Capítulo 3.
En una montaña alejada del pueblo estaba el campamento gitano, los faroles iluminaban el lugar lleno carpas, en el centro estaba la fogata encendida para darle calor a todos, el brillo del imponente calor se reflejaba en la mirada esmeralda del joven Aioros, el joven de 23 años era el galán del campamento, las señoritas y hermosos jóvenes se acercaban a la fogata para oír sus interesantes relatos y para escuchar halagos del coqueto muchacho.
—¡Buenas noches! El brillo de la luna las hace ver más hermosas señoritas—Saludo acompañado de un guiño y todas gritaron con emoción.
—Joven Aioros que nos va a contar hoy—Una de las jóvenes se acercó y le susurró coqueta al oído, el castaño le sonrió coqueto antes de responder.
—Hoy les traigo una historia de amor...
—El jóven Aioros es tan romántico—Suspiro enamorada, era imposible no sentir atracción por ese Adonai, además de su belleza masculina también atraía su personalidad tan galante.
—Todos conocemos muy bien la historia de amor de los gitanos...nuestros patriarcas que vencieron las dificultades amándose con intensidad...—Dijo con la mano en el pecho recordando el relato, todos asintieron emocionados, esa historia era un icono para su tribu—Lamentablemente la maldad los separó, pero murieron juntos como los grandes enamorados que fueron.
—Es una bella historia...sus corazones latían en una misma sonata.
—Es muy bonita...pero hoy les voy a contar mi versión, mi historia de amor—Alzo el puño a la altura de su rostro mientras sonreía en grande.
—¿Su historia de amor joven Aioros?...¡Ha de ser espléndida!—Todos se acercaron más en espera de las palabras del castaño.
—Mi corazón es tan amplio como el firmamento...mi historia de amor son todas y todos ustedes yo les pertenezco—Termino de hablar con orgullo.
—¡Es tan lindo!
—¡Me enamore!
—¡Lo amó!
Todos se le lanzaron encima para llenarlo de besos, Aioria que veía la escena más alejado rodo los ojos con fastidio...su hermano era un regalado.
Después de unos minutos en los que se hizo tarde y el cuerpo exigía descanso se despidieron del castaño prometiendo volver al día siguiente, el joven Aioros se despidió con una sonrisa en el rostro, lo habían dejado con el cabello despeinado, la ropa desordenada y en su rostro habia rastros de lápiz labial, el labial que usaban las gitanas era el colorante natural del onoto con manteca de cacao, y ni se diga los perfumes el joven tenía impregnadas distintas fragancias de aceites naturales.
Diviso a su hermano menor a unos pasos observando el cielo que se había despejado, se le acercó y le hizo compañía.
—¡Wak! Hermano apestas a perfume—Dijo el rubio cenizo alejándose un poco, le molestaba la combinación de tantos aceites, se le hacían insoportable las fragancias tan fuertes.
—Huelo es divino hermanó, la fragancia del amor—Suspiro y siguió observando el cielo.
—No creo que el amor huela tan feo—Dijo en tono de burla, el castaño le miro de reojo.
—¿Tu que sabes pequeño? Nunca has disfrutado de sus placeres.
—No lo sé...creo que el amor no es cantidad sino Calidad, de que sirve estar rodeado de personas que dicen quererte si en un momento difícil no estarán para contenerte y amarte, creo que no conoces el verdadero significado del amor Aioros, y eso es por qué no te has enamorado, cuando lo hagas no tendrás la necesidad ni las ganas de estar rodeado de aduladores—El mayor lo miro sorprendido ¿En qué momento su hermanito había madurado tanto?—Pero como no importan esas cosas no sé.
—Tu también te vas a enamorar un día Aioria—Le dijo sonriendo mientras le picaba la costilla.
—¿Para oler como tú? ¡Jamás!—Nego horrorizado con la idea.
—Imaginate con una rubia de ojos azules...ambos sentados bajo un árbol besándose apasionadamente.
—¡Ya Aioros!
—O tal vez sea un joven uhhh.
—Eres insoportable.
En medio de su discusión de hermanos las ramas cerca se quiebran con brusquedad anunciando que alguien se acercaba, ambos jóvenes dirigen su atención al lugar donde provenían los pasos, instantes después sale de entre las ramas la figura de un agitado...
—¿Milo?
—¿Que estás haciendo?—Pregunto el mayor con extrañeza, el rubio estaba empapado de sudor y parecía que hubiera corrido en una competencia.
—Chicos tienen que ayudarme—Dijo desesperado tomando a los hermanos por el cuello de sus camisas—Por cierto apestas Aioros.
—Lose...—Dijo con resignación.
—¡Ya di que te paso!—El menor era ahora quien lo tenía sujeto del cuello de la camisa exasperado.
—¿Te metiste en problemas otra vez cierto? Milo muchas veces te he dicho que no tomes "prestadas" las manzanas de los puestos.
—Esta vez no se tratan de manzanas.
—¡Ya se! ¡Ya se! Te volviste a meter en el jardín de la señora Iuvijes y te están persiguiendo los perros—Dijo Aioria entusiasmado como si fuera algo bueno.
—No.
—No me digas que te mentiste con pandilleros...no puede ser Milo.
—¡No me meti con pandilleros!
—¿Con la ley?
—Ya basta, déjenme hablar ¡Esto es de vida o muerte!
—Uhh, parece importante.
—¡Lo es! En resumen en el pueblo en un tronco mirando al cielo está el amor de mi vida llorando y quiero contenerlo.
—Un momento...¿Acabas de subir la montaña corriendo? Estás loco.
—Dejame hablar, el punto es que necesito ropa elegante para poder acercarme—Termino de hablar el rubio mirándolos suplicante.
—No se que demonios pasa con ustedes...¡Así no funciona el amor! No tienes que cambiar para acercarte, si en verdad es la persona indicaba te amara tal y como eres—Los mayores miraron al menor sorprendidos ¿En qué momento Aioria había madurado tanto?—Pero como no se de esas cosas me da igual.
—Accidentalmente escuche que su padre repudia a los gitanos, al parecer tiene la manía de hablar solo—Dijo el rubio recordando cuando se acercó pero de inmediato se alejó.
—Lo estabas espiando...loco acosador.
—¡Claro que S-no! Ya ayúdenme.
—El problema es...¿Donde demonios vamos a encontrar ropa elegantona? Todos vestimos relajados.
—¡Yo tengo una idea! Milo ve a buscar tu mesada—El ojiazul fue en busca de su mesada tal y como le había ordenado Aioros.
Instantes después los jóvenes gitanos corrían montaña abajo para llegar al pueblo lo antes posible, usando su exelente habilidad el mayor de los tres se adentro a una casa de alta sociedad y tomo el traje de algún joven de la talla del rubio, dejo en el lugar donde se encontraba la ropa la mesada del gitano como pagá, era justo según su percepción.
Milo se cambió de ropa detrás de un árbol, sus amigos lo ayudaron a arreglar un poco su cabello, no supieron cómo poner la corbata así que optaron por descartarla del vestuario, al terminar Milo parecía otra persona.
—Wow amigó, en verdad pareces de la alta.
—Que horror...esto es muy incómodo, aunque por el lo que sea...—Suspiro enamorado.
—Se te hace tarde Romeo, ve por tu Julieta—Lo Animaba a marcharse.
—¿No podemos ir con el hermano?—Pregunto decepcionado el cenizo, quería ver a su amigo haciendo el ridículo.
—No Aioria, necesitan privacidad no seas insensible. Te vemos en el campamento Milo, mucha suerte—El gitano observó como sus compañeros desaparecían en la oscuridad, se dió unas palmaditas en sus mejillas dándose auto confianza y sin más camino hacia aquella dirección.
Seguía ahí.
Tan hermoso e irreal, sus hermosos ojos brillaban más que resplandecientes luceros por las lágrimas y la luna.
"No llores nunca por favor"
Camus volteó a su diestra cuando escucho pisadas asustado de que se tratara de su progenitor. Pero no era Aspros.
Era un dios griego.
No encontraba otra palabra para describirlo, Esa elegancia y seguridad que desprendía al caminar, el rubio oro caía por sus hombros y descansaba en su ancha y musculosa espalda en unos espléndidos rizos, el mar quedaba corto a comparación de sus ojos, tan eternos y azules como las gemas topacio, su rostro era el balance perfecto entre belleza y masculinidad, sus labios gruesos, su piel bronceada y esa sonrisa...
Quedó encantado con esa sonrisa.
Tan segura, perlada y confiable.
BUM BUM.
Latía lento y fuerte su corazón y todo a su alrededor dejo de existir, en su memoria no existían los problemas que lo atormentaban ni la tristeza de ser menospreciado por la persona que más deberia quererlo, ahora solo estaba ese dios griego...
Solo estaba el con su sonrisa y su mirada aterna, ese brillo quedaría impregnado en su memoria hasta el último día de su vida.
Sintió un suave roce en su mejilla, la sangre se acumulo en la misma dándole un tono carmesí...
Lo había besado en ella.
—Maldigo todo lo que llene de lágrimas tus hermosos ojos—Milo beso los párpados del pelirrojo limpiando sus lágrimas.
Camus estaba anonadado...era como estar en un cuento de hadas, era irreal tanta belleza y perfección.
El rubio se maldecia mentalmente, tal vez había exagerado un poco con su primera impresión, aunque se sentía un poco realizado. Ese bello ser ya no lloraba.
¡Lo estaba mirando!
Por fin lo estaba mirando.
Y se sentía tan bien...
—¿Cuál es tu nombre?—Fue lo que pregunto el galo, quería darle uno a ese magestuoso ser frente a el.
—Me llamaría como tú quisieras decirme pero mi nombre es Milo. ¿Puedes decirme el tuyo?
—Yo me llamo Camus.
Al fin conocía el nombre de esa obra de arte, ahora podía darle un nombre al dueño de sus pensamientos, desde que lo vio hace unas horas quedó impregnado a él. Definitivamente tenía que ser el destinó. Ahora estaba ahí con el...
Camus.
Que nombre tan hermoso, era perfecto para el, tan elegante y espléndido.
—¿Que te hace llorar Camus?—Se moría de ganas por conocer el origen de aquellas gotas cristalinas, iría el mismo a acabar con todo lo que lo lastimara—Solo si me quieres decir claro—Rasco su nuca nervioso, eso sonó como una orden, el menor sonrió enternecido con ese gesto.
Era verdadero...esa persona frente a el era verdadera, sus ojos solo reflejaban cosas bellas y sintió que lo conocía de décadas apesar de solo haberlo visto hace unos segundos atrás.
Era como si hubiera encarnado solo para estar junto a el, como si su alma lo llamara a gritos.
—No quiero hablar de eso Milo...ya ni recuerdo por qué lo hacía, en estos momentos me emociona más la idea de conocerte—Le sonrió.
—Tambien me da gusto haberme topado contigo ¿Quieres venir conmigo a un lugar? Se que nos acabamos de conocer pero quiero que tú retina se deleite con esta vista, es mi lugar secreto—Milo no se andaba con rodeos, era directo y se jugaba el todo por el todo sin temor a las consecuencias.
Así eran los gitanos.
—Llévame.
Camus era intrépido y no se detenía a pensar en el por qué de la vida, prefería concentrarse en como disfrutarla, desde su tierna infancia había sido así.
No podía evitar ser libre.
Las luciérnagas iluminaban un pequeño lago que estaba en el centro de la nada con Miles de pétalos de Cerezo decorando sus aguas, los árboles color rosa y la noche junto con el esplendor de la estrella mayor hacia ver ese lugar como un pequeño paraíso.
Su pequeño paraíso.
Antes de Milo.
Ahora lo compartía con Camus.
—Esto es tan hermoso...—El galo miraba todo embelesado, sus dedos recorrían facinados la magestuosa naturaleza—Pero era tu lugar secreto...ahora que me lo has mostrado ya no lo es.
—Te equivocas, ahora es nuestro secreto.
—Milo...
—Camus...
Sus respiraciones frescas y calientes chocaban, sus miradas se cruzaron entre si, podían contemplar de cerca aquel universo zafiro y rubí, sus labios entreabiertos y sus corazones latiendo en una misma sonata...sus almas se llamaban y sus cuerpos pedían contacto.
Un beso....
El primer beso.
Tan suave, dulce y delicioso. Sus párpados estaban cerrados, sus largas pestañas rozaban con la piel contraria y descubrían con aquel contacto nuevos sentimientos, el joven pelirrojo enredo sus brazos en el cuello del gitano que lo tomo por la cadera y profundizó más el contacto.
Lo único capaz de separarlos fue la necesidad del oxígeno, se miraban sin decirse nada pero en estos momentos no existían palabras que decir, sus miradas decían más que todas las sílabas juntas.
—Te veo mañana aquí hermoso mío...—Tal como llego se fue aquel dios griego de nombre Milo.
Camus tocó su pecho, su corazón quería salirse y el se sentía cálido...
Esa noche volvió a su casa, para sentirse libre no necesariamente tenía que estar en un campo abierto sin paredes conteniendolo.
Saboreo la libertad en labios de Milo.
Gifer1710.
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