V e i n t i c u a t r o
El brazo de Connor se movió involuntariamente a causa del disparo y Sam estuvo al borde del colapso por el susto, pero Connor siguió moviéndose. Pasó sus cosas rápidamente y luego metió su cuerpo.
—¡No es nada, Sam, corre! —exclamó al entrar por el hueco. Connor se tomó el brazo en cuanto pudo por fin levantarse y correr a su lado, miró con el corazón en la boca la zona donde estaba apretando. ¡Pero no había rastros de sangre! ¿Cómo podía ser eso posible? ¿El encapuchado habrá fallado? ¡Imposible, Sam vio muy bien que acertó!
Por otro lado, el chico siguió gritando y dando más disparos, pero la buena fortuna parecía estar de su lado porque resultó ser que el chico no tenía nada de puntería. El hecho de haber acertado el brazo de Connor, debió ser un milagro.
—¡Debemos hacer algo, tu brazo...! —exclamó Sam con el temor todavía presente.
—Sam, creo que no son balas de verdad, no estoy sangrando, así que continúa corriendo —Connor hablo retomando la huida. En el camino, le sacó a Sam su mochila para ponerla sobre los hombros. Sam tenía un dolor agudo en el tobillo a causa del tropezón y cojeaba un poco, pero de igual manera avanzó con velocidad sin permitir que Connor se entere de la lesión o intentaría llevarlo en su espalda.
—As, ¿qué está pasando! —Vince y Ber se unieron al tal As. El chico no respondió y volvió a usar el hueco por donde entró para poder salir a perseguir a los despavoridos Sam y Connor.
—¡Cállense y ayúdenme a agarrarlos! Si es que me han visto, no puedo dejar que escapen —exclamó As.
Sam y Connor ya no pudieron escuchar aquel intercambio de palabras, pues dieron vuelta en una de las esquinas para seguir huyendo. Las calles estaban tan desoladas que no podían ser usados como distracción, por lo que era muy fácil localizarlos.
—Debemos escondernos en algún lugar
—afirmó Connor, quien no estaba ni la mitad de cansado que Sam. Después de todo, era un deportista y Sam no podía aguantar ni las caminatas largas, por lo que estaba empapado de sudor y con la cara roja. Sus piernas estaban por derrumbarse, pero la persecución le dio fuerzas para continuar.
—¿Te duele la pierna? —Connor notó el estado de Sam y tuvo aún más razones para esconderse en vez de correr sin rumbo.
—No es nada, debemos encontrar una salida —Sam le restó importancia al asunto para enfocarse en la cuestión más importante, huir, pero Connor no lo permitió.
—Entremos ahí —apuntó a una casa abandonada como las tantas en toda la manzana.
Sam quiso discutir, decirle que era mejor ir más lejos, pero tuvo dos razones para seguirle los pasos. Primeramente, ya no podía dar ni siquiera un paso más, inclusive tuvo que recostarse contra Connor para poder llegar a aquella ruinosa edificación, y en segundo lugar, los gritos de los tres que los estaban buscando se hacían cada vez más altos. Si seguían perdiendo el tiempo, podían encontrarlos.
Por dentro, la casa era cien veces peor. Ni siquiera necesitaron abrir la puerta porque la mitad de ella no existía y pudieron pasar por el hueco. Los arbustos demandaban espacio haciendo que caminar por dentro fuera una lucha. En un principio pensó que no había muebles, pero luego al ver los trozos de madera desproporcionados que estaban tirados al piso, entendió que aquellos lo fueron en algún momento.
—Mira, allá hay un buen espacio para poder escondernos —Connor apuntó hacia una esquina donde todavía había un poco de piso en buen estado y una ventana que impediría que murieran asfixiados por el ambiente nada saludable.
Se sentaron al piso y lo primero que hizo Sam fue tomar el brazo de Connor para poder inspeccionarlo. En vez de una herida de bala, solo había un moretón del tamaño de una moneda pequeña. Sam dio un suspiro de alivio y por fin pudo relajarse. Aunque no lo suficiente como para poder pasar por alto las voces que se escuchaban en el exterior.
—As, ¿por qué tenemos que buscar? Ya quiero irme a la madriguera, no creo que esos estudiantes que dijiste hayan visto algo —el tal Vince habló.
—No puedo dejar que se vayan —Su voz era tan alta que era fácilmente reconocible.
El corazón de Sam dejó de latir un segundo al encontrar por fin al dueño de aquella voz. Se sintió estúpido al no haberlo identificado antes. Sin embargo, ¿cómo iba a ser posible que relacionara a esa persona con lo que estaba pasando? ¡Era imposible! Pero ahora lo sabía sin dudas.
El encapuchado era Archer.
¿Lo habrá reconocido? Sam esperaba que no lo haya visto porque sino, ¿cómo lo enfrentaría? ¿Qué haría ahora Sam con esa información? ¿Debía decírselo a alguien?
Intentó calmar los latidos de su corazón. Por ahora, solo intentaría escapar y no pensar en ello.
—Sam, ¿qué pasa? Te volviste pálido de repente —comentó Connor. Sam no sabía si decirle o no lo que estaba pasando. Después de todo, podría ponerlo en peligro y si eso llegara a pasar, jamás se lo perdonaría.
—Es solo mi pierna, creo que cuando tropecé me lastimé fuerte —susurró.
Connor se movió hasta quedar cerca de la pierna de Sam, donde levantó el pantalón para poder ver algo. Después de una inspección minuciosa, regresó a su lado.
—No tienes nada visible, ni siquiera una hinchazón, el dolor pasará pronto —afirmó Connor. Sam asintió con la cabeza confiando en él.
—¡Aquí no hay nada! Mejor vámonos —se quejó Vince. Tanto Sam como Connor se paralizaron al notar que la voz provenía del patio trasero. ¡Estaban demasiado cerca!—. Además, ¿qué piensas hacer cuando los encuentres? ¿Amenazarlos con esa arma de juguete? ¡Eso solo sirve para el tiro al blanco no para intimidar personas! -se burló Vince.
Sam entendió en ese momento la razón por la que la herida de Connor no sangró y solo obtuvo un moretón. ¡Aquella arma era de la casa del tiro al blanco del parque de diversiones! As, o Archer, debió tomarlo del lugar cuando vio que ambos estaban huyendo.
—Cállate —Archer respondió enojado—. ¿Estás seguro de que no están ahí? Me pareció ver que doblaron en esta calle.
—No, no hay nada de nada. Ya revisé todo —menos mal el tal Vince era un holgazán y mintió en vez de decir que jamás puso un pie adentro.
—Está bien, vámonos -respondió Archer con frustración.
Sam simplemente no podía asimilar lo que estaba sucediendo.
—¿Qué es eso? —preguntó Connor. Sam no entendió al principio, pero luego siguió la línea de su mirada y encontró la marca roja que Iker había dejado en su brazo. Sam pensó que ya no se notaría después de un rato, pero se equivocó. Iker lo agarró más fuerte de lo que pensó, eso sumado a su piel sensible, dejó algo parecido a un moretón formándose en el brazo—. ¿Quién te lo hizo? —cambió la pregunta al notar que parecía una huella de manos.
—Fue una estupidez, no es para tanto —Sam le restó importancia. Todavía hablaban en voz baja ya que no sabían si Archer y Vince realmente se habían ido. Connor le dedicó a Sam una mirada tan intensa que tuvo que desviar la vista.
—Dímelo, Sam —rogó, pero contrario a su expresión, su voz fue suave.
—Fue Iker —Connor lanzó una maldición—. Descubrió que estoy al tanto de lo que pasó con Cameron y que sé que te chantajeó.
—¿Y el resto...?
—No sabe que tú y yo... bueno... —Sam sintió una calidez acentuándose en el rostro.
—¿No sabe que estamos saliendo? —añadió Connor, pero notó también que el chico se sintió avergonzado, solo que intentó disimularlo con un carraspeo. Sam negó con la cabeza—. Al menos todavía tenemos cierta ventaja sobre él.
Sam se recostó contra la pared fría y húmeda y levantó los pies a la altura del pecho, Connor hizo lo mismo.
—¿Qué crees que hará ahora? —preguntó Sam.
—Lo más probable es que quiera volver a reiterarme su amenaza —dio un suspiro cansado de Iker.
—No podemos dejar que se salga con la suya —Sam afirmó con convicción—. Esta vez me lo tomaré más enserio. No descansaré hasta que pague por todo.
—¿Qué pasa si...? —Connor calló. Sam repitió la pregunta para hacer que continúe—. Es solo que tengo miedo de que si algún día lo descubres, te alejes de mí.
Sam vio como Connor se encogía hasta que su cabeza tocó sus rodillas. La posición le dio a entender lo miserable que se sentía ante aquella posibilidad. Sam volvió a rememorar las palabras de Iker y la llamada telefónica que hizo. Aunque confiaba en Connor, no podía evitar pensar ahora que las personas no siempre son lo que aparentar ser. Lo confirmó minutos antes al descubrir lo de Archer. La duda ahora entró en su mente. ¿Serían ciertas las palabras de Iker? Sam sacudió la cabeza. ¡No se dejaría engañar por él!
—Confío en ti —dijo luego de un largo silencio donde Connor se hundió aún más en la tristeza—. Si no quieres decírmelo ahora, está bien. Sabes que puedes contar conmigo, no sé qué es eso que ocultas, pero, en cualquier caso, buscaremos la forma de solucionar lo que Iker está haciendo.
Sam llevó su mano para agarrar la de Connor, quien volteó la cabeza hacia su dirección con una sonrisa discreta en el rostro.
—Sabes, estuve pensando. ¿Recuerdas a tu compañero del que se dice que tuvo una sobredosis?
—¿Michel? ¿Qué pasa con él? —Connor frunció el ceño ligeramente confundido.
—¿Sabes si los rumores son ciertos? Imagino que tú, como su compañero de prácticas, deberías saberlo —Sam empezó a indagar más. Tenía una ligera sospecha en su mente, pero no estaba seguro de querer decirlo en voz alta. Sin embargo, Connor era el único que tal vez creyera en él.
—Lastimosamente es verdad —Connor dio un suspiro largo—. ¿Te acuerdas de lo que te dije el día que pasó el accidente? —Sam asintió con la cabeza. Ese día Connor le había dicho que algunos del equipo solían meterse una que otra cosa en el cuerpo, a veces—. No pensé que llegaría a ocurrir esto o si no hubiera podido hacer algo, cualquier cosa para advertirle de las consecuencias o decírselo a sus padres, pero Michel una vez me imploró que no se lo diga a nadie, que solo era un pasatiempo divertido. Mi error fue creerle.
—Connor, no puedes culparte por eso. Lo que pasó fue a consecuencia de sus propias acciones. ¿Crees que Michel te hubiera hecho caso si le hubieras advertido? Nada de eso tuvo que ver contigo.
—No lo sé, Sam. Pero es imposible no pensar en los "si hubiera" cuando pasa un accidente. La buena noticia es que ahora está mejorando. Espero pueda ir a rehabilitación. ¿Por qué lo preguntas?
—Es solo que... ¿no crees que Iker podría haber sabido de esto? Después de todo, él es el capitán del equipo y por lo que he visto, es muy unido a sus compañeros. El día que fuimos a la fiesta, él era el anfitrión. Es imposible que no lo supiera.
—¿Crees que él tenga algo que ver? —Connor giró el rostro hacia él, conmocionado.
—No lo sé... —Sam recordó algo en ese momento—. El día de la competencia, ¿qué fue lo que te susurró Iker al oído? ¿Era alguna especie de advertencia sin sentido de nuevo?
Sam recordó también que Archer le pasó una pastilla en la fiesta del equipo de fútbol. ¿Y si él y Archer estaban de alguna manera involucrados?
—Solo que no crea ni por un minuto que me saldré con la mía -se encogió de hombros—. Pensé que se refería a cualquier otra cosa, pero ahora que me dices que él ya sabe de lo nuestro, lo más probable es que nos haya visto y se haya molestado.
—Es un... —Sam apretó los puños con rabia—. No me extrañaría que tuviera algo que ver con la sobredosis de Michel.
—Lo que dices puede ser verdad, pero no hay ninguna conexión entre lo que pasó con Michel y lo de Iker. Yo nunca lo he visto hacer comentarios de aquel tema, de hecho, él odia siquiera que se encienda un cigarrillo frente a él.
—Tal vez solo esté siendo paranoico —Sam se llevó las manos en la cabeza en señal de frustración—. Es solo que... podemos esperar cualquier cosa de él.
—Eso no puedo negarlo.
Permanecieron mucho tiempo sentados. Sam se había acercado a Connor hasta posar su cuerpo contra el de él para brindarle apoyo. Connor se había relajado luego de las palabras de Sam y solo se dispuso a acariciar la palma de su mano con el dedo pulgar haciendo que el estómago de Sam cosquillee cálidamente.
—Creo que ya es hora de irnos —Sam se levantó y sacudió la parte trasera de sus pantalones. Afuera, ya no había rastros de ninguna persona. Debían aprovechar el momento antes de que la oscuridad los consuma por completo.
—Perdón por arruinar la cita —Connor comentó con los hombros hundidos. Sam le pasó la mano nuevamente.
—No has arruinado nada. De hecho, fue muy divertido pasear dentro del parque. Lo de aquel sujeto... —dijo refiriéndose a Archer-, no fue culpa de nadie. Hagamos un acuerdo, ¿quieres? Solo mantengamos en nuestra memoria la primera parte de la cita y olvidemos todo lo demás.
Sam sabía que una parte de sus palabras no era cierta. La de olvidar lo que hizo Archer. Sin embargo, no quería que Connor cargara con aquel peso, por lo que sería mejor mantenerlo al margen de aquella información.
Connor miró dubitativo, no queriendo ceder a la oferta de Sam pues para él, era imposible simplemente borrar de su mente lo sucedido. Pero aún así, tomó la mano de Sam y la apretó fingiendo aceptar sus palabras, sin embargo, aquel hecho no abandonaría su mente en un largo tiempo.
Salieron de la casa y tal y como lo pensaron, ya no había nadie merodeando el lugar. Suspiraron con alivio y se encaminaron a la parada de autobuses. Connor notó que Sam todavía cojeaba un poco y se quitó la mochila de los hombros y le ofreció su espalda.
—Sube.
—¿Qué haces? ¡No voy a subir! —De tan solo imaginarse a sí mismo sobre los hombros de Connor, Sam sintió vergüenza extrema.
—Hazlo, así podremos llegar más rápido —sugirió Connor utilizando una voz conciliadora.
Si se seguía negando, solo estaría atrasándolos más y eso era algo que no se podía permitir.
—Está bien, pero yo llevaré tus cosas —Connor quiso protestar—. O si no, no hay trato.
Connor cedió y Sam se acomodó sobre la firme espalda, con los brazos abrazando el torso del chico y los pies tomados a cada lado.
—¿No te duele el brazo? —preguntó al sentir el fuerte agarre del chico en sus piernas.
—Ya no, solo es como una pequeña picazón. Esas balas debían ser muy viejas —Sam dudó un poco. Recordaba perfectamente el moretón de Connor.
Se alejaron tanto del parque de diversiones que ahora el camino les parecía el doble de largo. Miraron con escrutinio alrededor por si alguien los seguía, pero todo estaba vacío. Sam se relajó y descansó la cabeza sobre el hombro de Connor. Se sentía tan extraño como cálido estar sujeto tan cerca de él.
—Llegamos —murmuró Connor.
Sam abrió los ojos, avergonzado al darse cuenta de que estuvo dormitando encima de Connor sin haberse dado cuenta. Quiso disculparse de inmediato, pero el autobús apareció en ese momento y ellos no pudieron estar más agradecidos. Mientras más pronto escaparan de ese infierno, mejor.
Ya en el autobús, el chofer los miró algo dudoso y al sentarse uno a lado de otro en la parte de atrás, supieron por qué. Estaban completamente sucios. De la cabeza a los pies. Parecían haber salido de una lucha salvaje subterránea.
—Mi mamá va a matarme —se quejó.
—¿Por qué no vienes a mi casa? —sugirió Connor con algo de timidez. Sam no quería abusar demasiado de su confianza, pero era eso o llevarse una reprimenda épica con millones de interrogantes de parte de sus padres y hermanos, por lo que accedió a su invitación —. ¡Genial, avisaré a mi mamá que nos vamos! —exclamó al escuchar a Sam.
Connor revisó en sus bolsillos delanteros, pero no encontró rastros del celular, tocó el bolsillo de la remera. Nada. En la mochila, tampoco. Abrió los ojos con incredulidad y miró a Sam quien también se preocupó.
—Lo perdí —afirmó y tragó saliva con fuerza.
—¿Estás seguro? —preguntó alarmado.
—¡Por supuesto! Recuerdo que lo guardé en el bolsillo de los pantalones ni bien terminé de tomarte la foto. ¿Qué voy a hacer ahora? Mis padres van a castigarme cuando se enteren...
