Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

🔥 Capítulo 12

Abrí los ojos, aún un tanto adormilada después de la cabezadita que Calaham insistió en que me echara para que descansase. Me encontraba en el salón, recostada en uno de sus viejos sillones y arropada con una manta. No sabía el tiempo que había transcurrido desde entonces, pero seguro que no llevaba más de dos horas.

Respiré hondo y me estiré mientras buscaba con la mirada al mago; no estaba. Puse la vista en la mesita de centro que tenía a unos centímetros de mí y tomé uno de los tantos libros que descansaban sobre el desorden, con la intención de matar el tiempo. Lo ojeé por encima, aunque pronto me di cuenta de que no entendía nada porque estaba escrito en latín.

Lo devolví a su sitio antes de levantarme y pasearme por todo el salón, queriendo mirar cada objeto que llamaba mi atención más de cerca, como el cuadro que colgaba de una pared desierta y el cual tenía un mapa dibujado. Me aproximé a él; en lo alto ponía «Dracones» y fue lo único que comprendí, el resto era ilegible.

Fui a darme por vencida y a seguir inspeccionando otra cosa, sin embargo, en el instante en el que vi las letras desplazarse y mezclarse entre sí hasta mostrarme las mismas palabras en mi idioma, arrugué el entrecejo y me puse a leerlo todo. Dracones se dividía en ocho reinos y estos a su vez lo hacían en pequeñas ciudades o poblados. Yo me encontraba en Villa magia, situado en el Reino Terrenal.

No me dio tiempo a seguir leyendo, pues un carraspeo de garganta se hizo presente a mi espalda y me hizo darme la vuelta de inmediato. Calaham apareció parado en la entrada del salón, a unos metros de mí y con varias prendas de vestir entre sus brazos. Este sonrió al ver la sorpresa que aún emanaba de mi rostro.

—¿Cómo...? —Señalé el mapa con el pulgar.

—Es un truco bastante viejo —respondió—. Te he permitido entender nuestro idioma en cuanto a escritura se refiere. Pero como casi toda la magia que hacemos, no perdura mucho. Aprovéchalo, te durará unos minutos.

—Creí que los magos teníais otro tipo de poderes —admití—. Como lanzar conjuros o encantamientos, ya sabes.

—Eso lo hacen los hechiceros. Nosotros solo hacemos trucos de corta duración —explicó—. Preparamos pociones curativas que vendemos a las criaturas que las necesitan, así como también ofrecemos nuestra magia para tratar numerosas dolencias. Ejercemos de curanderos en algunos casos y tenemos un límite de energía que debemos de recargar. Para nosotros es todo un poco más complicado.

El hombre acortó la distancia entre nosotros a la vez que revisaba la ropa que llevaba en las manos, viendo si le faltaba algo o si estaba todo bien. Cuando se hubo posicionado a un par de pasos de mí, alzó la mirada y me la tendió.

—Te he traído algo de ropa de mi mujer para que puedas cambiarte —dijo—. La que llevas está rota y manchada de sangre y barro. Y no todos los días vemos por aquí ese tipo de vestimenta. Ten, elige lo que más te guste.

Asentí sonriente y la tomé.

—¿Dónde está tu mujer?

—La mató un licántropo hace años.

—Lo siento mucho —me disculpé de inmediato, sintiéndome fatal.

Mis ojos se posaron intuitivamente sobre su mano izquierda. Tenía dos anillos en el dedo anular; supuse que uno sería el suyo y el otro el de su esposa fallecida.

—No te preocupes —le quitó importancia con un leve movimiento de su brazo—. Te he preparado arriba el baño para que puedas asearte, yo tengo que irme a comprar algunas cosas. No tardaré. Ah, si Rem se despierta, dile que tiene la comida en la mesa.

—De acuerdo, gracias.

Calaham cogió una alforja de piel que había tirada por el suelo y salió de casa. Yo me dirigí a las escaleras y las subí con mucho cuidado para no hacer rechinar las tablillas; no quería despertar a Rem. Nada más llegar a la planta de arriba, me metí en la única estancia que tenía la puerta abierta: el cuarto de baño.

La sala era espaciosa, había una bañera llena de agua y de la que salía vapor justo en el centro, una chimenea en el lateral izquierdo que supuse que era para calentar el agua, dos barreños, uno lleno y otro vacío, y un taburete con jabón sólido, un cepillo para raspar la roña y una toalla.

«Ahora echo de menos el baño de casa».

Durante la próxima media hora, disfruté de un largo y relajante baño con olor a lavanda, mis fosas nasales se deleitaban con aquel aroma. No sabía cuánto tardaría en bañarme de nuevo en cuanto emprendiésemos nuestro viaje hacia la sede de los Eternos, así que lo aproveché al máximo.

Luego de salir de la bañera y secarme, me vestí con la ropa que me había dado Cal. Mi nuevo vestuario consistía en unos pantalones marrones ajustados, una camisa negra de un estilo muy parecido al de Rem, como el de un pirata, y unas botas altas de color negro. Ultimé los detalles metiendo la camisa por debajo del pantalón y atándome los cordones del escote para impedir que se me viera el sujetador.

Una vez que estuve lista, bajé de nuevo, encontrándome en la cocina con un Rem muy despierto y comiéndose sin cubiertos el conejo que le había preparado su padre. Se notaba que tenía muchísima hambre, un hambre voraz típico de un depredador que llevaba tiempo sin probar bocado. Daba hasta miedo.

—¿Cómo estás? —me atreví a preguntar.

El muchacho alzó la cabeza de golpe con una de las patas del conejo entre los dientes, lo que logró espantarme. Este la dejó caer al plato y me sonrió, mostrándome unos colmillos más afilados y grandes que antes.

—De maravilla.

—Me... alegro —reí, nerviosa.

Con una incomodidad palpable, me acomodé el cabello húmedo tras las orejas y me acerqué a la encimera mientras que aquel chico seguía devorando al animalillo. Al divisar un manojo de ajos apestosos, arranqué uno y lo escondí detrás de mí conforme me daba la vuelta, lista para enfrentarme a semejante monstruito; necesitaba saber lo que era.

—Mestizo: mago y Dracar —murmuré, captando su atención—. ¿Qué es un Dracar?

Hizo oídos sordos y yo arrugué el entrecejo.

—Creo que tengo derecho a saber cuán peligroso eres.

—Tú solo no me cabrees y todo irá bien —contestó.

«Hora de sacar la artillería pesada».

Le lancé el ajo a la cabeza y me puse a cubierto bajo la mesa.

—¿Qué parte de «no me cabrees» no has entendido? —gruñó.

Me asomé un poco por encima; Rem tenía el ceño fruncido y sus ojos brillaban con ese dorado que me advertían de que podría pasar algo muy malo si seguía tocándole las narices.

—¿No eres un vampiro?

—¿Un vamp...?

Estalló en carcajadas y el brillo de sus iris se disipó.

—¿Qué? —cuestioné, ofendida.

—Peor, Clades. Soy peor.

Rem le dio otro mordisco al conejo con el que desgarró una gran parte de su carne. Se me pusieron los pelos de punta y un escalofrío se alojó en mi espina dorsal.

—Por cierto. ¿Dónde está Calaham? —interrogó.

—Ha ido a comprar unas cosas. Dijo que volvería enseguida.

—Bien.

—Rem.

—¿Qué? —Me miró.

—¿Qué edad tienes?

—Veintidós veranos —respondió—. ¿Por qué?

—Te condenaron muy joven —dije con pesar.

No tenía más que diecisiete años cuando le impusieron aquella maldición que acabaría con su vida. Era muy joven. Era consciente de los delitos que cometió porque él mismo los enumeró, pero lo que no sabía era lo que ocurrió en ellos. Rem me había regañado por juzgarle antes de tiempo a pesar de confirmarme que nada de lo que decían él o Mahína era mentira, por lo que no tenía ni idea de lo que pensar al respecto.

Yo, por lo que había oído, veía a los Eternos como los únicos gobernantes y sabios de Dracones, aquellos que ponían leyes justas y defendían a capa y espada a todos sus habitantes, manteniendo la paz y el orden. Los que formaban un juicio para dictar sentencia sobre los casos que se les presentaban, pero había algo que no terminaba de encajarme. ¿Qué o quiénes eran los Eternos realmente?

El joven, al escuchar mis palabras, endureció la expresión de su rostro y su mirada se clavó en mí como si de cuchillas afiladas se tratasen. Con aquella reacción ya me dejó más que claro que no le gustaba que tocasen el tema de su condena más de lo normal, no le gustaba que indagaran.

Tragué saliva y di un paso hacia atrás como un acto silencioso para mostrarle mi arrepentimiento. Había visto cómo estaba devorando sin pudor a un pobre conejillo, me daba miedo lo que pudiera llegar a hacerme a mí. Y más sabiendo que él era el responsable de las matanzas de ciervos en Saranac Lake, aunque ya me había dicho que era porque tenía que comer y como una alternativa para no herir a mis vecinos.

Alejó la vista de mí con lentitud y rebañó los huesos del conejo. Cuando acabó con él, se limpió las manos y la boca con un trapo que tenía a su vera, y se puso en pie para acercarse a mí. Acortó todo lo que pudo la distancia que nos separaba, casi podía sentir su respiración chocar contra mi rostro.

—Genial, sabes contar. Pero no necesito que me lo recuerden —susurró de forma cortante—. Voy a darme un baño. Si ocurre algo, pega un grito.

Sin más, pasó por mi lado y subió las escaleras.

🔥

Con el paso de los minutos y la soledad que me rodeaba, no pude evitar dejar volar mi mente hasta el recuerdo de mi familia y Alice. Me había sentado en una de las sillas de la cocina a mirar por la ventana mientras pensaba en ellas. No sabía si se habrían dado cuenta de mi ausencia ya.

El dolor que sentía en mi interior era inimaginable. Solo de pensar en lo mal que lo estarían pasando, me ponía a mí en el mismo estado. Ya bastante sufrimiento les provoqué estando en coma, como para que ahora desapareciese del mapa sin dejar rastro. Porque, ¿quién iba a pensar que estaba en un mundo diferente al que llegué a través de un pozo? No creía que nadie pensara eso. Incluso era posible que se rindieran antes de que pudiera regresar. Aquello me hacía preguntarme una cosa: ¿regresaría?

Me concentré en los habitantes que paseaban por la calle, hacían una vida de lo más normal y los niños pequeños de las distintas criaturas que rondaban por allí, corrían de un lado a otro jugando y riendo entre ellos. Nosotros veíamos a esos seres como monstruos cuando ambas partes nos comportábamos de manera muy similar. Nosotros nos encargamos de demonizarlos en cada historia, no me extrañaba que se escondieran aquí, lejos de nuestra vista.

Desvié la mirada hacia uno de los botes de cristal que se encontraba sobre la encimera, aquel que contenía los ojos de a saber qué. Arrugué el cejo al percibir un leve movimiento en el interior del tarro. Me levanté de la silla y me acerqué con lentitud para poder comprobar si lo que había visto era real o producto de mi imaginación. En menos de dos segundos, todos y cada uno de los ojos se voltearon a verme.

Pegué un brinco hasta que mi espalda chocó contra algo. Me giré para ver de lo que se trataba y no tardé en pegar otro salto hacia atrás, chocando esta vez con la encimera; los tarros se tambalearon.

Era Rem.

Y no llevaba camiseta.

Iba con el pelo y la piel húmeda, y me miraba un tanto confundido. Toda su musculatura estaba tonificada y se podía ver la mancha morada que se le había formado en la zona de su corazón, la que yo misma le provoqué al querer deshacerme de él. Ahora me sentía mal.

—¡Qué susto! —exclamé.

—No te voy a comer —rio.

Él dejó la camisa que portaba en una de sus manos sobre el respaldo de una silla, lo que me hizo fijarme en ella; estaba un poco chamuscada.

—¿Qué le has hecho? —pregunté.

—La he lavado y me he pasado con el secado. —Chasqueó los dedos y una pequeña llama emergió de ellos—. También he quemado un poco los pantalones. —Se señaló la cinturilla e hizo una mueca.

«Qué desastre».

Rem juntó su cuerpo al mío tan de repente, que logró subirme el calor a las mejillas. Estiró un brazo por encima de mi hombro y cogió algo que se encontraba a mi espalda. Acto seguido se volvió a separar con una ramita verde entre los dedos. Partió un trozo y se lo llevó a la boca.

—¿Qué es?

—Para la limpieza bucal —contestó y me dio el otro trocito—. Mastícalo y pásalo por los dientes. No te lo tragues.

Le escudriñé con la mirada y él me animó a que lo probase, así que opté por hacerle caso. Al masticarla, el paladar se me inundó con un delicioso sabor a menta. Rem sonrió al ver mi cara de satisfacción.

En el momento en el que terminó de lavarse los dientes con aquella nueva técnica, escupió los restos de la planta en el cubo de los desperdicios. Después apoyó su trasero en la mesa y esperó a que yo también acabase, lo que no conseguía otra cosa que ponerme nerviosa.

Que me mirasen de forma tan directa y sin disimulo, me hacía sucumbir a la vergüenza. La gente solía mirarme por las manchas de mi piel, pero a él ni quiera parecía importarle eso.

Me removí en el sitio, incómoda, y me giré para escupir la planta en el cubo. El buen sabor y la frescura que sentía en la boca eran increíbles. En el instante en el que fui a darle las gracias, el sonido de la puerta abriéndose y cerrándose de golpe, nos hizo mirar hacia la entrada. Fue Calaham quien entró, estaba asfixiado, parecía que se había pegado una buena carrera.

—Rem, coge todo lo necesario. Tenemos que marcharnos ahora mismo —dijo el hombre—. Se ha corrido la voz y todo el mundo sabe que estás aquí.

Su hijo asintió y corrió hacia la planta de arriba. El mago se acercó a mí y me entregó la alforja que se había llevado consigo antes.

—Mete todas las pociones que encuentres, son los botecitos pequeños —me encomendó.

Antes de que pudiera siquiera responder, subió las escaleras con rapidez hasta que desapareció de mi vista. No sabía lo que estaba pasando, pero no quise perder el tiempo, por lo que me dispuse a hacer lo que me había pedido. Abrí la alforja, la cual ya contenía algunos alimentos, y me puse a guardar todos los envases de cristal que veía.

Al darme la vuelta, vi al padre de Rem bajar de nuevo las escaleras; había cambiado su vestuario. Llevaba puestos unos pantalones negros, unas botas ajustadas, una camisa negra que se encontraba bajo un chaleco de cuero que se amoldaba a su fuerte complexión, una capa que tenía pelo de algún animal por la parte de arriba y un cinturón en el que transportaba una espada, varios cuchillos pequeños y unas cuantas bolsitas de tela.

—¿Eres alguna especie de guerrero o algo así? —pregunté con voz temblorosa.

—Soy un mago Vator. Cazador en tu idioma —respondió con rapidez—. Te lo explicaré cuando estemos a salvo.

Él me quitó la alforja y se la cruzó por el hombro. Casi al segundo, Rem descendió las escaleras. Llevaba la chaqueta y la capa de antes, junto con un cinturón muy parecido al de su padre con diferentes tipos de dagas, entre los brazos. Este dejó todo sobre la mesa y nos miró a la espera de indicaciones.

—¿Cómo salimos sin que nos vean? —inquirí.

Antes de que alguno de ellos me respondiese, echaron la puerta abajo. Un reducido grupo de tres criaturas aparecieron delante de nuestras narices; se trataba de una chica joven con alas emplumadas en su espalda, un minotauro que parecía bastante furioso y un hombre adulto con un bastón de madera, supuse que era un hechicero. Todos ellos tenían un identificativo enganchado a la parte superior de su vestuario: un círculo metálico con una estrella en su interior.

A lo poco que nos movimos para comenzar nuestro no plan de huida, el hechicero apuntó con su bastón a Rem y una especie de bola ígnea salió disparada contra él. Esto logró hacerlo caer al suelo de rodillas mientras su cuerpo se retorcía entre las llamaradas que su ser iba absorbiendo hasta dejarlo inconsciente.

—Os va a caer una buena por haber estado escondiéndolo —habló la mujer poniendo una flecha en su arco.

Calaham ni se inmutó. Yo hice el ademán de acercarme a Rem para ver cómo se encontraba, no obstante, su padre me lo impidió sujetándome del brazo. Le miré con confusión.

—Será mejor que no te acerques ahora —me susurró al oído.

Jadeé y me quedé esperando a lo que fuera que tuviera que suceder. La arquera nos apuntó con su arco y el hechicero con su bastón, advirtiéndonos de que no dudarían en disparar si se nos ocurría movernos. Cal me dio un codazo y luego alzó las manos en son de paz; le imité.

El minotauro quiso aproximarse al muchacho abatido con una cuerda entre sus manos con la que jugueteaba. Yo seguía queriendo entrometerme, pero las miradas de advertencia del Vator me mantenían quieta. ¿A qué se suponía que estaba esperando? Me desconcertaba que no hiciera nada para impedir que se llevaran a su hijo.

Cuando quise darme cuenta, el toro ya estaba agachado para atar a Rem con aquella soga, sin embargo, antes de que pudiera siquiera tocarle, él volvió en sí. Alzó la mirada y conectó sus ojos dorados y brillantes a los de la criatura que le estaba apresando con tanta rudeza, provocando que este tragase saliva y retrocediese al mismo tiempo que el chico se iba poniendo en pie de una manera muy intimidante.

—¿Por qué se levanta? —cuestionó la joven, confundida—. ¿El fuego no debería de haberlo abatido?

—Debería —afirmó el hechicero sin entender lo que sucedía—. Es un Glacies, es su punto débil.

—Es un Ignis, imbécil —escupió Cal.

De la nada, las manos de Rem empezaron a arder y, conforme la llama iba ascendiendo por sus brazos a una velocidad de vértigo, su piel iba adquiriendo un tono ceniza. Aquel brillo rojizo se hizo presente una vez más, surcando los trazos de los dibujos tribales que tenía escondidos por todo su cuerpo. Parecía un trozo de madera siendo consumido por el fuego.

Su pecho subía y bajaba muy rápido y su expresión facial nos mostraba la ira en su estado más puro. De sus dedos empezaron a emerger unas garras aterradoras, sus colmillos se agrandaron, un par de cuernos brotaron de su cabeza y dos alas rojizas iguales a las de un dragón le salieron de la espalda a la vez que una larga cola con el final en punta se hizo notar detrás de él.

Aquello ocurrió tan rápido, que a nuestros atacantes solo les dio tiempo a retroceder atemorizados; no se esperaban aquella transformación y se encontraban en desventaja. Calaham me obligó a esconderme debajo de la mesa, acción que luego imitó.

Desde ahí pude ver como el minotauro le lanzaba un cuchillo a Rem, quien lo apartó de un manotazo. Este dio un paso al frente, forzando a los seres a ponerse en guardia para lo que pudiera pasar a continuación. El hechicero quiso volver a probar suerte con magia y la mujer alada hizo funcionar su arco, pero su objetivo la esquivó con facilidad y optó por embestirles.

Las garras de una de sus manos rajaron el estómago del toro, y las de la otra el pecho del hechicero; la sangre salpicó las paredes, el suelo, a la mujer que temblaba con terror enfrente de la entrada y a él mismo.

Gimoteé horrorizada ante semejante escena, lo que hizo que el mago que se encontraba a mi lado me tapara la boca para que ni un solo ruido saliera de nuevo sin permiso. El chico dragón avanzaba hacia la rubia peligrosamente, la cual jadeaba sin saber cómo actuar. Él fue a abalanzarse sobre ella y a matarla, pero cuando lo hizo, la chica se tiró hacia la derecha para impedir que le hiciera algo. Él salió volando de la casa y nos dejó solos.

«¿Qué no haría daño ni a una mosca? ¡Por favor!»

Tragué saliva y Calaham fue arrastrándose hacia el exterior. Hice lo mismo a pesar de las inmensas ganas que tenía de vomitar ante los cadáveres de esas criaturas. ¡A uno se le podían ver las tripas fuera! El mago me ayudó a ponerme en pie y luego miró a la chica que quedaba entre nosotros.

—Parece mentira que a estas alturas aún no sepáis diferenciar sus especies y cómo tratar con ellas —comentó Calaham—. Son una de las razas más peligrosas, imprudentes.

Ella temblaba en una de las esquinas, con el rostro lleno de lágrimas y sangre ajena. En cuanto pusimos la mirada en la entrada, pudimos ver a lo lejos a un gran grupo de criaturas armadas viniendo hacia aquí; supuse que eran los refuerzos.

Estaban bastante cerca y no teníamos escapatoria, pero antes de que estos accedieran a la casa, Cal estrelló una de sus botellitas de pociones contra el umbral de la puerta, haciendo que un espeso humo negro ocupase la estancia y dificultase la visión.

—Recoge sus cosas. ¡Rápido! —me ordenó.

El padre de Rem me agarró de la muñeca y tironeó de mí. Antes de que me alejase de la mesa, recogí todas las pertenencias de su hijo con mi brazo libre.

En el lugar no se escuchaba otra cosa que no fuesen nuestros acelerados pasos subiendo las escaleras y las quejas de aquellos seres junto con el sonido de las flechas atravesando veloces la humareda. El mago abrió una de las puertas de las habitaciones y me hizo saltar por la ventana sin siquiera darme tiempo a mentalizarme para ello. No pude evitar soltar un grito durante la caída, aunque el hombre supo amortiguar el impacto desacelerando en el último momento. Jugaba con la gravedad como le venía en gana.

Él emprendió la carrera hacia al Regnum Nemora, el Reino de los Bosques, pegando otro tirón de mí que casi me hacía caer de boca. Con el corazón desbocado y sin saber el paradero de Rem, huimos.

¡Holi! ¿Cómo estáis? Yo ya estoy libre de exámenes, ¡por fin! 🤧

Rem, al final, de vampirito tenía poco. Resultó ser un dragoncito destripador que ya os adelanto que la va a liar un poquitico, jeje. 🐉

¿Cómo estuvo el capítulo? ¿Os gustó? Estuvo un poquito largo, perdón. No se podía partir. 😅

¿Qué pasará con Rem?

¿Lo atraparán?

¿Se zampará a media ciudad?

¿O regresará sano y salvo con Gaia y Cal?

En el próximo capítulo sabremos más sobre la condena de Rem, puede que nos cuente la razón por la que lo maldijeron. 👀

Besooos.

Kiwii.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro