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24: Ardiente.

Aleja la mano de su frente y niega con la cabeza. Cambia el paño húmedo de su frente con cuidado de no mojar las mangas de su hermoso vestido.

Ya no tiene fiebre.

Al menos disminuyó con ayuda de la curandera de la familia y las bebidas extrañas que le dio de tomar a su hijo.

―La fiebre ya no está, ya estás mejor. ¿Qué tal te sientes?

―Me duele... mi pecho.

―¿Mucho?

―Solo un poco.

La mujer ve con preocupación los ojos de su hijo iguales a los suyos.

―Si hubieras comido como debías, no estarías así, JiMin.

JiMin desvía la mirada hacia la esquina de su cuarto donde su hermanito está sentado, jugando con un pequeño caballo de madera.

Gira su cabeza, dejando ver solo el lado de su rostro que tiene la cicatriz que cruza su ojo.―No tenía ganas, madre...―Apenas mueve la boca para contestar.

Heesi tuerce los labios. Ha visto a su hijo de esta manera desde hace unos días.

Específicamente, desde que llegó una mañana con la ropa sucia, el cabello despeinado y las mejillas con lágrimas secas en el rostro.

Ella no entendía que pasaba porque se suponía que él estaba en casa de los Jeon compartiendo tiempo con su prometido como siempre.

Cuando él la vio en medio del pasillo simplemente corrió hasta su habitación y se encerró. No le dio explicaciones por más que las pidió.

Un llanto de total desconsuelo azotó las paredes del tranquilo palacio.

Los sirvientes no entendían porqué él príncipe se rehusaba a salir de su habitación, y la reina no comprendía el porqué no quería comer ni un solo bocado de la comida que le llevaban religiosamente mañana, tarde y noche.

No entendía, pero sabía que algo o alguien había dañado a su hijo.

Lo veía en su mirada.

No lo obligó a hablar de ello, porque hasta este momento se ve tan frágil que piensa que la sola idea de mencionar lo que rompió tanto su corazón, haría que vuelva a cerrar las puertas de su habitación. Y no quiere eso.

Pasó tres días completos con las puertas cerradas. No salió para ver la luz del sol ni un solo momento, ni beber agua, ni revisar si sus preciadas flores se encontraban bien, como hace cada mañana.

Parecía no importale nada, solo llorar y llorar para descargar el dolor en su pecho que lo ahogaba poco a poco.

Como si quisiera morir...

Heesi realmente estuvo desesperada.

Ella no es buena con los sentimientos o emociones; HaeMin, su esposo, lo era. Era el indicado para consolar a las personas, para entender sus emociones, para estar a su lado. Era el tipo de persona que llamarías para pedirle un consejo y buscar apoyo emocional.

Ella no sirve para ello.

Pero dio lo mejor que tuvo para todas las mañanas tocar la puerta de su hijo y hablarle un poco para saber si estaba bien, si le abriría la puerta, si confiaría en ella.

El primer día fue duro.

El segundo día fue desesperante.

El tercer día lloró por su hijo.

Y el cuarto día JiMin al fin le abrió la puerta de su habitación.

No le dijo nada, se mantuvo en silencio; cualquiera notaría su falta de ánimo.

Recuerda que tenía el contorno de los ojos rojos, bolsas moradas bajo estos, los labios resecos por falta de líquidos, y la mirada más triste y llena de rencor que jamás había visto en su vida.

Sus ojos rojizos parecían arder de dolor, de un dolor tan grande que logró asustarla evitando hacer contacto visual con él.

Tenía un ardiente odio creciendo dentro suyo.

La situación se le escapaba por momentos de las manos. Tuvo que llamar a la curandera de la familia, y a los viejos miembros de la dinastía Park para que le aconsejen.

Le dijeron Tenga paciencia, tráelo como cristal, está muy delicado.

Hizo todo lo que pudo y brindó sus frutos.

JiMin empezó a comer el cuarto día por la tarde. Comió todo lo que pudo, y bebió toda el agua que su cuerpo le exigía. La reina soltó un suspiro de alivio al verlo alimentarse.

Al quinto día dio un paseo por su jardín, para verificar el bienestar de sus flores. Se quedó parado al lado de estas y en un abrir y cerrar de ojos cayó de rodillas para sollozar. Arrancó todas las flores que sus manos pudieron hasta que se cansó y golpeó la tierra con sus puños un única vez. Su respiración era acelerada. Luego él volvió en silencio a la soledad de su habitación cerrando la puerta.

Heesi se mantuvo en su lugar, inquieta.

Ese mismo día en la noche cayó en fiebre por los días que pasó sin comida ni bebida, y los bajos ánimos lo redujeron a temblar entre las sábanas con los ojos llenos de lágrimas y el cuerpo caliente por culpa de la fiebre. La curandera llegó de emergencia al palacio. Lo atendió lo mejor que pudo.

Al sexto día la fiebre se había ido.

Ahora está mucho mejor.

Fueron días duros, pero Heesi se mantuvo a su lado cada día, cada mañana, cada tarde y cada noche.

―¿Me contarás que pasó ese día?

JiMin gira con pereza su rostro hacia ella y se queda en silencio. La mujer asiente entendiendo que es una respuesta negativa.

Heesi pensó en ir al territorio de los Jeon para averiguar que le hicieron a su hijo, pero no pudo porque primero debía hablar con JiMin para aclarar la situación. Así que decidió esperar a que él hable sin presiones.

―Está bien, cuando estés listo.

¿Lo estaré?

No ha separado sus labios para hablar, solo para soltar pequeños sollozos en las siete noches que han pasado desde que encontró a JungKook con Hana. Entonces, ¿Podrá hablar si quiera para contar la mitad de lo que pasó aquella noche?

¿Algún día dejaré de sentir este dolor?

Siente algo dentro suyo crecer, un sentimiento de rencor, de odio, que sabe será peligroso, pero no puede evitarlo. Cada que piensa en los labios de su prometido sobre los de aquella mujer, siente náuseas, siente sus venas arder en ira, y las lágrimas en sus ojos.

Ha mejorado desde el primer día, pero sigue doliendo.

Es como una herida en su pecho, justo donde su corazón late cansado, ahí es donde duele tanto.

Por momentos siente que esa herida sangrara, pero toca su pecho y no hay nada, solo su piel lisa.

Tiene heridas físicas de la guerra...

Pero ninguna ha dolido tanto como la que JungKook ha dejado en su corazón.

Una herida imaginaria que se siente tan real, tan dolorosa. Que lo consume.

Él siendo tan hábil, sospechó que algo extraño pasaba entre Jungkook y Hana, pero nunca imaginó que ambos tendrían un romance a sus espaldas. Nisiquiera en sus peores pesadillas pudo pensarlo.

Te destruye.

Saber que la persona que amas te engañó, te destruye.

Destruye lo que planeabas para un futuro, destruye tus ganas de vivir, de espersr un mejor mañana.

Y JiMin siente que no será el mismo.

Porque puede soportar la pérdida de su padre, heridas físicas y emocionales por la guerra, y hasta que le claven una espada a través del pecho.

Pero no puede soportar que le arranquen el corazón de esa manera.

―Se te hace tarde.―Susurra levantando el torso de la cama y tomando el vaso de agua que su madre le ofrece. Bebe un trago.

―Hubiera cancelado este baile...

El pequeño niño se acerca a pasos rápidos hacia su mamá con el caballito de madera en su mano, ella lo toma en sus brazos y lo sienta en la cama. Gatea hasta quedar al lado de JiMin y él deja un beso en su mejilla.

Ve a la mujer.―Está bien, yo estoy mejor madre. Me vestiré y saldré para recibir al pueblo, no los veo hace meses...―Sonríe un poco mientras ve a su hermanito jugar con sus manos.

Heesi también sonríe al verlo con un mejor semblante al lado de su hermano.

―Bien, pero solo será un momento, y volverás a tu habitación para descansar.―Demanda.

JiMin asiente.―Sí, madre.

―¿Te quedarás con él?―Refiriendose al pequeño.

―Sí, me cambiaré e iré con él al salón principal.

Asiente colocando una mano en su mejilla y acaricia con cuidado la cicatriz que cruza su ojo. Suspira y se levanta para caminar hacia la puerta.

―Madre...

Se detiene y voltea a verlo.―¿Sí?

―Te ves hermosa.

Su cabello hasta los hombros, con la corona dorada en su cabeza, el precioso vestido largo rojo con flores doradas y bordes de encaje negro. A los ojos de JiMin, ella se ve realmente hermosa.

Porque ahora la ve con otros ojos.

Estuvo a su lado una semana entera, cuando más sintió ganas de acabar con su vida, pidiéndole suavemente que abriera la puerta, que comiera un poco, que bebiera un poco de agua.

Es una faceta que no conocía de ella.

Ya no le enseña su sonrisa falsa. Ahora le cuida como su padre lo hacía antes de morir.

―Gracias, hijo.

Se sonríen un poco, y ella sale del lugar.

JiMin se recuesta nuevamente y su hermanito lo abraza. Ríe un poco y observa por su ventana la luna saludandolo.

Una ardiente lágrima rueda por su mejilla y cierra los ojos un momento.

No quiere salir, porque tiene muy presente que en ese baile estará Jungkook.

Ahora lo odia, no quiere verlo.









































































El capítulo me salió muy largo kshsks una disculpa, y casi no hay diálogos.

Reina Heesi, ¿Que piensan de ella? Los leo eh.

El kookmin se van a encontrar en el próximo capítulo, ¿Listos para una verdadera confrontación?

See you later ❤️

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