Capítulo 25
“Yo perdí batallas por nunca aceptar que no eras fácil de olvidar”
Punto de vista de Jenna.
Estaba tumbada sobre el hombro de Cachete mientras él acariciaba mi pelo.
Quería cerrar los ojos y que se me pasara esta presión que tenía en el pecho, la sensación de que todo iba mal de nuevo, esta vez fue fortuito, pero me dolía igual.
—¿Te vas a quedar aquí tirada en vez de ir a tu casa a hablar con el padre de tu hija? —me regañó Óliver.
—Yo sé que tengo que ir, pero dame más tiempo.
—Huy la virgen, pero qué tiempo Jenna, que Lucas se está haciendo pajas mentales contigo y Pedrosa, que le aclares la mente antes de que sea tarde.
—Yo no me puedo creer que estén otra vez así. —habló Cache, yo me levanté de su hombro para mirarle.
—Todo es tu culpa. —dijo Óliver señalando a Adriá.
—Pero mía por qué. —preguntó el pobre chaval.
—Óliver, no es culpa suya. La culpa es de Lucas por colapsar y no querer escuchar a nadie más. —agregué yo.
Lucas tras haberse enterado de todo lo que sentía Adri por mí, colapsó mentalmente y empezó a pensar cosas que no eran, no quiso hablar conmigo ni con nadie y dos días después sigo en casa de Óliver.
—Biris Norte mandó un comunicado de que mañana la afición se una en vestimenta. —Habló Gattoni. —Quiero llorar, ni siquiera estoy convocado.
—Calláte boludo que la cosa no va contigo. —le reprendió Montiel. —Jenna, Oli tiene razón. Tenés que ir a hablar con Lucas, si dejás que todo se enfríe será peor.
Al final atendiendo a los que mis amigos decían, ya que se habían comido todas mis penas con este muchacho desde el primer momento, volví con mi hija a mi casa.
Metí la llave un poco acojonada para qué mentir.
Temía lo que me diría, temía lo que pensaría, lo temía todo.
—Lucas, ya he llegado. —dije poniendo mis llaves en la mesita de la entrada.
Una de las cosas que más odiaba de esta casa era la maldita cocina americana porque le había visto desde que entré por la puerta, y entonces su cara sería consiguió atraparme y meterme el miedo en el cuerpo.
—Ya te vi. —dijo terminando su plato de frutas.
—¿Podemos hablar? —dije con sumo cuidado.
—¿Ahora querés hablar? —dijo soltando el tenedor y mirándome. —Llevás dos días en casa de Óliver y ni una llamada, resulta que tené que ser cuando vos querás.
Mierda. Esperaba que estuviese enfadado por lo de Adri, no que estuviese enfadado porque me fui a casa de mi mejor amigo a saber qué decirle.
—No dudé un segundo de vos, de nosotros, ni siquiera me importó lo de Adri, es más quise entenderle porque yo también me enamoré de la misma mujer. —suspiró. —A la que me giré, Jen. Vos ya no estabas. Ahora hablá, decime por qué huiste de mí.
—Lo siento, amor. No supe cómo afrontar la situación.
—¿Amor? —dijo Lucas. —Desaparecés dos días sin importar lo que mi mente pensara y yo estaba preocupado por la persona con la que me iba a casar.
—¿Iba? —pregunté, mi corazón sintió un pinchazo cuando su mirada fijamente en la mía sin ningún tipo de expresión.
—Sí, iba. Porque después de esto yo ya no quiero casarme con vos.
Se giró para darme la espalda y tratar de evitarme, pero las lagrimas y todo lo que habíamos construido me impidieron dejar que desaparezca de mi vista.
—No, espera. Por favor. Podemos hablarlo.
—Si desaparecés por una absurdez de este tamaño, ¿Qué puedo esperar del día de nuestra boda? ¿Un plante en el altar? —dijo irónicamente. —No, Jen. Me cansé de darte toda mi vida para que siempre tengás dudas o salgás corriendo porque no sabes afrontar las cosas.
—Lucas, pero yo te quiero.
—Y yo te amo, pero necesito que crezcas, que madurés, deja el pasado, deja Ámsterdam, perdoname y perdónate a ti misma. —miró a la puerta. —mañana hablamos sobre Logan, ahora por favor márchate de mi casa, Jen.
Salí de casa de Lucas con Logan en el carrito y volví a casa de Óliver, la que espero que vuelva a ser mi casa sin ningún tipo de problema.
Con el corazón hecho añicos llamé al timbre y me abrió Cachete, quién me miró sorprendido.
—¿Qué pasó?
Yo no dije nada, no pude si quiera articular una respiración antes de ponerme a llorar, porque Lucas me había vuelto a dejar.
Tuve el consuelo de mis dos mejores amigos.
HOLAAAAAAAAAA.
Que pena lo de Jen y Lucas, pero es que no podía dejarles ser tan felices sin más, lo siento.
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