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El Recuerdo ante la Muerte

Despierto en un lugar decrépito y oscuro, el mal olor se siente por todos lados. Parece un cuchitril, como esos lugares abandonados de las películas de terror, donde el protagonista siempre muere.

Pero, debo preguntarme:

¿El lugar huele mal? ¿O yo huelo mal?

Decido averiguarlo, y sí, no soy yo. Podré estar secuestrada pero nunca maloliente.

Miro a todos lados encontrándome con paredes oscurecidas por el moho y una puerta de metal como las de una prisión.

Me asomo por la pequeña ventanilla con barrotes y veo muchas más puertas como la mía, un hombre grandote y vestido de negro se acerca con un látigo muy largo que parece de cuero.

-Hola, pequeña -susurra aquel hombre, acerca su mano a mi rostro y me acaricia, me alejo con asco, mirándolo con repugnancia.

El hombre chasquea la lengua y se dirige a otra puerta.

Veo que alguien se asoma al igual que yo y recibe un latigazo en la cara. Se retrae hacia el interior con un grito de dolor que se escucha resonar por todo el lugar.

El pasillo se llena de ruido, mientras de las demás habitaciones chillan las cadenas al moverse.

-¡Sáquenme de aquí! -grité con todas mis fuerzas.

-Nos matarán, has silencio -dijo el chico que fue azotado.

Enseguida reconozco la voz, es... Es Joe.

Ay no, el recuerdo de su rostro siendo lastimado por el látigo me da una mala sensación.

-Joe -susurré, esperando que me escuche a pesar del bajo volumen de mi voz.

-Joe -volví a llamar.

-Sí, ya te escuché Heaven -respondió silencioso.
-¿Qué está pasando? -le pregunté.

-Oh nada, nos secuestraron, nos tienen encerrados y se llevaron a tu amiga...

-Dakota, mi amiga Dakota -interrumpí.

-Sí, a ella. Escuché que iban a pedir una recompensa por ella. Quizás también pidan una por mí -lo escuché decir pensativo.

-¿Por ti?

-Sí, por mí -contestó fatigado.

-¿Qué tenemos aquí? Veamos, ... Un chico -una voz se acercaba, no hacía mí, pero si hacía el detective.

-Es un Wattson -replicó otra voz más gruesa que la anterior.

-¿Wattson? ¿Los del bufete?

-Sí de esos.

¿Un Wattson?

Lo jalaron fuera de la celda y se lo llevaron arrastrando a través del pasillo. Salieron por una puerta que parece que va hacía otra habitación más grande.

Durante media hora, estuve pensando cómo hacer para salir de ahí. Pateaba los barrotes, limaba las barras de metal con una pequeña piedra, gritaba por la pequeña ventanita con barrotes que daba hacia otro lado, pero nada.

Hasta que, de pronto una alarma comenzó a sonar en todos lados, unos pasos se escucharon terriblemente cerca.

Mi puerta se abrió y ahí la vi.

-Dakota -pronuncié lentamente.

-¡Vámonos Heaven! -gritó, y la comencé a seguir.

Corrí por mi vida, me dolían los pies por la rapidez con la que me movilizaba hacia la puerta y en ese último instante, sentí algo atravesar mi cuerpo.

Escuché un grito, fue tarde cuando me di cuenta de que ese grito había sido mío. Estaba tirada en el piso, viendo como la sangre salía de mi abdomen.

Dakota cayó rendida al piso, la golpearon hasta que quedó inconsciente. Yo veía todo como si fuera una espectadora, una espectadora que estaba a punto de morir desangrada.

Un último suspiro salió de mi interior, y pensé que había llegado mi final.

Unos fuertes barullos se intensificaron y luego dejaron solo silencio, mientras unas pisadas sonaban cada vez más cerca.

-Heaven, despierta -oí un musitar cerca de mi oído y después todo se volvió negro, sentí como si me hubiera sumergido en un sueño.

El sol estaba en lo alto ese día, parecía un verano muy agradable.

Habían dos personas, una mujer y un hombre, cada uno sostenía una de mis manos. Miré hacia la mujer y me sonrió, volteé hacia al hombre y este me ofreció un sombrero para protegerme de los intensos rayos solares que quemaban mi delicada piel.

-Kian, cariño -habló la bella mujer con los cabellos de plata.

-Dime, Ida preciosa -respondió el galante hombre con porte de rey.

-¿Estás seguro de irnos con ellos? -preguntó la dama.

-No, pero creo que es una gran oportunidad para librarnos de tú familia. -El hombre dirigió su mirada hacia la inmensa mansión que estaba al frente suyo.

-Extrañaré nuestro hogar.

-Yo también -agregó el joven con una triste voz.

-¡Yo también! -Una voz chillona salió de mí. El sentimiento de melancolía se apoderó de mí.

Seguimos caminando por el hermoso jardín mientras, yo recolectaba pequeñas flores.

-¡Mamá! -gritó un niño rubio seguido de otro niño mayor que él.

-¿Qué pasa mi príncipe? -preguntó un hombre mayor que estaba vestido con un smokin.

-Oscar, quiero desayunar. ¿Me harías el favor de cocinar algo para mí? -solicitó el pequeño rubio.

-Claro que sí. Mi príncipe espere en el comedor -avisó el mayordomo.

-¿Necesita algo príncipe? -interrogó al niño más grande, el cual tenía cabello oscuro y una mirada más fría.

-No, muchas gracias por preguntar.

Ida, la mujer que había estado caminando conmigo, se acerca a la puerta donde estaba el niño mayor.

-Cariño, ¿Pasa algo? -preguntó la señorita.

-No, mi señora -contestó el muchacho y entró a la casa.

La mujer entró detrás de él y gritó hacia mí.

-Ven, mi pequeña princesa. Iremos a desayunar adentro. -Salí corriendo a su encuentro y me lancé sobre ella. La señora me abrazó y me llevó en sus brazos hasta dentro de la casa.

-Ida -llamó el joven Kian.

-Dime, amor -respondió Ida.

-No acostumbres a nuestra hija a llevarla en los brazos. Sino se volverá una ociosa.

-Eres un exagerado -le reprendió con dulce voz Ida.

-Solo me aseguro de que pueda valerse por sí misma.

-Eres un exagerado, no necesita valerse por sí misma. Tendrá dinero.

-Eso lo sé, pero tendrá que ser independiente en algún momento y yo quiero que esté lista para eso.

-Bueno, para eso falta mucho. Así que, no te preocupes. Cuando llegue el momento ella estará más que lista.

-¡Listaaa! -La misma voz de hace unos momentos, salió de mí, como si fuera una niña pequeña.

-Sí, lista, min elskede -dijo cariñosamente la mujer.

El hombre se comenzó a reír y después la mujer, era un sonido muy armonioso, se complementan a la perfección.

Luego, la escena cambió. Ya no estaba en el recibidor de la casa, estaba en una habitación. Una habitación color celeste claro, con detalles de nubes blancas en el techo.

La puerta se abrió intempestivamente y me asusté. Comencé a llorar, y unos brazos me cargaron, esos brazos eran tan calientes, la cercanía de esa persona me tranquilizaba.

Sin darme cuenta, ya habíamos llegado a la salida. La casa se quemaba, las llamas consumían la hermosa propiedad.

-Heaven, mi hija querida. Corre, corre lejos. -me soltó junto a los otros dos niños que había visto antes. La mujer volvió dentro y gritó.

-¡Kian! ¡Kian! -nadie salió y nosotros ya habíamos comenzado a correr.

Vimos personas que nos perseguían por todo este campo de verde pasto.

-Corran más rápido -nos dijo, el niño mayor, a mí y al niño rubio.

El correr no fue suficiente. Los malos nos habían alcanzado.

Un hombre nos capturó y nos llevó a mí y al niño rubio en sus brazos, como si fuéramos paquetes.

Cuando volteé, vi a Ida fuera de la propiedad y de rodillas, con las manos en la cabeza. Una mujer con el rostro enfurecido le disparó en la cabeza.

Esa mujer, era mi madre.




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