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Capítulo 28

Las actitudes de Kardia no ayudaban en nada, pese a sus reclamos Degel tuvo que usar un hechizo que lo ayudara a dormir para ya no seguir escuchando sus gritos. Después de todo a la mañana siguiente volvería a  ser el mismo bichito que debe cuidar.

Se quedó dormido en la suave hierba a su lado, en el lapso de la madrugada la temperatura comenzó a descender. Kardia ya había vuelto a ser un pequeño escorpión.

Ese era un gran error, no tenía con que cubrirse para pasar las noches frías. Aún con los ojos adormilados, Degel se levantó del suelo, se sacudió y tomó a Kardia en sus manos.

— Tenemos que seguir avanzando, de esta manera no podré resistir el frío de las noches.
Con pasos lentos nuevamente retomó su camino para seguir con su búsqueda entre el inmenso bosque obscuro.








El sol comenzaba a salir, los primeros rayos del sol reflejaban en las copas de los árboles. Aspros y Manigoldo se habían quedado dormidos después de acabarse aquellos alimentos que Asmita les había entregado en aquellas bolsas antes de partir del castillo.

El gemelo mayor detestaba que interrumpieran su sueño, aún sin abrir sus párpados con su mano diestra comenzó a buscar algo que lo ayudara a cubrirse el rostro.

Manigoldo descansaba a su lado, seguía perdido en el mundo de los sueños, sin embargo de pronto sintió que alguien más comenzara a quitarle aquella frazada que lo cobijaba.

Rápidamente sintió la brisa del amanecer, se levantó de manera inmediata para ver lo que ocurría.
Su frazada ahora se encontraba cubriendo el rostro de Aspros.

— Con que esas tenemos — Susurró Manigoldo cruzando los brazos molesto, se quedó pensando por unos momentos ideando alguna travesura para despertarlo — Se acercó de manera sigilosa y le jaló las frazadas que lo envolvían — ¡Aspros nos están robando!

Inmediatamente el gemelo se levantó de manera repentina — ¿Dónde están? — Gritó a colocandose a la defensiva. Después dirigió su mirada a Manigoldo quien reía sin parar ante su cometido.

— ¡Hay perdón Aspros! — Respondió limpiándose una lágrima a causa de la risa de su travesura.

— Idiota — Murmuró molesto tomando sus frazadas del suelo.

— Aspros por favor... Me la debías por quitarme mi frazada.

— Cuando duermo no conozco Manigoldo — Contestó entregándole su frazada, estaba por decirle algo más cuando escucharon un sonido a lo lejos.

— ¿Oíste eso? — Susurró Manigoldo mirando en todo el inmenso bosque, extendió su brazo frente a Aspros para evitar que se moviera.

— Yo no veo a nadie.

El sonido a lo lejos de los crujidos de las hojas secas del suelo los alertaron, cada vez se oían más cerca de ellos.

— Cualquier movimiento... Cúbreme la espalda Aspros — Contestó Manigoldo en un tono audible para los dos, lentamente acercó su mano a la altura de su cintura para poder sacar su espada.

Ambos estaban a la expectativa, mirando en  todas direcciones, de repente un rugido se escuchó a lo lejos ocasionando que las aves que estaban en los árboles salieran volando lejos de ese lugar.

— ¡Corre Manigoldo...!

Aspros no tuvo tiempo de terminar de gritar cuando sintió unas patas de algún animal detrás de su espalda, ese movimiento ocasionó que cayera al suelo y el animal sobre él.

— ¡Aspros te van a comer! — Exclamó Manigoldo y blandió su espada frente a ese animal peligroso.

De manera repentina una luz comenzó a brillar sobre la espalda de Aspros.
Cuando aquel destello desapareció, Manigoldo no podía  creer lo que miraba, era tan solo un joven adolescente de cabellos castaños quien reía sin parar mientras se encontraba descansando sobre la espalda del gemelo mayor.

— ¿Y tú que rayos eres? — Preguntó Manigoldo acercándose con cautela para ayudar al gemelo mayor.

El joven dejó escapar una risa traviesa — Ja, ja, ja, siento llegar así pero estoy buscando a una persona importante para nosotros. Mi nombre es Regulus.

Después de presentarse se levantó para poder ayudar al hombre que tiró sin querer.

— ¿Y nosotros que culpa tenemos? — Respondió Aspros mientras se levantaba del suelo, después se sacudió para retirarse la tierra y las hojas secas que se habían adherido a sus prendas.

— Usé mi olfato y guardan un poco de ese aroma de la persona que busco.

— ¿A quien buscas mocoso? — Preguntó Manigoldo tocando la cabellera alborotada del joven castaño.

— Al joven Degel Faure... Sus padres están buscándolo antes de que nuestra caravana se vaya de este lugar.

Aspros al escuchar ese nombre tomó al niño de los hombros — ¿Entonces eres uno de los hechiceros también?

— ¡Si! — Exclamó muy animado — Cada uno de nosotros tenemos distintas habilidades... Degel puede usar el aire frío y convertir en hielo todo lo que toca, además de aparecer palomas blancas en sus manos.

— Mocoso, no sé quien seas en realidad pero estamos  buscando a la misma persona. La vida de Degel y la de Kardia depende de que los encontremos mucho antes que los guardias del castillo... Qué dices ¿Nos ayudas? — Preguntó Manigoldo extendiendo su mano esperando que Regulus aceptara.

— Degel... ¿Está en peligro?

Aspros asintió — Mira que salvar a Kardia y a Degel no es muy de mi agrado pero lo hago por Deuteros...Mi hermano le tiene mucho afecto a Degel.

Regulus se quedó mirándolos desde los pies a la cabeza, no les encontraba alguna pizca de maldad en su persona — De acuerdo, los tres iremos, con mi olfato puedo rastrear más fácil los lugares donde estuvo Degel, además... No tiene mucho que pasó por aquí, puedo sentirlo.

— ¿Y que esperamos? — Contestó Manigoldo tomando sus pertenencias del suelo — Vamos de una buena vez para que pueda regresar a ver a mi Albafica.

Aspros rodó los ojos molesto después de escuchar las cursilerías de su amigo — Sólo a ustedes les gusta las cursilerías.

— Hay Aspros, no seas tan amargado... Quizá encuentres al amor de tu vida en este viaje.

Regulus escuchaba la plática de esos hombres, no dudó en interrumpir en ese momento — Entonces... ¿Usted es soltero? — Cuestionó con curiosidad, ante esto Aspros asintió — ¡Qué bien! Mi tío es igual de solterón que usted... Quizá cuando lo conozca se llevarán bien.

Esto dejó al gemelo menor sin palabras, en ningún momento esperaba que alguien le insinuara una pareja — ¿Qué? ¡Olvídalo! Eso no es lo mío!... Para ridiculeces solamente mi gemelo.

Manigoldo golpeó ligeramente la espalda de su amigo — ¡Oh vamos Aspros! — Le susurró cerca de su oído — No le niegues al niño la oportunidad de conocer al amor de tu vida.

Después de decirle esto lo dejó sin palabras, mientras que más adelante Regulus ya se había convertido nuevamente en León y Manigoldo le seguía los pasos.

De manera repentina se le vino un tic nervioso, sumando a ello su molestia...

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