El fin
El fin
Diana terminó de escribir todas las cartas, y las dejó sobre su mesita de noche. Luego, con el cuerpo tembloroso, abrió uno de los cajones del mismo mueble, y sacó una punzante tijera.
Se sentó sobre la cama. Pensó por unos minutos en sus seres queridos, y en los que un día lo fueron. Dejó que miles de lágrimas resbalaran por su rostro, haciendo que sus ojos descargaran todo ese dolor que estaba sintiendo en esos momentos, pero que, en pocos segundos, se iba a acabar.
Todo su cuerpo seguía temblando, sobre todo sus manos, que sostenían con delicadeza el objeto punzante con el que pondría fin a su vida. Sus pensamientos seguían siendo para todas las personas que pasaron por su vida, para esas que le dieron un poquito de felicidad, y para aquellas que la maltrataron física y psicológicamente.
Sentía un gran nudo en el estómago. Estaba asustada. Y mucho. Pero estaba decidida a hacerlo, poner fin a su vida era la única opción que le quedaba para sobrevivir a la crueldad del mundo tan injusto que le había tocado habitar. Aunque le doliera en el alma dejar a las personas que verdaderamente la amaban, aunque se desgarrara de dolor por dentro por dejarlas solas a causa de su cobardía, y aunque le mataba la idea de ser una pecadora ante los ojos de dios, quitándose la vida para entregarle su alma al diablo, ella no podía quedarse en este mundo.
Diana tenía el corazón destrozado, no aguantaba más, y por eso iba a cometer el acto de desaparecer para siempre.
Aún sentada sobre la cama, y con la tijera sostenida entre su mano derecha, la desdichada Diana, que sollozaba sin parar, hizo el primer movimiento que la llevaría de este mundo para siempre.
Clavó el punzante objeto sobre su muñeca, donde las venas eran más prominentes a ser cortadas, de forma que unos brotes de sangre comenzaran a salir sin control. Luego hizo lo mismo con la otra. A pesar de tener muy pocas fuerzas por la mano que ya estaba dañada, clavó la tijera con el mismo ímpetu y dolor en su otra muñeca.
Diana se estaba desgarrando del dolor. Sus muñecas sangraban sin parar, haciendo de su ida un sufrimiento lento, amargo, y angustioso. Sus fuerzas se estaban acabando poco a poco. Veía todo borroso, la vista se le estaba nublando por completo y sus sentidos ya no le respondían.
Se fue con el recuerdo de sus seres queridos. Tuvo en sus últimos pensamientos a sus padres, a los que adoraba con locura, a la profesora Margaret, a quién estimó verdaderamente, y a la pequeña Lucía, la inocente niña que pronto encontraría un hogar lleno de amor.
Todo se acabó. La vida de Diana ya no existía. Ella era una chica con el corazón destrozado que se suicidó...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro