V e i n t i s é i s
A su funeral asistieron tantas personas, que no cabían todos dentro del pequeño vestíbulo de la casa de Fiorella. El color negro era el factor común entre todos ellos, siendo la diferencia, el grado de cercanía con Fiorella.
El diagnóstico final fue sobredosis. Fiorella habría consumido una cantidad significativa de estupefacientes de una paupérrima calidad. La policía estuvo rondando la escuela y otros lugares en busca de más pistas, pero hasta el momento no encontraron nada salvo la caja con las píldoras que Sam le dio. No se necesitaría demasiada investigación para llegar a los culpables, sobre todo porque hubo gente que los vio platicar el día anterior.
Sam estaba sentado en uno de los largos bancos dentro del salón, sus puños fuertemente cerrados y temblorosos, sus ojos rojos por las lágrimas que se negaba a derramar. No lo merecía. Fiorella estaba hermosa dentro de aquel cajón. Hermosa y sin vida. Por su culpa.
La rabia nublaba su vista y le daba ligeros espasmos que las personas confundían con llanto. El nudo que tenía en la garganta era tan apretado que las palabras no podían salir a través de él. Razón por la que no pronunció nada desde que llegó.
Cameron lo miraba preocupado. Su hermano decidió acompañarlo tras ver el estado en que llegó a su casa el día anterior. Ni siquiera esperó a que terminaran las clases. No podía soportarlo. No podía hacerle frente a los demás.
No solo era una enorme furia la que llevaba encima. Era también vergüenza por haber sido partícipe de algo tan atroz. Su primer pensamiento fue entregarse a la justicia y confesar todo, pero estaba aterrorizado.
—Sam, ¿estás bien? ¿Quieres ir afuera un momento? —preguntó Cam mientras lo veía tembloroso y con la cabeza agachada a medida que el hombre encargado del velatorio hablaba.
Sam no contestó. No podía hacerlo.
Fue tan idiota, puso sus manos en el fuego por aquel hombre. Pero Liam solo lo utilizó. ¿Era necesario llegar a estas instancias para que se diera cuenta? ¿Qué tan ciego podía ser? Hilar los eventos le resultó tan sencillo que quiso golpear su cabeza contra una pared por haber sido tan manipulable. ¿Jugar con él era así de fácil?
Michel era el antiguo repartidor y también uno de sus clientes, por eso terminó con una sobredosis. La llamada misteriosa que recibió una vez diciéndolo que se cuidara del hombre, se refería a Liam. Lo que repartió ese día no eran estimulantes. Tantas pistas estaban dispersas de aquí para allá, pero su fe ciega en aquel hombre lo llevó a cometer el mayor error de su vida.
¿Qué palabras le habrá dicho a Fiorella para convencerla de comprar sus drogas? ¡Ella solo quería mejorar su rendimiento académico! Solo quería que sus padres estuvieran orgullosos, demostrarles a todos que era tan inteligente como valiente, pero ahora ya no podría hacer nada de eso. Ahora sería llevada bajo tierra a consecuencia de las acciones de Sam.
No pensó poder llegar a sentir tanto odio alguna vez, pero no solo era por Liam, sino también por sí mismo.
—Mi hija siempre fue una niña frágil —Sam no supo en qué momento se le concedió la palabra a la madre—. Su cuerpo terminaba muy dañado por enfermedades que para otros resultaba muy fácil enfrentar. Pero todo lo que su cuerpo no podía darle, se lo dio su mente y su corazón. Era inteligente y muy astuta, llena de amor y alegría. Cuando tenía siete años, la vi llorando frente a su ventana porque quería salir a jugar a las escondidas con los vecinos, ese día hacía mucho frío y como toda madre sobreprotectora, no la dejé salir. Ella no hizo un berrinche, no, solo asintió con la cabeza con una sonrisa triste en los labios y fue a su habitación. Me partió el corazón verla llorar por mi culpa, así que un día después, le regalé un libro. En ese momento, supe que había hecho lo correcto. Mi pequeña niña no podía salir a jugar tanto como los demás, pero viajó más que ningún niño a su edad, lo hizo con cada página, con cada uno de sus libros. Ella era feliz en su mundo y yo lo era con ella —en este punto, la madre de Fiorella no aguantó y sollozó derramando gruesas lágrimas—. Ella jamás habría tocado toda aquella cantidad de basura que los doctores encontraron en su organismo. Conozco a mi hija y sé que por más que la vida le puso dificultades, no habría recurrido a tales extremos, salvo en caso de ser embaucada. Jamás perdonaré a la persona que la indujo a esto. Que sepa que en esta vida todos recibimos el castigo que merecemos y el destino se encargará de hacerle pagar con un dolor tan grande como el mío. O incluso peor.
Sam no aguantó más, se levantó del lugar y salió corriendo.
—¡Sam, espera! —su hermano lo tomó del brazo.
—Quiero estar solo, Cameron —dijo con un hilo de voz tan quebrado, que a Cameron no le quedó más remedio que soltarlo.
Sam quería irse lo más lejos posible del lugar. El dolor de los presentes se colaba por debajo de su piel, el de los padres de Fiorella, sus pequeños hermanos que no entendían lo que sucedía, pero que sabían que no volverían a ver a su hermana de nuevo, sus amigos, Yonka, quien no dejó de llorar desde que se enteró de todo. Todo era demasiado abrumador. Pero no podía huir. Lo mínimo que ella merecía era que se quedara aquí y afrontara las consecuencias de sus actos.
La casa tenía un patio trasero que Sam aprovechó para poder tomar aire y así luego volver adentro. Menos mal no había personas ahí, todos estaban dentro de la casa, tal vez lo deprimente del resto del lugar ahuyentaba a los demás, lo que era perfecto para él.
Se sentó en el césped y se desanudó la corbata negra que su padre le había prestado. Sentía que lo estaba ahorcando, pero al hacerlo, se dio cuenta de que no era la corbata en absoluto, el dolor que cargaba dentro suyo era lo que le impedía respirar con normalidad. Sam dobló sus piernas contra su pecho y recargó su frente contra las rodillas, a la par que sus brazos lo rodeaban para poder ocultarse. Escuchó los latidos angustiados y acelerados de su corazón y trató de calmarlos, pero era inútil. Nada podía hacer desaparecer el pánico que estaba acrecentándose en él.
De pronto, escuchó como una persona se sentó a lado de él. Unos fuertes brazos lo envolvieron hasta lograr apoyarlo contra él, Sam sabía quién era por el suave olor a lavanda que venía de su piel.
No pudo levantar la vista. ¿Cómo se enfrentaría a Connor a partir de ahora? No podía mirarlo luego de saber lo que había hecho. No soportaría ver los ojos dorados del chico mirarlo con desprecio. Pero Connor no exigió nada él. El chico solo lo sostuvo contra sí mientras que las tardías lágrimas de Sam por fin lograron salir. Lo que empezó siendo un pequeño llanto pronto se convirtieron en espasmos a causa del dolor de perder a una amiga como Fiorella, alguien de enorme bondad y que a pesar de ser un poco tímida, daba todo de sí buscando hacerse su propio camino.
Connor lo apretó con más fuerza cuando la voz de Sam emergió con el llanto. Su corazón parecía haber abierto una puerta que ya no podía cerrar. A su lado, Connor también derramó lágrimas que mojaron con suavidad algunas hebras de su cabello.
Sam no supo cuánto tiempo permanecieron de ese modo, solo confortándose entre sí en silencio. Cuando por fin pudo calmarse un poco, sintió los labios de Connor besar su cabeza para luego acariciarla con cariño.
—Gracias... —susurró Sam con la voz rasposa.
—Estoy aquí siempre que necesites de alguien con quien desahogarte —le respondió tiernamente.
Sam por fin se animó a levantar el rostro para poder mirarlo. Sus ojos dorados resplandecían por las lágrimas que derramó al principio, pero en sus labios, había una sonrisa afectuosa dirigida hacia él.
—Fue mi culpa —confesó sin poder evitarlo. Connor frunció el ceño.
—Samir, por supuesto que no fue tu culpa. ¿Cómo podría serlo? —el chico lo tomó de los hombros para poder verlo de frente—. Jamás vuelvas a repetir eso.
