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22. El trato de la reina.

Canción en multimedia: When A Heart Breaks - Dave Barnes



El tiempo de espera se hace eterno. Cuento los minutos, los segundos. Ambos llevan cerca de media hora en esa habitación. ¿Qué tanto están haciendo? Por un momento se me pasa por la cabeza la idea de sacarle información a Reed, pero sé que no funcionará. Alex lo advertirá sobre mí. Si llegan a hablar sobre Melanie, lo más probable es que Alex le pida que no diga nada. Miro a Alice. ¿Qué no me detiene al pensar que ella pudo pedirle lo mismo? ¿Qué pasa si Alice le contó toda la historia? ¿O qué pasa si la mujer ya se ha asegurado de que no hable?

Alice y yo seguimos en la terraza hasta que Reed llega a nosotras con un gesto totalmente abatido. Sus heridas han sido curadas. Me pregunto si Alice lo hizo antes de que fuera con Alex.

— ¿Y bien? —pregunta la preocupada madre levantándose de un golpe —¿Cómo lo viste?

Él niega con la cabeza.

—Ha cambiado mucho. Y con toda razón. Si yo pasara por lo mismo... no sabría qué hacer ni como sentirme —se calla al verme, y observa a la mujer frente a él por el rabillo del ojo. Están confabulados. Nadie me dirá nada.

Suspiro.

—Supongo que tú tampoco hablarás, ¿verdad? —murmuro. Él niega con la cabeza.

—Lo siento, Blair. A mi amigo le cuesta mucho hablar de eso. Casi no logro que hable, pero creo que desahogarse le ha ayudado, aunque estaba muy abatido cuando salí de la habitación. Aun así, creo que no me contó toda la historia.

Me conformo. Solo puedo pensar en cómo estará sufriendo Alex.

—Alice me advirtió que no entrara a la habitación sin que estuvieras presente. Dijo que tú eras la única que era capaz de controlarlo. No te busqué y fui directo a la habitación, pero en cuanto llegué supe que estabas adentro con él—suspira—. Tienes mucho valor para tratar con el cabezota de mi amigo.

—Ni me lo digas—sonrío suavemente.

—Por favor... cuida de él—ruega con la mirada. Reed sin duda es valioso como amigo. Ya quisiera tener un amigo tan incondicional. Y no es solo él.

«Oh Alex, si tan solo fueras capaz de ver lo que yo veo. No estás solo. Estas personas te quieren mucho. Tengo algo de envidia.»

—Claro. Cuenta con eso—sonrío. No solo lo hago por ellos. Ahora también lo hago por mí y por él.

Mi teléfono suena al fondo de mi bolsillo. Alice y Reed me miran, y les pido un permiso para contestar. Ellos acceden y se quedan conversando en la terraza. Me alejo un poco, y agitada por todas las cosas que han pasado en las últimas horas, contesto sin pensar.

— ¿Hola?

Nadie habla al otro lado de la línea.

— ¿Hola? ¿Robert?

Él es el único que me llama.

—Hola cariño.

Esa voz. De inmediato me pongo a la defensiva. La piel se me pone de gallina, y mi mente comienza a nublarse por la ira que me invade. ¿Cómo se atreve a llamarme?

—Mamá.

¿Para qué me llama? Nuestra comunicación es pésima, y ella nunca me ha querido. Sin contar que no me parezco en nada a ella.

Te has olvidado de tu vieja madre, ¿no?

— ¿Qué quieres? —preguntó de mala gana.

¡Blair Johnson! ¡No seas tan escueta conmigo! ¡Soy tu madre! —reclama al otro lado de la línea.

Suspiro, armándome de paciencia. Tiraré el teléfono por la ventana, y tengo datos en él que no quiero perder.

—Dime que quieres antes de que cuelgue.

Su misterio me está matando. Quiero colgar el teléfono y mandarla a la mierda. Comienzo a caminar para intentar desestresarme.

Robert me ha contado sobre tu trabajo de camarera. Felicidades—dice con cierto tonito de ironía que no me gusta— ¿Cuándo pensabas contármelo?

—Nunca. Tú no te interesas por mí. Ni siquiera sé por qué me llamas.

—Pues porque eres mi hija. ¿No tengo derecho de llamar a mi hija?

Me detengo frente a una puerta, pero mi mente está completamente absorta en otro lugar. En la irritación que siento, mas bien.

—Me echaste de casa como a un sucio perro. ¡Soy tu hija!

—Oh Blair, olvídate de esas tonterías. Eras demasiado tímida, así que había que empujarte al mundo real de alguna manera. Y dime, ¿Cuánto ganas en tu trabajo?

Rechino los dientes. Me contengo para no gritarle las mil y una cosas que se me pasan por la mente. ¿Empujarme al mundo real? ¡Tiró mis cosas a la calle! ¿Y por qué me pregunta cuánto gano?

—Colgaré.

¡No, espera! No cuelgues—pide. Tengo que respirar. Tengo que calmarme para no soltarle una buena.

—Que esta sea la última vez que me llames, ¿entendido? —chirrío en el teléfono.

Una risita irónica se escucha al otro lado del teléfono.

Gracias a mí eres más fuerte ahora. Deberías estar agradecida conmigo—su tono se vuelve agrio—. Pero en vez de eso me tratas como si fuera tu enemiga.

Quiero gritarle un millón de cosas, pero me contengo. La escucho decir algo más, pero no la dejo terminar y cuelgo. Esto no se va a quedar así. ¡Mataré a Robert! ¡Voy a matarlo!

Inhalo y exhalo. Inhalo y exhalo, y poco a poco me recupero de la ira que me invade. Miro a mi alrededor, y me doy cuenta que estoy frente a la habitación de Alex y mía. Qué vergüenza. Seguro me escuchó discutir con mi madre. O puede que no haya escuchado nada, después de todo él es la persona más desinteresada del mundo. No le interesan para nada los asuntos de los demás.

Me pregunto cómo estará después de la charla que tuvo con Reed. ¿Se habrá vuelto loco? Tal vez no. Reed no parecía tener golpes nuevos en su rostro. Tal vez todo haya salido bien, ¿Pero cuál sería la definición de bien en este caso?

Tomo aire y giro la perilla. La habitación sigue tan oscura como siempre desde que Alex llegó aquí. Lo veo sentado en el borde de la cama con la cabeza gacha y dándome la espalda. ¿Qué habrá pasado? Se ve completamente abatido.

Me acerco lentamente a él. Si necesita ayuda, yo estoy dispuesta a ofrecérsela. Quiero saber si me aceptará, o me seguirá rechazando. Dijo que me usaría y que después se desharía de mí. ¿Qué quiso decir con eso? ¿Qué me aceptaría?

Cuando llego a su lado, el cabello le cubre la mirada, así que no puedo ver el vacío de sus ojos.

— ¿Sucedió algo con Reed? —le pregunto en voz baja.

Se encoge de hombros pero no habla. Lo detallo. Está profundamente abatido. Tener que sacar todos esos recuerdos de su mente y convertirlos en palabras debió ser como enterrarse una estaca en el corazón.

—Supongo que no me dirás nada. Está bien—murmuro, y me siento a su lado. No dice nada. No puedo ver su mirada, y voltea el rostro para que no pueda verlo. Me pregunto si está bien.

El silencio se vuelve largo y algo desesperante. Quiero ayudarlo. Las ansias por ser su apoyo me queman con intensidad, pero es como si hubiera una barrera entre los dos.

Lo observo tragar con fuerza. Ahora entiendo.

— ¿Tienes un nudo en la garganta?

Un ligero sollozo escapa de sus labios. No soportaría ver a Alex llorar, pero por alguna razón siento que si lo viera de esa manera, no dudaría en abrazarlo. Me sorprendo. Normalmente me pongo muy nerviosa cuando la gente llora frente a mí, pero si Alex lo hiciera... sabría exactamente qué hacer.

¿Por qué? ¿Por qué tengo este enorme sentimiento de pertenencia?

Probablemente he estado actuando de la manera equivocada, pero hoy voy a tratar que eso cambie. Voy a hacer algo impresionante. Voy a consentirlo y a mimarlo, y por alguna razón eso me emociona.

Voy a cuidar de él.

Me levanto de mi sitio y me paro frente a él. Le tomo las manos. Respinga pero no alza la cabeza.

—Mírame—le pido. No lo hace.

«Por favor, mírame.»

—Vamos... mírame. No pierdes nada.

Su mirada sigue agachada. Llevo mis manos a su rostro y le levanto la cabeza. Sus ojos están llorosos, y la tristeza está marcada en su rostro. Eso provoca que mis ojos se pongan llorosos también. Es hora de dejar el pasado atrás. De dejar de sufrir por los fantasmas que nos atormentan y vivir una nueva vida. Es hora de renacer.

Lo miro fijamente, y con voz entrecortada le prometo:

—Te ayudaré a nacer de nuevo.

Me siento afortunada al tener un baño bastante bonito. ¿Tina o ducha? Puedo escoger. Elijo la tina, y la lleno de agua tibia. El agua no debe estar muy caliente, después de todo no es como si fuese a cocinar a Alex. Cuando está llena, me detengo. ¿Y si le da por ahogarse en el agua? No me alejaré. Estaré vigilando cada dos minutos. Solo espero no tener que verlo desnudo. Eliminando esos pensamientos de mi cabeza, termino de preparar el baño.

Alex está sumamente dócil. Se deja guiar como un maniquí, lo cual es útil en este momento, aunque algo destrozador. Ni siquiera se molesta en poner resistencia.

Me siento algo extraña al estar cuidando de alguien más alto que yo.

—Te preparé un baño. Creo que ya necesitas uno—él no responde. Mal comentario el mío—. Quítate la ropa.

Al darme cuenta de lo que acabo de decir, me pongo roja como tomate. ¿Qué estoy diciendo?

— ¡Claro, en frente mío no! —exclamo, y aunque Alex no se inmuta yo me siento sumamente nerviosa—. Te-Te-Te esperare afuera. Me-Métete... te traeré ropa limpia.

Salgo del baño y lentamente cierro la puerta tras de mí. Pongo la oreja en la puerta para intentar escuchar algo. Nada se oye del otro lado durante largos segundos, e incluso minutos. Poco después, escucho pasos y ropa comienza a caer al piso. Me llevo una mano al pecho. «Gracias a Dios.»

Doy vueltas por la habitación. Aprovecho para cambiarle la sábana a la cama, y tenderla con cobijas nuevas. Tendrán una sensación más fresca. Me acerco a las cortinas y las abro por completo. Quiero que entre la luz. Quiero que Alex sienta el brillo del sol. Eso le hará bien en este estado de depresión. Después de eso busco un pijama entre su ropa, y encuentro una camiseta azul cielo de manga larga y unos pantalones para dormir de color azul oscuro. Sonrío. Es un pijama bastante inocente, y no me imagino a Alex usando algo que no tenga negro. Esto servirá.

Hoy no será el intimidador.

Rápidamente voy a la cocina y sirvo su almuerzo en una bandeja. No ha comido, y tiene que hacerlo. Solo espero que se le dé la gana. Con la bandeja camino hacia la habitación y la dejo sobre la mesita de noche. Intento escuchar algún ruido, pero al no escuchar nada me dirijo al cuarto de baño. Espero que no se haya ahogado. Cuando entro, lo veo dentro de la tina con la mirada perdida. Solo tiene la cabeza por encima del agua, y sus rodillas sobresalen. Cómo me duele verlo así. Me importa. Alex me importa, y me duele verlo en esta situación. Sin esperar más, dejo la ropa sobre la tapa del inodoro y salgo.

Me siento en la cama y espero. Y espero. Y espero. Los minutos pasan y él no sale del baño. Tras revisarlo varias veces me doy cuenta que solo está meditando dentro de la bañera. Suspiro. Finalmente lo oigo salir. Espero paciente por que salga. Puedo escuchar movimiento en el baño, pero de repente todo movimiento se detiene. Un silencio sepulcral se extiende por el lugar. ¿Qué sucede?

Me acerco lentamente al baño. ¿Debería tocar?

— ¿Blair? —me llama con un tono de voz inseguro.

— ¿Sí?

Duda antes de hablar. ¿Estará por contarme acerca de Melanie? ¿Acaso querrá desahogarse conmigo de aquello que lo atormenta o...?

—Necesito ropa interior—murmura algo dudoso.

Oh, claro. Ropa interior. Bóxer. En seguida.

Un momento. ¡¿Qué?!

— ¿E...Eh?

Tendré que sujetar su ropa interior. Me sonrojo. «¡Alto Blair! ¡Contrólate! ¡Solo es ropa interior! De hombre...»

—A-Ah... claro. Ya te la traigo—digo, algo nerviosa.

Con mis manos temblorosas, regreso a buscar. Encuentro la ropa interior, pero la vergüenza me puede. Sin duda soy muy pudorosa. Esto sería más fácil si tuviera que buscar ropa interior femenina. Cierro los ojos, y cuando siento una tela bajo mis dedos, jalo. Abro los ojos, y ¡Bingo! He acertado. Pero Dios mío... ¡Esto es enorme!

«Atrás pensamientos pudorosos, atrás.»

No permito que mi mente divague más y me dirijo al baño con pasos agigantados. Entreabro la puerta y le extiendo el bóxer. Él los toma, y rápidamente la puerta se cierra otra vez. Suspiro. ¿Qué rayos me pasa? ¿Es mi impresión o hace calor?

Espero a que Alex salga mientras permanezco sentada sobre la cama. Al final la puerta del baño se abre y él aparece, completamente abatido. Se ha puesto lo que le dejé. Estoy anonadada. Me mira de reojo, y luego agacha la mirada. ¿En dónde está toda esa altanería que me ha mostrado desde que llegué aquí? ¿En dónde está esa agresividad y ese coraje contra mí? ¿Por qué se está dejando manipular? Ni siquiera se está quejando por las cortinas. ¿La conversación con Reed le afectó tanto?

Me acerco a él lentamente, hasta que quedamos frente a frente. No me mira. La timidez me invade, y el temor amenaza con echar todos mis planes para atrás. No debo dejarme ganar por el miedo. Como decía en el libro motivacional que leí: «Visualiza el éxito».

Le tomo la muñeca derecha con ambas manos. Tengo que ser fuerte, por él.

—Vamos. El almuerzo está listo—le digo de una manera gentil, y jalo de él. No se opone y camina. Sigo impactada por que me deje hacerle esto, y a la misma vez me sorprendo de mí misma por atreverme a hacerlo. ¿Qué está pasando?

Jalo hasta que llegamos junto a la cama. Le indico que se siente y él lo hace con la cabeza gacha. Miro la bandeja de comida, y trago grueso. Dije que lo consentiría y eso voy a hacer.

Tomo la bandeja entre mis manos y me siento junto a él. Pongo la bandeja entre ambos, y tomo la cuchara. Hm. Es una sopa de muy buen aspecto. Me está dando hambre, y eso me recuerda que yo tampoco he almorzado.

Alex parece reaccionar cuando me ve soplar la sopa caliente. Aún sigue un poco con temperatura.

— ¿Qué haces? —pregunta, aturdido. Lo ignoro, y él me mira desconcertado. Cuando ya está bien, le extiendo la cucharada.

—Di «Aahhh»—le pido.

Me mira como si estuviera loca.

— ¿Qué?

Sonrío. Parece estar despertando de su letargo. Eso es bueno, ¿no?

—Abre la boca.

— ¿Para qué? —pregunta con desconfianza.

Alzo una ceja. ¿Es en serio?

—Te meteré una granada.

Ahora sí parece más confundido que nunca. Me dan ganas de reírme, pero me aguanto.

— ¿Perdón?

— Ya sabes, una granada. De las que hacen «¡Boom!» —exagero el gesto con mi otra mano.

Hace una mueca, pero logro ver un atisbo de sonrisa en sus labios. Mi corazón aletea con fuerza.

—Muy graciosa—farfulla.

—Lo sé, debería ser comediante—sonrío, y le extiendo la cucharada una vez más—. Ahora di «Aahhh».

Mira hacia abajo de nuevo. Frunzo el ceño.

—Di «Aahhh» o hago que lo digas a las malas—amenazo con voz siniestra. Respinga, y pasa un instante antes de que abra la boca. Le meto la cucharada a la boca y él traga. Sonrío, victoriosa—Está buena, ¿verdad?

—Como sea—murmura desganado.

En cierta forma, aunque estoy actuando muy confiada, me siento bajo advertencia. Puede que la charla con Reed lo haya dejado deprimido, pero en cualquier momento puede espabilar y mandarme a la mierda. Mentalmente me estoy preparando por si eso pasa.

Sigo dándole de comer, y logro hacerlo, aunque a un ritmo bastante lento. Durante más de una ocasión intenta dejar la comida, pero no lo dejo en paz hasta que el plato está completamente vacío. Saber que Alex se lo ha comido todo me produce una inmensa felicidad.

—Lo has hecho muy bien—sonrío mientras dejo la bandeja sobre la mesita de noche nuevamente. Un silencio incómodo se extiende por la habitación. Ahora la pregunta que ambos probablemente tenemos en la cabeza es: ¿Y ahora qué?

Para matar el tiempo, me llevo la bandeja de comida. La dejo en la cocina, y como un rayo regreso a la habitación. Cuando regreso, Alex se encuentra en la misma posición y yo me siento sobre la cama, justo frente a él. Un recuerdo pasa por mi mente. Hace días, mientras me cambiaba, me pareció ver un ajedrez al fondo del armario. Eso podría servir. Un juego de mesa es una buena alternativa. Haré que se divierta, aunque, vaya, no soy muy creativa. El ajedrez no es la cosa más divertida del mundo, pero siempre he sido considerada como alguien aburrida.

Cuando me ve poner el ajedrez sobre la cama, Alex alza una ceja. Me pregunto si está intrigado.

—Vamos a jugar.

—Juega sola—murmura, desviando la mirada. Sin duda es un hombre realmente difícil.

—No, vamos a jugar juntos—le digo animada. Él abre la boca para protestar, pero no le permito hablar—. Acomodaré tus fichas. ¿Quieres las blancas o las negras? Como sea, puedes arrancar primero.

No recuerdo cuales arrancaban primero. ¿Eran las blancas? ¿Las negras? Hace mucho que no juego a esto, pero cuando lo hacía era realmente buena. Comienzo a acomodar las fichas de Alex. Le dejo las negras, sé que ese color le gusta más. Yo me quedo con las blancas.

Él no se ve demasiado interesado en el juego. Me pongo a pensar. Debo encontrar la forma de hacerlo más interesante.

— ¿No quieres jugar? —murmuro en voz baja.

—La verdad no.

—Hmm... ¿Qué te parece si apostamos?

Me mira.

—Apostar... ¿Qué?

—No sé —cavilo entre mis pensamientos. Me pongo un dedo en el mentón y pienso detalladamente—. Veamos... si yo gano, saldremos por un día.

Palidece. Está a punto de protestar, cuando hablo:

—Y si tú ganas... te devolveré la tiara.

Estoy loca. Sin duda estoy loca, ¿Pero qué más da? Incluso si se la devuelvo, no dejaré de estar encima de él hasta que se recupere. Sé que si le devuelvo la tiara, regresará de inmediato a su habitación. Si lo hace, me sentaré a dormir sobre el suelo al lado de su cama todas las noches. Ya estoy durmiendo en un sofá, y no dejaré que se suicide. No lo permitiré.

Frunce el ceño.

—Estás bromeando. ¿Por qué apostarías eso?

—Pues no quieres jugar.

Sonríe flojamente y niega con la cabeza. ¿Está sonriendo o es solo mi mente jugando conmigo?

— ¿Quieres jugar? Bien, juguemos.


.........................

Se viene lo interesante.

¡Hola a todos! ¿Cómo han estado? Yo he estado algo ocupada, ¡pero siempre me saco mis momentos para escribir! Aunque a veces pasan esos días en los que no me inspiro.

Este es uno de los capítulos que mas me ha dado risa en el libro, ¡a mi mente se le ocurren cosas muy raras! Ya, mátenme por describir ropa interior de hombre, lo merezco.

¡Ia iegamos a la caca! ¡O sea a las 2K! ¡Muchas gracias a todos por leer, y gracias a aquellos quienes me apoyan con un comentario o con un voto! Esas cosas motivan mucho a los escritores a escribir, porque les hace sentir que no le están escribiendo a la nada. ¡Recuerden votar! Solo es dar clic a la estrellita, no les cuesta nada.

¡Una vez más, gracias por leer y nos leemos en una próxima oportunidad!

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