Capítulo 9 ❄️
Hannah:
Despierto con una pierna rodeando mi cintura y una mano sobre mi cabello, el cual está esparcido en la almohada. No necesito abrir los ojos para saber que Zed sigue dormido. Se da más vueltas que un trompo cuando duerme, por eso estamos en una posición incómoda. En realidad, yo estoy incómoda, porque lo que es él está feliz durmiendo casi encima mío.
Estiro mi brazo y apago la ruidosa alarma, ni siquiera eso ha logrado despertarlo. Intento levantarme de la cama, pero su agarre en mi cintura se intensifica.
Solo espero que no piense que soy Lily.
Miro la hora en mi móvil, aún estamos a tiempo.
—Zed —le sacudo el hombro—. Despierta.
Como era de esperar no reacciona, está profundamente dormido. Tomo un par de inspiraciones en busca de paciencia.
Cualquiera pensaría que somos pareja por la forma en la que estamos, y lo que menos quiero es que alguien entre y piense eso.
—Tenemos que irnos a clases —lo sacudo con más fuerza, nada. Tomo aire—. ¡Dios, vamos a llegar tarde!
Mi grito provoca que se despierte de golpe, se restriega los ojos con una mano y con la otra busca su celular para ver la hora. Luego de comprobar que no vamos tarde me da una mirada cargada de furia y yo sonrío con inocencia.
—Me asustaste —dice con voz ronca, suelta un bostezo—. Buenos días.
—Buenos días, rubio —revuelvo su cabello—. Iré a darme una ducha, tú puedes usar cualquier otro baño. Estas es tu casa.
Me da una sonrisa y me levanto en busca de algo para ponerme. Luego de elegir mi ropa me encamino al baño. Me quito el pijama y me meto en la ducha, luego de unos quince minutos cierro el grifo y me envuelvo en una toalla. Me coloco mi ropa y cepillo mis dientes con rapidez.
Salgo del baño y tomo mis cosas para la escuela, no hay rastros de Zed. Miro la cama, la cual está hecha y sonrío. Yo nunca la hago en la mañana, siempre la ordeno al llegar o lo hace Josh antes de irse.
Me tienen algo consentida en esta casa.
Bajo las escaleras con ánimo. Esta emoción aumenta al llegar a la cocina, en vez de tener a dos personas desayunando hay cinco. Mi padre y Josh hablan sobre cosas del trabajo mientras mis primos y mi amigo charlan cosas sin sentido.
La casa se siente más viva con más personas en ella.
Murmuro unos buenos días y me siento en el taburete junto a Zed y comienzo a comer mi desayuno. Sabrina se ríe a carcajadas con las tonterías que se le ocurren al rubio. Mi prima es una chica muy risueña, desprende alegría por cada poro de su cuerpo.
Ayer luego de la película nos dormimos casi de inmediato, aunque él se vea feliz la información sobre su padre le afecta mucho más de lo que lo demuestra.
Sonrisas por fuera, lágrimas por dentro.
—Zed está realmente loco —comenta Sabrina luego de beber jugo—. No te recordaba así.
—La gente cambia —responde él—. Pasamos mucho tiempo sin vernos.
Ruedo los ojos.
—Siempre ha estado loco, solo que antes lo ocultaba.
Por unos instantes me desconecto de su conversación. La casa está igual de alegre que antes, cuando mi madre estaba viva, con ella todo era risas y felicidad. Ella adoraba a mis primos, siempre venían a vacacionar aquí. Y ni hablar de mis amigos, los quería como si fueran sus hijos.
Trago duro para eliminar el nudo en mi garganta. La mayoría de nuestras heridas sanan, dejando tan solo una cicatriz. Algunas heridas las llevamos a todos lados y aun si la cortada ya no está, el dolor aún persiste.
El dolor de su perdida aún está latente en nuestras vidas. Solo quiero que la herida sane para poder intentar ser feliz.
La bocina del auto de Mason me saca de mis lamentables pensamientos, casi ni toque mi desayuno. Por fortuna nadie nota que no he comido, o si lo notan fingen que no lo hicieron.
Los hermanos Roux están desayunando en pijama. Frunzo el ceño en dirección a mi primo, se supone que el iría a nuestro instituto.
—Shane —me observa—. ¿Vienes con nosotros?
Niega frenéticamente.
—Comienzo la próxima semana —guiña un ojo.
—Está bien —sonrío—. Adiós a todos.
Luego de besar la mejilla de cada uno de los presentes, camino tomada del brazo de Zed hacia el auto de Mason.
Me subo al asiento del copiloto y el rubio en los asientos traseros.
—Vamos con un intruso —bromea luego de besar mi mejilla.
Él sabe que le conté todo a Zed, le envié un texto anoche informándole sobre eso. Sin embargo no le dije lo que teníamos planeado, respeto los deseos de mi amigo.
También se las consecuencias que tendrá nuestra investigación privada, y estoy dispuesta a aceptarlas con tal de ayudar a uno de mis amigos.
—Hoy entregan los resultados del trabajo de biología —informa Zed mirando su móvil, lo miro con intriga—. Lilith me acaba de avisar sobre eso.
—Genial, estoy segura me fue bien.
Mason suelta un bufido.
—Todo lo que tiene que ver con las clases, trabajos y notas a ti te sale bien.
—Envidioso —lo molesto.
—Pesada.
—Aburrido.
—Loca.
Hago una mueca completamente ofendida.
—Inmaduros —agrega el chico desde los asientos de atrás—. Ambos lo son.
Volteo como la chica del exorcista y lo miro mal, él por su parte estalla en carcajadas. Luego de unos segundos el jeep se llena de nuestras risas.
A los minutos llegamos al instituto. Bajamos rápidamente ya que como siempre, vamos con el tiempo justo. Las miradas se posan en nosotros, es raro cuando llegamos los tres juntos y la gente lo nota. Ignoramos las miradas y seguimos caminando.
Es como en las películas. Una adolescente en medio de dos chicos del equipo del futbol, a varias chicas les gustaría estar en mi lugar.
Al llegar a nuestros casilleros Lily está esperándonos con la vista fija en el móvil. Zed no lo duda y camina hasta ella. Como saludo le da un gran beso y decido desviar la mirada hacia la puerta de mi casillero, aunque no tengo nada que guardar no quiero ver como comparten saliva.
—Modo planta activado —le digo a Mason.
Me da una sonrisa e imita mi acción.
—Somos unas plantas muy sexys.
Luego de su intenso besuqueo mi mejor amiga se acerca a saludarme con una sonrisa a modo de disculpa. Obviamente no estoy molesta con ella, es libre de vivir su amor.
Si ella está feliz yo también.
—No puedo evitarlo —se excusa.
—No te preocupes, estábamos en modo planta —le asegura Mason—. Bésense todo lo que quieran, no nos molesta.
La pelinegra suelta una risa nerviosa, nunca le ha gustado llamar la atención por ese tipo de cosas, sin embargo todas las miradas están puestas en su mano entrelazada con Zed.
—¿Acaso nadie ha visto una pareja besarse? —Los confronto, estoy harta de sus miradas—. Métanse en sus asuntos y déjenlos vivir su amor en paz.
Todos vuelven a sus asuntos. Lo malo de la popularidad es esto, todos están pendientes de ti y de lo que haces. Incluso cuando les dices que dejen de mirarte lo hacen disimuladamente, o ellos creen que es disimulado.
—Siempre estarán pendientes de nosotros —murmura Zed—. No deben ver que nos molesta, no hay que darles en el gusto.
Suelto un bufido mientras comenzamos a caminar a nuestro salón.
—Lo sé, pero es molesto.
Sé que hagas lo que hagas la gente siempre va a hablar y criticarte, aunque eso no significa que sea grato de escuchar. Nadie quiere escuchar como personas que ni siquiera te conocen hablan sobre ti, y la mayoría de las veces no son cosas buenas.
Llegamos al aula y nos sentamos en nuestros lugares habituales. Mason a mi lado y la pareja de enamorados delante de nosotros. Drake no está en esta clase y tampoco lo he visto por los pasillos.
—¿Han sabido algo de Drake? —Saco las cosas de mi mochila—. No lo he visto hoy.
Mis amigos se miran entre si y niega. Frunzo el ceño, él siempre viene a saludarnos aunque no tengamos la primera clase juntos. Decido enviarle un texto.
Yo: ¿Está todo bien? Me tienes algo preocupada.
Su respuesta no tarda en llegar.
Drake🧠: Me sentí algo enfermo, estoy en casa.
Yo: ¿Necesitas algo? Puedo pasar luego de clases y llevarte remedios.
Siempre que alguno de nosotros se enferma vamos a su casa para hacerle compañía. Somos una familia, nos preocupamos por el otro. De eso se trata la amistad, estar en las buenas y en las malas.
Al obtener el visto decido que es mejor ir a su casa luego. Debo conseguir el número del padre de Zed y pasar tiempo son mis primos. Mi vida está siendo un completo caso.
Ignorando el hecho de los hermanos Evans, los cuales me están observando en este instante.
—Te está mirando a ti —la voz de Zed me hace voltear, alzo mis cejas—. Noah te está mirando a ti, Hannah.
Trago duro.
—¿Y qué puedo hacer con eso?
—Hablar con él, todo es muy raro —sugiere Lily—. Penélope no sabe si acercarse o quedarse con su hermano.
—Yo no tengo culpa de ello.
—Es verdad —me apoya Mason—. Si ella quiere hablarnos que lo haga, no tiene que pedirle permiso al hermano.
—Tuvieron sexo, la gente tiene sexo todos los días —comenta Zed—. El chico debe superarlo, aunque dudo que seas alguien fácil de superar, preciosa.
Decidida me levanto de mi silla ante la mirada de mis amigos. Me dirijo a la mesa donde está sentada Penn junto a su hermano, el cual parece que está más guapo. Niego con la cabeza, no puedo pensar sobre él de ese modo.
La pelinegra me sonríe de inmediato.
—Hola, Hann.
—Hola, chicos.
Siento la mirada de Noah sobre mi cuerpo, está inspeccionándome. Lo ignoro, o eso intento.
—Ayer no almorzamos juntas, hoy puedes sentarte en nuestra mesa. Siempre serás bienvenida, ambos lo son —agrego sin mirar al pelinegro—. Ahora debo irme, nos vemos luego.
Sin esperar repuesta me devuelvo a mi puesto. Ni siquiera sé porque hice eso, se supone que mantendría las distancias con Noah, y eso incluía a su hermana.
