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Capítulo I: El odio de una presa, el miedo de un depredador

SEGUNDA PARTE DEL CAPÍTULO

Las banderas azules ondeaban con júbilo entre la multitud argeneana eufórica, que esperaba con impaciencia disfrutar de otra victoria para su reino.

En el centro de las gradas, y cubierto de nieve hasta más no poder, el campo de obstáculos se veía mucho más complejo que los años anteriores, sobre todo porque el cristal de Lúmbarus estaba en una posición muy difícil de alcanzar. El guerrero que lo tocase primero sería el ganador, y en consecuencia a su reino le sería otorgado el título de gato.

Gato. Depredador de ratones, los perdedores.

El riesgo de perder aún existía, pero Argenea llevaba tantas victorias que sus habitantes no se enfocaban en otra cosa que no fuera disfrutar. Por eso, al ver que las grandes compuertas a cada lado del campo se abrían lentamente, la multitud no hizo sino gritar ávida por conocer a los guerreros que participarían en la carrera.

En la parte derecha, Lessa Astral, con diecisiete años y un rostro severo incompatible con su carácter tranquilo, dio un paso al frente hasta posarse sobre la plataforma que la haría descender hasta el campo nevado. El público celebró su presencia a través de vítores y aplausos que de seguro se oyeron hasta Vellania, todo mientras la compuerta del lado izquierdo se terminaba de separar para permitir la aparición del segundo participante.

Los ojos de Lessa se agrandaron al ver de nuevo aquella caperuza, que pese a estar a muchos metros de distancia, aún seguía regalándole una extraña sensación de vulnerabilidad. Porque le temía, no a la prenda, sino al vellano que la usaba como escondite, mismo que luego de unos segundos se despojó de lo que llevaba encima para revelarse ante todos.

Para Norian aquella hazaña había sido de las más difíciles, y al oír la escasez de aplausos su cuerpo estuvo a punto de repetir lo que hacía siempre que recordaba al enemigo: paralizarse. «Maldición, ahora no» se suplicó a sí mismo, pero los nervios regresaron de tal forma que tuvo que hacerse bolita en el piso para ignorar las banderas argeneanas a las que tanto temía.

«Un, dos, tres, cuatro. Estoy bien. Estoy a salvo» se obligó a repetir, pero el frío, sumado a la algarabía sin control de los espectadores, hizo que el cuerpo se le retorciera bajo la armadura. «Un, dos, tres, cuatro. Estoy bien. Estoy a salvo. Un, dos, tres, cuatro. Estoy bien. Estoy a salvo».

—¡Tú puedes, caballero vitamina C! —oyó a Tara entre la multitud, con esa vocecita chillona que tan insoportable le parecía a veces, pero que ahora se le hacía reconfortante. Ella y Terrance se habían sentado cerca de su plataforma—. ¡Derrótalos con tu poder! ¡Tú puedes! ¡Jugos! ¡Sapos! ¡Pulseras! ¡Se me acabaron las palabras de aliento!

Escucharla darle porras lo hizo sonreír hasta desaparecer el dolor. Era cierto, él podía con esas cosas, además de que sería vergonzoso tener otra crisis frente a su hermana, sobre todo si así ella lograba conseguir más material para burlarse de él. Era algo que no iba a permitir.

A pesar de sus peleas, la amaba demasiado como para decepcionarla.

«También lo hago por ti» pensó, y tan férrea fue su voluntad que se levantó del suelo con la presteza que antes había considerado perdida. Su corazón aún retumbaba nervioso por ver tanto color azul y gris en las gradas, pero por lo menos fue capaz de mantenerse en pie y dar pasos hacia la plataforma que tenía enfrente.

Ya con los dos guerreros en sus respectivas posiciones, las plataformas iniciaron su descenso hasta el campo en el que se haría la carrera. Diversas trampas hacían de obstáculos en el camino hacia el cristal de Lúmbarus que, amarillo y brillante, reposaba sobre la cumbre de una pared que había que escalar. Pero para subir primero se debía atravesar un laberinto hecho de naturaleza, colocado después de un estanque de agua gélida en la que se podían distinguir remolinos turbulentos.

Eso fue lo único que los guerreros pudieron avistar antes de que las plataformas descendieran.