—Es verdad. Yo...
—¡Sam! —exclamó Connor—. Dime, ¿acaso tú le pusiste las pastillas que supuestamente tragó en la boca?
—No, pero...
—¿Tenías un arma apuntando a su cabeza que la obligó a hacerlo?
—No...
—¿Tú le vendiste las drogas? —Sam se quedó en silencio y volvió a quebrarse.
—No, pero fui yo Connor, ¡fui yo quien...!
—¡Sam! ¡Connor! ¿Qué hacen aquí? Los estuve buscando por todos lados —Lucas apareció por la puerta trasera. Sus ojos estaban tan rojos como los de Sam y tenía la nariz congestionada. No conoció mucho a Fiorella, pero el poco tiempo que compartieron juntos fue suficiente para que Lucas la considerara una amiga. Connor soltó un poco del agarre de Sam en cuanto escuchó aquellas palabras, pero no se movió de su lado—. Debemos irnos, ya la llevarán al cementerio —la última palabra lo pronunció a duras penas.
Connor, quien todavía estaba confuso por lo que Sam intentó decirle hace unos segundos, se espabiló y se levantó del césped para luego pasarle una mano a Sam. El chico le tomó de la misma para poder impulsarse y ponerse de pie también.
—Iré adelantándome, no creo que sea el mejor momento para que Cameron nos vea juntos —Connor lo acercó para poder darle un breve, pero confortable abrazo—. A veces buscamos culpables en el lugar equivocado, Sam, pero sé que tú jamás serías capaz de hacer algo malo contra los demás. No de manera consciente al menos.
Sam atesoró sus palabras. Tal vez no sepa exactamente lo que pasó, pero supo qué decir para mitigar un poco su dolor. Se sintió un poco solo cuando cortó el abrazo, sin embargo, antes de irse, le dio un beso en la frente como muestra de cariño. Tanto Sam como Lucas vieron en silencio como el chico iba de nuevo hacia el interior, pero antes de pasar por las puertas corredizas de cristal, se quedó congelado. Lucas y Sam se dieron cuenta de que Cameron vino junto a ellos. Connor intentó decirle algo, pero Cam pasó de largo, ignorándolo completamente para poder llegar a ellos.
—Deberíamos volver —dijo en cuanto estuvo lo suficientemente cerca. Connor vio el intercambio y luego de quedarse parado con incomodidad, se marchó—. ¿Qué hace ese perdedor aquí? ¿Te estaba molestando? —preguntó su hermano en cuanto Connor desapareció de la vista de ambos.
Lucas le lanzó una mirada de soslayo a Sam, quien no sabía cómo responder. Le dolía un poco el no poder defender a Connor como le gustaría, pero ese no era el momento ni mucho menos el lugar para hacerlo, por lo que solo se encogió de hombros con un enorme enojo hacia sí mismo que no hacía más que incrementar desde el día anterior.
Si tan solo hubiera hablado con Cameron antes... tal vez Connor no pondría aquella expresión de incomodidad, ni sería tan odiado por su hermano, tal vez incluso podrían estar juntos ahora que era el momento en que Sam más lo necesitaba.
—Sam, ¿estás bien? —le preguntó Lucas al verlo decaído. Cameron le puso una mano cálida sobre los hombros.
Eso solo empeoraba las cosas. Se sentía entre la espada y la pared. Quería huir de ahí y estar solo de nuevo, pero no podía. En cambio, se dirigieron por el mismo camino que Connor tomó hace minutos.
Sam buscó inconscientemente con la vista al chico, pero cuando lo encontró, estaba hablando con Iker. Sam no esperaba encontrarlo en el lugar y por lo visto, Connor tampoco porque si antes estaba incómodo, ahora estaba peor. Había unas cuantas personas dentro, los demás ya estaban movilizándose para poder irse, solo quedaban los familiares, Jonka abrazada a Jax quien no se despegó un segundo de su lado, entre otros estudiantes que reconoció de vista. Debido a eso, no pudo escuchar con claridad lo que Iker le dijo a Connor, sin embargo, por la reacción del chico, no se trataba de algo bueno. Iker lo descubrió mirando y en vez de avergonzarse, sonrió de lado y susurró de nuevo algo al oído de Connor quien le dio un empujó como diciéndole que se largara sin querer llamar tanto la atención.
Con todo el enojo acumulado que cargaba sobre sus hombros, aquel intercambio fue la gota que colmó el vaso y sin pensárselo dos veces, Sam dejó atrás a Cameron y a Lucas y fue hasta Connor.
—¿Qué te crees que estás haciendo, idiota? —le agarró del brazo con brusquedad. Tanto Iker como Connor se quedaron estupefactos ante su reacción, el primero, le dijo en voz baja que él podía arreglarlo, que no se preocupara, en cambio la reacción de Iker fue lo opuesto.
—Qué valiente, Sam, ¿estás seguro de que quieres hacer esto aquí? Yo que tú...
Iker no terminó de hablar porque el puño cerrado de Sam impactó contra su mandíbula.
—¡Sam! —exclamó Connor sin poder creer el arrebato del chico. Tanto Lucas como Cameron también exclamaron su nombre.
Pero Sam no los escuchó.
En un abrir y cerrar de ojos, tenía a Iker debajo de él mientras que lo golpeaba una y otra vez. Por cada vez que lo miró con desprecio. Por las veces que amenazó a Connor. Por ser un retrógado sin corazón y por sobre todo, por burlarse de los sentimientos sinceros que Connor y él compartían.
No supo cuánto tiempo estuvo ahí, pero los gritos de los demás desanublaron su mente. Connor por fin pudo tomarlo y sacarlo de encima de Iker mientras que para su sorpresa, Jax levantaba al chico que ahora tenía una línea de sangre escurriéndose por un lado del rostro. Aquella visión lo asustó. ¿Él realmente le había hecho daño hasta tal punto? Jax intentó levantarlo, pero Iker rechazó su mano con una palmada. En cambio, cuando un niño de cinco o seis años vino hasta él completamente pálido y temblando del miedo, el chico lo acercó a él.
—Estoy bien, solo estaba jugando a las luchas —le susurró al niño mientras el pequeño lo abrazaba con fuerza.
Aquello le hizo ver a Sam el error que había cometido.
—Sam, ¿qué demonios te pasó? —le recriminó Connor. Estaba furioso.
—Yo solo...
—¿Qué creen que están haciendo en mi casa? —el padre de Fiorella llegó hasta el vestíbulo luego de escuchar los gritos que los demás lanzaron cuando se desató la pelea—. ¡Si no van a respetar la memoria de mi hija, largo de aquí!
—Solo fue una pequeña diferencia de opinión, por favor, permítanos quedarnos hasta que finalice el funeral —añadió Yonka quien fue testigo de todo lo ocurrido.
—Tú puedes quedarte, mi niña —habló la madre de Fiorella—, pero ustedes dos —dijo refiriéndose a Sam y a Iker—, por favor, retírense. Iker, sé que tu padre y mi esposo son muy buenos amigos, pero esto no lo puedo tolerar —añadió la mujer. Sam no sabía de aquel dato, eso explicaba el que hoy estuviera aquí.
—Lo siento, señora, por favor, no le diga a mi padre lo que pasó aquí —añadió el chico, quien pudo levantarse con la ayuda de Jax, por más que se rehusara.
—No tenemos opción, esto que han hecho aquí es inaceptable —dijo el hombre. Iker se tensó aún más de lo que estaba.
La pareja que parecían envejecer más a medida que pasaban las horas, salió del lugar con los pequeños hermanos de Fiorella siguiéndole los pasos.
—Ni creas que esto se quedará así, Sam —Iker lo amenazó en un tono tan frío como un glaciar, pero no era tan amenazante por el niño que tenía abrazado contra él.
—Oh, por favor, ¿acaso nunca vas a parar? —Jax lucía exasperado por la actitud del chico—. Dame al niño, tienes la cara llena de sangre, lo vas a manchar.
—Jódete tú también —Iker hizo caso omiso y se marchó sin ceder.
—Qué grandísimo idiota —se quejó Jax, luego hizo el amague de seguirlo, pero recordó que vino al lugar acompañado—. Yonka, ¿te quedarás un poco más?
—Lo haré. Si quieres, puedes regresar tú solo —Yonka tenía la voz algo ronca, pero de igual manera Jax pudo entenderla a la perfección. Sin embargo, estaba un poco reacio a dejarla en aquel lugar sabiendo lo que la chica estaba atravesando—. Estoy bien, Jax, ya hiciste mucho por mí hoy.
—Iré junto a tu casa más tarde, ¿sí? —Jax se acercó a la chica para darle un abrazo y luego salió del lugar.
—Sam, ¿qué te pasó? ¿Por qué lo golpeaste? —preguntó Cameron al mismo tiempo que los demás se despedían.
—Fue un impulso. Él siempre está molestando. Se lo merecía... —a medida que hablaba, su argumento era menos sólido que en su mente. Al final, resultaba ser que se desahogó con el primero que se le atravesó en el camino.
—Si no fuera porque Connor te estuvo sosteniendo, esto habría terminado peor —le recriminó Lucas. Cameron le dio una mirada nada amigable a Connor.
—Creo que yo también me voy —afirmó el aludido, quien todavía estaba sorprendido por el arrebato de Sam y sin poder decir nada al respecto por la naturaleza de su relación. Luego de ver titubear un poco a Sam, se marchó.
—¿Qué le pasa? ¿Por qué actúa tan extraño? Como si no supiéramos la clase de persona que es —dijo Cameron en cuanto el chico se fue. Lucas miró a Sam algo apenado y el chico desvió la vista. El sentimiento que lo invadió antes volvía de a poco.
Para calmarse, salió de la casa y caminó por las calles en silencio, acompañado de Cameron y Lucas. Arruinó la última despedida de Fiorella, golpeó a una persona por una simple provocación y dejó que la ira lo poseyera. No era a Iker a quien tenía que ir dirigido sus puños, era otra persona con quien tenía ciertos asuntos que atender. Si no lograba contactar con Liam en las próximas horas, no le quedaba más opción que recurrir a la policía. El silencio del hombre no hacia más que confirmar las sospechas de Sam sobre lo ocurrido. El miedo de terminar teniendo un castigo de parte de las autoridades es lo que lo paralizaba, pero eso era lo mínimo que se merecía luego de haber sido partícipe del accidente que terminó con la vida de Fiorella.
Jax nunca había visto a Yonka tan triste. Él no quería verla sufrir, era su amiga de toda la vida. Sin embargo, la chica siguió insistiendo en que la dejara sola por un momento porque sabía que él se preocuparía por ella más de lo que ya estaba. Además, debió de haber visto algo por la manera en que trató a Iker porque su inmediato cambio de comportamiento ocurrió luego de que Sam golpeara reiteradas veces a Iker. No es como si no lo tuviera merecido, aunque el arranque lo sorprendió tanto como el hecho de que Iker no haya devuelto los golpes.
Con renuencia, se fue por el mismo camino que Iker. Tenía serios problemas internos en ese momento. Por un lado, se enojó consigo mismo por el simple hecho de que le importara lo que ocurriese con él, por el otro, no podía simplemente ignorarlo y continuar en el lugar. Cuando por fin se decidió a ir tras él, sus piernas ya se habían movido por sí solas hasta la entrada de la casa.
—Lo siento mucho —escuchó como Iker le dijo a la madre de Fiorella antes de marcharse con el niño, a quien bajó de sus brazos a pesar de la renuencia del menor.
La mujer no respondió nada antes de marcharse.
—¿Crees que papá va a enojarse con nosotros? —preguntó el chico.
—Shh, no lo digas tan alto —le dijo Iker.
Jax no sabía qué hacer. No había hablado con él desde que pasó la noche en su casa. Tuvieron un enfrentamiento cuando Iker estuvo molestando a Sam días antes, pero en cuanto lo siguió para poder arreglar las cosas, había huido de él. Lo cual solo lo hizo enojar.
Debió de haber hecho algún ruido porque el niño, Santiago, reparó en Jax, soltó a Iker y se paró en frente a él.
—¿Puedes ayudarme de nuevo? —le preguntó. Si bien fue tímido con Jax en un principio, ahora que ya lo reconocía fácilmente se le hacía más fácil poder hablar con él.
—Claro, Thiago. ¿Se te perdió Benji otra vez? —Jax se agachó junto al niño. Ahí fue cuando Iker reparó en él. Su disgusto se acrecentó y murmuró algo que Jax no pudo discernir.
—¿Qué quieres? —le preguntó Iker con hostilidad luego de acercarse a él en busca de su hermano.
—Estoy hablando con tu hermano, no me molestes —espetó Jax. Esa chispa de emoción que sentía cada vez que molestaba a Iker, volvió a surgir—. ¿Dónde está Benji?
—En casa —respondió el niño.
—No trajo a Benji hoy, ¿qué más quieres? Largo.
—Entonces, ¿para qué quieres que te ayude? —Jax ignoró deliberadamente a Iker, lo cual solo hizo enfurecer al chico.
—Curar a Iker. Le duele acá —señaló su boca, lugar donde Iker tenía un poco de sangrado.
—Santiago, estoy bien, no te preocupes. Vamos a casa, ¿sí? —el chico se agachó a lado de su hermano. Ahora Jax e Iker estaban a la misma altura.
—¡No! ¡Mentiroso! —Thiago empezó a patalear. Como ya estaban cerca de la salida, no había tantas personas, pero algunos se quedaron mirando con desaprobación la actitud del niño. Jax tuvo la urgente necesidad de estampar su puño por la cara de cada maldito idiota que se atreviera a cuestionar algo.
—Thiago, cálmate. Lo que pasa es que Jax tiene cosas que hacer —Podía admirar la paciencia que tenía Iker en estos momentos porque el niño se puso a repetir las mismas palabras una y otra vez en un tono histérico—. Si no dejas de gritar, Benji no va a volver a ser tu amigo, nunca -sentenció.
El niño dejó de gritar, pero el resultado fue peor. Ahora se le pusieron los ojos aguados y las lágrimas caían libremente por sus mejillas.
—¿Benji no quiere ser más mi amigo? —lloró desconsolado.
—¡No es así! Lo siento -Jax quería sacarle una fotografía a Iker en estos momentos. Esa cara de desesperación no la veía todos los días—. ¿De qué te ríes, idiota?
—Cállate, solo empeoras las cosas —le dijo. La cara de Iker ahora no tenía precio—. Thiago, si quieres que te ayude, lo voy a hacer, pero debes dejar de llorar, ¿sí?
—Pero Benji... —siguió diciendo el menor. Jax miró a Iker.
—Escúchame. Tienes razón, soy un mentiroso —Iker tomó a su hermano por los hombros—. Benji no me dijo eso, ahora te está esperando muy contento en casa. Ya no llores —le pasó las manos por las mejillas.
—¿Por qué me mentiste? —preguntó Thiago en cuanto se terminó de secar las lágrimas.
—Lo siento, ya no lo volveréa hacer. ¿Nos vamos? —Iker le levantó y le pasó la mano a su hermano, quien lo apretó con fuerza. Después, Thiago fijó la vista en Jax y también le pasó la suya.
—¿Qué pasa? —Jax no entendió el gesto.
—Quiere que también lo lleves de la mano —aclaró Iker. Jax dudó un poco, pero el niño no dio su brazo a torcer y se resignó a él. Ahora iban ambos con el niño en medio como... mejor no pensaba en eso —. No sabes lo afortunado que eres. Santiago suele ser bastante tímido con los demás.
—Una vez le ayudé a encontrar a Benji, supongo que eso me sumó puntos —replicó recordando aquella escena.
Cuando ya estaban por la calle, Iker se puso incómodo por tener a Jax a lado suyo.
—No tienes por qué venir. Puedo con mi hermano yo solo.
—Necesitas primeros auxilios y da la casualidad que yo sé hacerlo —no era del todo mentira, ya que Yonka solía hacer voluntariados en el hospital y la mayoría de las veces era obligado a participar, razón por la cual se sabía una o dos cosas.
—¿Y a ti qué te importa lo que me pase? —En vez de enojado, el chico se oía confundido. No era el único, ni siquiera Jax podía explicar la manía que tenía con él.
—¿Cómo crees que va a tomarse tu padrastro el hecho de que llegues con la mitad del rostro lleno de sangre? —Era un golpe bajo, pero era verdad. Los hombres violentos como el padrastro de Iker no necesitaban muchas excusas para estallar en ira.
Iker quizo contradecir aquel argumento, pero al no encontrar palabras para hacerlo, dio un bufido para expresar su frustración y siguió su camino. Lo que le dio a entender a Jax de que podía ir con ellos. No es como si necesitase permiso, lo iba a hacer de todos modos.
—¿Cómo es que la conoces? —preguntó Jax refiriéndose a Fiorella. Ya había deducido la respuesta, pero quería escuchar a Iker decirlo.
—Carson y su padre se conocen desde la universidad. Solía verla de vez en cuando, pero nunca fui un amigo muy cercano. Cuando mi mamá se enteró de la noticia, se puso de acuerdo con el hombre para que venga con Thiago a dar nuestras condolencias.
—¿Por qué no vino él también si son tan amigos? —dijo. Iker no respondió, solo se encogió de hombros.
El niño miraba a su hermano preocupado. Iker le sonreía con afecto y le acariciaba la cabeza cada tanto. Era totalmente diferente al chico que siempre solía ser con los demás. Con él especialmente.
Jax notó lo contrariado que estaba Iker al compartir una plática sin insultos entre ellos. No lo culpaba, él sentía lo mismo. Pero no le disgustaba. De hecho, le agradaba y eso le generaba cierta contradicción interna. ¿Era posible hablar entre ellos sin insultarse mutuamente?
—¿Por qué no le devolviste el golpe? —preguntó Jax en partes para romper el silencio. Aunque también lo hacía para poder desviar su mente de lo que estaba pensando.
—No podía hacerlo o asustaría más a Santiago. Pero ese Sam va a pagarlo muy caro —murmuró con enojo. Su expresión le daba a entender lo mucho que luchó para controlar sus impulsos.
—¿Qué se traen entre ustedes? Tú, Sam y el otro, el tal Connor, la última vez te enfrentaste también por eso.
—Es una estupidez —se burló el chico. Como si le causara gracia las reacciones de los otros dos—. Digamos que descubrí algo de Connor que me sirvió para poder molestarlos un poco. No es mi culpa que sea tan cobarde y que se sienta intimidado por algo tan insignificante. Aunque todo esto sirvió para confirmar una sospecha que tenía, ahora ya no pueden negar que están actuando juntos —rió como si aquel pedazo de información fuera valioso.
—Sam es mi amigo y no me gusta verlo tan afectado. Lo que a ti te divierte, para ellos puede ser una tortura —inquirió Jax.
—Pues si tanto te preocupa Sam debiste haberte quedado con él. ¿Por qué no lo hiciste? ¿Por qué estás aquí? —el enojo lo hizo frenar de golpe, haciendo que su hermano vaya hacia atrás por inercia, por lo que el niño terminó soltando a Jax exclamando un "¡Ay!"
Jax se quedó en silencio sin poder responder. Pero como Thiago volvió a agarrarlo de nuevo luego de sacarle la lengua a Iker, no pudo escapar de ahí.
—Porque Thiago me lo pidió —respondió.
—Mientes —Iker, con una mano todavía agarrada a Thiago, se acercó a él para espetar su frustración—. ¿Hasta cuando piensas evadir la realidad? —el corazón de Jax empezó a latir con fuerza—. Lo que quieres es agarrarme con la guardia baja para sacar ventaja sobre mí y así volver a repetir lo que pasó en tu casa aquel día. ¿Pero sabes qué? Prefiero morir antes que eso vuelva a ocurrir. No cometo el mismo error dos veces.
Iker siguió su camino haciendo que Jax le siguiera los pasos en completo silencio.
Hola a todos, el capítulo me salió muy largo por lo que decidí dividirlo en dos partes o no tendríamos actualización esta semana. Espero que lo hayan disfrutado, en el siguiente se viene más de Jaxer. Los quiero❤
Pd: en multimedia Sam e Iker.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro