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El Recorrido de Quién Sufre

POV JOE

Heaven, cae después de que un disparo le atraviesa el tórax, me quedo congelado mientras se desangra en el suelo. Mi desesperación quiere aflorar pero debo mantener la cabeza fría y objetiva.

Para poder ayudarla debo esperar, Dakota es golpeada salvajemente y se desmaya. Está con el cuerpo todo amoratado y con algunos cortes encima.

Corro mientras voy disparando a lo loco a esos sujetos, cuando están bien muertos, me acerco a Heaven que todavía sigue despierta, veo sus ojos que me suplican ayuda. Respira lenta y profundamente.

La sostengo entre mis brazos y le susurro al oído:

—Heaven, despierta. —Su cuerpo queda inerte y frágil. —Te amo.

Veo el rostro de Heaven, tiene una sonrisa impresa en él. No puedo evitar pensar que está soñando algo bonito.

Ella ya no puede oírme, espero que solo esté inconsciente y no muerta. Con temor le busco el pulso, y ahí está. Tiene pulso, suelto todo el aire que tenía retenido sin darme cuenta.

Veo a Dakota, que está también en muy mal estado y ahora no sé cómo sacaré a ambas de este horrible lugar.

El despertarla me es muy díficil, me da miedo de tocarla, pero luego de haberle tocado levemente el hombro, logro despertarla y ayudarla a levantarse.

Juntos cargamos a cuestas a Heaven, mientras evitamos a los individuos peligrosos. Ella me avisa si alguien viene para que yo pueda buscar algún lugar donde escondernos.

Doblamos en una esquina de este laberinto insufrible y nos topamos cara a cara con el líder, que coge su arma y está a unos segundos de volarnos la cabeza, me pongo en medio para poderlas defender.

El hombre se me queda mirando incrédulo, luego suelta una risa seca y apunta con su pistola a mi cabeza. Trago fuerte y me armo de valor.

Dakota agarra mi arma y le dispara en la cabeza fríamente; el cadáver sin vida del jefe de ese lugar cae contra el piso, causando ruido y alertando a los demás de nuestra presencia.

La sangre tintura el piso de rojo y muestra un grotesco paisaje, que no es nada agradable. Me aguanto las náuseas mientras avanzamos.

Corremos sigilosamente, huyendo de los delincuentes, hasta que alcanzamos una puerta que despide una luz muy brillante, la empujamos y salimos al exterior.

La gente a nuestro alrededor se alarma cuando nos ve salir con Heaven pálida y llena de sangre, un señor calvo con traje se acerca y nos avisa que ya llamó a una ambulancia para que nos venga a ayudar.

Pasan quince minutos y escuchamos el ruido incesante de la sirena de la ambulancia, mientras vemos acercarse al vehículo que nos atenderá.

Dentro de la ambulancia, mantengo mi vista fija en Heaven, una lágrima corre por su bello rostro. Quizás su sueño ya no es hermoso, quizás tiene una pesadilla.

Quiero mantenerla a salvo, incluso de aquello que la aqueja en sus sueños. Sus lágrimas me queman el alma, como si su dolor fuera mío.

Separo mi vista de ella y veo a Dakota en el otro asiento, fingiendo ser fuerte, fingiendo que no siente dolor. Quiero ayudarla, pero no puedo. Si finge, es por algo.

Somos conducidos al hospital público y los paramédicos nos dicen:

—Llevaremos a tu amiga a emergencias para poder operarla y detener la hemorragia. Ustedes pueden ir ahí para que los revisen. —Señala una pequeña salita en la que se encuentran unas cuantas enfermeras, que al vernos vienen hacia nosotros con una silla de ruedas para Dakota.

Dakota es llevada en la silla a otra habitación para limpiar sus heridas y darle los cuidados necesarios, mientras yo solo me quedo esperando información sobre el estado de Heaven.

Se me partió el corazón verla así, es como si me hubieran disparado a mí, como si me hubieran quemado vivo, o como si me hubieran quitado la piel poco por poco sin ninguna anticipación.

Ante esta situación, lo único que me queda es llamar a los Tamashi y pedirles que nos brinden su protección, porque estoy seguro de que nos van a querer asesinar ahora que sabemos la verdad.

Me matarán a mí.

Matarán a Dakota.

Y matarán a Heaven. Mi Heaven.

Puedo soportar todo, menos la idea de que la maten y yo no haga nada. Ya trataron de matarla una vez y no permitiré que eso vuelva a pasar.

-Hola, jefe - saludo cortésmente a mi empleador. Todo este tiempo he estado trabajando en conjunto con los Tamashi, ellos al igual que los Strong y mi familia, somos aliados.

Dakota sabe algunas cosas, pero no tantas como yo.

—¿Qué paso? —pregunta confundido, ya que no soy mucho de llamar, a menos que sea una emergencia y esto exactamente es una emergencia.

—Nada fuera de lo común, nos secuestraron, casi nos matan y, por cierto, su hija tiene un par de costillas rotas —digo con sarcasmo.

—¿Hospital? —interroga preocupado.

—Él de la cuarta avenida, aquí lo espero —respondo al mismo tiempo que él termina la llamada.

Eh, no sé exactamente en qué momento comencé a sentir algo por Heaven, primero fue como cuando quieres proteger a una hermana pequeña y luego fue como cuando conoces a la amiga de tu hermana pequeña. Ok, eso no fue un buen ejemplo, ¿pero entienden la idea, ¿no?

Ella estaba tan sola con tanta gente diciéndole mentiras desde todas las direcciones, y ahí estaba yo, tratando de ser lo más real y verídico que puede tener en su vida.

No considero cuidarla y estar a su disposición, una obligación; para mí esto es una bendición de Dios.

Considérenlo bastante porque soy ateo y ella es católica.

Temo por su vida porque ella más que nadie es capaz de destruirme inconscientemente.

Como ahora.

___

Paseo por todo el hospital y ya es de noche cuando termino mi recorrido.

Unas horas ya han pasado, cuando Dakota está recuperada y Heaven está despierta, llegan los guardias que nos van a proteger. O al menos eso creía.

Heaven está todavía débil pero debemos irnos. Dakota no está en óptimas condiciones pero sabe que corremos peligro.

Los agentes que supuestamente van a protegernos, sacan sus armas y nos encañonan. Lo único que atino a hacer es quedarme a sostener a Heaven que no puede ni caminar, mientras veo como Dakota huye, dejándonos solos con los malhechores.

No puedo creer que se haya largado en medio de este lío. Estoy comenzando a creer que ella nos deja siempre en las peores situaciones.

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