Diana Cavendish Pov
«En este día tengo muchas cosas que hacer, pero, ¿Cómo puedo dedicarle tiempo a Akko?». No quería descuidar mis responsabilidades, ni mis tareas con la directora. E incluyendo las cartas que mi tía Daryl me estaba comenzando a enviar; la mayoría hablaban acerca de mi liderazgo cuando terminara la academia, y las otras eran enviadas por Anna, mi sirvienta.
Ella me informaba de lo que pasaba actualmente en la mansión; por fortuna todo andaba de maravilla y los ingresos continuaban subiendo gracias a mi decisión.
Ahora mismo me encontraba en la primera hora de clase, poniendo atención a las palabras de mi profesora, Chariot, mejor conocida por las estudiantes, Ursula.
La conversación anterior con Akko me hizo llegado a sentir y pensar que había hecho las cosas de la manera incorrecta. Las relaciones amorosas tenían sus dificultades y complicaciones; pasar tiempo en pareja era lo más me costaba. E intentaba tomar buenas decisiones para no ser una persona irresponsable con ella.
Después de haber cenado juntas, hablamos un poco sobre sus notas y su comportamiento. Luego nos separamos caminando cada una a nuestras habitaciones. En esa noche tomé un poco de tiempo para pensar en las palabras escuchadas con anterioridad; me preocupaba por su salud, y me molestaba en cierta parte conmigo misma, de que fuera la causa de su falta de apetito.
Por dentro, también sentía que no estaba lista para tener una relación; no me arrepentía de haber tomado la decisión de estar a su lado, sin embargo, pensaba en lo pronto que había sucedido. No obstante, tenía miedo y no quería que alguien más se me llegara a adelantar; aparte de tener otras responsabilidades, no me gustaría verla con otra persona.
No sabía cómo tratar con el amor; era mi primera vez en una relación. Y... al parecer estaba cometiendo muchos errores. «Ojalá tuviera el conocimiento necesario para dar amor y cariño de manera correcta; ojalá pudiera tratar a mi novia como en verdad se merece».
—Diana —llamó la profesora Chariot—. Puedes mostrarnos el hechizo de resurrección en esta flor —dijo con una sonrisa confiada.
Me levanté de mi asiento y caminé a pasos lentos a donde se encontraba la flor marchitada en una mesa de madera. Despojé mi varita y apunté.
—Retrieve a mortuus est vita —recité a la perfección haciendo que la flor volviera a estar con vida nuevamente.
—Muy bien hecho, Diana.
Regresé a mi puesto y suspiré. «¿Por qué pensé que fallaría?», me cuestioné frunciendo levemente el ceño. «Necesito concentrarme».
—El hechizo únicamente puede ser utilizado en vegetales, frutas y, en este caso, flores. Si lo llegan a usar en algún animal no le dará resultado. Sin embargo. —Alzó un poco la voz—. Jamás deben tratar de hacerlo con una persona: no les funcionaria y tendrían dificultades al dormir. Esto debido a que el alma de esa persona que intentaron volver a la vida no las dejará tranquilas. Por esa y otra razón más, hay que dejar descansar en paz, a los humanos que se han ido de nuestro lado. —Tomó su varita—. ¿Tienen preguntas?
Nada nuevo aprendía estando en clases. Solamente asistía porque debía. No me molestaba, pero me llegaba a cansar un poco; en cada tema que tocaban, me encontraba un paso adelante. Las profesoras adulaban mi conocimiento y habilidad con la magia por mi edad. Una chica de diecisiete años que conocía y realizaba la mayoría de los hechizos, era realmente sorprendente ante sus ojos.
Le había dedicado muchas horas a la lectura mágica para encontrarme en donde estaba y, así, llenar de honor el apellido Cavendish. Todo mi esfuerzo se daba a relucir y me sentía muy satisfecha y orgullosa con mi proceso.
La hora de clase llegó a su final. La siguiente que seguía era con la profesora Finnelan, y en unas horas más tenía el examen con la maestra Nelson, sin embargo, antes de asistir debía ayudar a Akko con su práctica de vuelo; aún le faltaba aprender a manejarse correctamente en la escoba.
Las veces anteriores se había caído y lastimado, no obstante, en una ocasión me asusté. Descendía tan rápido que... pensé que no lograría alcanzarla; pensé que la perdería.
Caminé con mi postura firme por los pasillos mientras escuchaba a Akko hablar alegremente con sus amigas a un costado de mí. Esos pequeños momentos, entregaban relajación y seguridad. «Ella está bien».
—Diana —llamó la directora detrás de mí, y detuve mis pasos.
Me di la vuelta topándome con su sonrisa sutil.
—Acompáñame —ordenó.
La miré por unos segundos y tensé suavemente la mandíbula. «Prometo que mañana estaré contigo todo el día». Mis palabras hicieron eco dentro de mi cabeza. En un movimiento suave y delicado tomé su mano, y le susurré en su oreja que la vería en la torre antes del examen de la profesora Nelson, para después retirarme.
***
Me encargaron ir a la ciudad para supervisar que las pociones echas de otras academias llegaran en buen estado a Luna Nova. Estas serían de suma importancia para las siguientes clases de la profesora Lukić, sin embargo, me estaba tomando cinco horas de clases e incluyendo los minutos de mi almuerzo; agregaba que tampoco había desayunado. Y sólo faltaban dos más para el examen de la profesora Nelson. Esperaba llegar a tiempo para ayudar a Akko.
En total eran cinco docenas de pociones equivalentes a setenta unidades. Todas éstas con diferentes tipos de uso, y algunas estaban repetidas por llegaban a perderse las demás. Más adelante harían otros encargos y tenía que estar al tanto de su venida.
En mi mano cargaba un portafolio apuntando lo que entraba al camión; los duendes se encargaban de cargar e ingresar las cajas con suma delicadeza.
—Disculpa —dijo alguien colocando su mano en mi hombro.
Levanté mi cabeza para verla y alcé una ceja.
—¿Se le ofrece algo?
La chica era bonita, lo reconocía, pero nada que pudiera quitar mi atención de la castaña que, posiblemente, estaba esperando mi regreso.
—Sólo quiero preguntarte: ¿Cuándo tienes tiempo libre? Sé que estás en la academia Luna Nova y, lastimosamente, no fui admitida, pero me gustaría conocerte —aseguró con una sonrisa.
Suspiré y le devolví el gesto.
—Tendré que rechazar su oferta. Y espero no la incomode, pero si eso es todo lo que vino a decirme, ¿Puede retirarse? Me encuentro atendiendo algunos asuntos importantes —concluí y volví mi mirada al portafolio.
—C-claro... T-ten un buen día.
«Está confundida», pensé y escuché sus pasos retirarse. Desconocía la razón, pero no le di mucha importancia. No era la primera vez que sucedía ese tipo de cosas.
Las profesoras me pedían favores para ayudar a una que otras estudiantes de Luna Nova con sus calificaciones, o algunas venían por voluntad propia para que les explicara lo que no lograban entender, sin embargo, a veces era un poco molesto.
El día anterior una alumna permaneció a mi lado sin mi aceptación: quería solamente hablar, teniendo en cuenta que me encontraba ocupada ayudando a la profesora Chariot con unos papeles. Me irritó y llegué al punto de pedirle a la directora que la alejara; mi voz no fue suficiente y tuve que recurrir a alguien más superior.
Eso me recordaba a los primeros días después de destruir el misil con Akko. No obstante, al menos mi actual pareja, en sus principios, no había sido tan insistente.
***
«Faltan veinte minutos para que la clase de la profesora Nelson empiece y voy diez minutos tarde». Subía los escalones con prisa acompañada de un sentimiento de angustia; había pasado mucho tiempo desde que llegaba tarde a algo que planeaba.
Aún no había logrado ingerir un poco de alimento y, anteriormente, la directora me avisó que mi almuerzo se encontraba en la cafetería. Sin embargo, necesitaba dedicarle ese poco tiempo a Akko. «Así sería una buena pareja, ¿verdad?»
Al llegar apoyé una de mis manos en la rodilla tratando de calmar mi respiración. Seguidamente alcé la mirada apreciando a mi novia en la orilla de la torre.
—Te he dicho muchas veces que no practiques sin mi presencia cerca del borde de la torre —dije con clara molestia mientras arreglaba mi postura.
—¿Te preocupa que me pase algo? —consultó sin mirarme.
—Akko... —Suspiré—. Sí —contesté y me acerqué a donde estaba para tirarla con cuidado hacia mí—. Sí, me preocupa —le aseguré.
Ella tomó distancia enseguida.
—No te vi en la hora de almuerzo.
—Estaba en la ciudad ayudando con unos encargos —me excusé e intenté tomar su mano, pero la alejó.
—¿Has comido?
—Aún no —respondí cambiando mi expresión a una de cansancio—. Vamos a practicar. Sólo faltan veinte minutos para el examen.
—Hoy dormiré contigo y espero no te moleste. Barbara me pidió pasar tiempo con Lotte esta noche y Hannah la acompañará —explicó y me dio la espalda—. Vamos a la cafetería. Necesitas comer.
—Akko, tu examen. Primero practiquemos —ofrecí y coloqué mi mano en su hombro.
—Diana —llamó y me miró de reojo—. Mañana estamos libre. Y quiero... que uses ese día para descansar.
—Pero siempre salimos los días que tenemos libre, Akko.
Ella se volteó completamente observándome con inexpresividad.
—Practicaremos cinco minutos —dijo—. Los otros minutos restantes irás a comer, y te acompañaré para asegurarme de que lo hagas.
Fruncí levemente mi entrecejo.
—¿Estás enojada?
—¡Claro que lo estoy! —exclamó.
Me sobresalté.
—En estos dos meses has estado tan ocupada que ni tiempo para comer tienes. Deberías no aceptar tantas cosas de la directora, o de las profesoras. —Se detuvo y suspiró—. Ya hemos hablado de este tema, Diana.
«Otra vez... ¿Lo estoy arruinando?»
—Lo siento —susurré. Agaché mi cabeza y apreté con fuerza el palo de mi escoba.
—Oye —llamó colocando su dedo índice en mi mentón para levantar mi mirada. La observé con arrepentimiento—. Necesitas descansar. —Sus ojos rubíes penetraron los míos zafiros, provocándome una sensación confusa en mi pecho.
—Lo haré —concluí sonriendo con esfuerzo.
Al final no pudimos practicar por la falta de tiempo. Y esperaba que ella pueda salir bien en el examen. Cuando estábamos por el pasillo quise agarrar su mano, pero me dieron muchos nervios y vergüenza porque algunas estudiantes se encontraban.
«¿Qué pensara Akko de mí?», pensaba. «Necesito dejar de ser tan orgullosa y tal vez podría... descuidar un poco mi imagen, pero no mi reputación». Estaba indecisa. «Tal vez debería hablar con alguien sobre este tema, pero, ¿Quién?»
Llegamos al comedor y las hadas me dieron mi comida. Seguidamente tomé asiento en una de las mesas junto a Akko, sintiéndome incomoda y avergonzada por lo ocurrido y pensado con anterioridad. E incluyendo que estuviera al frente observándome, sin embargo, para mi suerte mi novia recostó su cabeza en la mesa y esperó con paciencia a que terminara.
Al final le ofrecí mi postre y ella felizmente lo aceptó.
***
Después de pasar el examen de la profesora Nelson, la profesora Chariot acudió a mi persona avisándome que pasara a su habitación a la hora de las siete. Acepté y me despedí para nuevamente acercarme a donde estaba Akko con sus amigas.
Ella no fracasó, pero su nota fue baja. Me culpé por ello.
***
Eran las siete y me encontraba frente a la puerta de la habitación de la profesora. Akko estaba en ese mismo instante en la mía esperando mi regreso. Di dos toques y la puerta se abrió casi enseguida.
—Llegaste puntual, Diana —dijo haciendo a un lado.
—Buenas noches, profesora Ursula —saludé con cordialidad y pasé pidiendo permiso.
Ella cerró la puerta y caminó a uno de sus escritorios. Me limité a solamente a observar de reojo el ave que conservaba.
—Lo he guardado... —murmuró mientras revisaba los cajones—. Aquí está —concluyó y se acercó para hacerme entrega de un collar con un dije de ave.
La miré confundida esperando su explicación.
—No sé, qué día exactamente tendremos que ir al Bosque Arcturus. —Hizo una pequeña pausa—. Este collar te protegerá de cualquier hechizo de manipulación. Todas las profesoras iremos para despejar el bosque y asegurarnos de que sea un lugar seguro para las estudiantes.
—No me han informado sobre ese viaje —dije guardando el collar en mi bolsillo.
—Me han encargado para hacerlo y darte el objeto mágico de protección —explicó y caminó hacia su cama para tomar asiento en el borde.
—¿Eso es todo?
—Sí. —Sonrió—. ¿Quieres hablar de algo más? ¿Tienes alguna duda?
Mi ceño tenuemente se frunció. «¿Podrá ella ayudarme? ¿Debería mencionarlo?» Estaba otra vez indecisa, pero nada perdía en intentar.
—¿Cómo puedo demostrar mi amor físicamente a Akko...? — dije con un leve rubor en mis mejillas.
—Oh. —Ella se sonrojó—. ¿Te refieres a... tener relaciones? En la academia no está permitido tener ese tipo de cosas, Diana.
Mi rubor fue más visible.
—N-no... No me refería a... —Arrugué mi falda nerviosa—. Últimamente he estado distanciada de Akko por las tareas que me asigna la directora —dije—. Y ella... creo que se ha sentido muy sola y también insegura.
—Lamento el mal entendido. —Rio avergonzada—. Para resolver ese problema, tienes que demostrarle lo contrario —dijo quitándose el sombrero de Luna Nova. Ella aún cargaba su uniforme de maestra—. Akko es una persona muy imperativa. Si lo que quieres es demostrarle tus verdaderos sentimientos, y que note que estás arrepentida por no estar el mayor tiempo con ella, puedes darle un regalo o pasar un día completo a solas, sin embargo, no la vuelvas a abandonarla por mucho tiempo. Algunas veces no ocurren cosas buenas si llegas a descuidar lo que quieres, pero, puedes prevenirlo.
—¿Cómo?
—No es muy difícil demostrarle a alguien que lo amas. Solamente deja que tu corazón te guie, pero te aconsejo que... no te avergüences por hacer algo que nunca has hecho antes. Es bueno aprender y experimentar cosas nuevas —concluyó con una sonrisa.
—Gracias, profesora, me tengo que retirar. Nuevamente agradezco por su tiempo y espero no haya sido una molestia hablar sobre mi relación —dije y di dos pasos atrás.
—No es ninguna molestia. Ten cuidado y llega bien a tu habitación.
***
«Debo dejar que mi corazón... ¿Me guie?». Estaba estática frente a mi cama observando a Akko fijamente. Una sensación de calor abundó en mis mejillas causándome vergüenza por mis pensamientos. Agradecía que ella estuviera concentrada observando el techo.
Tenía mi pijama, y Akko cargaba su ropa para dormir. En esta noche había optado por colocarme un pantalón largo y una camisa simple de color azul.
—Akko —llamé y me abracé a mí misma.
—¿Sí?
De manera tranquila tomó asiento en la cama. Me acerqué y me senté a su lado.
—¿Quieres hacer algo antes de irnos a dormir?
—Prefiero irnos a dormir. Quiero que descanses —dijo y otra vez se acostó.
La miré con tristeza sintiéndome un poco decepcionada. Desde que entramos a mi habitación, no me había besado como siempre hacía cada vez que estábamos a solas.
—¿Te duele el cuerpo? —consultó.
—No, estoy bien. Gracias por preocuparte.
Me recosté y suspiré sintiendo mi pulso algo rápido. «Sólo déjate guiar por tu corazón». Agarré valor y me di la vuelta para tomar sus manos. Ella giró a verme y contemplé sus ojos rubíes por unos segundos. Cuando llegué a rosar sus labios con los míos, la abracé entrelazando nuestras piernas y los junté deleitándome de su suavidad y humedad.
Me correspondió sin dudar y me apegó con sutileza. Nuestros labios se movían al compás y me encantaba la sensación que provocaba en mí. Continuamos de esa manera hasta que la intensidad empezó a subir. Sus manos bajaron a mi cintura y levantaron un poco mi cabeza para introducirlas lentamente.
Solté un quejido por los frías que estaban, pero no me separé. Lo que me encontraba experimentando era completamente nuevo y deseaba, internamente e inconsciente, más. Mis pensamientos se perdieron por un instante cuando sus labios se separaron y bajaron a mi cuello entregándome pequeño y cortos besos.
—Diana —susurró en un suspiro.
Arrugué su camisa y tapé mi boca con mi mano libre evitando que otro quejido de esa forma, saliera. «¿Acaso ella querrá hacerlo? ¿Tengo que dejarme? Espera... ¿Es seguro?»
—Akko —llamé y tomé un poco de distancia para verla.
«No te avergüences por hacer algo que nunca has hecho antes». Esas palabras no me ayudaron; me sentía ahora más nerviosa.
Sus manos salieron de mi camisa y su mirada avergonzada no se hizo esperar. La miraba de la misma manera con un notable sonrojo en mis mejillas. Tragué pesado recordando otra vez aquellas palabras y agarré sus manos otra vez, para después colocarlas en mis senos.
Mi acción la sobresaltó, nada más.
—D-Diana —susurró claramente nerviosa—. ¿E-estás segura que p-puedo?
En el momento que sentí un cosquilleo, mordí mi labio inferior.
—Sí.
A punto de unir nuestros labios nuevamente, un estruendo nos interrumpió. Tomé otra vez distancia y miré a donde había provenido; aún no encontraba el causante y era mi oportunidad para hacerlo. No obstante, las manos de mi novia en mi cintura me detuvieron con firmeza.
—No saldrás.
Extrañamente me gustó el gesto y no me opuse cuando nuestros lugares fueron intercambiados. Ella ahora se encontraba arriba y no podía estar más feliz. Le sonreí y envolví mis brazos en su cuello.
—No lo haré.
Mis piernas se separaron un poco de manera instintiva e inconsciente al sentirla tan cerca. Cerré mis ojos respirando lentamente. Me gustaba lo que empezaba a sentir, pero en serio estaba cansada por todas las cosas que había hecho en esa semana. Esperaba que, lo que había hecho en ese instante, recompensara el tiempo que no estuve a su lado.
—Te amo... —murmuré dejando caer débilmente mis brazos.
—También te amo —contestó y besó mis labios, para luego acostarse a mi costado—. Descansa —dijo y nos arropó mutuamente.
—Igualmente.
Suspiré con sutileza y me acomodé en su pecho. De manera rápida, estaba comenzando a quedarme dormida, sin embargo, recordé antes algo que me provocó leve inquietud.
«El Bosque Arcturus...»
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Fin del Cap. 3 (Recompensa)
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