Capítulo LI: Nobleza y valentía
Abrió los ojos: oscuridad y frío. Yacía boca abajo, amordazado y con las manos atadas a la espalda sobre una dura superficie que se movía.
«Una carreta».
Se volteó y luego se sentó apoyando la espalda en los barrotes helados. Fue cuando notó que no estaba solo. Poco a poco, sus ojos se acostumbraron a la oscuridad nocturna, apenas iluminada por la lámpara de aceite que llevaba el conductor adelante. Se encontraba en una jaula, acompañado de otras dos personas atadas igual que él: dos hombres y una mujer, acurrucados debido al frío.
«Esclavistas» dedujo.
Qué imbécil fue. Lo cierto era que no imaginó que algún soldado de Eirian se atrevería a algo así. ¿Por qué lo hizo, en primer lugar?
Bien, eso ya no tenía importancia. La prioridad era escapar. Miró a su alrededor. La jaula estaba confeccionada en hierro, cerrada con una cadena gruesa y un candado. A cada lado de la carreta viajaban dos hombres a caballo envueltos en pieles, detrás lo hacían tres más. Miró el cielo: oscuro y sin estrellas debido a la nubosidad. Así era imposible orientarse y saber en qué dirección viajaban.
La carreta y los jinetes que la custodiaban iban a media marcha, no parecían estar huyendo, eso desconcertó a Rowan. Vio las ropas que vestía, las cuales ya no eran el uniforme de Doromir, sino sencillas prendas de lana cruda. ¿El capitán lo había cambiado antes de entregarlo? De ser así, sus captores no tendrían idea de quién era él, mucho menos de que a esas alturas el emperador del Norte ya habría notado la ausencia de su prisionero y seguramente lo buscaba.
—Soy Finn —dijo de pronto uno de los hombres sentado a unos cuantos pasos de él—. Él es Mael.
El tal Mael parecía dormir acurrucado en el rincón.
—Tengo un amigo llamado Finn.
—¡Oh! Debe ser un gran tipo, entonces. —El hombre sonrió y Rowan asintió.
—¿Sabéis a dónde nos llevan? —Rowan palpó el barrote a su espalda y ubicó las cuerdas en el filo, con disimulo empezó a frotarlas contra este mientras esperaba la respuesta.
—No lo sé —respondió Finn, alzándose de brazos—. Tal vez Briön.
—No nos llevarán a Briön —dijo Mael, el otro hombre a quien había creído dormido. Se apartó un poco y dejó ver a la mujer detrás de él. Era menuda, con el cabello brillante de un rubio oscuro y la piel de un suave tono dorado que resplandecía un poco a pesar de la oscuridad—. Primero irán a la Laguna Espejo en Osgarg. Allí está el mayor mercado de criaturas mágicas.
Rowan frunció el ceño y observó mejor a la mujer.
—¿Es un hada? —preguntó, sorprendido y la aludida le dirigió una mirada asesina. Mael asintió—. ¿Por qué no usa su magia para liberarse?
—Observa las cuerdas que la atan —El material no era el habitual, era negro, como si estuviera hecho de brea—. Es ethel. Anula los poderes mágicos de cualquier ser. La venderán allí y a nosotros, ¿quién sabe? Tal vez después si vayan a Briön.
El mercado negro de criaturas mágicas de Osgarg. Claro que había escuchado de eso. Era un sitio terrorífico frecuentado por personas sin escrúpulos y hechiceros oscuros que, según se decía, buscaban aumentar su poder. Para ello se valían de criaturas mágicas que algunos hombres cazaban en los bosques de Skógarfors y Skógarari y luego vendían.
¿Qué pasaría si esos esclavistas descubrían que él era el príncipe Rowan de Ulfrgarorg? Podría ofrecerles una pequeña fortuna para que lo liberaran.
Por otro lado, si sabían del conflicto y deducían que él era el prisionero de Eirian, podría ser que prefirieran negociar con él. Lo mejor sería no arriesgarse y mantener su identidad en secreto.
Frotó la atadura en sus muñecas contra el barrote con más empeño. Un acceso de tos lo hizo detenerse, volvió a sentirse febril y se lamentó de no haber tomado antes la medicina.
—Estáis enfermo —dijo Finn y señaló con la cabeza a los esclavistas afuera—. Si ellos lo descubren te matarán.
—Gracias por la advertencia.
—Todavía no nos dices tu nombre y por qué estás aquí. Ella, bueno, es evidente. Pobrecita. Yo tengo deudas de juego y Mael, bueno, a él no le gusta que hablen de eso. —Finn miró a Mael de soslayo, quien parecía de nuevo dormido, luego se inclinó hacia Rowan y dijo en tono confidencial—. Lo esclavizaron cuando La Espada del Conquistador arrasó Osgarg. Creo que toda su familia murió en la guerra. Él escapó, pero estos tipos volvieron a atraparlo.
«La Espada del conquistador». Las consecuencias de sus acciones lo alcanzaban. Se le hizo un nudo en la garganta, el frío de su cuerpo se acentuó. Tragó y sin mirar a Finn a los ojos, inventó una historia.
—Yo... Me raptaron de mi casa.
—¡Oh! He escuchado casos así, sobre todo jovencitas que luego venden en prostíbulos. Aunque tú no eres una jovencita —Finn se rio—. Aunque tú no eres una linda jovencita. Tal vez alguien te odiaba en secreto.
—Sí, tal vez—. Rowan asintió.
Continuaron viajando alrededor de una sexta antes de detenerse cerca de una pequeña arboleda a un lado del camino. Los jinetes ataron los caballos y prendieron una fogata junto a la carreta, que mantendría calientes tanto a los prisioneros como a los custodios.
Necesitaba huir pronto, antes de que Eirian lo encontrara, pero las malditas ataduras no cedían. Uno de los esclavistas miró hacia la carreta y luego le habló a otro al oído, era como si le hubiera ordenado algo, porque ese hombre se acercó a ellos con una sonrisa perversa en los labios. Traía una llave y con ella quitó el candado.
—Ey, tú, bonita. —El hombre llamó al hada—. Acércate que Micah quiere hablar contigo.
La mujer le lanzó una mirada de odio y cuando él intentó agarrarla, lo pateó.
—No hagas esto más difícil —dijo el hombre subiendo a la carreta—. ¡Vamos a divertirnos un rato! ¡Nunca he fornicado con un hada!
La mujer volvió a pateralo mientras se arrastraba hacia atrás. El hombre, furioso, la tomó del pelo y la abofeteó. Iba a salir con ella de la carreta, pero Rowan empezó a toser con fuerza y se inclinó hacia adelante cerrándoles el paso.
—¿Qué te ocurre, imbécil?
El hombre iba a patearlo para apartarlo, pero antes de que lo hiciera, Rowan volvió a toser y se le echó encima, como si el acceso fuera tan fuerte que lo hubiera debilitado. El tipo se lo apartó de un empujón, miró la sangre que había tosido y arrugó el rostro con asco.
—¡Estáis enfermo! —exclamó y soltó al hada para limpiarse las gotas que habían caído en su cara.
Rowan observó al hada. La mujer había aprovechado para atrincherarse en el rincón de la jaula. Él asintió con la cabeza, ella no respondió, sus ojos seguían destilando odio en todas direcciones.
—¡Asqueroso hijo de puta! —El esclavista sujetó a Rowan de la camisa y estrelló su espalda con fuerza contra los barrotes—. ¡Me escupiste!
—¡Perdón! ¡Me siento muy mal!
—¡Bastardo! ¡Voy a hacer que te sientas mejor!
El hombre lo lanzó de la carreta de una patada, luego lo alzó tirándolo del brazo y lo llevó con el resto.
Los esclavistas rodeaban la fogata, calentaban sopa con un olor rancio, mientras se pasaban entre risas una botella de hidromiel.
—Micah.
El tal Micah fue quien envió al hombre por el hada. Giró hacia ellos y cuando vio a Rowan frunció el ceño.
—¿Qué pasa? ¡Te dije que trajeras al hada! ¿Por qué traes a este?
—Está enfermo. No deja de toser.
Rowan tosió otra vez, medio en serio, medio forzando la situación. Micah lo miró, luego de lo cual, chasqueó la lengua.
—Es una lástima. Míralo, joven, fuerte y bien parecido, nos hubieran dado muchos sacks de oro por él.
—Sabía que había algo raro —dijo Jair—. Por eso el capitán de ese ejército estaba tan interesado en que nos lo lleváramos lejos. No quería que la peste se esparciera entre sus tropas.
—Deshazte pronto de él y después vas por el hada, que ya lo tengo duro nada mas de pensar en ella.
Los hombres rieron e hicieron gestos soeces, secundando a su líder. Jair jaló a Rowan del brazo para adentrarse en el interior del bosque. Habían dado solo unos pocos pasos, cuando Micah los llamó.
—¡Ey, Jair! Cuando termines entierra el cuerpo. No quiero lobos o linces merodeando. Ve con ellos, Silar, y no demoren, que esa deliciosa hada nos espera.
—¿Cuándo termine de qué? —preguntó Rowan, haciéndose el tonto, falsamente alarmado.
Jair sacó una pala de una de las alforjas recostada contra el árbol y Silar tomó una pequeña lámpara de aceite.
—Vamos, camina. —Jair sujetó a Rowan del brazo.
—¿Qué vais a hacer? —preguntó Rowan, resistiéndose un poco—. Puedo recuperarme, es solo un resfriado.
Jair lo empujó para que caminara más rápido. Cuando estuvieron lo suficientemente lejos, le dio la orden de que se detuviera. El hombre dejó la pala contra el tronco de un árbol y del cinto del pantalón sacó una daga.
—Hace un puto frío de mierda —dijo Jair. Rowan miró la afilada hoja y luego al hombre a los ojos—, lo último que quiero es cavar un hoyo. Así que lo harás tú.
El tipo se acercó a Rowan y cortó las cuerdas en sus muñecas.
—No creo que sea buena idea, Jair —dijo Silar, mirando receloso a Rowan.
Rowan tosió y se dobló sobre su cintura.
—Míralo, apenas si se sostiene en pie. Si no lo matamos nosotros, seguro se muere en un par de días. Andando. —Jair tomó la pala y se la entregó a Rowan.
El esclavista, a un par de pasos de él, sostenía con la otra mano la daga. Sin perder tiempo, Rowan agarró la pala y golpeó esa mano. En respuesta, el hombre soltó el arma y chilló de dolor. Rowan volvió a levantar la pala y esa vez le asestó un fuerte golpe en la cabeza que lo noqueó de inmediato.
—¡Maldita sea! —gritó Silar—. ¡Micah, tenemos problemas!
Silar desenfundó también una daga y corrió hacia él. Rowan se puso en guardia con la pala en alto. El hombre no se atrevía a acercarse y solo lo amenazaba con el arma. Rowan no apartaba la vista de sus movimientos, sin embargo, no podía esperar a que el tipo se decidiera, pronto llegarían los demás y sería más difícil escapar. Atacó y blandió la pala como si fuera una maza. El hombre esquivó el movimiento y contraatacó con la daga, Rowan saltó hacia atrás y aprovechó para darle con la pala en la mano y después en la cabeza. Silar cayó inconsciente en el suelo, en medio de un charco de sangre que brotaba de su frente.
El exceso de actividad física desencadenó otro inoportuno acceso de tos. Sin parar de toser, se agachó y tomó una de las dagas, se dio la vuelta y se adentró corriendo en el bosque.
Corría sin prestarle atención al dolor de su pecho, que cada vez se volvía más fuerte. Miró hacia atrás por encima del hombro y vio una luz que se aproximaba, así como varios hombres. Si no estuviera enfermo se hubiera podido alejar más, pero la falta de aliento no se lo permitía. Se recostó de un tronco grueso, la respiración se le dificultaba No podía seguir huyendo, esperaría a que se acercaran. Si todos tenían cuchillos en lugar de espadas, podría vencerlos con facilidad.
Se tapó la boca para esconder el sonido de la tos que volvía a atacarlo, sin embargo, de nada sirvió.
—¡Está por acá!
Cuando se calmó, salió de su escondite con la pala en una mano y la daga en la otra. Delante tenía tres hombres, incluido el líder, el tal Micah.
—¡Le rompiste el cráneo al pobre Silar! —gritó uno, quien se le abalanzó esgrimiendo un sable.
Rowan lo bloqueó con la pala. El hombre era fuerte y también hábil. De inmediato, el príncipe atacó con su improvisada a manera de maza, pero su contrincante esquivó el golpe y a él se unieron los otros dos.
Giró a ambos lados, rápido. Con la pala detuvo la espada de uno y con la daga, la del otro. El primero que lo había abordado no desperdició la ventaja y embistió con el sable. Rowan saltó hacia atrás y logró esquivarlo por los pelos. Sus contendientes no le dieron tregua y volvieron a atacar al mismo tiempo.
En la batalla siempre aparecía esa especie de sexto sentido que lo ayudaba a predecir los movimientos de sus oponentes. Fue gracias a esa extraña habilidad que logró resistir tanto en esa pelea, pero empezaba a faltarle el aliento otra vez.
—¡Escuchad! ¡Soy el príncipe Rowan de Ulfrgarorg, déjadme ir! —Rowan esquivó una de las espadas y caminó hacia atrás—. En este momento el emperador del Norte debe estar buscándome y si se entera de lo que estáis haciendo va a enojarse.
—¡Mientes! ¡Nada más eres un pobre enfermo! —Micah empuñó la espada con ambas manos y se acercó—. Pagarás por lo que le hiciste a nuestros compañeros.
Por la posición que tomó su cuerpo, Rowan supo el movimiento que haría, atacaría con la espada desde arriba, buscando cortar en diagonal. Estaba mareado y la vista se le nublaba por momentos, aun así, alzó la pala y bloqueó el golpe. Rápidamente, bajó la pala y la blandió en un arco que descargó con fuerza en la cara de Micah. Varios dientes volaron, además de sangre.
Había dejado fuera de combate a Micah, que cayó en el suelo. Rowan bajó la guardia para recuperar el aliento. No obstante, uno de los otros dos que quedaban se le abalanzó encima. Rowan opuso la pala de nuevo y logró evitar la estocada, pero el otro esclavista no le dio tregua y hundió la espada hasta la mitad en uno de sus costados.
Rowan miró hacia abajo, ahí donde el acero atravesaba su cuerpo, sin creerlo. El otro hombre aprovechó y también lo hirió en el abdomen. Tosió y un puñado de sangre brotó de sus labios. Estaba muy cansado. En otras circunstancias se hubiera repuesto, enderezado, como si nada; levantaría a Osadía y arremetería con rabia. En dos estocadas vencería a su primer oponente, giraría y le atravesaría el corazón al segundo.
Eso sería en otras circunstancias.
Rowan cayó de rodillas.
¿Valía la pena seguir peleando? ¿Qué sentido tenía ya su vida?
Uno de los esclavistas alzó la espada, todo terminaría pronto. Rowan cerró los ojos y pensó que era un poco lamentable morir de esa manera, a manos de viles rufianes. Aun así, la muerte era un dulce consuelo. En el Desierto de Hielo no debía existir el odio, ni el dolor.
El ladrido de varios perros y el galopar de muchos caballos le hizo abrir los ojos de nuevo. Alcanzó a ver como uno de los jinetes se aproximaba con una larga espada desenvainada. Una espada conocida que, de un solo movimiento, cortó la cabeza del esclavista. La sangre le salpicó el rostro mientras el cuerpo se desplomaba.
A Rowan cada vez le costaba más respirar, un líquido caliente le subía por la garganta y lo ahogaba, poco a poco todo se iba apagando. Antes de cerrar los ojos, alcanzó a ver unos relucientes cabellos rojos frente a él.
***HAY DOS CAPITULOS MAS DISPONIBLES, pero antes díganme que esperan a continuación, ¿que c reen que pasará con Rowan?
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro