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Capítulo VI: Una llama peligrosa

Silencio.

Las conversaciones con la familia real siempre eran largas y amenas, pero en esa ocasión lo único que Hent escuchaba era una mudez ensordecedora. Nada. No había ni una sola palabra que algún integrante de la familia real quisiera decir luego de lo que él les había avisado.

El entrenador permanecía en uno de los asientos del medio, con la vista clavada en el afanado vaivén de sus piernas. Dicha acción, junto con el juguetear enérgico de sus pulgares sobre su regazo, era lo único que lo hacía mantener la compostura en un ambiente tan incómodo como ese.

—¿Podrías... repetir lo que dijiste? —habló por fin una voz, femenina.

—Los elegidos de Gneis aparecieron.

Hent lo repitió fuerte y claro, más que la primera vez que lo había dicho. En respuesta oyó un sinfín de jadeos de angustia que lo animaron a seguir.

—Sabemos quiénes son, así que es cuestión de tiempo para que se cumpla la profecía.

—¡No puedes permitir que tal blasfemia se repita! —La voz atronadora del rey se sintió como un cuchillo en las orejas, ya que nunca había medido el volumen al hablar, mucho menos si era enfado lo que lo dominaba—. Hace años te pedimos que te prepararas para esto, nos aliamos con nuestros enemigos para impedir que volviera a suceder. Así que dime, Hent, ¿qué plan tienes?

El rey nunca había sonado tan demandante hasta ese momento, de seguro debido al riesgo que implicaba luchar contra la destrucción profética de una diosa. La primera parte ya se había cumplido, y si seguían así, las demás premisas no tardarían en volverse parte de la inevitable realidad.

«Llegarán, llegarán dos guerreros de azul y rojo a cambiar el orden de sus reglas».

Hent tragó saliva al recordarlo, y lo que era mucho peor, al saber que se había cumplido perfectamente. Dos guerreros de azul y rojo habían fallado en el torneo y eso había puesto a ambos reinos patas arriba. Les habían cambiado el orden de las reglas.

—Esperamos una respuesta de tu parte, Hent —insistió la reina.

—El entrenador de Vellania dice que podemos orientarlos hacia el segundo camino de la profecía —soltó de golpe, sin saber si la propuesta sería del agrado de sus superiores. Ni siquiera había podido considerar las probabilidades de éxito—. No sabemos si las cosas saldrán bien pero... los resultados serán mucho mejores que los del primer camino.

—¿Dices que...?

—¿Los quieren llevar por la ruta de la autodestrucción? —completó la princesa.

—Exactamente.

—¿Estás demente, verdad? —La voz de la reina salió a rebosar de consternación—. Tan solo imagina cuánta energía debe liberarse para que dos elegidos como ellos se destruyan entre sí, ¡los reinos también serán aniquilados!

—Va a haber muchos daños, de eso no hay dudas. —Hent trataba de mantenerse calmado a pesar del aura pesada que había dominado la habitación—. Pero en el primer camino todo, excepto ellos, se destruirá. No hay probabilidades de supervivencia. En cambio, en el segundo camino solo debemos verlos asesinarse y luego reconstruir los daños causados por la pelea. —Hizo una pausa para tragar saliva—. Y si me permiten decirlo, me parece mucho mejor.

Luego de tal cosa la familia real permaneció en silencio, como si consideraran todas y cada una de las posibilidades de supervivencia. Por un lado estaba la destrucción masiva de todo por lo que habían luchado, y por el otro estaba el enfrentamiento más difícil por el que alguna vez pasarían. Las probabilidades de sobrevivir no eran muchas, pero sí mayores que las de la primera opción.

Solo había un cabo suelto.

—Y, dime, Hent. —Por la voz curiosa de la reina, el entrenador incluso podía imaginársela con el ceño fruncido—. ¿Cómo pretenden guiar a los elegidos por la segunda opción? Porque ni nosotros pudimos detener lo que sucedió la primera vez.

—Lo sé, aún estamos pensando en una estrategia. —Hent frunció el ceño. Odiaba no tener todo perfectamente organizado—. Pero les doy mi palabra al decir que no va a haber equivocaciones. No esta vez.

—El fallo de hace un siglo nos orilló a elegir la guerra —habló el rey— si se repite...

—Moriremos todos, me queda claro. —Hent asintió como un niño recibiendo un sermón—. Pueden estar tranquilos sabiendo que eso no pasará.