Ya ahí el presentador le dio la bienvenida al público, tanto a los argeneanos predominantes, como a los pocos vellanos que habían decidido ir a apoyar a su equipo. Después fueron enunciadas las reglas: el que tocara el diamante primero sería el ganador, el que usara hechizos potenciadores de habilidades sería descalificado, también los que trataran de saltarse el camino, y por último, pero no menos importante, cualquier ataque físico o mágico tendría validez en el caso de que los competidores se encontrasen en la misma área.

Habiendo explicado las normas, el presentador dio la orden para que el reloj iniciara la cuenta regresiva y que sonasen las campanas del torneo.

Un toque.

Dos toques.

Tres toques.

Faltaba uno solo para comenzar la carrera y Norian no podía estar más nervioso. El corazón le retumbaba a ritmo alucinante y la ansiedad de saber cuántas etapas serían lo atormentaba sin descanso, sobre todo por las enormes ganas que tenía de atacar a su contrincante en la zona del laberinto.

«Es zona compartida, puedo hacerlo» repitió varias veces, y luego el «blam» estruendoso de la última campana les avisó que el torneo había dado inicio. Gritos entusiastas de la multitud y los enérgicos comentarios del presentador formaban la banda sonora de aquel encuentro tan ansiado por todo el mundo, que aun con cantidades mínimas de violencia, había lastimado a suficientes guerreros como para que nadie quisiera ser voluntario.

Pero Norian, lejos de rendirse, al oír la campanada lo primero que hizo fue correr con toda su velocidad hasta el estanque de agua fría. Odiaba esa temperatura como casi todo dentro de Argenea, pero si se quedaba quieto, lo más probable era que regresara a casa con otra derrota entre las manos, y eso era algo que no estaba dispuesto a permitir.

Con la cabeza gacha, el pelirrojo metió los pies en el agua para atravesar la tortura lo más rápido posible. El nivel era lo suficientemente bajo como para no mojarle más allá de los muslos, pero aun así cada paso que daba se sentía como el ataque de un montón de alfileres. ¿Por qué tenía que ser tan frío? Ah, Norian lo sabía a la perfección: porque los argeneanos eran unos tramposos.

Presa de la rabia, pero aún convencido de su victoria, el joven se aguantó el dolor para seguir corriendo hasta que un calambre lo tiró al piso. Por fortuna pudo meter las manos antes de caer de cara contra el suelo, pero en consecuencia se le retorcieron de dolor debido a la baja temperatura del agua. Ahí jadeó, agonizante y desesperado, tratando de ponerse en pie mientras un pitido insufrible le retumbaba en la cabeza.

Estaba casi al borde de la locura cuando, a rebosar de energía, la voz del presentador lo llenó de fuerza con dos simples frases:

—¡Nuestra guerrera acaba de entrar al laberinto! ¡Parece que esta será otra derrota para Vellania!

«No lo creo» pensó Norian, y pese a no sentir los pies ni las manos se levantó para terminar la primera etapa y meterse al laberinto. No le importaban las palabras de Terrance. Él no había nacido para ser aplastado.

De pasos rápidos y silenciosos, Lessa atravesaba el laberinto hecho de hojas en busca de la salida. Llevaba varios segundos ahí y solo se había dado de cara contra algunas paredes, y la falta de iluminación empeoraba todo. Por eso debía valerse de todos sus sentidos excepto el de la vista, porque de no ser así solo conseguiría guiarse por un montón de oscuridad irreconocible.

«Audaz, Astral. Inteligente, Astral. Un guerrero debe ser todas esas cosas para salir de sus aprietos».

—Lo sé, cállate ya —pronunció con tono desesperado. Odiaba que la voz de Hent apareciera de la nada en momentos así, porque no solo la distraía, sino que...

«También me hace sentir inútil».

Sí, se sentía inútil.

«¡Actúa ya, Astral! ¡No te quedes ahí parada!»

—¡Ya lo sé, señor!

«¡Muévete de una maldita vez!»

—¡No encuentro la salida! ¡No veo nada!

«¿Crees que el camino para permanecer al CEMA es fácil de recorrer? ¡No me vengas con lloriqueos, Astral! ¡Sabes muy bien cuál es tu misión!»

—Honrar, proteger y defender a Argenea.

«¡Repítelo!»

—H-honrar, proteger y defender a Argenea.

«¡Más fuerte!»

—¡Honrar, proteger y defender a Argenea!

«¡No sirves para otra cosa!»

—¡No sirvo para otra cosa!

«Muy bien. Ahora sigue tu camino...»

Lessa asintió convencida, a punto de levantarse para seguir, pero una luz intensa proveniente del lado derecho atrajo tanto su atención que terminó volteándose para ver. Y sí, efectivamente, había un fulgor rojo rebanando la oscuridad a unos pocos metros de distancia, como si fuera una pequeña antorcha puesta para iluminar el camino.

¿Acaso debía seguirla para encontrar la forma de salir? Era probable, y lo mejor del caso era que aún le quedaban tres minutos para terminar la competencia.

Convencida de sus propios planes, Lessa corrió con toda la rapidez que tenía, y al mismo tiempo, la llama de fuego semejante a la de una antorcha también empezó a acercarse. Pero era imposible. El fuego no podía moverse por sí solo.

Antes de poder hallar respuesta a sus dudas, Norian brotó de la oscuridad y se abalanzó sobre ella para apresarla con el peso de su cuerpo. El impacto de su cabeza contra el piso fue doloroso para la joven, pero mucho más lo fue descubrir que aquel fuego no había sido sino el cabello ardiente de su rival, cuyos ojos cafés la miraban, no con odio, sino con miedo...

Y de nuevo Lessa se sintió vulnerable.

Los dos se sintieron vulnerables.

Intimidado por el contacto visual, Norian parpadeó dos veces antes de echarse a correr hacia el lado izquierdo y dejarla en el piso. No tenía ni la menor idea de por qué no había sido capaz de atacarla teniéndola enfrente, así que esperaba que aquel golpe la mantuviese lo suficientemente aturdida como para sacar ventaja.

«Soy un inútil» se repudió mientras corría en busca de la salida, «me paralicé de nuevo».

Pero Norian sabía perfectamente que no había sido una parálisis normal, no, esa chica tenía algo raro que le despertaba malos recuerdos. Algo familiar. Y hubiese seguido pensando en eso de no ser porque encontró la salida.

—¡Vellania toma la delantera!

El anuncio del presentador crispó la piel de Terrance, sobre todo al ver que Norian acababa de salir del laberinto y que ninguna guerrera argeneana lo perseguía. ¿Qué rayos le había hecho? Sabía que Norian era competitivo, pero dudaba que él la hubiese... rebasado tanto.

No. No. No. No.

No era posible. No podía estarse cumpliendo.

Afortunadamente para todos, cuando Norian iba por la tercera etapa, Lessa salió del laberinto rápida cual estrella fugaz y el público la recibió con aplausos frenéticos. Como digna seguidora de Hent, su agilidad atravesando la cancha de obstáculos fue tanta que no tardó mucho en ir a la par de Norian.

Era la primera vez que sucedía algo semejante, y Terrance, asustado por la aparición de dicha amenaza, le lanzó una mirada potente a Hent con la que quería transmitirle un único mensaje: estaban frente a los elegidos de Gneis.

«Mierda».

Como tanto temía, Norian empezó a subir la pared del lado izquierdo al mismo tiempo en que Lessa hacía lo mismo del otro lado. Para cuando quiso gritar que se detuvieran, ya era demasiado tarde.

Los dos pusieron la mano encima del cristal de Lúmbarus al mismo tiempo y salieron volando hacia direcciones opuestas.

Después, todo fue negro.

UuUuhhH, ese está poniendo intenso(? XD

Quizá luego haga un dibujito de Tara, pero por los momentos, les dejo este de los protas, again. Fue uno de los primeros que hice para el libro, so, no está muy decente, peeero no quiero dejar esto vacío.

(Yep, otro dibujo feo y viejo).

Ahora otro, simulando que estos niños se quieren:

(Dibujo feo again...).

Nota de la Gatotortuga del futuro: la mayoría de los dibujos que verán en el libro son del 2021-2022; por eso están medio feítos. Poco a poco iré redibujando las escenas y haciendo nuevas. Mis dibujos más actuales hasta ahora (de los protagonistas, al menos) son los que hay que en los banners y la portada. 

Listo, eso era todo. ¡Feliz lectura!

Otra nota de la Gatotortuga del futuro: ¡Corazones de humo va a participar en los Premios Gemas Perdidas 2023! De PremiosGemasPerdidas.


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