Recuerdo perfectamente la primera vez que llegaste a la casa, traías un abrigo negro, el gorro puesto, te quedaba grande, el único color que sobresalía en ti era el de tú piel de porcelana, tan blanca contrastando con lo oscuro en tú cuerpo.

No hablaste con nadie por semanas y los meses pasaban hasta que un día me anime a charlar contigo.

Estabas sumido en ti, como siempre, no compartias ni miradas con nadie, parecías demasiado perdido en ti mismo, eras tan enigmático para mí que me sostenidas de esa pequeña escalada que era el desamor que sabía que enfrentaba al ver a tú hermana con su pareja y al apreciarse a ti cada vez más.

—Kyle ¿te gustaría ayudarme a sorprender a Kim?—te miré detenidamente, traías tu suéter gris y tú café era lo único cálido en ti

—¿Me ves con cara de obra de caridad acaso?— tus ojos negros se apoyaron en mí, me veías con total cansancio, se notaba la sensación de aborrecimiento en ti.

Te fuiste sin decirme nada, no te seguí sabía que no te llevabas de lo mejor con tú hermana. Entre esos meses que de nuevo desaparecías de la vida de todos te encontré en un rincón de la azotea llorando.

Quería ir a abrazarte y decirte que no estabas solo, pero no podía hacerlo, sabia que eso haría que huyeras.

Eras un gato sin domesticar, con miedo a todos, pero fingiendo ser fuerte, traias siempre las mangas hasta las palmas, sabia que te hacías daño y sólo quería ayudarte, pero no dejabas que nadie te ayudara, como si te sientieras culpable de algo, con si pensaras que te merecias ese castigo.

Paso el año sin notarlo, yo había estado de viaje en viaje y la verdad había perdido todo contacto con todos, no es que quería olvidarlos sino que la vida me tenia que preparar para ti. Sabia que debía salvar a alguien, pero nunca pensé que serias tú el que me salvara a a mi Kyle.

Al escribir esto te vuelvo a echar de menos pequeño crea problemas.

Espero volver a vernos pronto.

Con amor.
Mark.