Que nunca se te olvide que te elegimos para cosas importantes, Hent. La primera, para arreglar un error, y la segunda...

—Para evitar que suceda de nuevo, lo sé, señora. —Hent volvió a asentir con una sumisión impropia de él—. ¿Puedo retirarme ya?

La respuesta afirmativa del rey le dio permiso para levantarse, acomodar su silla dentro de la mesa y girar sobre sus talones para salir de la gran sala. Sus pasos seguían teniendo esa característica discontinuidad causada por la cojera, pero ni eso era suficiente para que Hent Lagger, el mejor entrenador de Argenea, dejara de verse como el servidor más intimidante y fiel de todo el castillo.

Porque a diferencia de los otros, él no le temía a matar a alguien en el nombre de su reino. Lo había hecho demasiadas veces como para sentir culpa.

Al no conseguir respuesta inmediata de Norian, Lessa repitió el saludo, pero el chico la había escuchado perfectamente, claro que sí, por eso no tardó ni un segundo en asegurar la puerta para que nadie descubriese lo que estaba sucediendo. Por Gneis, había una argeneana en su cuarto, ¡su cuarto! No podía con eso.

—Fuera de mi cama —comandó sin delicadeza, causando que la sonrisa de la chica se curvara hacia abajo—. Siéntate en el piso, no me importa. Pero en mi cama no.

—¡Norian! —chilló Tara.

—Te traje tus cosas, ahora vete. —El pelirrojo le lanzó el bolso con sus peticiones—. Lárgate rápido.

—Pero...

—No deberías hablarle así, ¿sabes? —Lessa se levantó de la cama, no para obedecerlo, sino más bien para parársele enfrente con una determinación que hizo que el ceño de Norian se frunciera más—. Que tú estés resentido con el mundo no te da el derecho de tratarla así.

Tara, que se había resguardado detrás de la guerrera, le sonrió a su hermano en son de burla mientras sorbía su recién abierta caja de jugo. Era el sabor de la victoria.

—Mira —presumió la niña, mostrando la trenza que le adornaba el cabello desde la parte superior hasta las puntas—, ella hace cosas más bonitas que tú. Me cae bien.

«Traidora malagradecida» pensó Norian, empuñando las manos con la impotencia más ardiente que alguna vez había sentido. Estaba seguro de que la temperatura en la estancia había aumentado, y su mal humor era el culpable. Incluso se podían ver algunas volutas de humo rojo formar espirales sobre su cabello.

—Oh, se molestó. —Tara dio un paso al frente para estar entre los dos muchachos. Así pudo agarrar la mano de Lessa y la de Norian al mismo tiempo, quien le gruñó, pero que de todas formas no deshizo el agarre—. ¿Por qué se miran tan feo?

—¡Porque ella entró a mi cuarto, Tara! —recriminó Norian, señalándola con su mano libre—. Y encima viene y te deshace el peinado que yo te hice para hacerte esa... ¡esa monstruosidad argeneana!

—Se llaman trenzas, y tu gente también las usa —corrigió Lessa, con una sonrisita que Norian quería borrar—. Solo quería hacerle un regalo, ya sabes, como tú y yo vamos a ser compañeros...

—Wow, wow, wow, más despacio. —Norian hizo ademanes con las manos como si simulara acariciar el aire—. Nunca dije que íbamos a ser compañeros ni nada.

—Dijiste que querías aliarte conmigo.

—¡Sí, pero eso era antes de que me dijeras fogoso rebelde! —Se cruzó de brazos de forma caprichosa mientas, en un espectáculo rojizo semejante a un atardecer, sus mechones desprendían fuego—. Ahora no sé si quiera hacer equipo contigo, ¿sabes?

—Heriste su orgullo, eso es lo que pasa. No le gusta que le digan que no.

—¡No te metas en esto, Tara!

—¡No le hables así! —recriminó Lessa.

—¿Tú qué sabes de niños, eh? —En un arrebato furioso Norian la empujó hacia atrás, al mismo tiempo en que la habitación se llenaba de tonalidades rojizas debido a la alta temperatura proveniente de su cuerpo. Así era siempre que se enfadaba: un cúmulo de ira andante capaz de rostizar hasta los muebles, y ni siquiera tal peligro lo hizo desistir a la hora de caminar de a grandes zancadas hacia Lessa—. ¿Qué puede saber una fría argeneana sin sentimientos de niños, dime? Porque hasta donde yo sé ustedes no son más que unos cubos de hielo en forma de personas. ¡Asesinos sin escrúpulos! ¡Solo piensan en matar!

—¡Y ustedes solo piensan en pelear!

—¿De qué otra forma podemos defendernos del desastre que ustedes provocaron? —La señaló—. No te hagas la santa cuando los dos sabemos muy bien por quiénes inició la guerra.

—Por su reina loca, por supuesto.

—¡Por su príncipe impulsivo!

—¡Ah, habla de impulsivos el vellano que está a punto de quemar la habitación!

—¡Cierra la boca!

Pese a la intensidad del altercado Tara no podía estar más contenta, pues no solo había conseguido que su hermano le comprara cosas, y que la guerrera rival le hiciera una trenza bonita, sino que, además, los dos le estaban dando el mejor espectáculo de su vida. Era increíble cómo el piso alrededor de Norian brillaba con la intensidad de mil soles, repleto de chispas fogosas que fácilmente se le arremolinaban en torno al cuerpo para darle una apariencia más brusca y endemoniada. Sus mechones, esos que antes habían estado revueltos frente a su rostro, ahora ardían como una antorcha dispuesta a quemar a la persona que tenía enfrente sin arrepentimiento alguno.

Pero Lessa no se quedaba atrás, ya que su lado de la habitación había sido dominado por una capa de hielo que, tras cubrir la cama, los muebles e incluso las paredes y el techo, se convertía en picos filosos que no paraban de crecer alrededor. Las escleróticas se le habían tornado de la misma tonalidad azul invernal de su cabello, lo mismo con las iris, que desprendían chispas parecidas a copos de nieve.

El lado de Lessa era frío, el de Norian parecía la dimensión demoniaca, y Tara se mantenía entre los dos a la espera de alguna confrontación o algo más interesante que esas demostraciones de poder asombroso.

—¿Podrías deshacer toda esta mierda? —masculló Norian, refiriéndose al hielo del otro lado del cuarto.

—No hasta que tú deshagas la tuya.

—¿Mi qué? ¿Mi mierda? ¿Por qué no dices la palabra, eh? —Norian sonrió con cinismo—. ¿Mucha fachada que mantener, señorita argeneana?

—¿Podrías dejar de ser un maldito imbécil?

—Oh, una mala palabra. —Norian sonrió más—. Con eso no me das miedo.

—¿Y tú crees que con todas estas llamas me intimidas?

Norian apretó los puños, sabiendo que la respuesta a esa pregunta era negativa. No. Ella no parecía tenerle ni una pizca de miedo, y eso solo lo enfadaba más. Desde que Terrance lo había acogido no había persona que se atreviera a hablarle, a seguirlo o a siquiera enfrentársele de esa manera. Eso lo hacía sentir poderoso y confiado. Pero a diferencia de todas esas personas, estaba Lessa, alguien que le hacía frente con una valentía detestable.

Y en cambio, él le tenía miedo, no solo por eso, sino por lo vulnerable que lo hacía sentir.

«Maldición, te odio» pensaron al mismo tiempo. Estaban a tan pocos centímetros que podían respirar el aire que el otro soltaba.

—Por Gneis misma, bésense ya. Para matar la tensión.

El intervención de Tara los perturbó tanto que lo siguiente que hicieron fue separarse, para después caminar en direcciones opuestas y finalmente tomar asiento en el piso. Lessa había apartado la vista hacia la ventana del lado izquierdo, avergonzada por lo que había pasado, mientras que Norian se había dedicado a mirarla con ojos curtidos en orgullo y los brazos cruzados, como si quisiera decirle que ese era su territorio y que por ende había ganado la batalla.

Como los ánimos se habían calmado el entorno también fue volviendo a la normalidad. El fuego desapareció, y como Terrance había pensado esa habitación específicamente para Norian, no había quedado ninguna quemadura ni mueble chamuscado. No con el hechizo protector que le había puesto a todo. Sin embargo, el hielo de Lessa sí había hecho estragos en la estancia, ya que al derretirse dejó la mayoría de superficies húmedas y frías.

Al darse cuenta el cabello de Norian ardió otra vez, y se hubiese quejado no ser porque Lessa habló primero:

—L-lo siento, me dejé llevar. —La vergüenza y el arrepentimiento en su tono eran palpables—. Discúlpame.

—Sí, fantástico. —El veneno en la voz de Norian no se hizo esperar—. Vienes, me jodes todo y luego...

Tara le lanzó su caja de jugo vacía a modo de represalia.

—Lo que mi hermano quiere decir es que también lo siente mucho.

—Ajá —gruñó Norian.

—Y que de verdad quiere hacer equipo contigo para hacer eso que no me quiere decir. Solo que a veces es muy orgulloso.

Lessa se apartó el cabello de los rasgos para ver al chico a los ojos.

—¿De verdad no le has dicho a qué nos estamos enfrentando? —indagó sorprendida, a lo que Norian apartó la cabeza con rapidez. No quería que supiera que la había estado observando.

—No, no le he dicho. No quiero involucrarla.

—Es tu hermana.

—Y la quiero demasiado como para meterla en este embrollo —confesó con firmeza. Tara dio un respingo por el asombro: le había dicho que la quería—. Pero claro, como los de Argenea no saben de sentimientos...

—De seguro sé más que tú.

—Claro, señorita frialdad.

—Mira quién lo dice.

Norian se encogió en sí mismo. Su boca se había quedado sin municiones para contratacar.

—Creo... que iniciamos con el pie izquierdo, Norian Archer. —Lessa, aún en el piso, empezó a gatear hasta él para extenderle la mano—. ¿Qué tal un nuevo inicio, eh? Soy Lessa Astral.

Él gruñó.

—Vamos, vine hasta aquí para hacer esto. —Le extendió la mano con más insistencia, esbozando su insufrible sonrisita entusiasta—. ¿Dejarías a un lado el orgullo?

—Norian, por favor... —Tara le hizo ojitos suplicantes.

—Exacto, Norian, por favor.

—Mmm.

—Por fis —suplicó Tara—, y no te volveré a mojar con mi jugo.

—Por favoooooor.

—¡Por favorcito!

—¡Por fiiiis!

—¡Está bien! ¡Está bien! —aceptó de mala gana—. Accedo a aliarme contigo, pero bajo mis términos, ¿captas?

Tras decir eso Norian le apretó la mano para sellar el pacto, y sus dedos, con solo haberse rozado un poco, desprendieron una diminuta nube de humo color lila que al final se desvaneció hasta ser invisible para los ojos de los presentes.

Pero Lessa se concentró en otra cosa. La mano de Norian poseía una calidez en extremo reconfortante. Se sentía como esas veces en las que, cuando el frío en Argenea superaba los niveles considerados seguros, Lessa y los demás niños era transferidos a una gran habitación con chimenea.

El fuego de ahí siempre le había parecido increíble porque no tenía patrones lógicos, sino que se movía con espontaneidad y a su propio ritmo impredecible.

Pero aunque hermoso y deslumbrante, el fuego era peligroso. Y eso era Norian. Una llama peligrosa.

Por eso lo soltó rápido.

—Así que... ahora somos un equipo, ¿no? —dijo para romper el silencio.

—Ajá.

—¿Qué empezamos haciendo?

—Bueno...

—¡Tara! ¡Norian! ¡Sentí una perturbación de energía! ¿Están bien? —La voz de Terrance del otro lado de la puerta les heló la sangre—. ¡¿Por qué la puerta está cerrada?! ¡Norian!

—Maldición... —masculló el joven.

—¿Q-qué pasa? —La pregunta de Lessa fue ignorada por completo.

—Tara, mantén el código mágico —comandó Norian, y en respuesta la niña se paró frente a la puerta a repetir el código con sus manos para que Terrance, si estaba del otro lado intentando abrirla, no pudiera hacerlo. Después Norian miró a Lessa—. Vete por la ventana, rápido.

—P-pero tengo permiso para venir a Vellania.

—¿No lo entiendes? Los entrenadores no deben saber lo que estamos haciendo, no cuando ellos mismos son a lo que nos estamos enfrentando. —Las palabras salían de los labios de Norian a una velocidad sorprendente—. ¿Alguien te vio entrar aquí?

—No, Tara me guio y...

—¡Norian! ¡Tara! ¡Sé que están ahí adentro! —regañó Terrance— ¿Por qué no abren?

—¡Es...! ¡Estoy vistiéndome! —se apresuró a decir Tara, pero luego de haber sentido una perturbación de energía tan grande en el cuarto, era difícil que el entrenador se creyera tal mentira.

—¿Norian volvió a tener uno de sus arrebatos?

—E-ehm, ¡sí! —El pelirrojo respondió con la voz entrecortada, nervioso por ver cómo los movimientos de su hermanita perdían soltura. Si fallaba una vez, Terrance lograría abrir la puerta—. ¡Pero estamos bien, en serio! ¡Puedes irte!

—¡Necesito hablar contigo!

—¡Es...! ¡Espérame afuera!

—¡Norian!

—¡Me está haciendo trenzas, Terrance! —mintió Tara—. Por favor, deja que termine.

El entrenador vellano suspiró con desdén.

—¿Trenzas? ¿En serio?

Ante la pregunta incrédula del hombre Tara sonrió, mirando a Norian con malicia. Se iba a ver obligado a aceptar que era el estilista de su hermana menor, algo que, si bien no lo avergonzaba, tampoco disfrutaba admitir.

—Sí, Terrance... trenzas. Trenzas para mi hermanita —masculló, a punto de perder la paciencia—. Ahora, ¿podrías esperar afuera mientras termino?

—Bien, pero recuerda usar algo de fijador al final.

—Lo sé. —Su tono salió a rebosar de fastidio—. Gracias, saldré pronto.

—Solo no te tardes.

—Lo que tú digas —repuso el chico, dedicándole a Tara un gesto con el que quería decirle que dejara de proteger la puerta.

Ella, después de captar el mensaje, se sentó en el piso a observar a los dos jóvenes. Mientras tanto Norian repasó mentalmente todo el camino que Lessa podría tomar para no ser descubierta.

—¿De verdad tengo que salir por la ventana?

—No me arriesgaré a que Terrance nos descubra, así que sí. —Con una delicadeza incompatible con la brusquedad de su carácter, el pelirrojo le tomó la mano para dirigirla hacia el borde de la ventana—. Ya me he escapado por aquí, es simple. ¿Ves el árbol de allá? —Vio a Lessa asentir—. Déjate caer y te agarras de sus ramas, luego bajas sin problemas. ¿Entendido?

—Norian...

—¿Qué?

—¿Estamos... rompiendo las reglas?

En vez de contestar a su pregunta Norian se dio la vuelta, fue a su perchero y  tomó la caperuza negra que siempre usaba para cubrirse los rasgos. Lessa hizo el amague de preguntar qué pretendía a hacer con eso, pero cuando menos se lo esperaba el chico ya le había puesto la prenda encima, para después abrochársela en la parte cerca del cuello. Era una piedra roja la que mantenía los dos extremos de la tela unida.

—Con eso puesto no sabrán que es una argeneana la que está saliendo de mi cuarto —farfulló el muchacho—. Cuando firmes tu salida con los guardias te lo quitas si quieres, pero póntelo aquí.

—No respondiste a mi pregunta.

—Cuídala bien. —Señaló la caperuza—. Me la dañas y te mato.

—¿Estás ignorándome?

—¿Te importan más las reglas o las vidas que están en juego? —Dicho eso, Norian le dio la espalda—. Es lo único que tengo para responderte.

Frustrada por su actitud, Lessa asintió, dio un último adiós, y luego de tirarse por la ventana fue absorbida por la oscuridad de la noche. Norian la siguió con la mirada hasta que el andar de la caperuza se convirtió un mísero puntito negro imposible de distinguir.

Sí... se había ido.

Norian suspiró aliviado de que no los hubiesen descubierto, y como quedarse mirando la ventana no sería productivo, se giró con rapidez para salir a hablar con su entrenador. Hacerlo esperar solo lo haría ver más sospechoso.

—N-Norian. —La voz tímida de Tara lo detuvo cuando estaba a punto de llegar a la puerta—. ¿Puedo preguntarte algo?

—¿Qué pasa?

—¿Esa...? ¿Esa caperuza no fue un regalo de... ella?

—Sí...

—¿Y por qué se la diste?

Él no respondió.

EN LA MULTIMEDIA UNA SUPER CANCIÓN QUE COMBINA CON NORIAN, WUUUUHagan como que Lessa se la dedica.

Por otro lado... I BELIEVE IN AURORA SUPREMACY ✨🎶

Ahora, momento de interrogar: ¿personaje favorito hasta ahora?

Para hoy no hay dibujo, sorry :(

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