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Cap. 15

Atsuko Kagari Pov

«No la perderé. No de nuevo». Corrí decidida y entré al bosque pasando la barrera.

Tenía miedo, pero ese sentimiento no me detendría. Debía encontrarla y sacarla de ese lugar. «¡No puedo morir hasta que la saque viva de aquí!»

Continué avanzando con prisa mientras mis ojos buscaban alguna pista de dónde podría estar. «Diana, yo...» Una fuerte explosión me lanzó hacia un árbol.

—¡Argh!

Caí al suelo con un dolor de espalda casi insoportable. Tomé mi varita que se me había caído por el impacto y me levanté con dificultad. «Estoy cerca...» Caminé levemente cojeando y los vi a los dos luchando a muerte; Diana con cortadas profundas en sus piernas y él con un hueco algo grande en su estómago.

Sabía que, en ese momento, pondría a prueba todo lo que había aprendido en las clases dadas por Diana y en las profesoras.

Otra explosión ocurrió y el cuerpo de Diana chocó contra el suelo bruscamente. Antes que él le lanzara otro de sus extraños encantamientos me acerqué poniéndome al frente de ella. Lo apunté con mi varita y sostuve mi costado lastimado.

—No te atrevas... —dije entre dientes. «No volverás a lastimarla. No conmigo».

Él levantó una ceja y con sus manos hizo un círculo; el hechizo conjurado causo que la tierra temblara. Volteé hacia atrás y Diana parecía aún no responder. «Rayos». Coloqué la varita en mi pecho y cerré mis ojos. «Concéntrate».

El hechizo que murmuré con rapidez hizo aparecer una estrella de siete puntas debajo de donde estaba. El color amarillo y una luz blanca rodearon mi cuerpo. Creando también un fuerte viento que movió mi largo cabello.

—No es posible...

Abrí mis parpados y fruncí el ceño.

—Al dañar a los demás te hace fuerte, pero, cuando proteges a alguien que amas... te conviertes en un ser lleno de luz y vida. —Sonreí satisfecha—. Ella es mía... —Lo apunté y, después exclamé con todas mis fuerzas—. ¡Et renatus fuerit iterum!

Se escuchó claramente el sonido de un reloj y la estrella comenzó a dar vueltas rodeándolo por completo. Seguidamente, la enorme sobrecarga de electricidad lo dejó inconsciente.

Observé su cuerpo inmóvil por unos segundos mientras respiraba con agotamiento. Bajé mi varita y me acerqué a Diana que estaba de espectadora sin que estuviera consciente de ello. «Esto nos hará ganar tiempo».

—Ese, ha sido un hechizo impresionante, Atsuko —dijo colocándose de pie.

—No hay tiempo para eso.

Ella asintió y tomó su muñeca empezando a correr. La seguí con una mirada de sorpresa mientras la de ella era neutral. Me había tocado sin que le causase dolor. «No pienses en esos». Me solté del agarre y continué.

Nos escondimos detrás de un árbol para descansar; la salida todavía estaba lejos de nosotras y con mi espalda en un mal estado no podía seguirle el paso como debía. Diana conservaba las cortadas, pero sabía que no le dolían. «Que suerte tiene». Por mi parte sentía que perdería un hueso.

—¿Qué haces aquí, Atsuko? Puedo defenderme sola.

—S-se notó —dije con sarcasmo y con mi respiración agitada—. T-tenemos que escapar, ese hechizo no durará p-por mucho tiempo.

—No puedo moverme tanto: mi vista se nubla. Es por la sangre que estoy perdiendo —explicó y se recostó del tronco de un árbol.

—Ten. —Le entregué mi varita—. Haz un hechizo de sanación en las dos. —Ella levantó una ceja y rodé mis ojos—. Vi que no tienes tu varita y estás usando la magia que conservas con tus manos.

Diana cedió e hizo lo pedido. Nuestras heridas sanaron, pero las suyas volvieron a abrirse.

—¿P-por qué? —dije confundida y asustada.

—Es su magia. Está recorriendo por las hojas de los árboles y todo el bosque. Tengo que salir para que el hechizo consiga resultados positivos, pero. —Me miró con firmeza—. ¿Viste el color de su magia?

Negué con mi cabeza.

—Tienes que hacerlo. Así ayudarás a las profesoras para que lo puedan vencer sin que yo esté presente.

—¿Qué quieres decir? ¿Acaso estás aceptando tu muerte tan rápido? Entre aquí para salvarte, no para lo que estás diciendo que haga, ¿Lo entiendes? —Apreté mis puños y su mirada cambió a una de molestia.

—Tienes que hacerlo. —Exhaló—. Atsuko, sólo me quedan cinco días y no voy a estar cuando la barrera se rompa.

—¡Deja de decir eso! ¡No morirás! ¡No dejaré que pase! —exclamé y mis ojos se cristalizaron; no tardarían en botar lágrimas si continuaba.

—¡Las cosas pasan por un motivo! ¡No puedes cambiar el destino! ¡No debiste entrar aquí en primer lugar!

La tomé de los hombros con fuerza y su entrecejo se frunció.

—¡No quiero perderte, Diana! No otra vez... —murmuré lo último en voz baja.

—Pero, podrás cambiar el futuro de los demás. —Me separó—. No hagas esto más difícil para ti, Atsuko. Posees un motivo, y ese es salvar a las personas que están en la academia y en todo el mundo. Así como lograste romper el sello que mantenía la magia encerrada.

—Los salvaremos. —La abracé y me escondí en su cuello impidiendo que me viera llorar—. Si sobrevives... me prometes que después de este momento, haremos todo juntas.

—L-lo prometo —contestó con dolor.

Me separé y le sonreí ignorando mis lágrimas.

—Nunca olvides lo que pasamos juntas.

Ella permaneció el silencio unos segundos, y luego... sonrió.

—¿Alguna vez he olvidado esos momentos?

«Sonrió...» No pude evitar llorar más, pero esta vez había sido de felicidad. «Ella me sonrió...»

Sacudí mi cabeza calmándome y limpié mis ojos sin desaparecer la sonrisa de mis labios.

—Salgamos de aquí.

Las hojas de los árboles se movieron en señal de que él se estaba acercando. Miré a Diana y con sus manos me dijo que fuera hacia la derecha y ella se iría a la izquierda. Afirmé con mi cabeza y, al contar hasta tres, nos movimos.

En el instante que revelamos nuestra presencia comenzó a atacarnos. Era necesario hacer otro hechizo que lo distrajera para salir. Diana fue la primera en atacarlo y aproveché esa distracción para acercarme. Ella me lanzó la varita a corta distancia y la atrapé.

¡Metamorphie Faciesse! —grité.

Me convertí en un ratón pequeño y corrí en dirección donde se encontraban él lanzando múltiples hechizos. Observé de reojo los árboles y cambié mi destino. Trepé corriendo y salté posicionándome detrás de su espalda. Mi transformación desapareció y me impulsé hacia atrás.

¡Murowa! —dije señalando su cabeza.

Retrocedí de un salto y esperé impacientemente que el humo verde desapareciera para comprobar su inconciencia, sin embargo, había sido un error. Las mismas cadenas ligeras que envolvieron a Diana cuando la obligaron a ir al bosque, se acercaron a mí con agresividad.

Las esquivé por los pelos y ellas se clavaron al suelo creando un enorme agujero. Observé lo ocurrido con impresión. No quería ni imaginar como hubiera quedado si me hubieran tocado.

Diana conjuró un hechizo de inmediato creando unos muros grandes de piedra que le cayeron encima. La miré y sus ojos se toparon con los míos. Estaba cansada y con pequeñas bolsas negras debajo. «Está perdiendo mucha sangre». Ella me hizo una señal para escapar y la afirmé con la cabeza. Juntas empezamos a correr otra vez.

A lo lejos vimos a las profesoras intentando entrar y, ese hecho, no hizo más que confundirme. «Si yo pude... ¿Por qué ellas no podían?»

Un fuerte sonido como de un rugido de dragón hizo que la tierra volviera a estremecerse, pero esta vez el suelo nos empezó a arrastrar de regreso. Nos sujetamos de los árboles, sin embargo, poco a poco podíamos sentir su presencia se aproximarse.

«Tengo que ver el color de su magia», me dije, pero una fuerte brisa comenzó a hacernos más difícil que siguiéramos agarradas.

—¡Ahora! —gritó Diana.

No la entendí, sin embargo, al verla impulsarse con el árbol hacia mi dirección, hice lo mismo. Ella me sujeto fuertemente con sus brazos y dimos varias vueltas en el aire antes de que su mano fuera estirada como tratando de llamar o esperar algo.

El viento provocado estaba absorbiéndonos y vi de reojo como la palma de Diana continuaba abierta. Otro estruendoso sonido hizo que mi piel se pudiera de gallina. Rápidamente en ese instante se acercó una escoba que sujetó con fuerza y se dio la vuelta posicionándome detrás de su espalda.

¡Tia Freyre! —exclamó deteniéndonos bruscamente, pero la fuerte brisa era más fuerte.

Tenía pensando que él no deseaba acercarse más de lo debido por qué estaban las profesoras, puesto que, ya nos hubiera alcanzado de no ser así.

Diana trató de volar en dirección contraria aumentando la velocidad con su cuerpo inclinado, sin embargo, la presión era cada vez más fuerte.

—No te sueltes —dijo, para después dar la vuelta.

Enrollé mis brazos en su cintura y la apreté. Seguidamente, contemplé encima de su hombro como nos acercábamos al enemigo. Al llegar todo lo que captaron mis ojos, pasó con lentitud.

Una sombra de color negro con esferas moradas y una gran cantidad de magia del mismo color lo rodeaban. Su tamaño era enorme provocando que volviera a sentir miedo y escalofríos.

De un movimiento rápido y preciso, Diana, levantó la escoba con una enorme presión y velocidad que nos ayudó a escapar y salir de la barrera. Por la gran rapidez que salimos disparadas, llegamos más arriba de las nubes y escuché débilmente como dijo un hechizo, para después soltarse de la escoba.

Nuestros cuerpos se levantaron y perdimos la escoba. La tomé enseguida dándole la vuelta para confirmar su inconciencia. «¡Se desmayó!» La abracé con fuerza y empezamos a caer desde una enorme altura.

Recordé al instante cuando por poco llegaba a perder la consciencia por el dolor que le causaba mi cercanía. En esa noche fue donde me había besado. Y se acaba de desmayar por lo mismo. «Ella me protegió y no me atacó por aguantar».

Al ver la academia se me hizo hermosa y muchos recuerdos vinieron a mi mente. Sonreí con nostalgia, y luego observé a dos profesoras aproximándose con sus escobas. Cuando llegaron, la profesora Chariot, me separó de Diana, y Finnelan la cargó en sus brazos.

—¿Estás bien? —preguntó Chariot.

—Sí, sólo hay que curar las heridas de Diana y esperar a que despierte.

Ella suspiró aliviada.

—¿Viste el color de su magia?

—Sí, y también otra cosa que no es para nada normal... —Abracé mi cuerpo recordando lo que era.

—Vamos a la enfermería y nos explicarás con detalle lo que sucedió.

***

Mis amigas no demoraron en atacarme con sus preguntas cuando toqué el suelo, e incluyendo en dirección a la enfermería, pero no les respondí hasta llegar. Las estudiantes de la academia no podían escuchar nuestra conversación.

Las heridas de Diana fueron sanadas, y la profesora Croix entró minutos después. Empecé a hablar una vez que todas se sentaron y me miraron en espera.

—Su magia es de color morada y, cuando lo vi su apariencia era completamente negra; no tenía cuerpo. No sé si él es así o... tiene un físico humano propio.

—¿Dijo la razón del por qué no está atacando? —preguntó la directora.

Negué con la cabeza y arrugué mi falda.

—No, se mantuvo callado, pero posiblemente le debió haber dicho algo a Diana antes que llegara.

—Magia de color morado... Es el mismo que vi en el veneno que Diana deshizo —dijo Croix

«Que asco...»

—Eso significa que la combinación de magia que hizo y la fuerza que tiene es gracias a un hechizo prohibido... Pero desconocemos de donde proviene —habló Chariot.

Escuchamos como la camilla se movió y Diana se levantó lentamente quedando sentada con sus pies afuera. Ella miró sus manos, y luego se paró de un salto estando descalza. La directoria la llamó, sin embargo, la ignoró.

Su mano derecha se colocó en la pared y dijo un hechizo extraño, pero, no ocurrió nada. Hasta que, de repente, desapareció. Miramos asombradas y sin palabras lo que acababa de suceder. No obstante, un pequeño agujero en el techo se abrió y Diana cayó en la camilla quedando boca abajo.

Nuestras expresiones era un dilema. «¿Qué acaba de pasar...?»

—¿Trataba de escapar? —preguntó Sucy.

—¡Ja! No te funcionó —dijo Amanda.

Diana se acomodó otra vez en la camilla y la miró con enojo. La profesora Finnelan tomó en cuenta lo ocurrido y dijo un hechizo que cubrió el cuarto de enfermería; así, Diana, no podría escapar, sin embargo... «¿Por qué quiere irse en primer lugar?» Además, «¿Qué clase de hechizo fue el que hizo? Digo, si es posible teletransportarse, no puedo perdérmelo».

—Diana, espero te sientes mejor. Queremos saber información sobre lo que pasó antes de que Akko llegara a ti —pidió Finnelan.

—Antes de responder, ¿Pueden hacer una llamada a mi tía? Es urgente. Deseo que ella venga a la academia o, personalmente iré a la mansión —dijo poniéndose sus zapatos.

—¿Por qué es necesario la presencia de su tía Daryl en este momento, Diana? —preguntó tranquilamente la directora.

—Porque el que está en ese bosque, lleva nuestro apellido.

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Fin del Cap. 15 (Tu deber)

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