T r e i n t a y u n o
Sam despertó en un hospital con una máscara de oxígeno devolviéndole la pureza a sus pulmones. Miró a los lados con dificultad, como si sus ojos estuvieran negándose a recibir la luz del día. Todo era tan brillante que lo cegó por unos segundos.
—Sam, ¿estás despierto? —reconoció a Cameron, después de unos segundos de confusión, lo halló parado a lado de él. Se paró ni bien Sam se movió.
El chico escuchó unos pitidos de la máquina que estaba a un costado de la cama, era la que solían usar para monitorear los signos vitales. Sintió también como unos cables estaban esparcidos por varias partes del cuerpo. Quiso abrir la boca para preguntarle a Cameron lo que estaba pasando, pero no podía hacer que su voz pasara por su garganta. Estaba todavía rasposa por la cantidad de humo que había ingerido.
—No te esfuerces mucho, solo descansa —la voz de Cameron lo relajó por completo y más cuando sintió sus manos acariciándole el cabello—, avisaré a todos que despertaste.
Cameron hizo una llamada a sus padres para avisarles que Sam se encontraba bien. Por lo que escuchó, ellos estaban alrededor del hospital, probablemente en la cafetería o retirando algunos análisis suyos. Elizabeth probablemente fue obligada a ir al colegio.
—¿Cuántos días? —preguntó. La voz le salió ronca, como si no le perteneciera.
—Llevas así tres días —Cameron se sentó a lado de él en la cama. Sam sintió la tristeza de Cameron por medio de sus gestos y expresiones. Debía tener una apariencia lamentable para que pusiera una cara tan preocupada.
Sam intentó levantarse, pero sus brazos no tenían suficiente fuerza, Cameron lo ayudó. Miró sus brazos y los encontró vendados debido a las quemaduras que recibió. Su estómago también estaba del mismo modo, incluso le seguían doliendo.
—Debo verme fatal —dijo tocándose el rostro.
Cameron no dijo nada. Solo se quedó ahí mirándolo con tristeza y decepción. Sam se sintió fuera de lugar de repente. El ambiente entre ellos pasó a ser incómodo en un segundo y creía saber por qué.
Pensó que tal vez, todos debían estar enterados de la noticia. Pero era imposible, Liam estaba muerto y los demás debían estar en peor estado que él. Cameron no podría saber nada.
Quiso decirle algo al chico, pero su familia los interrumpió. Cameron fue a parar cerca de las puertas de la habitación mirándolo con una sonrisa forzada. Estaba haciendo todo lo posible para que Sam no notase nada raro, pero su él lo conocía demasiado bien.
—Me alegro que ya estés despierto —su mamá lo abrazó, el cabestrillo ya se lo había sacado hace varios días, por lo que podía usar su brazo con mayor comodidad. Su papá también estaba con ella e imitó sus acciones.
Todos lo miraban contentos, pero era bastante obvio que tenían miles de preguntas que hacerle. Pero Sam no tenía las fuerzas suficientes para responderlas ahora, por lo que les siguió la corriente.
Escucharon que alguien golpeó la puerta de la habitación. Cameron la abrió para ver quién era y luego la cerró cuando terminó de decirle algo a la persona que Sam no pudo identificar.
—Era él de nuevo —les dijo a sus padres.
—¿Quién? —preguntó Sam. La actitud de su familia era sospechosa.
—Nadie, Sam. Debes estar enfocado en recuperarte —su madre le acarició la mejilla.
—¿Quién era? —reiteró. Sus padres se miraron entre sí. Aquello nunca eran buenas noticias.
—Era Connor —confesó Cameron—. No ha parado de venir desde el primer día que te trajeron.
El corazón de Sam aleteó. Ahora entendía el porqué Cameron estaba actuando tan sospechoso.
—Quiero verlo —afirmó con fuerza quitándose la máscara de oxígeno. Cameron lo miró como si lo hubiera traicionado. Sus padres también le dieron miradas reprobatorias—. ¿Cómo está? ¿Tiene heridas graves? —interrogó, recordando que había recibido un disparo y que tenía la espalda quemada.
—Sam, no te permitiré ver a ese chico. Cameron nos contó todo lo el daño que le hizo, mientras más lejos esté de mí, mejor, o sino podría decirle unas cuantas verdades a la cara —amenazó su madre—, no puedo creer que lo hayas dejado entrar a la casa antes.
—Es verdad. Él fue una de las personas que peor me trató. ¿No te importa nada de lo que pasó? ¿En verdad tienes el descaro de preguntar por su salud e inclusive quieres verlo? —Entendía a Cameron, estaba dolido y sentía que Sam se había aliado con su enemigo.
—Debes escuchar su versión de los hechos, Cam. No todo es como crees. Hay cosas...
—¡No pienso escucharlo! —gritó—. ¡No harás que haga las paces con él! —Cameron huyó.
Sus padres miraron afligidos la reacción de Cameron. Su madre quiso ir con él, pero su padre le dijo que él podía ir, que ella se quedara con Sam.
Unos minutos después, su padre volvió.
—Me dijo que prefiere estar solo por el momento —el hombre volvió a ubicarse a lado de Sam mientras que el chico, se sentía terriblemente mal por su hermano.
Sus padres le preguntaron cómo se encontraba y si había heridas que le dolían, pero nada que guarde relación con el incendio. Sam, sin embargo, ya no quería fingir que nada pasó.
—¿Qué es lo que saben sobre lo ocurrido? —preguntó el chico con cautela.
El hecho de que todos supieran lo que pasó con Liam y él, de cómo fue culpable de la muerte de Fiorella y lo que hizo bajo su dominio, lo aterraba.
—La policía no está segura de nada. Estaban esperando a que las víctimas cuenten su versión de los hechos. Hasta ahora, solo Connor y el otro chico, que no recuerdo el nombre, son los únicos que pudieron hablar con ellos, pero no dieron mucha información, están más pendientes en su propia recuperación. Es por eso que querían hablar contigo, ellos dijeron que probablemente, tú sabes mucho más que los otros dos —relató su mamá—. ¿Es eso verdad?
Sam desvió la vista de la mirada inquisidora de sus padres. Le daba mucha vergüenza contarle lo que fue capaz de hacer en su mayor momento de vulnerabilidad. Pero debía hacerlo si quería que las cosas cambiaran. Por lo que decidió confiar en ella.
—Todo empezó cuando el profesor Morrison me llamó a su oficina un día...
Sam le relató todo. Desde su relación con Liam, las cosas que se ofreció a hacer por él e incluso lo de Connor. No fue fácil, por lo que no dejó de hablar en todo momento, si paraba ahora, ya no podría continuar.
Su padre retrocedió unos pasos sin poder creer lo que oía, su madre, en cambio, para sorpresa de Sam, lo tomó de la mano y le dio un fuerte apretón para que continuase. No era fácil, estaba por largarse a llorar y ocultarse por la humillación que Liam le hizo pasar. En este momento, solo quería abrazar a su mamá y tener a su padre dándole apoyo.
—Es por eso que Liam hizo todo eso. Jax e Iker solo estuvieron en el lugar y momento equivocados.
—No puedo creerlo... ¿en verdad te involucraste con él? —interrogó su padre—. Es un hombre que te lleva por lo menos quince o más años, ¿en qué estabas pensando? Eso es...
«Asqueroso».
—Lo siento, yo... —Sam se hundió en la cama del hospital aún más.
—¡Estaba pensando en que sus padres nunca lo apoyaron! En que su hermano estaba solo y perdido a causa suya, lo cual no es verdad, e incluso que lo rechazaríamos ni bien empezara a ser sincero con nosotros. No es difícil saber lo que pasó por la mente de nuestro hijo, Richard, es momento de que dejes de lado todos esos residuos de perjuicios que creí que estabas superando y empezar a escucharlos. Nosotros también tenemos la culpa de lo que pasó —su madre tenía las mejillas rojas debido a la furia contra su padre.
Su padre cerró la boca herméticamente, la verdad era que el hombre le tenía un poco de miedo a su esposa cuando esta enfurecía. Se llevó las manos en la frente como intentando que la idea entre dentro de su cabeza, luego suspiró.
—Creo que tienes razón...
—¡Por supuesto que la tengo! —replicó la mujer ni bien el otro empezó a hablar.
—Mamá, papá, no peleen por mi culpa, yo tampoco supe ver que aquel hombre se estaba aprovechando de mí. Ni siquiera cuando sus verdaderas intenciones eran tan obvias.
—A pesar de que eres muy listo, Sam, también eres ingenuo y aquel demonio se aprovechó de ello. Tú solo buscabas en él lo que no encontrabas en otro lado —su madre le acarició tiernamente la mejilla. Ese simple gesto, fue suficiente para que Sam se quebrara.
Su madre sostuvo su cabeza que estaba a la altura de su vientre y le acarició el pelo.
—Lo de Fiorella y Archer jamás hubiera pasado si yo... —Sam lloró y sus palabras quedaron amortiguadas debido a los hipidos que le causó el llanto.
Sus padres también estaban enterados de lo que pasó con Archer, después de todo, iban a la misma iglesia que él. ¿Qué versión habrán dado los padres del chico? Al menos él, no se quedaría de brazos cruzados y diría por todo lo que tuvo que pasar Archer, de su sufrimiento, su falta de comprensión y del cómo con sus últimas fuerzas, hizo todo lo posible para poder salvarlos. Él y Fiorella siempre estarán en el corazón de Sam.
—Shhh. Ya está todo bien... ya no dejaré algo así vuelva a ocurrir —lo consoló la mujer.
Jamás esperó que su madre fuera tan comprensiva con él y que ni siquiera cuestionara sus equivocaciones y también su orientación sexual. Por lo visto, aprendió a ser más empática luego de lo ocurrido con Cameron.
—Entonces..., ¿también eres gay? —preguntó su papá. Sam no tomó de mala manera aquella pregunta porque parecía que el hombre estaba realmente curioso sobre eso, tal vez eso era un avance. Sam quería darles una oportunidad a pesar de todo. Quizás todavía conservaba un poco de esa ingenuidad que dijo su madre.
—Más bien creo que bisexual. Antes me gustaba una chica —Sam se sonrojó al decirlo en voz alta. Después de todo, tuvo un flechazo momentáneo por Madison antes.
—¿Cómo es eso? Si es que te gustan más los hombres, ¿no te vuelve eso homosexual? —su padre se acercaba con pequeños pasos, muy atento a lo que Sam iba a decir.
—No creo que tenga que ver con el porcentaje en que te gusten cada uno, puede que me gusten más los hombres o tal vez las mujeres, pero eso no cambia lo que soy —Sam estaba cada vez más seguro de sus palabras, ahora se conocía más a sí mismo.
—Entonces... —su papá siguió acercándose, su mamá empezaba a exasperarse, pero no dijo nada—, ¿te gusta ese tal Connor? ¿El que maltrató a Cameron? Eso sí es complicarse la vida.
—¡Richard! —lo regañó su madre quien ahora se sentó a lado de él. Sam aprovechó aquel momento para recostar su cabeza contra el hombro de la mujer. ¿Hace cuánto que no la hacía? Se sintió como un niño de nuevo.
—No importa mamá, papá solo quiere entender, ¿cierto? —preguntó Sam, el hombre asintió. Finalmente, se sentó en la punta de la cama—. Es verdad, me gusta Connor —sus mejillas se colorearon. Sus padres no pasaron desapercibidos aquella reacción—, él estuvo siendo chantajeado por otra persona para hacer todo eso.
—¿Chantaje? ¿De quién?
—Un idiota egocéntrico a quien le gusta jugar con los demás —afirmó con frustración. Aunque recordó que Iker ya se disculpó con ellos, por lo que se guardó unos cuantos insultos más—. Él le dijo a Connor que si no hacía lo que él quería, iba a decirle a todos un secreto que estaba ocultando.
—¿Qué secreto? —preguntó su mamá.
—No lo sé todavía —afirmó Sam, pero recordó que antes de ser rescatados, Connor le había dado su celular—, pero independientemente de lo que sea que esconda, no justifica que le hayan obligado a hacer cosas en contra de su voluntad. Más cuando se trataba de Cameron, ustedes lo vieron crecer, saben que él y Cam eran los mejores amigos, ¡incluso se quedaba a dormir en casa a veces! Nadie puede ser tan cruel como para fingir años de amistad. Si ustedes tan solo lo escucharan, sabrán que él es un chico increíble, un poco sensible y muy dulce, alguien que se equivocó, pero que se arrepintió de todo lo que hizo. ¿Acaso no pasó lo mismo con ustedes y aun así Cameron los perdonó? Solo denle una oportunidad —rogó Sam.
Sus padres se miraron a los ojos y llegaron a un acuerdo.
—Escucharemos la versión de Connor, pero no podremos aceptarlo si Cameron no quiere tenerlo cerca. Antes que cualquier persona, la familia está primero y no volveremos a hacer oídos sordos a los sentimientos de nuestros hijos, eso incluye a Cameron.
—¿Y qué hay de mis sentimientos? ¡Yo amo a Connor! No podría soportar perderlo —los ojos de Sam se acumularon de lágrimas no derramadas.
—Te entendemos, Sam y realmente queremos apoyarte, ya cometimos demasiados errores, pero lo mejor es que lleguemos a un acuerdo entre todos. Sam, si Cameron decide no perdonarlo, debes elegir cuál de los dos es más importante, o Connor o tu hermano.
Sam se quedó pensando en lo que le dijeron sus padres. Por un lado, estaba conmovido por la manera en que recibieron las noticias, pensó que iban a culparlo, decepcionarlos y no querrían verlo nunca más. Pero estuvo muy equivocado. Demasiadas heridas en tan poco tiempo, ablandaron sus corazones.
Les pidió un tiempo para pensarlo y sus padres lo entendieron. Su madre le dijo que si necesitaba algo, había un bolsón con unas pocas de sus pertenencias cerca de él, que iría a conseguir algo de comer y que llamara si algo pasara.
También le comentó que algunos oficiales solían pasar con frecuencia a preguntar por su recuperación y que probablemente lo harían pronto de nuevo, que le gustaría que Sam estuviese acompañado si eso llegara a ocurrir.
En la soledad de esa habitación, Sam se recostó contra la almohada y suspiró. Tenía un largo periodo de recuperación por delante, pero eso era lo menos importante para él en esos momentos. Lo que lo inquietaba era si realmente podría escoger entre su hermano y Connor. Se encontraba entre la espada y la pared.
Buscó entre las cosas que su madre le dijo algo con qué distraerse de los pensamientos deprimentes que lo estaban invadiendo y encontró algo que lo dejó sorprendido.
El celular que Connor le dio segundos antes de ser rescatados.
Ahora que tenía la oportunidad de hacerlo, vería qué era lo que realmente ocultaba de él.
Sam prendió el celular y entró. Lo recibió un fondo de pantalla de él sonriendo mientras tomaba un helado. Esa foto fue de cuando se reunieron y Connor le compró el cómic que había roto. ¿En qué momento lo tomó? Sam se sintió un poco cohibido al verse en el teléfono del chico en primer plano.
Recordó a Archer pronunciar algo referente a la galería de fotos, por lo que entró ahí primero.
Sam quedó estupefacto.
Decenas, no, cientos de fotos de él le dieron la bienvenida. Sam caminando por los pasillos del colegio. Sam estudiando en la biblioteca. Tomando agua cerca del bebedero. Riendo con Lucas. Caminando a casa. Todas ellas aparentemente inocentes, pero a la vez, inquietantes.
Luego venían las más reveladoras.
Sam durmiendo plácidamente en su habitación, comiendo en su casa con ropa casual, despertando a la mañana en pijamas. Algunas de ellas parecían ser recortadas de otras fotografías más grandes debido a la calidad de la imagen, pero otras eran enfocadas enteramente en él. Aunque las peores eran de él en situaciones comprometedoras, como la de él con una toalla en la cintura rumbo a su habitación, u otra cuando se estaba poniendo el uniforme del colegio con la boca abierta en un bostezo que podía tragar a toda la casa entera.
Sam no quería seguir viendo.
¿Connor realmente estuvo acosándolo de esa manera?
Todas las fotografías eran de distintos periodos de tiempo, pero se detuvieron a partir de algunos meses, las más actuales eran las del fondo de pantalla y las que tomó en el parque de atracciones.
Era tan perturbador que no sabía cómo reaccionar.
En medio de aquella revelación que le estaba dando náuseas, su propio celular sonó dentro del bolsón.
Ni bien lo sacó, vio que se trataba de Cameron. ¿Qué podía necesitar él? ¿Acaso estaba tan molesto que ahora ya no quería verle la cara?
—¿Hola? —dijo dubitativo.
—Hola, Samir, ¿pensaste que te ibas a librar tan fácil de mí?
La piel de Sam se erizó completamente, su corazón latió mil veces más rápido y sus extremidades empezaron a temblar.
—¿Liam? —preguntó con un hilo de voz.
«Esto no puede ser verdad. Él está muerto».
—Así es, es bueno que me recuerdes, yo al menos, no puedo olvidarme de ti, mucho menos cuando fuiste tú quien arruinó mi vida —el resentimiento era palpable a través de la línea. No había dudas, él quería venganza.
—¿Dónde está Cameron? —preguntó con miedo. El pánico lo estaba poseyendo.
—Él está aquí a lado mío disfrutando el paisaje. Tengo la suerte de habérmelo encontrado aquí, su reacción fue de lo más gracioso que he visto —Liam rio, pero esa risa era escalofriante y ronca, no sonaba como él—. ¿Quieres hablarle?
—Sam, no hagas lo que él quiere, este hombre está loco —Cameron habló con miedo. El pulso de Sam se disparó.
—¡Deja en paz a Cameron! ¿Por qué no me haces daño directo a mí? ¡Siempre buscas la manera de herir a personas que no tienen nada que ver! —vociferó Sam.
—Porque sé que, si se trata de alguien importante para ti, te dolerá aún más cuando los lastime, los hiera y me rueguen por su vida —el odio que notó en él caló dentro de Sam.
—No le hagas daño a mi hermano, Liam, ¿acaso no entiendes que lo que haces es una completa locura?
—Locura o no, no me importa. Lo único que quiero es hacerte pagar por lo que has hecho. Te invito a venir personalmente a ver el sufrimiento de tu querido hermano en la terraza del hospital. Ah, pero eso sí, no traigas a nadie más o la fiesta terminará pronto.
En cuanto terminó de hablar, cortó.
Ni bien procesó la noticia, Sam se quitó todos los cables que lo rodeaban, se cambió la bata del hospital por unos pantalones y remera holgados y fue descalzo hasta el ascensor.
Le dolía terriblemente todo el cuerpo, apenas podía dar unos pasos, las quemaduras que recibió en el incendio le escocían, pero su hermano era más importante. Liam podía hacer con él cualquier cosa. De tal solo pensarlo, Sam moría de la angustia.
Por suerte, nadie reparó en él, después de todo, había enfermos que salían a estirar las piernas en espera de un alta. Sam se subió al ascensor y apretó el botón del último piso. Antes de que se cerraran las puertas, vio a Connor acercarse a él desde lejos.
Todavía no sabía cómo reaccionar frente a él.
Connor debió haberlo reconocido antes de subir. Llevaba una ropa casual, pero tenía el brazo enyesado debido al disparo que recibió de Liam y muchas vendas.
Sam quiso gritarle y decirle que estaba bien, pero no podía. Lo poseyó el miedo. ¿Y si él realmente no era el chico que Sam pensó? ¿Y si era peligroso? Lo que tenía dentro de su celular, lo hacía desconfiar.
No espero a que Connor llegara hasta él, quería huir de su mirada, de esos ojos inquisidores que ante la menor oportunidad querían poseer a Sam.
—¡Sam! ¿Dónde vas? —gritó Connor en cuanto se acercó lo suficiente, pero las puertas ya estaban cerrándose. Vio el desespero en los ojos del chico antes de que el metal los separara y él también captó un poco de la aprensión de Sam, eso lo dejó congelado a mitad de camino.
Él ascensor subió hasta el último piso del edificio, luego él subió a la terraza por sí mismo. Tenía miedo, no iba a negarlo, odiaba que Liam fuera el causante de todo ese temor.
El exterior era caluroso, no era de extrañar siendo que estaban a mediados de noviembre. La luz del sol cegó por unos momentos a Sam, pero luego abrió los ojos con lentitud. No había rastros de nadie. La terraza era amplia y tranquila. Pero aquella quietud no duró mucho.
—Así que no te acobardaste, me alegra que estés aquí, Samir, no sabes las ganas que tenía de verte —Liam se situó atrás de él sin que Sam se diera cuenta. El chico volteó ante aquella voz rasposa y terrorífica.
Liam vestía una sudadera con la gorra de la prenda puesta sobre la cabeza para ocultar las cicatrices que le dejó el incendio. Pero con la luz del sol en su punto máximo, eran notorias. Sam retrocedió unos pasos debido al horror de ver la desfigurada cara del hombre. La mitad de su rostro parecía haberse derretido en el incendio, como si no hubiera recibido asistencia médica y lo hubiera dejado sin cuidado. El ojo donde tenía la cicatriz era apenas visible debido a la piel que cayó de sus párpados cubriendo la mayor parte.
Lo peor no era su apariencia, sino que sostenía un cuchillo sobre el cuello de su hermano.
—Suéltalo, por favor —Sam odiaba rogarle algo a aquel hombre, pero su hermano podría resultar herido si cometía un movimiento en falso.
—Retrocede un poco más, Sam, vamos —le ordenó Liam con una media sonrisa.
Sam cumplió sus órdenes guiado por el miedo que se reflejaba detrás de los anteojos de Cameron. El chico ni siquiera debía saber por qué el hombre quería hacerle daño.
Liam también caminó hacia él, alejándose de la puerta de salida por donde había entrado Sam. El chico siguió dando pasos hacia atrás hasta que estuvo relativamente cerca del borde, por lo que se detuvo por instinto. El lugar no estaba hecho para albergar personas, por lo que no había barandas protectoras alrededor, solo un bloque de cemento que apenas y le llegaba hasta por debajo de las rodillas si es que se acercaba lo suficiente.
—¿Le tienes miedo a las alturas, Samir? —dijo Liam riendo ante su expresión—. Mira, no soy tan malo, no voy a decirte que saltes desde esta altura o algo por el estilo, tranquilízate, solo quiero jugar un momento contigo... antes de vengarme —al decir esto último, se lamió los labios quemados.
—¿Qué es lo que quieres de mí? Ya me lastimaste lo suficiente, ¿no estás satisfecho?
—¿Crees que esos pequeños golpes son suficientes para pagar la traición que cometiste en mi contra? Te atreviste a desobedecer mis órdenes, si hubieras sido un poco más listo como ese otro, ¿cuál era su nombre? ¿Archer? Tal vez te hubiera dejado vivir un poco más de tiempo.
A Sam le escoció el corazón saber que Liam ni siquiera valoró a Archer, siendo que él dio todo por él. Le arrebató hasta la vida.
—¿Entonces qué quieres? —preguntó.
Cameron se movió contra el hombre, pero este lo sostuvo en un agarre hermético.
—¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar por tu hermano? —Cameron abrió grandes los ojos al escuchar la pregunta y negó con la cabeza hacia Sam como si quisiera persuadirlo de no ceder.
Atrás de ellos, Sam vio la silueta de una persona. Connor. Se quedó estático tratando de comprender la situación y al hacerlo, caminó hasta ellos silenciosamente. Sam no quería que hiciera algo estúpido, pero no debía de evidenciar su reacción para mantener a ambos a salvo.
—Haré lo que haga falta. No lo lastimes —Sam miró a su hermano, quien estaba tembloroso en los brazos del hombre.
—Entonces sería una lástima que muera —Liam atacó a Cameron, pero antes de poder hacerle daño, Connor lo tomó del cuello con una de las manos sanas desde atrás para poder asfixiarlo.
—¡Cameron, corre! —le gritó Connor.
Cameron, aturdido, se alejó un poco del escenario, pero al ver que Connor estaba forcejeando con Liam, trató de ayudarlo sosteniendo el brazo con el que tenía el cuchillo. Sam fue hasta ellos para ayudarlos, pero la abrumadora fuerza que tenía Liam era demasiado para un herido Connor y un horrorizado Cameron. Liam le propinó un puñetazo a Cameron con la mano libre, haciendo que lo soltara, luego golpeó a Connor con el codo hasta dejarlo sin aire. Habiendo escapado de ellos, fue hasta Sam y peleó contra él. Sam no quería volver a ser su víctima, pero el hombre estaba fuera de sí y usó la fuerza bruta para contenerlo contra él a la par que lo apuntaba con el cuchillo.
—No son más que unos niños intentando jugar con los mayores. No pueden contra mí, los destrozaré a todos ustedes, ¿entienden? —el hombre retrocedió con Sam en sus brazos.
—¡Suelta a Sam! —rogó Connor, mirando al chico con impotencia.
—¡Deja en paz a mi hermano, maldito enfermo! —gritó Cameron, quien no había dicho nada hasta el momento debido al shock.
—¿Por qué te enojas? Fuiste tú quien me guio hasta aquí. Entré al hospital esperando encontrar a Samir y cuando te vi subiendo por las escaleras, pensé que eras él. No es mi culpa que se parezcan bastante. Pero yo solo tengo ojos para Samir, ¿no es verdad? —Para su horror, sintió la lengua de Liam lamiéndole la mejilla—. Estaba esperando tenerte cerca —le susurró al oído.
Eso hizo que Connor reaccionara violentamente.
—¡Suéltalo! ¡No tienes ningún derecho a tocarlo! —gritó mientras ponía a Cameron atrás de él en un gesto protector. El chico lo miró sorprendido por unos segundos, pero luego su atención volvió a Sam.
Liam siguió hablando y mofándose de ellos. Hasta que Sam tuvo una idea. Una idea efectiva, pero completamente irracional.
Tomó a Liam del brazo con el que lo estaba amenazando para alejar el cuchillo por unos segundos, los suficientes para que retrocediera con velocidad para finalmente, lanzarse al vacío con el hombre quemado atrás de él.
—¡Saaaaaaaaam! —gritaron Cameron y Connor. Ambos chicos corrieron para poder alcanzarlo, pero ya era tarde, no había rastros de Sam.
Connor cayó de rodillas con una de las manos tomándose el pelo y gritando con impotencia. Su voz retumbó en todo el lugar. Cameron fue corriendo hasta el borde y lanzó un llanto desgarrador mientras llamaba a su hermano, Connor se levantó con el cuerpo tembloroso y fue hasta él.
Antes de poder acercarse lo suficiente, escucharon un pequeño ruido.
—¡Auxilio! —gritó Sam.
El chico estaba forcejeando contra Liam, quien se aferró a sus piernas en cuanto se lanzó al vacío.
—¡No permitiré que te deshagas de mí! —le dijo Liam con rabia. Jamás esperó que Sam hiciera algo tan arriesgado.
Sam sintió sus manos cerradas fuertemente entre sus piernas, el cuchillo que el hombre sostenía, se le cayó en cuanto se lanzó.
El chico estaba sosteniéndose a duras penas del cemento. Su rostro estaba rojo por el esfuerzo y si Connor y Cameron no hubieran actuado lo suficientemente rápido, probablemente hubiera caído.
Sam movió las piernas con más soltura en cuanto los demás le agarraron de los brazos. Liam estaba deslizándose de a poco.
A Connor no le importó las vendas que cubrían las quemaduras de su espalda, ni que uno de los brazos estaba gravemente herido, él usó cada pedazo de fuerza que tenía para poder levantar a Sam.
Los anteojos de Cameron cayeron en la nada cuando el chico se acercó para ayudar a su hermano. El sudor caía de su frente mezclándose con las lágrimas que derramó antes. Sus manos temblaban, pero agarraban con firmeza las de Sam.
Si no cooperaban entre ellos, no podrían salvarlo. Cameron dejó el resentimiento aparte y dejó que entre los dos alzaran a Sam de a poco.
Sam liberó una de sus piernas del agarre de Liam y pateó sus manos. No le importaba que el hombre cayera, era lo que se merecía por asesinar a Archer y a Fiorella. Si esto lo convertía en una mala persona, ya no le importaba.
Liam gritó por el temor a caer, su capucha había dejado al descubierto su cabeza mostrando todas sus quemaduras. La mitad de la estaba pelada y arrugada, la otra mitad tenía mechones esporádicos y deformados. Sam no quería volver a verlo jamás.
Hizo un último esfuerzo y volvió a intentar librarse del hombre, esta vez, Liam ya no pudo más y la gravedad terminó venciéndolo. Cayó con un grito atroz y espeluznante. A Sam le produjo escalofríos, menos mal estaba agarrado de su hermano y Connor o si no, hubiera caído también por el estupor del momento.
Finalmente, el chico piso la superficie, Cameron lo abrazó con fuerza.
—No me vuelvas a asustar de ese modo —le regañó, pero también, sollozó con la cabeza metida entre los hombros de Sam.
—¿En qué estabas pensando? —le recriminó Connor. Cameron dejó en libertad a Sam, pero siguió con los brazos envueltos alrededor de él—. ¿Qué pasa si no hubiéramos llegado a tiempo? ¡Podrías haber muerto! ¿Entiendes lo que eso significa? —Connor estaba realmente furioso, había una vena sobresaliendo en su cuello.
—Lo hice para mantenerlos a salvo —replicó Sam.
—¡Cómo te atreves a jugar con tu vida de esa manera! —Connor se levantó del piso para poner distancia entre él y Sam—. ¡Eres un completo egoísta! —le gritó.
Connor jamás lo había tratado de esa manera.
—Mi hermano lo hizo porque estaba preocupado por nosotros, no fue la mejor manera, de hecho, fue la peor, pero ahora está bien, eso es lo importante —lo defendió Cameron.
—¿Yo? ¿Egoísta? —Sam se levantó y le apuntó con el dedo—. ¿Te atreves a hablarme así luego de las cosas que hiciste? ¡Violaste mi privacidad, me acosaste, me tomaste fotografías sin mi consentimiento y te atreves a darme un discurso de moral?
Connor palideció. Cameron quedó estupefacto.
—Sam... eso fue, yo... ya no lo haré más —el Connor de hace rato fue reemplazado por un chico temeroso.
—¡Por supuesto que ya no lo volverás a hacer! ¿Te das cuenta de lo enfermo que es eso? ¡No quiero volver a verte, Connor! —El chico retrocedió como si su peor pesadilla se estuviera materializando frente a él.
Antes de poder agregar algo más, un grupo de policías ingresó a través de la única entrada luego de que un hombre haya caído desde un piso tan alto.
Connor los esquivó y huyó del lugar.
Sam se quedó abrazando a Cameron mientras los hombres lo rodeaban y preguntaban miles de cosas, solo su hermano podía hablar pues su mente solo volvía a rememorar la expresión de dolor de Connor. Pronto, también sus padres aparecieron en escena, llorando por el temor de que algo malo les hubiera pasado, por lo visto, las personas alrededor lo habían reconocido cuando salió en busca del chico y habían alertado a los mayores.
Los oficiales miraron al vacío y lo que vieron no debía ser nada bueno, porque se miraron y negaron con la cabeza.
—Creo que ya hay mucho de lo que hablar entre los dos —le dijo su hermano.
—Así es, pero primero, necesito ver que esta vez en verdad murió —sus palabras debían sonarle crueles, pero solo sintió vacío por dentro.
Dejó a su familia de lado y fue hasta el borde, a pesar de la distancia pudo distinguir la silueta de un hombre en una pose antinatural con varias personas alrededor. No había dudas. Ahora sí, Liam Morrison estaba muerto.
Como si casi haber perdido la vida en el incendio no hubiera sido suficiente, el olor del hospital iba a terminar el trabajo con Iker.
Miró su pierna derecha rota y completamente enyesada y la otra envuelta en vendas, con heridas más leves, pero totalmente quemada. Suspiró con tristeza.
No podría ser un jugador de fútbol nunca más.
Era lo que se merecía.
La fisioterapia sería larga y dolorosa, ya le advirtieron los médicos, Iker no quería escuchar nada más, la negativa ante la pregunta de si podría seguir jugando de igual forma, fue suficiente para sumirlo en la depresión. En el hospital, su madre y su hermano fueron los que más tiempo estuvieron con él. Santiago estaba triste por Iker, razón por la cual se mantuvo pegado a él, él quería decirle que estaba bien, que podría continuar jugando, pero las palabras no salieron de su garganta. Se quedaron atoradas allí al igual que muchas otras.
El equipo de fútbol vino a visitarlo. No todos, pero sí la mayoría. El señor Ruíz se disculpó con él por obligarlo a jugar cuando estaba herido, ver a Iker en aquel estado le afectó. Los demás muchachos estaban incómodos alrededor. Iker fue su capitán por mucho tiempo, los guio y aconsejó a lo largo de esos tres años, pero jamás fueron amigos cercanos, razón por la cual le dieron palabras de aliento y se marcharon un rato después. El único que se quedó fue Enzo.
—Espero que te mejores, sé que esto tal vez te desanime, pero no impide que sigas adelante. Me apoyaste cuando lo necesité y quiero hacer lo mismo contigo —Sorprendentemente, no tartamudeó ni una sola vez ante ese discurso, ni siquiera bajó la mirada. Como si quisiera que Iker entendiera que tenía un amigo en quien confiar.
Amigo.
¿Él alguna vez tuvo uno?
Enzo vino a visitarlo unas cuantas veces más, su presencia ya no le molestaba tanto como antes. Además, le mantenía informado acerca del colegio. Le comentó que recibieron la invitación para un próximo evento a realizarse en unos días debido a que no pudieron finalizar la segunda etapa, pero que el director, en acuerdo con los profesores, decidieron salirse de la competencia.
La policía también estuvo interrogándolo en todo momento. Iker se enteró que días anteriores Liam Morrison había vuelto a atacar a Sam, pero que esta vez ya no salió ileso. Sam por fin contó su propia versión de los hechos y por tanto, el resto estaba enterado de las cosas que Liam hizo a espaldas de todos.
Iker no tenía nada que decirles a los oficiales salvo que su primo falleció antes de que pudieran rescatarlos. Se lamentaba todos los días por no haber sido una mejor persona con él. Tenía tanto remordimiento que por las noches le costaba conciliar el sueño.
Quien no vino ni una sola vez fue Carson.
Su madre le comentó que estaba ocupado atendiendo algunos asuntos. No le sorprendía. Si su propia madre actuaba todos los días como si visitarlo y estar pendiente de él fuera demasiado agotador y molestoso, Carson ni se molestaba en aparecer. Y él estaba bien con eso. No quería ver a ese hombre en su vida.
—Iker —le dijo su hermano. Debió haberlo llamado por varios minutos porque ya le estaba jaloneando el brazo. Su hermano odiaba ser ignorado.
—¿Pasó algo, peque? —le dijo. Ambos estaban uno al lado del otro en la camilla del hospital.
—Benji ya tiene hambre —le miró con ojos inocentes.
—Mamá fue a comprarnos el desayuno, espera unos minutos —al niño no le gustó la idea de esperar, por lo que puso al peluche contra su cuerpo y se enfurruñó.
—Ya volví —apareció su madre. Su hermano se quedó en su lugar mientras su mamá le preparaba un yogur sin azúcar con galletitas de avena, ya que eran las favoritas de su hermano. Tan peculiar como eso puede llegar a sonar—. A ti te lo traen a la habitación, ¿cierto? —le dijo la mujer.
No hacía ni una hora que Iker le dijo que no quería saber nada de la comida del hospital, que preferiría algo de afuera, pero al parecer, ella lo ignoró completamente.
—Sí, no te preocupes —habló con indiferencia.
No pudo evitar pensar en la vez que desayunó con Jax y su papá. El señor Betancourt le había preparado la taza de chocolate siguiendo cada detalle que Iker mencionó que le gustaba mientras Jax se quejaba de la atención que el chico recibía, luego intentó molestarlo, y teniendo éxito, volvió a su plato de cereales.
Pero Jax ni siquiera se dignó a venir a verlo, ni su padre, el señor Betancourt. No es como que le importe, él no necesitaba de la lástima de los demás.
Lo único que sabía de Jax era que fue dado de alta hace días, eso solo gracias a Enzo.
A lo mejor por fin entró en razón y decidió que lo que sea que había entre ellos dos, era una carga molesta.
Entonces, ¿por qué sentía un vacío enorme en su pecho cada vez que pensaba en eso?
—¿Nadie vino hoy a visitarme? —todos los días le preguntaba lo mismo a su madre con la esperanza de que aquel idiota se haya dignado en venir y hacerle entender que su imaginación había volado en vano.
—¿No te cansas de hacer las mismas preguntas siempre? Si hubiera venido alguien, ya te lo habría dicho —dijo ella con exasperación.
—¿Si no quieres estar aquí por qué sigues viniendo? —se exasperó—. Los gastos del hospital los paga el colegio, tengo comida y hay enfermeras cuidándome, realmente mamá, no es necesario que vengas, puedes ir a hacer lo que sea que te mantenga tan ocupada como para olvidar que tienes no solo un hijo, sino dos.
—¿Cómo que por qué vengo hasta aquí? —le respondió la mujer—. ¿Sabes lo histérico que se pone tu hermano cuando no te ve? Al día siguiente de que te fuiste, lanzó todos sus juguetes por la ventana y se negó a comer algo. Si me retraso solo unos minutos por las mañanas para venir junto a ti, se tira al suelo y grita. ¡No puedo lidiar con eso! Tengo demasiado trabajo cuidando a Santiago como para que vengas tú a hacerme berrinches. Al menos tú podrías hacerme la vida más fácil.
Su madre tenía razón. Santiago no era un niño tranquilo, pero Iker siempre supo cómo cuidarlo. Con él no tenía tantos arrebatos como con sus padres, solo había que tenerle paciencia y estar a su lado cuando eso sucediera. Su pequeño hermano no era más que un niño al que le gustaba que lo escuchen y valoren.
Iker se sintió un poco tonto por querer atención de su madre, Santiago la necesitaba más que él.
La mujer murmuró algo y salió por la puerta, dejando al niño con Iker. En cuanto terminó su yogur, tiró el empaque en el basurero.
—¿Soy muy malo? —le preguntó mientras comía las últimas galletitas.
Era eso a lo que se refería cuando decía que él era más perceptivo de lo que todos imaginaban. Le exasperaba que los demás le tratasen como si fuera idiota, pero su hermanito era muy perspicaz y listo.
—No eres malo. Mamá solo tiene muchos problemas y por eso dice cosas que no quiere —le acarició la cabeza.
—A veces creo que sí las quiere decir —afirmó luego de unos segundos.
Iker no sabía que responder.
Vio al niño tomar a Benji y ponerle una galletita en la boca, luego con la otra mano hizo que negara con la cabeza y se lo terminó comiendo él.
Un momento.
¿Por qué su hermano tenía a Benji?
—Thiago... ¿cómo es que Benji volvió contigo? —le preguntó al niño. Él lo miró con confusión y luego le explicó como si Iker fuera el niño.
—Me lo devolvió mi amigo Jax.
En ese momento, Iker tomó de los hombros a su hermanito y estuvo a punto de hacerle un interrogatorio, pero un barullo en la parte de afuera llamó su atención. Él ya estaba un poco acostumbrado, su madre le había dicho que el paciente de la habitación de al lado era un poco hiperactivo e histérico por lo que hacía escándalos cuando las enfermeras le querían aplicar inyecciones o dar medicamentos. Cosa que pasaba, por lo menos tres veces al día.
—Es él de nuevo —dijo su hermano mientras seguía jugando con Benji.
—Lo sé, ¿quién arma tanto escándalo todos los días por no querer ponerse inyecciones ni tomar unas inofensivas pastillas? Idiota —se encogió de hombros. Su hermano dejó a Benji a un lado y lo miró.
—Iker, a veces eres muy tonto —se rio de él y luego volvió a agarrar a su peluche.
¿A qué se refería Santiago? Le preguntó unas veces más, pero Thiago ya estaba concentrado en otra cosa. Si su propio hermano lo llamó tonto, debería ser verdad.
La discusión era cada vez más fuerte, le pareció escuchar a su mamá decir algo, pero no estaba seguro, la puerta cerrada no le permitía discernir nada.
—¿Extrañas a mi amigo Jax? —le preguntó su hermano de la nada. Eso lo desconcentró del alboroto del pasillo por un momento.
Iker iba a responder que no, que jamás daría nada por aquel idiota que solo sabía molestarlo y burlarse de él. Pero los ojos sinceros e inocentes de Santiago pudieron más que la potencial mentira.
—Tal vez, de manera indirecta —su hermano lo miró con confusión. Suspiró—. A ti no puedo mentirte... está bien, lo extraño, quise verlo desde el momento en que desperté en este hospital y me enoja y decepciona que ni siquiera se haya dignado en venir tan siquiera una vez, al menos para decirme que lo nues... lo que sea que tengamos llegó a su fin.
No tenía que decirle todo eso a su hermano, pero al menos necesitaba desahogarse. Dobló sus manos vendadas y ligeramente quemadas contra su pecho como si estuviera haciendo una rabieta. Santiago no lo juzgaría, así que le dio rienda suelta a su perorata.
El niño se quedó pensativo unos segundos, luego, con Benji en mano, fue hasta la puerta para poder abrirla. El ruido era más fuerte en cuanto hizo eso, pero lo que más desconcertó a Iker, no fue el reconocer los gritos de su madre, sino las palabras de Santiago.
—Jax, dice mi hermano que sí te quiere ver y que te extraña mucho —abrió la puerta aún más.
¿Qué demonios estaba pasando? ¿Acaso dijo Jax?
—¡No te metas Santiago! Esto es entre esta gente y yo —le regañó su mamá. Pero Santiago ya volvió a ponerse a lado de Iker en la cama.
—Usted no puede prohibirnos la entrada por más tiempo, si lo hace, iré con la policía y les contaré todo —el señor Betancourt le dijo a su madre.
Iker estaba estupefacto. No entendía nada.
Jamás escuchó al hombre tan irritado como ahora, ni siquiera con Jax y el chico no era fácil.
—¡Es su palabra contra la mía! No dejaré que este... mocoso se acerque de nuevo a Iker.
—¡Cuidado con cómo llama a mi hijo!
—Papá, está bien, sé defenderme solo —Jax habló. El corazón de Iker martilleó contra su pecho al escucharlo—. Señora, quiera o no, usted no me va a prohibir ver a Iker, respeté su decisión los primeros días, ¡pero esto es el colmo! Voy a ver a su hijo aunque tenga que venir con un ejército hasta aquí. ¿Cree que los guardias de seguridad van a conceder sus caprichos siempre? ¡Hasta ellos se dan cuenta de lo irracional que está siendo! ¿Dónde estaba cuando Iker vino a mi casa con la cara destrozada debido a los golpes de su esposo? ¿A quiénes cree que acudió? Nosotros somos más familia suya que usted y aquel despreciable hombre. Entendería su postura si lo estuviera haciendo por el bienestar de Iker, pero solo lo hace porque sabe que él y yo... —Jax calló de repente.
—¡Cómo se atreve a ponerle las manos encima a mi hijo! —el señor Bentancourt gritó—. No me queda de otra, ahora mismo llamaré a la policía.
Escuchó cómo las personas cuchicheaban por los pasillos, ellos debían estar dando un buen espectáculo. En vez de que Iker se sienta avergonzado o preocuparse por lo que dijo el señor Bentancourt, él estaba extrañamente feliz.
«Nosotros somos más familia suya que usted y aquel despreciable hombre».
¿Aquello era realmente cierto? ¿Jax y su padre lo consideraban de esa manera?
Se llevó la mano a la altura del pecho para poder entender la mezcla de sentimientos totalmente desconocidos que lo estaban invadiendo. Iker jamás se sintió perteneciente a algo, ni a su familia, ni a su equipo, ni a sus compañeros de escuela, a ningún lado. Pero si hubiera algún lugar al cual él querría regresar alguna vez, ese era la humilde y cómoda casa de Jax y su padre.
—¡Jaxon Bentancourt! —gritó Iker desde su lugar, iría junto a él, pero no podía mover las piernas—. ¡Más vale que algo tan poco como eso no te detenga de poner tu trasero aquí para poder decirte unas cuántas verdades a la cara!
Era su manera más amable de decirle que quería verlo en ese mismo momento y que ya no aguantaba un segundo más sin estar cerca de él.
Escuchó la risa de Jax desde el otro lado, eso envió un aleteo en su estómago. Todavía seguía sin entender demasiadas cosas sobre él mismo y Jax, pero no podía seguir negando que ese chico, junto con su hermano y el señor Bentancourt, significaban más para él que todos los demás.
—¡Alto! ¡Dije que pares! —su madre se puso en la puerta. Jax apareció en la entrada.
El chico tenía una de las mejillas rojas y vendas alrededor del cuello y la clavícula, pero no eran heridas tan graves como los de Iker, eso lo alivió. Jamás pensó que se alegraría tanto de ver aquellos ojos inquisidores y sonrisa arrogante y perezosa. Él también sonrió por inercia, tan surrealista como podía llegar a sonar.
Los brazos de su madre le impidieron ingresar junto a él.
—¡Basta de una vez! Ustedes de nuevo —el guardia de seguridad separó a Jax de su madre, haciendo que Iker lo perdiera de vista. Había médicos y enfermeros alrededor. Todos lucían exasperados y molestos por el ruido—. No pueden hacer este tipo de espectáculos, ya se los dije miles de veces.
—¡Ellos quieren ver a mi hijo sin mi consentimiento! Yo soy su madre y tengo el derecho de elegir si pueden o no pasar junto a él.
—La señora tiene razón, no importa si el paciente está de acuerdo, ella es la encargada. Deben marcharse... de nuevo —esto último lo dijo ya con cansancio.
—Esto no se quedará así —escuchó decir al señor Bentancourt—, ya llamé a la policía. ¡Iker si estás escuchando, sé que me dijiste que no querías que lo haga, pero esta situación es insostenible! Lo siento, muchacho, pero no puedo permitir que vuelvas a salir herido de nuevo.
—¡Es verdad! —agregó Jax, Iker lamentó ya no poder verlo—. No te dejaremos solo, esta vez cuenta con nosotros para poder sacarte de esta situación. Nadie volverá a ponerte las manos encima. ¡Te lo prometo!
Iker, por alguna razón, le creyó.
—Estaré esperando a que cumplas esa promesa —su voz, por alguna razón, salió entrecortada.
Hola a todos, esta vez vine de madrugada <3 (es madrugada aquí)
Sé que en el capítulo anterior se quedaron muy afectados por cierta parejita que pensaron que había muerto, ¡pero se precipitaron! ¿En serio creyeron que los iba a matar? Bueno, tal vez pasó por mi cabeza (no es cierto jajajaja), sin embargo, no se relajen, todo puede pasar en el último capítulo :0
¿Están listos para leerlo?
Pues tendrán que esperar hasta el próximo viernes.
Pd: en multimedia hay un digital art que me pareció muy lindo y que logra representar muy bien a Sam en estos momentos.
Ahora sí, ¡hasta luego y no olviden cuidarse mucho con esta pandemia y lavarse siempre las manitas!
Los quiero <3
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