Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

29. Culpable.


Canción en multimedia : Titanium (Versión Acústica) - Madilyn Bailey 


Al ver su reacción, me dan ganas de aplaudir y saltar. Cuando le dije que iríamos a un lugar, no le dije que vendríamos exactamente aquí. Su rostro está pálido. La sorpresa quiere salirse de su rostro y de su cuerpo. Sin duda lo he sorprendido.

— ¿Qué hacemos aquí? —pregunta, casi sin aire.

— Es una academia de paracaidismo, ¿no es genial? —señalo el edificio frente a nosotros —. ¡Vas a saltar!

Me mira, pero la sorpresa es tanta que no puede decir nada coherente. Solo balbucea y me mira a mí y al gran edificio, alternándonos.

— ¿Có-cómo...? ¿A-Ahora...?

¿Por qué de repente tiene miedo?

— Tú querías saltar. ¿Por qué tienes miedo ahora? —refunfuño, mirando hacia el edificio. Creí que le gustaría. Entonces, ¿Por qué de repente parece estar acobardándose? —Creí que esto te-

No me deja terminar. Me agarra en un fuerte abrazo y me alza. Suelto un gritito. Mis pies se levantan del suelo.

— ¡A-Alex!

—Esto es increíble... —ríe en mi oído.

Su risa es un bálsamo para mi alma, es música para mis oídos. Nuevamente siento esta chispa electrizante que me recorre cada vez que lo tengo cerca. Así de cerca. Cuando me abraza, me siento valorada, protegida, segura y a salvo. Así que si por traerlo aquí me da un abrazo... seguiré trayéndolo todas las veces que quiera.

Finalmente y para mi desgracia, me baja. Cuando lo hace, parece algo exhausto, pero rápidamente se recompone. Me toma de las manos y me dice:

—Salta conmigo.

Un momento, ¡¿Qué?!

— ¿E-E-E-Eh...? —me tiembla todo.

No puede estar hablando en serio. ¿Qué salte con él? Me mareo. ¡Me mareo!

—Vamos. No pretenderás que yo salte mientras tú miras, ¿no?

De hecho esa era la idea.

—Pu-Pues... ¿Po-Po-Por qu-qué quieres que y-yo...?

No puedo ni terminar mi oración. Estoy incrédula y asustada. ¿Saltar? ¿Yo? No tengo semejante valor. Siempre me pregunté como hacían esas personas que arriesgaban sus vidas para saltar de un avión y eran felices con ello. ¿Acaso están todos locos?

Alex también está loco. Respeto su gusto, pero.... ¿Saltar, yo?

—No sería justo—frunce el ceño.

¡Oh, no importa! ¡En este caso apoyo la injusticia!

—P-Por mí... n-n-no te pre-preocupes... —balbuceo, temblorosa.

Frunce el ceño y se cruza de brazos. Me pongo en alerta, esperando a cualquier reacción violenta y desenfrenada, pero para mi sorpresa alza una ceja y pregunta:

— ¿Tienes miedo?

La respuesta es obvia. Claro que tengo miedo. El tan solo pensar en tirarme desde los cielos suena como algo descabellado. ¿Y si el paracaídas no se abre? ¿Y si me caigo del avión antes de saltar? Me congelo. Eso también puede pasarle a él. Dios mío, ¿En qué estaba pensando a traerlo aquí? Miro su rostro. No puedo retractarme, sé que esto le hace mucha ilusión y le rompería el corazón... más roto de lo que ya está. Suspiro de manera forzada. ¿Qué debería hacer? ¿Terminar de hundirlo en su desgracia o permitir que salte de un avión a varios metros del suelo? Tal vez no pase nada. Tal vez sea divertido. Me pregunto si ya ha hecho esto antes.

— ¿Has... has saltado alguna vez? —pregunto con duda.

—No.

¡¿Entonces por qué quiere hacer esto?! ¡¿Está loco?!

Debo calmarme. Éste es su deseo y debo respetarlo. Solo espero que cumpla con su palabra y abra el paracaídas en su momento. Porque lo hará, ¿no?

—Prométeme que abrirás el paracaídas.

— ¿Qué? —pregunta, desconcertado.

—Prométemelo.

Se queda estático, buscando algo en mi mirada pero no sé qué es. Por un momento su rostro es neutro e imparcial, hasta que contesta:

—No pienso suicidarme de esta manera.

—Ajá —me cruzo de brazos.

