capítulo 2
Punto de vista de Jenna.
Ya todo estaba listo para irme bueno casi todo, me faltaba recoger la cámara de la sala de fotos. Una vez lo hice ya sí que estaba dispuesta a marcharme.
—Adiós, Iván. —me despedí de Iván al que esta semana le tocaba cerrar la ciudad deportiva, es lo que tiene la gestión de Pepito, no tenemos dinero ni para mantener al servicio, a veces pienso que la razón por la que no me han echado a mí es porque la plantilla se les echaría encima.
—Jennifer, hazme un favor.
El croata me cogió de la mano y me puso un puchero, sabiendo que soy extremadamente sensible a ellos y que con ellos pueden hacer conmigo lo que quieran.
—No, pucheros no, Rakitic. —le dije. No me hizo ningún caso, evidentemente, para qué. —¿Qué favor?
Puse mis brazos en jarra a la espera de que mi amigo me dijese qué tanto necesitaba de mí.
—¿Puedes cerrar hoy la ciudad deportiva? Llevo toda la semana cerrándola yo y si llego tarde un día más mi mujer me va a pedir el divorcio.
—No, no te escaquees listillo. Te toca hasta el sábado.
—Jenna, no te lo pediría si mi matrimonio no pendiese de un hilo, es mi aniversario y no querrás que se estropee una relación de hace diez años ¿no?
—Iván, te casaste en 2017, ¿qué me estás contando?
—Pero empezamos en 2013.
—Que no, que yo me voy a mi casa, no puedo seguir dejando que sean Cache y Óliver quiénes hagan la cena. Entre uno argentino y el otro vegano, me voy a tirar por la terraza.
—Es que a quién se le ocurre irse a vivir con esos dos.
—¿Por qué me he quedado sin casa? No sé.
—Preferiría seguir viviendo con Lucas.
Hice una mueca.
—Por favor, Jenna. —suspiré y él me miró emocionado sabiendo que lo siguiente que le iba a decir era que sí.
—No me líes.
—Jo, es que si tengo que esperar a que Lucas se vaya todos los días, llego muy tarde y Raquel me va a mandar a la mierda y encima me voy a tener que llevar a las niñas conmigo.
Algo en mi cerebro hizo click. ¿Lucas seguía aquí? Eran casi las once de la noche, y ha sido el primero en llegar, le va a dar algo.
—¿Lucas sigue aquí? —pregunté al rubio.
—Sí, está en el gimnasio y por lo que veo no tiene plan de irse pronto. —me mordí el labio inferior, fastidiada por seguir preocupándome por él cuando no debería de ser así ya.
Ni va a haber boda, ni estamos juntos ni vamos a volver a estarlo nunca.
—Anda trae. —le quité las llaves de la ciudad. —Pero es el último favor que te hago.
—¡Gracias, te debo una! —dijo dándome un beso bien fuerte en la mejilla y desapareciendo por el pasillo hacia el aparcamiento para coger su coche.
Solté un bufido y miré hacia la puerta del gimnasio el cual tenía la luz encendida y se escuchaba una respiración agitada, no tenía dudas de que era la de Lucas. He escuchado esa respiración otras muchas veces.
Al cruzar la puerta lo descubrí haciendo cinta corredera con los ojos cerrados, centrado en la música que reproducían sus AirPods.
Se veía tan sexy de esa forma, supongo que cinco meses no han sido meses suficientes como para que me deje de poner cachonda este hombre.
Cogí su móvil que estaba en su bolsa, estaba claro que entre que tenía los ojos cerrados y el ruido de la música no se dio cuenta de mi presencia. Antes de pararle la música volví a mirarlo de arriba a abajo, viendo como sus músculos se tensan bajo su camiseta negra de entrenamiento del Sevilla. Si es que lo que no le queda bien a este hombre…
Paré la música, él entonces abrió los ojos y me vio.
—¿Qué hacés, Jen? —ni habiéndolo dejado este hombre para de llamarme como solo él me llama. El caso es que tampoco quiero que deje de hacerlo.
—¿Qué haces aquí, Lucas? Son casi las once de la noche. —pregunté con los brazos en jarra.
—Entrenar. Necesito ponerme en forma. —dijo bebiendo un poco de agua.
Eh, necesito un polvo urgentemente, porque el simple hecho de que esté bebiendo agua, me está poniendo a mil.
—Lucas, ya estás en forma. Lo demostraste el otro día.
—Jugué tan solo quince minutos.
—Hiciste la jugada del gol.
—Fue un penalti.
—¿Vas a replicar todo como siempre?
—¿Vas a poner pegas a todo lo que hago como siempre? —el hijo de puta me conocía tan bien…—Además, qué más te da que esté o no, vete a tu casa y despreocúpate.
Si, como si fuera tan fácil dejar de pensar en ti…
—Lucas, no puedes seguir machacándote de esta forma, no es sano. —le dije mirándole a los ojos, él me mostró una sonrisa.
—¿Y vos cómo sabes lo que me hago?
—Pues porque te observo. —solté sin más, al medio Segundo me arrepentí cuando vi crecer la sonrisa de mi ex prometido en su cara.
—¿Y qué observás? —dijo acercándose a mi, era peligroso no quiero que se acerque porque es que estoy a medio segundo de comerle la boca.
—Observo, Lucas. —dije.
—¿A mí?
—No, lo que haces.
—Es lo mismo, Jen.
—Lo único que tengo claro es que llegas el primero y te vas el último, que haces sesiones dobles y que esto no debe de ser bueno hacerlo todos los días. —respondí. Bien Jenna, bien salido del paso.
—¿Has visto en qué posición estamos en Liga?
—Si. —le miré y me devolvió la mirada esperando que lo dijese. —Los decimoquintos.
Decir eso me dolió, porque no era ni de lejos el lugar que nos correspondía.
—Me duele, me duele vernos en esta situación. No es nuestro lugar, Jen.
—Lo sé, nene. —él me miró con sus ojos brillantes cuando pronuncié esa palabra, era siempre como le llamaba durante estos tres años, no quise darle importancia y continué hablando. —Pero que te machaques en un gimnasio y a hacer carreras de portería a portería no va a hacer que salgamos de ahí.
—El trabajo constante si.
—El trabajo constante no consiste en poner en riesgo tu Salud mental y física. —le di la mano para hacerle sentir mejor, sabía que a pesar de haber ganado el sábado no estaba bien, su tiempo en Holanda había sido un desastre.
—Sabés que después de unos meses difíciles, un poquito de caricias en el alma vienen bien. —me sonrió y apretó mi mano con fuerza. Sabía a la perfección cuáles eran esas caricias al alma, un abrazo.
Él lo necesitaba y yo lo necesitaba, necesitábamos esas caricias al almas y éramos las personas indicadas.
El hecho de volver a estar abrazada a él me estaba haciendo volar en una nube.
—¿Has cenado? —dijo separándose en el abrazo.
—No, Iván me encargó que cerrase la ciudad deportiva porque su matrimonio pende de una llegada a tiempo a casa. —Lucas se río. —Así que supongo que otra vez tendré que comer esta noche las salchichas veganas de Óliver.
—¿vivís con Óliver? —preguntó.
—Sí, y con Cachete. Cuando lo dejó con su novia estuvo algo depre así que vendió su casa y se vino a vivir con nosotros. —expliqué, obviando la parte de que estuve viviendo en nuestra casa durante dos meses más hasta que Óliver me dijo que me fuese con él.
—Bueno, me cambio y nos vamos. —dijo marchándose hacia el vestuario, yo le seguí, de verdad que tenía muchas ganas de irme a mi casa.
Me sonó el teléfono, en la pantalla ponía Óliver así que sin duda este ya estaba haciendo la cena y a la desesperada porque no llegaba.
—Dime, Oli. —respondí.
—Jenna, ¿quieres una ensalada o una hamburguesa vegetal? —bufé.
—Boludo, que asco que das. Viva la comida argentina. —dijo Goncha al otro lado de la línea.
—Óliver, por favor. No vuelvas a hacerme la cena nunca más, cuando yo llegue me la hago. —respondí.
—No, es que quiero dejar todo fregado…
—¿Qué haces, Lucas? —dije cuando el argentino me quitó el teléfono.
—Óliver, Jen no va a ir a cenar esta noche, despreocúpate. Nos vemos mañana, amigo. —luego mi ex, colgó el teléfono.
Me miró sonriendo, yo no daba crédito.
—Eres tonto. Ahora van a jugar al FIFA hasta las seis de la mañana por lo menos. —me di una palmada en la cara.
—Primero, mañana volamos temprano a Pamplona no creo que se queden hasta las seis de la mañana. Segundo, te vas a venir a cenar a casa. —Quise negar rápidamente, pero no me dejó. —No pongas esa cara de estar buscando una excusa rápida.
—Lucas…
—Jen, te vas a venir a cenar a nuestra casa y luego te llevaré de vuelta a la tuya, sólo si quieres que te lleve de vuelta.
Suspiré y accedí, al final haríamos lo que él dijese.
—Bien, no hace falta que te pregunte qué querés cenar. Me sé todos tus platos favoritos.
(...)
Al volver a pisar la que fue nuestra casa el mundo se me vino encima, y estuve a punto de llorar, pero no lo haría, no quería que Lucas me viese así de frágil.
—¿tienes hambre? —preguntó.
Lo cierto es que no, nada más entrar en esta casa se me había cerrado el estómago y se me habían abierto los recuerdos y los lagrimales de los ojos.
—Me da pereza cocinar ahora mismo, pero puedo hacerte algo rápido. —fruncí el ceño y él empezó a reírse, siempre supo que estoy cargada de malos pensamientos. —Jen, de comer.
—Lo sé. —sonreí. —No, Lucas no te preocupes, yo creo que en el fondo debería de irme, no tengo mucha hambre y tú deberías descansar.
Me fui a marchar pero Lucas cogió mi mano y me hizo girar hasta quedarme frente a él muy cerca.
Sus labios eran toda una tentación a besar, y era un suplicio no hacerlo, anhelaba su cercanía desde hace meses, en realidad anhelaba todo lo que tuviese que ver con él.
—No quiero que te vayas, Jen. —susurró. —Añoraba ver cómo brillaba esta casa contigo dentro. Desde que llegué la sentí muy vacía, faltas tú.
—Lucas, por favor no me hagas esto. —hablé con dificultad, por lo que me conocía sabía de sobra que estaba temblando.
Me acarició la mejilla y me derretí por completo, su contacto sobre mi piel era sin duda una de las cosas que más aceleraban mi corazón.
Fue inevitable pensar en cómo sucedió nuestro primer beso.
Cerré el libro agobiada porque tenía los exámenes finales, del último curso de mi carrera. Psicología. Iba a tirarme por una ventana.
La culpa, era por completo de Lucas, por no salir de mi mente, por estar volviéndome loca y el muy imbécil no darse cuenta.
—¿Te agobiás? —preguntó el suso dicho tras mí tratando de ver mi libro.
—son los exámenes finales de la carrera y me quiero tirar por un puente. —le sonreí de forma irónica, deseando que se alejase porque sino, me iba a volver muy muy loca.
—Jen, eso es porque no te concentrás.
Anda no me digas, y vienes tú, la principal distracción.
—Será eso. —suspiré agobiada.
—Tengo un buen plan, para distraerte. —agarró mi mano y me hizo ponerme de pie.
—Lucas, el entrenamiento no ha terminado. —le dije cuando estuve ya frente a él.
—No nos vamos a ir lejos, ni siquiera vamos a salir de la ciudad deportiva. —me mostró una sonrisa reconfortante y accedí a seguirle finalmente.
Me llevó hasta las gradas del estadio Jesús Navas, todo estaba solitario, pero las vistas eran sin duda maravillosas.
—Este era tu plan, traerme a la grada de la ciudad deportiva. —me reí.
—Mi plan era comprobar que cualquier lugar brilla estando tú en él. —le miré alucinando por lo que acababa de decir. —No me mirés así, es cierto.
—No sé qué me estás queriendo decir, pero creo que deberíamos irnos. —quise salir huyendo, antes de que yo hiciera una locura y me saliese rana.
Me fui a marchar pero Lucas cogió mi mano y me hizo girar hasta quedarme frente a él muy cerca.
—Jen, no quiero que te vayas. —acarició mi mejilla y me iba a derretir, Lucas por favor, llevas un mes aquí y dos causándome sensaciones que van a hacerme morir.
Poco a poco y no sé ni siquiera el por qué, nuestros labios se juntaron creando el momento más feliz y bonito de toda mi vida. Tocar sus labios, sentirle cerca de mí era algo tan maravilloso que estaba temblando.
—Lucas. —me separé. —No podemos jodernos de esta forma.
—Pero Jen, yo no te he olvidado, es imposible haberme olvidado de ti en cinco meses después de tres años.
—Siempre lo hemos hecho todo precipitado, llegaste un tres de julio, el cinco ya te quería nos besamos un mes después y tres meses más tarde ya vivíamos juntos, a los dos años me pediste matrimonio y hasta para terminarlo lo hicimos de forma precipitada. —expliqué.
—Lo hicimos tal y como sentíamos. —en eso llevaba razón, pero no terminaba de sentirme bien.
—Estar aquí, así. Esto no es bueno, otra vez nos estamos precipitando.
—¿Me querés decir, que vos no querés arreglar nada?
—Tú te fuiste, Lucas. Y yo me quedé aquí, esperándote.
—He vuelto antes de tiempo, Jen.
—Lo sé, pero eso no significa que no doliese cuando no estabas, llamarte y que no lo cogieses.
—Vos dijiste que teníamos que separarnos.
—¡Y tú dijiste que siempre ibas a estar para mí, Lucas! ¡Me mentiste no estabas!
—¡me mataba el hecho de pensar que ya no estábamos juntos!
—¡Estaba embarazada! —dije, sin pensar claramente. Luego estallé en lágrimas. —Se acabó, Lucas. No teníamos que haber terminado así, pero sucedió.
—Jen, yo…yo no sabía nada… ni siquiera podía imaginarlo.
—claro que no sabías, por eso te llamaba.
—He sido tan imbécil. —dijo frotándose la cara con las manos.
—Ya no importa, ya todo se acabó.
—Jen, por qué no lo has tenido.
No sabía si contarle la verdad, sabía que esto iba a influir en su carrera y en su situación con el club, pero debía de saberlo como padre de esa criatura.
—Tuve que abortar, ni tú estabas ni Pepito me dejaba tenerlo. —dije y luego limpié una lágrima. —así que como ya no estabas, y necesitaba conservar mi trabajo, perdimos al mini Ocampos que venía.
Se acercó a mí, a secar mis lágrimas y a abrazarme, yo era quien le había perdido por tener que abortar, él ni siquiera lo había tenido, así que no solo unimos nuestros cuerpos en un abrazo, unimos nuestro dolor en el mismo.
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HOLAAAAAA.
Esta novela va a estar basada en esta temporada, desde la vuelta de Lucas al Sevilla. Espero que os guste ❤️
Nos leemos a los 5 votos. 💕
Ig: EmeMarrr
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