–Entonces mujer creada en Manchester, pero nacida en Londres. Buen apunte –comenta con una sonrisa. Apunta absolutamente todo lo que le digo mentalmente.

–No sé porqué te dije que mis padres son de Manchester. No queda nada bonito pensar en que fui creada de esa manera.

Su risa me distrae de mis propios pensamientos.

–¿Creada cómo? ¿Cómo todos los seres humanos? –se para en seco y ve mi cara de inútil–. ¿Acaso no sabes cómo nos reproducimos? ¿No te dieron clases en el instituto sobre ello?

–Mejor deja el tema si quieres seguir acompañándome o sino vete.

Se ríe a carcajadas desde la distancia. He acelerado mi paso dejando el tema atrás: no quiero imaginarme a mis padres creándome. Y este chico solo intenta hacerme sentir incómoda con este tipo de conversaciones.

–Soy Zayn. No te he dicho mi nombre porque pensé que te irías al día siguiente de conocernos –me alcanza y frunzo el ceño sin entender lo que me acaba de decir.

–¿A qué viene eso? ¿Por qué dices...?

–Di mi nombre y te daré la respuesta –me interrumpe.

Se quita las gafas de sol y me mira fijamente esperando a que pronuncie esa palabra que no conocía hace cuatro segundos.

–Zayn.

Una vez dicho su nombre, aprovechó para empujarme con delicadeza a un callejón a pocos metros de mí e impactó sus labios con los míos.

Todo pasó muy rápido y no reaccioné.

Mi espalda quedó pegada a la pared y su mano se colocó en mi mejilla. Su otra mano se introdujo debajo de mi abrigo para encontrarse con mi cintura. Mis manos viajaron a su rostro acercándolo aún más a mí.

Quería sentir sus labios más cerca de los míos. Quería sentir su cuerpo pegado al mío.

–Es por esto que no te dije mi nombre antes –explica mirándome con cariño, pero la perversión se apodera de su mirada oscura.

–Menos mal que ya lo has dicho de una maldita vez.

Su dedo pasa por encima de mi labio inferior mientras humedece sus propios labios sin apartar la mirada de mi boca.

–Dime cómo te llamas, por favor.

–¿Vas a suplicarme? –lo veo mordiéndose el labio inferior. Se muere de ganas por saber mi nombre. Ahora sabe lo que es estar pendiente de una persona sin nombre.

–Dímelo, porque si no me lo dices ahora mismo vamos a tener un grave problema.

–¿Que me empujarás aún más contra la pared hasta sentir cada centímetro de ti?

Elevo una de mis piernas escondidas del aire frío de París por unas medias casi transparentes. La enredo en su cintura pegándolo aún más a mí.

Y lo siento contra mí.

Se queda sin habla. Su mirada escupe pura excitación. Su mano aprieta mi cintura hasta tal punto de sentir sus dedos fríos contra mi piel.

–Celeste. Me llamo Celeste, Zayn.

A día de hoy no entiendo como no acabamos follando en la pared de ese callejón parisino.