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03

"La razón por la que el mundo está en caos, es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas"
JOHN GREEN, Buscando a Alaska

Entusiasta, Rhee Han Na, subía las escaleras de mármol pulido con dirección al segundo piso. Rumbó a la habitación de su famoso primo, Yang Nolan.

Han Na giró el pomo de la puerta, e intencionalmente la cerró con un estruendo.

―Genial. Sigue durmiendo ―dijo ella cuando nadie protesto―. Casi media mañana, y esta habitación parece una cueva ―sentenció, pero al segundo se retractó.

A su derecha, del pequeño cuartito de Odeng y Eomuk, los petauros de azúcar * de su primo; emanaba una fuente de luz natural.

Han Na quiso entrar a verlos, pero antes de siquiera intentarlo oyó unos sonidos. Parecían quejidos. Se volvió en sus pasos y se adentró en la habitación.

― ¿Oppa*?, Oppa ―susurró, dándole pequeños toques en su antebrazo.

Nolan, inmerso en lo que parecía una pesadilla, movió sus piernas por debajo del edredón, soltando un gemido. Casi como un llantito.

― ¿Oppa? Despierta ―continuó llamándolo Han Na.

Él pareció percibir su voz. Atrapo su mano que seguía en su antebrazo, apretándola con fuerza. Desesperado.

―No te vayas ―suplicó, reprimiendo un sollozo―. Quédate. ―pidió una vez más, frunciendo su ceño. Acongojado.

Oppa, despierta, es un sueño ―dijo quedamente, tomándole la mano que la aprisionaba―. Soy Han Na. Tu prima. Tu dongsaeng*.

Nolan sintió que le apartaban los cabellos pegados en su frente sudorosa. Abrió los ojos haciéndolos pasear por el techo. Levantó un poco el cuello; y allí, a su lado, estaba su prima sentada en la amplia cama. La preocupación pintaba sus facciones, excepto por sus ojos cargados de afectó.

― ¿Han Na? ―pregunto, aún aturdido por su sueño.

Más al rato, Nolan se corrió escandalizado, chocando con el respaldo de su cama. Y acto seguido, se cubrió con las sabanas como si en frente tuviera una desconocida que venía al asalto de su virtud.

Han Na pestañeo por fracción de segundos, confundida. Pero después dejo su lugar, negando con la cabeza. Se dirigió a las ventanas, y abrió las cortinas gruesas dejando las delgadas, a fin que su primo se acostumbrase al sol.

―Pues quien más ―contestó sarcástica, siguiéndole el drama.

―Santo cielo chica, por poco y me da un ataque. Pensé que eras la parca que venía por mí ―bromeó él, estirándose como un gato y dando un gran bostezo.

― ¿Tan horrible estoy? O una vez más estas agrediendo verbalmente a mi cabellera ―cuestionó Han Na, acomodándose en el curveado sillón relax, el favorito de su primo.

Nolan negó risueño. Lo cierto era que si se refería al cabello negro y lacio de su prima. Aparentemente lo había dejado crecer más de la cuenta. Viéndola detenidamente, también podría parecer una monjita. Sonrió para sus adentros.

―Nada de eso. Eres tan hermosa como yo. Claro que resalto más, pero ...

Han Na con los brazos cruzados lo miró con las cejas alzadas, incitándolo a seguir con su vanagloria.

Al hacer contacto visual, Nolan se calló. Zanjó su soliloquio con un qué más da, elevando los hombros de forma inocente.

Odiando y hallando tierno ese narcisismo tan propio de él, Han Na se volvió a acercar, sentándose en un extremo de la cama.

Oppa, hace un momento. Cuando...

Y allí quedó el intento de Han Na al querer surcar el miedo más profundo de su primo. Sus palabras fueron opacadas por la rápida fuga de este hacia el cuarto de baño.

Como de costumbre, él no quería hablar de ello. Su teatro y bromas de hace rato lo delataban. Ya tendría oportunidad de interrogarlo. No se le iba a escapar tan fácilmente.

―Uf, tengo un hambre. Las duchas siempre me abren el apetito― dijo Nolan a nadie en particular―. ¿Han Na, quieres acompañarme a desayunar afuera? ―pregunto de lo más normal. Esquivando los ojos inquisidores de la chica, mientras acomodaba su cabello semiseco.

La menor estrujo sus manos en su regazó, y asintió con una peculiar sonrisa angelical que ocultaba algo más.

― Pagas tú ¿cierto? ―añadió cuando abrió la puerta. Acomodó el bolso en su hombro, y salió sin esperar respuesta.

☼☼☼☼☼☼☼

Hace dos semanas que Nolan llegó a Seúl. Ya era costumbre pasar su periodo de vacaciones con su familia, y ello incluía a sus mascotas; pero solo hasta ahora conseguía ver a su miembro favorito, su prima.

Lamentablemente, mañana debía volver a Los Ángeles. Necesitaba y le urgía hablar con su detective privado sobre los avances obtenidos. En especial sobre su nueva sospechosa, Loren Allen.

Por ahora, dejaría en pausa sus pensamientos sobre el tema. Quería aprovechar positivamente el tiempo que tenía con su prima, aunque ella no parecía coincidir con su idea.

Durante toda la mañana y tarde, Han Na lo había tenido de arriba para abajo, sin descanso. Comprando en tiendas de LP, libros y antigüedades; a este paso su billetera daría un silbido.

Intuía que aquello era una especie de castigo por el simple hecho de haberse desentendido y evadido el tema de sus pesadillas. Sabía que no valdría de nada, con ella, le era casi imposible mentirle como al resto. Mejor se iba preparando desde ya.

―Y bien, ¿alguna novia? ―preguntó Han Na, siguiendo con su repertorio de preguntas aleatorias.

―No, porque la pregunta ―respondió confuso el pelinegro. Frunció los labios tanto por la interrogante como por lo amargo que sabía el té que su prima pidió.

―Nada en particular. Supongo que aún no ha nacido la mujer que equipare tu belleza ―comentó con una intención interna de adular burlonamente su ego.

―Exacto. Chica lista. Lo vas entendiendo ― ratifico muy alegre Nolan, sin captar el verdadero trasfondo del supuesto elogio.

―Por eso en tu última cita experimentaste la limpieza facial a base de vino blanco ¿Qué tal los resultados? ―consultó Hanna inofensivamente, bebiendo un sorbo de té.

Nolan la miró con ojos entrecerrados. Reconociendo al fin su jugada. Claro que, si él lo recordaba, también lo hallaba un poco cómico.

Desde que se mudó a California, su madre, en cada visita anticipada a Seúl, procuraba arreglarle citas con chicas de su clase social. Exclusivamente seleccionadas por ella. Y si bien ya no se negaba como en principio, la mayoría salían mal gracias a su poco tacto para rechazarlas o dejarles en claro que por el momento no buscaba relaciones.

―Ni me lo recuerdes. Esa loca arruino una de mis camisas favoritas ―contestó muy indignado, estremeciéndose ante el flashback de esa noche―. Y mamá decía que era "todo un encanto". ―dramatizó, provocando la risa de Han Na.

―Sabes que mi tía no se dará por vencida. Parece urgirle verte sentar cabeza. ―alegó, recibiendo una cara de asombro muy cómica.

―No, no y no. ¡Soy joven! Recién y cumplí los veintisiete ¿Cuál es su prisa? ―refutó haciendo una nueva mueca debido al té, y al fin dejándolo, se dispuso a devorar el pastel.

―Bueno, quizá sea que sospecha de ti y tus "acciones". ―tanteó Han Na, preparando el terreno.

―No entiendo. Soy un ángel ¿Qué cosas malas puedo estar haciendo? ―bromeo descaradamente.

Han Na exhalo un suspiro.

―Tal vez contratar un investigador privado. Desobedecer al tío y mi padre. Correr peligro metiéndote donde no debes ... ¿Quieres que continúe? ―le dijo.

Nolan dejó la cucharilla a un lado y levantó la mirada. El momento de hablar claro había llegado y no podía rehuirle más.

―Ese té y tú se parecen. Eres increíblemente horrible y amarga para abordar un tema ―se quejó como niño.

Han Na le sonrío con fingido agradecimiento por la comparación.

―No habría recurrido a esto si no hubieses evitado el asuntó desde que despertaste ―sentenció, incitándolo a hablar desde cero.

―Bien, bien. Tú ganas. Sí, soñé de nuevo con lo mismo. ―comenzó Nolan.

― ¿De cuándo eras niño?

―No. Ósea sí.

―Explícate

―Se trataba sobre ese día ... El de mi cumpleaños.

― ¿Lo mismo de siempre?

―Sí, pero ahora se sentía distinto. De un modo raro. Recuerdas que te describí como las escenas se transformaban en macabras y terroríficas. Gritos desgarradores en mis oídos. Yo huyendo de personas sin rostro. Ahora, ... ahora solo fue como una cinta de película. Sin sugestiones mías.

―Eso es raro. Tu inconsciente debe querer decirte algo. Había pasado ya un buen tiempo que no las tenías ¿cierto?

―Sí, ¿pero que quieren revelarme? Ni siquiera cuando inicié mi propia búsqueda se presentaron. O en mi pasado cumpleaños.

El celular de Nolan sonó en medio de ellos, sobresaltándolos de su secretismo.

Nolan tomó la llamada retirándose a un apartado de la cafetería.

― ¿El detective Miyake? ―preguntó Han Na cuando él volvió a la mesa.

Él asintió complacido.

― ¿Buenas noticias?

―Eso parece. Me pidió reunirnos mañana en Los Ángeles. Quizá la última chica que le mandé a investigar sea la correcta ―dijo entusiasta.

― ¿Otra víctima de tu falsa y desinteresada amabilidad? ―le reprochó su prima.

―No me mires así dongsaeng. Lastimosamente me veo en la necesidad de hacerlo. Aunque con esta chica no todo fue tan falso ―se defendió, siendo consciente de las circunstancias bajo las que se acercaron.

― ¿Sabes? Creo que lo que tus padres, que en paz descansen ―Han Na se persigno―, quieren, es que te olvides de todo esto. Por algo el entorno y sentimiento mismo de este sueño fue diferente. ¡Date cuenta!

―No, no lo veo así. Y no trates de manipularme usando tus conocimientos de psicología ―declaró Nolan tajante, tratando de no caer en el enojo, y menos con su prima.

―Y dime Hwan Ryu-ssi* ... ― dijo Han Na, pronunciando secamente su nombre de nacimiento― Te pasaras otros cuatro años más buscando entre la población femenina de California. Entre aquellas con rasgos asiáticos. Nacidas en el 93. ―le insinuó frenéticamente, sin detenerse a medir su tono.

― ¡No lo sé! ―exclamó él, casi gritando. Exasperado por todo―. Pero por el momento es a lo único que me puedo aferrar. Entiéndeme. ―rogó.

Han Na lo observo apretando sus labios en una línea. Dio un bufido poco femenino, y se salió del local importándole poco la atención obtenida.

Después de tremenda discusión entre ambos, el ambiente en el auto de Nolan era tenso. A pesar de no compartir la misma sangre, los dos eran tercos como mulos. Cada uno estaba encerrado en sus propios argumentos para estar furioso el uno con el otro.

Nolan no entendía cómo su prima, en ocasiones, se podía portar tan intransigente con él. Ella lo vio sufrir desde que llegó a la casa de los Yang, y no necesariamente a causa de ellos. Sus padres adoptivos eran de ensueño, no sabía si mejor que los difuntos, pero era fácil quererlos y respetarlos. No obstante, sus recurrentes pesadillas no le permitían ser feliz del todo. Han Na había sido su mejor refugió, claro, hasta que comenzó con sus planes para averiguar la realidad tras la muerte de sus progenitores.

Por otra parte, Han Na se atrincheraba en su firme y clara postura de creer que lo que su primo mostró en principio como un deseo de justicia y verdad, ahora solo era un disfraz que cubría su propósito real; la venganza. Para ella, Nolan era un tonto que no veía la preocupación en la que sumergía a su familia. Un imprudente que no quería darse cuenta de las consecuencias que sus actos podían acarrear a futuro. Ello la enfurecía y frustraba a partes iguales.

Y así, los minutos pasaron y ninguno volvió a dirigirse la palabra. Llegaron a la residencia de los padres de Han Na, y se despidieron con un frío adiós. Ha ambos les dolió.

☼☼☼☼☼☼☼

A la mañana siguiente, un cabizbajo Nolan intentaba descansar los párpados en la comodidad del sofá de una sala privada. Esperaba por la salida de su vuelo.

Su vuelta a Los Ángeles sería con el ánimo decaído.

Estaba mal por lo sucedido con su prima, y al parecer sus padres no podrían ir a despedirlo. Tampoco alcanzo a decirles adiós a sus mascotas debido a la visita con el veterinario. Lamentaba que sus vacaciones siempre se sintieran tan cortas.

Un sonido que pedía permiso para pasar se oyó en su puerta. Sorprendido, vio entrar a toda su familia. Allí estaban sus padres, tíos, Han Na, e incluso su siempre ocupado primo mayor. Se sintió contento.

Pero cuando le hecho un vistazo a Han Na, su alegría se esfumó. Ella lucia como si hubiese sido traída allí a rastras y en contra de su voluntad. Se mantenía considerablemente alejada de él.

Por el altavoz, se escuchó una recomendación a los pasajeros del vuelo del medio día, sobre los equipajes. Dentro de poco harían el primer llamado de abordaje.

De inmediato, todos comenzaron a despedirlo. Su madre Ri El, fue la más afectuosa como siempre. Le beso las mejillas como cuando era niño, y le dio una y mil recomendaciones como la primera vez que dejó Seúl, a sus veintitrés años. Adoraba sus muestras de afecto.

Llegado el turno de Han Na, ella se paró frente a él y como autómata le extendió la mano. Otro adiós tan glacial como el de anoche. Y aunque ninguno de sus padres se dio cuenta de esa actitud tan infantil, Ho Jin si lo hizo, y puso manos a la obra.

― ¡¿Qué?! ¿Es todo? Ni abrazos, ni bromas ―regaño tratando de sonar gracioso, pero fallando en el intento.

―No te queda la comicidad, primo. Ese es mi rol ―afirmo Nolan con fingida modestia, dedicándole un guiño.

Han Na dejó escapar una risilla.

―La seriedad tampoco les va a ustedes. No me hagan hacer papelones y discúlpense de una vez, par de necios ―sentenció Ho Jin, sonando espontáneamente como un padre gruñón.

Tanto Han Na como Nolan rieron de buen agrado, y pronunciaron al mismo tiempo un tímido mianhae*. Se fundieron en un abrazó fraternal, compartiendo parte de sus principales preocupaciones. Al separarse, Ho Jin ya no estaba cerca, se hallaba junto a los mayores. Seguramente se había alejado para darles privacidad. Ambos se volvieron a reír de él.

Antes que Nolan abandonara la sala, Han Na lo alcanzó y dándole otro abrazo, le pidió cuidarse.

☼☼☼☼☼☼☼

Loren volvía con Solé de hacer las compras quincenales para su casa, cuando la muchacha del servicio salió por la puerta trasera, y apresurada informo que el señor Hayden y su hijo esperaban en el salón principal.

Bien sabido era que Wiatt Hayden, influyente hombre en el negocio de las telecomunicaciones, viajaba incasablemente por muchísimos países. Por tal motivo había dejado la dirección de sus principales negocios en EE. UU. a su único hijo, Adam.

Solé, quien no pasaba al prometido de su niña, se asombró bastante al oír que el padre de Adam estaba de visita. Nunca lo había visto en persona.

Por el contrario, Loren si llegó a conocer personalmente al hombre. Solo en dos breves ocasiones. Lo único que pudo deducir de esos encuentros, fue que: Al igual que todo alrededor de Adam parecía ser un imán incompatible, su padre también lo era en cuanto al carácter.

Ambas mujeres se vieron por unos segundos, con la intriga bailando en sus ojos. Y pese a que Solé moría por acompañar a Loren, con el afán de curiosear un poco, le aconsejo atenderlos a solas.

Loren inconscientemente acomodo su cabello, alisó su blusa de seda, y recargando innecesariamente sus pulmones de aire cruzó el umbral que mostraba su enorme y bien iluminado salón.

Lo que la castaña observo era algo poco usual en dos personas que compartían lazos de sangre, al menos desde su perspectiva. Entonces se preguntó ¿Qué tan fría podía ser la relación de ambos, dada esa imagen?

Adam yacía sentado en un sillón triple dispuesto delante de los ventanales, sosteniendo una tableta electrónica apoyada en su rodilla elevada por el cruce de sus piernas. Al parecer revisaba o tomaba nota de algo que su padre decía, pues este sostenía una conversación telefónica en tanto le daba la espalda y fijaba su vista en el jardín de la casa.

Lucían como jefe y empleado, pero Loren prefirió creer que eran una especie de maestro y pupilo, algo más filial y menos distante que la primera comparación.

Adam se percató de su presencia, y en un susurró, le avisó a su padre.

El señor Hayden colgó su llamada y volteó para saludarla.

―Loren, tan encantadora como siempre ―Sus ojos verdes, iguales a los de su hijo, se iluminaron al verla.

―Es un placer volver a verlo señor Hayden ―habló mostrándose respetuosa y cordial.

―Nada de señor. Ya te lo he dicho, llámame Wiatt ―le pidió―. En un futuro seremos familia. No veo razón para no tutearnos. ―bromeó libre y francamente mientras se sentaba en un sillón individual, el más cercano a la chimenea.

Loren sin querer miró a Adam. No se pronunciaba. Seguía allí con las piernas cruzadas, libre de la tableta y con su ya conocido semblante imperturbable.

Wiatt al notar que la había dejado atónita y perpleja por lo dicho, se le acercó y la hizo tomar asiento a lado de su hijo, ofreciéndole un poco de la bebida que les trajera antes la chica del servicio.

―No te espantes muchacha. No pasará ahora mismo ―la tranquilizó. Atribuyendo su miedo al matrimonio a su carrera ―, tal vez en un año o dos, quien sabe ―continuó pensativo, como vislumbrando la situación futura.

Por primera vez en lo que llevaban de la corta charla, Adam habló para pedirle respetuosamente a su padre que parara.

Loren sintió como la escrutaba con la mirada, buscando algo en ella. Repentinamente, poso su mano sobre la suya, la que sostenía el vaso. Con una delicadeza única la acarició, pasando sus largos dedos sobre la argolla de oro blanco.

―Aún conservas la alianza ―dijo Adam en voz baja.

Loren se tensó ante su media afirmación e interrogación. No tenía idea de lo que pretendía con esas palabras y ese sentimiento que le impregno. Una mezcla de asombro y un mudo agradecimiento.

«¡Oh claro!, se refiere a mi viaje a Tokio» dijo para sí.

Naturalmente, Adam debía saberlo. Esos detalles no se le escapaban. Con lo inteligente que era, de seguro dedujo el asunto que la llevó allí.

― ¡Lo tiene que conservar! ―intervino Wiatt. Se mostraba contrariado―. ¿Por qué no habría de hacerlo? ―Le dirigió una fugaz mirada ceñuda a su hijo.

―Sí ―se apresuró a contestar Loren―. Solo que yo le comenté la otra vez a Adam, que aparentemente había dejado la sortija en el hospital y el creyó que la había perdido. Es todo. Por eso su duda ¿verdad? ―aclaró, centrándose al final en su prometido.

Adam, aún con su mano posada sobre la de Loren, alzó las cejas de manera imperceptible; asombrándose otro poco por el descaró con el que mentía. Pensó que quizá lo acusaría como una niña pequeña, más no fue así. Una vez más, ella ponía la tranquilidad y armonía del resto por encima de la suya.

Y esa forma de proceder soló podía traducirse en una cosa, su último desaire no le costaría tan caro como él pensaba. Adam lo atribuyo a dos posibilidades: la primera, y quizá la más probable, es que Norio Koizumi no se encontraba en Japón; y la segunda, tal vez este le dijo que no tenía mucho que hacer y le pidió ser tolerante con él, lo cual era poco razonable.

«Ningún padre en su sano juicio solicitaría algo así» se increpó Adam. Menos si supiera el trató que se le daba a su única hija. Y si compilaba las pocas conversaciones que tuvo con el hombre, le era fácil adivinar la adoración sentida por Loren.

―Cierto. Por eso lo preguntaba ―afirmó Adam seguro de sus conjeturas―. Como en estos días no la pude ver, de allí mi asombró, padre ―concluyó sin más, volviendo a su semblante tranquilo.

―Estuviste de viaje, supongo ―aseveró Wiatt cruzando sus piernas.

Loren halló en esa postura un dejé muy similar al del hijo. Si colocaba a ambos a la par, con certeza sabría como luciría Adam a futuro.

«¡Adam!, ¡Adam!» exclamó Loren, volviendo a la conversación. «Juegas sucio».

Siempre tan considerada o bastante masoquista, Loren seguía callando lo que no debía. Ahora él venía a mostrarse muy interesado por su estadía en Japón. Bien, entonces ella lo pondría en un aprieto. Dejaría de parecer una tonta sumisa a ojos de él.

Y ya que no obtuvo las respuestas acerca del compromiso de boca de su padre lo haría por medio de Wiatt Hayden.

―Sí señor, fui a visitar a mi padre. Quería resolver unas dudas mías ―dijo ella dejándose envolver por una malicia que no sabía tuviese.

― ¿Dudas? ¿Quizá sobre él compromiso? ―tanteó Wiatt.

Loren asintió. Era evidente que lo entendería. Tenía la perspicacia propia de un hombre de negocios.

―Verá, cuando mi padre me hizo saber del compromiso, no dio muchos detalles. Y para serle sincera no suelo verlo muy seguido.

―Entiendo. Los negocios ―musitó Wiatt―. Imagino entonces, que ahora tampoco pudiste verlo y buscas respuestas en mí.

―Sí, si no le molesta contármelo. Su visita es oportuna y no quisiera desaprovecharla ―solicitó Loren, dejando de lado su juego inicial de incomodar a Adam.

Wiatt aceptó.

―Fue a finales del 2016 cuando conocí de tu existencia ―inicio con voz profunda―. Para entonces yo y tu padre ya hacíamos negocios. Te vi con él al medio día, en un restaurante en Italia. Yo tenía un almuerzo con inversionistas ―aclaró.

―Por mi curiosidad, en la siguiente ocasión que me reuní con Norio, pregunté por ti. Quedé gratamente sorprendido al saber que eras su hija. Tu padre me contó que estudiabas medicina, y que vivías casi independientemente en Los Ángeles, en compañía de tu nana.

Loren quiso refutar por lo de independiente. Su padre siempre le dio todo en la vida, tenía muy pocas cosas ganadas por su esfuerzo.

―Ni corto ni perezoso, yo saqué a colación el tema de también tener un único hijo que residía en Los Ángeles. Y así, como los viejos que somos, compartimos nuestra angustia por verlos solos. Creímos que podría ser una buena idea juntarlos para tranquilidad nuestra ―Wiatt se río como alguien que es pescado haciendo travesuras―. Además, si llegaban a congeniar, indirecta o quizá muy directamente, beneficiarían a nuestros negocios ―agregó.

Loren entendió casi todo el porqué. La preocupación de su padre era lógica. Inmiscuida en sus obligaciones, nunca se dio un espacio para el amor. Aunque en ocasiones atribuía el resultado al carácter protector de Solé.

Wiatt retomo la palabra, y acotó:

―A mi buen juicio, según las descripciones dadas por Norio y más lo que observé aquella vez en Italia, me pareciste la mujer perfecta para mi hijo; cada vez estoy más convencido. No me arrepiento.

Loren asintió tímidamente. A medida que asimilaba la información, se dio cuenta que no era la gran cosa. Su fantasiosa historia de extorsión o coacción quedaba descartada. Dejaría de acompañar a Solé en el horario de sus novelas.

Miró de reojo a Adam, quien, en algún momento, la despojo del calor de su tacto. Volvió a reflexionar. Todo lo que vivió en ese casi año y medio de relación con él ... no podía recriminárselo a nadie más que a ella.

Recordó que, por aquel tiempo, su padre le había pedido conocer a Adam; darle la oportunidad. Ella, tan complaciente como lo era si se trataba de su padre o su nana Solé, accedió. Y pese a la primera terrible impresión, persistió; porque, aunque ahora quisiera negarlo, como una estúpida se había dejado deslumbrar por la apariencia de Adam.

―Padre ―llamó el joven magnate―, es hora. Recuerda que tienes una reunión programada en las empresas ―informó.

Wiatt consultó su reloj y asintió. Como quería, ya había visitado a su futura nuera, ahora tocaba atender asuntos laborales. Le preguntó a su hijo si lo acompañaría, y este negó alegando tener cosas que hablar con Loren.

Tras la partida de Wiatt, Loren se dispuso a retirarse. No tenía razón ni motivos para seguir a lado de Adam.

―Tenemos que hablar ―dijo él, deteniendo su paso antes que pudiera abandonar el salón.

― Ya no tienes que guardar las apariencias. Tu padre se ha ido. Si deseas espera un poco más antes de irte

―No estaba aparentando nada ―le recalcó con voz calma―. Realmente nos debemos una charla. Ya viste que nuestros padres no darán su brazo a torcer. Quisiera ...

― ¿Qué? ¿qué quieres?, ¿una tregua o algo así? ―explotó Loren, sin dejarlo terminar. Se sentía furiosa consigo misma por haber sido hacedora de su destino. No tenía ganas de verle la cara.

Adam no se inmuto.

―Búrlate si es lo que quieres, me tienes en tus manos ¿no? Debes estar feliz, me seguirás teniendo y exhibiendo como tu trofeo ―continuo Loren, más exaltada al verlo tan tranquilo.

Sin poder controlarlo, lágrimas corrieron por las sonrosadas mejillas de Loren. Se derrumbó con resignación en el sillón antes ocupado por Wiatt Hayden y girándose, limpió su rostro.

Adam se mantuvo reservado. Lamentaba hasta cierto punto por lo que le había hecho padecer hasta el momento, más no empezaría o simplemente no sabía cómo ser solícito en estas situaciones. Prefirió darle su espacio.

―Tengo muy en claro que no he sido lo que seguramente soñaste. Me disculpo por eso ―dijo él, tras unos minutos.

Loren asombrada por su actitud, volvió su atención buscando un indicio de estar siendo burlada, pero no fue así. Al contrario, Adam le sostuvo la mirada unos breves segundos y luego la desvió a la pintura del fondo.

―Soy consciente que nací de la relación de unos padres enamorados y ... por eso que quiero hacerte una propuesta ―le comunicó, cerrando sus parpados al final.

Loren mentiría si dijera que eso no la tomó desprevenida. Que le compartiera algo suyo.

En una ocasión, Evan le contó superficialmente esa historia, la cual termino con la huida de la madre de Adam. Loren recordó que en su momento le tuvo pena por ello, encontrando atribuible su actual forma de ser. Además, consideraba que ese hecho fue lo único que la frenó al límite del odio.

Sin percatarse, ella había organizado sus pensamientos entre balbuceos, y Adam al sentir su curiosidad a flor de labios, se levantó de su lugar y se dirigió a los ventanales para soltar su oferta.

―Seguiremos como hasta ahora, aparentando ser una pareja. Seré más considerado contigo, sobre todo con tu seguridad, pero ambos nos permitiremos ser libres de buscar el amor; claro que guardándonos respeto mutuo público. Si tú llegaras a enamorarte de alguien me lo dirás, lo mismo que si me ocurriera a mí. Sin tretas, por favor.

―Supongo que tu arrogancia es algo que no tiene tregua ―le dijo Loren, aludiéndolo con humor. No creía que alguien se enamorará de él si seguía siendo como es.

―Quizá ―añadió Adam con voz plana―, pero dime ¿aceptaras? ―preguntó volteando a verla.

Loren asintió dedicándole una sincera sonrisa que jamás si quiera Adam imaginó recibir.

Ninguno tenía nada que perder.

<<<NOTA>>>

*Petauros de azúcar: Pequeño mamífero marsupial originario de Australia y Oceanía. Su aspecto es similar al de las ardillas voladoras.

*Oppa: Romanización de hermano mayor en coreano. Lo usa una hermana menor para referirse a su hermano de sangre, a los amigos cercanos de este o alguien con quien se tiene confianza. También se puede referir al novio, pero bajo otra connotación.

*Dongsaeng: Romanización de hermana menor en coreano. Por lo general, lo usan los hermanos mayores para referirse a su hermana de sangre o a un pariente menor (se considera sin género).

*-ssi (o -shi): Sufijo formal estándar. No tiene género. Usado en situaciones formales, para mostrar respeto a personas del mismo estatus. Se suele emplear entre compañeros de trabajo y con personas que acabas de conocer.

*Mianhae: Romanización de perdón en coreano. En su modo informal.

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Más pistas sobre nuestros protagonistas masculinos, ¿intrigadas (os)?

Dentro de poco, en un apartado, presentaré el prospecto con el que me imaginé a algunos personajes principales...

We read soon!! 👋🏻

Atte: Giarine 💜

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