Capitulo XXXVI: El retorno del príncipe
La tarde en la que Rowan y los otros llegaron a Dos Lunas fueron recibidos por malas noticias. Todavía el príncipe no se quitaba la capa de viaje, ni el polvo de sus ropas cuando el pequeño concejo, reunido en el salón, lo puso al día de la nefasta situación.
—¿Cómo que mi hermana está desaparecida? —susurró entre dientes con un brillo aterrador en los ojos amarillos, luego gritó—: ¡¿Qué tan incapaces tenéis que ser para permitir que la reina se inmiscuya en una misión suicida?!
—Alteza, no sabíamos que lo haría —contestó el general Abramsson con voz firme y mirándolo a los ojos.
—¡Me jodéis las pelotas todos vosotros! ¡Debíais protegerla! ¡Ella nunca ha estado en una guerra, no sabe nada de ellas!
—Intentamos persuadirla, Alteza —insistió el general.
Rowan desenvainó y en un rápido movimiento colocó el filo de Osadía en el cuello de Abramsson. Finn, Cedric y Declan también lo hicieron y el ambiente en la sala se tornó más tenso de lo que ya era.
—Alteza, por favor —suplicó el primer consejero, Lennox.
El general no se movió bajo la amenaza de la espada, solo lo miró fijamente, sin miedo en sus ojos oscuros, mientras Rowan decidía si deslizar o no el filo.
—Dadme un motivo para no cortaros el cuello ahora mismo —masculló iracundo—. ¡Para no matar a cada uno de vosotros, que habéis dejado ir a vuestra reina directo al peligro!
—Rowan, ya te lo explicaron —intervino Daviano, caminando lentamente hacia él en un intento por calmarlo—. Ella se escapó.
El príncipe lo miró por el rabillo del ojo. Cedric se interpuso y detuvo al dreki antes de que se aproximara demasiado.
—¡Y una mierda! —Furioso, volvió la vista al general frente a él—. ¡¿Acaso no tenía guardias asignados que la protegieran incluso de ella misma?!
Realmente quería ver correr la sangre de Abramsson y de ese modo castigarlo por su error. Pero sabía que de hacerlo desbarataría la endeble confianza que esos hombres tenían en él. Andreia los conocía, sabía cómo manejarlos; él, en cambio, era un intruso en esa corte. Con el enfrentamiento contra Doromir tan cerca no podía darse el lujo de desatar una rebelión interna, así que bajó la espada.
—Dadme una sola excusa y os decapitaré a todos vosotros. —Rowan los miró de uno en uno—. ¡Encuentren a mi hermana!
—Alteza, temprano hallaron el caballo de la reina. —Se atrevió a hablar Lennox—. Debéis considerar que Eirian la tenga prisionera o que ella esté...
—¡No os atreváis a decirlo! —bramó Rowan. Les dio la espalda y apoyó ambas manos en el filo de la mesa. No, Andreia no podía estar muerta. Respiró varias veces para tranquilizarse antes de darles la cara y hablar—. Si Eirian la tuviera prisionera, ya lo sabríamos. Él no dudaría en tomar ventaja de algo como eso y definitivamente no la asesinaría.
«En todo caso la intercambiaría por mí».
—Es cierto lo que decís, pero... —El general lo miró con duda, finalmente se atrevió a decir lo que pensaba—. Es posible que Su Majestad haya sucumbido a las inclemencias del clima o a los animales salvajes. —Al ver qué Rowan no respondía, el hombre continuó—. Los soldados que acompañaron a su Alteza dijeron que no supieron más de ella luego de entrar al campamento de Doromir y la comandante De Grey, que la perdió en el bosque...
—¡Pues entonces búsquenla en el puto bosque y tráiganla de regreso, sana y salva! —Cortó Rowan la perorata del general—. Nos reuniremos de nuevo antes del anochecer para discutir la situación con Doromir. ¡Marchaos ya!
Rowan volvió a inclinarse sobre la larga mesa de madera, preocupado. La situación era un mal chiste. Justo cuando las circunstancias los favorecían, pues habían conseguido el apoyo de Enframia, Andreia desaparecía. Y luego estaba aquel sueño, ¿qué quería decir? Sabía que ella estaba viva, lo sentía dentro. Si tan solo consiguiera descifrarlo, tal vez pudiera encontrarla.
—Rowan.
El príncipe respingó al escuchar la voz de Daviano.
—Pedí que todos se fueran —contestó en voz baja—. No es buen momento para tus recriminaciones, así que...
—No quiero recriminarte nada. —El rostro del dreki era serio y hasta un poco triste—. Te pido disculpas por cómo te traté antes, por dudar de tu lealtad y sobre todo por lo de la otra noche en Enframia. Fui irrespetuoso, no debí...
Desde que salieron de Enframia, Daviano había estado distante, ahora le pedía disculpas y parecía genuinamente arrepentido.
—Está bien. —Rowan no lo dejó terminar—, ahora márchate.
—Espera. —Daviano caminó hacia él—. También quería ofrecerme para buscar a Andreia.
El príncipe lo observó con detenimiento. El dreki lo desconcertaba: lo odiaba varios días, al otro lo besaba, luego le pedía perdón por hacerlo y ahora le ofrecía su ayuda, sumiso y colaborador.
—Sé que crees que soy un inútil, pero haré todo lo posible por hallarla y traerla de vuelta al palacio.
Rowan negó con la cabeza.
—Soy consciente de que se quieren mucho tú y ella. Andreia te aprecia como a un hermano y no dudo que tú sientas lo mismo, pero...
—No crees que pueda hacerlo —completó él.
—No es eso. Estos hombres no confiarán en mí ahora que no está Andreia, no podré comandarlos sin desatar un baño de sangre. Estuve a punto de matar al general, ¡y por El Lobo del Norte, que deseaba hacerlo! —Rowan volvió a mirarlo, Daviano lo observaba—. ¿Puedes ayudarme con ellos? Has estado en este palacio toda tu vida, los conoces. No quiero dominarlos a fuerza de espada. Si es como dices y realmente estás arrepentido de tu comportamiento anterior, ayúdame con ellos.
Daviano asintió casi de inmediato.
—Estoy a tu servicio —Bajó la cabeza en una leve reverencia.
—Gracias. —Rowan sonrió escuetamente. Estaba cansado y le dolía la cabeza, pero por sobre todo, preocupado por el paradero de Andreia—. ¿Podrías comenzar eligiendo a aquellos que conozcan mejor las montañas y organizar un grupo de búsqueda?
—Daré mi mayor esfuerzo, también seleccionaré los mejores perros.
—Gracias y... Olvida lo que sucedió en Enframia. No tiene importancia.
Daviano bajó los ojos, asintió y salió del recinto.
Una vez solo, volvió a apoyarse en la mesa de madera de fresno y cerró los ojos. Pensó en el sueño donde él era un lobo y en Andreia desaparecida. Si tan solo pudiera descifrarlo. Entonces, se acordó de nana Eliza.
El guardia en la entrada empujó las puertas dobles de madera y la mujer entró. Rowan percibió el fru- fru que hacía la pesada falda de tafetán oscuro a medida que ella se acercaba.
—Heme aquí, mi príncipe —saludó con una pequeña reverencia.
—Lamento incomodaros haciéndote venir, nana. —Rowan, sentado a la larga mesa, le señaló la silla a su lado—, pero quizá podáis ayudarme.
Eliza ocupó el asiento y lo miró con sus ojos oscuros que brillaban con intensidad.
—Con gusto os ayudaré.
Rowan tamborileó la mesa mientras buscaba las palabras más adecuadas.
—Mi hermana desapareció en las montañas de Ulfrvert, cerca del paso. —Ante sus palabras, la mujer agachó la mirada, consternada. Rowan guardó silencio lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, observaba distraído el mapa sobre la mesa, luego la miró a ella y volvió a hablar—: Quiero saber si está viva.
—Lo está, mi príncipe.
—¿Estáis segura? —preguntó extrañado por la seguridad con la que ella respondía.
—Me enteré de la desaparición de Su Majestad el mismo día y le consulté a los espíritus. Ella está viva.
Había personas como Eliza, quienes no profesaban el culto a Nu-Irsh. Sus creencias se mantenían arraigadas en las antiguas tradiciones de los primeros pobladores, Veneraban a los espíritus del bosque, la tierra y a las almas de los difuntos, a quienes acudían para conocer el futuro o cambiar el destino de los hombres a través de misteriosas pócimas. Eran llamados brujos.
—Pregúntale a tus espíritus dónde está, necesito encontrarla.
Eliza negó.
—Tendría que practicar un tipo de hechizos que no hago, Alteza. La magia oscura que permite hallar personas demanda un costo.
—Hacedla, yo lo pagaré.
—No podéis. El precio lo paga quien realiza el encantamiento. Cada hechizo de magia oscura consume un trozo del alma de quien lo realiza.
—Entonces necesitamos un hechicero oscuro.
—No queréis eso, mi príncipe.
—¡Quiero encontrar a mi hermana al costo que sea! —Peinó con los dedos los mechones negros hacia atrás y fijó los ojos en los otros oscuros—. He tenido sueños extraños. El último de ellos ha sido recurrente. En él soy un lobo y observo a Andreia sobre la nieve en una montaña, pero ella cae en un abismo y ahí despierto.
—Tal vez... —Eliza frunció el ceño—. Pudiera ser qué...
No terminó la frase, sacó una daga de entre los pesados pliegues de su ropa y se acercó a Rowan. El príncipe no apartaba los ojos de la mano que sostenía el cuchillo. Muy cerca de él, ella le pidió permiso y le cortó uno de los mechones negros. La mujer volvió a sentarse, tomó una de las velas del candelabro y le prendió fuego al cabello, luego colocó las hebras en llamas en un cuenco y susurró algo que parecía un cántico en una lengua extraña. De un pequeño talego de cuero que llevaba al cuello, Eliza tomó unos polvos que añadió al cuenco. De este salieron virutas de humo negro, las cuales dibujaron figuras en el aire.
Era fascinante ver cómo de la mezcla salían chispas doradas que contrastaban con la oscuridad del humo. Al cabo de un rato, Eliza lo miró a los ojos.
—Mi príncipe, debéis volver a soñar con ese lobo y en vuestro sueño intentad dominar su conciencia, controladlo para que os obedezca.
Rowan la miró confundido. Ya había sentido en los sueños esa necesidad de hacerse con la voluntad del lobo. En los sueños, él era una especie de espectador que veía a través de los ojos del animal, pero también sentía que si se lo proponía podía adueñarse de su voluntad.
—¿Ese lobo es real?
Nana Eliza alzó los hombros.
—Podría serlo, Alteza. Puede ser que por un breve momento vuestras conciencias se conectaron... O puede ser todo una coincidencia.
—Necesito encontrar a Andreia, nana. —Rowan se restregó la cara con las manos, agotado—, no puedo emprender esta guerra solo.
Eliza revolvió el cuenco y más humo salió de él, al igual que chispas doradas. La mujer frunció el ceño y guardó silencio un largo rato. Rowan tuvo la impresión de que ella veía algo que no estaba bien.
—No quisiera tener que deciros esto, mi príncipe, pero debéis cuidaros de la traición —dijo al fin—. Están por librarse dos guerras y en una de ellas seréis traicionado. Vuestro sacrificio será el que detenga la tragedia.
Una traición. ¿De quién? Rowan no conocía a ninguno de los generales que lo rodeaban, tampoco al primer consejero o al resto de la corte, cualquiera de ellos podía ser el traidor. Por otro lado, si debía sacrificarse al final, más todavía necesitaba a su hermana. Si tenía que morir, estaba preparado para abrazar el cuello del Gran Lobo del Norte. Solo esperaba que su muerte sirviera de algo y pudiera entregarle un reino libre a Andreia.
—Gracias, nana. Tendré cuidado. Y sobre... dominar la conciencia de ese lobo... ¿Sabéis cómo puedo hacerlo?
—Hace mucho tiempo, Alteza, antes de que los hombres llegaran desde las tierras congeladas más allá del Dorm, los pobladores de Olhoinnalia eran seres con magia. Muchos de ellos podían dominar la conciencia de los animales y caminar en sus pieles. Sé que requiere de concentración y voluntad, pero no sé mucho más que eso. También sé que los llamaban Bregdas.
—¿Bregdas?
—En el lenguaje antiguo significa intercambio. Eran capaces de intercambiar su conciencia con la de los animales.
—Intercambiadores —dijo Rowan pensativo, luego sonrió al ver a la mujer—. Tendré que soñar esta noche. Gracias, nana.
Al atardecer, tal y como habían acordado, Rowan volvió a reunirse con los miembros del consejo: el tesorero del reino, los generales Abramsson y Wolfang, el primer consejero Lennox y por último, Daviano.
—¿Y bien? ¿Cuál es la situación? —preguntó el príncipe sentado a la cabecera de la larga mesa, ocupando el lugar de Andreia.
—Un grupo de cincuenta hombres ya partió a las montañas de Ulfrvert equipados con perros de caza, los mejores del palacio —expuso Daviano—. Enviarán un haukr en cuanto tengan noticias de la reina.
—Muy bien, agradezco vuestro esfuerzo —contestó Rowan y luego pasó all tema de la guerra—. ¿Qué sabemos de la situación del ejército de Eirian?
—La reina logró dañar la mayoría de las catapultas —informó el primer consejero—, el campamento se sumió en el caos y eso ha retrasado su partida.
—Alteza —intervino el general Wolfang—, sabemos que logró conseguir dos mil hombres de Enframia, sin embargo, Eirian está casi a las puertas del reino...
—El príncipe Manfred ya está en marcha a unos cuatro días de llegar.
—Con todo respeto, Alteza, no creo que tengamos cuatro días.
Rowan era consciente de eso, Eirian se había movido más rápido de lo previsto, sin embargo, Andreia había logrado mermar un poco sus fuerzas y ganarles algo de tiempo.
—Sus reservas de agua deben ser escasas debido a que no pudieron reponerlas en el castillo de Greibs, también deben tener heridos, gracias al fuego que provocó Su Majestad. —Rowan colocó los codos en la mesa, entrelazó los dedos y miró a cada uno de los presentes—. Debemos continuar retrasando su avanzada, al menos hasta que Manfred esté cerca.
—¿De qué modo lo haremos, Alteza?
Rowan sonrió.
—Con cadáveres, necesito varios de ellos.
Los trescientos soldados que conformaban el batallón Estandarte salieron de Dos Lunas al anochecer. Rowan había ideado un plan para desestabilizar al ejército de Eirian a través de ataques sucesivos, que socavaran la estabilidad de sus tropas lo suficiente como para ganarles el tiempo necesario de que Manfred y su ejército llegaran a Ulfrgarorg.
El terreno montañoso del paso de Ulfvert estaba de su parte y les permitiría ocultarse luego de los ataques. Además, Eirian no conocía la geografía de la zona. Tampoco él lo hacía luego de haber estado lejos por tanto tiempo, pero Daviano sí.
—Está hecho, Alteza —dijo Cedric, llegando a su lado.
—Muy bien.
Desde la altura en la que se encontraban, amparados por la frondosa vegetación y la oscuridad nocturna, observaban la claridad de las fogatas del campamento de Eirian a varias varas de distancia debajo de ellos. Luego del ataque de Andreia, Eirian movilizó a sus hombres, taló árboles y adaptó el terreno para poder amurallar el campamento, de esa forma lo protegería de una nueva incursión. Sin embargo, eso no detuvo a Rowan.
Cedric y varios hombres del batallón Estandarte se vistieron con los antiguos uniformes que usaban cuando pertenecían a Doromir, se infiltraron dentro del campamento y contaminaron las reservas de agua. Lo habían hecho con un éxito tal que ninguno fue descubierto. Ahora solo restaba observar cuando amaneciera el caos que se apoderaría de los hombres de Eirian al descubrir lo que Rowan les había dejado por regalo.
Los doromireses eran profundamente supersticiosos, creían en señales del destino, en las bendiciones de Nu-Irsh y en las maldiciones de los espectros que habitaban en el desierto de hielo. Rowan contaba con esas supersticiones y con que los hombres de Eirian despertaran y creyeran que si seguían avanzando algo terrible les ocurriría.
—Debemos prepararnos, está por amanecer —dijo Daviano.
Rowan asintió mientras observaba a lo lejos la fogata en el centro del campamento. Justo en esa tienda, la más grande y protegida por anillos concéntricos de soldados, debía estar Eirian.
Pronto estarían frente a frente.
Estamos en los umbrales de la guerra, mis amores. Hagan sus apuestas, ¿quién gana?
Me di cuenta de que no he colocado mas palabras en el glosario, en realidad la única nueva es bregda y nana Eliza ya explicó lo que significa.
Espero que podamos leernos sin falta el próximo viernes, aunque no se si lo saben, pero yo soy venezolana y mi país atraviesa una situación complicada. Esta semana ha sido muy estresante tanto por lo que esta sucediendo, como por que a pesar de todo eso yo no puedo dejar de cumplir mis compromisos laborales, todo ello me genera muchísimo estres y gran cansancio mental.
A veces escribir es un escape y otras no tengo cabeza para hacerlo, aun así intentaré mantenerme al día.
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