2. Niño perdido.
Canción en multimedia: Red - Hymn For The Missing
— ¡Muchacha!
La mujer me mira, sonriendo y limpiándose las lágrimas con rapidez. Sus ojos me observan como si hubiera encontrado un diamante en bruto. Observa la carpeta bajo mi brazo, y se levanta apresuradamente mientras lleva al chihuahua consigo. Pobre animal.
—Di-Dime... ¿Tienes trabajo?
¡Bien!
—N-No...
La mujer se lleva los rizos oscuros tras la oreja, y me mira fijamente con sus grandes e irritados ojos. Me tiende la mano, y la tomo, sorprendida ante tal gesto tan diplomático. No creí que me aceptaría tan rápido.
—Mi nombre es Alice Russell. Soy vicepresidenta de la empresa de textiles Russell —dice, buscando algo en su bolso mientras mete al chihuahua en él. «Qué práctico». Busca algo en el bolso y finalmente saca una tarjeta y me la entrega. La observo de reojo, divertida por haberme encontrado con una situación en la que una empresaria llora a moco tendido en un callejón—. Puedes llamarme Alice.
—Mucho gusto... soy Blair Johnson —digo, y aplaudo mentalmente. Me presenté correctamente, un gran logro para mí.
Alice saca un pañuelo y se limpia las lágrimas con él.
—Dime... ¿Te gustaría trabajar de niñera?
«¡BAM!»
La palabra « ¡Sí!» lucha por salir de mi boca, pero me contengo. No quiero parecer una loca compulsiva que acepta un trabajo «sin saber de qué se trata». Ella no sabe que la he estado espiando.
— ¿De-De-De qué se trata...? —pregunto, sin poder evitar que mi mirada vaya a algún otro lado que no sean sus penetrantes ojos desesperados.
Ella sonríe como un conductor que logra pasar el semáforo justo antes de que se ponga en rojo.
—Mi hijo es un poco problemático, un poco aislado de la sociedad... pero tengo una agenda ocupada, y no puedo cuidar de él—se explica, con un gesto de preocupación en su rostro—. Y las niñeras anteriores han renunciado. Necesito alguien que cuide de él.
¿Han renunciado? Vaya, eso es algo increíble. Se oye como todo un reto, y a mí me gustan los retos. Sin embargo, por otro lado me da miedo de lo que me vaya a encontrar. ¿Y si el niño me odia? ¿Y si no logro interactuar correctamente con él? Por un momento temo... temo no ser lo suficientemente buena para un trabajo de niñera, y mi determinación empieza a flaquear.
—Ven a vivir a la mansión, por favor... necesito que lo cuides en horario continuo.
Un momento, ¿dijo mansión?
— ¿Pe-Perdón...? —murmuro, sin creerme lo que estoy presenciando.
— ¡Te pagaré una sustancial cantidad de dinero! —dice con desesperación.
«¡Dinero!»
Todo esto es demasiado precipitado. Primero estoy en Los Ángeles sin dinero, sin trabajo y viviendo en un apartamento de segunda; y ahora una empresaria desesperada me ofrece dinero, un lugar para vivir y un trabajo con la condición de trabajar de niñera. ¿Acaso estoy dormida? Sí, eso debe ser...
—Debo estar dormida... sí, eso, esto debe ser alguna clase de sueño loco y fantástico... Usted no es real, ¿verdad? —murmuro mientras me llevo las manos a la cabeza— Todo esto es tan...
Alice parpadea, sorprendida por mi reacción. La forma en que me mira me hace pensar que esto es real, y de inmediato me siento increíblemente avergonzada por haber reaccionado de esa manera. La miro fijamente, intentando descifrar algún mensaje oculto en su mirada que me diga si lo arruiné y cree que estoy loca.
—No es un sueño —dice Alice, sonriendo —Parece que te he caído del cielo. ¿Tenías problemas para conseguir trabajo?
—Uh... —me ha descubierto.
Alice solo sonríe, mirándome con perspicacia y amabilidad. ¿Qué significa eso? ¿Tengo el trabajo o no?
—Entonces nos haremos un favor mutuamente —concluye, causándome un alivio interno.
Por lo general, la entrevista de trabajo viene antes de la mudanza a la gran mansión, pero parece que en este caso las cosas son al revés. Alice ha decidido que definitivamente quiere contratarme, y me ha pedido que me mude a su mansión lo antes posible, lo cual me ha venido como anillo al dedo. Pronto tenía que pagar el arriendo, y no contaba con dinero para este mes.