Sam pensó en un momento en la posibilidad de que Archer encuentre el móvil. Sabría de inmediato quienes eran los que lo vieron por sus fotos en la galería.
—¿No tienes activado el localizador en caso de extravíos? —indagó.
—Sí lo tengo, espero poder encontrarlo de nuevo —se lamentó, Sam entendió que perder el celular debía ser un golpe duro para él—. Ahora perderé todas nuestras fotos de hoy, ¡soy un idiota!
—¿Es eso lo que te preocupa?
—¡Por supuesto! El celular puedo comprármelo cualquier otro día, bueno, mis padres lo harían...pero los recuerdos de aquel día ya no los podré recuperar. Además de una que otra información indispensable, aunque de esas al menos tengo una copia de seguridad.
—No te preocupes —Sam lo reconfortó—. Podemos salir en otra cita, no estés afligido por eso.
«De lo que debemos preocuparnos es que Archer no lo tenga o de otra manera, sabrá nuestras identidades, al menos la mía» pensó, pero no lo dijo en voz alta para no añadirle más problemas a Connor.
—¡Connor, maldito niño desconsiderado! ¿Qué son estas horas de llegar y con toda esa suciedad encima? ¡Ni creas que te permitiré meter ese uniforme a la lavadora, lo más probable es que la descompongas! Lo lavarás a mano, ¿entiendes? ¡A mano!
La mamá de Connor, aquella señora que le pareció dulce y comprensiva en ese momento estaba dándole un sermón a Connor a todo pulmón sobre lo preocupada que estuvo sin saber nada de él desde la tarde y más teniendo en cuenta lo desaliñado que se presentó. Sam, en cambio, estaba sentado en la sala de estar, escuchando todo eso. Al principio se rehusó a ensuciar los muebles de la casa, pero el padre de Connor insistió en que tomara asiento pues la plática con su hijo iba a tomar mucho tiempo.
A su lado, Coco movía la cola alegre por su visita, pero con un ojo atento a la conversación, sus orejas movedizas lo confirmaban.
—Tendremos que enseñarte a tomar un poco más de responsabilidad por tus actos, esto es pasarse de la raya —El padre de Connor añadió aún más sal a la herida.
—¡Encima perdiste tu celular! ¿Qué sigue después? Si no fuera porque tienes la cabeza pegada al cuerpo, estoy segura de que también la hubieras perdido a estas alturas —continuó la madre.
Sam estaba incómodo a escalas indescriptibles. No sabía qué hacer para ayudarlo, supuso que cualquier cosa que saliera de su boca, solo traería más interrogatorios de parte de los padres del chico.
—Lo siento, prometo que ya no volverá a pasar —se disculpó Connor con una voz apenas perceptible.
Sam lo imaginó como a un perro con las orejas bajas por la tristeza y le llenó un sentimiento de ternura. Al parecer, con sus padres pasaba lo mismo porque escuchó como suspiraron al unísono.
—Está bien, corazón, pero ya no debes darnos estos sustos. Debes decirnos tus horarios o nuestra mente empieza a imaginar escenarios para nada felices —afirmó su madre, esta vez con una voz más conciliadora.
—Está bien, mamá.
—Ahora ve junto a Sam, debe estar incómodo escuchando esta conversación. ¡Sam, no te espantes, esto es solo reprimenda de rutina! —gritó la mujer.
—Lo entiendo, señora, no se preocupe —gritó Sam lo suficientemente alto para que pudieran escucharlo. Si antes estaba incómodo, ahora fue mucho peor.
—¡Mamá! —susurró Connor—. No me avergüences frente a él más de lo que ya lo estás haciendo.
—¿En qué momento te avergoncé? ¡Tú solito eres el que decide meterse en problemas! —replicó su madre en voz baja, pero perfectamente audible para Sam—. ¿Escuchaste eso, Esteban? ¡Tu hijo acaba de subirme la voz! —La mujer dijo con aflicción bastante fingida incluso para sus lejanos oídos.
—Connor, no contestes a tu madre, ella solo está preocupada por ti.
—Sí, señor. Lo siento, mamá —volvió a decir Connor con arrepentimiento. Era el único que se creyó aquello. Connor era extrañamente inocente en algunos sentidos.
Menos mal Sam había avisado a su madre que iba a quedarse a dormir en casa de un amigo a estudiar para la segunda etapa de la competencia. Quiso decirle a su padre en un principio, pero la última vez que lo hizo este no le dijo a su mamá y terminó recibiendo un regaño. Los murmullos siguieron por varios minutos más, esta vez ya no pudo escuchar nada, mientras tanto, revisó su móvil en busca de algún mensaje o algo por el estilo, tenía la paranoia de Archer mandándole una amenaza por medio del celular de Connor, pero hasta ahora no hubo noticias de él.
En cambio, recibió un mensaje de su hermano.
A Sam le carcomía las tripas tener que mentirle a su hermano, pero necesitaba tiempo para poder decirle a los demás lo que le pasaba con Connor. Sería un golpe duro para Cameron enterarse de la nada. No sabía cuál sería su reacción, de hecho, estaba un poco aterrado por eso. Quería a Connor y no le gustaba ocultar sus sentimientos.
La respuesta de Cameron fue casi la misma que Sam le dijo a Connor cuando este le habló del secreto por el cual Iker lo chantajeaba. Por lo que entendió perfectamente lo que su hermano trataba de decirle.
Rayos. El plan de Sam era usar a Lucas de cuartada, pero no contó con que Cam preguntaría su paradero. Si contestaba con una evasiva, lo más probable era que se diera cuenta de que estaba ocultando algo y no quería pelear con él de nuevo.
Sam de inmediato se arrepintió y quiso borrar el mensaje, pero en vez de darle a la opción de eliminar para todos, presionó eliminar para mí.
Cameron estaba escribiendo. Doble mierda.
Decidió que ya no quería discutir con su hermano y cobardemente, guardó el celular en el bolsillo. Ya después vería la manera de inventarse algo para zafar de aquel problema.
—¿Mejor? —preguntó Connor en cuanto Sam salió del baño. Llevaba encima las ropas del otro chico, las cuales olían a lavanda como la última vez. Le quedaba un poco grande en la cintura y el cuello, pero no era tanto como para ser incómodo, por el contrario, resultaban bastante confortables.
—De hecho, sí. Supongo que ahora es tu turno, ¿cierto?
Connor asintió con la cabeza y pasó a lado de Sam, no sin antes acercar su cabeza a su hombro y depositar un beso muy cerca del cuello. Como si su osadía hubiera sido instintiva antes de elaborada, fue rápidamente a encerrarse en el baño, dejando a Sam sintiendo aquella zona como si lo hubieran electrocutado con una picana.
Decidió indagar en su habitación para poder relajar su mente y sobre todo, su cuerpo. Connor era ordenado, pero no extremista. La última vez no pudo concentrarse alrededor, pero ahora sentía más que solo curiosidad por el chico. Imágenes de deportistas famosos colgaban de las paredes y una que otra banda de música que no reconoció. Tenía varias revistas de deporte apiladas, así como unas cuantas de interés adolescente. En un estante arriba del escritorio, estaban apilados una serie de libros, ¡e incluso había mangas! Sam no sabía que Connor los leía. Miró los títulos uno a uno sorprendiéndose al encontrar tomos parecidos a los que él tenía. Juraría que eran exactamente los mismos títulos. Al costado del estante, como si fuera un pequeño tesoro, había un muñeco muy viejo del hombre araña. A Sam le asaltó un recuerdo lejano al verlo, por lo que lo tomó en sus manos.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y entró la madre del chico. La mujer llevaba un cesto en la mano y entró con el ceño fruncido, pero en cuanto vio a Sam, se formó una sonrisa en el rostro.
—Querido, solo vengo a recoger sus uniformes para poder lavarlos y secarlos —comentó acercándose a él.
—Pensé que...
—¿Qué Connor realmente lo lavaría con la mano? —se rió—. Eso solo lo dije para asustarlo, no soy tan cruel —la mujer se acercó a Sam como si quisiera contarle un secreto—. ¿Sabes? Connor es tan buen hijo que a veces Esteban y yo le jugamos unas cuantas bromas. ¡Sus reacciones son tan tiernas!
Sam rió en acuerdo. Entendía perfectamente lo que la señora Silva decía.
—¡Oh, ten cuidado con eso! —dijo al ver el muñeco de acción—. Connor es bastante celoso por ese juguete. Lo ha tenido por más de diez años. Lo quise tirar varias veces, pero él no me lo permite.
—Entonces lo devolveré a su lugar, no quiero romperlo y que se enoje conmigo —murmuró apenado.
—Creo que eso es imposible —la madre sonrió como si supiera un secreto. Sam pudo apreciar que sus ojos brillaban como los de Connor—. Eres muy importante para él, ¡ese hijo mío es tan transparente! —se abanicó la cara con una de las manos.
—Mamá, ¿qué le estás contando a Sam? —Connor se apresuró a llegar junto a ellos.
—Le decía que me dé su ropa para ir a lavarla, mañana tienen escuela y Sam no trajo otro uniforme —respondió la señora Silva con inocencia. Connor se relajó, pero luego vio la figura de acción que Sam tenía en las manos.
—¡Cuidado con eso! —le dijo, pero no hubo regaño en su voz—. Es valioso para mí —luego se dirigió a su madre—. Iré a traerte los uniformes.
La señora Silva vio con una sonrisa secreta como su hijo iba nuevamente al baño.
—Te lo dije —susurró y le guiñó el ojo.
Sam de repente se sintió avergonzado.
Connor volvió después de unos minutos con la ropa y se la dio a su madre, quien se despidió no sin antes avisarles que en media hora, su esposo ya tendría la cena preparada. A Sam le agradaba mucho esta familia, eran cálidos y amables, aunque a veces se pasaban un poco con los regaños a Connor quien se los tomaba muy en serio.
—Siento que lo he visto alguna vez —murmuró pensativo al inspeccionar el juguete. Se sentía un poco bien ser uno de los elegidos por Connor de poder sostenerlo.
—¿En verdad no lo reconoces? —preguntó acercándose a él por detrás. Puso sus manos en cada lado de los extremos del hombro de Sam y hablo cerca de sus oídos—. Intenta recordarlo.
La voz de Connor le dio escalofríos de pies a cabeza. Estaba muy cerca de él y sabía que no era el único consciente de ello. Era imposible pensar en algo que no fuera su aliento cosquilleándole la piel.
—¿Me lo dices y nos ahorramos el hacerme un agujero en el cerebro debido a mi mala memoria? —bromeó y la risa de Connor vibró cerca de él.
El momento se cortó cuando el chico fue frente a Sam y tomó el objeto para inspeccionarlo de cerca.
—Te lo diré, pero tienes prohibido burlarte —advirtió y Sam hizo un ademán de promesa llevándose la mano a la altura del corazón. Connor rió nervioso, dio un gran suspiro y habló—. Es de la primera vez que te vi. Estabas desesperado en el parque, con tus mejillas rojas debido al esfuerzo de buscar el juguete que se te había perdido.
—¡Ahora lo recuerdo! —exclamó Sam sorprendido. La viva imagen de un pequeño Connor de ojos dorados e inocentes vino a su mente—. Pero aquella vez, luego de ayudarme, ¿acaso no me confundiste con mi hermano y te volviste amigo de él?
—Es verdad —murmuró apenado—. Al siguiente día de haberte conocido, fueron al parque nuevamente, pero me di cuenta de que estabas algo diferente que el día anterior. No supe sino después de un largo tiempo, que Cameron y tu eran mellizos. Ahí caí en la cuenta de que fuiste tú el niño al que ayudé una vez. La inocencia que tenía de niño no me permitió ver las diferencias entre ustedes. Aunque tampoco me arrepiento de hacer amistad con Cameron —se encogió de hombros.
—Pero entonces, eso significa que este juguete me pertenece ¿Cómo es que lo tienes tú?
—Cuando supe que eras tú el niño de aquella vez, yo ya era bastante amigo de Cameron, así que se lo pedí como un pretexto para poder acercarme a ti y él me lo regaló.
Cameron siempre fue así, regalando sus cosas como si fueran las suyas. Aunque Sam no podía molestarse ahora por algo que pasó hace años.
—¿Por qué nunca te acercaste? —preguntó intrigado.
—Porque era muy inseguro. Tú tenías un aura alrededor que me hacía replantear la idea de acercarme. No me malinterpretes, no era nada malo ni intencional de tu parte, pero digamos que para mí era algo importante y tenía miedo de que tú rechazaras mis intentos de ser tu amigo. Mis pensamientos eran muy infantiles.
Sam se atrevería a decir que no solo antes fue un niño inseguro, sino que lo seguía siendo hasta ahora. Detrás de toda la timidez que se vislumbraba a veces en él, estaba alguien temeroso del rechazo, con inseguridades y nervios.
—Tal vez yo debí haber dicho algo. No recuerdo tan bien lo que pasó desde ese día, pero estoy seguro de que llegué a considerarte mi primer amigo.
—Para mí también lo fuiste. Crecí mirándote desde lejos, sin atreverme a hablarte. Eras un chico tan inteligente y maduro que tenía el temor de que pensaras que era muy torpe para estar cerca de ti. De a poco fui dándome cuenta de que mis sentimientos por ti eran más profundos de lo que pensé en un principio —El corazón de Sam saltó como si fuera el aleteo de una mariposa.
—Con eso te refieres a...
—Desde que tengo memoria, he estado enamorado de ti —confesó con un toque de sonrojo en sus mejillas. Sus ojos resplandecieron con aquella confesión, como si quisiera transmitirle a Sam algo más que simples palabras—. A medida que pasaban los años, fui confirmándolo cada vez más. Lo que sentía, al principio fue como un pequeño cúmulo de agua que de a poco fue despertando cada vez más hasta formar una corriente que ya no podía controlar. Lo negué muchas veces, pero eso solo me hacía daño. Aquel día bajo la lluvia, cuando te besé por primera vez, no sabes la avalancha de emociones que se desató en mi interior. Fue como si finalmente, pudiera extender mis brazos y cortar la distancia entrelos dos.
Connor juntó sus manos con las suyas, entrelazándolas y jugando con ellas, feliz de poder estar tan cerca de Sam como siempre lo quiso. Cometió varios errores, llegó a sentirse odiado por Sam, hirió a personas cercanas a él, era el primero en decirse a sí mismo que solo recibiría rencor y desprecio de parte del chico. Sin embargo, ahora estaban uno frente al otro, con las manos juntas y sus corazones sincronizando los latidos.
Sam estaba perplejo con la confesión. A pesar de ser solitario y distante, tuvo a Connor mirándole desde lejos y deseando poder entrar en su vida. No sabía qué decir. La calidez de sus palabras lo abrigaron como si fuera una fogata en una noche helada. Tocó con más delicadeza que antes la figura que Connor le devolvió y levantó la mirada para verlo a los ojos. Connor estaba parado frente a él, con una sonrisa amable en los labios y con tanto amor en su expresión que el tonto era él por no haberlo visto antes.
Abrazó al chico con todas sus fuerzas. Connor envolvió su cuerpo contra el suyo y permanecieron de esa manera por varios minutos hasta que una voz masculina gritó desde abajo.
—¡Es hora de cenar! Será mejor que bajen en menos de un minuto si no quieren sufrir las consecuencias.
Sam rió por la amenaza vacía. Connor no lo soltó hasta que escucharon la segunda advertencia.
—Deberíamos irnos si no queremos que tu padre nos corte la cabeza.
—Tienes razón.
Se soltaron y fueron hasta la mesa. La cena fue acogedora. Los padres de Connor eran realmente buenas personas con el pequeño hábito de querer tomarle el pelo a su hijo de vez en cuando. Al señor Esteban le encantaba contar historias de cuando fue jugador de fútbol en su juventud y su esposa añadía datos importantes de acuerdo su criterio, incluso Connor agrega uno que otro detalle de sus propios partidos. Compartían un enorme amor hacia los deportes, pero a la vez, eso no era todo lo que los unía, tenían un lazo muy fuerte y eso era palpable.
Como lo pensó desde que llegó a la casa, el tema se su hermano salió a colación.
—Él está muy bien, sufrió un accidente hace poco, pero ahora está en tratamiento constante —Los padres de Connor se mostraron conmocionados.
—Connor nos contó algo sobre eso, deberíamos tratar de hacerle una visita ya que ni siquiera pudimos ir junto a él en el hospital —Sam y Connor se dieron una mirada de soslayo, no era una buena idea para nada.
—Será mejor que esperen un poco más, tal vez el ambiente ahora no sea el mejor —comentó Connor.
—Es solo que estamos preocupados por él. Esa vez que nos dijiste que Cameron y tu habían peleado, lucías tan triste y abatido...
—¡Mamá! —exclamó Connor con la cara roja sin atreverse a hacer contacto visual con Sam.
—No le levantes la voz a tu madre, ella solo está preocupada por ti. Parecías un muerto viviente por semanas enteras, ¡incluso llegamos a pensar que tenías depresión o alguna cosa similar! —añadió su padre. Connor tenía tremendas ganas de abrir un pozo en la tierra para enterrarse vivo, con sus padres dentro.
—Hablamos con tía Leila, es psicóloga —aclaró la señora Silva hacia Sam—, y nos dijo que te observáramos de cerca. Menos mal volviste a ser tú mismo de nuevo.
—Eso es una gran historia, ahora pasemos a otra...
—Creo que eso te lo debemos a ti, Sam —continuó el padre de Connor como si el chico no hubiera dicho nada—. Contigo a su lado, ahora sonríe más a menudo —luego volteó hacia su hijo, quien ya no sabía dónde meter la cara—. Nos alegra que pudieras pasar esa etapa.
—Pero nos gustaría que también hagas las paces con Cameron. Él es tu amigo de la infancia. ¡Inseparables! Si te importa lo suficiente...
—¡Por supuesto que me importa Cameron! Pero hay cosas... ustedes no lo entenderían —Connor se sentó perezosamente en la silla, resolviendo la comida sin apetito.
—Estoy seguro de que tú y Cameron podrán volver a ser amigos —Sam le dijo a Connor. No le gustaba verlo tan desesperanzado—. Ellos solo necesitan tiempo —esta vez se dirigió a los padres del chico.
Los señores Silva comentaron en acuerdo y terminaron el tema, pues también notaron que su hijo se desanimaba cada vez más. Fueron a lo seguro, deportes, estudios, competencia, y otros que Sam ya no pudo recordar.
Llegada la noche, luego de cepillarse los dientes con uno de reserva que le pasó el padre de Connor, observó la incomodidad de Connor en la habitación.
—No te presiones, podrás hablar con Cameron cuando puedas, él te escuchará —fue a sentarse a lado de él en la cama.
—Tal vez lo haga, ¿pero qué hay de lo otro? —preguntó dubitativo—. Quiero decir, cuando le digamos que tú y yo estamos juntos.
Sam no sabía qué responder a eso, Connor lo supo por su expresión. Lanzó un suspiro resignado y se subió en el colchón con las piernas cruzadas.
—¿Quieres que lo hagamos público? Si se lo decimos a Cameron, también deben saberlo los demás —afirmó. Copió los pasos de Connor y fue a colocarse a lado de él, hombro con hombro.
—Yo quería hacerlo —afirmó sin titubeos—, pero primero tengo que deshacerme de Iker.
—Entonces debemos ponernos las pilas aún más —lo alentó Sam.
Sus padres pasaron a darle las buenas noches con sendos pijamas que incluso combinaban. Connor repitió lo mismo y muy pronto, ambos estaban acostados cara a cara y con las rodillas rozándose ligeramente. Connor se notaba ansioso a medida que pasaba el tiempo y Sam podía entender por qué, lo cual le resultaba divertido.
—Olvidaste localizar tu celular —murmuró.
—Mañana iré con mi papá a hacer la denuncia y luego intentaré hacerlo, estoy seguro de que podré recuperarlo —contestó. Su aliento le hizo cosquillas.
Se quedaron mirándose fijamente. Ambos deseaban poder acercarse más al otro, pero ninguno se atrevía a dar el primer paso. Connor llevó sus manos para tocar la de Sam, el chico podía intuir que le encantaba hacer aquello, no perdía la oportunidad de entrelazar sus dedos.
Sam estaba cansado de esperar, por lo que acercó su rostro al de Connor, empujando sus labios con los suyos. Esta vez disfrutaron del otro sin apuros y sin temor a ser interrumpidos. El aliento de Connor era cálido y fresco, si bien su toque era tímido y reservado, Sam profundizó el contacto para quitarle todas sus inhibiciones. Los brazos de Connor eran fuertes y largos, por lo que podían rodear a Sam fácilmente, sus caricias le daban escalofríos en cada lugar que hacían contacto.
Se separaron unos segundos para recobrar el aliento. Connor dejó su reserva inicial y tal y como sucedió aquella noche lluviosa en la competencia, se animó a actuar impulsivamente. El toque de Connor quemaba a Sam por donde lo tocaba, sus besos invadían su boca, luego bajaban provocadoramente por la mandíbula hasta llegar al cuello para luego subir nuevamente. El pecho de Sam se movía al ritmo de su respiración, amenazando con dejarlo sin aire.
Metió una de las piernas para posicionarlo entre las de Connor, haciendo que ambos lancen un jadeo al sentir el roce entre las partes de su cuerpo que estaban despertando y demandando atención. El cuerpo de Sam era un poco más pequeño que el de Connor, por lo que aprovechó para moverse y quedarse semi recostado sobre él, creando así el ajuste perfecto entre ambos.
—Sam, vas a matarme si continúas así —susurró Connor, pero ninguno de los dos se alejó.
—Admite que no todo es mi culpa —rió mientras depositaba besos erráticos y mordidas suaves contra su piel. Connor estaba luchando para no dejarse llevar—. No te contengas, yo tampoco lo haré.
Connor aprovechó aquella luz verde y empujó a Sam contra la cama para luego darle un beso profundo, como ninguno que le hubiera dado hasta ahora, haciendo que sus piernas se debiliten y otras partes se fortalezcan. Connor lo tomó de la cadera y acercó su pelvis para rozarlo contra la suya y al sentir aquella parte del otro, lanzaron un gemido al unísono. Sin embargo, cuando estaban en la mejor parte, Connor retrocedió.
—No podemos —susurró—. No tenemos protección —se lamentó.
Sam quiso decirle que no importaba, pero intuía que Connor no cedería ante su demanda, era demasiado correcto en algunos sentidos. Además, Sam sabía lo suficiente para poder darse cuenta de los riesgos que podía acarrear si seguían.
—Entonces... podemos... —se sintió cohibido al decir su idea en voz alta—. Tú puedes con el mío y yo con el tuyo —murmuró. ¿De dónde sacó la valentía para hacerlo? Sam jamás sabría la respuesta a esa pregunta.
Connor lo miró asombrado, pero una lenta sonrisa asomó sus húmedos e hinchados labios. Asintió con la cabeza y lo tomó nuevamente de la cintura para acomodarlo de costado, muy pegado a su torso que incluso sus respiraciones podían ser sentidas por el otro. Llevó sus manos por debajo de los pantalones de Sam. Su tacto tibio le hizo contener el aliento por un segundo. Los dedos de Connor se sentían lo suficientemente bien como para poder lanzar un gemido amortiguado y recostar su cabeza contra el pecho del chico. Sin embargo, no se quedó atrás y con energía renovada, tomó también el de Connor.
Sam quedó fascinado al ver como Connor se mordía los labios con fuerza a la par que un sudor ligero se asomaba en su frente. La vista del chico le confirmó todo aquello que ya sabía. Amaba a Connor hasta el punto de que el solo mirarlo, era una deleite para sus sentidos.
—Sam... por favor, mueve tus manos —suplicó el chico. Sam sonrió con picardía e hizo lo que le ordenó Connor, pero con una velocidad lenta y tortuosa. Connor lo miró con reproche, y copió el mismo movimiento en Sam haciendo que este cerrara los ojos por la intensidad del momento.
—No sabía que fueras tan vengativo —le recriminó. Connor se lo tomó con humor.
Decidió dejar los juegos atrás y aceleró el ritmo de su mano. Connor murmuró su nombre por lo bajo y él también hizo lo mismo. Ambos estaban disfrutando del toque del otro tratando de prolongar el momento lo máximo posible. Sin embargo, la explosión de sus cuerpos fue imposible de refrenar. El sonido que salía de los labios de Sam fue sorpresivo para él, pero una caricia para los oídos de Connor. A su vez, la voz ronca de Connor al sentir su liberación, derritió a Sam hasta dejarlo respirando entrecortadamente contra su pecho.
Permanecieron así por varios minutos, sintiendo los latidos del otro. Se movieron solo para limpiar los rastros de lo que pasó entre los dos en aquella habitación y luego cerraron sus ojos hasta el amanecer. Ni siquiera la alarma fue suficiente para poder levantarlos al día siguiente. Ambos estaban demasiado cansados, tanto que apenas percibieron los toques de la madre del chico contra la puerta.
Connor murmuró un adelante, abriendo los ojos con pereza y vislumbró a su madre tratando de despertarlos. Si encontró sorpresivo el cuerpo de Sam pegado contra el de Connor y los brazos de este envolviendo su cuerpo, no dijo nada. Ya después de salir, fue que ambos cayeron en cuenta de sus posiciones, lo cual por fin logró despabilarlos.
—¿Crees que ella se haya dado cuenta? —preguntó Sam refregando sus ojos contra sus dedos como todas las mañanas.
—No lo sé... por el momento mejor nos levantamos —Connor miró la puerta por donde salió su madre con seriedad, como si estuviera meditando sobre su reacción. Pero lo dejó pasar y se acercó hasta él para decirle los buenos días con un beso muy casto comparado con los que le dedicó la noche anterior. Luego tomó las ropas que Sam no había visto que trajo la mujer y le pasó su uniforme luego de separar el de ambos.
En menos de media hora ya estaban listos para el desayuno. Al llegar a la cocina, escucharon murmullos de los señores Silva, como si estuvieran debatiendo algo seriamente, a Sam le pareció escuchar los nombres de ambos y algo sobre acaramelados, pero en cuando entraron, callaron y desayunaron con tranquilidad. Sam no quería hacer especulaciones. La mirada que le dedicaba el padre de Connor, como si supiera algo que él no, era un poco incómoda, no es como si lo estuviera intimidando ni nada, más bien como si estuviera siendo evaluado de pies a cabeza. Luego de una exhaustiva pausa, el señor Esteban asintió con apreciación y miró a su mujer como si le estuviera comunicando algo, ella hizo una señal de acuerdo y volvieron a tomar café con sus tazas a juego.
—Supongo que a la salida irán a poner la denuncia por el robo de tu celular —Sam interrumpió, después de todo, estaba todavía ansioso por lo que Archer pudiera hacer.
—Lo haremos, ya no te preocupes por eso —afirmó Connor algo adormilado. Todavía seguía con los ojos cansados, por lo que no se dio cuenta del intercambio que hicieron antes sus padres. Además, ya estaba acostumbrado a sus rarezas.
—No nos tomará mucho tiempo una vez que lo localicemos -acordó el padre.
Sam quiso decirle que podían hackearlo si tardaban demasiado, pero tampoco quiso sonar muy pesimista, por lo que solo asintió conforme.
El camino a la escuela fue un poco silencioso. Connor no dejaba de lanzarle miradas cargadas de sentimientos y Sam no podía dejar de prestar atención a la manera en el señor Esteban los estaba espiando a hurtadillas.
Al bajar del auto, sabían que debían separarse para no ser visto juntos o podría traer algunos problemas.
—Odio tener que fingir —se quejó Connor antes se despedirse de él. Sam estaba completamente de acuerdo.
—¿Fingir qué? —preguntó una voz atrás de ellos, haciendo que se congelaran.
Hola a todos, el capítulo estuvo extenso D: espero que les haya gustado. Añadí unos cuantos medios visuales para hacer más dinámica la lectura, aunque puede que se me haya escapado uno que otro error involuntario (ojala no) No olviden dejar sus comentarios, siempre me divierto al leerlos.
Nos vemos muy pronto c:
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