Cap. 13
Diana Cavendish Pov
«Sólo doce días...» No me quedaba mucho tiempo y lo único que había regresado a mí, era mi preocupación y ganas de proteger a la academia; y a la más importante que era Atsuko. Estaba segura que ella era mi luz; lo único que buscaba para volver a lo que verdaderamente era, pero mis impulsos de magia negra siempre estaban tratando de controlarme y, al pasar los días se volvía cada vez más fuerte.
Sin embargo, ocurrió un suceso devastador hace cinco días atrás. «Le lastimé el brazo y casi cometo un asesinato». Por suerte, las profesoras llegaron a tiempo y la apartaron de mi persona. «Ya no es seguro estar conmigo; me estoy convirtiendo en un peligro».
«Pero...» Quería estar cerca de ella y apreciar su sonrisa.
Sentía un poco de envidia al respecto. Akko tenía emociones; sonría, se enojaba, se entristecía. Ella poseía lo que me costaba conseguir. Y una parte muy escondida al fondo de mi corazón deseaba volver a tener ese tipo de sentimientos. Sin embargo, no sentía absolutamente nada que no fuera, molestia, frustración y ansiedad; no derramaba lágrimas y, poco a poco, iba perdiendo lo que había regresado conmigo a la vida.
La veía desde lejos hablar felizmente con sus amigas. Tenía prohibido acercarme después de lo que había hecho y eso que pudo haber acabado peor. «¿Esto es a lo que llaman soledad?» Cuando estaba a mi lado animando mi mal pensar me gustaba; no me sentía sola.
Suspiré y seguí mi camino a la biblioteca saliendo del comedor. No era necesario que me alimentara; podía aguantar perfectamente el hambre y no me agradaba el hecho de comer sin querer hacerlo. Anteriormente sólo lo hacía para complacerla, pero como ahora no estaba no lo creía necesario.
Y dudaba que estuviera después.
Llegué a la biblioteca y agarré unos cinco libros de la estantería. Los coloqué en la mesa y comencé a hacer mis deberes aprovechando también para adelantar otros más. «Me mantendré distraída la mayoría del tiempo».
Acabé con todo y devolví los libros a su lugar. Seguidamente, tomé mis cuadernos y caminé en dirección a la salida.
Después de tantas cosas que hice en ese día, no me había percatado del tiempo. Era de noche y la luna brillaba intensamente. No había nadie en los pasillos; sólo duendes cuidando del lugar.
Al llegar a la puerta de mi cuarto y entré con cuidado de no hacer algún ruido. No sabía porque me molestaba, puesto que, no había nadie. Hannah y Barbara, igualmente fueron alejadas de mi persona por petición de las profesoras. Dejé mis cuadernos en el escritorio y salí de la habitación.
Caminé hacia la parte trasera de Luna nova sin ser vista por los duendes. Al estar en el patio, despojé mi varita e hice un hechizo que me permitió observar los colores. Contemplé el cielo con mis manos atrás de la espalda. «Es tranquilo...» Y me gustaba la sensación de relajación que le trasmitía a mi cuerpo. Sin embargo, no duró mucho.
Miré mis manos y mi ceño se frunció ligeramente. «Creo que se rindieron conmigo», pensé. «Nadie se me ha vuelto a acercar y Atsuko no volverá a hablarme». Suspiré con suavidad. «Todos me tienen miedo».
Cerré mis ojos y empecé a recordar lo ocurrido. «¡Diana, por favor, detente!», gritó con sus ojos llenos de lágrimas. La habitación estaba envuelta de llamas negras y mis manos lo había causado. En ese momento, su brazo se quemó por realizar el hechizo de tocarme sin crearme dolor, no obstante, el tiempo acabó y perdí el control al sentir tanto sufrimiento.
La lastimé e hice que manchara la alfombra de sangre. Ella pensó que dándome afecto volvería a hacer como antes, pero... «Mi magia...» Me impedía querer aceptar muchas cosas.
En el instante en el que estuve cerca de asesinarla, entraron las profesoras y Croix me lanzó una especie de robot que hirió con cargas eléctricas mi cuerpo, sin embargo, eso no logró detenerme. «No sentí ninguna pisca de dolor», recordé.
Después, llegó Sucy y me aventó una clase de poción de sueño en mi espalda. Quedé totalmente dormida en cuestión de segundos y, al levantarme leí una nota de la directora diciendo que tenía prohibido acercarme a cualquier estudiante e incluyendo a Atsuko.
No le tomé importancia al comienzo, pero, después mi pecho empezó a doler. «Todo esto ha sido mi culpa».
Inconscientemente una lagrima se deslizó por mi mejilla. La ignoré de inmediato y continué admirando el cielo. «Estoy llorando, pero, no me siento triste. Sólo es la culpa». El hechizo que hice previamente para ver los colores terminó. Suspiré y caminé en dirección a mi habitación.
«Supongo que tan sólo esperaré a ser asesinada por una de las profesoras antes de que se cumplan los días contados».
***
Al día siguiente entregué algunos de mis deberes. En la hora de almuerzo observé de nuevo sonreír a Atsuko con sus amigas. Recordé el por qué estaba en aquel sitio. «No voy a comer. Simplemente... quiero verla». Una parte de mí se sentía tranquila de que estuviera bien.
Me dirigí otra vez a la biblioteca a concluir los nuevos deberes. Para mi mala suerte no lograría terminarlas a tiempo, ya que, tenía clase de vuelo. Pasaron los minutos y guardé los libros, para luego, salir y dirigirme a la siguiente actividad del día.
Cuando llegué con mi escoba permanecí alejada de las demás y, para mi sorpresa, la profesora no mencionó mi nombre para hacer lo que mandaron. Me confundí, pero no le di mucha importancia.
Posicioné mi escoba y dije el hechizo para volar. Miré el cielo por unos cortos segundos y tomé impulso desde atrás. Ascendí a una velocidad impresionante que desconocía. «La magia negra». Había potenciado mi vuelo.
Pasé las nubes y coloqué mi cuerpo hacia delante teniendo mayor rapidez. Al alcanzar la atmosfera empecé a perder el oxígeno y, de poco a poco, solté mi escoba y caí sin control cerrando a la vez mis ojos.
Disfruté estar muy arriba sobrepasando el límite. No era la primera vez, sin embargo, me había encantado demasiado.
Abrí mis parpados de manera lenta y analicé enseguida la situación en la que estaba. Me di la vuelta y contemplé los metros que tenía para llegar al suelo. Busqué mi escoba y no la encontré. Me espanté. «Esto es malo». Por fin salí de las nubes y pude ver la academia estando todavía a muchos metros.
Agarré mi varita y pensé en un hechizo que me pudiera salvar, pero ninguno efectivo se me vino a la mente. «Si pongo una barrera se romperá al caer por el impacto». Volteé a ver mi mano derecha al sentir un poco de cosquilleo y me sorprendí ligeramente de la magia que emanaba. No sabía de qué color era, pero logré observar a lo lejos como mi escoba, volvía a mi persona volando por si sola.
Levanté extrañada una ceja. No recordaba una clase hechizo que pudiera hacer tal cosa.
Estaba a muy pocos metros de tocar el suelo. Estiré mi mano derecha tratando de alcanzarla y, cuando la agarré me subí y frené bruscamente provocando que perdiera el equilibrio y me sujetara con fuerza de una sola mano.
Fruncí mi ceño al sentir el leve dolor entumecido de mi brazo y observé debajo mío a las estudiantes y profesoras contemplándome. «Ninguna ha venido a mi rescate», pensé y tomé asiento de nuevo en mi escoba. Cuando vieron que estaba estable siguieron con la clase.
***
«Sólo me quedan diez días...» Me preguntaba, qué pasaría si adelantaba el proceso. Ya no estaban tratando de ayudarme. Entonces, ¿Por qué no terminar con esto de una vez? Miré mis manos estando nuevamente sentada en mi cama. No asistí a las clases de esa mañana y lo único que había hecho en ese día era darme una ducha y colocarme el uniforme.
¿Para qué? No tenía ni la menor idea, pero, aun seguía recordando esas palabras que sonaron con mucho terror y angustia. «¡Diana, por favor, detente!». Ese grito se repetía en mi mente como un tocadiscos.
«No me cortaré, ni me lastimaré porque a ella no le gusta que lo haga». Sin embargo, era tiempo de acabar con ese sufrimiento. Tomé mi varita poniendo la punta en mi pecho donde se encontraba mi corazón. «Es increíble que no pueda hasta sentir mis latidos».
Sabía que no necesitaba del valor para quitarme la vida; podía hacer sin titubear, aunque estuviera cometiendo un suicidio, sin embargo, le estaría ahorrando el peso a las profesoras.
Antes de decir el hechizo que haría explotar mi corazón dándome una muerte segura y rápida, sentí una magia desconocida pasar por el pasillo de mi habitación. Bajé la varita y me acerqué a la puerta.
Al asegurar la magia que era abrí de golpe la puerta de mi cuarto. «Es la misma que sentí en el bosque». Vi un rastro de pisadas con luz en el suelo y las seguí curiosa. «¿La barrera que coloqué para proteger a la academia no funcionó?», me pregunté. «¿Por qué esta clase de magia está aquí?». Además, que se sentía algo débil; era como si no estuviera completa.
Los pasos me llevaron a un salón donde escuché unos gritos dentro.
—¡Diana, para, no me volveré a acercar a ti! ¡Lo prometo!
«¿Diana...? ¡Atsuko!» Entré al aula sin dudarlo y lo que contemplé fue a una copia perfecta de mi persona. «¿Quién es?».
Mi replica lanzó un hechizo directo hacia Atsuko. Respondí rápido y despojé mi varita colocándome al frente de ella para protegerla, sin embargo, la luz enviada me esquivó y le dio en todo el abdomen abriendo un orificio algo grande.
Me sorprendí y reaccioné colocando una barrera de curación con forma circular. «Esto sanará su cuerpo. Ella estará bien», me dije con seguridad.
—Impresionante, Diana.
—¿Quién eres? —pregunté con una expresión gélida.
—La misma pregunta te hago yo. Estabas muerta.
«¿Será...?» ¿Acaso la persona frente a mí era mi asesino? Si ese era el caso, «¿Por qué está copiando mi apariencia?»
—¿Qué quieres? —Le apunté con mi varita.
Él permaneció en silencio unos segundos.
—Pensé que el veneno te mandaría al mundo de los muertos otra vez —soltó sin relevancia—. Tengo conocimiento del hechizo y la magia que usaron para que volvieras, pero no entiendo el motivo detrás de ello. ¿Acaso piensan detenerme teniéndote a ti? —Sonrió—. Eso es absurdo. Eres muy débil.
—Si me quieres a mí, ¿Por qué la lastimas a ella?
—No puedo permitir que vuelvas a la normalidad Diana. Y ella. —La señaló con su varita—. Es la esperanza que debo eliminar.
«No comprendo...» Si no deseaba que estuviera aquí, por qué no me mataba ahora mismo. No tenía sentido, pero, lo más importante era, qué estaba planeando.
Su magia no la sentía tan fuerte; estaba debilitada y, aun así, podía hacer tales cosas. No me imaginaba si la tuviera completa.
—Pero. —Retiró su varita—. En un duelo ahora mismo no puedo ganarte. La barrera que pusiste en el bosque es fuerte, pero no lo suficiente. Por eso me vez aquí y sientes mi magia. —Se acercó—. Mata una duda que tengo, Diana. ¿La quieres...? —susurró cerca de oreja derecha—. ¿O sólo la utilizas para tu bien necesario? —acotó en mi otra oreja.
Él se rio y se echó para atrás en forma de sombra.
—No importa, no estarás siempre para protegerla. No sé cuántos días te quedan, pero serás asesinada antes que tu magia negra tome el control absoluto y asesine a todas las que se encuentran aquí. Te consumirá —aseguró—, por dentro y por fuera. —Levantó otra vez su varita—. Pero no te preocupes. Cuando no estés, me encargaré de mandarla contigo. Eso fue lo que te dije la última vez, ¿no, Diana?
«Ultima vez...», pensé y fruncí el ceño al ver su sonrisa arrogante.
—¡¡¡CREPITUS!!! —gritó.
—¡Imperium! —exclamé poniendo mi mano libre en la barrera de Atsuko para aumentar su protección.
Una fuerte explosión se creó en el salón desmoronando las paredes y los asientos. El aula se llenó de polvo y empecé a toser. Al aclarar mi garganta dije un hechizo de limpió el lugar y con la vista despejada contemplé mi entorno en busca de él.
«No está...»
—¡Tsk!
«Se escapó...» Y no había podido observar el color de su magia. Suspiré y cerré mis parpados en busca de algún rastro de su magia. Cuando aseguré de que no había nada, observé a Atsuko inconsciente, pero totalmente curada. «Ella está bien...»
La puerta se abrió de golpe dejando ver a sus amigas y a las profesoras. Amanda me miró con irritación y me amenazó con su varita.
—¡Aléjate! —ordenó.
Lo hice guardando una distancia favorable.
—La barrera —dijo Ursula.
—¡Quita el hechizo! —exclamó nuevamente.
Agité mi varita y quité el hechizo de protección. Observé mi uniforme lleno de polvo y coloqué después mi mano en mi mejilla derecha al sentir un leve líquido. «Estoy sangrando...» La miré. «Debo tener una pequeña cortada».
Otra vez suspiré y me di la vuelta conjurando un hechizo de restauración en el salón. Todo lo destruido regresó a la normalidad en cuestión de un minuto; como si nada hubiera pasado.
En el momento que guardé mi varita procurando que todas estuvieran seguras, escuché un hechizo atrás de mi espalda.
—¡Murowa!
A punto de voltearme para defenderme, impactó contra mi cuerpo no creándome algún dolor, pero, si debilidad. Caí de rodillas.
—¡Amanda! ¡¿Qué haces?! —gritó Hannah.
—¡Posiblemente atacó a Akko otra vez!
«¿Me ven como una amenaza...?» No era de extrañarse.
Me levanté con un poco de dificultad y volteé observando a Atsuko aún inconsciente. «Te protegeré hasta mi último respirar». Tragué pesado y empecé a caminar hacia la salida cojeando. «No volveré a permitir que se vuelva a acercar a ti». Ignoré las miradas interrogantes y salí del lugar.
«Sigo sin tener hambre, pero debo comer algo». Mi cuerpo me lo imploraba y, debido a eso, me empezaba a sentir más débil de lo normal. Apoyé mi espalda en la pared y agarré aire. «Iré al comedor y luego volveré a encerrarme en mi habitación... Igualmente mañana... será un nuevo día».
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Fin del Cap. 13 (Copia)
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