A pesar de que las muchachas de servicio insisten en ayudarme con mi equipaje, logro escabullirme de sus atenciones y solo permito que me guíen hacia la que será mi habitación de ahora en adelante. Por más de que sean mucamas, no estoy acostumbrada a que las otras personas hagan cosas como estas por mí. Mucho menos me sentiría cómoda dándoles órdenes.
Cuando llego a la habitación la mandíbula me llega al piso. ¡Esto es sorprendente! Al mirar la habitación frente a mí, puedo deducir que esto no se compara en nada a la habitación que tenía en casa. Ésta está llena de blanco y colores suaves. La cama está situada en la mitad del cuarto, ¡y es una cama doble! Los ventanales son amplios, permitiendo apreciar una gran vista del jardín. Tiene un closet de color caoba, un escritorio frente a la cama con un computador de mesa sobre él, una mesita de noche de color blanco al lado de la cama, un sofá largo y acolchonado, y los bombillos son tan sofisticados... todo esto es tan... increíble. Incluso al lado de la cama, sobre la mesita de noche, hay unos bellísimos claveles. Es sin duda una habitación de ensueño...
Mi habitación anterior tenía una cama sencilla, con un escritorio gastado y posters por toda la pared. Y no era tan amplia como ésta. Es tan grande, que la cama solo ocupa la mitad de la habitación. ¡La mitad! Y pensar que en mi cuarto yo tenía que pasar por encima de la cama para llegar al otro lado.
— ¿Te gusta? Sé que es algo sencillo —escucho la voz de Alice, y me volteo para mirarla como si estuviera loca. ¿Sencillo? ¡Esto es increíble!
— ¡Es hermoso! —exclamo, pero caigo en cuenta de mi error y me contengo. No quiero arruinar esto. He estado buscando trabajo por tanto tiempo, que ahora siento que tengo una valiosa joya en mis manos que podría romperse con cualquier error.
Alice me sonríe y me pide que vayamos a su despacho. Parece que la entrevista va a comenzar, así que la sigo. Camino tras de ella por el pasillo hasta que llegamos frente a una puerta. Al entrar, veo una especie de oficina sofisticada, con sofás de color rojo a los costados, un librero, y justo al frente hay un escritorio de color caoba con una silla acolchonada y dos pequeñas sillas al frente.
Me pide que me siente y yo accedo. Al mirar sobre el escritorio, veo la foto de un hombre sonriente con su familia. Observo al pequeño niño castaño con sonrisa brillante y pómulos sonrosados en la fotografía. Tal vez es a él a quien debo cuidar. El hombre y el niño tienen un gran parecido, se nota que son padre e hijo. Y es entonces cuando me pregunto, ¿Dónde está el señor papá de esta familia?
—Él murió —dice Alice, interrumpiendo mi unión espiritual con el retrato, y de paso, leyendo mi mente. La miro, apenada. Sin embargo Alice sonríe, como si estuviera recordando algo muy hermoso— Era un padre muy cariñoso, y un excelente esposo. Vincent es el mejor esposo que haya podido tener.
Eso es realmente hermoso. Es increíble ver como dos personas se conectan en semejante armonía. Aunque todos los diccionarios no tienen la misma respuesta para ello, y aunque algunos consideren que simplemente es causado por procesos cerebrales, simples y científicos; el amor es algo bello, dulce y significativo en la vida de una persona. El amor es un poder tan grande, que puede hacer que la vida de alguien cambie en tan solo un segundo.
—Bueno, ahora a lo importante —dice Alice, mirándome con una sonrisa. ¿Acaso recordar a su marido no era algo importante? —Necesitarás saber unas cuantas cosas.
Me extiende una carpeta de color manila, y la tomo entre mis manos. Parece una de esas carpetas que tienen información confidencial. Solo falta ponerle el sello de «CONFIDENCIAL» con letras grandes encima, y me sentiré en CSI.
Abro la carpeta, y analizo la primera hoja, donde parece haber una ficha de información.
Alexander Russell.
Él debe ser el pequeño querubín del que voy a cuidar. Por otro lado, ¿Qué clase de madre tiene toda la información de su hijo organizada tan pulcramente en una carpeta?
Con la foto frente a mí, me congelo.
— ¿Cuántos años tiene? —pregunto, sin quitar mi mirada de la foto del «niño». Espero que responda, impidiendo que mi mente saque conclusiones precipitadas.
—Veinticuatro.
Leo la información una y otra vez, para confirmar que no estoy loca. No, parece que no. Esto sin duda tiene que ser una mala broma. ¿Acaso esta señora está jugando conmigo? No... si fuera así, no la habría encontrado llorando en un callejón mientras amenazaba con sacarle las tripas a su chihuahua.
Entonces... Voy a ser niñera de un chico de veinticuatro años.
¡Pero si es mayor que yo!
—Ah. No me digas que... —Alice me mira, sorprendida ante mi cara de incredulidad — ¿Creías que Alex era un niño?
¡¿Cómo no iba a pensar eso?! ¡Ella misma dijo que se trataba de un niño! ¡Esto debió aclararse desde el principio! Puedo con niños, pero con adultos la cosa cambia. Y además... ¿Por qué un hombre de 24 años necesita niñera?
«Piensa Blair, piensa. ¿Qué razones podrían justificar que un adulto necesite a alguien que cuide de él?»
No tiene sentido. A menos que...
— ¿Acaso es un niño especial?
—No.
— ¿Tiene retraso?
—No.
— ¿Es discapacitado?
—No.
— ¿No sabe leer ni escribir?
—Si sabe.
— ¿No puede ir al baño solo?
Alice suspira, intentando frenar mi lluvia de preguntas. «¡Ella invocó esta lluvia! ¡Ella hizo la danza de la lluvia de preguntas! ¡Es su culpa!»
—Antes de que preguntes si tienes que masticarle la comida, no, no es nada de eso —dice, y de repente me siento increíblemente avergonzada. ¿Cómo pude ser tan irrespetuosa con mi jefa? — Alex tiene... problemas.
Oh, vaya. Todos tenemos problemas.
— ¿Qué clase de problemas? —pregunto, interesada por obtener más información. Alice baja la mirada mientras hace girar su anillo, visiblemente nerviosa. Después de meditarlo mucho, saca una hoja de papel de un cajón del escritorio, y me la tiende. No puedo evitar fijarme en el color azul de aquella fina hoja, y me pregunto dónde podré conseguir hojas como esas. Se ven cómodas para escribir.
Me concentro en las palabras allí escritas con elegante caligrafía. Leo letra a letra, palabra a palabra, intentando averiguar por qué alguien mayor que yo necesita niñera.
- Trastornos emocionales.
- Intentos de suicido frecuentes.
- Cortadas.
- Consumo de drogas.
- Violencia.
- Escapadas.
- Depresión.
- Aislamiento.
No quiero despegar la mirada del papel. Me rehuso a mirar más allá, a mirar a los ojos a aquella mujer que desesperadamente busca una solución a sus problemas. Soy una chica tímida. Me cuesta trabajo hablar con gente a la que no le tengo confianza, y nunca he recibido muy bien las derrotas. Un caso como este... no, no puedo manejarlo... es sin duda demasiado grande para mí. Esto me supera.
¿Pero cómo decírselo? Lo que necesita ese tal Alexander es una clínica psiquiátrica. No, tal vez eso es demasiado. Necesita un lugar de rehabilitación. ¿Drogas? ¿Se droga? Sin duda no puedo con esto. Es algo tan desconocido y tan lejano de mi zona de confort que simplemente me da miedo.
—Alice... yo... yo no puedo hacer esto.
Es una pena que hayamos traído mis cosas hasta aquí. Debió pensar mejor en lo que hacía, y yo debí ver más claramente a través de mi desesperación.
Ella me mira, y por sus ojos cruza el pánico.
—No... no, por favor...
—Lo que él necesita es una clínica de rehabilitación, o un buen psicólogo. Solo soy una chica común y corriente. No tengo nada que ofrecer.
Alice frunce el ceño, y me sorprendo por aquella reacción. Pensé que entraría en pánico. Me estudia, me mira, me detalla, y yo sigo sin entender. Algo está tramando, y casi puedo escuchar los engranajes de su cabeza trabajando forzosamente.
—No todo puede arreglarse con dinero —dice finalmente, y suspira, como si estuviera a punto de contar una anécdota.
Suspira, y sus ojos se desvían hacia algún punto en la habitación.
—Se decía que mi hermano sería un niño especial. Las maestras decían que mi hermano no aprendía correctamente, se le enredaba la lengua, no se concentraba y escribía mal. La gente no creyó en él. Era solo un niño. Cuando mi madre fue a la reunión de profesores, le pidieron que metieran a mi hermano a una escuela para niños especiales.
Ante aquel relato mi mente empieza a maquinar las imágenes y sentimientos que se transmitían en ese entonces.
— ¿Sabes que hizo mi madre? —niego con la cabeza, decidida a escuchar más. Entonces ella sonríe— No les hizo caso. Trabajó mucho, apoyó a mi hermano en todo, lo ayudó a estudiar y a salir adelante. Y hoy en día, mi hermano es un hombre normal como todos los demás. Y también, es el presidente de las empresas Russell.
Vaya. Eso es... simplemente...
—Por eso, Blair, no soy tan cobarde como para dejar que una organización solucione los problemas de Alex. Eso no es lo que él necesita.
— ¿Y qué es lo que él necesita? —cuestiono, mientras en mi interior crece la duda de si acudir a una organización es considerado cobardía. A pesar de eso, entiendo su punto.
—Necesita a alguien que le enseñe a vivir. No necesita a una organización con un sistema organizado y sistemático. Necesita algo real, algo puro, y eso sólo puede darlo una persona particular. Pero he hecho malas elecciones, y por fin creo que he encontrado la respuesta. Alex necesita a alguien de su edad.
De hecho no tengo su edad.
—Él es dos años mayor que yo—le informo, recordando que un chico mayor que yo necesita niñera. Pero no es exactamente eso. El término «niñera» no aplicaría para este caso. Necesita una base. Un apoyo emocional. Y no estoy segura de que pueda dar algo como eso. Nunca he sido la razón de seguir adelante de nadie por simplemente ser quien soy— Usted... usted es su madre. Y yo... yo soy solo una extraña.
El gesto de Alice se apaga, endureciéndose a la vez, y entonces caigo en cuenta de algo. Esta mujer también trae sus propios fantasmas. Una persona con sus propias huellas emocionales no puede ayudar a otra a sanar.
Ambos necesitan ayuda. Pero ella sabe que no puede ayudar a su hijo, y por eso busca a alguien más. No está buscando de la manera correcta. Por ser quien soy, es que me hundí tanto en las relaciones interpersonales y así mismo, en la vida y en la realidad. Por eso, no creo ser la persona correcta para el trabajo.
Decido ahondar más en el tema con otra pregunta.
— ¿Hace cuánto que está así? —pregunto, mirando la foto del chico. Su cabello es alborotado y de un color castaño, tan profundo como el chocolate. Sus ojos son de color marrón, su nariz es perfilada, su mirada es expresiva, profunda, pero a la misma vez vacía, como si quisiera transmitir un millón de sentimientos y a la vez dejara un gran vacío. Su barbilla está bien definida, sus labios son carnosos y su piel es morena.
Su expresión llama la atención por ser seria pero a la misma vez decidida, llena de sentimientos. Como si al verlo, estuvieras frente a una ventana que da cara a un mundo desconocido.
Alice me mira con ojos llorosos, y de inmediato me pongo en alarma.
—Tres años. Desde hace tres años, nuestra vida cambió drásticamente. No sólo fue la muerte de Vincent. Pasaron muchas cosas... una cantidad de cosas que no le permitirán volver a ser quien era.
Agacho la mirada, pasando lentamente mi dedo por la fotografía del hombre. ¿Seré capaz de salvarlo? ¿Yo?
—Te encargarás de llevarle las comidas a su habitación. Le prepararás los desayunos. Del almuerzo y la cena se encargará la cocinera. También harás el aseo correspondiente de la habitación en la que Alex duerme. Las empleadas harán el aseo del resto de la casa.
Me siento tentada a preguntar por qué no lo hacen las empleadas, pero decido quedarme callada. ¿Por qué las empleadas no entran a la habitación de Alexander? Un montón de incógnitas comienzan a formarse en mi cabeza, y mi cabeza comienza a dar vueltas. Sin embargo me fuerzo a mí misma a olvidar aquel detalle. ¿Y por qué debo hacerle los desayunos y no los almuerzos y las cenas?
Sin mencionar nada acerca de mis dudas, asiento con la cabeza, y Alice me mira, torciendo la boca.
—Sólo espero que al final, no termines tan destruida como nosotros—susurra, pero no dejo que mi rostro demuestre que la he oído.
¿Terminar tan destruida como ellos? No lo entiendo... ¿Qué podría pasar? ¿A qué me estoy enfrentando?
Un silencio se esparce en el aire, pero puedo sentir los nervios de Alice creciendo en su interior. Yo no estoy menos nerviosa que ella.
—Dime, ¿Hay algo que desees? —pregunta, con un tono extrañamente cauteloso —Todos deseamos algo.
Intento leer su pensamiento con la mirada, sin entender de lo que habla. ¿Hay algo que deseo? Claro que sí. Después de todo, vine a Los Ángeles por una razón.
—Ser escritora. No... ser una escritora reconocida—explico, sintiendo el deseo fluir a través de mis palabras.
— ¿Deseas publicar un libro? —pregunta, pero su mirada me hace sentir insegura.
—S-Sí... escribir es mi pasión—confirmo, algo inquieta por su repentino interés en mis deseos—. Escribir es por aquello que vivo.
Alice me mira, conmovida. Sin embargo, su mirada transmite algo más, un sentimiento que no soy capaz de identificar.
—Bien. Puedo ayudarte, Blair, si tú me ayudas a mí. Tengo contactos. Influencias. Te conseguiré una editora personal, una persona que te asesore y te guíe en el camino de la publicación de tu libro. Te harás famosa.
A pesar de que sé que esto está mal... ¿Por qué por mi mente no pasa la idea de rechazar tal oferta? No es correcto... no lo es. Sin embargo, en medio de mi desesperación y de mi frustración, esa oferta parece una pequeña vela que se ha encendido en un túnel oscuro, esperando que yo camine hasta ella. Pero, ¿Seré capaz de hacer tal cosa?
«No tiene nada de malo, Blair. Solo estás tomando una oportunidad. Y Los Ángeles es la ciudad de las oportunidades.»
Aun así... reparar a alguien... nunca he sido de mayor importancia o utilidad para otras personas a excepción de Kohana y Adriana... y yo... yo... no tengo ese poder.
Pero si tan solo... si tan solo me atreviera a intentarlo... podría tener un camino directo a la publicación y a una persona que me asesore. Y más allá, ¡ser famosa! Eso es justo lo que deseo, pero no creí que lo conseguiría de esta forma. Y en cuanto Alexander, tal vez podría aprender algo de él. Tal vez esta sea una oportunidad que me está dando la vida, una oportunidad de aprender.
Una oportunidad de adquirir nuevas experiencias para usarlas en mis historias.
—Yo... no estoy segura de sí puedo hacerlo... ¿Y si fallo?
—Confío en ti—dice, pero inmediatamente frunzo el ceño.
—Tal vez no debería. Acaba de conocerme.
—No eres una muchacha egoísta, Blair. Sé que lo que hagas, lo harás con todo tu esfuerzo, incluso si no logras nada—dice, mirándome con una sonrisa confiada que a su vez me hace desconfiar a mí—. Y ciertamente en todo este tiempo, no se me había ocurrido poner a su cuidado a una chica de su edad. Debí saberlo... las otras mujeres tenían más o menos cuarenta años.
Vaya.
—Alex es una persona que aprende de su entorno, aunque no lo demuestre —me informa, mirándome con esa mirada fina y anhelante —Todo el tiempo está analizando su alrededor inconscientemente, aprendiendo cosas nuevas. Incluso si fallas, él aprenderá un par de cosas de ti.
«Pero sé que no fallarás», resuena la voz de Alice en mi cabeza.
Cuando vine a una ciudad tan grande como esta, me prometí a mí misma dejar aquellos miedos y temores que me invadían. Ahora mismo, Alexander me da miedo. A pesar de que no lo conozco, por la lista que tuve en mis manos puedo saber que es una persona que vive en un mundo completamente alejado del mío.
¿Estaré dispuesta a entrar a un mundo lleno de dolor y sufrimiento con tal de llevar mi sueño a la realidad?
Es arriesgado. Es una locura. Y precisamente porque sé que aprenderé de ello, es que aceptaré. Me volveré más fuerte. Mediré mis miedos, y dejaré de ser la cobarde que siempre he sido. Odio mi debilidad, y por eso ésta es la mejor forma de volverme fuerte.
—Lo haré.
Alice sonríe enormemente, y suelta una cantidad de palabras que no llegan correctamente a mi centro de razonamiento. Sólo puedo pensar en lo que pasará de ahora en adelante, y a lo que me enfrentaré. Me pregunto si he hecho bien al aceptar. Si tal vez debí quedarme en mi zona de confort y alejarme de todo esto.
Pero no debo. Ya no soy una niña, y tengo que aprender a darle la cara a lo desconocido.
Tal vez debería conocerlo.
Alice me sorprende diciendo que el cuarto de Alexander está justo al lado del mío. No lo noté. Todas las puertas en ese pasillo son iguales, del mismo color, diseño, uniformadas. Por lo tanto, no podría notar una diferencia entre ellas.
— ¿Esta allí?
La mujer frente a mí agacha la mirada, y susurra con voz baja:
—Sí. Por lo general, siempre está allí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro