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03

Había llegado el momento de la verdad. Caminé hasta la entrada del edificio, temerosa de que Scott apareciera de la nada, pero por suerte no había señales de él.

Llevaba un par de años sin sufrir un episodio, y éste había sido muy suave. Yo sabía que no estaba bien, aún así quería evitar los psicólogos.
Mi madre me había llevado a uno, pero no supo ayudarme. Solo me dejaron tranquila y a la suerte. Esperando, quizás, que me cure sola.
Tenía un gran trauma, una enfermedad. Una que no puede ser curada tan fácilmente. Una que se desató el mismo día en que todo cambió. Tengo una historia muy oscura que intento olvidar con todas mis fuerzas y siento que si dejo que Scott de un paso más en mi dirección estaré en problemas.

Suspiré al ver que no aparecía y me dirigí a mi aula.

«Solo una hora. Solo una.» me repetía a mi misma.

Entonces me di cuenta de lo que estaba pasando. Mis días tranquilos peligraban y yo solo quise huir del problema. No puedo pasarmela huyendo, eso me generaría estrés, así que me decidí a ignorar a Scott si aparece.

Salí de mi clase, relajada, con mis barreras impenetrables lo más altas posibles y me dirigí a la salida. Me detuve a ver un cuadre de aviso, donde hablaban sobre el receso y las fechas importantes. Grave error.

De pronto sentí que alguien me suspiraba en la nuca y me dio un escalofrío en todo el cuerpo. Me voltee solo para encontrarme con la sonrisa malevola de Scott. Definitivamente, él se divertía a mi costa. Me apresure a salir de ahí, ignorando totalmente su presencia-algo bastante difícil porque me seguía- y caminé hasta un café que estaba cerca.

—¿Por qué no dejas de seguirme?—gruñí—¿Que no ves que quiero estar sola?

—Es divertido verte molesta—sonrió—, pero también que no me quieras cerca.

—¿Bromeas? No te conozco, no quiero saber nada de ti tampoco. Solo déjame en paz.

—¿Me tienes miedo?— su semblante se puso serio.

—¡Claro que no! ¿Por qué habría de temerte?—en mi cara no figuraba expresión alguna.

—Entonces, no huyas.—su expresión era la misma de alguien que sabe más de lo que dice.

Me quedé viéndolo por un momento, analizando cada aspecto suyo, pero no podía entender sus intenciones así que lo pregunté directamente.

—¿Cuáles son tus intenciones?—le dirigí mi mirada más seria posible.

—Ser tu amigo...—soltó mientras se rascaba la nuca—yo estoy interesado en tí...

Me quedé algo atónita, lo admito. No esperaba tal declaración, hubiera creído que sólo quería jugar conmigo o solo por una apuesta, pero él dijo aquello. No es que lo que yo pensaba no fuera posible, no. Aún debía descartar esas ideas, pero igual me sorprendió. Mostró sinceridad y pude ver a través de él. Era incómodo.

—Yo no quiero amigos, Scott.

—Si, si los quieres.

Al ver su enfoque, me crucé de brazos y empecé a contradecirlo. Aunque él fue más astuto que yo y caí en una trampa. Terminé admitiendo que no me gustaba estar sola del todo y me arrepentí de haberlo hecho. Sabía que no me lo podría sacar más de encima. Tonta Cassie, tonta.

Entramos al café y ordenamos algo de beber. Nos sentamos en una mesa alejada del resto, así nadie podía oír lo que hablabamos. Tenía que terminar con ese asunto de una buena vez y para siempre.

—Aun no me has dicho tu nombre...—dijo sonriente.

—Cassandra, pero todos me dicen Cassie.—solté al fin.

—Cassie... Lindo nombre—su sonrisa se expandió bastante—. Y bien Cassie, ¿Me dejaras ser tu amigo?

—No. No seremos amigos, ni seremos nada. Así que no vuelvas a hablarme, por favor.

—¿Por qué estás negada a tener amigos?

—Tu no entiendes, Scott—miré hacía la ventana y él me siguió—. Yo no puedo tener amigos, soy peligrosa para los demás... Y ellos lo son para mí...

Estoy segura de que le habrá parecido una broma porque se quedó atónito, viendome. Era algo normal en las personas que reaccionaran así. Anteriormente, tuve unos casi-amigos. Habían pasado muchos años y era el momento adecuado para intentar establecer una amistad con alguien. ¿Qué creen que pasó?. Cuando les mencione de mi problema: me miraron raro, se rieron y se alejaron. Me evitaban y no querían darme una oportunidad. Entonces decidí que yo tampoco se la daría a nadie, porque nadie era capaz de entender en lo que se estaba metiendo. En este último punto está incluido Scott.

—No creo que seas peligrosa, solo incomprendida—me miró con su sonrisa más encantadora y lo odie por eso.

—Yo no...—no terminé de decir la frase que colocó su dedo índice sobre mis labios para callarme.

—¿Crees que no hay nadie capaz de comprenderte?—sentí una punzada por dentro. Estaba en lo cierto.—No es así, Cassie.

—Y tu vas a comprender... ¿Eso es lo que quieres decir?—dije retirando su dedo bruscamente.—No seas ridículo.

Me levanté dispuesta a irme, no quería escuchar más. Scott era brillante, era una luz en el camino y yo estaba demasiado oscura para que me alumbrara.
Quizá si podía entenderme y ser mi amigo, pero no quería herir a más nadie. Si el estaba a mi lado solo terminaría mal. Me repetía esas palabras una y otra vez, tan convencida como podía y salí del lugar camino a casa.

Luego de un rato, caí en la cuenta, de que era la primera vez en mucho tiempo que platicaba con alguien por tanto tiempo. Me sentí rara, extrañamente feliz, y sonreí haciendo eco de eso.

—Eres muy linda cuando sonries—me voltee y me sobresalté al ver a Scott a mi lado.

—¿Qué haces?¡Casi me matas del susto!—gruñí mientras le di un leve golpe en el hombro.

—Te estoy acompañando a casa... ¿Qué no hacen eso los amigos?— me miró y sonrió.

—Nosotros no...

—Que lindo, hay un nosotros...—dijo tomandome de la mano.

Sentí un cosquilleo por dentro y mis mejillas empezaron a arder. Traté de soltarme pero no me dejaba, era más fuerte que yo y lo hacía notar. Estúpido Scott.

—No voy a poder contigo, ¿Cierto?—dije suspirando.

Él se limitó a sostener fuerte mi mano y a verme tiernamente. No se necesitaban palabras, lo dijo con su mirada. Entonces, me rendí, no iba a poder contra él.

—De acuerdo, pero suelta mi mano ya.—solté luego de un rato.

—No lo haré, porque te pusiste incómoda—dijo reafirmando el agarre—y colorada.

—Te odio.

—Me amarás—afirmó y lo volví a golpear.

Ése fue uno de los más grandes errores que pude haber cometido y lo sabía. No esperaba todo lo que iba a venir y no creía que la oscuridad podía volverse más oscura aún.

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