Era el momento de afrontarlo. Si, sabía que volvería a ver a Scott y estaba tan nerviosa que podía morir de un paro cardíaco. Lo peor de todo era que también tendría que ver a Lu y no sabía cómo hablarle sobre el tema...
Quizá no fuese la mejor idea hablarle de ello, ya que parecía no agradarle Scott.
Salí del departamento y allí estaba Lucian. Cabe decir que casi muero del susto.
—¿Estás bien?—dijo con cara de preocupación y yo asentí—¿Pasó algo? Pareces nerviosa.
Lo miré y noté el brillo en su mirada. Se veía alegre y preocupado a la vez. Sentí el nudo en mi garganta. No quería arruinar su buen ánimo así que intenté inútilmente parecer como si nada pasara, pero él era listo y lo notó. Su semblante se enserió y no tuve más remedio que hablar con él.
—La verdad es que... Scott... Él...—dije como pude.
Por alguna razón me sentía mal, triste, culpable. No entendía por qué.
Lo invité a pasar y fui en busca de refrescos mientras intentaba calmarme. Para mi mala suerte, Lucian me siguió.
—¿Te hizo algo? Si es así yo...—dijo algo alarmado.
—Scott me besó—dije y pude notar como la expresión de Lucian cambiaba.
Un mar de emociones pasó por sus ojos, mientras que un silencio denso se adueñado del lugar. Fueron al menos dos minutos antes de que quitara su vista de mí.
—Ya veo—dijo con la voz ronca—, le gustas.
—Dijo algo como eso, pero no se si creerle.
—¿A ti te gusta él?—dijo y me miró fijamente.
—Ya te había respondido a esa pregunta antes Lu, yo no...
—Los sentimientos pueden cambiar Cassie...—sonaba dolido y eso no me gustaba— solo quiero que seas sincera conmigo, yo te apoyaré en lo que sea Cass.—dijo con una sonrisa triste.
El nudo en mi garganta era cada vez más grande y no salían palabras que hiciera que aquello mejorase. Las lágrimas amenazaban con caer y cada vez peor. Todo era por él.
—Tranquila, ya no te molestare... Vayamos a clases.—dijo y se volteó, salió de la cocina y también del departamento.
El camino a la universidad fue denso, en un silencio gélido y profundo. Dentro mío había una revuelta de emociones que aún no terminaba de comprender. ¿Qué significaba Scott para mí? ¿Qué significaba Lucian para mí? Esas preguntas rondaban en mi mente a la espera de una respuesta. Tenía que empezar a comprender mis propios sentimientos o lastimaría a mis seres queridos.
Seres queridos... ¿Quienes eran realmente mis seres queridos? Definitivamente Lucian era uno de ellos, pero no podía decir lo mismo de Scott. Era un amigo, un gran amigo, pero no llegaba a entenderlo del todo.
Mientras me sumía cada vez más en mis pensamientos, perdí la noción de tiempo y espacio. Tanto así que me choque contra un muro, o mejor dicho, contra Lucian quien se había parado frente a mí para evitar que chocara contra un farol.
—Lo siento, no estaba prestando atención...—dije algo aturdida.
—Yo debería ser quien se disculpe... Me porte mal contigo y no volverá a pasar—dijo mientras me abrazaba dulcemente—, lo siento.
Sentí el ardor en mis mejillas y mi corazón latía muy fuerte al igual que el de Lu. Ambos latían fuerte como una sinfonía. Me pregunté quien sería la chica de la que él estaba enamorado y sentí celos.
Lucian se separó un poco y me miró con un brillo indescriptible. Tuvimos una conexión inmediata, pero entonces alguien nos sacó del trance.
—Señorita Cassandra... ¿Es usted?—dijo el doctor de cabello blanco.
Me tensé al instante al verlo. El doctor Müller era el psicólogo que me había atendido de pequeña. Se encontraba avejentado pero con la misma sonrisa de siempre. Llevaba consigo muchos papeles y un gran llavero con un osito panda.
—Doctor...—dije intentando disimular mi nerviosismo— ha pasado tiempo...
—Has crecido mucho... ¿Aún sigues conviviendo con ella?—dijo y asentí— Ya veo, deberías pasar por mi consultorio, te podría ayudar.
—¿Por qué? Usted no lo hizo antes, ¿Por qué ahora?—dije molesta. El viejo doctor se sacó su sombrero y bajó la mirada. Parecía arrepentido por algo.
—Lo siento muchacha, tú madre me pidió que te dejara... Que te abandonara...—dijo con pesar— era tu madre, tenía que respetar su decisión de no llevarte más, pero me he arrepentido por mucho tiempo.—me miró y vi que decía la verdad. Hablando de mí madre todo era posible.— Intenté localizarla pero había cambiado su número, así que ya no supe más de ella. Lo siento.
El doctor sacó de su bolsillo una tarjeta de presentación con la dirección actual del consultorio y me la dio.
—Si gustas, puedes pasar por allí. Te atenderé enseguida... Tu novio te puede acompañar.—dijo sonriente y se colocó el sombrero— Ya no les robo más de su tiempo, que tengan un buen día.
—Él no...—intenté replicar pero él viejo ya se había marchado.
Miré la tarjeta detenidamente y comencé a pensar en su propuesta. Tenía la oportunidad de empezar a resolver mis problemas y la iba a aprovechar. Guardé la tarjeta en mi bolso y seguimos camino a la universidad. Platicamos muy poco, la verdad es que todos los sucesos me tenían abrumada.
Llegamos y en la puerta estaba Scott, quien nos miraba fijamente. Ya no estaba nerviosa. Algo dentro de mí había comenzado a caminar.
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