D o s
Connor.
Estaba viniendo hacía él con un grupo de amigos, hace tiempo que quería enfrentarlo, saber si en realidad era aquella horrible persona que le había dado la espalda a aquel que por mucho tiempo fue su amigo. Necesitaba comprobarlo por él mismo.
Como siempre, el chico pasó de largo sin siquiera dirigirle la mirada, Sam ya estaba acostumbrado a que siempre lo ignore o finja que no existe. Tenía una manera única de hacerlo sentir invisible.
—Espera, Connor —dijo cuando pasó al lado de él.
De inmediato, el chico se quedó helado en su lugar mientras los dos amigos que lo acompañaban miraron a Sam de arriba abajo, los amigos del chico también lo ignoraban y en estos sí se notaba cierta molestia, pero no le interesaba. Recordaba muy bien cómo se habían ensañado con su hermano cuando se enteraron que era gay.
—¿Se te ofrece algo? —respondió dándose la vuelta y mirándolo con enfado. Era siempre lo mismo con él, cuando lo enfrentaba cerca de los demás, su actitud hosca parecía intensificarse y cuando estaba solo, no le dirigía la mirada. Sam se llegó a preguntar si sólo con él era así y por qué. Sin embargo, a estas alturas, después de tantas decepciones de su parte, ya no le importaba. O eso es lo que quería creer.
Ahora, claramente estaba enojado con él. Ridículo, era Sam quien debería sentirse de aquella manera.
—¿De casualidad sabes algo de mi hermano? —preguntó para comprobar al fin, si era o no como mostraba ser.
El rostro de Connor se crispó y lo miró con algo cercano al desprecio. Eso lo hizo encogerse de inmediato, pero se negó a exteriorizarlo.
—¿Acaso crees que me importa tu imbécil hermano? Si no sabes donde fue a parar en estos días, ¿cómo diablos quieres que yo lo sepa?
Si haberlo visto burlándose de Cam no hubiera sido suficiente, ahora en verdad comprobó hasta donde le había dado la espalda.
—Solo era una pregunta, como ustedes solían ser amigos pensé que tal vez lo sabrías.
—¿Yo? ¿Amigo de un marica? No jodas —respondió Connor y sus amigos rieron. Esto parecía regodear a Connor, quien de inmediato se rió también. Pero Sam lo notó algo falso.
Le dolió pensar que aquel inocente niño que una vez le había ayudado en el parque, se había convertido en aquella persona que tenía en frente suyo. Sam lo miró decepcionado y los ojos color miel se desviaron por un momento de los suyos.
—Lo eras y le diste la espalda —lo acusó.
—Y tú también lo hiciste, ¿no? En realidad no te preocupas por él, solo quieres limpiar tu conciencia, ni siquiera mostraste interés hasta ahora.
Casi las mismas palabras fueron pronunciadas por Madison minutos antes, pero cuando vinieron de los labios de Connor, el impacto fue el doble. Miró para abajo con culpa y dejó que los demás se fueran, Connor parecía alejarse algo dudoso, pero siguió a sus amigos quienes aprobaron la manera en que éste trató a Sam. ¿Acaso había un límite para la culpa que alguien podía llevar? Porque aquel sentimiento se intensificaba en Sam a medida que pasaban los días, las horas y los minutos.
Salió del corredor listo para ir a sumergirse en su mundo de cómics. Sin embargo, para su sorpresa, vio como Lucas, el chico nuevo, evadía a Connor y los dos idiotas que iban por el pasillo mientras daba un suspiro de alivio.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó y el rubio dio un brinco del susto mientras lo miraba incómodo al ser sorprendido. A él no lo engañaba.
—Yo solo pasaba por aquí y...
—¿Crees que soy idiota? Por la cara de susto que pusiste al verme, deduzco que escuchaste algo de lo que estábamos diciendo.
—Este...no fue mi intención. Yo buscaba el comedor y terminé aquí —dijo disculpándose. Sam suspiró. Tampoco tenía por qué descargar su enojo con alguien que no lo merece.
—No importa. Vamos, te ayudo a encontrar el lugar. De seguro no conoces aún nada y dado lo grande que es el colegio, te perderás mil veces antes de encontrarlo.
No era de sorprender que por la magnitud del lugar, los alumnos nuevos terminaran vagando de más para poder llegar a donde quisieran.
Guió a Lucas por el lugar mientras que este hacía preguntas sobre lo que estaba diciendo minutos antes frente a los demás. Decidió que no le desagradaba el rubio a pesar de que le habló de manera despectiva cuando estaba con Madison. También se dio cuenta de lo curioso que era. No podía ignorarlo como hubiera querido y le agradaba la idea de alguien siendo amable con él.
Varios minutos después, se encontraban en el gran patio del colegio mientras los del equipo de fútbol estaban en la cancha bajo los rayos del sol. Una parte de él estaba satisfecho por verlos sudar como ahora, en especial a Connor quien se había comportado como un cretino e hipócrita. Ahora veía como respiraba forzadamente por el entrenamiento. Sin embargo, por un breve momento, sus miradas se conectaron y Sam volvió a sentir que los ojos de Connor volvían a ser dorados tal y como aquella vez que nunca pudo olvidar. Pero era solo su imaginación, estaba demasiado lejos para poder saberlo a ciencia cierta. Desvió la mirada incómodo por seguir pensando en cosas tontas cuando ya había pasado tanto tiempo desde que fue un niño. Pero vio como Lucas miraba más que complacido el lugar.
—¿Por qué pones esa cara? —preguntó frunciendo el ceño.
—¿Qué cara? —dijo Lucas poniéndose colorado. Al parecer eso era algo que le pasaba con frecuencia y en su pálida piel, era fácilmente notorio.
—Esa misma expresión, de puro placer, es la que a veces ponía mi hermano cuando miraba el entrenamiento —recordó mientras volvía a pensar en Cam. Lo extrañaba.
—¿Tu hermano es gay? —preguntó curioso. Lo que solo hizo sonreir a Sam.
—¿Te das cuenta que acabas de admitir que eres homosexual? —comentó riéndose. Ojalá hubiera tenido aquella reacción con Cam, ahora por fin podía darse cuenta de que actuó como un idiota, solo esperaba que no fuera tan tarde para enmendar las cosas con su hermno —Te pusiste como un tomate. No tienes por qué ponerte de ese modo, admito que cuando me enteré que mi hermano lo era, lo tomé muy mal, es más, lo amenacé e hice cosas de las cuales me arrepiento, pero me sentí traicionado ¡Éramos hermanos! ¡Mellizos! ¡Compartimos el mismo vientre por nueve meses y no me dijo nada! ¿Sabes cómo me sentí?
Estaba justificando en vano lo que a simple vista era evidente. Siempre fue el chico olvidado, el listo, el que no hablaba, el que tenía completo los apuntes sin importar la materia que fuera. Nadie se acercaba a él por nada al no ser algo relacionado a su papel de delegado de la clase, cosa que no eligió él, sino que los demás le echaron encima el puesto para librarse ellos de la carga, ¿amigos?, eso no era lo suyo. Pero Cam había sido una excepción, él había sido la persona más cercana a él y nunca permitió que estuviera solo mucho tiempo. Lo quería, y no le avergonzaba admitir que su hermano era tal vez su mejor amigo, pero a Cam sí, no porque estuviera apenado, sino porque los del equipo se reirían de él y lo molestaría y a Cam le importaba demasiado pertenecer al grupo. A Sam no le importó eso, pero cuando Madison gritó frente a todos que su hermano le confesó que en realidad es gay y este lo confirmó con su reacción; se sintió traicionado. No supo qué hacer y pensó que si le decía a sus padres estos ayudarían a su hermano y tratarían de solucionar el acoso escolar. Era un completo idiota.
Al contarle a Lucas todo aquello, este le dijo que le ayudaría a encontrar a Cam. Él estaba agradecido. Lucas había hecho más por él que todos a su alrededor. No sabía nada de él, pero no necesitó hacerlo para saber que era una buena persona y sellaron el día con la promesa de una amistad que lo emocionó y lo hizo sonreír, cosa que no hacía desde hace demasiado tiempo.
***
Fue hasta el salón para poder mostrarle a Lucas el libro que se moría por leer. Estuvieron ahí hasta que terminó la hora del profesor de geografía. Descubrió que le divertía pasar tiempo con él.
—¿Qué sigue después? —preguntó el rubio al percatarse de la hora.
—Psicología —respondió y ambos hicieron una expresión de hastío. Sí, se llevarían bien.
—Hasta creo que me gusta más la clase de matemáticas.
—Pero si te pasaste en las nubes —ambos rieron.
Al hacer referencia a la clase de matemáticas, recordó que el profesor Morrison quería hablar con él luego de que terminaran sus clases en el aula B y eso fue hace como diez minutos. Se levantó de manera abrupta ganándose la confusión de su nuevo amigo y se disculpó con él mientras salía corriendo del salón. Lo buscó en el aula donde tuvo clases y no lo encontró, por lo que intentó en la sala de profesores.
Entró con cierto temor pues no todos los días uno podía tomarse el lujo de entrar a esa sala. El lugar estaba desolado salvo por la profesora de psicología que ya estaba por salir, le hizo un gesto con la cabeza y le comentó que el profesor Morrison lo buscaba.
—¿Liam? Creo que lo vi en la biblioteca —Sam se lamentó por tener que caminar hasta allá de nuevo— ¡Ah, ahí viene!
Dio media vuelta y vio como el hombre se aproximaba a ellos con un libro en las manos. Su andar era lento, pero firme. Al llegar saludo amablemente a la profesora y pronto ella se despidió de ambos, dejándolos solos.
—Samir, pasa.
Le resultaba extraño cuando las personas lo llamaban por su nombre completo. Ese nombre nunca le había sonado bien y de hecho lo odiaba un poco.
Hizo lo que el hombre le dijo y juntos entraron en la espaciosa sala de profesores. El mayor fue a dejar sus cosas sobre una mesa dispuesta en una de las esquinas y luego procedió a hacerse un café en la cafetera moderna, todo adentro era de eso modo, no había nada viejo o desgastado.
—¿Quieres un poco de café? —preguntó el hombre a lo que Sam asintió. No le vendría mal un poco de cafeína para aguantar el resto del día.
El profesor le pasó la tasa con un humeante líquido oscuro y caliente. Le indicó para que se siente en uno de los sofás de la sala y él así lo hizo. A parecer los demás maestros estaban ocupados, ya que solo estaban ellos dos en el interior.
—¿Desea algo de mí, profesor? —le cuestionó Sam cuando el hombre se sentó en un sillón ubicado frente a él y ponía la tasa de café en la pequeña mesa ubicada en el centro de ellos dos.
—Sí, de hecho así es Samir —respondió mientras lo miraba fijamente a los ojos. Sam empezaba a ponerse nervioso. Este hombre lograba aquel efecto en él.
—¿En qué le puedo ayudar?
—He notado que estas algo ausente en mis clases y al comentarlo con los demás colegas me dijeron que haces lo mismo con ellos, ¿por qué has estado descuidando tus estudios?
Aquellas palabras lo tomaron por sorpresa. No pensó que hubieran personas que notarían un comportamiento diferente en él, pero al parecer estaba equivocado, ¿estaban los demás preocupados por él?
—No es nada serio, señor, solo algunos problemas personales —se excusó Sam no queriendo indagar mucho en el tema e incómodo por tener que hablar de sí mismo.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarte? —Sam negó con la cabeza y el hombre tomó un sorbo de su bebida para después hablar de nuevo— También he notado que tu hermano se ausentó la última semana —El corazón de Sam empezó a bombear más rápido—¿Pasó algo con él?
Sam no quiso hablar más del tema. Sus padres le habían dicho que dijera que se fue de campamento con los chicos de la iglesia, pero no sabía si podía llegar a poder mentirle a alguien de frente. Es por eso que evitaba hablar de Cam. Entendía lo cobarde que era al no decir lo que realmente pasaba, pero haría las cosas por él mismo. Ahora ya tenía a alguien que lo apoyara, así que su búsqueda sería más fácil. Sin embargo, ¿qué haría después de encontrar a su hermano? ¿Dejar de estudiar y conseguirse un lugar donde vivir? ¿Trabajar? Él ya no soportaba estar un segundo más en aquellas cuatro paredes que lo asfixiaban y le arrebataron a la persona que más quería.
—Yo... debo irme, tengo algo que hacer —Se levantó abruptamente del lugar para sorpresa de su profesor y fue rumbo a la puerta.
—Espera Samir —El hombre lo siguió hasta alcanzarlo y cerrar la entrada de nuevo—. Lo siento, no es por eso que te llamé, solo estaba algo preocupado por ustedes dos.
Los hombros de Sam aún estaban algo tensos por la situación, pero decidió escucharlo a pesar de todo.
—Mis padres ya dijeron el motivo de su ausencia —su voz sonó más amargada de lo que esperaba—. Si solo quiere recibir algún chisme de mi parte, eso no pasará.
—¿Chisme? —dijo exasperado y si no se equivocaba, enojado— No quiero recibir un maldito chisme. Lo que quiero saber es por qué actuas de esa jodida manera.
Los ojos de Sam se abrieron por la sorpresa al escuchar las palabras dichas de manera tan vulgar por su profesor, le tomó con la guardia baja aquel arrebato de furia que salió de sus labios.
—¿Por qué se preocupa tanto? —preguntó intrigado.
Su joven profesor se acercó más a él hasta el punto de ponerle incómodo.
—Porque eres mi mejor alumno, mi favorito me atrevería a decir y me preocupo por ti.
—Sí es por las jodidas notas, no las bajaré, lo prometo —dijo utilizando el mismo lenguaje que el mayor hace unos momentos—. El único que está actuando raro aquí es usted.
El profesor lanzó un largo suspiro y se llevó las manos sobre la frente en señal de frustración.
—Tienes razón, lo siento —dijo alejándose de él. Ambos quedaron estáticos en el lugar y un poco incómodos—. Pero quédate, también debemos hablar sobre el intercolegial.
—¿Intercolegial?
Sam sabía de lo que hablaba. Aquella competencia hacía que varios colegios de la ciudad compitieran entre sí en diferentes modalidades, algunas como deportes, matemáticas, historia, arte, entre otros. No sabía que las fechas ya habían llegado.
—Así es, ya reclutamos a la mayoría de los que participarán, pero yo aún no he elegido a mi ahijado.
Ahijado. Así es como los profesores les decían a aquellos alumnos que elegían para representar la materia que ellos impartían.
—¿Y eso que tiene que ver conmigo? —El hombre lo miró como si fuera obvio, a lo que Sam abrió los ojos al entender lo que estaba diciendo— ¿Quiere que yo participe en matemáticas?
—Diste en el clavo —El hombre volvió a sentarse donde estaba antes y Sam imitó su gesto yendo de nuevo en su lugar.
—¿Por qué yo?
—Mira, todos los años elegíamos a Troche —dijo refiriéndose al que por muchos años fue considerado el mejor en aquella materia—, pero este año ya fue a la universidad y por eso debíamos elegir a alguien nuevo, alguien que no tenga problemas con la materia y que aprendiera muy rápido.
—¿Y cree que yo soy esa persona?
—Estoy seguro de que tú eres esa persona —respondió sin un ápice de duda—. Piénsalo, tienes una semana para decidir.
—¿Y qué gano yo con participar? —preguntó. Los intercolegiales no eran fáciles y gastaban mucho de su tiempo, no lo haría solo por afición. No era Troche. Además, sabía que el colegio ganaba trofeos y algo de financiamiento.
—¿Conoces la universidad de São Paulo?
—¿Una de las mejores universidades de Brasil? Claro que la conozco.
—Los alumnos que salgan campeones, obtendrán una beca para ir a estudiar ahí. Los gastos de estadía y viáticos, lo cubrirán el gobierno y la universidad en partes iguales. Esta es tu oportunidad si quieres ser alguien en la vida, no es algo que rechaces sin más, de hecho, serías un completo idiota si lo haces.
La cara de Sam era de puro estupor, no podía creer lo que el hombre le estaba diciendo. El otro, en cambio, sonrió por su reacción.
—¡¿Si gano iré a estudiar en una de las mejores universidades de Brasil?! Eso es impresionante, ¿pero cómo? No es demasiado premio para una pequeña competencia, ¡debe haber alguna trampa!
Sam no recordaba la última vez que había estado tan emocionado. Estaba a punto de dar saltos de la emoción, la noticia lo había impresionado.
—Tienes razón, no es solo una simple competencia —dijo el hombre haciendo que Sam dejara a un lado toda la emoción para mostrarse más preocupado— No será solo una competencia de colegios en la ciudad, sino a nivel país.
—Vaya...—dijo perdiendo todas las esperanzas—. Es imposible. No podré hacerlo.
—Claro que lo harás, Sam —Su profesor llegó hasta él sentándose a lado suyo y lo agarró de los hombros mientras se inclinaba a su altura—. Sé que puedes hacerlo.
—Pero son demasiados, jamás podría ganarles a todos —Trató de mantener la distancia del docente.
—No serán demasiados, solo elegirán a los mejores colegios del país. Dos por ciudad.
—¿Solo dos?
—Así mismo, luego se juntarán en una sola etapa a las distintas ciudades de un solo departamento y de ahí saldrá el campeón departamental.
—Y luego se enfrentaran los campeones departamentales para elegir al campeón del país....entiendo —dijo Sam comprendiendo que no serán tantos como pensó, las esperanzas volvían a él.
—Correcto. Pero hay algunas cosas más.
—¿A qué te refieres?
—Los mejores puntajes saldrán de un promedio de las cinco modalidades: Deportes, matemáticas, historia, artes y literatura.
—Quieres decir que, como colegio, debemos ser los mejores en cada uno de ellos para poder pasar al siguiente nivel.
—Y lo mismo para todas las etapas, siempre se tomaran en cuenta los promedios. Por ejemplo, no importa si eres el mejor en matemáticas, si en literatura te va mal, pierdes muchos puntos.
—Eso es...complicado. Muy complicado.
—Lo es, y por eso debemos elegir a los mejores.
Sam entendió el peso que tenía sobre los hombros. Si lo veía desde otro punto de vista, era como ser el protagonista de todos aquellos mangas o cómics de competencia. Sabía que no sería fácil, pero a la vez era una gran oportunidad. Irse a estudiar en el extranjero le daría un respiro, pero luego está el tema de su hermano, ¿Cómo lo encontraría si estaría ocupado en una competencia tan grande?
—Piénsalo y luego decide. Confío en ti, Samir —Le palmeó el hombro.
Sam asintió con la cabeza y se marchó del lugar y de la cercanía de su profesor. Tenía mucho en qué pensar.
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