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🔥 Capítulo 22

La gélida noche calaba hondo en mis huesos y la capa que me había dado Rem empezaba a ser insuficiente para mantenerme caliente. No podía dormir, la tiritera me mataba. Hacía bastante que apagamos la hoguera para evitar ser vistos por cualquier ser indeseado y eso empeoraba mi condición.

Si ya de por sí tenía una temperatura baja cerca del fuego, ahora estaba al borde de la congelación. ¿Cómo demonios podía hacer tanto frío en esa parte del bosque? En la que dormí junto a Rem y Mahína el día que llegué a Dracones no hacía tanto fresco. Se suponía que seguía en el Reino de los bosques, Regnum Nemora, ¿cómo podía haber tanta diferencia de una parte a otra?

—Los dragones de los nueve reinos. —La suave voz de Mahína me asustó. Me incorporé del suelo y la miré—. Eran los reyes de Dracones. Daban vida a todo lo que nos rodea, la naturaleza. Sin ellos todo se muere y cae en un desequilibrio devastador. El frío no es propio de este lugar, es una de las muchas consecuencias que han traído sus muertes. Hace milenios que no están entre nosotros y milenios son el tiempo que llevamos sufriéndolas.

—¿Quién los mató? —Fruncí el ceño.

—Los mestizos.

—¿Por eso los Eternos acabaron con ellos?

—Sí —afirmó—, intentaron salvarnos de un mundo apocalíptico. No llegaron a tiempo, pero se proclamaron los nuevos gobernantes para guiarnos.

—Tu lealtad te ciega. —Calaham se metió en la conversación—. Asesinasteis a miles de mestizos y a ti te parece un acto heroico.

—Por culpa de esos defectos seremos víctimas de un devastador cataclismo.

—Los actos de unos pocos no debieron de condenar a las almas inocentes que había entre ellos —sentenció el Vator.

—Eh, dejad las peleas para mañana. La gente intenta dormir —intervino Lana.

Con el llamado de atención de la loba recostada sobre el grueso tronco de un árbol, la discusión llegó a su fin y ambas partes dejaron de hablar, se acomodaron en sus sitios y cerraron los ojos para continuar durmiendo.

Lana, muy lejos de querer conciliar el sueño, se quedó cruzada de brazos y con la mirada puesta en el cielo, más concretamente en la luna. A la noche siguiente tendríamos luna llena, no tenía ni idea de si los licántropos de aquel mundo se transformarían en bestias irracionales o les sería indiferente, lo único que sabía era que la mujer no podía dormir.

Dejé de observar a Lana y dirigí la vista hacia la Katpanu, tenía los ojos cerrados, pero sabía que no estaba durmiendo. Era imposible que hubiese caído tan pronto en un profundo sueño. Mientras le taladraba con la mirada, no pude evitar pensar en lo que había dicho.

Ahora comprendía un poco más a los Eternos. Tenían un motivo para hacer lo que hicieron, pero Calaham tenía razón. El vandalismo de unos pocos no debió de afectar a los demás y la razón que tuvieron para llevar a cabo tal masacre no los justificaba. Estaba mal, aunque lo hubiesen hecho por el bien de su mundo. Además, continuaban masacrando a los mestizos que nacían en la actualidad. ¿Qué necesidad había? Los dragones ya estaban muertos, nada podría cambiarlo. ¿Era venganza lo que buscaban? ¿Ensañamiento?

«Mahína, sé que me escuchas. ¿De verdad te parece correcto lo que hicieron y siguen haciendo?»

Ella abrió un ojo, haciéndome saber que aún continuaba dentro de mi cabeza, sin embargo, lo volvió a cerrar sin decir nada; no quería hablar del tema. Suspiré y cuando me fui a acomodar sobre el suelo y a arroparme más con la capa, mis ojos se posaron en Rem.

Él se encontraba tumbado en el suelo, boca arriba, enfrente de mí y cerca de su padre. Desde que se quedó inconsciente luego de su último ataque, no volvió a despertar. Y mentiría si dijera que eso no me preocupa. ¿Le había matado ya?

No quería desvelarme más de lo necesario pensando en que, tal vez, ya había acabado con su vida, a pesar de que la maldición no le había cubierto el cuerpo entero todavía, así que me volví a tumbar e hice un gran esfuerzo para dormirme sin que el frío acabara por resfriarme o algo peor.

🔥

Un suave meneo en uno de mis brazos me despertó, provocando que la escasa luz de la mañana me molestara un poco. Respiré hondo y moví la cabeza hacia la persona que me balanceaba de un lado a otro, dando con los iris claros de Calaham y una de sus cálidas sonrisas.

No pude evitar comparar la forma de despertarme de su hijo y la de él. Rem, la primera vez, lo hizo con su pie y me manchó de barro. En cambio, su padre fue más delicado y eso lo agradecí mucho.

—Retomamos el camino ya —avisó el hombre—. Ten, come algo.

Me tendió una manzana y yo la acepté regalándole una sincera sonrisa a la vez que me incorporaba del suelo. Mi cuerpo dolía a horrores por haber estado durante horas tumbada en una superficie dura; mi cuello recibía pinchazos que se me antojaban molestos, mi espalda crujía y tenía cada hueso agarrotado. En cuanto me hube sentado, agarré los extremos de la capa y me arropé. El frío no cesaba y los únicos que no parecían notar la temperatura que hacía eran la loba y el mestizo.

Cal se separó de mí y caminó hacia Mahína para desatarla del árbol. Antes de levantarme eché un vistazo a mi alrededor; Lana se encontraba de pie mirando su reflejo en el hierro de su afilada hacha y colocándose los mechones rubios que se le escapaban de su coleta y las pequeñas trenzas que nacían desde su cuero cabelludo, así como las plumas que adornaban algunos tramos de su cabello.

Rem estaba sentado en el suelo, consciente y con la mirada perdida en las profundidades del bosque. Se le veía agotado a pesar de haber estado durmiendo durante tanto tiempo. Una de sus manos viajó a su pecho y se lo presionó hasta lograr sacar una mueca y un siseo que me hicieron saber lo mucho que le dolía. Tragó saliva y, en el instante en el que cruzó su mirada con la mía, arrugó el cejo y se puso en pie para alejarse. No estaba contento conmigo, se le notaba a la legua.

Rodé los ojos y me levanté murmurando quejas e improperios hacia el mestizo. ¿Por qué narices se había enfadado ahora? No fue cosa mía que sufriera, fue la propia maldición. ¿Le había molestado lo que le había dicho sobre su miedo? Menuda tontería... ¡Yo sí que estaba enfadada! Y por un motivo de peso. ¡Agh! Descargué mi rabia pegándole un mordisco a la manzana y su jugó me salpicó.

«Será tonto...»

Poco después emprendimos la marcha en completo silencio. Calaham encabezaba la fila junto a su hijo, quien se ocupaba de llevar a Mahína; y Lana se encontraba detrás de mí un tanto ausente. Seguiría así durante las próximas cuatro horas, con la cabeza gacha y sin mediar palabra. Había algo que la atormentaba desde anoche y no sabía si era buena idea preguntarle al respecto porque no parecía ser de la clase de persona a la que le gustaba desahogarse. La veía como alguien que prefería sufrir en silencio por mucho dolor que llevase a cuestas.

—¿Podrías dejar de mirarme? Me crispas los nervios —escupió al percatarse de que llevaba todo este tiempo pendiente de ella—. ¿Qué quieres?

—Es que te veo un poco rara —respondí y esperé a que me alcanzase.

—¿Y a ti que te importa si estoy rara o no?

—Eh, relájate. Solo quiero ser amable —refunfuñé.

Al paso que iba, acabaría enfadada con todo el mundo. No obstante, me tragué las emociones y pregunté lo siguiente:

—¿Estás bien?

—Mira, bonita —rio amargamente—. No necesito que nadie se preocupe por mí, sé cuidar de mí misma. Llevo años haciéndolo, olvídame.

Me enervé. Una intentando ser simpática y llegó una loba con un humor peor que el mío.

«Fantástico».

—Como quieras —pronuncié con molestia.

Crucé los brazos sobre mi pecho y apreté el paso para ir al ritmo al que iba antes para dejar a Lana sola con sus malos humos. Luego de unos cuantos minutos más de incesante caminata, un jadeo se escapó de mis adentros al ver el estado en el que se encontraba la vegetación que se abría paso delante de nosotros; estaba todo podrido, muerto y sin color. No había musgo por ninguna parte, los troncos de los árboles eran más débiles que los que había visto con anterioridad, los hierbajos ya no eran verdosos, las flores lucían marchitas y el color predominante de aquella sección de bosque era el marrón de la tierra.

Eso debía de ser, sin duda alguna, de lo que me habló Mahína la noche anterior. Me daba mucha lástima ver ese paisaje devastado. Desde que llegué todo lo que había visto era precioso, colorido y lleno de vida. Ver el principio de lo que sería un gran tramo de flora muerta me ponía los pelos de punta y hacía que se me saltasen las lágrimas.

En el instante en el que puse la vista al frente, vi a la mujer Katpanu. Ella continuaba caminando al ritmo de Rem, pero eso no era impedimento para girarse un poco y echarme una mirada cargada de seriedad.

—¿Me comprendes ahora? —inquirió al borde del llanto.

No esperó a que respondiera, solo volvió a su posición y prosiguió su rumbo mientras que yo seguía lamentándome por lo que presenciaba. Escuché a Mahína sollozar y sorberse los mocos, era obvio que toda esa situación le sobrepasaba y le afectaba mucho.

🔥

Como bien predijo Lana antes de salir de su cueva, llegamos a la entrada del Reino de las montañas al atardecer. Habíamos comido durante el camino, sin pararnos. Rem había cazado una ardilla. Y sí, se la había vuelto a comer cruda. El resto optamos por lo que teníamos guardado en las alforjas, yo misma portaba un par de ellas para ayudar. El elfo que se tragó la grieta que abrí en el suelo nos proporcionó varios víveres, y lo mejor era que le podía hincar el diente a todo. No había nada de carne y yo no podía ser más feliz.

Nos quedamos parados unos metros antes de la entrada, a la espera de que a alguno se nos ocurriera una idea para cruzar sin ser vistos. Un puente de piedra conectaba el Reino de los bosques con el de las montañas porque un gran acantilado nos separaba. Justo en las columnas del puente colgaban unos pergaminos de busca y captura. Ya no solo estaba el del Rem, sino también el de su padre, Lana e incluso el mío. Estaba segura de que, en Montaraz, aquellos licántropos tuvieron algo que ver. Les habrían descrito nuestros rostros a la Guardia de los Eternos. Todo aquello me tenía nerviosa.

Me mantuve sentada bajo el tronco de un árbol viejo y seco viendo cómo Cal paseaba de un lado a otro. Él también parecía bastante inquieto, en cambio, su hijo se encontraba de pie, de brazos cruzados y con una expresión neutra. Me sorprendía que nunca mostrase sus emociones en momentos como este. Su vida estaba en juego y, de no ser por su desesperación, creería que le importaba una mierda si vivía o moría.

Mahína era quien más mostraba sus sentimientos. Lucía muy asustada, era como un ratoncillo al que le perseguía sin descanso un gato. Intentaba roer la correa plateada que la apresaba, todavía seguía queriendo marcharse. Me daba cierta pena verla retenida, pero sabía que, si la dejábamos suelta, el viaje se nos haría mucho más complicado porque siempre acabaría por volver a interferir.

Y Lana, simplemente, afilaba su hacha con una piedra cercana.

Eché una ojeada al otro lado del puente, donde se alzaba una fortaleza rocosa en la que se podía ver a gente custodiando el paso entre ambos reinos. No podía saber de qué criaturas se trataban debido a la lejanía, pero eran bastantes más que nosotros y cualquier paso en falso sentenciarían nuestro destino.

—Tú, Vator —pronunció la loba con repulsión y mirando su retrato a lo lejos—. Por tu culpa le han puesto precio a mi cabeza.

—Tu cabeza tenía precio desde mucho antes, ¿me equivoco? —respondió Cal con indiferencia.

Lana chistó con molestia.

«Adéntrate en el bosque, es vuestra única oportunidad», la voz femenina volvió a hacer eco en mi cabeza.

Fruncí el ceño.

—¿Qué? —susurré.

«Corre».

—Voy.

Ya me había ayudado en una ocasión, confiaba en ella, así que me puse en pie bajo las atentas miradas del resto.

—¿Has dicho algo? —preguntó Calaham.

No me molesté en responderle, tenía prisa. Me di la vuelta y corrí hacia el interior del bosque muerto, buscando con la mirada cualquier cosa, lo que fuera. No tenía ni idea de hacia donde tenía que correr y tampoco de lo que tenía que encontrar. Esperaba que aquella voz me corrigiera si cometía algún error.

—¡Gaia! —gritó Rem a mi espalda, mas no dejé de correr.

Notaba sus pisadas cada vez más cerca, me alcanzaría en un abrir y cerrar de ojos, no obstante, no me detuve. Al menos, no hasta que vi algo y tuve que frenar en seco. Era una carretilla de madera tirada por un Rukrán. El dueño subía cadáveres de animales que había cazado, lo sabía porque tenía una ballesta consigo. Tenía apariencia humana, seguro que era un Vator.

—¿Se puede saber qué puñetas haces? —inquirió con dureza el mestizo, agarrándome de un brazo y tirando de mí hacia su cuerpo—. ¿Intentabas huir?

No le contesté, solo miré de nuevo al cazador, haciendo que el joven siguiese la trayectoria de mi mirada. Rem aflojó el agarre del brazo y, en cuanto nuestros ojos volvieron a conectarse, me observó confundido y curioso al mismo tiempo.

Reaccionó, me tomó de la mano con suavidad y me condujo detrás de unos matorrales resecos para escondernos de aquel desconocido.

—¿Cómo lo sabías? —quiso saber.

—Me lo ha dicho la voz de mi cabeza.

—¿Qué? —Su tono se agudizó y cada vez lucía más confundido.

—Pues eso. —Me encogí de hombros.

Acentuó más su ceño. Calaham, Lana y Mahína no tardaron en alcanzarnos, se posicionaron detrás de nosotros y observaron lo que Rem les señaló al otro lado de nuestro escondrijo. Nadie dijo nada, únicamente nos quedamos mirando como el hombre terminaba de subir su última presa a la carretilla.

—Corderitos —dijo la loba—. Tengo un plan.

¡Holi! ¿Cómo estáis? Espero que paséis un buen verano. 🥰

De momento voy a seguir actualizando cada dos semanas porque me siento menos agobiada cuando tengo que corregir esta historia antes de publicarla, y así también me da tiempo a escribir sobre «Tangente». 💚

Dicho esto: ¿qué os ha parecido el capítulo? Hemos podido saber más sobre los Eternos, ¿qué pensáis al respecto?

Lana oculta un secreto que tiene que ver con la luna, ¿qué pensáis que puede ser?

¿Cómo saldrá el plan que Lana quiere llevar a cabo?

El el siguiente capítulo tendremos a un Rem traumando muy fuertemente a Gaia. Tenemos a una vegetariana y una carretilla llena de animales muertos, ¿os hacéis una idea de lo que puede ser?

Besooos.

Kiwii.

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