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N u e v e


¿Dijo veinte minutos? Sam estuvo por más de quince mirando el celular sin poder creer que aquella voz que tanto había extrañado le había hablado. En total aturdimiento, se levantó con la ropa que usaba como pijama, se puso los calzados y salió de la casa. Menos mal nunca hicieron caso al berrinche de su hermana sobre tener una mascota o en estos momentos no podía escabullirse sin que nadie lo note. Miró la hora en el móvil y por más que solo indicaba las ocho de la noche, sus padres ya se preparaban para terminar el día. Solo el sonido ligero de música pop se escuchaba desde la habitación de Lizzy.

El portón chirrió a sus espaldas y esperó que sus padres lo atribuyan al viento o algo por el estilo y no miren a un Sam demasiado aturdido caminando con nerviosismo rumbo a la calle. Por el camino, pensó en lo que le diría a su hermano en cuanto lo viera e inclusive se cuestionó si lo que había oído fue real o solo un sueño, pero el registro de la llamada de Lucas estaba aún ahí diciéndole que todo era verdad.

No podía negar que estaba nervioso y ansioso, eso se notaba en el temblor ligero de las piernas en la parada de autobuses. ¿Por qué se tardaba tanto? Finalmente, el autobús hizo acto de aparición minutos después. En todo el trayecto, su corazón no dejó de latir desenfrenado y cuando se bajó del mismo frente a la universidad, sus piernas se lanzaron a correr por voluntad propia. Corrió desde la entrada, hasta pasar por las demás facultades y para su desgracia, la biblioteca central no estaba ni cerca de él.

¡Cómo odiaba los deportes!, el aliento estaba atorado en su garganta y el oxígeno apenas le llegaba a los pulmones. Por fin pudo vislumbrar la biblioteca unos metros después, pero estaba cerrada. Luego recordó que lo había citado en el campus cerca de la misma y dando un último suspiro profundo, volvió a acelerar los pasos.

Sus esfuerzos dieron fruto al visualizar a lo lejos la figura de su amigo Lucas esperando por él y como si se tratase de una ilusión, la de su hermano a lado de él.

Cameron.

A medida que se acercaba, la emoción de verlo lo hizo ir más rápido. Su cabello rojizo estaba más largo que el suyo, pero en todo lo demás seguía siendo el mismo.

Ese era Cameron, a salvo. El alivio lo embargó y sus ojos se llenaron de lágrimas que se negó a derramar para no arruinar aquel momento. Se detuvo a unos metros de su hermano. Tantas preocupaciones sobre su paradero y el sufrimiento por lo que había pasado le hicieron dar pasos dubitativos hasta llegar a él.

Luego de unos segundos donde se miraron para decirse en silencio lo mucho que se extrañaron, se dieron un abrazo que demostraba todo lo que no podían decirlo con palabras. Cam era cálido y olía a casa para él. Era su otra mitad, su mellizo. Aquel que lo escuchó y lo apoyó siempre. Quien estuvo para él aun cuando nadie lo hizo.

Después de unos minutos de estrecharse fuertemente, se despegaron para poder mirarse a los ojos. Cameron lucía, por alguna razón, más maduro, como una pequeña versión de un adulto y Sam se lamentó el haber sido parte de la repentina madurez que ahora mostraba.

—Camy...yo lo siento —se disculpó Sam recordando aquel día en que había traicionado su confianza. Las lágrimas ya no las pudo contener y se deslizaron al costado de su rostro demostrando lo mucho que le dolía lo que había hecho.

—Samy... —escuchó de parte de Cameron quien también estaba llorando al ver a su hermano hacer lo mismo.

—Hermanito, por favor—dijo Sam. No recordaba cuándo fue la última vez que lo había llamado así—, no desaparezcas más, yo cambié, te lo prometo —continuó Sam.

No quería perderlo de nuevo, se aferraría a él por todos los medios si fuera necesario.

—Samir —lo llamó Cameron. Rara vez usaba en él su nombre completo, solo cuando tenía algo realmente importante que decir—, no despareceré más, me tienes aquí.

Cameron sonrió y Sam lo imitó. Los ojos verdes de su hermano estaban brillantes por haber llorado segundos antes y probablemente también los suyos.

—Yo tuve tanto miedo de que ya no te volviera a ver o de que te hubiera pasado algo malo...

—No me pasó nada malo, es más, me encuentro muy bien. No sabes cuánto te extrañé.

—Yo también, solo quiero que sepas que esa vez no me molesté contigo porque seas gay, sino porque no me lo dijiste antes, no sabes lo culpable que me sentí y cuánto quise decirte que lo lamentaba.

—Ya no te preocupes por eso, ¿sí? Ahora estamos aquí juntos y eso es lo que importa.

—¿Dónde estuviste todo este tiempo? —preguntó Sam intrigado. Su hermano se ruborizó por un momento y encontró eso muy sospechoso. Nunca lo había visto hacer aquella expresión.

—Es una larga historia.

La evasiva de su hermano solo hizo que la sospecha se acrecentara. Sin embargo, dándole tiempo para poder contárselo, lo guió hasta el banco donde debía estar Lucas. Pero el chico no se encontraba más. Ni siquiera notó el momento en que se había ido. Tendría que agradecerle después por aquel gesto enorme.

Tal y como lo supuso a la mañana, el clima ahora cambió a uno más fresco. Menos mal había salido con la sudadera puesta así se ahorraba el frío.

—Por cierto, ¿por qué me hiciste correr como loco hasta aquí?

—Es que tenía que vengarme de algún modo.

—Casi muero de un paro, sabes que odio los deportes.

Ambos chicos rieron. Sam no pensó que aquel día volvería a tener a su hermano cerca de él, riendo con él y hablando como dos personas normales que nunca pasaron por cosas horribles como ellos. Cameron hablaba con una sonrisa discreta sobre todo lo que había pasado estos días. De cómo caminó sin rumbo aquel día en que sus padres lo echaron y se encontró con un sujeto que lo salvó cuando estuvo a punto de tener un accidente. Del accidente, no especificó de qué se trató, pero lo notó triste cuando mencionó aquel percance, por lo que esperaría a después para poder preguntar por eso. Cameron siguió relatando la vez que el sujeto lo acogió y como ahora consiguió trabajo en el mismo lugar que Lucas, por eso habían coincido entre ellos.

Sam escuchó atentamente. Su hermano se tomaba algunas pausas para contar las partes más difíciles para él, pero también se entusiasmaba cuando hablaba de su compañero de piso, Roy, a quien por lo visto debía dar un agradecimiento interminable por lograr poner a salvo a Cameron cuando todos le dieron la espalda. También se fijó en que su hermano había ganado algo de peso. Si bien no pasó mucho tiempo desde su desaparición, tenía los brazos más rellenos y las mejillas más redondas. No eran muchos cambios, pero Sam los notaba a pesar de la ropa algo holgada que llevaba puesta.

—Entonces, como estoy aquí por las mañanas, Emma, la bibliotecaria, me dijo que me quedara a hacer turnos dobles porque los viernes hay más estudiantes y ahí fue cuando coincidí con Lucas —concluyó mirándolo con una sonrisa. Sam lo imitó.

—Y pensar que estuviste tan cerca de él todo este tiempo. Es increíble.

—La vida siempre da giros inesperados —agregó—. ¿Pero, qué hay de ti? ¿Cómo lo has estado haciendo? —dijo el chico con entusiasmo esperando escuchar su historia, pero Sam estaba lejos de querer hablar, su vida no era más que una aburrida sesión a la que debía sobrevivir diariamente. Obviamente no dijo eso en voz alta para no preocupar a Cameron.

—Lo normal. Escuela, casa, mangas, cómics —contestó. Cam esperó a que agregara algo más, pero pronto se dio cuenta que era todo lo que diría sobre el asunto.

—Algo me dice que te estás guardando cosas. No —se rectificó—, estoy completamente seguro de que lo haces. Soy tu hermano, sé cuándo omites cosas de mí.

—Esta bien —concordó riendo—. Pero no estamos aquí para hablar de mí, sino de ti.

Cameron lo miró con recelo y lo dejó pasar para alivio de Sam. No quería que se enterara que estaba al borde lo que aparentemente era depresión. Esperaba poder mejorar sus ánimos a partir de ahora.

—Vamos —dijo Sam levantándose, lo que puso una cara de confusión en Cameron—. Iremos a tu departamento. Necesito conocer al tal Roy.

Los ojos de Cameron se abrieron con sorpresa para luego mirarlo dubitativo.

—¿Estás seguro? No es necesario...

—Iré.

Sam no admitiría un no como respuesta, no en este caso. Debía conocer dónde se encontraba su hermano y si su compañero de cuarto era en verdad como decía ser. Así como Cameron supo que Sam le ocultaba algo, lo mismo era para Sam. Algo le decía que aquella historia contada por Cameron no era toda la verdad y Sam estaba dispuesto a averiguar qué era aquello que faltaba.

A pesar de que prácticamente obligó a Cameron a llevarlo a su departamento, este se mostró animado y Sam también. Se notaba que ambos se habían extrañado mucho. El lugar no quedaba lejos de la universidad, por lo que caminaron unos treinta minutos hasta llegar ahí. El edificio no estaba en las mejores condiciones, era sucio y con ladrillos daban la sensación de que estaban a punto de desmoronarse, la pintura, si alguna vez la tuvo, no se notaba, solo paredes grises con manchas de humedad en algunas partes, ventanas deterioradas y olor rancio. Sin embargo, Cameron se desenvolvía adentro sin ningún ápice de desprecio. Juraría que amaba aquel lugar, por lo que Sam ocultó muy bien su disgusto con una cara neutral. Sin embargo, en el fondo, le preocupaba que contrajera alguna enfermedad.

Subieron las escaleras de cemento hasta llegar al segundo piso, lo que solo acrecentó su desprecio por la actividad física; hasta que llegaron a una puerta donde Cameron metió una llave para abrir la cerradura.

—Bienvenido, Sam. Esta es mi casa —dijo Cameron con una sonrisa.

Prendió las luces y para Sam, la percepción del edificio no cambió mucho. Las paredes estaban desnudas y había pocos muebles. Se dividía en algunos espacios como la cocina, la sala, el baño y el dormitorio. Se preguntó dónde dormiría Cameron si solo había uno. Pero este no dio muchos detalles y le hizo seguir recorriendo el lugar. No era amplio, pero daba lo justo para dos personas. Había un televisor algo viejo frente a unos sillones con algunos agujeros que eran tapados por almohadillas. En la cocina, había una pequeña mesa con sillas de madera junto con demás muebles que servían para poder cocinar. Esperaba que al menos Roy supiera preparar algo decente para comer porque Cameron era un desastre en eso. Al terminar de recorrer, Cameron se sentó encima del sofá.

—¿Y bien? —preguntó con interés. Sabía que estaba esperando su aprobación.

—Se nota muy cómodo —respondió con una sonrisa tratando de ocultar su decepción por el lugar.

—Tal vez pienses que es poca cosa, pero representa todo para mí. Es mi nuevo hogar y me gusta estar aquí —agregó Cameron con una seriedad poco habitual en él. Sam se sintió algo culpable por haberse mostrado receloso.

—Lo siento, no quise ofenderte —dijo para ir a sentarse junto a su hermano—. Es muy bonito y si a ti te hace feliz, a mí también.

Cameron se animó de inmediato y le lanzó una sonrisa deslumbrante. Se notaba cuánto le importaba la opinión de su hermano

Luego de hacerle a Cameron un masaje de pies como castigo por lo ocurrido hace semanas, siguieron charlando un rato más y se enteró que Roy trabajaba en un club nocturno, por lo que no vendría hasta entrada la madrugada. Sam en verdad quería conocerlo, por lo que le propuso a Cameron quedarse a dormir. Este empezó a ponerse nervioso y evadir el tema, pero Sam era muy insistente.

—No sé por qué tengo el presentimiento de que no quieres que me quede, Cam —dijo Sam. Empezaba a sospechar algo, aunque no podría estar seguro. Sin embargo, Sam tenía la maravillosa habilidad de que todo lo que sospechaba terminaba siendo verdad.

—No es eso. Es solo que no les has dicho nada a tus padres —comentó y Sam no pudo pasar por alto que había dicho «tus padres».

—Les dije que me quedaría en casa de un amigo —contestó, lo cual era una mentira de aquí a Júpiter, pero no tenía por qué avisarles ya que ni se darían cuenta de que no estaba y a la mañana, pondría de excusa que salió temprano a comprar algo por eso no le oyeron salir. Aunque decirle esto a Cameron, no mejoraría la situación— Además, mis padres, también son los tuyos, Cam. Haré todo lo posible para que dejen de ser unos idiotas, yo sé que son un poco difíciles, pero he visto como a veces se quedan mirando a la nada con cara de tristeza.

Recordaba perfectamente como su madre lloraba en silencio en la habitación de Cameron y cómo su padre mostraba una cara de tristeza a pesar de que sus palabras hacían sangrar el corazón de Sam.

—No estoy seguro, Sam, creo que esperaré un poco más de tiempo —entendía perfectamente a Cameron. Solo el tiempo sabrá curar sus heridas, en especial una que le trajo tanto dolor y que había revuelto su vida de aquella manera.

—Tomate el tiempo que quieras, tampoco le diré nada a Lizzy, aunque se enojará mucho —Lizzy era la que más sufría con aquella separación ya que tenía una debilidad por Cameron.

—Es mejor que solo tú lo sepas por ahora.

Decidió respetar la decisión de su hermano y también se sorprendió de la seriedad que demostraba al hablar de ese asunto. Pero así como es serio, también pudo vislumbrar un rastro de tristeza que le dio a entender que en el fondo aún los seguía queriendo.

Siguieron hablando de otras cosas más, hasta que ambos tuvieron hambre. Cameron, aprovechando el sentido de culpa de su hermano y su habilidad para la cocina, hizo que Sam preparara la cena. A pesar de que casi no había alimentos en el refrigerador, pues por lo visto solo comían por medio de delivery o algo recalentado, Sam se las apañó para poder hacer algo decente.

—Esto está increíble. No sé hace cuánto fue que comí algo así de delicioso —A Sam le preocupó aquella afirmación, pero permaneció en silencio.

En medio de la charla, evitaron hablar de lo que se refiere al instituto y solo se limitaron a charlar sobre sus vidas, la de su abuelita que hace mucho no veían, la de Lizzy y Lucas.

—Me alegra que hicieras un amigo como Lucas, me cae bien. Aunque al principio lo traté algo mal.

—Me lo imagino —comentó riendo—. Ver a alguien igual a mí con algunos defectos debió ser perturbador.

—¿Disculpa? Aquí el mellizo defectuoso eres tú —contestó Cameron.

—Eso no es cierto —se defendió negando con la cabeza.

—¡Pero ni siquiera tenías amigos! No te gustaba socializar con nadie —lo molestó Cameron—. Apenas y podías con Connor.

La mención del antiguo amigo de Cameron hizo que la conversación cesara y un aire incómodo se instalara. Si tan solo Cam supiera todas las cosas que siguieron después de su partida, le partiría el corazón. Sam se guardaría para sí las hazañas de Connor. Ya bastantes problemas tenía su hermano como para agregar una preocupación más.

Luego de terminada la cena, su hermano recogió los utensilios y se los puso a lavar. Cosa que Sam nunca lo había visto hacer antes. Un rato después, fue a buscar las cosas que necesitaría para poder dormir, mantas, almohadas y sábanas. Los trajo todo de la habitación de Roy y se preguntó si realmente dormía en el sofá como le dijo que hacía.

—Espera, Cam ¿Por qué vas a ese dormitorio si solo hay una cama? ¿Dónde dormirá Roy? —preguntó al ver que su hermano lo estaba por dejar solo en la sala.

Desde su lugar, Sam vio como los colores rojizos hicieron aparición en el joven rostro de su hermano y la pequeña sospecha que se instaló antes, ahora se convertía en una más real.

—Qué dices, Sam. Solo iba a traer también unas cosas para dormir a tu lado, pero como no entraremos ambos en ese viejo sillón, me dormiré en el piso.

Así como el olor rancio del lugar, Sam pudo oler la mentira de su hermano. Después de todo, no era ningún tonto y menos al darse cuenta de que el tema favorito de su hermano era su compañero de piso, Roy.

Sam se ubicó en el sofá y Cameron en el piso. Se imaginó que su hermano tendría un poco más de sueño ya que estuvo trabajando toda la tarde, pero ese no era el caso.

—¿Sabes? A veces me imagino qué hubiera pasado si nunca lo hubieran sabido tus padres —Sam no dijo nada al escuchar de nuevo el "tus" en vez de "nuestros".

—Nunca podrías ocultar una cosa así mucho tiempo. Tarde o temprano lo hubieran sabido —contestó Sam—. Aunque fue mi culpa que lo hayan hecho más temprano que tarde.

—No es tu culpa Sam. Solo querías lo mejor para mí —Cameron sacó una de sus manos de la manta y las llevó hasta las de Sam—. Creo que si no hubiera pasado eso, yo jamás me hubiera podido encontrarme a mí mismo como lo hice.

—¿A qué te refieres? —preguntó Sam con suavidad.

—A que a veces necesitamos un pequeño empujón, aunque en este caso fue uno muy grande, para poder alcanzar la felicidad.

Después de eso, Cameron se dio media vuelta para poder dormir dejando a Sam con una incógnita muy grande. Su pequeño hermano se comportaba como todo un adulto. Mostraba tanta fuerza, que se cuestionó si realmente era Sam el mayor de ellos. Una sensación de tristeza se apoderó de él al darse cuenta que aquel hermano juguetón, infantil e inocente, ya no existía. Ahora tenía a un Cameron serio, con cicatrices en el alma y una madurez que solo luego de atravesar una tormenta se puede alcanzar, pero a pesar de todo eso, en el fondo sintió alivio y alegría, porque su hermano, aún con todo lo que pasó, le dijo que alcanzó la felicidad y eso para él era suficiente.

La respiración pausada y ligera de Cameron, pronto le dio sueño también y empezó a bajar los párpados para poder dormir. No supo que soñó, pero estaba seguro de que no fueron pesadillas como las que últimamente tenía, sin embargo, al despertar, no pudo sino sorprenderse por sentir unos labios rozar su mejilla. Con un susto enorme, se levantó de repente y al ver una figura enorme y poco visible en la oscuridad, exclamó a todo pulmón:

—¡Pero qué mierda haces! ¿Quién eres?

El sujeto a quien aún no pudo reconocer, se quedó estático en su lugar, mientras Cameron se desperezaba en el piso.

—¿Qué pasa? —preguntó el chico al escuchar los gritos de su hermano.

—¡Como que qué pasa! ¡Este sujeto acaba de besarme! —respondió Sam llevando las manos a la mejilla para poder sacarse la sensación de ser violentado.

—Ah, hola Roy —para su asombro, Cam contestó muy tranquilo, pero después entendió la situación—Espera, ¿besaste a Sam? —cuestionó con el ceño fruncido y haciendo una expresión de molestia.

—¿Alguien puede explicarme lo que está pasando aquí? —El tal Roy se dirigió a los dos. Sam entendió que ese sujeto era en realidad el compañero de piso de su hermano. Desde la oscuridad del lugar, solo pudo ver una silueta intimidante y la voz no ayudaba mucho. En definitiva, no era el Roy que su cabeza ideó.

—Esa es mi línea —gruñó Cameron desde su lugar al parecer molesto por aquella confusión. Para aclarar el asunto, el chico se levantó del piso y fue a encender las luces.

—Roy, él es mi hermano Sam —los presentó Cameron mientras iba a situarse a lado de Roy—. Y Sam, él es Roy, mi compañero de piso.

Sam trató de contener su asombro, pero fue inútil. El tal Roy, era un chico afroamericano que no pasaría los 22 años, tenía la mirada aterradora y medía como uno noventa de estatura siendo que él apenas llegaba a un metro setenta y seis. Cameron era un chico debilucho y enano a lado de aquel sujeto aterrador.

—No sabía que eran tan parecidos —dijo por fin Roy rompiendo el silencio. Su voz le daba escalofríos.

—Es que somos mellizos —dijo Sam con los brazos cruzados, luego recordó el motivo por el que ahora estaban los tres en aquella situación—, por cierto Cam, ¿cómo es que tu compañero de piso te da besos?

La cara de Cameron pasó de somnoliento a uno carmín. Miró de un lado a otro y juntó las manos tamborileando los pulgares, tal y como hacía cuando estaba nervioso.

—Bueno...es que no fui del todo sincero, él no es solo mi compañero de piso —confesó después de un rato. Las sospechas de Sam de nuevo se hicieron ciertas.

—Lo sabía —fue lo que dijo al escuchar la confesión de su hermano. Cameron preguntó cómo lo sabía mientras que Roy solo se limitó a mirarlo con curiosidad. Sam, en cambio, cansado de permanecer de pie cuando segundos antes estaba en total estado REM, se sentó de nuevo en su lugar para poder continuar—. Sabes que soy muy observador y mientras me hablabas de él —dijo mirando a Roy con despecho—, lo hacías con demasiado cariño.

Lejos de devolverle el gesto, Roy solo se limitó a sonreír con satisfacción para después mirar a Cameron quien ahora lucía más avergonzado. Al verlo mirar a su hermano, el rostro de Roy ya no le pareció tan intimidante, pues sus ojos reflejaban sentimientos sinceros.

—Pero solo eran sospechas —continuó Sam—, hasta que te pregunté por qué ibas a dormir a su habitación siendo que solo había una cama allí adentro. Tu reacción te delató.

Aquello solo lo agregó para poder incordiar a su hermano y lo logró pues este no supo cómo actuar a continuación. En cambio, Roy pasó los brazos alrededor de su hermano y lo atrajo a él ante la atenta mirada de Sam, quien solo levantó una ceja por su osadía. No lo admitiría, pero que el hecho de que no trate de esconder el cariño que le tenía a Cameron, le agradó mucho. Su hermano merece alguien que esté orgulloso de poder estar a su lado.

—Un gusto Sam y quiero que sepas que yo no estoy jugando con tu hermano —habló Roy con seriedad. Sam le preguntó cómo podía estar tan seguro de eso, pero el chico solo respondió: —. Solo puedes confiar en mi palabra.

Por alguna razón, confió en él. Sus ojos no se despegaron de Sam en todo momento, dándole a entender que decía la verdad. Pero su curiosidad aún no fue saciada del todo.

—¿Entonces son novios? —preguntó y sintió cuchillos invisibles siendo lanzados hacia su dirección por parte de su hermano. Sam quiso reírse de su reacción, pero debía mostrar seriedad para poder obtener lo mismo de Roy.

—Aun no hablamos sobre eso... —empezó a decir el mayor. ¿Cómo se supone que podía interpretar aquello? Viven juntos, se nota que se quieren, usan la misma cama, ¿pero no son nada? Cameron agregó unas palabras más a favor de Roy, pero su concentración no estaba dirigida a su hermano—...pero le iba a pedir en estos días —concluyó Roy con naturalidad.

Cameron dejó el berrinche en contra de Sam unos momentos para poder fijar su atención en Roy. Sam miró uno al otro cuando empezaron a hablar y hasta casi vio corazones flotando alrededor de ellos. ¿Era así cómo se sentía mirar a dos locos enamorados? Era una sensación de incomodidad, pero también alegría.

—Cameron quiero que sepas que desde el primer momento que te vi, me pareciste un chico lindo, y luego empezaste a cambiar mi manera de ver las cosas, despertaste sentimientos en mí que no sabía que podía tener. Pasaste de gustarme a algo más fuerte —el pelirrojo lo miraba conmocionado—. Te amo y quiero salir contigo.

Sam empezaba a pensar que el ambiente era demasiado íntimo, pero si empezara a moverse solo generaría que los dos se distraigan con él y el momento era demasiado importante para eso. Roy ya estaba lejos de parecerle intimidante. No era más que un oso enorme de peluche al que su hermano tenía comiendo de su mano. Aunque Cameron también se veía totalmente embelesado por el otro. Sam nunca lo había visto así por alguien. Cameron murmuró unas palabras que desde su lugar no pudo oír y al parecer Roy tampoco pues le hizo repetir.

— ¡Qué también te amo y quiero ser tu novio! ¿Ya lo oíste? —dijo Cam con la cara tan colorada como su cabello. Después de eso siguió una maratón de besos que Sam no estaba dispuesto a observar por la incomodidad que eso le generaba.

—Dios, creo que vomitaré arcoíris —dijo rompiendo el momento romántico como si de un globo se tratase—. Bien, te creo Roy, a pesar de eres muy aterrador y luces como si estuvieras acostumbrado a torturar personas...

—¡Sam! —exclamó su hermano.

—...pero tus palabras fueron sinceras y por la manera empalagosa que estuvieron hace un momento, no me cabe dudas de lo que sienten el uno por el otro. ¡Ahora ya déjenme dormir antes de que me dé diabetes!

Al menos uno de las tantas preocupaciones de Sam por fin terminó. Su hermano estaba a salvo, feliz y con un sujeto que lo ama y quien luce lo suficientemente aterrador para espantar a cualquiera que se le acercara. Eso lo aliviaba.

Mientras le par de acaramelados continuaba con las embarazosas muestras de cariño, Sam fue a acostarse en el viejo sofá para continuar durmiendo. Era más que obvio que Cameron ya no simularía dormir en la sala, pues su lugar estaba a lado de Roy.

Cuando pensó que ya estaba solo, sintió los brazos de su hermano envolverle con fuerza, a lo que Sam respondió que ya lo deje dormir de una vez.

Recuperar a su hermano se sentía tan bien, que el sueño lo invadió muy pronto a pesar del sospechoso ruido que venía del dormitorio y que por su bien, prefirió no ponerse a pensar en el origen.

A la mañana siguiente, se despidió de su hermano prometiéndole que pasarían más tiempo juntos. Sam sugirió poder almorzar juntos luego de sus clases y Cameron aceptó con gusto. Lo acompañó a la parada de autobuses y se despidieron con un abrazo.

En todo el camino, sus hombros se sintieron ligeros y su sonrisa no abandonó el rostro.

Tal y como había dicho, su madre aceptó la excusa de que Sam había salido temprano a comprar algo —aunque no tenía nada en manos para poder justificar aquello—, y le dijo que tuviera cuidado cuando saliera por las calles inseguras.

A veces le preocupada la ingenuidad con la que sus padres aceptaban todo lo que él decía, como si confiaran ciegamente en él. No sabía si eso le debía hacer sentir mejor o peor. Su hermana ni siquiera reparó en su ausencia pues se levantó horas después.

Ya en su habitación, el sonido del móvil llamó su atención y al no reconocer el número que lo estaba llamando, contestó dubitativo.

—¿Hola?

—Samir, hola —se trataba del profesor Morrison—. Solo quería recordarte que tenemos nuestra reunión hoy a la tarde. Te recogeré de la esquina del colegio a las dos en punto. No faltes.

Sam murmuró un «no lo haré» y con eso terminó la llamada. No había olvidado su compromiso con el profesor, por lo que no era necesario que lo llamara. Un momento...¿cómo es que tenía su número de teléfono? Sam jamás se lo había dado. Supuso que lo consiguió de algún registro del instituto.

Sinceramente, no sabía qué pensar de su profesor. Por un lado, lo ayudaba sin pedir nada a cambio salvo que Sam dé su mejor esfuerzo en la competencia, pero el comportamiento hacia él se sentía como algo más que solo...decidió no continuar con ese pensamiento. Era ridículo. ¿Cómo podía ser eso posible?

Empezó a preparar sus cosas para lo que sería una larga sesión de estudios junto con un profesor demasiado estricto, pero con algo rondando su mente constantemente: las sospechas de Sam, siempre terminaban siendo ciertas.

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Hola a todos. Para los que leyeron "Camino a tu corazón" tal vez el capítulo les resulte repetitivo, por eso decidí omitir algunos diálogos y agregar otros que no se vieron en la otra historia.

Gracias a todos por el apoyo, espero que hayan disfrutado ❤

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