D i e c i s é i s
Sam no podía dejar de temblar. Sus manos mantenían ese constante movimiento aun cuando se decía a sí mismo que debía ser fuerte por su hermana. Su madre fue llevada al hospital junto a Cameron. Ambos se encontraban inconscientes al momento de irse mientras que Roy, Lizzy y él iban en el coche. Menos mal Roy se ofreció a conducir porque Sam no estaba seguro de poder poner sus manos con firmeza en el volante y además de eso, todavía le faltaba unos meses para poder conseguir la licencia.
—¿Acaso esto es una especie de castigo? —pensó y por la mirada de Lizzy desde el asiento de atrás, se dio cuenta de que lo dijo en voz alta. Sin embargo, ¿qué otra cosa podría ser? Estaba pagando por haber sido un imbécil insensible y debería poder enfrentarse a las consecuencias. Pero todo lo que Sam quería, era que todo esto terminara.
—Tu madre estará bien. Ella es una mujer fuerte que no se permitiría dejar solos a sus hijos —agregó Roy, en un desesperado intento de consolarlos.
Sam apreciaba el esfuerzo de Roy, pero esas palabras no eran para nada ciertas. Por supuesto que ella dejó a Cameron solo y aunque estuviera arrepentida, eso no cambiaba el pasado, ni mucho menos las consecuencias que eso trajo consigo.
Roy dijo unas cuantas palabras más, pero Sam quedó absorto en sus pensamientos. Le gustaría poder ser un chico con problemas que cualquier adolescente tendría. Sin embargo, estaba rumbo al hospital junto a su hermano que acaba de ser secuestrado y una madre que recibió un disparo de parte de un delincuente.
¿Pero qué tan egoísta era para solo concentrarse en sí mismo cuando tenía personas alrededor que lo estaban pasando peor?
Sam salió de su burbuja de autocompasión y decidió volver a la realidad. En cuanto lo hizo, su celular sonó desde uno de sus bolsillos y al contestar, escuchó la voz de su padre. Nunca antes se alegró tanto de oírlo.
—Sam, tu madre me llamó hace algunas horas, ¿sabes qué le pasó? No me contesta el teléfono.
—Papá —dijo y el hombre debió notar algo en su voz porque repitió su nombre con preocupación—, es mamá y también Cameron, ellos dos... —Sam no pudo decir las palabras siguientes pues estas se quedaron atascadas en su garganta y en vez de eso, las lágrimas ganaron terreno inundando sus ojos. ¿A dónde quedó su resolución de ser fuerte? Se desmoronó ni bien pasaron unos segundos.
Como no podía hablar, Roy tomó el móvil y contestó a su padre, quien no paraba de preguntar qué era lo que estaba sucediendo. La reacción de su padre de seguro era una mezcla entre aturdido y conmocionado. Roy le dio la dirección a donde llevaron a los heridos y sin poder escuchar lo que contestó su padre, cortó.
A sus espaldas, Lizzy le puso una mano en el hombro y él llevó la suya para poder apretar el agarre de su hermana. Aquel pequeño gesto lo conmovió.
Debía admitir que empezaba a admirar a Roy. Era tan seguro de sí mismo y de su amor por Cameron, que no se dejaba pisotear por nadie. Cameron se merecía a alguien como él.
Llegaron al lugar y vieron a la hermana de Lucas, quien los llevó con el resto. Al parecer ya le hicieron una revisión a su madre, pues el padre de Lucas contó que estaba fuera de peligro, que la bala solo le rozó el hombro.
Al escuchar las noticias, Sam pudo respirar con mayor tranquilidad y abrazó a su hermana pequeña.
—Todavía no sabemos nada de Cameron, ya estaba adentro cuando llegamos —agregó Iván, refiriéndose a una de las salas donde solo podían acceder doctores y enfermeros.
Lizzy lo abrazó aún más fuerte al entender aquellas palabras. La salud de Cameron era aún más delicada que la de su madre. El que también se mostró afectado por la noticia fue Roy, que no podía disimular la angustia que sentía.
—¿Y Lucas? —preguntó Sam. Esperaba que lo suyo no fuera tan grave como Cameron. El chico no se merecía todo lo ocurrido, aunque tampoco ninguno de los que resultaron heridos.
—Antes de entrar a aquella sala, nos dijeron que estaría bien —respondió el padre de Lucas. Sam se alegró por su amigo.
Roy también confirmó lo mismo que sentía Sam. Se quedaron unos momentos en espera. Por el rabillo del ojo, Sam vio como Roy se alejó en compañía de Iván, de seguro a algún lugar donde pudieran hablar con más tranquilidad. Sam se sentó a lado de su hermana esperando como todos los demás.
—¿Sam? ¿Elizabeth? —ambos nombrados giraron el rostro para poder encontrarse de frente con su padre. Elizabeth salió corriendo para poder abrazarlo y Sam le siguió con más serenidad—. ¿Qué fue lo que pasó? —preguntó angustiado.
Sam procedió a relatarle lo sucedido y supo que la historia impactó en su padre pues su rostro se descomponía a medida que avanzaba. Entendió que estaba teniendo todos aquellos sentimientos contradictorios en su interior al igual que su madre en un principio. Solo esperaba que pudiera comprender que nada de esto fue culpa de Roy, quien era la persona a la que su madre acusó en un principio de poner en esta situación a Cameron.
Antes de poder terminar, los doctores se acercaron a ellos. Todos los presentes se pusieron de pie para poder escucharlos.
—Lucas Solaris se encuentra bien de momento, no recibió ningún traumatismo grave y la mayoría de sus heridas fueron tratadas. Pero necesitará chequeos médicos cada cierto tiempo para asegurarnos de que el accidente no tuvo otras consecuencias. Además, le recomiendo un tratamiento psicológico para evitar posibles secuelas que podrían afectar su salud mental, pero en todo lo demás, está mejorando notablemente. Por tanto, Lucas se repondrá en muy poco tiempo.
Sam se llenó de alivio al escuchar que su amigo estaría bien. Pudo ver como aquel sentimiento también se adueñaba de Leonardo y Marlene. Por el pasillo, vio como vinieron corriendo Roy e Iván.
—¿Mi esposa y mi hijo cómo se encuentran? —exigió su padre con aflicción. A Sam volvieron a temblarle las manos. Roy se acercó un poco más a ellos, pero al parecer, su padre aún no reparó en él porque su atención solo estaba centrada en los doctores.
—Como ya habíamos informado antes —añadió un doctor algo más joven que la mujer que dio el diagnóstico de Lucas—, la señora Ross está fuera de peligro ya que el disparo que impactó en el lado izquierdo del hombro, no se incrustó dentro, sino que solo hizo una abertura minúscula y manejable.
—¿Y mi hermano? —Sam pudo ver como los doctores, a pesar del estoicismo que los caracterizaba, se miraron un segundo entre sí.
—¡Ya díganos que pasó con él! —estalló Roy. Lo entendió perfectamente, él también estaba a punto de perder la cabeza por la incertidumbre.
Su padre miró a Roy de arriba abajo y no necesitó leer su mente para saber lo que pensaba. Pues se tendrá que acostumbrar a Roy porque él no iba a retroceder tan fácilmente y menos si se trata de Cameron.
—Cameron Ross, joven de diecisiete años. Posee tres costillas rotas, hemorragia interna severa y serias lesiones en la zona ocular izquierda. Debemos hacerle varias intervenciones más y debe ser sometido a tratamiento para poder recuperarse. El proceso será largo, pero con su fuerza de voluntad, puede salir incluso mucho antes de lo planeado.
Sam no sabía cómo reaccionar. Fue como si todo lo que acababa de decir se clavaran en él como agujas. Esto no podía estar pasando, su alegre y divertido hermano no podía estar en tal estado. Si tan solo pudiera cambiar de lugar con él, Sam no dudaría un segundo en hacerlo.
—Tú. Todo esto es tu culpa. Ya me enteré que fue a ti a quien aquel maldito quería ¿¡Cómo te atreves a mostrar tu cara después de permitir esto!? —su padre estalló de ira y tal y como supuso, su principal víctima fue Roy. Sam pudo decir por el semblante de Roy, que él creía todo lo que el hombre estaba diciendo.
El doctor le advirtió a su padre que guarde silencio, después de todo, se encontraban en un maldito hospital. Pero Sam necesitaba decirle algunas cosas, tal y como lo hizo con su madre.
—¡Papá, qué estupideces estás diciendo! Si mal no recuerdo, fuiste tú junto con mamá quienes lo echaron de la casa como si fuera una basura. Él ya hubiera muerto aquel día de no ser por Roy —exclamó enojado. Ya no podía tolerar más. Su hermano estaba luchando con todas sus fuerzas para poder seguir adelante, su madre resultó herida por un arma, ¿y en todo lo que su padre pensaba era en seguir acusando?
Según las palabras de Roy, su hermano intentó quitarse la vida y aunque pensó que el Cameron que él conocía jamás haría algo como eso, entendió que hay momentos donde la desesperación y el dolor pueden llevarte a cometer acciones de los cuales no hay retorno.
—¡Es verdad papá! Él lo protegió todo este tiempo, lo apoyó y lo cuidó cuando tú deberías haberlo hecho —su hermana lo secundó. Sam estaba orgulloso de ella. Incluso pudo ver que las palabras de él y Elizabeth significaban mucho para Roy.
—Cómo iba diciendo, todavía esta inconsciente, y permanecerá así un par de días más. En cambio, la señora Ross, ya se encuentra despierta y será trasladada al área de internos para poder centrarnos en aquellos más graves —agregó el doctor. Habló un poco más sobre el lugar donde sería trasladado Lucas y luego se fue.
El padre de Lucas agradeció a la doctora y luego abrazó a su hija por el alivio que le generó la noticia. A pesar de que Sam también se alegraba por su inocente amigo, la preocupación por su hermano opacaba todo lo demás.
—¿Acaso es esto un castigo? —Sam pensó lo mismo horas antes y entendió que su padre necesitaba escuchar una respuesta.
—Esto no es más que las consecuencias de nuestras acciones ¿Amas a Cameron? —preguntó y a pesar de todo, Sam sabía la respuesta.
—¡Por supuesto que lo hago!
—¿Entonces qué más importa? ¿Crees que Dios quiera que tires a tus hijos a la calle y apuntes con el dedo a cualquiera que los ayude? ¿Quieres vivir menospreciando a los demás? ¿Alejar a las personas que amas? ¿Ser infeliz? La familia es lo más importante que tenemos, criar a los hijos es un compromiso de toda la vida, el amor es más fuerte que cualquier cosa, incluso las diferencias entre nosotros. Ni Lizzy ni yo te queremos menos aun siendo como eres, ni siquiera Cameron. ¿Por qué tú no puedes hacer lo mismo?
El hombre lloró al escuchar la madurez de Sam. El chico tuvo que aprender que a pesar de los errores que uno pudo haber cometido, el amor puede vencer al rencor y darle una oportunidad de nuevo a quien se lo merece. Aquel hombre que lloraba como nunca antes lo había hecho frente a su familia, tal vez no fue el mejor padre, pero ahora estaba arrepentido y Sam estaba dispuesto a perdonarlo y sabía que Cameron también lo haría porque él tenía un corazón enorme.
—Lo siento joven, todo esto en realidad es culpa mía. Gracias por cuidar de mi hijo todo este tiempo —susurró su padre. Lo extraño de esto es que su madre dijo casi lo mismo en su casa. Sus padres tenían más en común de lo que parecía a simple vista.
—Yo amo a Cameron, es lo mínimo que podía hacer, pero es verdad que a causa mía esta en aquel estado. Yo también le debo una disculpa, tanto a ustedes como a Cam.
—¡Por supuesto que no, Roy! Tú hiciste demasiado por él, nada de esto es tu culpa, solo del hombre que lo lastimó de aquella manera —dijo Sam con incredulidad. No podía entender como Roy podía culparse de lo que pasó. Solo aquel sujeto que probablemente le ocasionaría pesadillas a Sam, era el que se merecía un castigo por lo ocurrido y lo tuvo.
—Es cierto, Roy no pienses así, tú eres alguien increíble —lo alentó Lizzy. Al parecer Roy se ha ganado la confianza de su hermana en muy poco tiempo, pero no era de extrañar, Roy daba esa sensación de confianza y seguridad que lastimosamente algunos se niegan a ver.
Su hermana fue a darle un abrazo que lo dejó anonadado. Se nota que no está acostumbrado a ellos, una vez Cameron le dijo que él era muy solitario. Así que Sam se unió a su hermana y entre los dos apretujaron a Roy hasta hacerle entender que ahora ya era miembro de la familia.
Luego de eso, vieron como trasladaron a Lucas. El chico rubio estaba pálido, pero Sam no pudo ver mucho más porque lo llevaban unos cuantos enfermeros que no querían personas merodeando al paciente que ahora estaba sedado. Esperaron mucho tiempo a su madre, pero al parecer eso de vendar una herida no era tan fácil como Sam lo pensó en un principio. Su hermana estaba dormitando en el asiento del hospital, su padre ofreció llevarla a la casa para que descanse, pero ella se negó rotundamente.
—Entonces iré a comprarles algo de comer, ¿sí? —dijo el hombre y ambos hermanos asintieron con la cabeza. No habían comido casi nada en todo el día. Su padre se quedó un rato parado ahí de manera incómoda, hasta que agregó: —. ¿Tú también quieres algo? —a Roy. El sujeto alzó la vista sorprendido por el gesto del hombre y suponiendo que aquello no fue fácil, aceptó.
—Un sándwich me vendría bien —dio una sonrisa forzada—. Tome, le daré el dinero.
—No te preocupes, invito yo —añadió su padre y se fue por los pasillos.
—Creo que ya le empiezas a agradar —le dijo Lizzy a Roy a pesar de que se estaba muriendo de sueño. Roy no dijo nada más, pero le acarició el pelo. Un rato después, Sam sintió que algo cayó en su regazo. Bajó la vista y vio la cabellera oscura de su hermana esparcida en la misma. Lizzy ya no pudo aguantar más, por lo que Sam le acarició la cabeza esperando que pudiera tomar una pequeña siesta luego del gran susto que se llevaron.
Su padre vino unos minutos después y trajo sándwiches y bebidas para todos. No hubo noticias de su madre hasta horas después cuando la vieron salir de unas puertas dobles donde estuvo atendida todo este tiempo.
—Pero señora, usted debe descansar, no es bueno para su salud que...
—Lo siento, no volveré a ninguna cama. Quiero firmar mi alta voluntaria, por favor —dijo educadamente su madre, pero se podía ver que a la mujer le costaba mucho mantenerse firme.
—¡Mamá! —gritaron ambos chicos y fueron rápidamente hasta ella para poder abrazarla. La mujer llevaba una venda que iba desde el hombro hasta el codo, además de un cabestrillo. Se le notaba agotada y algo sedada por los calmantes.
—Flair, me alegra tanto que estés bien —fue el turno del hombre para abrazar a la mujer y darle un emotivo beso en los labios. La mujer sonrió al ver a su esposo e hijos.
—Me alegra tanto verlos, le estaba diciendo a la enfermera que quiero firmar el alta para poder tener la libertad de ver a Cameron cuando quiera y por supuesto, también a ustedes —dijo dándose espacio a la mujer que estaba tratando de hablarle.
—Señora, usted necesita reposar —insistió la mujer que no se veía muy contenta.
—Es verdad, tienes que quedarte más tiempo para que te revisen, no puedes simplemente saltarte la advertencia de los profesionales —argumentó su padre, pero Flair tenía un rostro que no daba para discusiones.
—No me iré a ninguna camilla mientras mi esposo y mis hijos están sentados en el pasillo y mi Cameron está solo en algún lado.
El padre de Sam dio un suspiro de resignación. Su madre no solía ser una mujer muy terca, pero supuso que cada persona tiene un punto en donde sale a relucir los atisbos de personalidad que llevaban escondidos.
—Está bien, enfermera. Creo que lo mejor es llevarla a la casa para que descanse —añadió su padre y la enfermera dio un suspiro de resignación y se fue a algún lado para traer el documento mientras murmuraba cuanto odiaba a veces su trabajo.
—Por cierto, querido —añadió la mujer—, no pienso irme a ningún lado —la mujer se plantó en el asiento del hospital.
—¡Pero Flair, acaso quieres que muera de la preocupación! Primero Cameron que está mal y siendo tratado y luego tú no queriendo descansar como corresponde —añadió su padre con desesperación.
—Su esposo tiene razón, señora. Creo que un buen descanso puede prepararla para enfrentar la espera del día de mañana —agregó Roy, quien estuvo todo el tiempo en silencio. La madre no se había fijado en él hasta que habló—. Si quieren, pueden ir todos y yo les llamaré en cuanto tenga noticias.
—De ningún modo me iré de aquí —Sam se plantó en su lugar con los brazos cruzados.
—Hagamos lo siguiente, Roy y Sam se quedarán para poder saber lo que pasa con Cameron, mientras que tú —le dijo a su esposa con tacto—, irás con nuestra hija a casa para descansar. Yo los llevaré, Sam me contó que vinieron en tu coche, iremos en él y les dejaré a ellos el mío por si necesitan usarlo.
A pesar de los miles de objeciones que se planteó su madre, no dijo nada más al ver como Lizzy dormitaba de nuevo. A regañadientes, la mujer cedió y su padre se relajó. Fueron a firmar el alta para poder largarse, no sin antes hacerles prometer que lo llamarían cada quince minutos.
Sam se alegró de que sus padres tuvieran la suficiente confianza como para dejarlo a él y a Roy atender cualquier noticia de Cameron. Pero los comprendió, sus padres no estaban pasando por un momento tan fácil y su madre debe estar exhausta, aunque no lo quería demostrar.
La noche fue algo aterradora y un poco escalofriante. Más cuando todas aquellas historias de terror de personas viendo fantasmas en hospitales cobraron vida en su cabeza. Pero Sam era alguien de mente fría y no se dejaría llevar por cosas sin sentido. Alrededor de las cinco de la mañana, vio como unas enfermeras sacaban alguien en una camilla.
—¡Roy, es Cameron! —le susurró Sam y el chico que estaba durmiendo en una pose súper incómoda, abrió los ojos expectantes.
Ambos fueron hasta las enfermeras, quienes en este turno eran un poco más amables y los llevaron hasta la habitación en donde se quedaría Cameron. A Sam le dolió mucho ver a su hermano con aquellas vendas que iban desde la parte de atrás de la cabeza, hasta toda la zona del ojo izquierdo tapándolo por completo. No pudo ver mucho más porque llevaba una ligera manta encima. Sin embargo, se fijó en la cantidad de líquidos que iban directo a sus venas por medio de una intravenosa.
La habitación quedaba en el mismo pasillo que el de Lucas, por lo que el padre del chico los vio entrar y lo saludaron. Por dentro era espacioso y muy limpio. Las enfermeras mudaron a un inconsciente Cameron hasta el colchón y colgaron las bolsas de suero en un atril al costado de la cama. Al menos, adentro era más cómodo para ellos dos que en el frío pasillo.
En cuanto estuvieron a solas y luego de recibir las recomendaciones de las enfermeras, Sam llamó a su padre y de paso le dio un momento de intimidad a Roy y su hermano. Era notorio que el mayor lo necesitaba.
—Sam, ¿hay nuevas noticias? —preguntó el hombre ni bien atendió el móvil.
—Sí, papá. Acaban de mudar a Cameron a una habitación privada, ahora está inconsciente, pero puede que despierte entre hoy y mañana, según dijo la enfermera —el hombre murmuró un agradecimiento a Dios en cuanto Sam terminó de decir las noticias—. Por el momento estamos muy bien, pero creo que lo mejor es que te quedes en casa unas horas más para cuidar de mamá y Lizzy y luego cuando estén bien descansados, vuelvan.
—Tienes razón, debo asegurarme que tu madre descanse lo suficiente —estuvo de acuerdo el hombre—, pero estaremos ahí antes del mediodía. Cuídate, Sam y no dejes a tu hermano solo ni por un minuto.
—Descuida, Roy también lo cuida muy bien —añadió.
—Es verdad —añadió su padre con renuencia.
Colgaron el teléfono y Sam, quien lo miró desde que llegaron, notó las llamadas perdidas en las notificaciones. Extrañado, se dio cuenta de que eran de parte de Liam. Como un golpe a la cabeza, recordó aquel momento que ahora le parecía tan lejano. Liam debió estar preocupado por no saber más nada de él y más cuando intercambiaron aquel beso que lo dejó en las nubes.
Miró alrededor y al no ver a nadie en el corredor, marcó su número.
—¿Samir? —preguntó Liam con la voz adormilada. Sam de inmediato se quiso dar un golpe en la frente por no haber caído en cuenta de que aún era madrugada.
—Sí, soy yo, lo siento. Creo que llamaré más tarde —comentó dubitativo.
—No cuelgues —añadió el hombre con rapidez—, me alegra saber de ti, estuve muy preocupado.
—Bueno...yo, digamos que necesitaba un poco de espacio luego de lo que pasó —dijo Sam con timidez, de fondo, escuchó la risa perezosa de Liam. Eso le sacó la tensión que no sabía que llevaba encima.
—Espero que no te haya espantado —escuchó como el hombre se acomodaba en lo que debería ser la cama—. Eso es lo último que quiero.
—No, para nada. Digamos que solo me sorprendiste —se rascó un poco la cabeza—. Pero te llamo para decirte que no sé si podré ir al instituto los próximos días —Que mentira más grande, no lo de no poder asistir, que probablemente sea verdad, sino la parte que afirmó que ese era el motivo de su llamada.
—¿Pasó algo? ¿Te encuentras bien? —preguntó inquieto—. ¿Necesitas mi ayuda?
—Yo estoy bien. Es una larga historia, pero te lo explicaré luego. ¿No habrá ningún problema, cierto?
—Para nada. Pero debes contarme lo que pasó, ¿está bien? —ordenó con autoridad—. Me importa mucho todo lo que tenga que ver contigo.
—Claro, sabes que siempre te confío mis problemas —afirmó Sam y era verdad. Depositó todas sus preocupaciones en Liam, ¿por qué no hacerlo también ahora? Era el único que lo apoyaba en cualquier situación.
—Me alegra mucho que confíes en mí, Samir. Jamás te daría la espalda. Lo sabes, ¿verdad?
Sam respondió afirmativamente y se aferró a sus palabras. Después de unos segundos más, cortó la llamada.
—Sam —lo llamó Roy desde el costado. Sam dio un respingo algo exagerado para luego prestarle atención a Roy. El hombre solo levantó una ceja ante su reacción. ¿Cuánto habrá escuchado? ¿Habrá dicho algo comprometedor? —quiso repetir mentalmente la conversación, pero Roy no se lo permitió y siguió hablando—. Solo iba a decirte que necesito ir por un café.
—Está bien, tómate tu tiempo —dijo Sam y se odió por haber sonado tan nervioso. Roy intentó no mirarlo desconfiado, pero Sam era tan invisible que temía haber sido descubierto. ¡Pero eso era imposible! No dijo nada que ameritara una interpretación como la que temía.
La policía hizo acto de aparición durante el día, pero no había mucho que contar. Solo pudieron hablar con Lucas y algunos de los mayores. Sam se quedó a un lado porque no tenía mucho que agregar y, además, ya era su turno de descansar. Para su sorpresa, en cuanto sus padres y Elizabeth pusieron pie en el hospital, ofrecieron a Sam y Roy ir a dormir a la casa. El mayor se quedó un poco perplejo, pero no aceptó la oferta, ya que tenía su propio departamento donde descansar. A lo que el padre le ofreció el auto para que pudiera llevar a Sam y de paso, llegar más rápido a destino. Sus padres parecían tener muchas ganas de demostrarle a Roy que no le tenían rencor, en cambio Roy, parecía incómodo. Tanto que hasta resultaba gracioso. No pudo rechazarlos de nuevo porque no era ningún tonto y sabía que el hacerlo dos veces seguidas no era buena idea.
Cuando estuvieron caminando por los corredores en busca de la salida, Sam se distrajo un poco con el ir y venir de las demás personas. En uno de esos corredores largos, Sam notó a un niño llorando. El niño que no podría tener más de seis años, estaba mirando alrededor como si se hubiera perdido. Alertado, Sam estuvo a punto decirle a Roy para ir a ayudarlo, hasta que vio como una persona se acercaba hasta él. Sam se quedó quieto en su lugar ocasionando que Roy también lo hiciera, confundido por su reacción.
Iker zarandeó por los hombros al pequeño niño, como si lo estuviera regañando, aunque a pesar de parecer rudo, se notaba que no lo hacía con violencia. Lo cual desconcertó a Sam. El niño miró a Iker con los ojos llenos de lágrimas, después de eso, extendió los brazos y Sam abrió la boca con incredulidad al ver como el mayor lo cargó y lo consoló. Los dos están algo alejados de él, por lo que no lo vieron en un principio, pero su llameante cabello no es algo fácil de pasar por alto y en cuanto Iker fijó la vista en su dirección, sus ojos se abrieron del asombro y aunque Sam quiso disimular que lo estaba espiando, no pudo hacer nada para desviar la vista a tiempo. Por lo que Iker pasó de ser un chico relativamente normal que consolaba a lo que parecía ser su pequeño hermano, a convertirse en alguien que te mide el tamaño del ataúd con solo una mirada espeluznante. Sam no se dejó intimidar por él y continuó con su postura hasta que Iker salió de su vista.
—¿Quién demonios era ese sujeto? —preguntó Roy, quien presenció toda la escena—. ¿Esa persona te conoce?
—Descuida, es solo una persona de mi instituto —lo tranquilizó Sam, pero Roy no era tan idiota para creerse ese cuento.
—No me pareció muy amigable que digamos —murmuró, pero Sam solo se encogió de hombros. Roy no dijo nada más, pero se notaba que no le gustó para nada la actitud que Iker adoptó cuando lo vio.
Lo primero que quiso hacer al ver a Iker fue llamar a Connor, pero con un pequeño pinchazo en el pecho, recordó lo mal que lo trató. Sam quería hablar con él, pedirle disculpas, pero no sabía si eso era lo correcto por hacer. Desde todo punto de vista, involucrarse más con Connor de lo que ya lo hizo, no sonaba como una buena idea. Pero tampoco quería estar peleado con él. ¿Qué se supone que debía hacer en un momento como eso?
—¡Sam!¡Sam! —escuchó que alguien lo llamaba cuando estuvieron a punto de llegar al coche. Fijó la vista en la persona que le gritaba a todo pulmón en medio del estacionamiento y se encontró con Yonka.
La chica llevaba una gorra con orejas de gato incluso cuando no hacía nada de calor, pero se le veía muy bien. Tenía una camisa a cuadros y unos jeans que ya debería haber pasado a mejor vida. Levantaba la mano fervientemente para poder llamar su atención. A su lado, le sorprendió ver a Jax con las manos en sus bolsillos como si lo último que le gustaría fuese venir a un hospital a primeras horas de la mañana. Pero, aunque parezca que se estaba aburriendo a muerte, Sam recordó que él y Yonka eran algo cercanos, por lo que supuso que vino a acompañar a la chica.
—Hola chicos, ¿qué hacen aquí? —los saludó. A Sam les caía bien los dos. Yonka, a pesar de esa manía con los dibujos, era muy divertida y Jax una vez lo ayudó cuando el idiota de Iker usó a Connor para acorralarlo y destruir algo que él amaba.
—Hago voluntariado los domingos y obligué a este idiota para que me acompañe, ¿no ves lo feliz que se encuentra por ayudar a los demás en su día libre? —La cara de Jax era de todo, menos de felicidad.
—Eso es muy lindo de tu parte, Yonka —A su lado, notó a Roy algo inseguro sobre qué hacer—. Por cierto, este es mi cuñado, Roy —lo presentó y ambos lo saludaron—. Roy, ellos son mis...eh, ¿compañeros? —Sam no tenía idea de cómo llamarlos.
—¡Somos sus amigos! —exclamó Yonka—. Sam, es muy frío llamarnos compañeros, ¿no te parece? —Sam rememoró aquella primera impresión que tuvo de Yonka, la de alguien seria y antipática, pero por lo visto solo era un cascarón que usaba con los desconocidos.
—Es un gusto conocerlos —afirmó Roy—. Sam, parece ser tu día de suerte —añadió, Sam lo miró confundido y también los demás, a lo que Roy aclaró: —. ¿Acaso no has visto a otro compañero tuyo también?
—¿Qué compañero? —preguntó Yonka con curiosidad y Sam recordó a Iker. No quiso decirle a Roy que él era una de las mentes atrás del bullying que recibió Cameron porque el pobre hombre ya tenía más que suficiente.
—¡Ah es cierto! —soltó en cambio—. Resulta que vi a Iker también, pero no creo que él haya venido a hacer trabajo voluntario —comentó. Yonka lo miró extrañada, lo cual entendió perfectamente. No es como si Iker fuera del tipo voluntarioso. Aunque Jax levantó una de las cejas y fijó su vista en la entrada del hospital con interés. A lo mejor tenía algún asunto qué saldar con Iker. A Sam no le gustaría estar en medio de aquellos dos, se veían bastante amenazadores.
—Eso sí que es raro. Y yo que pensé que al menos hoy podría descansar de toda esa gente idiota del colegio —soltó Yonka—. Pero no me refiero a ti, Samy. Tú eres genial —añadió con rapidez—. Por cierto, ¿qué estás haciendo aquí?
—Mi hermano sufrió un accidente y tuvieron que internarlo por unos días —explicó Sam.
—Eso es horrible, ¿es grave? —preguntó Yonka con preocupación. Sam miró a Roy.
—Más o menos, pero los doctores dicen que se pondrá mejor pronto. Roy y yo iremos a descansar mientras que mis padres lo cuidan —explicó no queriendo entrar en más detalles.
—Me alegra oírlo. Espero que se mejore pronto, Samy —Yonka le puso una mano en el hombro y le sonrió—. Luego me cuentas que tal le va a tu hermano y no dudes en contar conmigo si necesitas alguna cosa —A Sam le conmovió el gesto de la chica. Le gustaba tener amigos en quienes confiar.
—También puedes contar con mi ayuda —añadió Jax y Sam agradeció el gesto. Comprendió que Jax no le decía aquellas palabras a cualquier persona, por lo que las valoró. También las de Yonka.
Un rato después, Roy y Sam subieron al auto para poder ir a descansar.
—Tienes amigos muy interesantes —comentó Roy. Sam sonrió.
—Sí, ellos son geniales, ¿no te parece? —respondió con algo de orgullo por tener personas que le brindaban su amistad sin pedir nada a cambio.
—Por supuesto —Roy no añadió nada más, pero a Sam no le importaba. Sabía que era un chico de pocas palabras.
Sam fue a descansar. Jamás estuvo tan contento de ver su cama. Rezó un poco por su hermano y su madre y por supuesto, pidió poder resolver sus asuntos con Connor, pues esa era una espinilla que tenía clavada en el corazón y con la que no sabía cómo actuar. Pero supuso, que con un buen descanso, su mente estaría preparada para pensar en una solución, una que pondría fin a tantas dudas.
Hola a todos, espero que les haya gustado el capítulo y si son detallistas, ya habrán notado quienes se vienen en el siguiente :D ¡Hasta pronto!
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