«No quiero a Noah en mi vida, no quiero a Noah en mi vida, no quiero a Noah en mi vida».
Me siento en la silla de mala gana, creo que la visita de mis primos me afecto al punto de casi volver a hablarle al chico con el cual tuve sexo en mi propia casa. Me cruzo de brazos y agradezco que mis amigos no hagan ningún comentario o no sé cómo reaccionaría.
El profesor entra en la sala cargando su maletín, pocos se dan cuenta por lo que siguen con su charla. Yo por mi parte abro mi cuaderno y saco mis lápices para empezar a tomar apuntes.
—Empezaremos con la clase de historia, guarden silencio.
Todo el mundo deja de hablar al instante. Este profesor es el más exigente y el más serio de todos. Es muy estricto con todo, incluso sus pruebas son más extensas que otras. Yo por mi parte odio historia, pero no es una opción dejar la clase.
—Señorita Wilson, podría decirme los años de estas guerras —señala el pizarrón—. Mientras más pronto mejor, así avanzamos en los contenidos.
—No estoy realmente segura, pero sé que fueron hace muchos años —sonríe con inocencia—. Antes de que todos naciéramos.
El profesor se cruza de brazos.
—¿Sabe? Lo tierno es pariente de lo tonto, señorita Wilson.
Mi mejor amiga agacha la cabeza a notar todas las miradas sobre ella, aprieto los puños. ¿Era necesario dejarla en ridículo? Cierro mis parpados para evitar soltar un mal comentario, no me gusta cuando se meten con mis amigos, pero tampoco puedo olvidar quien es él en el aula.
—Señor Scott.
—Presente —alza su mano y hace un saludo militar—. ¿En qué lo puedo ayudar?
Se escuchan un par de risas y la expresión del maestro se vuelve más seria, si es que eso es posible ya que siempre anda con esa cara de amargado.
—Aproveche esta oportunidad para desmentir el estereotipo del deportista.
Mason y Zed sonríen de forma burlona, le contestan al unísono.
—A nosotros nos gusta ese estereotipo, profesor.
—Las chicas también lo aman —agrega Zed egocéntrico—. Lo digo por experiencia —le guiña un ojo a Lily
Sin que pueda retenerla se me escapa una carcajada. Ahora las miradas se posan en mí. Creo que estoy en problemas.
—Señorita Campbell, ¿tiene algo que agregar?
—No, puede continuar la clase.
El docente niega con la cabeza y sigue con su clase. Es un milagro que no nos hubiera enviado donde el director, es lo que se acostumbra a hacer en estos caso, o más bien lo que él acostumbra a hacer.
Luego de dos aburridas horas de historia nos dirigimos al aula de biología. Esta si es una clase que me gusta, y por fin sabré los resultado del famoso informe que tanto problemas me ha traído.
De no ser por eso ni siquiera habría entablado una conversación con Noah.
Me dejo caer en la silla y apoyo mis pies en la que está junto a mí. Esta vez Mason y Zed se sientan juntos, se armara el caos en mitad de clase, quito mis pies cuando Lily llega a sentarse junto a mí.
—¿Todo en orden? —cuestiona la pelinegra alternando la vista entre su novio y yo.
—Si —respondemos al mismo tiempo.
Mason frunce el ceño.
—Han estado más callados de lo habitual, eso es raro.
—Exacto —concuerda Lily—. ¿Qué traman?
—Nada —responde Zed—. Llegaron visitas a la casa de Hann.
«Gracias por desviar la atención hacia mí, Zed».
—Sabrina y Shane —digo antes de que pregunten—. Llegaron ayer, mi padre los invito, se quedan por tiempo indefinido.
—El pequeño Roux vendrá a nuestra escuela —el rubio alza las cejas—. Más diversión para nosotros.
Con Lily rodamos los ojos. Mi primo y mis amigos siempre se han llevado bien, al grado de ignorarnos por completo y solo conversar entre ellos. Incluso planear bromas en contra nuestra.
—Y deben prepararse para el viernes por la noche —informo—. Será la inauguración de mi cafetería, papá consiguió que todo anduviera rápido.
Mason me mira fijamente.
—Es Louis Campbell, claramente se iban a demorar menos de un pestañeo en redecorar y hacer todo lo que tu quisieras.
Ignoro su comentario porque sé que no es con mala intención.
—¿Elegiste el nombre? —curiosa mi mejor amiga.
Asiento con una sonrisa sincera.
—¿Y cuál es? —cuestiona el rubio ante mi silencio.
Niego con el dedo índice.
—Sorpresa, lo sabrán ese día.
Lily hace una mueca indignada.
—¡Somos tus mejores amigos!
—Mis únicos amigos de verdad —enfatizo—. Pero deben esperar como todo el mundo, ni siquiera mi padre lo sabe.
Están por decir algo cuando el señor Miller entra en el aula. Salvada por el profesor sexy. Les doy una sonrisa de suficiencia antes de centrar mi atención en la clase. Saben que adoro biología, y es mejor no desconcentrarme.
Casi al final de la hora mi mano esta algo adolorida de tanto escribir, pero el resultado me gusta. Utilizo destacadores y hago apuntes que se me hacen entretenidos para estudiar. Mi cuaderno está lleno de un solo color de destacador, no como el de Lily, ella ocupa el primero que encuentra todas las clases.
En lo único que soy organizada es en mis estudios, porque mi vida personal es todo un caos.
Termino de guardar mis cosas, tengo demasiada hambre ya que no tome desayuno. Fijo mi vista al frente cuando llaman a mi apellido, estoy por pararme a buscar el trabajo cuando, para sorpresa de todos, Noah Evans se levanta de su silla y camina hasta el profesor. Por su sonrisa puedo saber que nos fue bien.
—Sigo insistiendo en que quedo enculado contigo —Zed sacude mi hombro para llamar mi atención—. Y parece que tu igual.
Lo miro mal cuando me da su típica sonrisa seductora.
—Claro que no —frunzo el ceño—. Fue solo una noche más.
—Hann...
—Ya deja de hablar de ello, que viene ahí.
El rubio se calla de inmediato y voltea en otra dirección. Ruedo los ojos, no hay persona más disimulada que Zed Branson.
—Fuimos la mejor nota de la clase —Noah me extiende del trabajo, efectivamente tuvimos la nota más alta—. Nunca creí que sería la nota más en alguna asignatura.
—Nunca digas nunca, Evans.
Me da una sonrisa y su mirada tiene un brillo que no logro descifrar. Espero que no haya malinterpretado mis palabras, lo dudo. Detrás de él aparece una cabellera rubia que reconozco de inmediato.
—¡Noah! —Exclama, besa su mejilla—. ¿Por qué no has contestado mis llamadas o mensajes?
El chico se ve algo nervioso, está bien, se ve muy nervioso. Contengo mis ganas de reírme, Chloe debe creer que son pareja o algo así, si se entera que se acostó conmigo le daría un infarto.
Tomo mi mochila dispuesta a irme de aquí. Lo que menos quiero es presenciar su escena de celos o lo que sea que este por tener gracias al rechazo del pelinegro. Además ella es la posible responsable de lo que paso en la asamblea el otro día, es lógico que no quiera hablarle.
Por lo menos yo priorizo a mi familia antes que el sexo casual.
Mis adorados amigos se fueron a la cafetería en cuanto Noah llego a mi lado, recuérdenme hacerles un monumento por ser los mejores amigos del mundo.
Paso por al lado de ellos, por la cara de la rubia sé que no es una conversación muy agradable. Me toma del brazo y hace que me volteo en su dirección.
¿Qué mierda le pasa?
Me zafo de su agarre con brusquedad. La miro con las cejas alzadas esperando a que diga algo. Noah niega con la cabeza frenéticamente y suplica con la mirada, ¿qué rayos pasa aquí?
—¿Quieres saber la verdadera razón por la cual Noah se acercó a ti?
Asiento confundida.
—Chloe, por favor —suplica el chico—. No lo hagas...
—Es una historia muy interesante -le interrumpe—. ¿Quieres oírla, Hannah?
—Tengo cosas que hacer, Chloe —me cruzo de brazos—. No tengo tiempo para bobadas.
Sin dejarla responder me doy la vuelta y camino hasta la salida. Al llegar a la puerta su voz me detiene.
—Le gustas, Hannah —distingo celos en su voz—. Pero tranquila, no está enamorado. Es solo atracción...
No la sigo escuchando y me largo de allí. Camino hacia la cafetería a paso apresurado. Tengo hambre y la declaración de Chloe no hizo más que empeorar mi malhumor. Además debo prácticamente robar la información del padre de Zed de la mochila de mi mejor amigo, y volver a casa antes de cenar porque están mis primos.
Enserio mi día no podría ser peor.
¿Yo gustarle a Noah Evans? Chloe está chiflada.
Tomo mi almuerzo y luego de pagar me dirijo a la mesa de mis amigos. Me siento y comienzo a comer en silencio como si el mundo se fuera a acabar. No vuelvo a salir sin desayuno de mi casa.
—Hoy no desayuno, no alcanzo —explica Zed—. Se demoró una eternidad en la ducha...
—¿Te quedaste a dormir en su casa? —Mi mejor amiga lo interrumpe—. ¿Por eso estaban raros?
Levanto la vista de mi comida y puedo ver sus ojos levemente cristalizados. Mierda. Zed abre la boca, ningún sonido sale de esta esta. Me mira a mí esperando a que diga algo.
—No creerás que paso algo entre nosotros, ¿o sí?
Traga saliva, pero no dice nada. Solo alterna la vista entre ambos. Está bien, dormimos juntos, sin embargo no pasó nada. Además si supiera la razón por la cual se quedó no estaría haciendo esto.
—Quiero confiar en ti, Zed —lo señala—. Pero si no me cuentas las cosas como quieres que lo haga.
Lo que menos quiero es que se peleen por esto, decido interferir.
—Lily, no es lo que piensas...
—No te excuse por él —se levanta de la silla—. Supongo que hay cosas que nunca cambian.
Sale a paso apresurado por la puerta que da hacia las gradas. Miro al rubio esperando a que vaya detrás de ella, Mason también lo mira. Nada, no hace ningún solo movimiento. Fija la vista en su almuerzo.
—¿No piensas ir tras ella? —cuestiona mi mejor amigo.
Eleva la mirada, sus ojos azules están cristalizados.
—La adoro, es la mejor chica que he conocido —admite—. Pero tengo problemas personales de los cuales no le puedo hablar, y no puedo pedir perdón sin contárselo.
—Pues cuéntaselo —le incentiva el chico de ojos color miel—. Se supone que hay confianza, son una pareja.
—No todo es tan fácil, Mason. No todos tenemos dinero para resolver nuestros problemas, ¿o se te olvida donde vivo yo? —Responde a la defensiva—. Hay cosas que no le puedo contar, también tengo derecho a tener privacidad.
Mi mejor amigo lo mira asombrado, Zed acaba de estallar. El rubio es como yo, nos guardamos las cosas, sin embargo cuando explotamos soltamos todo lo que siempre hemos querido decir. Y no sé si eso es bueno o malo.
—Yo no quise decir...
—Lilith debería saber que no la engañaría por nada del mundo, y menos con su mejor amiga —se levanta da la silla, lo señala acusatoriamente—. Y tú no deberías juzgarme o intentar darme consejos si no sabes lo que pasa en mi maldita vida privada.
Se va en dirección opuesta a Lily.
—Tú con Lily y yo son Zed —se levanta de la silla, lo imito—. Avísame si está muy mal.
Niego con la cabeza.
—Zed necesita alguien con quien hablar —le doy una sonrisa—. Yo me las arreglo con Lily.
Tomo mi mochila y salgo en dirección al campo de fútbol. Tal vez lo correcto hubiera sido que yo hubiera ido a ver al rubio porque se su secreto, pero Lily necesita que le diga un par de cosas.
Una vez allí recorro el lugar con la mirada, le encuentro en medio de las gradas con la vista perdida en el cielo. Me acerco a ella sin que me note, y me dejo caer a su lado. Sus ojos color café se posan en mí, veo rastros de lágrimas.
—No pasó nada entre nosotros, solo somos amigos —aclaro por enésima vez—. Y él te quiere muchísimo.
Niega con la cabeza.
—No es eso.
—¿Qué es? —Silencio—. Puedes confiar en mí, Lily.
Desvía la mirada.
—Tú, el problema eres tú con tu perfección —se encoje de hombros—. Y yo, yo con mis inseguridades.
—Yo no soy perfecta, nadie lo es...
—Ante los ojos de todos los chicos si lo eres —me corta—. Todos voltean a verte, hablan sobre ti, quieren besarte. Siempre ha sido igual, eres increíblemente hermosa.
—Tú también lo eres. Zed te quiere a ti, ¿qué importan los demás chicos?
Suelta una risa sin gracia.
—Antes de que se acostara conmigo estaba interesado en ti —confiesa, me quedo helada—. Todos están interesados en ti, siempre.
—Nunca paso nada entre nosotros -le recuerdo—. Y nunca pasará, lo veo solo como un amigo.
—Y tu cuerpo es perfecto —me ignora—. No debes hacer casi nada de ejercicio para mantenerte. ¿Sabes que las chicas te querían a ti como capitana? No me querían a mí. Puede que todas ellas juzguen, sin embargo también te admiran.
—¿Admirar que, Lily? Soy un maldito desastre y siempre lo seré —frunzo el ceño—. Desde que mamá murió yo cambie, y lo sabes. Soy atractiva por fuera, pero por dentro soy un maldito desastre.
—A los chicos no les interesa tu vida privada —dice con molestia—. Les importa tu cuerpo, tener sexo contigo o hasta hablarte es un logro. No quieren conocerte...
—Estas siendo hiriente —le advierto—. No soy un premio, soy una persona. Tu mejor amiga, por si lo olvidabas.
—Déjame sola.
—Lily...
—¡Que te vayas! —me grita furiosa—. No puedo estar cerca de ti ahora, me mentiste y dijimos que nunca lo haríamos.
—¿Quieres hablar de mentiras? Pues hablemos de mentiras —la confronto—. ¿No podías decirme que te gustaba Zed en vez de decir que lo odiabas?
Sé que dije que respetaba su privacidad, pero sin ella no respeta la mía no puede pedir que yo también lo haga.
—Es diferente...
—¿Por qué? A mí me puedes mentir porque soy un trofeo para los chicos, pero yo no te puedo mentir a ti porque eres la chica que busca la relación perfecta —niego con la cabeza—. Hablemos luego, o ambas diremos cosas de las que luego nos arrepentiremos.
Bajo las gradas de dos en dos rápidamente. No quiero herirla, muchas veces en las discusiones soy muy cruda con mis palabras. No tengo filtro alguno para decir las cosas, es lo que dice Sabrina. A ella le gusta que sea así, sin embargo a otras no les agrada.
—¡Huye como siempre lo haces cuando se te presenta algún problema! —escucho su voz a lo lejos—. ¡Ahoga esto en alcohol, es lo que siempre haces!
Entro a los camerinos de los jugadores de fútbol y cierro la puerta con pestillo, me apoyo en la pared y me dejo caer lentamente al piso. Lágrimas nublan mis ojos.
¿Por qué la amistad no puede ser sencilla?
Tapo mi cara con ambas manos y ahogo un par de sollozos. En algo tiene razón, cada vez que tengo un problema lo soluciono huyendo o bebiendo vodka.
Al parecer soy una mierda de amiga, sinceramente ya no sé qué creer. Por intentar ayudar a uno de mis amigos me peleo con el otro.
Noah:
Chloe se convirtió en un verdadero grano en el culo.
Estuvo a punto de decirle a Hannah todo sobre el porqué de mi acercamiento hacia ella, juro que sentí pánico. No sabía qué hacer para que no le dijera nada, le he tomado aprecio a la castaña y no quiero que me odie.
Porque sé que si se entera de la verdad me odiara, y estaría en todo su derecho.
En vez de ir a la cafetería como los demás, decidí venir al lugar en donde nadie me buscaría: el camerino de los del equipo. No soy un chico de hacer deportes, es el lugar perfecto para esconderme de la rubia.
Nunca había entrado a este lugar, ni siquiera luego de las clases de gimnasia, siempre me quedaba sentado sin hacer nada y nunca reprobé. En una parte están las duchas, en la entrada están los casilleros y los baños.
Un leve sollozo llama mi atención, creí que estaba solo. Comienzo a caminar con cautela hacia la salida. Pestañeo un par de veces para ver si es real.
Hannah Campbell está sentada en el suelo y solloza levemente mientras abraza sus piernas. Su delgado cuerpo se estremece levemente, una ganas incontenible de abrazarla me invaden.
—¿Hannie?
Levanta la vista y me observa como si no fuera real. Se levanta con cuidado y deja caer su mochila, por un segundo creo que va a huir. Lo que hace me deja en shock.
Sus delgados brazos me rodean el cuello y hunde su cabeza en el hueco de este. Se aferra a mí como si fuera un salvavidas en medio de un océano. Tardo un poco en reaccionar, rodeo su cintura con mis brazos y acaricio su espalda. Su respiración hace que mi piel se erice.
—Algo está mal conmigo —susurra—. Poco a poco alejo a todos los que me aman. Creo que Lily me odia, o está harta de mí.
—Es tu mejor amiga —le recuerdo con cautela—. Se nota que te quiere mucho.
—¿Serias capaz de querer a un desastre como yo? Alguien que vive con la culpa día a día, que lo único que sabe hacer bien es emborracharse y tener sexo casual.
Me quedo en silencio. Intento procesar sus palabras, ¿por qué siente culpa? Como era de esperarse malinterpreta mi silencio.
—Eso creí —se separa de mí, me siento algo vacío—. Nadie quiere tener un desastre en su vida.
—Nunca dije que no sería capaz de quererte —susurro, frunce el ceño—. No eres un desastre, has sufrido como todos. Y tus amigos deberían entender que eres diferente a ellos.
—Le mentí a Lily, y ambas odiamos las mentiras —admite—. Hicimos un juramento cuando nos volvimos mejores amigas, incluía nunca mentirnos y yo lo rompí.
—¿Por qué no le dijiste la verdad?
—Más bien le oculte información. Zed se quedó a dormir en mi casa y no se lo dijimos.
—¿Paso algo entre ustedes?
Por alguna razón la idea me causa algo en el estómago. Ruego porque digo que no pasó nada entre ellos. No sé si estos son celos, pero es lo más cerca que he estado de ello.
Para mi alivio niega.
—Está pasando por un momento... difícil, y necesitaba un amigo.
—Eres buena amiga, Hannah —sonrío—. Todos lo dicen, y a pesar de mostrarte fría tienes un buen corazón.
—Ni siquiera me conoces, nadie me conoce al cien por ciento.
—Dudo que alguna persona conozca a otra a ese nivel —comento—. Todos siempre ocultamos algo, la mayoría de la veces es una forma de protegernos.
Silencio, se sienta en una banca que hay al lado de los casilleros. Me siento a su lado, y la abrazo por los hombros. Se queda inmóvil ante mi gesto, aunque no me aparta. Supongo que es un progreso.
—Entonces, ¿llorabas por la pelea con Lily?
—En parte, también por mi madre —admite—. La extraño demasiado, y cada día se me hace más difícil respirar. La culpa no me deja hacerlo.
—Escuche que fue un accidente, y el culpable está preso. No eres la culpable.
—Si lo soy, fue mi descuido —un lágrima corre por su mejilla—. Me enseñaba a conducir, y me distraje con un cartel. Todo ocurrió en un parpadeo.
—¿Ibas al volante?
Para mi sorpresa niega, frunzo el ceño.
—Estábamos paradas, el auto no estaba en marcha. Me detuve porque quería ver lo que decía ese estúpido cartel. El auto salió de la nada, el sujeto iba borracho y yo no sabía manejar bien. No alcance a reaccionar.
—Por eso no te gusta manejar —asumo, asiente con la cabeza—. Lo lamento, tanto. No sé qué decir.
—No te preocupes, nadie sabe que decir en estos casos —me da una sonrisa, sus ojos están cristalizados—. Gracias por escucharme, nunca nadie lo había hecho.
Admiro su capacidad de seguir sonriendo, de seguir de pie. Mi mundo se caería en pedazos si pierdo a mi mamá, y más si estuve junto a ella cuando ocurrió. Ni siquiera me imagino todo lo que ha sufrido.
—Puedes contar conmigo —le limpio una lágrima—. Aunque sé que prefieres hablar de esto con otra persona, siempre te escucharé.
Niega con la vista en el suelo.
—Mi familia nunca quiere hablar sobre el tema, y mis amigos tienen sus propios problemas. No digo que tu no los tengas, pero...
—Entiendo —la interrumpo—. Me gusta escuchar a la gente, miento, me gusta escucharte a ti.
Me da una sonrisa sincera, lo sé porque lo puedo ver en sus ojos. Las capas de frialdad se están derritiendo, y no puedo negar que eso me gusta. Me agrada que sea conmigo.
—¿Por qué? —Cuestiona, alzo una ceja—. ¿Por qué eres amable conmigo? Nunca fui así contigo.
—No me conocías, además nunca me trataste mal —le recuerdo—. Y soy amable porque me gustas, me atraes y no me gusta ver tristeza en tus hermosos ojos.
Suelta una leve risa que intenta ocultar con su mano, sin embargo lo note.
—Ya estás diciendo idioteces, Evans.
—No son idioteces, me gustan tus ojos. Son de un lindo color verde.
Sus comisuras se elevan en una sonrisa.
—Son iguales a los de mamá. Joshua no los heredo, los de él son marrón caca.
Comienza a reírse de la nada y la miro con el ceño fruncido. Sus carcajadas aumentan provocando que me una a ella. Luego de un par de segundo ambos dejamos de reír. Sus ojos están cristalizados, pero no por lágrimas de tristeza sino de alegría.
—Gracias por esto.
—No he hecho nada —me encojo de hombros—. Solo escucharte.
—Y no sabes lo importante que es para mí cuando la gente me escucha. Rara vez cuento lo que me pasa, y es extraño que alguien quiera escuchar los problemas de otro.
—Soy bueno escuchando —pongo una mano en su hombros—. Si quieres hablar ya sabes dónde encontrarme, jefa.
Niega con la cabeza.
—¿Vas a seguir con eso?
—Eres mi jefa, ¿o no? —asiente—. Debemos tener un trato profesional para evitar comentarios en el trabajo.
Pone los ojos en blanco.
—Le conseguí un puesto de mesera a tu hermana. Una chica quiso renunciar y quedo una bacante.
—Eso es genial, gracias —exclamo—. ¿Cuándo comienza?
—Luego de que hagamos la inauguración, el viernes —hace una leve mueca—. Es algo formal, y debes ir. Con tu hermana y puedes invitar a Trevor.
—Les diré.
—Invitaría a tu madre, pero de eso se encargó mi padre —la incomodidad en su voz en notoria—. Claramente puso mil excusas, no sé qué es lo que tiene contra mí.
—Solo es sobreprotectora, somos todo lo que tiene.
Suelta un bufido.
—No le voy a robar a sus hijos. Mi padre solo nos tiene solo a nosotros y no es así conmigo.
—Siempre hemos sido los tres, y sé que no es excusa, pero las cosas son así.
–¿Y tu padre? —me mira fijamente—. No es necesario que respondas...
—Se fue un día y no regreso —la interrumpo—. No hemos sabido nada de él desde hace años. No lo extrañamos, no era gran aporte.
—Entiendo, es como si estuviera muerto para ti. Es bueno que las personas que no aportan nada a tu vida se vayan, solo te causan problemas.
—¿Sacas a mucha gente de tu vida?
Me mira como queriendo decir: no sabes absolutamente nada sobre mí, buen intento.
—No dejo entrar gente a mi vida, prefiero estar sola que mal acompañada.
—Dejaste que nosotros nos acercáramos a ti.
—A veces hago excepciones -me guiña un ojo–. Eso ocurre una vez cada mil años, siéntete afortunado. Dejemos de hablar de mí, odio ser el centro de atención.
—No demuestras eso cuando gritas en los pasillos que te dejen en paz.
—¿Sigues con eso de espiarme, Evans? —Alza sus cejas—. Cuando se meten con mi familia me da igual ser el centro de atención, mis amigos son mi familia.
—Lo ves, eres una excelente amiga. Que nadie te diga lo contrario.
—No solo soy buena en eso -me da una sonrisa ladeada.
Tardo en darme cuenta a lo que se refiere y se ríe en mi cara. Revuelve mi cabello y la miro mal. Esta chica es una caja de sorpresas.
—Deja de reírte de mí.
–¿Acaso siempre eres tan lento para entender las cosas? —Se burla—. Necesitas la compañía de los chicos.
Sin pensarlo dos veces comienzo a hacerle cosquillas. Su diversión termina e intenta zafarse de mi agarre. Con una mano la hago cosquillas en el estómago y con la otra sujeto sus manos, sus muñecas son tan delgadas que no necesito de las dos.
No me di cuenta que había comenzado a moverse a la orilla hasta que ambos estuvimos en el suelo, yo encima de ella. Alcance a poner mi mano antes de su cabeza tocara el suelo.
—¡Ya, basta! —Chilla cuando sigo con mi ataque de cosquillas—. ¡Noah!
Se suelta de mi agarre sorprendiéndome, es rápida. En un parpadeo ahora yo soy el que esta abajo y ella sonríe con orgullo.
—Cambiaron los roles, Evans —acerca su rostro a mí, nuestras narices se roza—. Odio que me hagan cosquillas, es algo desesperante.
—Tal vez me gusta irritarte —respondo—. Te ves tierna.
Hace una mueca indignada.
—¡Yo no soy tierna! Ese puesto es para Lily.
—Puedes ocuparlo de vez en cuando —toco la punta de su nariz con mi dedo—. Y ahora te vez hermosa.
—No soy solo una cara linda —frunce el ceño—. Ni muchos menos un objeto para los chicos.
—Eres inteligente, protectora, divertida, y cuando quieres eres amable.
Muerde su labio inferior con fuerza, temo que se vaya a hacer daño. Paso mi pulgar por su labio para que lo suelte, sus ojos me observan con intriga. Tiene una mirada intensa.
Una mirada que grita: voy a saber todo sobre ti y no podrás hacer nada para evitarlo.
—¿Por qué debes decir ese tipo de cosas?
—¿A qué te refieres? —indago.
—Estoy acostumbrada a que alaguen mi cuerpo, no mi mente.
—La belleza se va, lo importante es lo que tienes aquí —señalo su pecho.
—¿Mis senos? —se mira a si misma—. No lo creo, estoy un poco plana de ahí.
Niego con la cabeza.
—Intento decirte algo lindo y sales con eso —sonrío sin poder evitarlo—. Eres imposible, Hannah Campbell.
—Me lo dicen a menudo. No soy una chica fácil de comprender, Noah Evans.
—Así veo.
—No, ya no ves —tapa mis ojos con una mano—. ¿Qué ves ahora?
—Estás loca...
Al principio no lo noto, como siempre, pero luego caigo en cuenta de lo que pasa. Hannah me está besando. Su mano libre viaja desde mi pecho hasta mi cabello. Sus labios saben a jugo. Mis manos viajan a su cintura y la acerco más a mí, suelta un sonido de satisfacción y destapa mis ojos. Sus párpados están cerrados y con su mano agarra mi camiseta.
Su beso es profundo, urgente y a la vez delicado. Mordisquea mi labio inferior antes de inundar mi boca con su lengua.
Besar a Hannah es más que perfecto. Es increíble como nuestras bocas encajan de manera natural y espontánea.
Mi mano viaja hasta su nuca y la acerco más a mí, si es que eso es posible. Mientras que la otra ahueca su trasero y le doy un leve apretón. Se separa de mi boca y me observa con los ojos entrecerrados. Sus labios están hinchado y más rojos de lo normal, su respiración esta agitada igual que la mía.
Aparta un par de mechones que cae por mi frente y me mira como si quisiera detallar cada parte de mi rostro. Lucho por no desviar la mirada, esta chica ha sido la única que ha podido ponerme nervioso.
—¿Qué haré contigo? —susurra contra mi boca.
—Tal vez seguir besándome —pongo un mechón de cabello detrás de su oreja—. O puedo besarte yo.
Sin esperar respuesta vuelvo a unir nuestros labios. Sus dedos se aferran a mi cabello y recorro su cuerpo con ambas manos, desde los brazos hasta su trasero. Siento una incomodidad en mi entrepierna y ella lo nota ya que sonríe.
Si alguien entra y nos pilla de este modo estaremos en problema, sin embargo esto vale cualquier castigo.
Mete sus manos debajo de mi camiseta y traza caricias en mis inexistentes abdominales, abandona mi boca y deja besos por mi mandíbula hasta mi cuello. Siento como succiona la piel de mi cuello, mierda estoy seguro que eso va a dejar marcas.
Después de unos segundo deja mi cuello y me da un corto beso en los labios, se levanta de encima de mí y me da una sonrisa burlona.
—Yo que tú me cubro eso con algo —señala mi cuello—. O sabrán que estuviste haciendo.
Toma su mochila del suelo, le saca el seguro a la puerta y desaparece de mi campo de visión. Estoy completamente confundido, no sé a dónde nos lleva esto ahora. Tapo mi rostro con ambas manos.
—¿Qué haces aquí? Debemos ir a clases —la voz de Trevor me hace sobresaltar—. Mueve tu culo del piso, llegaremos tarde.
Me levanto del suelo y voy a buscar mis cosas. Cuando llego a su lado se detiene a observar mi cuello y me da una sonrisa burlona.
—Ahórrate los comentarios —advierto.
—Eres aburrido —rueda los ojos—. No creas que no te molestare con eso.
—Mejor vamos a clase.
Mientras camino hacia mi siguiente clase no puedo dejar de pensar en el beso, y en que además confió en mí para contarme más sobre la muerte de su madre.
No puedo creer como paso de estar llorando en mis brazos a estar besándome, aunque no me quejo. Los besos de esa chica con adictivos.
Debo cuidarme de Chloe y Harry, quiero ser yo quien le diga la verdad, pero aun no estoy listo. Creí que todo sería más fácil si nos evitábamos, claramente no fue así. En todas las clases la observe.
Si cada chico se detuviera a tener una conversación con ella, estoy segura que caerían rendidos a sus pies. Es una chica increíble, y nunca me cansaré de decirlo.
—Estás invitado a la inauguración de la cafetería de Hannah —le informo.
—Lo sé, me invito hace unos cinco minutos —me mira interrogante—. ¿Ella te hizo eso?
—Solo olvídalo, ¿está bien?
—Nunca —alza sus cejas—. te molestaré aún más.
—Con amigos como tú para que quiero enemigos.
Suelta una carcajada mientras entramos a nuestra aula. Algo me dice que será una larga semana.
Redes sociales:
Instagram: Kote_wattpad
Twitter: Kote_Caillet
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro