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Hogsmeade

Nadie consiguió enterarse de qué se habían dicho, pero en cuestión de unas pocas horas todo Hogwarts sabía ya que Carina Malfoy y Sirius Black habían estado hablando en la fiesta de principio de curso, y fue una de las principales comidillas durante dos semanas y media, todo un récord incluso tratándose de un Merodeador.

Sabiendo cómo podía gastárselas Carina y que no le gustaban nada Sirius ni todo ese tema en general, nadie se atrevió a pedirle detalles o explicaciones de los hechos. Aunque, por supuesto, su hermano mellizo no podía entrar en esa categoría con el resto del mundo. Al fin y al cabo, Lucius era la excepción a casi todas sus reglas.

La abordó un rato después de la cena en la Sala Común, cuando estaba sentada en un sillón leyendo El Profeta. Se sentó frente a ella y cruzó las piernas relajadamente, dejando su tobillo izquierdo sobre la rodilla derecha.

-Has estado hablando con el traidor –dijo sin ningún tipo de introducción, su tono más curioso que de reproche.

Carina levantó la vista del periódico y le miró a los ojos.

-Sí –respondió sin más, pero al ver que su hermano enarcaba las cejas continuó-. El otro día me hizo un comentario sobre Reg y ya te puedes imaginar lo que le respondí.

Lucius asintió. En realidad le interesaba Black tan poco como a su hermana y se podía imaginar a la perfección la clase de corte que esta le habría dado, así que no necesitaba saber más.

-¿Y las clases con la sangre sucia qué tal? –Preguntó distraídamente-. Nunca me has comentado nada del tema, me he acordado hoy al verla ir al recinto de los animales.

Esta vez Carina ni siquiera se molestó en levantar los ojos del papel.

-Eso es porque no hay gran cosa que contar. Yo le hablo de animales, le explico lo que tiene que hacer y ella me escucha y lo pone en práctica.

-Suena terriblemente apasionante, sí. Sigo sin entender porque das esas clases, la verdad.

Ella se encogió de hombros.

-No tenía demasiadas opciones. Dumbledore no iba a dejar que me echara atrás así porque sí, y ya sabes que no me gusta recurrir a papá.

-Bueno, supongo que yo hubiera hecho lo mismo –reconoció Lucius tras pensarlo un momento.

-Tú hubieras conseguido que Evans dejara las clases por su propia voluntad –replicó Carina con una media sonrisa, ahora sí mirándolo.

Lucius dejó escapar una breve carcajada al tiempo que se levantaba.

-Sí, es muy posible... A veces te pasas de buena, hermanita, te lo he dicho muchas veces.

-Algo tenía que faltarme para ser perfecta... ¿Te vas?

-Sí, he quedado en... hace cinco minutos –rectificó, mirando el reloj.

-¿Y puedo saber quién te está esperando?

-Un caballero no dice esas cosas.

-Pero tú eres solo mi hermano –replicó Carina sonriendo.

Él también sonrió y se inclinó para besarla en la mejilla.

-Un día de estos te lo contaré –prometió en un susurro.

Y se marchó, disfrutando de, por una vez, ser él quien dejaba a su hermana con la intriga.

***

Carina se subió en un carruaje vacío y cerró la portezuela con fuerza, casi dando en las narices a una slytherin de cuarto que iba a preguntarle si podía subir con ella. Le daba igual. Dio dos fuertes golpes en el techo y los thestrals empezaron a trotar por el camino hacia Hogsmeade.

Nunca le habían hecho especial ilusión las visitas al pueblo, que tenía demasiado visto, pero aún así, cuando Regulus le había propuesto pasar juntos allí el día e invitarla a comer, le había hecho cierta ilusión –la palabra cita nunca se había mencionado, pero eso era lo de menos.

La primera salida se había fijado para el segundo sábado de octubre, justamente la semana anterior al primer partido de quidditch de la temporada, con lo que ese fin de semana pintaba completo y perfecto... Hasta que la suerte –por llamarla de algún modo- decidió que le tocara debutar a Slytherin contra Ravenclaw. En el mismo momento en que su hermano se lo comentó, Carina supo que, de algún modo u otro, sus planes se irían al traste. Y efectivamente. Lucius, que se tomaba excesivamente en serio su papel de capitán, se había cobrado un par de favores y había conseguido el campo para un entrenamiento extraordinario. Carina lo conocía lo suficientemente bien como para saber que lo de favores era un eufemismo y además seguro que bastante suave, pero no es como si le sorprendiera. En Hogwarts a muchos les importaba más la liga de quidditch que los ÉXTASIS y su hermano no estaba inventando nada nuevo. Que se lo dijeran a Gordon Oliver, capitán de Ravenclaw el año anterior, que había llegado a poner pastillas laxantes en la bebida de todo el equipo de Gryffindor durante una fiesta para que se anulara un partido y tener más tiempo para entrenar. E historias así se podían contar a cientos.

La cuestión es que, cuando Regulus había ido a explicarle que tendrían que posponer sus planes, el pobre parecía sentirse fatal y no dejaba de disculparse y asegurarle que la compensaría. Al verle así, Carina le había asegurado que lo entendía, ocultando su decepción porque no quería que se sintiera todavía peor; por mucho que algunos dijeran, Reg tenía un corazón de oro para los suyos y era casi imposible enfadarse con él. Una lástima que no pudiera aplicar eso último a su hermano también, reflexionó mientras veía el paisaje deslizarse por la ventanilla. Porque sí, a todos los slytherin les gustaba ganar, pero Lucius a veces llevaba las cosas al extremo, siendo demasiado competitivo. Su equipo era muy superior al de Ravenclaw en todos los sentidos, pero en cuanto se enteró de que habían entrenado más se empeñó en convocar una sesión extraordinaria para ese día, a pesar de que todo el mundo había hecho planes ya.

Ella la primera. Pero se habían ido al traste, y encima justamente el día en el que todo el mundo sí que tenía cosas que hacer: Theo, Gabriel y Jasper estaban en el entrenamiento, a Anna venían a verla sus padres, Robert había conseguido engañar a alguna chica para tener una cita y Maud tenía que hacer un trabajo de Alquimia por parejas con Marcus Drake, un hufflepuff que, según le había dicho su amiga, se había quedado más blanco que la cal cuando la profesora Miller les había emparejado –lo cual probaba que era un tipo listo, pensó Carina con una sonrisa irónica.

Narcissa había sido su última opción, pero al parecer había pensado ir a ver el entrenamiento y por ahí no pasaba, así que decidió irse sola. De todos modos era lo mejor, teniendo en cuenta que no se sentía con muchas ganas de socializar precisamente.

Se bajó del carruaje y echó a andar hacia una de sus tiendas de túnicas preferidas: dadas las circunstancias, había llegado a la conclusión de que se merecía un buen día de compras a modo de terapia antiestrés.

Con ese espíritu recorrió todas sus tiendas favoritas y experimentó con varios conjuntos, aunque al final solo se llevó unos guantes y un bolso tipo sobre al que no pudo resistirse porque era casi idéntico al que había llevado la novia de Ludo Bagman a la cena de gala con los patrocinadores de su equipo, y llevaba desde entonces buscando algo de ese estilo.

Mientras esperaba a que la dependienta sacase otro bolso del almacén, oyó sin querer la conversación de dos chicas que en la zona de probadores, no tanto por su propio interés como por el hecho de que ellas hablaban cual si estuvieran de fiesta de pijamas en su habitación.

-¿Pero entonces es una cita? –Insistió una de ellas ya por tercera vez.

-No lo sé, no me agobies. Supongo que tú lo considerarías así, pero solamente e dijo que si nos veíamos podría invitarme a un café o algo.

-Eso en mi pueblo es una cita.

-Ya, pero un tío como él no tiene citas con chicas como yo, ni en tu pueblo ni en ninguna parte.

-¿Y eso por qué? Hasta donde yo sé no es como si Sirius Black hiciera ascos en lo que respecta a mujeres.

-Ese comentario ayuda mucho, Frances. En serio.

-Bueno chica.

Justo entonces la dependienta volvió con su bolso ya empaquetado y Carina no pudo seguir escuchando, pero casi lo agradeció porque estaba a punto de echarse a reír.

-Espero que volvamos a verla pronto por aquí, señorita Malfoy –dijo la dependienta con una enorme sonrisa.

Ella asintió distraídamente antes de salir, con la cabeza puesta de repente en otras cosas. Estaba cansada y de todos modos ya había pasado por todas las tiendas que merecían la pena, así que decidió volver a la plaza y coger el carruaje de vuelta; así al menos llegaría para comer con Maud.

Acababa de cerrar la portezuela tras de sí cuando se abrió la del lado opuesto y Sirius Black saltó al asiento frente al suyo. Carina puso los ojos en blanco y suspiró ostentosamente. La sacaba de quicio.

-Qué solita te veo, Carina. Qué raro –añadió enarcando una ceja.

-Mejor sola que mal acompañada, Black. Como en estos momentos –lo desafió, copiándole el gesto y cruzando los brazos.

Él sonrió de medio lado y ella se maldijo porque se dio cuenta de que le había entrado al trapo y la tenía justo donde había querido.

-Te veo arisca. ¿Es que te han dado plantón? –Preguntó inocentemente.

-Para eso tendría que dejar darme plantón. Y yo no soy de esas.

Sirius se inclinó un poco, en apariencia interesado.

-No sabía que se puede elegir si te dan plantón o no.

-Eso es porque no sales con mujeres como yo.

-¿Mujeres como tú?

Al verle interesado Carina esbozó una sonrisita misteriosa y acercó su cabeza a la suya un poco más.

-Sí –respondió con tono de confidencia-, que no se conforman porque tienen muy claro lo que quieren y que no hay que conformarse... y que no se dejan atontar por unos ojos magnéticos.

-¿Unos ojos magnéticos? ¿Los míos, dices?

Ella se echó la melena rubia sobre un hombro sin romper el contacto visual, y Sirius tragó saliva con el gesto. Él había entrado solo para picarla, pero no estaba ciego ni era de piedra. Y, en realidad, ninguno estaba siendo plenamente consciente de todas las implicaciones de aquella conversación.

-Eso comentan algunas... Sinceramente yo prefiero los ojos azules como los de tu hermano, pero supongo que es cuestión de gustos –se encogió de hombros.

-Pues yo opino que es un problema de prioridades.

-¿Prioridades?

-Sí. O de no saber lo que es bueno.

-Créeme, eso lo sé perfectamente –susurró.

-¿Segura? –Él entornó los ojos consiguiendo que, extrañamente, el gesto resultase provocador.

-Al cien por cien –aseguró con una sonrisa.

Sirius, sin dejarse engañar, posó una mano en su rodilla con gesto sugerente, pero antes de que pudiera seguir avanzando Carina decidió que las cosas habían llegado demasiado lejos y le apartó con decisión, aunque sin perder la buena cara –en eso era una profesional.

-En serio, no necesito reafirmar mi opinión. Además –ladeó la cabeza y abrió la portezuela con un sencillo movimiento de varita-, nunca me ha gustado mucho compartir y estoy convencida de que tú hoy tienes a alguna pobre inocente esperándote.

-Me da que no, de esas cosas me acuerdo siempre –replicó con petulancia.

-Entonces igual tienes que hacer memoria –sentenció Carina, y Sirius, que sabía cuándo dar por perdida una batalla, se encogió de hombros y bajó del carruaje.

-Tú te lo pierdes, rubia. Hasta la próxima –se despidió, y cerró la portezuela.

Apenas se había quedado sola cuando Carina ya había golpeado el techo del carruaje para que avanzara y se dejaba caer sobre el asiento con un gran suspiro.

Sirius Black y ella llevaban años sin cruzar una palabra, eran como desconocidos y no le tenía cogida la medida para saber hasta donde podía llegar; pero al mismo tiempo compartían una historia que los había marcado a los dos, de un modo u otro. Eso era imposible ignorarlo.

***

Rebecca también había querido ir de compras a Hogsmeade aquel día, y tras mucho rogar al final había convencido a Lily de que no tenía nada mejor que hacer que acompañarla, todo a base de muchas súplicas y chantaje emocional, argumentando que ella era su mejor amiga y no podía dejarla sola, y menos el día en que Rachel y Alice tampoco podían ir con ella, la una porque tenía clase de fotografía y la otra porque ya había quedado con Frank. Al final Lily, quien tenía serias dificultades para decir que no a cualquiera excepto a James Potter, había accedido a ir con ella.

Se había pasado la mañana entre trapitos, aconsejando a Becca sobre prendas y conjuntos y, muy a su pesar, probándose algunos ella también, aunque al final había encontrado una camisa negra preciosa y unas botas de caña alta a las que tampoco había podido resistirse. Sabía que cada vez que se pusiera una u otras su amiga le restregaría que había sido ella quien se las había enseñado, pero merecían la pena. Pero hasta su paciencia tenía un límite, y a las cuatro se plantó y se llevó a Rebecca primero a comprar dulces y después a tomar una cerveza de mantequilla en Las Tres Escobas.

-Te juro que mañana voy a tener agujetas y va a ser todo por tu culpa –bufó la pelirroja, dándole un buen trago a su bebida.

-Qué exagerada, Lils. Que sepas que esto cuenta como deporte y te viene bien, que a este paso te me vas a atrofiar.

-Tú eso repítemelo mañana cuando no me pueda ni levantar de la cama –replicó dramáticamente.

-Bueno, hablando de eso... Isaac me ha dicho que su padre es masajista en el mundo muggle y sabe cómo dar unos masajes de muerte. Si quieres le pudo pedir unas clasecitas y luego practico contigo –sonrió de medio lado.

-Anda que tú no pierdes el tiempo, ¿eh?

-¿Y para qué? La vida está para aprovecharla y pasarlo bien mientras se pueda. Ya sabes, "Carpe diem", "Colligo, virgo, rosas", y todo lo demás.

Las dos chicas sonrieron y se miraron con la complicidad que daban siete años juntas, porque hasta en verano pasaban algún tiempo en casa de la otra: así Becca se sumergía en el mundo muggle, por el que sentía una curiosa fascinación, y Lily podía huir de su hermana, que cada año era más odiosa con ella. Sabía que eso era algo que partía el corazón a sus padres –y especialmente a su padre-, que sentían que ya la veían demasiado poco, pero no podía hacer otra cosa. La situación con Petunia llegaba a ser insostenible, y no soportaba que la provocase a todas horas y tener que morderse la lengua para tener la fiesta en paz.

Lily se apartó el pelo de la cara con un gesto imperioso, desterrando también aquellos pensamientos tan desagradables. Rebecca, que siempre había tenido un talento especial para leer a las personas, ladeó la cabeza y cambió de tema, sabiendo que no era el momento.

-Por cierto, ¿a que no sabes quién vino a hablar conmigo esta mañana?

-Mm –Lily se llevó un dedo a los labios de manera pensativa-, déjame pensar... ¿Isaac Ross?

-El mismo. Y ahora cuéntame cómo lo sabes.

Su mejor amiga se rió y replicó que había estado utilizando la bola de cristal que regalaban con el Corazón de Bruja las Navidades pasadas. La revista siempre sacaba una edición especial en diciembre con regalos "exclusivos" que, a menudo, resultaban inútiles y hasta ridículos. El del año anterior, concretamente, se había llevado la palma: una bola de adivinación hecha supuestamente con el mejor cristal mágico del Valle Sayre, pero cuyas predicciones eran bastate penosas: por ejemplo, había mostrado a Rachel jugando en la final de la copa de quidditch cuando ni siquiera sabía montar en escoba (en su favor había que decir que también salía cayéndose, pero igualmente nunca se cumplió). Aún así, la conservaban en un lugar de honor en su cuarto.

Evidentemente, la explicación no coló y al final la pelirroja admitió que se le había cruzado cuando iba a desayunar con Alice y había preguntado por ella.

-Qué mono –Rebecca sonrió encantada y dio un trago a su bebida-. Ha venido a preguntarme si iría a verle jugar el domingo que viene, que si gana me invita a tomar algo.

-Pues algo me dice que te vas a quedar sin que te invite...

Los milagros existen, pero era poco probable que Ravenclaw ganara a Slytherin justamente en el primer partido de la temporada, cuando más motivados estaban en la casa de las serpientes. Hasta Lily, que disfrutaba del quidditch pero no sabía mucho del tema podía decirlo.

-Ya, yo tampoco lo veo, pero la intención es lo que cuenta. Me hace hasta ilusión.

Eso sí que era una novedad, porque Rebecca Bowyer era una gran escéptica cuando se trataba de tener citas con cualquiera: solía aceptarlas y normalmente conseguía pasarlo bien –aunque también había habido unos cuantos desastres insalvables, todo sea dicho-, pero precisamente la experiencia le había impuesto la regla de ir sin ningún tipo de expectativas. Y normalmente la cumplía a rajatabla.

El bullicio de la taberna paró un momento cuando Sirius Black entró: era el típico efecto que producía cualquiera de los Merodeadores al llegar a cualquier sitio, aunque ligeramente intensificado porque, al fin y al cabo, era Sirius Black y, para bien o para mal, no había nadie a quien dejara indiferente.

Con total naturalidad y desparpajo, como si lo estuvieran esperando, se sentó al lado de Lily, que era la que más cerca estaba de la puerta, se pasó una mano por el pelo y a continuación la alargó hacia Rebecca de un modo casi romántico. Lentamente comenzó a acariciar el dorso de su mano: ya era de formación profesional, le salía sin pensarlo aunque, como en aquella ocasión, el gesto solo fuera de broma.

-Siento llegar tan tarde, pero me he encontrado con una vieja amiga. ¿Has estado mucho rato esperándome? –Preguntó con una sonrisa inocente que había aprendido de Remus y a la que ninguna mujer se resistía.

La pelirroja lo miró como si estuviera para que lo internaran en San Mungo, pero Rebecca se echó a reír y liberó su mano para darle unas palmaditas en el antebrazo.

-Sirius, cielo, ya hemos hablado de esto. Hasta tú tienes tus limitaciones y yo estoy fuera de tu alcance. Pero si quieres te invito a una cerveza para compensar –añadió con una deslumbrante sonrisa, ignorando la mirada asesina de su mejor amiga.

La relación de Lily con los Merodeadores era espinosa, por decirlo con un eufemismo, pero a Becca siempre le habían caído bien, sobre todo desde que en cuarto entró al equipo de quidditch y había empezado a pasar más tiempo con ellos, sobre todo James y Sirius. A aquellas alturas ya los consideraba amigos... y se divertía muchísimo viendo las reacciones de Lils cuando los juntaba a todos.

-Por increíble que parezca, ni siquiera es la primera vez que me dicen eso hoy –suspiró con dramatismo e hizo un gesto a Rosmerta para que le sirviera.

-¿En serio? –Inquirió Rebecca divertida-. ¿Y quién ha sido?

Pero el Merodeador negó con la cabeza y replicó que él no hablaba de esos temas. Lily, que hasta entonces se había mantenido al margen, resopló, pensando que sería la primera vez.

-¿Algo que añadir, peli-peli?

-Es esa repentina discreción, que me sorprende.

-¿Se supone que eso me lo tengo que tomar a bien o a mal?

Ella se encogió de hombros

-Pregúntale a tu siamés a ver si juntos llegáis a una conclusión.

-Ah, ya tardabas en preguntarme por James eh.

-Yo no te he... -empezó.

-Peter y él le debían un castigo a McGonagall, así que hoy les ha tocado currar con Hagrid. Pero te manda besos.

Lily iba a replicar, pero Madam Rosmerta llegó en ese momento con una cerveza de mantequilla para Sirius, interrumpiendo la conversación. Él cogió el botellín y se levantó.

-Tranquila, no pienso decirle que te has puesto roja –le guiñó un ojo mientras le revolvía el pelo-. Eso puedes hacerlo tú cuando te sientas preparada. Nos vemos chicas.

Se marchó como había llegado, y Lily se llevó las manos a las mejillas para comprobar si de verdad se había sonrojado: era una de las cosas que más odiaba de tener la piel tan palida.

-Yo cualquier día te mato –suspiró, mirando a Rebecca, que lucía una gran sonrisa burlona.

¡Hola! Bueno, yo creo que ya han prescrito las excusas y todo lo demás, así que solo quiero agradeceros por seguir leyéndome y decir que espero que me digáis qué os ha parecido. Sé que es un capítulo un poco "vacío", pero en cierto modo también me parece necesario para ir sentando las bases de la historia. En el próximo (que espero que no se haga mucho de rogar, pero yo también dependo de la musa y del tiempo que me dejan los estudios y demás) os prometo que procuraré traeros un poco más de desarrollo en la trama, porque ya tengo unas c uantas cosas pensadas, solo necesito ver cómo las doy forma.

Por cierto, nunca pongo casts porque me yo me imagino a mis personajes de una manera muy particular y me gusta que hagáis lo mismo, pero el otro día me encontré en twitter con la foto que os he dejado en multimedia (ni  siquiera sé quién es la chica) y me sorprendió porque es super parecida a la imagen mental que yo tengo de Carina (aunque con los ojos negros) y por eso quería compartirla ^^

Un beso,

-potter

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