien, encariñarse y después volver a perderlo todo.

No podía. No podía salir lastimado de nuevo, su corazón no iba a soportar otro ataque.

—Soy un imbécil —jadeó con voz trémula—, no, no sirvo para esto...

Era increíble que, incluso habiéndose esforzado para contactar a una argeneana, aún no se le hubiese ocurrido un plan para conseguir respuestas y evitar la catástrofe de la que sus entrenadores habían hablado. Hasta ese momento lo único que Norian había hecho era actuar como un orgulloso de mierda.

Pero su orgullo era la última armadura que le quedaba; sin eso iba a quedar desprotegido, estar desprotegido era ser débil, y todos se aprovechaban de los débiles.

Quizá debía rendirse y aceptar que no lograría nada... ni siquiera tenía un plan, al fin y al cabo.

—¿Rendirte? —Una voz femenina resonó entre los árboles, a lo que Norian, con los sentidos afilados hasta más no poder, volteó la cabeza en todas las direcciones posibles—. ¿De verdad vas a rendirte?

—¿Q-quién...? —El pelirrojo hizo una pausa para hablar mejor—. ¡¿Quién anda ahí?!

En respuesta, el sonido de las hojas al ser aplastadas por un peso considerable se hizo escuchar, y si los sentidos de Norian no fallaban, venía del frente. Fue así que de los árboles emergió una silueta oculta bajo un manto tan negro como el novilunio sobre sus cabezas.

—¿Quién eres? —exigió respuesta con la poca valentía que le quedaba—. ¿Me seguiste del castillo? ¿Terrance te envió, verdad?

Lo único que la figura respondió fue una risa, por lo que el ceño de Norian se frunció con fastidio. ¿Le estaban gastando una broma? Porque de ser así, se iba a asegurar de que no se volvieran a meter con él.

—¡Hey, tú, descono...! 

Se detuvo. La persona había desaparecido.

«Ya estoy alucinando» pensó, al mismo tiempo en que pegaba la espalda al árbol que tenía detrás para sentirse seguro. No quería imaginarse que otra cosa así le apareciera de la nada.

—¡¿D-dónde estás?! ¡Si crees que puedes asustarme...!

—¿Podrías bajar el volumen? Estoy justo aquí. —La figura apareció unos cuantos pasos frente a él, arrodillada en el piso mientras jugaba con algunas flores—. Gracias por el silencio.

—¿Qué quieres conmigo?

—¿Por qué quieres rendirte?

Norian parpadeó incrédulo. ¿Acaso ella había...?

—No leo tu mente, eso sería imposible.

—No me jodas, ¿eres una aprendiz de hechicero, verdad? Porque voy a hablar con tu superior para que...

Ella volvió a reír. Su figura esbelta daba un poco menos de miedo si lo hacía.

—Dime, Norian, ¿por qué quieres rendirte?

Al analizar la compostura y elegancia de la mujer, ya un poco más calmado Norian dedujo que era mucho mayor de lo que había supuesto al principio.

—¿Quién es?

—Yo pregunté primero.

—¡Me vale! ¡Usted está espiándome!

La figura, todavía con el manto encima, hizo un movimiento con la cabeza con el que pareció voltear a verle. Había sido espeluznante.

—Está bien, está bien. —La mujer soltó otra risita—. Terrance sí me envió. Quería que hablara contigo.

—¿Por qué te cubres?

—¿No todos lo hacemos? —Dio la impresión de estar sonriendo—. Todos tenemos algo que ocultar de los ojos de otros, y a veces, sin querer, terminamos escondiendo toda nuestra personalidad para cambiarla por una falsa. Un manto. —Hizo una pausa—. ¿Tú por qué te cubres, Norian Archer?

Él se frotó los brazos, tímido.

—Por miedo, quizá, no sé.

—¿Miedo a qué?

—N-no lo sé. —Apartó la vista—. Yo... yo simplemente tengo miedo.

—¿Por eso querías rendirte? ¿Por miedo?

—No lo sé —masculló frustrado—, quizá. ¿Por qué estamos hablando de mí?

—¿No te gusta?

—Ni un poco.

La mujer rio.

—¿Vas a rendirte, Norian Archer?

—¡No sé! —Las preguntas empezaban a ponerlo nervioso—. Yo... yo no sé si pueda con esto, ¿entiende? Es demasiado. Además. —Se irguió contra el árbol—. ¿Cómo sabe que tengo algo que hacer y que pensaba rendirme?

La mujer rio de nuevo.

—Reconozco el aura de alguien doblegado por una carga.

—¿Se lo va a decir a Terrance?

—¿Por qué debería?

—No lo sé...

—Creo que esa palabra te gusta mucho, ¿no?

—Solo... —Norian se sentó al pie del árbol, echando la cabeza para atrás—. Solo quiero respirar sin que pese tanto, quiero... —Se miró la mano antes de usarla para acariciarse la frente—. Existir sin que duela tanto.

—Existir y sufrir son compañeros inseparables.

—Lo sé, pero...

Norian no supo cómo terminar.

—Bien. —La voz de la mujer fue un poco severa—. No insistiré en que me digas qué misión tienes, ni se lo diré a Terrance, pero quiero colaboración de tu parte.

—¿Colaboración en qué sentido?

—¿Por qué quieres rendirte?

—Ahí va de nuevo. —Rodó los ojos, cruzado de brazos—. ¿Por qué se interesa en mí?

Una oleada de risitas antecedió la respuesta.

—Digamos que soy hechicera de grado percibe sensaciones, y me gustaría saber si mis resultados son ciertos.

—Entonces soy un experimento.

—Yo no lo vería así, pero está bien.

—¿Qué resultados tiene de mí, a ver?

—En primer lugar, que de verdad consideras que rendirte es una opción.

—¿Hay algo malo con rendirse?

—Si te vas a rendir, ¿para qué empezaste, entonces?

Norian gruñó, pero al sentir que la mujer lo miraba con ojos expectantes, hizo el intento de responder. No quería que creyera que lo había dejado sin palabras. Era como una derrota.

—Porque... —Se detuvo un momento para recordar los motivos por los que había hecho una alianza con Lessa—. Porque el objetivo es importante. Quiero proteger a Vellania.

—Y si te rindes, ¿crees que alguien va a tomar tu iniciativa?

—No, pero...

—Exactamente, Norian Archer. —Por sus risas, la mujer parecía disfrutar decir el nombre del chico—. No puedes rendirte cuando ya has recorrido tanto.

—¿Tanto? ¡Ni siquiera tenemos un plan!

—¿Y?

—¡¿Y?!

—Lo que escuchaste. —Ella hizo una pausa mientras sus dedos blancos, lo único que alcanzaba a verse fuera de la prenda con la que se cubría, jugaban con una planta brillante similar a una estrella—. Admites que tu objetivo es importante, ¿y ahora te echas para atrás? No parece la actitud de un vellano. —Se rio—. Además, ¿no tienes apoyo?

—Sí tengo, pero...

—¿Pero qué?

—No me cae bien.

—¿Razones?

Norian respondió con un gruñido orgulloso.

—Entiendo, entiendo. —De nuevo una risa—. Pero bueno, cualquier apoyo siempre es útil. ¿Por qué crees que debes hacer un plan tú solo?

—No quiero relacionarme con ella.

—Te da miedo encariñarte.

—M-mmm. —El gruñido de Norian salió más como un jadeo tembloroso, cosa que lo frustró—. ¿Por qué cree eso?

—Creo haber mencionado el grado percibe sensaciones.

—¿N-no podría ayudarme con mi misión?

—Eso... lo debes hacer tú. Lo sé. —La voz dulce de la mujer le resonó directamente en el oído—. Y recordar que en el pasado se aprende, no se vive. ¿Entiendes?

Norian asintió de mala gana, entendiendo perfectamente a qué se refería. Aunque de todas formas no estaba seguro de poder lograrlo.

—Por ahora, aprovecha a los que te aman en el presente. No son eternos. —La figura se levantó de un brinco ágil—. Fue una linda conversación. Gracias. Usaré esto en mi tesis.

—¿S-se va a ir?

Pero ya era demasiado tarde: la mujer había desaparecido, dejándolo solo a mitad del bosque oscuro. Lo único que quedó de su presencia fue un susurro grácil, proveniente de las flores estrelladas que había en el suelo.

Tú puedes...

Norian se acercó a las flores. Se llamaban estelares. Se decía que si brillaban frente a alguien, a esa persona le esperaba una gran aventura, y en ese momento un aluvión fulgente manaba de ellas con encanto hipnótico. Era como si la naturaleza quisiera animarlo a seguir.

Como si ella quisiera animarlo a seguir...

«Usted gana, hechicera» pensó mirando al cielo, medio frustrado. «No me rendiré».

Pese a estar sobre una superficie cómoda, la espalda de Lessa dolía con cada uno de sus movimientos, lo mismo con los hombros y piernas, que si bien no dolían tanto como para quitarle la movilidad, sí le daban una buena dosis de desespero. Por eso mismo el ceño se le frunció, también porque la luz sobre su cabeza le dificultaba abrir los ojos.

Tanta iluminación...

¿Acaso era de día?

Asombrada por tal pensamiento, y tragándose las molestias de seguro ocasionadas por dormir mal, Lessa se incorporó sobre las palmas de sus manos para observar el entorno. Los primeros segundos no pudo ver más allá de sus propias narices debido a la escasa nitidez de su campo visual, pero después de unos pestañeos insistentes sus ojos fueron capaces de reconocer las paredes de su habitación.

Pero lo último que recordaba era haberse desmayado en Vellania. ¿Cómo era posible que estuviera ahí? Por un momento incluso quiso aferrarse a la idea de que todo era un sueño y que, en el peor de los casos, los guardias vellanos la habían capturado por estar en su reino a altas horas de la noche. Pero toda esa superstición se fue al acomodar sus pensamientos.

De verdad estaba en su cuarto, sobre la cama de edredones lilas y almohadas rosas que había declarado suya luego de una batalla con Zeth. Frente a ella estaba la puerta del baño, y en las paredes cercanas eran visibles algunos de los reconocimientos conseguidos por Lessa: medallas de oro y diplomas enmarcados, recuerdos de la increíble trayectoria que tenía como guerrera argeneana.

—¿Son lindos, verdad?

La voz de Hent a sus espaldas reemplazó su confusión con sorpresa, así que en vez de seguirse preguntando cómo había llegado ahí, se volteó lo más rápido que pudo para ver a su entrenador. El hombre había tomado asiento detrás de Lessa mientras jugaba con uno de sus mechones cerúleos, ensimismado.

—Señor, ¿qué hace a...?

—Te hice una pregunta, Astral.

—Es que...

—¿Te parecen bonitos? —Esta vez el hombre apuntó a los reconocimientos de Lessa para darse a entender mejor, a lo que la joven no supo cómo responder.

En parte sí, obviamente le parecían bonitos porque eran fruto de su esmero y dedicación, pero por otra parte, estaba segura de que esa no era la respuesta que Hent quería. Cuando formaba ese tipo de expresiones pensativas era porque, o estaba molesto, o tal vez muy orgulloso del avance de alguno de sus pupilos, pero su forma de expresarlo siempre era confusa.

Y bajo esas circunstancias Lessa no podía descifrar qué quería transmitirle. En respuesta, asintió a la espera de un regaño o un muy poco probable elogio.

—Fuiste a Vellania. —Su voz fue inexpresiva, pero la joven sabía bien, por la forma en que jugaba con su cabello, que no era entusiasmo lo que reinaba dentro del entrenador—. ¿Puedo preguntar por qué?

—Es que... —Lessa suspiró para calmarse, ya que una respuesta entre tartamudeos nunca había sido del agrado de Hent—. Es que como las cosas aquí estaban tan agitadas... y como cuando soy guardiana nocturna no vemos entrenamientos oficiales, quise tomar un respiro.  Es todo.

—¿Segura, Astral?

Su tono estaba curtido de suspicacia, tanto, que Lessa sintió como si lentamente un gusanito explorador le estuviera penetrando el cerebro. Cualquiera que hablara con Hent en una situación así se hubiese sentido igual: vulnerable, inferior e inmovilizado por la intensidad de dos armas invisibles. La astucia y el silencio de Hent Lagger.

—Segura, señor. A eso fui. Lamento no haber notificado. —Haciendo acopio de toda su firmeza, asintió varias veces para reafirmar lo que había dicho—. Estuve recorriendo el lado del bosque vellano.

—¿Fue un largo viaje, no? Porque tuve que ir a recogerte.

«Entonces por eso estoy aquí».

—Sí... perdí la noción del tiempo. —Tragó saliva mientras empuñaba las manos—. No volverá a suceder, señor.

—Así me gusta. —Luego de levantarse y caminar hacia el frente, el hombre le dio una palmadita en la cabeza. Acto seguido giró sobre sus talones para quedar cara a cara con los reconocimientos de la pared—. Porque, viendo tu casi perfecto historial como mi pupilo, sería una... —dijo y pasó la mano sobre uno de los diplomas— completa barbaridad que de pronto una pequeña rebeldía te hiciera perderlo todo, ¿no crees?

Los labios de Lessa temblaron cuando intentó responder. Acababa de evocar la alianza que había hecho con Norian.

—¿Por qué tan callada, Astral?

—No es nada, señor.

—Te ves pálida. —De un rápido movimiento Hent se giró para asir a su pupilo del mentón—. No estás comiendo bien, la señora Main me dijo que te saltaste el desayuno. Tal vez por eso te desmayaste en Vellania.

Lessa parpadeó dos veces, patidifusa. Sí recordaba haber perdido fuerzas de camino a su hogar, pero el resto de cosas parecían vídeos borrosos con audio distorsionado. No podía sacar ninguna memoria útil que le dijera por qué o en qué momento había cerrado los ojos.

—Una guerrera necesita alimentación decente —dictaminó el hombre, aún con el mentón de Lessa entre sus fríos dedos—. ¿Crees que una guerrera raquítica y débil podrá entrar al CEMA?

Aquella pregunta fue un golpe en el pecho para la chica. CEMA. CEMA. Su mayor sueño era pertenecer a ese grupo, y el simple hecho de oír a su entrenador mencionarlo le revolvía las entrañas. Además de ser entrenador, la mano derecha de la familia real y jefe del departamento de defensa, también era el encargado de admitir a los guerreros dentro del CEMA, y según sus propias palabras, en los últimos años solo unos pocos habían recibido tal honor.

—Sé que necesito mejorar mi desempeño —reconoció la chica, ansiosa—, y si lo hago, ¿usted cree que pueda formar parte del...?

—¿CEMA?

El asentimiento eufórico de Lessa hizo reír a Hent.

—No lo sé, Astral. —Inclinó un poco la espalda para estar a su altura, ya que ella estaba sentada y él de pie—. ¿No has hecho nada de lo que puedas arrepentirte, cierto?

Ella estuvo a punto de responder en cuanto el recuerdo de su alianza con Norian la detuvo. Haber ido a Vellania no había sido contra las normas porque había solicitado un permiso, así que eso estaba bien, pero... mentirle a un entrenador sí era una infracción notable, como también lo era contradecir sus deseos.

Y Lessa junto con Norian no solo le habían mentido descaradamente a un entrenador vellano, sino que también planeaban ir en contra de algo que sus superiores querían. Por Gneis misma... Si seguía así su sueño de ser aceptada en el CEMA se iría a la basura, y sin eso, ¿qué era ella? ¿Quién sería Lessa Astral si no tenía forma de luchar? Para eso había sido entrenada, sin distracciones, sin pasiones. Nada más estaba para obedecer y honrar a aquellos que le habían servido de guías, incluyendo a Hent y sus deseos de verla convertida en una guerrera formidable.

No podía traicionarlos, pero...

«¿Te importan más las reglas o las vidas que están en juego?»

Recordar el regaño de Norian se sintió como una bofetada a todas sus creencias. ¿Era correcto seguir con él sin avisarle a su entrenador? ¿Y si todo lo de las supuestas consecuencias no era más que un malentendido? Pero eso era demasiado estúpido...

—Por cierto. —Hent abrió una de las gavetas para sacar una prenda de color negro, específicamente la caperuza que Norian le había prestado a Lessa—. Te encontré con esto puesto, y por la piedra roja que tiene no parece ser de aquí. —La volteó a ver con ojos penetrantes—. ¿Te encontraste con algún amigo en ese... "recorrido por el bosque"?

Por su tono profundo era fácil darse cuenta de que no se estaba fiando de las palabras de la chica, y al sentirse descubierta, Lessa no hizo sino frotarse los brazos mientras sonreía con un nerviosismo vagamente disimulado. Trataba de aliviar la dicotomía en su interior, pero en vez de lograrlo solo hizo que arreciara. Porque por una parte estaba su fidelidad a Hent y todo lo relacionado a Argenea, pero por el otro estaba la reciente unión con Norian para salvar los dos reinos...

Pero eso era una rebeldía, y si era descubierta perdería su puesto. No sería nadie en la vida.

—Espero tu respuesta, Astral.

Pero si le decía la verdad, Hent podía hacer todo lo posible por impedir que viera a Norian y que por ende, no hicieran nada para proteger los reinos.

Y su deber era brindar protección.

Pero también obedecer.

Proteger...

Obedecer...

Proteger...

Obedecer...

Proteger...

—Astral, sigo esperando.

—Yo... yo soy fiel a usted, señor —aceptó con firmeza, a la vez que se levantaba para acercarse al hombre—. Nunca haría nada que estuviera en contra de sus deseos.

—¿Y de dónde salió la caperuza?

—La... —Lessa tragó saliva, pálida—. La encontré tirada en el camino, señor. Y me la puse para protegerme del sol.

—¿De verdad eres fiel a mis órdenes, Astral?

—Afirmativo.

—Bueno. —Hent le agarró la muñeca con una fuerza extraordinaria, sonriendo de una forma que perturbó a la chica. Sus ojos brillaban por una perversa fruición—. Hace unos minutos los vigilantes me informaron de un extraño avistamiento en el bosque, el lado que te tocó vigilar hace unos días, ¿lo recuerdas? —Lessa asintió—. Por la energía que emana están seguros de que es un vellano, así que... si de verdad eres fiel a mis órdenes, supongo que no te importaría ir allá a capturarlo y traerlo ante mí, ¿verdad?

Lessa se mordió los labios, casi segura de que el único vellano capaz de infiltrarse así era Norian Archer. Aunque de verdad esperaba que no fuera él.

—¿O acaso se trata de tu amigo fogoso, Astral?

—¿Cuál amigo? Le dije que había conseguido la caperuza en el suelo.

—¿Entonces qué esperas para capturarlo y traerlo? —Hent la empujó con impaciencia—. Vamos, vamos. Tu historial como guerrera obediente depende de eso. ¿Vas a hacer lo que te digo?

—Yo...

—El CEMA no acepta guerreras titubeantes.

Lessa abrió los ojos con pasmo. No podía permitirse dudar en un momento como ese.

—Lo capturaré, señor. No se preocupe.

Canción de Norian en multimedia :D

Pronto, pronto habrá dibujo...

Por otro lado, ¿cuáles son sus impresiones del cap? ¿creen que Lessa traicione al chico fuego? Jeje.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro