Llegué al hospital apresurado, me avisaron que intentaste suicidarte tomando aquellas pastillas que eran las de Noah.

Me sentía inútil al no poder haber impedido que hicieras tal estupidez. Quería gritarte pero no debía, sabia que debía de ser tierno y amable contigo, pues estabas muy mal emocionalmente. Por eso trataste de acabar con tú vida.

Llegué a la sala dónde estabas, estaba decorada de un suave tono dorado y detalles rosa pastel.

Siempre amaste ese tono aunque jamás lo dirías. Me quedé dormido a tú lado, el sillón era incómodo, pero no quería que despertaras y no vieras a nadie a tú lado.

Despertaste suavemente.

Tus ojos se posaron en mi, podía ver el miedo en ti, la desesperación, la tristeza.

—¿Qué rayos haces aquí Mark?

Me dijiste, sabía que no podía ser tan suave contigo pues eso sólo haría que te enfadarás más, siempre debía medir mi temperamento y ajustarlos a ti, sin importar que.

—¡Kyle, me diste un susto idiota!— exclamé esperando una respuesta tuya.

—¡No grites que me rompes los tímpanos!

—D-disculpame— dije apenado, la verdad sonreí por lo bajo al mirarlo vi que un pequeño tono rojo se pintaba en esas mejillas tan pálidas—, no lo vuelvas a hacer Kyle... te necesitamos vivo—te dije tomándolo de las manos, las tenias heladas, me preocupe mucho.

—Nadie me necesita, soy un estorbo en vez de algo útil— me dijiste enfadado.

Me aproximé a ti quería hacerte sentir seguro. Pero no sabía como, el era como un gato sin domesticar. Mucho amor lo espanta y poco amor crea una barrera de miedo en él.

Decidí besarte en la frente, nada que no hubiera hecho ya antes.

—Yo te necesito Kyle, aunque no lo notes, no sólo yo, Severide, Tyler, Tanner y todos los chicos, sin contar a tú hermana— sonreí sin soltarte de las manos—sólo tú no lo quieres ver niño.

Sonreí y decidí salir de allí, sabía que vendrían a verte los demás chicos y yo estaba hecho un desastre.

Además necesitaba un buen descanso.

Pero temía dejarte solo pequeño, siempre lo temí.