—En serio —rueda los ojos.

No puedo dejar que salte solo. Tengo que estar ahí para cerciorarme de que abra su paracaídas. Si no lo abre, podría acercarme a él de alguna manera y agarrarlo. No sé si sea posible, de hecho es una idea bastante loca, pero podría funcionar. Me paralizo. ¿En serio lo estoy considerando? ¿Saltar con él? No puedo dejar que se suicide, y para ello tengo que estar cerca, y es cierto, existe un instructor. Pero a Alex le vale un comino la autoridad. Solo yo puedo controlarlo.

Mi pecho comienza a doler debido a la fuerza que utiliza mi corazón para palpitar. Mi órgano vital retumba contra mi pecho, y me llevo una mano allí. No pasará nada... si algo pasa, habrá un instructor. No moriré.

Tal vez debí consultar las estadísticas de muertes por paracaidismo antes de venir aquí.

—Sa-Sa-Saltaré...

No tengo otra alternativa. Aunque tengo un pánico enorme, siento que haría esto y más por él. Sin duda estoy loca. A pesar de que me estoy muriendo de miedo, una parte de mí está decidida a saltar para verificar que él llegue sano y salvo al suelo. Lo he visto despreciarse a sí mismo, lleno de moretones y golpes, vomitando, teniendo pesadillas recurrentes, intentando clavarse un cuchillo en el abdomen, sus muñecas llenas de cortadas, sus ojos vacíos de cualquier deseo de vida existente y otras cosas más. Tengo derecho a estar paranoica, ¿verdad? Quiero saltar con él y verificar que éste no sea otro más de sus intentos de abandonar este mundo.

Alza una ceja.

— ¿No tienes miedo?

Giro el rostro de una manera casi robótica.

—S-Sí... pero tengo q-q-que verificar que lle-llegues al-al suelo...

— ¿Qué?

— Pue-Pue-Puede que n-no... uhm... —es que la idea me parece descabellada —abras el pa-pa-pa...

— ¿Paracaídas? —completa él.

Asiento, más nerviosa de lo que podría haber estado. Siento un miedo horrible, pero siento más miedo de la idea de dejarlo saltar solo. Sin duda sería mejor si los paracaídas fueran automáticos. Alex blasfema en voz baja y me mira.

—Lo abriré, ¿contenta?

Niego con la cabeza.

—No —suspiro.

Se rasca detrás de la cabeza.

—Si te aterra la idea de que salte, no sé por qué me trajiste aquí —comenta en un tono molesto.

— Po-Po-Po... —tomo aire. Tengo que dejar de tartamudear como retrasada — Porque dijiste que querías venir aquí.

Por unos instantes se queda mirándome fijamente, pero no puedo descifrar lo que pasa por su mente o por su mirada. Por un momento, me parece ver algo de brillo en sus ojos, un brillo nuevo y diferente a los que había visto. El corazón me late con más fuerza aún, pero esta vez por una razón diferente.

Bufa. Se mete las manos a los bolsillos y comienza a caminar hacia el edificio, dejándome allí plantada.

— Salta entonces. Y más te vale que hayas traído con qué pagar, porque yo no lo haré.

Me quedo en medio del estacionamiento con el corazón en la boca. ¿Qué acabo de hacer? Y más importante, ¿Qué voy a hacer más tarde?

Después de eso, camino con pasos temblorosos y dudosos hacia el edificio. Allí alcanzo a Alex en la recepción. Sin tartamudear y con un gran esfuerzo, logro decirle a la señorita el por qué estamos aquí. Después de un par de papeleos aquí y digitaciones allá, pago. Alex mira el dinero, intrigado. ¿De dónde lo saqué? Probablemente lo preguntará más tarde. Es dinero de Alice. Ella me lo dio aquella noche antes de marcharnos por si necesitábamos algo en el viaje o alguna emergencia. Me pareció una cantidad descabellada para un improvisto en el camino, así que usarlo en esto es la mejor alternativa. Le devolveré a Alice el dinero que quede en cuanto volvamos a casa.

Un instructor nos enseña las instalaciones, y yo tengo el corazón a mil. Me puede dar un ataque ahora mismo. Miro a Alex de reojo, él parece alucinado. Me llevo una mano al corazón. Esto es por él. Puede que suene terca, pero no voy a dejar que salte solo. No me mira, y aunque está entusiasmado mirando todo a su alrededor, yo siento como si el aire pudiera cortarse con un cuchillo. ¿Por qué siento tensión cuando es más que obvio que él no me está prestando atención? Me estoy poniendo paranoica.

Cuando nos detenemos frente a una puerta blanca es cuando regreso a la realidad.

—Antes de iniciar, ambos tendrán que hacerse unos exámenes rápidos. El doctor Willows los está esperando adentro —dice el instructor—. La primera es la señorita.

Alex traga grueso a mi lado, mientras me quedo parada en mi sitio. Me señalo a mí misma y maldigo internamente. ¿Por qué yo?

Entro al consultorio llena de nerviosismo, pero cuando pongo un pie en el pequeño cuarto, me siento un poco más tranquila. Allí el doctor me sonríe y me hace unas preguntas. Luego de llenar un formulario, me pide que me siente en una camilla y me mide la presión. Me pesa, mide mi altura, y todo termina demasiado rápido. Todo está bien conmigo, al parecer, aunque estoy un poco baja de peso y tengo que comer más. Nada alarmante.

Cuando salgo del consultorio, Alex entra como una ráfaga y luego la puerta se cierra. Miro hacia atrás, confundida. Parece que quiere salir de todo esto rápido. El instructor no está cerca, así que considero sentarme en una de las sillitas de espera, pero me detengo. Alex. Médico. Estado de salud. Alex va a ver a un médico, y eso es perfecto. Considero la opción de espiar. ¿A quién engaño? Voy a hacerlo. Me acerco a la puerta blanca y pego mi oreja a ella. Unos murmullos inentendibles resuenan, y luego sigue un momento de silencio. Intento acomodarme en la puerta. No oigo nada. Estoy a punto de retirarme de la puerta, cuando la voz del doctor llega a mis oídos.

— ¿Hasta cuándo pensabas ocultarlo?

Me quedo en silencio y el pánico se apodera de mí. ¿Ocultar qué?

—No sé de qué habla.

— En realidad te sientes mal, pero has hecho un buen trabajo simulando que no es así.

Por un momento solo hay silencio, hasta que un suspiro cansado y resignado traspasa la puerta. Alex está peor de lo que parece, ¿Cómo ha hecho para ocultarlo todo este tiempo? ¿Cómo es que no me he dado cuenta?

—Puede que tengas anemia. Alex, tienes que ir a un hospital cuanto antes— el tono de alarma del médico me asusta—. Estás muy por debajo de tu peso, y no te ves nada bien. Sin contar que estos resultados no son nada buenos.

—No iré a ningún maldito hospital —su voz se oye más cansada de repente. Tengo miedo. Tengo un miedo enorme, y preferiría saltar ahora mismo de ese avión antes que enfrentar esta situación.

Alex se ha sentido mal y lo ha estado ocultando todo este tiempo. ¿Desde cuándo?

No soporto más. Lucho con la perilla y abro la puerta de un golpe. Alex me mira con ojos asustadizos y cansados, pero el dolor y el miedo, junto con la rabia, me pueden. Mi pecho sube y baja de manera brusca debido al pánico, y ahora mismo quisiera que todo esto fuera una simple pesadilla.

—Nos vamos al hospital ahora.

Conduzco como una loca mientras intento hacerle caso al GPS. No tengo ni la más maldita idea de dónde queda el hospital más cercano, y este aparato me está desesperando. Derrapo un par de veces, y no me importa saltarme todos los semáforos, pero ya lidiaré con las multas después. Alex ya no se molesta en mostrarse sano frente a mí. Ahora que sé la verdad, mantiene los ojos cerrados y respira con pesadez. Por eso durmió tanto en el camino hasta la granja. Por eso, probablemente, duerme más horas de las necesarias y se queda desparramado en su cama. Se ha sentido mal y yo nunca me he dado cuenta. La pregunta es, ¿desde cuándo? No pudo ser desde hace mucho... ¿verdad?

Al llegar al hospital, lo ayudo a salir y coloco su brazo sobre mis hombros, mientras que con la otra mano rodeo su cintura. Murmura que no necesita ayuda, pero lo ignoro. Siempre dice lo mismo y por eso estamos en esta situación. A pesar de que es más alto que yo, me las apaño para llegar hasta la recepción, y con voz agitada y algo asustadiza le explico a la señorita la situación. Me consuelo a mí misma diciéndome que no es nada. Unas pastillas y él estará mejor.

Alex es llevado rápidamente por unas enfermeras, e intento seguirlo pero la recepcionista me retrasa pidiéndome información. Intento tranquilizarme removiendo mis manos con nerviosismo. Todo va a estar bien. Un poco de descanso y volverá al ruedo. Tal vez le receten algunas vitaminas.

Soy guiada a una habitación, y me indican que está siendo atendido allí adentro. ¿Será un consultorio? Solo puedo ver un número fuera de la puerta y eso solo me hace sentir más incertidumbre. Espero varios minutos, y a cada segundo que pasa en aquel reloj que se encuentra pegado en la pared mi miedo crece. No quiero que a Alex le pase nada, pero ya ha pasado.

Un hombre de bata blanca sale de la habitación, y con velocidad me acerco a él. Le pregunto por el estado de Alex, con más miedo del que querría sentir, y el corazón se me cae a los pies cuando me informa que tiene anemia ferropénica y que quedará internado desde ese mismo momento. Pido verlo pero no me lo permite. Me siento en la sala de espera y me agarro los cabellos con fuerza. Esto es responsabilidad mía. ¿Cómo pude dejar que esto pasara por alto? Los ojos me arden por las lágrimas contenidas. Me preocupa. Me preocupa mucho, más de lo que debería y sigo sin entender qué es lo que me está pasando.

Tengo que calmarme. Él no morirá por esto, solo es una anemia. Se curará. Si, seguro que se curará.

Con dedos temblorosos, decido si llamar a Alice o no. Ella tiene derecho a saber, pero Alex no querrá verla. Por otro lado, tampoco puedo dejar a su madre fuera de la situación. Es su hijo.

Finalmente decido que llamar a Alice es la mejor alternativa. ¡Al diablo con el orgullo de Alex! El hecho de que estemos aquí, es culpa tanto de él como mía. No sé a quién odiar más: si a él o a mí misma. Pero yo me odio más. Yo era quien debía estar pendiente de él. Yo debí estar ahí para él. Lo que hice no fue suficiente. Suspiro tratando de calmarme, y sin querer un sollozo sale de mi garganta. El nudo que me impide hablar crece y crece. No puedo llamar a Alice de esta forma, así que tomo un minuto para tranquilizarme. Cuando por fin logro ponerme bajo control, busco entre mis contactos el número de la empresa en la que Alice trabaja. A esta hora debe estar en la oficina.

Escucho el tono de llamada, y cierro los ojos con fuerza. Alice probablemente se pondrá furiosa conmigo. Era mi responsabilidad cuidar a su hijo, y entenderé si quiere despedirme, pero nada de eso me importa ahora. Sólo quiero que Alex esté bien. La idea de que le pase algo realmente grave me aterra en demasía.

Cuando descuelgan al otro lado del teléfono, mi valor comienza a desaparecer.

Textiles Russell, ¿En qué podemos ayudarle?

Trago grueso.

—Hola... uhm... necesito hablar con Alice.

— ¿Quién llama?

—Soy... Blair Johnson, la niñera de su hijo.

La recepcionista se queda en silencio un minuto.

— ¡Oh claro! Dígame, ¿Qué se le ofrece?

«¿No le acabo de decir ya? ¡No tengo tiempo para esto!»

—Hablar con Alice... —miro a mi alrededor y el nudo en mi garganta crece de nuevo.

—Lo siento señorita Johnson, pero la señora Russell se encuentra en una reunión importante en este momento y no puede recibir llamadas.

—Por favor—mi voz tiembla—. Es urgente.

Es muy urgente.

Señorita, la junta en la que está es...

— ¡Es urgente, por favor! —me tapo la boca.

Las lágrimas se acumulan en mis ojos pero no se desbordan. ¿Por qué estoy tan asustada por una anemia? Tengo que calmarme, sé que tengo que calmarme, pero no puedo.

Todo esto es mi culpa.

—De acuerdo. Solo espere un momento.

Asiento aún con la mano sobre mi boca. No es nada grave. Tengo que calmarme.

No puedo, simplemente no puedo. Esto es responsabilidad mía, y su condición de hombre suicida lo ha llevado un extremo más allá.

— ¿Blair? ¿Qué sucede, Dios mío?

Alice habla al otro lado de la línea con los nervios a mil.

—Alex... él... él está en el hospital.

— ¿Qué...? ¡Oh Dios! ¡¿Pero qué pasó?!

—Tiene anemia y se quedará internado.

— ¡No! Tenías... ¡Tenías que cuidarlo Blair! ¡Era tu responsabilidad! —solloza. Me muerdo la lengua para no soltar un quejido de dolor. Tiene toda la razón — ¿En... En dónde está?

Le indico el nombre del hospital, y cuando cuelgo, suspiro y una lágrima cae libremente por mi mejilla. Alice viene en camino. Sé que estoy en problemas, pero aceptaré cualquier castigo o reprimenda que me quiera imponer. Después de todo, está en todo su derecho de culparme por algo de lo cual soy claramente responsable. Yo provoqué esto.

Cuando veo a una enfermera salir de la habitación de Alex, me aproximo a ella y le pregunto la situación. Me informa que le están suministrando vitaminas y que se encuentra inconsciente. Pido verlo, y ella sonríe y me deja pasar. Tengo poco tiempo. Me acerco a la puerta, y cuando entro, veo a Alex inconsciente con un tubito saliendo de su brazo conectado a una bolsa que contiene algún tipo de medicamento.

—Por suerte su anemia no es tan crítica, pero hay que tener precauciones. Si sigue de la misma forma, podría convertirse en algo peor —comenta la enfermera tras de mí. Yo ni siquiera puedo moverme de mi lugar —. Tienes cinco minutos, ¿bien?

No está tan grave. Gracias a Dios. Lentamente me acerco a la cama, y lo miro con ojos hipnotizados. Me siento a su lado. Se ve delgado, pálido, e incluso tiene algunas ojeras que no había visto antes. Estaba tan ocupada en enfadarme con él por lo del atrapasueños que no pude ponerle un poco más de atención a su estado. Suspiro, sintiéndome un poco más tranquila. Acerco una mano temblorosa a su cabeza, y comienzo a acariciar sus cabellos. Sé que a él le gusta cuando lo hago. Lo tranquiliza. No digo nada. Sé que me odia, y probablemente oírme hablar sea lo que menos quiera ahora. Cuando despierte, me odiará aún más, pero aprovecharé cada segundo para cuidarlo antes de que eso pase.

Alex me odiará y Alice me echará. Lo merezco. Y pensar que hace unos instantes estaba preparándome mentalmente para saltar de un paracaídas.

—Todo se va a poner bien—murmuro, acariciando sus cabellos —. Y si no se pone bien, pues no importa. Incluso si la situación se vuelve tormentosa, yo no me iré de aquí. No me separaré de ti porque me necesitas más que nunca. Ambos vamos a salir de ésta, juntos. Incluso si de ahora en adelante tengo que obligarte a comer con un embudo.

El resto del tiempo lo paso en silencio, disfrutando del momento. No quiero separarme de él. No quiero dejarlo solo. Cierro los ojos para contener las lágrimas que vuelven a mí. No debo llorar. Debo ser fuerte ahora.

Cuando los cinco minutos terminan y la enfermera viene para echarme, miro a Alex con anhelo. No quiero irme, pero consciente de que debo hacerlo, me acerco y deposito un dulce beso en su frente.

—Descansa.

Alice llega una hora después. Me llena de reprimendas y me grita en medio del hospital. Nunca me había regañado de tal manera, pero lo merezco. Solo me limito a encogerme en mi asiento y recibir toda la ira que canaliza en mí. Se desahoga contra mí y lo permito. Luego de eso, discute para que la dejen entrar a ver a su hijo y finalmente lo logra. Por suerte Alex se encuentra inconsciente, así que no reaccionará de alguna manera contra ella. Instantes después escucho llantos provenientes de la habitación, y eso solo me hace sentir más culpable.

Solo quiero que Alex esté bien. Él se ha vuelto importante para mí, y el afecto que siento por él crece cada vez más. Podría decirse que lo quiero. Esa es la palabra. Lo quiero. Lo quiero mucho. Me sorprendo por haber admitido aquello en mi interior. Ni siquiera en mis pensamientos había pensado eso sobre alguien. El querer y el apreciar son dos cosas diferentes, y aunque mi hermano sería la única persona a la que quiero de verdad, nunca lo había dicho en mi mente. Pero Alex... él me ha hecho pensarlo de verdad, y concluyo que el cariño que siento por él comienza a salirse de mi control y eso me aterra.

Regreso a la realidad cuando Alice sale de la habitación con cara de póker y me dice:

—Estás despedida.


.

...Ups.

Pongan algo bonito en mi tumba :'v

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro