Epílogo
Era muy temprano, la mañana era muy fría, se notaba que ya era época de lluvias. Por la noche llovía a cántaros y luego por el día, todas las pistas se mantenían inundadas.
Había sido el primero en levantarme, entré a bañarme y luego me vestí. Me miré al espejo y me di cuenta que había cambiado inexplicablemente de una manera deprimente, había tratado de recuperarme, pero con el tiempo eso se había desplazado en mi lista de prioridades.
Salí de mi habitación y me dirigí a la de mi padre, que cada vez estaba más triste. Él pensaba que nadie lo escuchaba llorar por las noches pero en realidad estás paredes eran demasiado delgadas y nuestra curiosidad demasiada grande. Todas las noches desde la muerte de mi madre y mi hermano, él había llorado y había lamentado sus pérdidas.
Toqué y me asomé. Una sonrisa melancólica me recibió y me permitió entrar. Después de entrar cerré la puerta para tener un poco de privacidad. Se encontraba echado en su cama como todos los días, al parecer por el día, se ponía una máscara de fortaleza pero por las noches, esa máscara se rompía y daba lugar al dolor inconmensurable que sentía.
—Padre, iré a visitar la tumba de mi madre —avisé.
—Ten cuidado con lo que puedas encontrar —recordó.
—Sí padre. —moví mi cabeza como símbolo de aceptación.
La puerta se volvió a abrir y dejó entrar a una Anya enérgica, que luego de haber escuchado mis palabras estaba totalmente decidida a ir conmigo, no era necesario que lo dijera, se le veía en la cara. Era como una niña pequeña a punto de hacer un berrinche.
—Te acompaño —anunció Anya.
—Vale. —no iba a discutir con ella tan temprano y tampoco le iba a negar el derecho de ir a visitar a nuestra madre y hermano.
Habían pasado dos años desde la muerte de Heaven y hace un par de meses habíamos regresado a la ciudad a rehacer nuestra vida. Ya era tiempo, habíamos descuidado demasiado nuestras propias vidas y era momento de poner todo en orden. Debíamos acoplarnos al nuevo funcionamiento de la empresa que gracias al señor Tamashi no se había ido a la quiebra, él había mantenido todo ha salvo mientras que, todos nos dedicabamos a autocompadecernos.
Salimos de la nueva casa de estilo minimalista, diseñada por mí, porque sí, me gusta mucho el diseñar los interiores. Luego subimos a mi automóvil, un Volkswagen muy impresionante, y partimos hacia el cementerio principal de la ciudad.
Cuando llegamos, avistamos un puesto móvil de flores por lo que Anya se dirigió corriendo a comprar unas cuantas rosas y unos bellos lirios para ponerlos en las tumbas de nuestros seres amados. Alzamos la vista y pudimos observar el deteriorado letrero en el que se leía de forma borrosa "Cementerio Dylen Isaac Blair", aquel pedazo de metal se encontraba lleno de moho verde que tapaba algunas letras.
El aire dentro del cementerio era pesado, olía como a humedad y muerte. ¿Cómo sé a qué huele la muerte? Realmente no lo sé, pero siento que así huele.
Seguimos caminando y un pequeño escalofrío escaló mi espalda. Le lancé a Anya una mirada de preocupación que ella también devolvió.
—Hermano.
—Dime.
—¿La extrañas? —preguntó.
—Sí, extraño mucho a mamá.
—No me refería a mamá, me refiero a Heaven. ¿La extrañas?
—Sí, creo que teníamos una conexión muy particular. Sentía que era de mi familia.
—¿Te puedo decir algo?
—Sí, dime.
—Ella te quería, y creo que también sentía eso.
Anya trasladó su vista al pasto y suspiró para luego comentar:
—Sabes, ¿Por qué mamá sacó a Joe del testamento?
—¿Qué? ¿Lo sacó? —eso no lo sabía. De haberlo sabido me habría opuesto. Quizás por eso nos traicionó.
—Sí, por eso tuvo que trabajar. —un atiz de tristeza se vislumbró en sus ojos.
Sin darnos cuenta ya habíamos llegado a la sección donde se encontraban las tumbas. En la tumba de Heaven, una pequeña de color blanco; entre las flores estaba una caja pequeña. Una que era muy familiar para mí, Anya se acercó y la levantó, le dio vueltas y notó una inscripción.
Shine.
—¿Shine? ¿Quién es Shine? —preguntó extrañada Anya con una clara confusión en el rostro.
—No creo que sea un alguien —contesté aclarando su duda, su boca se abrió para demostrar su asombro y sus labios formaron una gran "O".
—Shine, es brillo o brillar —informó.
Ambos nos quedamos pensando, y de la nada el rostro de mi hermana se tornó serio, tan serio que incluso tomó madurez y me dejó pasmado.
—Eh, ¿Te acuerdas cuando le dije a mamá que ojalá fuera adoptada? —preguntó.
—Sí.
—Ella me respondió que no desee algo que se puede hacer realidad. —me quedé callado sin saber qué responder. Creo que Anya era muy curiosa por lo que mamá fácilmente se hostigaba de ella, incluso yo me hostigaba de ella, pero yo era su hermano no su mamá.
Abrimos la caja y con el viento tan fuerte, se desparramaron unos documentos muy deteriorados, algunos de ellos se quebraron o rompieron. Afiné más mi visión y logré leer algo en la primera hoja que logré recoger.
—Certificado de adopción —leí en voz alta.
—Joe Frohod. —quedé muy confundido con esto. Joe era adoptado, quizás por eso siempre mamá tenía ese rastro de desprecio hacia él.
—Certificado de adopción, Florián y Heaven Fallé —leyó Anya, mientras recogía otra hoja. Le quité la hoja de la mano y la releí. No estaba mintiendo, no había escuchado mal. Heaven era mi hermana y yo era adoptado.
—Oye, mira acá —dijo Anya.
—"Sesión de conciliación número veintidós". —decía en letras grandes la portada de una carpeta.
—Aquí hay otra que dice "Sesión número treinta".
—Ese lío debió haber estado bien reñido.
—Acuerdo de la tenencia y la patria potestad sobre los hermanos Fallé. —¿Qué? No entiendo nada.
Si éramos hermanos, ¿Por qué nos tenían separados? Ambas familias se conocían, ¿Por qué no tenernos mejor juntos? ¿No era demasiado complicado criarnos separados?
La duda había nacido dentro de nuestras pobres almas y como todo humano sensato, estoy lleno de curiosidad.
Con confusión, salimos del cementerio y fuimos rumbo a casa. Hice correr tanto al auto que las ruedas comenzaban a oler a caucho quemado.
Anya durante todo el trayecto se mordía las uñas con nerviosismo. Ella debe haber estado con muchas dudas al igual que yo, pero aclaremos cada una cuando lleguemos a casa.
Rápidamente bajamos del auto y entramos a la casa con los papeles en mano. Anya fue directo a la habitación de nuestro padre pero no había nadie.
Estuvimos veinte minutos buscando en toda la casa algún lugar donde pudiera estar. Luego recordé sus palabras: Ten cuidado con lo que puedas encontrar.
Mi padre sabía todo esto y había desaparecido. Nos ha dejado con mil preguntas, pero ahora no sé a donde se fue. No tenemos ni puta idea de a donde se había largado.
En primer lugar, ¿Por qué se ha ido? ¿Él sabía de todo esto? ¿Por qué si Heaven y yo éramos hermanos estábamos en familias separadas? ¿Anya también es adoptada? ¿Qué es lo que está pasando?
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