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C i n c o


Sam estaba a un paso de quedarse dormido. Tenía los brazos recargados sobre el pupitre y la cabeza apoyada en ellos mientras que su mirada divagaba por la ventana cuya vista daba a una cancha de fútbol solitaria. Su profesor estaba hablando sobre células de plantas que nada tenían que ver con él. Antes prestaba atención más por obligación que por gusto, pero ahora ya no le veía el sentido. Además, el maestro estaba algo viejo y solía sentarse en una silla al costado de la clase desde donde no podía ver nada. Al hombre no le interesaba mucho que le prestasen atención o no, Sam sospechaba que se aburría más que sus alumnos.

Miró el asiento vacío de Lucas y se sintió mal por su amigo, al parecer había comido algo intoxicado y vendrá recién a partir de mañana. De todos modos, hoy debía visitarlo.

La clase terminó y él ni siquiera se movió, quería seguir durmiendo en la comodidad de sus propios brazos, pero no pudo durar mucho tiempo porque alguien empezó a llamarlo desde la puerta, al alzar la mirada, se encontró con Liam Morrison.

Sam ni siquiera había pensado su propuesta, estuvo demasiado ocupado estos días. Sabía que sus padres no tendrían problemas en que participara si eso significaba reconocimiento y es debido a eso que no quería hacerlo del todo. Últimamente hacer algo que ellos aprobarían no se sentía del todo bien. Sin embargo, no era un tonto y sabía que la competencia era una gran oportunidad para poder ganarse un lugar en una prestigiosa universidad.

—¿Le puedo ayudar en algo, profesor? —preguntó Sam cuando llegó hasta él. El resto de la clase se encontraba demasiado enfrascado en sus propias cosas que nadie les prestó atención.

El profesor esperó hasta estar en el pasillo para poder hablar con más tranquilidad.

—¿Ya lo has decidido, Samir? —preguntó con las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir, pero su postura despreocupaba no lo engañaba, no cuando sentía su mirada taladrándolo.

—Todavía no se lo he dicho a mis padres —se excusó llevando una mano en la nuca, cohibido por la manera en que el hombre lo estaba analizando.

—No creo que tengan ni un solo problema —dijo moviéndose de su costado para poder quedar frente a frente—. ¿O acaso eres tú quien no quiere hacerlo?

—Que yo recuerde, profesor, la participación era voluntaria —respondió Sam sin dejarse intimidar por el hombre—, ¿o acaso me equivoco?

Estuvieron mirándose fijamente hasta que el mayor retrocedió unos pasos cortando el momento que se sintió algo tenso.

—Tienes razón, es voluntario —aceptó lanzando un suspiro—, solo que me hubiera gustado que fueras tú. Eres bueno aprendiendo y me imaginé que querrías aprovechar la oportunidad de ser alguien exitoso en un futuro.

—¿Me está diciendo que si no acepto, no lo seré? —interrogó Sam.

El profesor formó una sonrisa forzada y habló con lentitud.

—No, Samir —explicó acercándose aún más a él—, es solo que sé que puedes ser el ganador. Tú no estás hecho para quedarte aquí, entiende. Eres mejor que esto.

—¿Por qué le importa tanto? —replicó con genuina curiosidad.

—Eres mi alumno —respondió alejándose un poco de él—, y me preocupo por mis estudiantes.

Samir no estaba tan seguro de su respuesta, pero lo dejó pasar, en partes tenía razón, esta era una gran oportunidad para él y no quería desperdiciarlo, pero tampoco sería un completo inútil si no lo hiciera.

—Mañana tendrá mi respuesta —dijo un poco molesto por lo que el hombre había insinuado hace momentos.

—Bien, y si te sentiste ofendido con lo que dije, lo siento —parecía sincero al disculparse, por lo que su enojo menguó un poco—. No fue mi intención, solo quería que vieras la importancia de lo que te estoy proponiendo y la confianza que tengo en ti.

Samir asintió con la cabeza y su profesor se alejó de ahí con un andar tranquilo, como si nada hubiera pasado segundos antes.

—¿Así que aceptarás?

Volteó sorprendido al escuchar aquella voz. Connor estaba recostado sobre la pared en medio del pasillo y con los brazos cruzados. Sam no lo había oído venir.

—¿Eso que tiene que ver contigo? —preguntó despectivo.

El color miel de sus ojos se hicieron más oscuros a la par que su semblante cambió de serio a disgustado.

—No me importa, pero si no lo haces, quedaremos descalificados.

Sam recordó que el único club de deportes en la institución era el de fútbol, por lo tanto, Connor también estaba esforzándose por ganar.

—Yo no soy el único candidato, pueden ganar igual si no participo —Sam se dio la vuelta para poner fin a la conversación, pero sintió como Connor lo agarró del brazo para voltearlo de nuevo hacia él.

—No seas un idiota, Sam. Tú eres el único, lo suficientemente listo, para poder hacerlo.

Sam no entendía si aquello era o no un halago ya que el tono que usó no daba indicios de aquello.

—¿Tanto te importa? —preguntó al ver tanta seriedad en él.

—No me interesa la estúpida beca, lo que quiero es seguir haciendo lo que me gusta, competir con los mejores equipos del país y ganarme el reconocimiento que tanto busco y no podré hacerlo si no pones de tu parte.

Sam recordó que era Connor quien siempre tenía aquella pasión por el deporte, a pesar de que su hermano también se entusiasmaba, el chico que tenía frente a él era quien parecía estar dispuesto a todo por lo que amaba. Sam lo envidió, a él también le gustaría tener algo en la vida por lo cual apasionarse de esa manera.

—¡Connor al fin te encuentro! —exclamó Iker, el capitán del equipo de fútbol, al acercase hasta ellos—. Vamos, el entrenador nos llama.

La actitud soberbia de Iker era conocido por todos, él miraba a los demás como si fueran inferiores y siempre llevaba una sonrisa torcida y arrogante encima, y hoy no era la excepción.

—Ya me iba, solo estaba arreglando unos asuntos —Connor soltó a Sam, quien no se había percatado de que aún lo tenía agarrado.

—¿Quién es él? Me recuerda a alguien —comentó Iker pensativo.

—Es hermano de Cameron —respondió Connor mientras se alejaba de Sam.

—Cameron, ¿el suplente que salió del closet frente a todo el colegio? —rió con burla—. Lo recuerdo. Por suerte seguiste mi consejo y te alejaste de ese perdedor, no quiero que haya personas así en mi equipo.

—Descuida, ya no soy su amigo —respondió Connor sin dejar de lado la seriedad.

—Deberían tener vergüenza por como tratan a los demás. Los perdedores son ustedes.

Sam, quien estuvo escuchando todo, miró con rencor a aquellos dos, escuchar de ellos esas declaraciones no hacía más que aumentar la rabia que llevaba cargando encima todo este tiempo. A pesar de que muchas veces se callaba o los ignoraba, no podía hacerlo ahora que lo sintió tan de cerca.

—Ajám, sí, lo que digas —respondió Iker sin darle importancia a su descargo—. Mejor vámonos, Connor.

El chico lo siguió sin volver a dirigirle la mirada a Sam, mientras él se quedaba ahí con el enojo y la impotencia de no poder hacer nada. Sin embargo, antes de doblar la esquina, Connor volteó a verlo una última vez y Sam desvió la vista enojado con él, con todos y sobre todo, consigo mismo.

***

Al siguiente, ocurrió algo que le llamó la atención. Su madre estaba en la habitación de Cameron. Lo supo por que la había una abertura en la puerta y al asomarse, la vislumbró sentada en su cama, con una de las prendas de su hermano en la mano. No supo qué pensar, ¿sería eso una señal de que su madre estaba empezando a darse cuenta de las consecuencias de sus acciones? Lo que estaba presenciando podría interpretarse como eso, pero con sus padres nunca podría estar cien por ciento seguro.

Sin dejarse ver por su madre, fue hasta la cocina y se encontró con su hermana, la misma estaba desayunando en silencio cuando llegó. Sam dijo un "Buenos días" y ella respondió de igual manera, aunque un poco desanimada. No la culpó, de seguro todavía estaba enojada con él. Su madre volvió minutos después y también dio los buenos días. Parecía algo triste y tanto Lizzy como Sam se dieron cuenta de ello, pero no preguntaron nada.

Ya en el instituto, los amigos de Lizzy la llamaron ni bien se bajó del auto y ella encantada se fue con ellos, pero Sam no pudo hacerlo porque su madre lo llamó por su nombre para hablarle de algo.

Después de unos minutos de silencio, Sam se quedó quieto en el vehículo esperando a que su madre continuara con lo que quería decir.

—Olvídalo, no es nada —dijo sonriendo de manera forzosa.

—Está bien, mamá, nos vemos más tarde.

Sam bajó algo confundido por su actuar. No sabía lo que pasaba por la mente de su madre, pero todo parece indicar que estaba algo triste por cómo estaban siendo las cosas entre ellos, lo cual le dio esperanzas a Samir de que las cosas irían mejorando.

—¡Sam, espérame! —gritó Lucas a unos cuantos metros atrás de él.

Sam se quedó quieto esperándolo, alegre de por no tener que soportar el balbuceo constante de las personas a su alrededor cada vez que lo vieran.

—Lucas, llegaste temprano —dijo cuando el chico estuvo a su lado.

—Sí, estaba ansioso por venir, ya no soportaba ser el prisionero de mi padre —dijo riendo.

Lo que dijo sonó a reclamo, pero la expresión alegre le indicó que le guardaba mucho cariño a su padre, aunque este se mostrara como una mamá gallina en algunas ocasiones.

Siguieron hablando de algunas cosas sin sentido hasta llegar al salón de clases, para su desgracia, la primera clase era de literatura. No es que le disgustara la materia, solo que prefería los libros con más dibujos y menos palabras. Aunque recordó que había guardado un cómic en la mochila en su casa, para no terminar muriéndose del aburrimiento.

—¿Por qué te tienes que sentar tan lejos? Ni siquiera podemos hablar —le reclamó Lucas cuando ambos entraron al salón.

—No podríamos de todos modos, la profesora es algo estricta.

Lucas frunció los labios en señal de descontento por lo que había dicho, pero lo cierto era que a Sam también le hubiera gustado estar más cerca de Lucas, aunque su lugar le agradaba mucho porque no llamaba la atención y podía mirar por la ventana para distraerse.

—¿Y ya decidiste si participarás o no? —decidió dejar de lado el tema de los lugares.

—Sí, creo que tienes razón. Me apuntaré a participar.

—¡Eso es genial! Ya verás que los dejarás con la boca abierta.

Su respuesta conmovió a Sam. Una vez leyó en un libro que hay personas que desde el primer momento en que se conocen, congenian de inmediato y parecieran amigos de toda la vida. Eso mismo le pasaba a Sam, sentía que Lucas llevaba siendo su amigo desde hace años.

—De eso no estamos seguros, tendré que estudiar mucho.

—¿Quién te va a enseñar? —preguntó Lucas mientras Sam, al no querer estar más tiempo parado, se sentó en el pupitre de su amigo mientras este se recargaba por la parte posterior.

—El profesor Morrison —respondió.

—¡¿Qué?! —dijo Lucas alarmado, logrando sorprender a Sam—. ¿Es el mismo que me llamó la atención el otro día?

—Sí, él —dijo Sam recordando el primer día de Lucas.

—Ese hombre me da piel de gallina, parece muy inteligente, pero también serio e intimidante.

—Así es, suele ser algo estricto con los alumnos y odia cuando no les prestan atención.

—Lo supuse.

—Además, de seguro ya se memorizó tu nombre y tu rostro. Así que no te descuides.

—¿En serio? —preguntó Lucas alarmado por lo que decía.

Sam rió por su reacción, estaba seguro de que su amigo ya estaba más que identificado por el profesor, quiso darle ánimos, pero la profesora de literatura entró al aula.

—Señorito Ross, ¿está consciente de que el pupitre no es un asiento? —regañó ni bien había posado un ojo en él.

Toda la clase rió excepto él y Lucas. La señora Alarcón era conocida por aquel carácter altivo y amargado, jamás mostró una expresión en donde no tuviera los labios fruncidos y las cejas arrugadas en señal de molestia. Sin decir nada, fue hasta su lugar en silencio y se hundió en el asiento, desde donde la maestra casi no podía verlo. Las clases fueron largas y además Sam ya se sabía de lo que estaba hablando la mujer, solo repetía lo que estaba en el libro, uno que él ya había revisado desde el inicio de clases. Al finalizar la hora, con unas cuantas tareas encima, se acercó de nuevo a Lucas.

—¿Acaso la profesora no se da cuenta de que somos personas normales? ¿Cómo se supone que vamos a leer un libro entero para la otra clase y además hacer un resumen y sacar un ejemplo de cada figura literaria que hemos visto? ¡Eso es inhumano! —se quejó el rubio mientras Sam lo escuchaba y se sentaba de nuevo en el mismo lugar que la profesora había prohibido.

—Descuida, ella siempre es así, pero lo bueno es que si haces sus trabajos, prácticamente ya aprobaste su materia.

—No sé si eso es mejor o peor —respondió Lucas mientras ponía cara de fastidio, Sam solo rió por su comentario, la verdad es que a él también le parecía muy larga la tarea.

—Tranquilo, no tienes por qué estresarte, para eso está internet, ¿no? —dijo de manera insinuante.

—Sam, te desconozco —Lucas fingió indignación mientras se llevaba la mano en el corazón.

—¿Quién dijo que yo haría eso? Lo digo por ti, a mí no me gusta hacer trampas —comentó divertido.

Siguieron hablando de tonterías por un tiempo más hasta que se acordó de que tenía que ir junto al profesor Morrison para avisarle de su decisión. Se despidió de Lucas antes que el maestro de Química ingresara al aula y no le diera permiso.

Buscó la sala de profesores y al encontrarlo, tocó la puerta para poder pasar, pero para su desgracia, fue la profesora de literatura quien abrió.

—¿Se le ofrece algo señorito Ross? ¿Viene a pedirme ayuda con alguna cosa? —comentó despectiva la maestra.

—No, gracias Sra. Alarcón, busco al profesor Morrison —A la mujer no le agradó haberse equivocado, por lo que frunció los labios y siguió usando el mismo tono malhumorado.

—Menos mal señorito Ross, porque no lo hubiera hecho. No porque haya sido un alumno atento antes, significa que todos los maestros le tendrán en consideración —Sam no sabía que decir, así que solo asintió con la cabeza con una sonrisa, más mueca que otra cosa, en el rostro e ingresó a la sala buscando al profesor Morrison.

Adentro se hallaban unos cuantos profesores, algunos conocidos y otros no, y Sam tuvo que saludar con incomodidad a todos ellos, era bien sabido por todos la actitud despreocupada que estaba tomando últimamente y eso generaba miradas de reprobación. Tuvo que aguantarse el incómodo momento y buscó al profesor Morrison entre los presentes.

—Ah, por cierto señorito Ross, se me olvidó decirle que el profesor no se encuentra —La maestra Alarcón, por más que se mostraba seria, tenía una sonrisa de suficiencia en los labios al haber presenciado el momento algo difícil de Sam.

«¿Acaso le hice algo para que fuera tan desagradable conmigo? ¿O simplemente es así con todos?»

Dando un gracias sobre esforzado, salió disparado de ahí para buscar al profesor, fue un alivio para él librarse de todos aquellos adultos que se creían con el derecho de hacer juicios de valor sobre su persona. Caminó por los pasillos, a estas horas vacíos, y no encontró nada. Cuando estaba por ir de nuevo al aula, escuchó un ruido que provenía de patio donde los del equipo de fútbol siempre entrenaban. Lo hubiera ignorado, de no ser porque sonaban a gritos iracundos. Se acercó con sigilo para evitar ser visto si se trataba de una pelea, pero al salir al aire libre, se dio cuenta de que ese no era el caso.

—¡Ya te dije que los tendré al final del mes! ¿Me oyes? Tú también sabes muy bien el aprieto en el que me encuentro porque no soy el único, así que cuando pido una prórroga, no es por nada.

El profesor Morrison estaba despotricando en el teléfono, nunca lo había visto así de enojado, todo este tiempo él se mostró como alguien serio y a quien nada ni nadie lo perturbaba, pero al parecer siempre hay algo que nos logra sacar de nuestras casillas, pensó Sam.

Al colgar, poco faltó para que el hombre lanzara su celular en el piso, se notaba que aquella conversación lo había dejado colérico. Al lograr calmarse, volteó para poder entrar de nuevo en los corredores y antes de que Sam pudiera escapar de ahí para no ser tomado como un curioso, el hombre fijó su vista sorprendida en él. Rápidamente, llegó hasta donde estaba y lo agarró de los brazos

—¿Qué fue lo que escuchaste? —preguntó de tal manera que parecía calmado, pero sus ojos lo delataban, estaba lejos de estar tranquilo.

—Nada señor, cuando vine hasta aquí usted ya había colgado el teléfono —mintió Sam, pues la verdad, lo poco que había escuchado no lo entendía y tampoco quiso parecer un metiche.

El hombre creyó su mentira y se relajó de inmediato, aunque su expresión continuaba siendo impasible. Dim embargo, ahora sin rastros de haber sucumbido a la ira hace segundos.

—Lo siento, es solo que tengo algunos problemas personales.

—Lo entiendo —dijo Sam con sinceridad, sus problemas personales muchas veces también lo sacaban de quicio.

—En fin, ¿me buscabas? —preguntó el hombre al no hallar otra razón para que el chico estuviera ahí con él.

—Sí, de hecho quería hablarle de la competencia —afirmó Sam llevando las manos en la nuca. El semblante del profesor de inmediato cambió a una más relajada y sus labios se ensancharon en una sonrisa de lado.

—Perfecto, ¿qué has decidido? —preguntó llevando las manos en los bolsillos de sus pantalones de vestir.

—Que acepto —El hombre no parecía asombrado en absoluto por su respuesta.

—Lo sabía. Sabía que escogerías lo mejor —Esta vez sacó una de sus manos del bolsillo y la apretó en uno de los hombros de Sam en señal de confianza—. Pero tenemos un largo camino que recorrer, ¿lo sabes verdad? —Sam asintió con la cabeza.

—Estoy dispuesto a poner mi mayor esfuerzo.

—Lo sé. Hoy después de clases tendremos nuestra segunda reunión, no debes faltar si vas a ser parte del equipo.

—¿Reunión? —preguntó Sam extrañado.

—Así es, te presentaré a los demás concursantes y tendremos unos minutos para poder enseñarles de que va el programa, además de las dudas que puedan tener sobre el temario.

Sam no se imaginó que todo sería tan serio, él solo esperaba que le dijeran lo que debía estudiar y luego ir el día de la competencia y ya.

—¿Estas reuniones son periódicas?

—Lo hacemos día de por medio, para nuestra institución es muy importante recibir el premio.

—¿Cuál es el premio? —preguntó intrigado.

—Nos donarán un laboratorio y una sala de informática completamente equipados.

Sam quedó con la boca abierta, no se imaginó que aquello sería la recompensa, si bien contaban con ambos, los equipos ya se estaban haciendo viejos y en el laboratorio faltaban demasiados instrumentos.

—¿Todo eso?

—Sí, es por eso que nos estamos tomando muy enserio.

—Pensándolo bien, yo no...—empezó a decir Sam al sentir la presión, pero su profesor le volvió a poner las manos en el hombro y esta vez las dos, con una expresión muy seria.

—Lo harás bien y si tienes duda sobre algo, para eso estoy yo. Puedes contar conmigo —Lo dijo mirándolo directamente a los ojos, lo cual hizo que saliera a relucir cierta vergüenza por la cercanía más con aquellas palabras tan directas, por lo que desvió la mirada de los ojos tan oscuros del hombre.

—E-está bien. Lo entiendo —dijo para distanciarse un poco del hombre que le estaba robando un poco de espacio personal y lo empezaba a poner nervioso. El profesor volvió a mostrar aquella sonrisa de lado, parecía entender los pensamientos del chico, lo cual solo empeoró la situación para Sam.

—Te espero a la hora de salida, no faltes.

—Pero no siempre tengo el mismo horario de clases —dijo Sam apresuradamente antes de que el hombre se fuera.

—Descuida, sé tu horario y no importa, lo máximo en que difiere de los otros es en media hora, por lo que todos podrán asistir sin problemas.

Dicho esto, se fue del lugar dejando a Sam con la cabeza dando vueltas.

—Eso sí que suena complicado —dijo Lucas cuando Sam le contó lo que le dijo el profesor Morrison—, pero será pan comido para ti.

—No sé por qué todos piensan que soy un super genio o algo, mi cerebro es igual a la media, me tomará el mismo esfuerzo que a cualquiera.

—Sí, sí, lo que digas —soltó Lucas sin creer en lo que estaba diciendo.

—Es verdad —dijo enfurruñado.

Ambos estaban dirigiéndose a la salida del aula, por lo que inevitablemente se tendrían que separar.

—Nos vemos mañana, a ver si puedo leer algo de aquel libro que nos encomendaron —se despidió Lucas.

—Sí, nos vemos.

Sam fue por los largos pasillos hasta llegar a la biblioteca en donde sería la reunión. Al entrar, un grupo de alumnos estaban leyendo algunos libros, por un momento pensó que se trataba de los que estaban en su misma situación, pero se dio cuenta de que no era de ese modo al estar todos enfrascados en algo relacionado a física. Siguió caminando entre los estantes de libros y las largas mesas que estaban entre ellas, las sillas estaban algo esparcidas por el lugar, al parecer algunas personas eran un tanto desordenadas. Después de recorrer los pasillos no encontró nada y frustrado porque el profesor le haya mentido, se dispuso a abandonar el lugar. Al intentar salir, sintió una mano sujetándole el brazo, se dio la vuelta esperando encontrar al profesor, pero fue otro quien lo sorprendió.

—Conque has aceptado, no me extraña —Connor se encontraba parado en medio del pasillo, no se había percatado cuando llegó hasta él.

—Si estás aquí es porque vas a la reunión. ¿Dónde es?

—Es en la hemeroteca —dijo señalando con la cabeza las escaleras al final del pasillo que daban a una sala en la parte de arriba en donde se leía el nombre que mencionó Connor. Se sintió estúpido por no haberlo descubierto antes—. Vamos, es tarde.

—Primero suéltame el brazo, que sé caminar solo —dijo Sam mientras estiraba el miembro de vuelta hasta él. Connor lució ligeramente avergonzado.

—Solo me olvidé, no es como que quisiera agarrarte de la mano o algo —al terminar de decir aquello, lució más abochornado—. Lo que quiero decir es que dejes de ser idiota y me sigas—concluyó.

Sam rodó los ojos, completamente ajeno a lo que el otro pensaba y lo siguió en silencio. En definitiva, no entendía a Connor, primero lo trataba de mala manera y luego lo ayudaba, era inútil tratar de buscarle lógica a sus acciones, aunque ahora que lo pensaba, las veces que peor lo había tratado fueron cuando había otras personas a su alrededor, aunque eso no justifica nada, solo confirmaba el hecho de que era un idiota que aparentaba ante los demás. Pero eso también le daba a entender a Sam que no era tan malo después de todo, o tal vez sí y el hecho de ayudarlo ahora solo era para no tener que alargar la reunión de más. Sam ya no sabía qué pensar.

Lo siguió hasta la entrada y cuando ingresó, vislumbró a un grupo de personas en el interior hablando, pero cuando entraron él y Connor quedaron en silencio mirándolos. Sam se sintió tímido de repente ante tanto escrutinio, sin embargo, Connor no y fue a sentarse con un grupo de chicos entre los cuales solo pudo identificar a Iker, el capitán del equipo, por lo que supuso que eran algunos integrantes. En una de las esquinas, sobre una silla que estaba recostada sobre la pared, se encontraba un chico que llevaba la camisa del uniforme remangada hasta los codos, algunos botones abiertos, converse en vez de los zapatos obligatorios y un pendiente en la oreja izquierda. Su aspecto daba a entender que quería salir de ahí cuanto antes y que odiaba a todo el mundo. Su ceño fruncido lo confirmaba. En una de las dos mesas que estaban disponibles en la pequeña sala, se encontraba una chica de cabello corto y grandes anteojos, quien estaba trazando algo en un cuaderno y solo volteó un momento para ver a Sam y después concentrarse nuevamente en lo que estaba haciendo. Los profesores que debían ser los padrinos, estaban cerca de un pizarrón acrílico que se encontraba en una de las paredes y que probablemente lo habían traído hace poco para las reuniones. Entre ellos había un hombre mayor con anteojos, el entrenador de fútbol y su perpetua cara amargada, una profesora que lucía jovial e informal, otra que era nada menos que la señora Alarcón y por último, el profesor Liam.

—Ya veo que estamos todos aquí —empezó a decir este último—. Sé que ya habíamos hecho las presentaciones, pero ahora que se integró un alumno más, no estaría de más hacerlo de nuevo —Los cuatro representantes del equipo de fútbol hicieron gestos de molestia y los otros no parecían atender lo que decía el hombre—. Empecemos, él es el profesor de historia, el señor Betancourt.

Sam se fijó en el hombre de anteojos que había visto antes, a pesar de no parecer tan viejo, la ropa que llevaba puesta lo hacía ver mayor de lo que era.

—Ella es la profesora Linda de artes y la señora Alarcón de literatura —señaló a la mujer joven primeramente y luego a la mayor. Linda hacía alusión a su nombre, era bonita y se veía alegre. Desde su lugar, Sam podía ver unas manchas de pintura en sus dedos, cosa que trataba de esconder atrás de su camisa a cuadros. La señora Alarcón lo miraba con esa expresión de indignación perpetua que tenía en el rostro y supo de inmediato que no le agradaba verlo ahí, o simplemente era así con todos, no lo sabía, nuevamente le vino esa duda—. El entrenador de fútbol, Ruíz, y yo, Morrison.

A ellos dos ya los conocía, una vez le había dicho a Lucas que el entrenador parecía que en cualquier momento te daría un puño en la cara por puro placer y sin ningún motivo, y lo seguía sosteniendo. Del profesor Morrison no había mucho que decir, estaba igual de impecable que siempre, con su traje a medida, su corte de cabello perfecto y la mirada aguda. Todo en él te daba a entender lo rígido que era, Sam hasta se preguntaba si el ataque de ira al teléfono solo había sido ilusión suya.

—Él es Iker el capitán de fútbol —continuó diciendo a la par que nombraba a los demás presentes a quienes no prestó atención porque su vista se fue hasta Connor y notó que también lo estaba mirando, cuando sus miradas se cruzaron, de inmediato apartó la vista, volvió de nuevo su vista al profesor para no perderse de más nombres—. Ella es Yonka y nos representa en artes.

La chica de anteojos dejó por un momento lo que ahora entendió que era su libro de dibujos y le dedicó una mirada sería, no parecía el tipo de chica que bromeaba con los demás.

—Él es Jax y dará su mejor esfuerzo en historia —el profesor puso especial énfasis en las palabras mayor esfuerzo al hablar del chico que estaba sentado con los brazos cruzados y pose de "váyanse todos a la mierda", pero para su sorpresa, le dio una inclinación de cabeza en señal de saludo, más de lo que obtuvo de los demás—, y por último, Fiorella, quien estará en literatura.

No se había percatado de que había alguien más en la sala, pero en una de las esquinas estaba una chica que tenía el rostro enrojecido por ser nombrada, tenía el cabello tan rubio que parecía blanco y unos ojos grandes y azules, la misma levantó la mano saludándolo con una sonrisa que se veía tímida y luego la bajó de inmediato cuando Sam la saludó de vuelta. Su aspecto le recordaba a Lucas, pero esta chica parecía muy introvertida y tímida.

—Ahora preséntate —dijo el hombre y el alma de Sam cayó a sus pies. Odiaba hablar en público, y más cuando todos estaban mirándolo como ahora.

—Mi nombre es Sam y seré su compañero en matemáticas —su voz firme lo sorprendió hasta a él, pero por dentro estaba un tanto nervioso.

—Bienvenido Sam y siéntate a gusto —concluyó Linda en tono amable.

Sam hizo lo que le dijo la mujer y buscó un lugar donde sentarse, lo hizo a unas pocas sillas de donde se encontraba Fiorella ya que era una de las pocas que parecía amigable, la misma le dedicó una sonrisa de aliento a Sam como si supiera lo nervioso que estuvo hace segundos, gesto que Sam correspondió.

Al terminar las presentaciones, los profesores de inmediato se pusieron a hablar de las fechas de presentación y los lugares a donde irían, ya que al parecer visitarían algunas ciudades que no conocía. Después de eso, cada profesor fue junto a los alumnos para entregarles un folleto en donde estaban los temas que debían estudiar. Los del equipo de fútbol no tuvieron nada más que hacer, por lo que se levantaron para salir del lugar. Al salir, a Sam no le pasó desapercibido la mirada de odio que se lanzaron Iker y Jax, a simple vista se notaba que eran polos opuestos, por lo que no le sorprendió que se llevaran mal. Connor ni siquiera volvió a dirigirle la mirada. No es como si lo esperara de todos modos.

—Qué suerte tienen los del equipo de fútbol, ellos no tendrán que estudiar tanto como nosotros —dijo en voz baja Fiorella. A leguas se notaba lo mucho que le costaba pronunciar aquellas palabras y Sam estaba agradecido de tener alguien con quien hablar. Aprovechó que los profesores se habían reunido entre ellos, cosa que al parecer hacían de seguido, y le respondió.

—Sí, tienes razón, pero supongo que algunos tienen más suerte que otros —contestó con amabilidad.

—Eso de ser el mejor en mates es un poco genial —continuó ella con una sonrisa.

—No, no es para tanto —alegó de inmediato—. Solo son números.

—Hey chico humilde —dijo Yonka, no vio en qué momento se había acercado, pero ahora estaba a solo unos asientos de ellos—. ¿Tienes un borrador?

—¿Borrador? —preguntó confundido de que le haya hablado de repente.

—Borrador, goma de borrar, eraser —habló monótona.

—Claro, déjame ver —Sam buscó entre sus cosas y encontró lo que buscaba—. Ten.

La chica agradeció y empezó a pasar el borrador sobre algunos trazos de su cuaderno, desde su lugar, Sam quedó con la boca abierta al ver lo que hacía.

—Impresionante. Eres increíble dibujando —soltó con admiración.

El cuaderno de Yonka tenía dibujado a un chico y era tanto el realismo, que parecía un retrato. Siguió mirando y se dio cuenta que en el dibujo, el chico estaba agarrado de la mano de, ¿otro chico? Yonka de inmediato apartó el boceto de su vista y continuó con su cometido.

—Lo sé —respondió, pero no parecía alardear de ello, sino que parecía indiferente a los halagos.

Los profesores terminaron de hablar y se volvieron a dirigir a los alumnos.

—Bueno, hemos decidido que tendrán una sesión de por lo menos una hora diaria y no día de por medio como habíamos dicho antes, así podremos llegar a la meta —el profesor Betancourt alegó en voz alta.

Jax lanzó un suspiro fastidiado por las noticias, pero no dijo nada más, Yonka ni siquiera parpadeó y Fiorella prestaba la máxima atención al profesor.

Después de esto, cada uno juntó sus cosas y salió de la sala. Sam tenía demasiadas cosas que hacer, entre ellos analizar el programa de estudios y decirle al profesor sus falencias, volver a imprimir el boletín para buscar a Cam, lidiar con el resto de sus estudios y soportar una casa vacía y asfixiante, solo esperaba poder lograr todo aquello sin morir en el intento. 

***


Hola a todos los lectores.

Espero que les este gustando la historia y no haya confundido con tantos personajes, pero no se preocupen que los irán conociendo más :)

Hasta pronto ♥


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