38. Deseo de cumpleaños.
Está impresionado, y no en el buen sentido. Se ve aterrado. La sonrisa de mi rostro comienza a desvanecerse poco a poco, para dar paso a la decepción. Tal vez debí escuchar a Diana. Si a Alex no le gustan estas cosas, es por alguna razón. En mi mente comienzan a enumerarse las miles de razones por las que esto pudo no ser una buena idea. Mientras tanto, mis ojos no se despegan de los suyos. Su respiración comienza a volverse pesada, y una chispa de rabia cruza por su mirada. Tal vez he pasado por algo. Tal vez acabo de cometer un terrible error.
—No... —susurra, con la rabia emanando en sus palabras.
Esta fue una mala idea. Esta fue una terrible, terrible idea.
— ¿A-Alex...?
Sus puños se aprietan dolorosamente a sus costados, y sus ojos brillan con rabia iluminados por la tenue luz de las velas en el lugar.
— ¡Quita todo esto!
Un golpe directo a mi ilusa alma.
—Pero...
Se acerca a zancadas, y retrocedo. Toma la caja en donde está el pastel y se dirige a la ventana. La abre de un golpe mientras respira con rabia. Oh no...
— ¡No lo hagas!
Corro hasta él para intentar detenerlo. No puede lanzar el pastel por la ventana. No puede...
Sí puede.
Y lo hace. Con un grito de rabia, lanza el pastel a varios metros por la ventana. Me alejo de él, aterrada, y me llevo ambas manos a la boca. Todo estaba tan bien. Todo estaba perfecto. Entonces, ¿Qué cambió? ¿Por qué hizo esto? Claramente esto fue mala idea. No debí hacerlo. Con tan solo un poco de tiempo, habría quitado todo esto. Si me hubiera dado la oportunidad, hubiera recogido los trozos de dignidad que me quedaban y retirarme en silencio.
Pero el hecho de que haya hecho lo que acaba de hacer se siente como un dolor metálico en mi pecho. Como si mi corazón se estrujara, sangrando por el dolor. Como si el dolor se hubiera vuelto la cosa más primordial para mi corazón, además de seguir latiendo. Simplemente, todo se transforma en dolor a mi alrededor.
Y de inmediato, Alex pasa a ser el blanco de mi ira. El vaso vacío perfecto para descargar mi frustración. Pero sé que no será suficiente.
—Eres... —aprieto los puños a los costados, frustrada— ¡Eres un imbécil! ¡Yo solo quería celebrar tu cumpleaños!
— ¡No tienes por qué! —grita con la respiración pesada.
— ¡Si tengo por qué! ¡Porque eso es lo que hace la gente! —grito con la mente nublada —. ¡Celebra los cumpleaños de la gente que les importa! ¡Si en tres años de aislamiento se te ha olvidado algo tan sencillo, pues empieza por aprender algo de una buena vez!
Me cuesta respirar. No puedo creer que haya esto, aunque debí esperar algo parecido. No sé por qué me hice tantas esperanzas. Soy estúpida. No puedo volver a tener este tipo de gestos con la gente. Solo termino despreciada. Tal vez no soy la persona correcta para esto. No soy lo suficientemente importante como para tomarme el derecho de celebrar su cumpleaños.
Lloro, pero quiero evitarlo. Estoy tan enojada, y a la vez tan decepcionada. ¿Qué esperaba? ¿Qué se pusiera feliz y viniera conmigo a comer pastel? ¡Que tonta!
— ¡Imbécil!
No se da la vuelta, y por cada segundo que pasa me siento más estúpida. No debí hacer esto. No debí hacerlo sabiendo que él no lo aceptaría. Es una de las pocas veces que tengo la oportunidad de hacer algo como esto por alguien, y el la desprecia. Es la primera vez que me atrevo a llevar a cabo un acto así de especial, pero él lo rechazó por completo.
No debí hacer esto. Puede que esto haya sido culpa mía.
—Como sea...—me rindo, y mando todo a la mierda.
Apago las velas, y por cada vela que se apaga, mi corazón se hunde más. Me siento marchitada. Cansada. Emocional. Así que después de que la habitación queda en oscuras, me dirijo a la cama y me quito los zapatos. Me meto entre las cobijas y me acurruco. Lloro en silencio por toda la mierda que acaba de pasar. No me importa que Alex siga en la habitación. No quiero nada.
El silencio es desolador. Saber que él sigue ahí sin moverse ni un centímetro es aún más doloroso. Solo quiero estar lejos de él ahora mismo. Tal vez debería irme a dormir al salón. O tal vez debería tratar de dormir y olvidar todo. Pero no puedo dormir. No con este dolor tan punzante en mi pecho. Me pregunto por qué no existe una pastilla que calme mi dolor.
Unos cuantos pasos se oyen. Cierro los ojos con fuerza, y retengo el impulso de taparme los oídos. Por favor que no lo encuentre. Ya he tenido suficiente.
— ¿Qué es esto? —murmura a la vez que un papel de regalo cruje.
Debí haberlo tomado. Debí sacarlo de su vista. Ya quedó claro que no quiere celebrar esta fecha. Me lo demostró de la peor forma posible. El haberle comprado un regalo, y el hecho de que lo encontrara solo me hará sentir más patética.
El papel de regalo sigue crujiendo, y me encojo más, aferrando las cobijas con fuerza hacia mi cuerpo. Ahora mismo desearía no haberlo comprado. Soy una imbécil.
El crujido cesa. El ambiente se queda en silencio durante varios minutos, y yo me quedo acostada, llevándome las rodillas a mi pecho lo más que puedo, acurrucándome, intentando desvanecerme. Solo quiero dormir y olvidarme de que hice esto.
La cama se hunde a mis espaldas, y cierro los ojos con fuerza. No quiero que se acerque.
—Gracias por el regalo.
Cierro los ojos con fuerza e intento retener las lágrimas. Es sólo una estúpida chaqueta. Entonces siento su mano sobre mi brazo y me encojo más.
«No me toques».
—Mi cumpleaños y el fuego no son buena combinación—murmura—me traen malos recuerdos.
«Aléjate».
El nudo de mi garganta es tan grande que no me permite hablar. Solo quiero dormir. Dormir, y olvidarme de todo. Olvidarme de que alguna vez, hice semejante ridículo. No tiene que preocuparse, que viva con sus traumas sobre el fuego y los cumpleaños, pero sólo que me deje en paz.
—Nunca nadie había hecho nada tan especial por mí. Gracias.
Y tiró el pastel por la ventana. Como no. ¿Cómo pudo hacerlo? Ya quisiera yo que alguien se tomara tantas molestias conmigo.
—Oye.
—Por favor déjame dormir—susurro a pesar del nudo en mi garganta.
Él suspira y se acerca más. ¿Qué parte de «por favor déjame dormir» no entendió?
—Pareciera mentira que los papeles estén al revés ahora. Ahora soy yo el que suplica por tu atención. —Me tapo la boca con la mano y ahogo un sollozo. No quiero que siga—. Supongo que ahora entiendo cómo te sientes, pero para ti debí ser un dolor en el trasero.
Sólo quiero que me deje ayudarlo. Solo quiero que me deje acercar a él, que me permita hacer las cosas más fáciles. Pero no se da cuenta que con cada grito que me da, solo destruye más mi alma afectada por el estado de vulnerabilidad que provoca el sentimiento del amor. A veces me pregunto cómo he llegado a durar tanto.
—No debí hacer eso.
—Déjame sola.
Se queda en silencio por unos instantes, y luego su voz fluye dudosa y temblorosa.
—Pero no te gusta estar sola... ¿verdad?
¿Y eso qué? No quiero su compasión. No la necesito. Ya he tenido suficiente.
El aire se vuelve tenso, casi asfixiante. Está demasiado cerca de mí, cosa extraña. Por lo general tengo que insistir para que se acerque, y encontrarlo de esta manera cerca de mí es alarmante. No lo puedo entender. Realmente estoy luchando para entenderlo, pero no puedo. La única explicación que encuentro es que se preocupa por mí, pero no quiero darme demasiadas ilusiones. La teoría de su preocupación por mí es solo eso: una teoría.
Durante un par de minutos hay silencio hasta que vuelve a hablar.
—Soy consciente de lo mal que te trato, pero no quiero seguir haciéndolo—respira profundo—. Yo... he querido hacer muchas cosas contigo, pero... siempre me da miedo. Miedo de que me juzgues o de que me critiques, o de que me mires extraño, a pesar de que sé que tú no eres así. Simplemente mi mente no lo entiende.
Abro los ojos poco a poco. Tiene miedo, está bien. Pero esto tiene que parar. Tiene que dejar de sentirse dominado por el miedo. Tiene que tomar el control de su mundo, porque si no, siempre habrá gente que saldrá lastimada, incluyéndolo a él.
Me volteo un poco y lo encaro. No logro ver muy bien su expresión a través de la oscuridad.
— ¿Quieres cambiar? —pregunto con cautela.
Si desea cambiar, yo daré toda mi disposición para ayudarlo. Siempre estaré allí para él cuando quiera intentar poner un pie fuera de su dañina zona de confort.
—Yo...—duda— sí.
Respiro más profundamente, y me giro. No dejaré que me afecte. Solo tengo que ser fuerte, para poder sacarnos de este hoyo a los dos. Ya temo que me esté arrastrando a mí también al vacío, pero yo debo luchar por él y por mí.
Si me rindo, el juego habrá terminado.
—Entonces... déjame ayudarte. Nunca dejas que me acerque a ti—murmuro con aflicción—. A pesar de que estas aquí, a veces siento que estás muy lejos... y no quiero eso. Quiero ayudarte. Quiero que confíes en mí.
Quiero su confianza. Eso es lo único que deseo. Quiero ser su escudo. Quiero ser esa luchadora que lo protegerá de los ataques en un campo de batalla. Su protectora personal. Quiero resguardarlo de todo aquello que le hace mal. Quiero poder agarrar ese dolor en mis manos y lanzarlo al otro lado del planeta, o enterrarlo en un profundo hoyo. O si es posible, destruirlo.
Solo quiero ser su lugar feliz. Y sé que estoy pidiendo demasiado, y que probablemente eso nunca pasará. Pero no me queda más que seguir intentándolo, porque una parte de mí lo desea ardientemente, tan ardiente como cuando mis manos se coordinan para escribir una maravillosa historia y mi mente se permite volar. Es un deseo tan grande que me quema.
Veo su silueta sobre mí, pero no puedo ver su rostro. El cuarto está a oscuras y no se puede ver nada. La luz de la luna no es suficiente para ver la expresión de su cara, pero su respiración dificultosa me lo dice todo.
—Esto me supera—susurra con la voz amortiguada por el dolor.
Lo sé. Pero dos son más fuertes que uno solo.
—Alex... ¿Alguna vez te he defraudado?
Se queda en silencio, y temo por su respuesta. Yo misma me pongo a pensar, a recordar si alguna vez lo he defraudado. Pero por más que busco, no encuentro nada. Lo único que he hecho durante todo este tiempo es intentar ayudarlo.
—No—admite en un murmullo.
Quiero seguir intentando.
Sé que Alex se muere por dejar salir ese dolor. Por apoyarse en alguien. Por permitirse ser libre, porque desde aquel suceso que lo cambió, ha permanecido encadenado. La oscuridad cansa, tarde o temprano. Se vuelve asfixiante, desesperante. Y aunque uno parece acostumbrarse a ella, la verdad es que nunca se puede acostumbrar a un dolor por completo. Porque los humanos, por naturaleza, siempre estaremos buscando alejarnos de aquello que nos hace mal.
Es como si nos acostumbrásemos a un brazo sangrante durante el resto de nuestras vidas. Es simplemente imposible. El dolor puede pasar, pero la ansiedad seguirá ahí, oculta, actuando como un pequeño monstruo que nunca nos dejará vivir en paz por completo. No importa cuánto intentemos convencernos a nosotros mismos de que estamos mejor así, nunca estaremos contentos con nuestra vida de esa manera.
Alzo mis manos con lentitud, y tanteo. Con mis dedos detecto su frente, sus cejas, su nariz, su boca, su cara en general. Paso mis dedos por cada detalle de su rostro, tomándome mi tiempo. Es como una etapa de autodescubrimiento. Esta es una nueva etapa, o al menos así se siente. Respiro profundo, y llevo mis manos hasta sus mejillas y las dejo allí. Con los pulgares las acaricio lentamente. No tengo miedo. En este momento, siento que cualquier cosa es posible. Siento que todo estará bien. Quiero demostrarle que conmigo no tiene por qué dudar.
Entonces una idea se me cruza por la mente, y el pulso se me acelera, pero las ansias son más grandes que las dudas. Subo mis manos. Su respiración se vuelve un poco brusca, pero no hace nada para detenerme. Con lentitud guío mis manos hasta su cabeza, en donde enredo mis dedos en su cabello. Poco a poco lo empujo hacia mí. No se deja, pero insisto sin ser brusca, y poco a poco cede, hasta que la distancia entre nosotros se reduce con lentitud, y finalmente logro que se recueste en mi pecho. El aire se me atasca en los pulmones. Está pasando. Está confiando en mí.
Primero está tenso. No se recuesta por completo, pero acaricio su cabeza y recuesto la mía sobre la de él. Cierro los ojos. Todo se siente correcto en este momento, y cuando se relaja y se recuesta por completo en mí, me convenzo de ello. De que todo estará bien. Es un inicio. Un inicio enorme. Él confiará en mí. Me dejará ser su protectora, me dejará ayudarlo con sus miedos e inseguridades. Y tal vez algún día, con un poco de tiempo, me cuente aquello que tanto le atormenta.
Mi corazón está latiendo al doble de su velocidad, pero no me incomoda. Esto se siente tan bien que no siento la necesidad de alejarme. Todo es tibio, cálido, suave y cómodo. Todo está en donde tiene que estar.
Él se remueve, incómodo, y por un momento me entra pánico de que se vaya a levantar. Pero no lo hace. Sólo se acomoda más en mí para estar más cómodo, y no puedo evitar sentirme feliz. Cierro los ojos de nuevo, y deposito un beso sobre su cabeza.
«Yo te cuidaré.»
Paso el tiempo arrullándolo. Él no me contesta, pero sé que se siente bien. Sé que en este momento, siente que todo está bien. Lo puedo sentir. Como si nuestras mentes estuvieran conectadas. Sabemos que si confiamos el uno en el otro, nada saldrá mal. Una nueva puerta se abrirá ante él. Entonces la oscuridad se dispersará y la luz se abrirá paso entre las tinieblas. Y si eso no pasa, entonces yo iluminaré el camino para él.
Él cae profundamente dormido mientras acaricio su rostro. Sonrío, y bostezo. Yo lo sigo a los brazos de Morfeo pocos instantes después.
La luz del sol me molesta. No quiero levantarme. Me remuevo en la cama, incómoda. ¿Qué hora es? Quiero seguir durmiendo.
—Despierta.
—Hmm...
Es demasiado temprano. Quiero dormir. Me tapo la cabeza con el cobertor e intento regresar a mi sueño.
Alguien bufa.
—No seas tan infantil.
Cuando me quitan la cobija de encima, me quejo y manoteo.
—Hmm... fuera.
Mierda. Hasta ahí llegó mi sueño de belleza. Abro los ojos, y veo a Alex mirándome, sentado a mi lado sobre la cama. Tal vez sigo dormida. ¿Por qué me despertaría él? Bostezo, y me acurruco.
—Hmm... Alex en sueños se ve lindo por la mañana—balbuceo.
Una pequeña sonrisa burlona se dibuja en sus labios. Cierro los ojos.
— ¿Entonces me veo lindo por la mañana? —pregunta burlón.
Vaya, que sueño tan realista. Es como si estuviera hablando en mi oreja.
Abro los ojos como platos.
El calor me sube al rostro. Dios, qué vergüenza. ¿Por qué dije eso? Se pondrá tenso. Se pondrá incómodo. Me gritará como cavernícola. Destrozará la habitación. Me lanzará por la ventana.
Lo observo con cautela, sin embargo su rostro no parece mostrar enojo. Me quedo aturdida. ¿Qué está sucediendo? ¿Por qué no está echándome la culpa de algo, o enojándose conmigo?
—Necesito un favor—me dice con seriedad, pero al instante desvía la mirada.
Se mete la mano al bolsillo de su pantalón y busca algo. Finalmente me pasa un papel doblado en un cuadradito sin siquiera mirarme. Lo miro, y alzo la ceja. Su incomodidad es evidente.
— ¿Y esto?
—Es solo una estupidez de mi madre.
Alzo la otra ceja. ¿De Alice? ¿Desde cuándo él tiene comunicación con su madre? Estoy intrigada y emocionada en partes iguales. Desdoblo el papel con rapidez, y lo leo. Parece una especie de invitación. Entrecierro la mirada. Mis ojos aún están algo perezosos.
.
Textiles Russell Inc.
Se complace en invitar a todos sus empleados y familias al
Veinticincoavo baile anual de gala.
El baile para celebrar un año más del nacimiento de Textiles Rusell Inc. Todos están cordialmente invitados.
.
Miro la fecha y alucino.
— ¿Mañana?
Él asiente, incómodo. Paso mi mirada entre el papel y él en repetidas ocasiones. No entiendo. ¿Por qué me da esto? No puede ser lo que estoy pensando, ¿o sí? Eso sería darme muchas esperanzas.
Alex nunca iría a un evento público, y menos de tal magnitud. Sin contar que es probable que toda su familia esté allí. Después de todo es la empresa familiar, y no sería de extrañar que sus familiares estén presentes. Pero incluso si él está dispuesto a ir... no entiendo por qué me muestra esto.
—Alex...
— ¿Qué? —pregunta, seco.
— ¿Por qué me muestras esto?
Él se revuelve el cabello, exasperado. Está usando todas sus fuerzas para mantenerse bajo control. No puedo estar más impresionada. ¿Acaso él quiere...?
— ¿Acaso no es obvio?
Su forma de hablar es brusca, pero es claro que está nervioso.
Agacho la mirada hacia el papel.
—Pues... lo único que se me ocurre es que quieres ir... —vacilo. Subo la mirada, temiendo haberme equivocado— ¿Tú...?
Asiente, desviando la mirada.
—Quiero ir.
Se me atasca la respiración. Pero, ¿cómo lo hará?
— ¿Estás seguro?
Por un momento duda, pero luego me mira con determinación.
—Sí.
Miro el papel de nuevo.
—Un evento refinado, ¿uh? Habrá que buscarte algo elegante.
Me paro de un salto de la cama y me dirijo al armario. Mientras rebusco entre la ropa, comienza a invadirme la ansiedad. ¿Estará bien? ¿Él solo? ¿Frente a toda su familia? Es un evento de los Russell, y no sé cómo pueda terminar todo. En cierto momento me doy cuenta de que no he buscado nada. Mis manos solo se mueven frenéticamente a través de las prendas debido a la ansiedad, pero no estoy mirando.
«Vamos Blair, detente y respira.»
Vuelvo a buscar, pero esta vez con más calma.
—Pero... ¿Estarás bien? Es probable que toda tu familia esté ahí—hablo de manera atropellada. Tengo esa costumbre cuando estoy ansiosa o nerviosa—. ¿Cómo le harás? Tendrás que verles la cara, hablarles, fingir que te diviertes, tal vez tomar un poco de champán y sacar a bailar a alguna chica. Porque no puedes quedarte sentado solo en una mesa, ¿verdad? Además, vas a tener que estar rodeado de gente que se preocupa por ti, y lo más probable es que hagan preguntas sobre ti y sobre Melanie. ¿Tienes un traje elegante entre toda esta ropa?
Me agarra de la muñeca y detiene mi desenfrenada búsqueda. Salto en mi sitio. No noté cuando se acercó. Con lentitud lo miro a los ojos. Están oscuros, profundos y misteriosos, mirándome fijamente e intentando meterse en mis pensamientos.
—Tú... —hace una pausa—... vendrás conmigo.
.....
¿Llegaron a captar por que a Alex no le gusta celebrar su cumpleaños?
¡Hola gente! Madre mia, no puedo con tanta emoción. Este capitulo fue tan askldjalksdaskld... no sé, pero me causó un montón de sentimientos. Y lo que se viene es aun mas intenso.
¿Qué piensan que estará pensando Alex? Para decidir hacer algo como la decisión que tomó... ¿Qué puede estar pensando?
¡De nuevo quiero agradecer a todas las nuevas almas viajeras que se han pasado por mis dominios! Y para el próximo capitulo, ¡los hombres pónganse sus mejores trajes y las mujeres sus mejores vestidos de gala! ¡Nos vamos de baile!
¿Cuales son sus opiniones? ¿Quieren matar a Alex, o todo lo contrario? Yo por mi parte, vivo odiándolo y queriéndolo a la vez (y eso que yo te creé, pinche Alex), ¡así que me encantaría escuchar sus opiniones!
¡Muchas gracias por leer, y nos leemos en la próxima!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro