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Capítulo IV: El corruptor de sueños

«El miedo significa que aún tenemos algo por lo que luchar».

-Enfermos Mentales: Un pueblo en llamas (OneHistoryMore12)

Para Norian la vida era una de las cosas más impredecibles, porque en un instante podía estar descansando sobre una camilla, exento de preocupaciones y feliz, pero en cuestión de segundos podía encontrarse en una situación totalmente opuesta. Y en serio estaba comprobándolo.

Con Tara en brazos, las piernas cansadas y el corazón retumbándole sin cesar, Norian corría con todas sus fuerzas para huir de la criatura alada que había brotado del bosque. Sus gritos eran una mezcla horrorosa de todas las víctimas que había consumido, convirtiéndose en una fusión de voces agónicas que solo suplicaban una cosa: ser libres.

Y Lessa, que había sido obligada a repetir miles de veces los daños que causaba cada criatura, no había podido evitar estremecerse al ver que una de esas cosas emergía del bosque persiguiendo a los dos vellanos que ahora corrían junto a ella. Eran del reino enemigo, pero su instinto de protección se encendía con todo el mundo y por eso no estaba dispuesta a dejarlos a merced de la criatura. Tan solo debía guiarlos hacia un lugar seguro antes de iniciar la batalla.

—¡Hacia el lado izquierdo! ¡La barrera está cerca! —avisó, justo antes de cruzar hacia la dirección indicada con toda la rapidez que sus piernas podían darle. Los vellanos la seguían al pie de la letra— ¡Cuando crucen quiero que...!

Un revoloteo de la criatura tuvo la potencia necesaria para mandarlos a volar contra los árboles. Antes de que pudieran reaccionar, el pirata, lanzando uno de sus inaguantables chillidos, volvió a batir las alas con tanta fuerza que a sus cuerpos se les hizo imposible separarse del suelo.

Lessa quedó aturdida por el golpe, y al querer disparar una flecha lo único que logró fue que se le resbalara de las manos. A su alrededor la nieve revoloteaba en forma de vendaval frenético, formando un círculo de puntitos blancos que giraban una y otra vez en función de los aleteos de la criatura, cuyos ojos, profundos, grandes y repletos de coloraciones entre plateadas y amarillas, no tardaron ni un segundo en enfocarse en el tembloroso cuerpo de Lessa.

La argeneana usó toda su rapidez para apuntarle con el arma. Sin embargo, cuando apenas agarraba una una de las flechas, el pirata se abalanzó sobre ellos en forma de ráfaga negruzca. Quedaron cautivos dentro de su boca y con el campo visual invadido de negro.

Nada...

No había nada.

Los piratas recibían ese nombre porque iban saqueando los sueños de cualquier incauto que se les cruzara, dejándolos como un saco vacío incapaz de hacer otra cosa que no fuera repetir su nombre una y otra vez. Porque el cuerpo era una carcasa, el alma el motor, y los sueños el combustible. Por eso ser despojado de ellos era la destrucción de la esencia misma.

Aquellas entidades se formaban por la fusión de las almas corruptas que, coléricas por su propio despecho, buscaban sin descanso los sueños de otras personas para ver si así llenaban su vacío. Pero nada era suficiente para ellas, y por eso en su interior no había más que gritos de sufrimiento.

Y, claro, oscuridad.

A pesar de las heridas causadas por el ataque, Norian podía distinguir todo: desde los gritos de las almas corruptas, hasta los rostros de personas que sobresalían de las paredes en busca de salvación. Si cualquiera de ellos lo agarraba, estaría perdido para siempre.

Pero darse cuenta de eso no fue lo que hizo que el corazón se le fuera a la garganta, no, se puso así porque apenas se daba cuenta de que no tenía a Tara en brazos.

«¡Mierda!»

—¡Taaaaaaraaaa! —llamó desesperado, pero los gritos de las almas corruptas eran demasiado fuertes como para que otra persona lo oyera. Por eso aumentó el volumen—. ¡Taaaaaraaaaa! ¡Taaaaraaaa!

—Ayúdame, ayúdame.

—¡Quiero salir!

—¡Sácame de aquí! ¡Ayúdame!

Mientras más caminaba las voces eran mucho más irritantes, hasta el punto de obligarlo a cubrirse los oídos para no enloquecer. Por fuera, su fachada era intimidante debido a la mandíbula apretada, el ceño fruncido y sus pasos presurosos; pero por dentro no era más que una bomba de desesperación que con cada segundo sin ver a Tara se acercaba más al estallido. ¿Dónde estaba? ¡Había sido un completo idiota por soltarla! ¡Había sido un idiota por no darse cuenta de que lo había seguido por el bosque! Había...

—¿A dónde vas? —le había preguntado ella al verlo salir del cuarto, no con la ropa de dormir, sino con el atuendo que usaba para entrenar—. ¿Qué haces?

—Voy a buscar agua.

—Ehmm...

—Duerme.

Extrañamente, en vez de poner excusas y seguir preguntando Tara volvió a hundirse entre los cobertores antes de que sus ronquidos hicieran aparición. Norian permaneció allí por un minuto más para asegurarse de que no estuviera fingiendo, y al saber que su hermanita estaba sana y salva en las profundidades del mundo de la inconsciencia, salió del cuarto tan sigiloso como una sombra.

Sabía que lo que estaba a punto de hacer era una locura, pero Terrance estaba demasiado misterioso y la incertidumbre no lo dejaba dormir. Cada nueva duda le pegaba en la cabeza como si fuera un bate, y para colmo, una ansiedad insufrible se hacía presente en su interior cada vez que recordaba lo vivido en Argenea, específicamente las cosas con su rival y la conversación que habían oído entre Terrance y Hent.

Necesitaba apoyo si quería conseguir información al respecto, y por mucha rabia que le diera aceptarlo, la única persona que al parecer se encontraba en esa misma situación era su rival. Pero recordar lo vulnerable que se sentía estando cerca de ella lo hizo replantearse el plan. ¿De verdad sería bueno buscarla? ¿Qué pasaba si ella era parte de ese misterio? Aunque... se había visto demasiado confundida por las palabras de los entrenadores como para formar parte de su equipo.

—Debo hacerlo —dijo para darse ánimos, y después de amarrarse las botas corrió como un fantasma a través de los pasillos. Que su hermana se hubiese dormido era lo mejor.

O al menos eso estuvo creyendo hasta que a mitad de su recorrido por el bosque la niña brotó de los arbustos. Sí. Lo había seguido, y la discusión que empezaron después fue tan fuerte que terminaron atrayendo la atención de aquel pirata dentro del que estaban cautivos, mismo que sería su tumba si no salían pronto.

—¡T-Taaaaraaaa! —La garganta le ardía lo suficiente como para hacerlo lagrimear, pero no iba a ceder en un momento así—. ¡T-Tara! ¡Tara, por favor responde! ¡Taraaaaaa!

—¡Ayúdameeee!

—¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí!

—¡Ustedes no! ¡Quiero a mi hermana! ¡Devuélvanme a mi hermana! ¡Quiero a...!

—¡N-Norian!

Escuchar esa vocecita asustada, pese a la lejanía, lo hizo sonreír de alivio. Ahora tenía la certeza de que Tara aún no había sido consumida por las almas del corruptor de sueños.

—¡¿Tara?!

—¡Norian!

Podía verla. Su silueta era poco distinguible debido a la niebla negruzca alrededor, pero Norian reconocería ese cabello rojizo en donde fuese. Estaba tan cerca que no tardó ni un segundo en empezar a aproximársele corriendo.

—¡Taraaaa! ¡¿Puedes vermeee?!

—¡N-Norian!

«Aquí estoy para ti» quiso decirle, pero había abusado tanto de su garganta que solo le salían sonidos roncos y lastimeros. Solo pudo hablarle bien cuando llegó hasta donde estaba.

—T-Ta... ra... no vuelvas a desobedecer así. —La rodeó con los brazos—. ¿Me escuchaste?

Ella no respondió.

—¿Tara?

Silencio.

Un momento. ¿Silencio?

«¿Y las voces de las almas corrup...?»

Antes de siquiera poder terminar su pensamiento, las manos de Tara se alargaron para rodearle la garganta y dejarlo sin respiración. Pero esa cosa, esa cosa no era Tara. Los hoyos negros que tenía por ojos eran la prueba fehaciente de que no era más que una imitación. Una que estaba a punto de matarlo.

La asfixia aumentó a tal punto que los pulmones de Norian ardieron en busca de un respiro, pero por mucho que abriera la boca no lograba inhalar absolutamente nada. Con cada segundo transcurrido la vista iba nublándosele a niveles abrumadores. Ya ni siquiera podía considerar el uso de sus poderes como una buena vía de escape, pues la falta de concentración que tenía a causa de las circunstancias afectaba su rendimiento mágico.

«Voy a morir...»

—En efecto —chilló la copia de Tara, que hubiese estrellado la cabeza de Norian contra el piso de no ser porque una flecha azul le atravesó el brazo.

—¡Bajo cero!

Aquel grito femenino fue el antecesor de la lluvia de cristales azules que descendió sobre la copia de Tara.  Así Norian fue liberado y se estrelló contra el piso, pero en vez de quejarse debido al dolor, lo primero que hizo fue inhalar la bocanada de aire puro que desde hace tiempo sus pulmones le habían suplicado. La unión del alivio y el ardor de aquel respiro lo hizo toser.

Ya un poco más recuperado, hizo el intento de levantarse para enfrentar a la criatura que había adoptado la forma de Tara, solo para darse cuenta de que una segunda flecha de color azul ya la había atravesado a ella y a las paredes que los mantenían dentro del pirata. La proporción del ataque fue tan impetuosa que la criatura estalló entre gemidos de angustia y desespero. Las almas que la conformaban se separaron una a una justo antes de ser evaporadas entre el viento frío.

La oscuridad que antes rodeaba a Norian fue disipándose hasta abrirle paso al paisaje nevado de Argenea, protagonizado por pinos de tonalidades invernales y estructuras que bajo la luz pálida de la luna cobraban un encanto magistral de matices fantasiosos.

Tan diferente de la cálida Vellania...

Pero Norian no pudo ver demasiado. Una vez aniquilado el pirata, el cuerpo del pelirrojo cayó sobre la nieve, entumecido y aún con la respiración demasiado errática como para ponerse en pie. Había estado a punto de morir y de verdad no sabía cómo tomárselo.

Hey, tú. —La misma voz femenina que había enunciado el hechizo volvió a hacerse escuchar, esta vez a unos metros de distancia—. ¿Estás bien?

Ante la pregunta, el pelirrojo volteó la cabeza hacia esa dirección. Sus ojos no tardaron en caer sobre la silueta de Lessa.

Ella estaba de pie, de postura inmutable, con su arma en la mano derecha y el cuerpo de Tara en la izquierda. Al parecer había estado cargándola desde su ingreso al interior del pirata.

—¡Tara!

Ver a su hermana de nuevo le regresó las energías que había considerado irrecuperables, y sin saber cómo, sus piernas se pusieron en pie para hacerlo correr hacia donde estaban las dos. No se sentía orgulloso de haber dejado a su hermanita en brazos de una argeneana, tampoco de haber sido salvado por ella, pero no le quedaba de otra más que aceptar lo sucedido.

Su rival les había salvado la vida.

—Hey, te pregunté si estabas bien —insistió Lessa al ver a Norian llegar. Tenía una marca en el cuello—. ¿La criatura te hizo esto? ¿Te sientes mal?

—No. —La respuesta del pelirrojo no fue más que un farfullo bañado en desdén e indiferencia, pues no pretendía dirigirle la palabra a su rival argeneana incluso luego de que les hubiera salvado la vida. Su orgullo había sido herido de la peor forma—. Mi hermana y yo nos vamos ya.

—Pero...

—Nos vamos. —Esa vez Norian fue más firme, y a pesar de la resistencia de la chica, terminó arrebatándole a Tara de los brazos para sujetarla él mismo. No quería que estuviera entre esas manos tan frías—. Gracias por... la ayuda, pero nos tenemos que ir.

—N-Norian, dijiste que íbamos a hablar con ella —farfulló Tara, empezando a patalear para que su hermano la pusiera en el suelo—. ¡Dijiste que era algo importante!

—Me arrepentí. Nos vamos.

—No pueden irse sin dar explicaciones. —Lessa se les puso enfrente para impedir su avance, pero Norian no hizo sino bajar la cabeza y tomar otro camino—. ¡Hey! ¡El código de Argenea dice...!

—¡Olvida que me viste y ya!

—¡P-pero Norian!

—No te metas, Tara.

—¡El código de Argenea dice que...!

—¡Que me vale tu código! ¡Me quiero ir!

Pero la agresividad en el tono del vellano no intimidó a Lessa. Se puso frente al chico, y para impedir su huida formó paredes de hielo alrededor.

—El código de Argenea dice que todo vellano que se presente sin previo aviso debe dar explicaciones para no ser juzgado como espía. ¿Por qué estás aquí?

—Mi hermano vino a hablar contigo, ¡pero le das miedo y por eso no dice nada!

—¡No le tengo miedo, Tara!

—¡Te tiemblan las manos!

—Te suelto. —Norian la dejó caer en el piso, para luego mirar a Lessa entre sus mechones de cabello rojo a punto de prenderse en llamas. Ya no estaba de humor para ningún plan absurdo—. Ahora, mira,, estoy cansado, tengo a una niña pequeña conmigo y no creo que...

—En primer lugar, me llamo Lessa —Dio un paso al frente—. Y en segundo lugar, como tienes una niña, con más razón debiste haber pensado dos veces antes de traerla contigo y exponerla a este riesgo.

—¡Ella me siguió!

—¿Y para qué viniste aquí?

Norian apartó la vista, frustrado y con el ceño fruncido a más no poder. Tara tenía razón al decir que se había acobardado por la cercanía de Lessa, pero esa no era la única razón por la que ya no quería hablarle. Haber sido salvado por ella lo avergonzaba demasiado como para mirarla a los ojos sin repudiarse a sí mismo, además, tampoco pretendía hablarle con Tara cerca.

—A ver, estoy esperando que me digas tus razones. Si no, tendré que reportar esto.

Norian empuñó las manos con impotencia, desconocedor de cómo iniciar una buena conversación sin que su boca tartamudeara. Odiaba lo vulnerable que ella lo hacía sentir. Y era que solo había que mirarla para darse cuenta del poder que desprendía: estaba de brazos cruzados, con el mentón arriba, los hombros rectos y las piernas separadas, como si estuviera preparándose para atacar si era necesario. Además, sus ojos azules y redondos lo escrutaban como si fueran lentes de una lupa.

Y aunque quiso negarlo, verla así de firme se le hizo atractivo.

Pero al darse cuenta de su barbaridad agitó la cabeza para deshacer el pensamiento, enfocado únicamente en salir de ese lugar. Si Lessa cumplía sus amenazas, Terrance sería notificado de lo sucedido, cosa que en definitiva Norian no podía permitir. Ser descubierto a mitad de una investigación tan seria no era para nada favorable.

—Bien —aceptó de mala gana, atreviéndose a mirar a Lessa a los ojos—. Te diré para qué vine, pero lejos de mi hermana.

—¡Eh! —chilló la niña, pero un siseo y una mirada potente por parte de su hermano bastó para que entendiera lo importante que era el asunto. Por eso, después de un pataleo berrinchudo, se alejó a regañadientes de los dos jóvenes para jugar con la nieve a unos cuantos metros de distancia.

Norian sabía que esa revoltosa iba a cobrarle por la obediencia pidiéndole dulces, juguetes o paseos, pero en ese momento prefería pensar en las palabras que usaría para dar inicio a la conversación.

Lessa no quitaba su pose firme y eso lo intimidaba mucho más.

—¿Qué tenías para decirme?

—Es... —Norian apartó la vista, tenso—. Es sobre algo importante.

—¿Qué cosa?

—N-no, no me gusta la idea, pero creo que voy a necesitar tu ayuda.

Lessa deshizo su expresión impaciente para transformarla en una de sorpresa. Incluso la postura se le relajó un poco.

—¿M-mi ayuda?

—Sé que escuchaste la conversación entre Terrance y Hent luego del torneo. —Ahí Norian se atrevió a mirarla a los ojos, pero de todas formas no se despojó de su caperuza—. Ahí decían que...

—No podemos cuestionar a nuestros entrenadores. —La chica anteriormente firme bajó la cabeza, sumisa y frotándose los brazos entre sí—. Si hablaban de algo que van a hacer, tampoco podemos interfe...

—Estamos hablando de algo que involucra riesgo y consecuencias para los dos reinos. —Norian la encaró, acopiando su valentía para sostenerle los hombros. Nunca había sido tan firme frente a un argeneano—. O si te parece mejor: hablamos de algo que nos involucra a ti —dijo y la señaló— y a . Nos llamaron elegidos de Gneis y...

—Gneis es solo una creencia.

—¿Te parece que se basan en una simple creencia para afirmar que habrá desastres para los reinos?

—No, pero...

—Ellos saben algo que nosotros no, por eso estoy aquí. —Señaló el suelo—. Quiero tu apoyo para descubrir qué es eso que nos esconden y que podría ser peligroso para ambos.

—Creí haberte dicho que no podemos contradecir a nuestros...

—¡Y yo creí haberte dicho que estamos hablando de algo peligroso!

—¡No voy a faltar a mi labor sólo por un...! ¡Un...!

—¡¿Un qué?!

—¡Un fogoso rebelde que no entiende de lealtad!

—¡Que no entiendo de lealtad! —Norian la hizo retroceder varios pasos por un empujón—. ¡Que no entiendo de lealtad! ¡No me jodas! ¡Lo dice la que no quiere proteger a su reino de una posible amenaza!

—¿P-proteger?

—Sí, sí, sí, proteger. ¿Te lo explico con cristales expositivos o qué?

—Y-yo...

Norian hubiese seguido despotricando en su contra de no ser porque ella empezó a tambalearse como un árbol sacudido por el viento. Abatida y carente de equilibrio, se llevó las manos a la cabeza como si sintiese un dolor muy grande, y cuando quiso dar un paso al frente su cuerpo se desplomó sobre el de Norian.

El cuerpo del chico se estremeció ante el contacto cálido de su piel. Odiaba demasiado a los de Argenea como para soportar tanta cercanía, y sin embargo sus brazos se envolvieron alrededor de Lessa como primer instinto. Ya... ya no había miedo, solo imágenes...

«—¿P-por qué no me lo dijiste?

—Norian, yo...

—¡Me mentiste!

Y luego, todo ardió en llamas».

Al percibir tal cosa Norian se apartó del cuerpo de Lessa tan rápido que los dos cayeron al suelo: ella inconsciente y él con los nervios a millón. ¿Qué demonios acababa de pasar?

—¡Norian! —Al verlos en el piso Tara se les acercó corriendo—. ¿Qué le hiciste?

—¡N-nada! Ella... ella solo se cayó. —El pelirrojo suspiró para calmarse. Las manos le temblaban y sus pulmones habían perdido sincronía—. ¿S-sabes qué? Vámonos antes de que se despierte, m-me quiero ir.

—¿Estás bien?

—No. 

Era la primera vez que Norian se sinceraba así con lo que sentía, por eso Tara dedujo fácilmente que su hermano de verdad quería irse. La palidez en su rostro reforzaba esa idea.

—Bien, vámonos.

El pelirrojo asintió en respuesta, pero antes de emprender su viaje se sacó del bolsillo un frasco de tinta alimar y una hoja para ponerse a escribir algo con azoramiento. El líquido mágico respondía a los movimientos de su dedo y plasmaba en la hoja lo que deseaba escribir. Al terminar metió el papel dentro del bolsillo de Lessa y se levantó para irse.

Pero en vez de avanzar, lo único que pudo hacer fue quedarse ahí tieso, imposibilitado para despegar los ojos del cuerpo inconsciente de Lessa. Aunque no fuese de su agrado, ella era su única esperanza de recibir algún apoyo contra la conspiración de Terrance y Hent, por lo que dejarla sola a merced de cualquier criatura representaba un riesgo colosal.

Además, sería su culpa.

«Mierda».

¿Por qué se sentía así?

Abatido por la pesadez de tales pensamientos, y contrario a todo lo que Tara había creído que haría, Norian levantó a Lessa entre sus brazos y se dirigió hacia el castillo que se podía avistar a lo lejos.

—¿A dónde vamos?

—A ponerla segura.

Así los dos vellanos siguieron el recorrido bajo la mirada atenta de Zeth, que permanecía oculta tras los arbustos mientras se llevaba a la boca las verdaderas galletas de Larry. Sonrió. El hechizo sobre Lessa había sido un éxito total.

—¡Fue quien lo hizo! ¡Mira!

Unas manos frías le envolvieron la cintura para que no pudiese escapar, al mismo tiempo en que le extendían un brazo hacia el frente. Desde ahí, enfadado y con los ojos húmedos, el chico gritó tan fuerte que Lessa no pudo retener un chillido de tristeza.

«¿Pero qué fue lo que hice? No entiendo nada...»

—Ella... —empezó a decir el hombre tuerto— ella fue la que te hizo esto. ¿No quieres vengarte?

«Tengo que decírselo. ¡Se lo tengo que decir!»

¿Decirle qué?

«No entiendo nada. No veo nada...»

—Sí quiero vengarme...

Percibir la ferocidad de aquel tono la hizo saber que el final estaba cerca. Nada podía hacerse para detener el incendio que empezaría a devorar el castillo, tampoco para que Lessa pudiera soltarse de las manos que la empujaban dentro del desastre. No... no había salvación.

«Díselo. Por favor, díselo...»

Sí. ¡Se lo tenía que decir!

Lessa separó los labios para gritar con todas las fuerzas que le quedaban, pero al hacerlo quedó en blanco y ninguna palabra se construyó dentro de ella. ¿Qué debía decir si ni siquiera entendía lo que estaba sucediendo? Lo único que hizo fue llorar antes de ser arrojada hacia las llamas ardientes.

—¡N-no...! 

Lessa abrió los ojos de golpe, con la respiración entrecortada y la piel húmeda por el sudor frío.

Sus jadeos desesperados hacían eco en las cuatro paredes de la habitación en la que se encontraba, pero ni siquiera saber que era su propio cuarto la tranquilizó. No. Había tenido una pesadilla espantosa y el corazón estaba a punto de salírsele del pecho.

Era como ser absorbida por un huracán de desconocimiento, tan turbio que no podía huir ni siquiera aferrándose a sus esperanzas.

Se habían roto.

«Gneis, si existes, por favor, por favor...»

—Pareces un gusano. 

La voz burlona de Zeth se abrió paso entre el silencio que antes había sido rey de la habitación, por lo que Lessa, aún agobiada por la pesadilla y el sudor frío, volteó sus consternados ojos azules para verla.

La rubia estaba de pie y pegada a la cama, con la barbilla tan alto que sus ojos grises cobraban un encanto tétrico. Además, sin importar que su tono hubiese sido de burla, en sus labios no había ninguna sonrisa que denotara malas intenciones. Por el contrario, era una profunda severidad la que dominaba su semblante.

—Te encontraron herida e inconsciente al pie del castillo —explicó con lentitud—. Los guardias solo saben que alguien cubierto por una capa te trajo, no pudieron saber su identidad porque huyó. —Ahí Zeth recuperó su aire jocoso de siempre, sonriendo mientras metía las manos en los bolsillos de su chaqueta de cuero—. ¿Tú sí sabes quién es?

Los recuerdos de la noche anterior perforaron la cabeza de la joven a ritmo agobiante, pero como no quería hablar del tema decidió disimular.

—No, no sé de qué hablas.

Zeth se rio escandalosamente.

—Debiste ver la cara de todo el mundo al enterarse, ¡no han parado de hablar de ti! —Le frotó el puño contra la cabeza en actitud condescendiente. Luego movió la mano de derecha a izquierda como si fuese a presentar algo—. Lessa Astral, la estrella de Hent, que tuvo el accidente con el cristal de Lúmbarus, ¡ahora se desmaya a mitad de una rutina! Los malditos tienen un escándalo.

—¡Z-Zeth!

—¡Es verdad! Así es tan todos. —Esbozó una sonrisa pícara luego de haberse llevado el puño al mentón—. Y, sabes, Larry está que se muere de los celos.

—¿C-celos?

Zeth, que se había dado la vuelta para darle más suspenso al asunto, volteó a ver a Lessa sobre su hombro mientras los ojos le brillaban con malicia.

—Se rumora que fue un chico el que te traaajooo —canturreó—, y sabes cómo es Larry.

Pero indiferente a las insinuaciones de Zeth, Lessa solo repetía en su mente los sucesos de la noche anterior, junto con las posibilidades de que hubiese sido Norian el encapuchado misterioso que la había llevado al pie del castillo. Si eso era cierto... significaba que se estaba tomando muy en serio lo de unirse para proteger a Argenea y Vellania.

Esa palabra... proteger...

«—¿P-proteger?

—Sí, sí, sí. Proteger. ¿Te lo explico con cristales expositivos o qué?»

Proteger...

«—¿Cuál es tu misión, Astral?

—Honrar, proteger y defender a Argenea.

—¡Más fuerte!

—¡Honrar, proteger y defender a Argenea!»

Exactamente. Proteger era su misión. Ahora lo veía mucho más claro que antes.

—¡Ehhhh! ¡Tierra llamando a Lessa! —Un malhumorado coscorrón de Zeth la hizo reaccionar—. ¿Te sientes mejor, verdad? Porque la señora Main preparó un desayuno muy rico y si no te apuras me lo voy a comer.

Lessa rodó los ojos, pero de todas formas, ser la compañera de cuarto de aquella rubia tan alocada ya la había acostumbrado a ese tipo de cosas. Las habían colocado juntas con la esperanza de que un poco de la obediencia de Lessa contagiara a Zeth, pero por el contrario, la menor solo se había vuelto más rebelde y escurridiza desde entonces.

Para ella un «no hagas esto» era automáticamente un «hazlo». Y a pesar de que fuera frustrante a Lessa también le divertía.

—¿Vas a desayunar o...?

—No te lo vas a comer tú, si es lo que quieres saber. —Lessa se sentó con las piernas colgando sobre la cama. Se había mareado un poco debido al movimiento, pero ya se recompondría—. Ve adelantándote mientras me cambio.

—Bueno... ¡Pero si tus panes tienen mordidas no es mi culpa!

Luego de esa amenaza que de seguro se iba a cumplir, Zeth salió de la alcoba dando un sonoro portazo.

Lessa finalmente quedó sola entre esas cuatro paredes color lila, con dos camas, dos armarios y un baño en el que disfrutaba cada segundo. Bañarse era una de sus actividades favoritas luego de los entrenamientos gracias a que le despejaba la mente, y pensar en eso hizo que le dieran ganas de darse una ducha para no sentirse tan agobiada.

Sí...

«Supongo que Zeth se comerá mi desayuno» se resignó a pensar, pero justo cuando iba a quitarse el pantalón, un sonido raro proveniente de su bolsillo la hizo detener. No recordaba haber metido algo allí, y la confusión fue tanta que terminó metiendo la mano en el bolsillo para sacar...

«¿Un papel?»

Sí, era un papel, pero no cualquiera: tenía algo escrito.

«Nuestros reinos están en peligro. Por favor, reconsidera mi propuesta.

-Norian Archer».

Lessa se quedó mirando la nota unos segundos más mientras consideraba el asunto. En primer lugar, de la nada los entrenadores de Argenea y Vellania, que antes parecían de lo más enemistados, se unían en una conversión harto sospechosa que involucraba a sus dos seguidores: ella y aquel chico llamado Norian. Luego el susodicho entraba en el reino sin autorización para pedirle apoyo, y no solo eso, sino que también cruzaba el bosque de forma irresponsable y exponía a todos a una criatura peligrosa.

A ver, a ver. ¿Qué debía hacer?

«Tú deber es proteger a Argenea, Astral» la voz del Hent imaginario volvió a rebanarle los oídos, esta vez en un tono más calmo. «No debes distraerte».

—Lo sé...

«¿Y entonces?»

—Eres un simple hechizo en mi cabeza. —Lessa apretó la nota de Norian hasta arrugarla—. Yo mando.

«Tú me pediste...»

—Sé que lo hice, pero cállate ya. —Suspiró para calmarse. Odiaba esos momentos de tensión en los que, al no saber cómo reaccionar, el hechizo de Hent se apoderaba de su mente—. Sé que tengo que proteger a Argenea, y por eso —dijo y se metió la carta en el bolsillo—, me uniré a él.

¡Dibujito de la semana!

Un intento de cómic de Lessa, próximamente el de Norian.

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